NORMA publica Hasta Nóvgorod. Crónicas de un divisionario, una sobrecogedora novela gráfica escrita y dibujada por Víctor Barba, basada en la peripecia real de un soldado de la División Azul.
Temperaturas de muchos grados bajo cero, carencias de todo tipo y feroces tropas rusas listas para el asalto en cualquier momento. Los soldados de la División Azul tratan de avanzar en medio de estas durísimas condiciones, empujados por las fuerzas en lucha de una guerra de desenlace incierto, pero que cada día se cobra puntualmente miles de vidas en sus diversos frentes.
Hasta Nóvgorod. Crónicas de un divisionario es la nueva novela gráfica de Víctor Barba, que asume guion y dibujo inspirándose en la peripecia real de Teodoro Recuero Pérez, un divisionario extremeño que tomó parte en la operación Barbarroja durante la Segunda Guerra Mundial, y dejó escritas sus impresiones sobre lo que supuso luchar codo a codo con los nazis frente al comunismo de Stalin.
El relato es también una mirada a la España en la que creció el joven Teodoro, ese mundo rural, duro y sacrificado, en el que las nuevas corrientes políticas irrumpirían para convencer a hombres y mujeres de que las cosas podían cambiar. Y así fue, pero a costa de enfrentamientos despiadados que alcanzarían su cénit de crueldad en la Guerra Civil. El protagonista, identificado como comunista en su pueblo, no ve otra posibilidad de salvar la vida que alistarse en las tropas nacionales: primero en la Falange, luego en la Legión.
Así, pasará de acudir a los mítines en los que flameaban las banderas rojas a verse involucrado en los frentes de Toledo y Madrid, donde participó en la tristemente célebre Batalla del Clínico, antes de ser enviado a los acuartelamientos del Norte de África. Entonces el gobierno español, con el general Franco al mando, interesado en congraciarse con las potencias del Eje, creó la unidad conocida como División Azul, formada en su totalidad por voluntarios. Teodoro Recuero fue uno de ellos.
Hasta Nóvgorod es la crónica personal de aquella contienda, pero también una invitación a reflexionar sobre la sinrazón de todas las guerras y el modo en que los poderes manipulan a los seres humanos como carne de cañón. La estética utilizada por Víctor Barba viene de la mejor herencia de sagas como Hazañas bélicas, pero su aliento épico no oculta ni maquilla la absurda locura de aquellas misiones, en las que Teodoro fue herido y condecorado, pero también vacunado para siempre contra los dogmatismos de partido. “Cada día tengo menos claro en qué berenjenal nos hemos metido”, suspira el protagonista después de ver morir a tantos y tantos compañeros en medio del infierno blanco de la URSS.
Con una fidelidad a los hechos que casa a la perfección con su gusto por el detalle, y un uso del color capaz de transportar vertiginosamente al lector en el tiempo y el espacio de una viñeta a otra, Víctor Barba ha logrado sintetizar en un centenar de páginas uno de los capítulos más terribles y a la vez menos divulgados de nuestra Historia reciente, sin dejar de persuadirnos de lo peligrosas que pueden llegar a ser las utopías en manos de los demagogos y los gobernantes irresponsables. Puedes adquirir Hasta Nóvgorod. Crónica de un divisionario aquí.
Sobre el autor
Víctor Barba (Puertollano, 1956) empezó a dibujar desde muy temprana edad, lo que le llevó a estudiar en la Escuela de Artes Aplicadas. Ello no le impidió sentirse siempre un autodidacta, de modo que ha ido alternando la pintura, el dibujo, el cómic, la ilustración, el diseño y la docencia a lo largo de su ya larga carrera. Ha expuesto su obra en numerosas muestras, colaborado con publicaciones como Susaeta, Interviu, La Luna de Madrid y Planeta de Agostini, entre otras, y publicadas sus viñetas en España, Italia, México y Noruega. Desde 1981 dirige ininterrumpidamente el Taller de Pintura y Dibujo de la U.P. de Puertollano. En 2015 publicó su novela gráfica El truco, a la que ha seguido Hasta Nóvgorod. Crónicas de un divisionario, publicado por Norma Editorial.
«… sobre lo que supuso luchar codo a codo con los nazis contra el comunismo de Stalin.»
A ver, ideológicamente es cierto en muchos casos, soldados y gerifaltes falangistas, y en la retórica (es decir, también ideología, pero en el otro sentido).
Ahora bien, lo que hacían los nazis era una expansión imperialista hacia el Este, contra el comunismo, los eslavos subhumanos y el peligro amarillo y lo que hubiera hecho falta, el imperio de los zares, si hubiera pervivido.
Fueron precisamente el comunismo, el talento político y militar de Stalin y el sacrificio masivo del pueblo soviético los que salvaron a Rusia y al resto de la US y, de paso, a Occidente del nazismo.
¿Stalin talento político y militar? Su talento político se limitaba a sobrevivir a base de eliminar a opositores, supuestos y reales. Y su talento militar a estar a punto de perder la guerra hasta que dejó a los militares de verdad ocuparse de ella y quitarse de en medio él y sus amigos, como Budyonny y Voroshilov.
Ya, ya…
Lo que fastidia que este hombre fuera un genio…
“Yo sé que después de mi muerte se echarán montones de basura sobre mi tumba, pero el viento de la historia los barrerá inexorablemente”
https://www.miliciaydemocracia.org/el-ano-de-stalin/
El año de Stalin
Publicado el 4 enero 2013 por Alberto Piris
El pasado 18 de diciembre, en un pueblo georgiano se inauguró un monumento a Stalin con motivo del 133º aniversario de su nacimiento. El hecho es digno de mención, ya que un viajero puede hoy recorrer Rusia y las antiguas repúblicas soviéticas sin encontrar ninguna estatua del dictador. (Lo contrario ocurre con los innumerables monumentos a Lenin: es el modo de honrar al destructor del zarismo y fundador de la república soviética, hoy Rusia). De Stalin solo quedan representaciones en los museos relacionados con la “Gran Guerra Patria”, esto es, la encarnizada lucha de la Unión Soviética contra la Alemania nazi, que entre 1941 y 1945 él dirigió personalmente.
En marzo de 2013 se cumplirá el 60º aniversario de la muerte de Iósif Vissariónovich Stalin, uno de los personajes que más han influido en la historia de la humanidad en el siglo XX, y cuya figura ha sido deformada tras los años del enfrentamiento ideológico de la Guerra Fría. En España, el desconocimiento histórico sobre Stalin se vio multiplicado durante el franquismo, cuya propaganda, tosca pero incesante, solo prestó atención a los aspectos más negativos y brutales del dictador soviético e ignoró otras facetas de extraordinario interés histórico.
En aquella España, cuya política general estaba impregnada de un visceral anticomunismo, parecía abominable que el general sir Alain Brooke, jefe del Estado Mayor Imperial británico, considerara a Stalin “un cerebro militar de primer orden”, mientras en nuestras academias militares se alababa la perspicacia táctica y estratégica de “la espada más limpia de Europa” que nos gobernaba, elogio atribuido a Petain, personaje de dudosas credenciales militares. La proverbial cerrazón de los censores de la dictadura tampoco entendía que Winston Churchill escribiera en sus memorias: “Stalin figurará entre los grandes hombres de la historia de Rusia y se ha ganado el sobrenombre de Stalin el Grande”.
Este es precisamente el título del más reciente libro publicado en España sobre Stalin por un autor español, Anselmo Santos, profundo conocedor de la materia a la que ha dedicado años de investigación. Su “Stalin el Grande” (EDHASA, Barcelona 2012) es un ensayo histórico cuya lectura cautiva a medida que se van pasando sus páginas, como si fuera un ágil documental sobre la polifacética figura del ignorado (para la gran mayoría de españoles) político georgiano, donde los hechos, las opiniones y las anécdotas se mezclan en un equilibrado y apasionante cóctel literario, que poco a poco va revelando la silueta de un personaje magistral, contradictorio y sorprendente. Para encuadrarlo viene muy a cuento este atinado comentario: “Entre la Revolución de Octubre (1917) y la extinción de la Unión Soviética (1991), se sucedieron al frente del país dos genios (Lenin y Stalin), un patán impulsivo y temerario (Jruschov), un ignorante pancista y vanidoso (Brézhnev), dos moribundos (Andrópov y Chernenko) y un insensato (Gorbachov)”. Difícil condensar más historia en menos palabras.
Desde las primeras líneas Santos penetra con destreza en el interior del biografiado: “… el gran asesino se tenía por un hombre virtuoso y justiciero que castigaba con rigor a los malvados”. Todo lo que se oponía a su “inquebrantable designio de transformar el país de arriba abajo” era el mal a erradicar; con este criterio se juzgaba a los individuos: “Stalin pasó la vida identificando y exterminando ‘enemigos del pueblo’”. A una distinguida dama británica que le preguntó cuánto tiempo pensaba seguir matando gente, contestó apaciblemente: “Mientras sea necesario, señora”.
Pero la defensa a ultranza de la patria soviética, sublimada en los dos primeros años de la invasión nazi, es algo que la humanidad deberá agradecerle. De haber sido la URSS arrollada en unas semanas, como era previsible y como lo fueron Francia y las fuerzas británicas en el continente, es casi seguro que Alemania hubiera poseído antes que EE.UU. la bomba atómica, y la suerte del mundo hubiera sido muy distinta. Fue Stalin quien más contribuyó a que esto no fuera así.
Tanto Hitler y sus generales, como otros estrategas, apenas le concedían unos pocos meses de resistencia frente a la aplastante máquina de guerra alemana. El primer fracaso alemán ante Moscú a finales de 1941 y luego ante Stalingrado en 1942 no se debió solo a la acción de los ejércitos, sino a la ingente tarea de los años anteriores en todos los órdenes de la vida, para unir e impulsar a un país atrasado y heterogéneo, imbuir en el pueblo un enorme espíritu de lucha y superación y, en suma, moverlo en la dirección deseada por él, lo que es el atributo supremo de quien el autor califica de maestro “en el arte del poder”. Maestría que, según Santos, alcanzó gracias a las virtudes que le adornaban: “paciencia infinita, talento, astucia, prudencia, cinismo, crueldad”.
Stalin comentó a Mólotov cuando concluía la guerra: “Yo sé que después de mi muerte se echarán montones de basura sobre mi tumba, pero el viento de la historia los barrerá inexorablemente”. El libro de Anselmo Santos, sin suavizar en nada los execrables horrores que Stalin propició y ejecutó, contribuirá sin duda alguna a barrer esa basura y a ponerle en el lugar que le corresponde como una de las grandes figuras históricas de la humanidad. Entender la historia para aprender de ella obliga a abordarla sin prejuicios. “Stalin el Grande” es una obra indispensable a este respecto.
Didn’t read, LOL… ;)
El «genio» de Stalin sólo tuvo que hacer dos cosas en la guerra:
– Leer algún libro de historia, y poner en práctica aquello que hizo fracasar a Bonaparte un par de siglos antes, en las mismas tierras rusas. Tierra quemada, frío invernal, tierra congelada y barro.
– Contar personas, cuando ya no quedaba otro remedio que pelear (Stalingrado). Dado que Rusia tenía unos cuantos millones más de personas que Alemania soldados (allí se obligó a pelear a cualquiera que pudiese levantar un fusil o tirar una granada -y no he dicho «hacerlo bien»-), el desenlace estaba cantado.
– Y, tal y como dicen arriba, dejar al mando a sus expertos mandos militares, algo que nunca hizo Hitler.
Si algo sabía Churchill, que éste sí que era el listo de la clase, era que necesitaba el sacrificio del pueblo ruso para que Hitler dividiera esfuerzos hasta que llegaran los americanos a Europa (en suministros e inteligencia militar ya lo hacían desde el inicio. Y NO HAY NADA QUE LE PREOCUPE MÁS A UN DICTADOR QUE LA POSTERIDAD. De ahí las alabanzas y lo del «Grande», que sabía que Stalin leería.
No son dos cosas, son tres las que cita.
– No leyó algún libro de historia. Era un grandísimo lector, leyó carretas de libros. Hay alguna anécdota de cuando estuvo en Siberia y de su compulsión por leer.
– Contar, llevaba contando desde principios de los treinta e impulsó la industrialización de la Unión y el aumento de la producción agrícola. Preparó la guerra con lustros de antelación. Sobre lo de «hacerlo bien» en Stalingrado, el tonillo de condescendencia es un pelín risible ante semejante sacrificio y semejante gesta.
En cualquier caso, si todo es cuestión de contar, Hitler era tontolaba y los militares alemanes más tontos aún, que se dejaron meter ellos y a su pueblo en un infierno. Y los palmeros, como los españoles de la División Azul, tontos tontísimos, ¿no?
– No hay mejor inteligencia de mando que la que sabe delegar y dejar a los especialistas que hagan su trabajo.
Churchill escribió sus Memorias tras la guerra. ¿Qué le importaba alabar a Stalin para conseguir lo que fuera, si ya había pasado el conflicto?
1. Me alegro de que corrobores con hechos ampliados en lo que ambos coincidimos: grandísimo lector. Seguro que tomó buena nota de las artes de la guerra históricas. Bien por Stalin.
2. Efectivamente, Hitler se metió con Rusia porque falló en sus predicciones, por pura arrogancia frente al consejo de algunos de sus generales. Stalin seguro que era arrogante, no lo sé, pero era más listo que Hitler.
Y, por supuesto, aún siendo un dictador y todo lo que eso conlleva «por la gracia de Dios», Franco demostró más inteligencia que los otros dos: le ganó una guerra a los soviéticos en casa con la ayuda de los nazis, y luego le «agradeció» a Hitler los servicios prestados mandándole cuatro soldados al frente ruso (muchos de los cuales eran comunistas, como el del comic»). Por supuesto, luego se alió con los americanos cuando éstos ganaron la guerra, siendo un satélite aliado de éstos (mejor que de Rusia o de los nazis, según pensaba él).
Dos notas (ahora sí, dos):
– El sacrificio lo hizo el pueblo ruso. Contra los nazis, y con el propio Stalin y sus purgas.
– No olvidar que las barbaridades nazis tuvieron como aliado a Stalin en sus comienzos (Pacto Ribbentrop-Mólotov). Juntos se repartieron el Este, empezando por Polonia, como si fuera el Risk. Quizás Hitler no lo hubiera tenido tan fácil si no hubiera contado con el apoyo explícito de la URSS desde el comienzo, y se lo hubieran pensado mejor.
1.- De acuerdo estamos en que era lector, ¿y eso en qué desmerece el talento militar de Stalin? Para saber hay que estudiar.
2.- Aparte de imprudencias y arrogancias Hitler siguió el plan imperialista alemán.
Franco tuvo suerte. Se quedó solo tras la 2GM, en la peor de las circunstancias posibles. Que se supo bandear entonces es indudable. Pero estuvo a un tris de que los aliados intervinieran, así lo propuso Stalin en Postdam. Y la no beligerancia franquista (que no neutralidad) se atemperó con las derrotas alemanas y comenzó su giro hacia EEUU y Francia y RU.
España podía ser un avispero y convertirse en un país comunista y Truman y Churchill fueron prudentes.
Según documentos de Carrero todo dependió de la conquista del canal de de Suez. El fracaso de este empeño disuadió de dar el paso definitivo.
3.- Los sacrificios siempre los hacen los pueblos. ¿Churchill se sacrificó mucho? ¿Roosevelt, Truman? Mussolini, algo más.
4.- Hay mucho mito con ese pacto. Reino Unido, Francia y la propia Polonia tenían firmados pactos similares con Alemania. Stalin aguantó mucho (agosto del 39), después de que franceses y británicos le dieran largas durante el verano y le dejaran con la miel en los labios. El pacto alcanzaba a la división de Polonia anterior a la 1GM, un país muy plástico no sólo en sus fronteras, sino en su misma existencia. Para Stalin fue una necesidad militar ante la pasividad franco-británica.
Por cierto, es bien cínico que la UE celebre el día contra el totalitarismo, metiendo en el mismo saco a nazis (siempre malvados) y a comunistas (a veces malvados) por la firma de un pacto, que, como he dicho, el resto de países también tenían firmado (quiero decir similares).
Como en el Risk también se repartieron los países Churchill y Stalin, según cuenta el primero en sus memorias.
¿Qué genio militar descabeza a toda su cúpula castrense cuando sabía que tarde o temprano entrarían en guerra con Alemania?.
La obsesión por los presuntos traidores le llevó a fusilar a casi todos los oficiales de coronel para arriba.
Menos mal que Zukov se libró de las purgas, que ese sí que salvó Moscú.
Se sabe que fueron los rusos los que enseñaron las tácticas de guerra relámpago a los alemanes, durante la época de Weimar, pero al matar Stalin a sus mejores generales la táctica principal del Ejército Rojo durante la guerra fue la carga masiva bayoneta en ristre. Con lo que las matanzas absurdas estaban aseguradas.
Stalin desatendió las advertencias de su magnífica red de espionaje que le advirtió del inminente ataque alemán. Él estaba convencido de que Hitler tardaría al menos dos años más en invadir Rusia.
Y la llamada Guerra de Invierno, el intento de recuperar Finlandia en 1940, fue un completo desatre. Una pequeña nación frenó al Ejército Rojo y pudo mantener su independencia hasta el día de hoy.
Interesantísimos los relatos de Curcio Malaparte sobre esa guerra.
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