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Editar en tiempos revueltos: Gong

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A los que ya conozcan la infatigable trayectoria del emprendedor Gonzalo García-Pelayo (Madrid, 1947) —cineasta, productor musical y asaltador de casinos, entre mil cosas más—, quizás no les sorprenda su última aventura: la creación de Gong, una editorial literaria nacida al albur de una serie de exitosas inversiones realizadas en el mercado de las criptomonedas.

Recuperando el nombre, el logo y el espíritu de aquella otra aventura musical que García-Pelayo pusiera en pie a mediados de los setenta, y de la que ya hablamos con él en su día largo y tendido, gracias a su libertad financiera, Gong se presenta en sociedad con un modus operandi totalmente atípico para una editorial independiente, apostando desde el principio por el audiolibro (narrado por voces ilustres) y la traducción simultánea a cuatro idiomas, alternando narrativa y ensayo, proyectos literarios de gran enjundia con modestas aportaciones populares, en un intento por explotar lo que han venido en llamar «nueva picaresca».

Dirigiendo el proyecto desde Argentina se encuentra Álvaro Arroba (Bilbao, 1975), militante crítico cinematográfico curtido en publicaciones como Cahiers y CinemaScope, y fanático irredento de la figura de García-Pelayo. Nos sentamos pues con ambos para conocer mejor su catálogo, el presente y el futuro, así como los entresijos de semejante osadía industrial y cultural, que vuela ya por libre. 

Explícanos, Gonzalo, cómo surge este proyecto editorial.

Gonzalo: La editorial surge básicamente porque tenía un poco de dinero de sobra. Aparte de para poder viajar y tal, quería dedicar parte de ese dinero a hacer alguna otra cosa que me apeteciese relacionada con la cultura. Como para hacer una película es necesario ahora gastar mucho dinero, siendo consciente de que probablemente ese dinero lo perdería, pensé que a lo mejor montando una editorial lo mismo no tenía necesariamente que perder todo lo que invirtiera, pues al fin y al cabo los libros son algo que la gente suele comprar en el día a día. El libro que me hizo plantear montar la editorial fue El otro lado de la realidad, de Luisa Grajalba, que llegó a mis manos en forma de manuscrito y leyéndolo pensé que era una maravilla, hasta que llegué a una parte que no me lo pareció tanto, y como teníamos confianza, porque la conozco desde hace muchos años, se me ocurrió hacerle una serie de sugerencias para que la obra tuviera al final más continuidad en el tono y tal. Ahí me di cuenta de que la labor del editor se parecía mucho a la del productor musical, que durante tantos años ejercí precisamente a través de la «Serie Gong» de Movieplay, que fundé en 1974, y por eso le hemos puesto a la editorial el mismo nombre que tenía el sello discográfico, porque es de hecho una continuación de aquella aventura; el logo que usamos es el mismo, el nombre además lo tenía yo registrado desde el principio, y con la idea en mente de publicar el libro de Luisa comencé a pensar qué otros títulos podría editar.

Recordé entonces que mi hijo Óscar había escrito también un libro y estaba buscando desde hacía poco editorial. Su libro, titulado Pleno desfase, también me gustaba, pero en él se hablaba mucho de sexo y drogas, y como padre le vi cuando lo leí la primera vez algunas cosas con las que no estaba muy convencido, pero luego como editor sí que me parecieron interesantes. Tenía también a mano las memorias de mi hermano Javier, tan esperadas, que estaban prácticamente terminadas y que ya habíamos intentado publicar en algún momento. Tenía entonces muy a mano estos títulos, escritos todos por gente cercana a mí y con los que podía empezar a formar el catálogo, y ya el siguiente paso fue darle forma a la propia editorial.

Para ello contacté con Álvaro Arroba, que es en realidad el director del proyecto. Yo pretendo ser solo quien pone el dinero, aunque lógicamente las decisiones importantes las tomamos de forma consensuada. Su perfil me parecía muy interesante para poder dirigir la editorial. Primero, porque lleva muchos años viviendo en Argentina y nosotros queremos tener mucha presencia allí. Y segundo, porque como crítico y estudioso del cine que es, tiene contacto directo con prácticamente todos los medios de comunicación importantes, tanto de España como de Latinoamérica. El cuarto libro que hemos publicado, la novela Las islas imposibles, de Daniel V. Villamediana —y que parte de una premisa irreverente y sumamente original: ¿qué hubiera sucedido si Colón, en vez de llegar al Nuevo Mundo, hubiera encontrado todas las islas maravillosas que aparecían en los libros y mapas de su época, es decir, si hubiera encontrado lo que efectivamente él esperaba visitar?—, ha llegado por él, es una propuesta suya, así como otros títulos que pronto aparecerán.

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Conociendo como conocías a Gonzalo García-Pelayo por su cine, ¿qué pensaste, Álvaro, cuando te llamo para proponerte dirigir una editorial?

Álvaro: Lo primero que pensé es que iba a poder hablar con él todos los días y eso ya me apetecía muchísimo [risas]. A Gonzalo lo conocí en efecto a través de su cine. La historia de cómo lo descubrí es muy curiosa, porque yo di con su nombre a través de una especie de «Garganta Profunda» que había en internet, un tipo que se hacía pasar por mujer y que yo veía que pedía películas muy raras en distintos foros de cine en los que yo participaba. Luego me enteré de que detrás de ese perfil estaba Pito Cubillas, el célebre mánager de la movida, que casi nadie conoce pero que tantas cosas entonces. Este tipo me escribió un día en uno de esos foros y me pidió una copia de Vivir en Sevilla, de Gonzalo García-Pelayo. Y yo, en ese momento, así te lo digo, no tenía ni idea de qué me estaba hablando. Me puse entonces a investigar y a través de Jaime Pena, de la Filmoteca de Galicia, conseguí algunas películas de Gonzalo en DVD. Cuando las vi, pensé que todos los críticos e historiadores del cine español me habían estado engañando [risas], porque tras ver aquello llegué a la conclusión de que el cine de Gonzalo es el auténtico eslabón perdido de la modernidad del cine español. Fascinado con las películas que vi, me puse como loco a intentar dar con él. Era la época en la que Gonzalo cogió mucha fama de nuevo gracias al tema de los casinos. Me pareció entonces un personaje todavía más exótico de lo que esperaba.

Recuerdo también un día que conseguí escuchar una entrevista suya de dos horas que le hicieron por radio en el Círculo de Bellas Artes, en la que estuvo hablando no sé cuánto tiempo sobre la cara B del Abbey Road de los Beatles. Me quedé entonces con ganas de conocerlo en persona y cómo no encontraba la forma de contactarlo, propuse al Festival de Cine de Buenos Aires que le hiciera una retrospectiva, a ver si así aparecía, pero no me echaron cuenta [risas]. Al final conseguí al menos que se vieran Vivir en Sevilla y Frente al mar, pero Gonzalo yo creo que ni se enteró de que habíamos proyectado esas dos películas suyas, que llegamos a programar sin su consentimiento. Al poco, gracias a unos amigos críticos de cine de Barcelona, conseguí su email y le escribí contándole que en un listado que me habían pedido para la revista Sight & Sound había seleccionado Vivir en Sevilla como una de las diez mejores películas de la historia del cine. Le dije también que ese verano iba a estar por Cádiz, pensando que viviría todavía por el sur de España, y que me gustaría hacerle una larga entrevista. Y a los pocos días me contestó preguntándome si le estaba tomando el pelo [risas].

Gonzalo: Hombre, pensad que os escribe un email alguien diciendo que considera una de tus películas como una de las diez mejores de la historia del cine y encima firma como «arroba» [risas]. No me lo acababa de creer, la verdad. Además, recientemente, había guardado en el sótano de mi casa el guion de Vivir en Sevilla, a modo de entierro. Ya había dado por perdida esa película, la había desahuciado. Siempre pensé que con el tiempo se podía reivindicar, pero habían pasado más de cuarenta años desde su estreno y ya pensé que no lo iba a hacer nadie. La aparición de Álvaro fue providencial.

Álvaro: Lo más sorprendente fue que me respondió que él iba a estar también en Cádiz ese verano, así que nos encontramos finalmente allí y fue un flechazo total. Estuvimos ocho horas hablando. Todavía tengo esas conversaciones sin transcribir, porque son realmente complejas. Lo mismo hablábamos de cine que de filosofía, del amor o de la Edad Media… Recuerdo que en un momento dado empezamos a hablar sobre John Ford y Gonzalo nos hizo ver entonces una cosa que aún me impresiona: que siendo Ford el mejor cineasta de la historia, nunca fue capaz de rodar una escena como la de la muerte de Paquirri. Vimos el famoso vídeo entero, comentándolo, y certificando que en efecto era muy fordiano [risas]. En estas conversaciones intervienen no solo Gonzalo sino también su hermano Javier y más gente. Fui testigo ese día de todo el show familiar. Me quedé deslumbrado. Me gustaría algún día, de hecho, publicar esas conversaciones.

Gonzalo: Fue un día inolvidable para mí, porque lo sentí como una resurrección. Encima hablamos sobre algo que quería mucho, como era mi carrera en el cine, que no pude difundir demasiado en su momento, porque al final a lo que más tiempo dedicaba era a la música, que es lo que me daba de comer. Antonio Gómez, por ejemplo, uno de mis más cercanos colaboradores musicales, apenas sabía entonces de mis películas. Por cierto, que de Antonio Gómez tenemos previsto también sacar pronto un libro que se va a titular Canciones para frotar el higo, un tratado musicológico repleto de material gráfico sobre la historia de los cuplés «sicalípticos» que se hicieron a finales del siglo XIX en el barrio de Lavapiés. 

Álvaro: Desde aquel día descubrimos que teníamos muchísimos intereses comunes, por eso cuando me llamó Gonzalo para participar en la editorial yo vi el cielo abierto. Para mí va a ser una oportunidad única para editar muchos libros relacionados directa o indirectamente con el cine que siempre he querido que estén disponibles para el lector hispanohablante. Ahora mismo estamos trabajando, por ejemplo, en la reivindicación de una autora fundamental del siglo XX, la portuguesa Agustina Bessa-Luís, que solo tiene tres de sus obras traducidas al castellano. Manoel de Oliveira trabajó mucho con ella, bien como guionista o bien adaptando algunas de sus obras. Se trata de uno de nuestros grandes proyectos, porque Bessa-Luís ha sido durante muchos años eterna candidata al Nobel. El primer libro suyo que queremos publicar, en traducción de Alicia Mendoza, será El principio de la incertidumbre I: joya de familia

Otro de los títulos importantes que vamos a publicar es el Pourquoi la musique?, del filósofo Francis Wolff, que estuvo diez años escribiendo. Se trata de un libro de filosofía sobre la música. Para nosotros es un libro necesario, una obra maestra que no entendemos cómo no se ha traducido antes al castellano. El año pasado rodó un documental sobre el mundo del toro, del que es un gran forofo, y no fue capaz de encontrar distribuidora. La figura de Wolff es por tanto un buen ejemplo de lo que queremos que sea la editorial en el futuro. 

Gonzalo: De todos modos, me gustaría puntualizar que por más que la editorial pretenda sin duda mantener de algún modo el espíritu de la «Serie Gong», ello no quiere decir que necesariamente vayamos a centrarnos en textos que tengan que ver con la música. Ocurre igual con el tema del cine: el que Álvaro y yo estemos relacionados con ese medio, él como crítico y yo como director, no implica que la editorial tenga que ir forzosamente por ahí. Como editores pretendemos sobre todo llenar huecos. Serán por tanto nuestros gustos los que manden. 

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Me llama la atención, Gonzalo, que con tantos palos como has tocado en la vida, la edición de libros me parece que es una aventura en la que te metes por primera vez.

Gonzalo: Es verdad, nunca antes había editado ningún libro, pero sí que había escrito algunos sobre el juego, junto a mi familia, así como nuestra propia aventura en los casinos, que luego se adaptó al cine por Eduard Cortés. De todos modos, como te comentaba antes, para mí la aventura de la edición tiene muchas similitudes con la industria del disco que tan bien conocí en los años setenta y ochenta. Por eso pensé que la idea y el espíritu de la «Serie Gong» se podía aplicar perfectamente al mundo del libro. Nos hemos de hecho inspirado en cómo funcionaba los contratos discográficos de entonces para confeccionar algunas cláusulas de los nuestros.

Uno de nuestros miedos, por ejemplo, es terminar haciéndole el trabajo sucio o duro a las grandes editoriales, en el sentido de que estas puedan venir el día de mañana y llevarse a uno de nuestros autores, ya consolidados. Con nuestros autores nunca va a haber por este motivo ningún conflicto, básicamente porque en nuestras relaciones siempre va a reinar la confianza, pero si una editorial grande quiere «fichar» a uno de ellos nos gustaría que hubiera alguna cláusula que permitiera «compensarnos» por el trabajo ya realizado. En todos los sectores de la cultura debería existir una especie de código ético interno en virtud del cual una empresa no pueda aprovecharse gratuitamente del trabajo previo de la otra, pues lo contrario sería un auténtico robo. Resulta increíble comprobar como en el mundo de la cultura puede existir todavía tan poca vergüenza y falta de respeto. Al hilo de esto, me gustaría dejar constancia del acuerdo al que hemos llegado con Atlantis, que es la distribuidora con la que vamos a trabajar y con quienes hemos firmado un contrato de por vida. No puede ser que ellos se comprometan como lo han hecho a una serie de esfuerzos y que yo, en cualquier momento, pueda dejarlos tirados en la cuneta cuando a mí me dé la gana y sin consecuencias. Eso en el fútbol no pasa. Allí nadie le quita a nadie un futbolista sin pagar. Si un código ético así puede regir en el mundo del fútbol, ¿por qué no puede existir en la cultura un modelo similar?

A Gonzalo le he escuchado alguna vez decir que la editorial Gong busca también libros que no solo no están todavía escritos sino que no están ni pensados. ¿De qué manera pretendéis materializar lo anterior?

Gonzalo: Pues invitando a que escriban para nosotros gente que creemos que tienen un potencial artístico alto en su vida, confiando en que más o menos sean capaces de tener en su forma de escribir el mismo nivel artístico que han demostrado tener en su forma de vivir. ¿No crees que Silvio, por ejemplo, habría escrito un libro maravilloso? De haber tenido yo la editorial entonces cuando él vivía, se lo habría encargado, sin duda. La idea es que este tipo de encargos conformen una de las colecciones de la editorial que hemos denominado «Nueva Picaresca». Ya hemos contactado con varios «personajes», a los que les hemos pedido que escriban algo, lo que sea. De momento, los primeros que nos han dicho que sí son dos miembros de la chirigota del Yuyu, que nos ofrecerán su visión personalísima de la historia del carnaval de Cádiz en democracia. Cuando se lo propusimos se quedaron muy sorprendidos y esa es de algún modo también la idea. Lo que queremos desde Gong es provocar que la gente que no tenía en mente escribir nada lo haga, y lo haga además sobre cosas que le son importantes pero que probablemente no le hayan dado nunca la suficiente importancia como para escribir sobre ellas.

¿Tenéis entonces pensado aceptar manuscritos?

Gonzalo: Por supuesto. Y con el permiso de Álvaro, te diré que, dependiendo de quién sea el autor del manuscrito, repetiremos lo mismo que hice en su día con Lole y Manuel, que no llegué ni a escuchar la maqueta que habían hecho. Me dijeron que querían grabar y los grabé, prácticamente a ciegas. Con esto no quiero decir que pretendamos publicar libros sin leerlos antes, pero sí que queremos cambiar un poco ciertas reglas que nos consta dominan todavía el mundo de la edición. En ese sentido, la editorial Gong será como un boxeador que tiene la guardia baja, no alta. Si a mí un día me viene Álvaro y me dice, como así ha hecho, que le gustaría publicar un libro de la crítica de cine Pascale Bodet pues yo, sin conocerla a ella de nada, sin haberla leído, me fio de su criterio y no hay más que hablar. Ten en cuenta que yo ahora mismo dedico prácticamente todo mi tiempo al mundo de las criptomonedas, que son por otro lado las que permiten que la editorial exista. 

Ahora que has sacado el tema, me gustaría preguntarte por ello, por el origen de la financiación de la editorial.

Gonzalo: Uno de nuestros principales objetivos es tener libertad financiera. Yo trabajo con criptomonedas, haciendo inversiones, tanto a medio plazo como a plazo inmediato. El día que presentamos en Madrid la editorial, presentamos también nuestras últimas ideas de inversión en bitcoins. Ese día para mí fue un día clave, que recordaré siempre: de las siete mil quinientas criptomonedas que hay en internet cada día, seis de las diez que más habían subido ese día se encontraban dentro de nuestro producto de inversión. En un día recuperé todo lo que había gastado hasta el momento en la editorial. Eso ocurrió el pasado 5 de noviembre, un día que como digo no olvidaré nunca. La base de la editorial es por tanto el bitcoin, que es lo que nos permite tener la buscada libertad financiera y es en última instancia lo que nos permite poder hacer las cosas a nuestra manera, sin tener que ajustarnos demasiado a las reglas más o menos escritas que se aplican hoy día en el mundo editorial con las que no siempre estamos de acuerdo.

Es verdad que los primeros pasos que está dando la editorial Gong no se corresponden con los típicos que suelen dar las editoriales independientes que están empezando. Por ejemplo, me llama la atención que todos los títulos que habéis publicado hasta la fecha pueden adquirirse ya en formato audiolibro, narrados en algunos casos por voces ilustres.

Gonzalo: Sí, y hemos tenido la suerte de que nada más tener esa idea, tan novedosa para casi todo el mundo, sale una campaña enorme en televisión de Audible, y allí que se pueden escuchar. El contrato que hemos firmado con ellos es de exclusividad, a cambio de que nos permitan hacer publicidad en la radio, porque, por ejemplo, el audiolibro de las memorias de mi hermano Javier, que está narrado por él mismo y es una obra maestra por sí solo, queremos publicitarlo en todas las emisoras locales que podamos. Ten en cuenta que el audiolibro de la novela de Luisa Grajalba está narrado ni más ni menos que por Charo López, y el de mi hijo Óscar por Juan José Ballesta. Son voces, como bien dices, de mucho nivel. 

Sorprende también más si cabe el que hayáis traducido ya vosotros algunos títulos a varios idiomas. Que yo sepa, ninguna editorial en España opera así.

Gonzalo: El editor de El Paseo, David González Romero, que es amigo nuestro, nos dijo la siguiente frase: «Estáis empezando la casa por el tejado». Los tres primeros libros que hemos publicado, es decir, todos salvo el de mi hermano Javier, que estamos todavía pensando qué hacer con él, han sido ya traducidos simultáneamente al inglés, al francés, al italiano y al alemán. ¿Por qué? Porque pensamos que es más fácil encontrar un rápido desarrollo editorial en el extranjero si tenemos ya el libro traducido. Parece lógico, ¿no?

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¿Cuánto de importante es para vosotros el diseño de los libros? Muchas de las editoriales independientes se caracterizan por el cuidado que ponen en la edición y en detalles como el tipo de papel, la tipografía, etc.

Álvaro: Nuestra idea es cuidar mucho todo lo que tiene que ver con el diseño en la edición. Pero como queremos tener presencia simultánea tanto en España como en Latinoamérica, tenemos previsto que de nuestros libros haya dos ediciones distintas, una hecha aquí y otra allí. Me da por tanto la impresión de que no vamos a poder hacer exactamente la misma edición en uno y otro sitio. Probablemente se vean alterados algunos aspectos como el tipo de papel, texturas y tal. Estoy de hecho ahora mismo mirando imprentas en Argentina, donde sale mucho más barato imprimir que aquí. Nuestros libros están siendo editados por una editora francesa, a la que llegué gracias a Pascale Bodet, la crítica de cine a la que hacía referencia antes Gonzalo, y de la que publicaremos una conversación a cuatro manos —en compañía del actor y director Emmanuel Levaufre— con el cinéfilo más lenguaraz de la época amarilla de Cahiers du Cinéma, Michael Delahaye. En fin, como ves, está todo muy interrelacionado.

Pero, por lo que he podido ver, las memorias de Javier García-Pelayo están escritas de forma un tanto «asalvajada», con numerosas erratas, entiendo en todo caso que intencionadas.

Gonzalo: El libro de Javier es el libro más «objeto» de los cuatro que hemos publicado hasta la fecha. Es un libro que está muy trabajado, no solo por la portada, obra de Pejo, el famoso ilustrador de la movida, sino también en el interior, que está plagado de fotografías. Es en efecto un libro muy majareta, porque no le hemos hecho correcciones. Hemos querido en este sentido mostrar la escritura de mi hermano de forma natural. Con este tema hemos fantaseado alguna vez con la idea de que alguien de La Casa del Libro le dé por hojearlo un día, vea las erratas y se niegue a venderlo. Sería una maravilla ser víctima de un acto así, tan cercano a la censura.

El libro de Javier, de todos modos, no estaba previsto que saliera ahora. Mi hermano es de la opinión de que una biografía que tenga menos de mil páginas es una mierda de biografía [risas]. Por eso lo que hemos hecho es dividirla en dos partes, para que diera tiempo a lanzar la primera antes de Navidad. Uno de mis lemas es «más vale pronto que bien», que está también en la línea de otro de mis mantras: «más vale cantidad que calidad». Es decir, más vale publicar cuatros libros con algunos pequeños errores que uno solo que esté perfectamente hecho, básicamente porque la probabilidad se impone en estos casos. Es más probable que haya una obra maestra en diez libros a que la haya en una sola. A las compañías de discos yo siempre les prometía siete fracasos de diez. Algún tonto me dijo alguna vez que por qué no grababa solo los tres discos de éxito [risas]. Las memorias de mi hermano se titulan Sobre la marcha, que es el nombre que quisimos ponerle en su día a la película Corridas de alegría y es el nombre que le pusimos finalmente a una de mis últimas películas. Es un título que ya lo dice todo. 

Y el tema de la distribución, que tan de cabeza trae a tantas editoriales independientes, ¿cómo lo habéis resuelto?

Gonzalo: La clave aquí es la editorial Atlantis, que publica unos dieciocho títulos al mes y trabaja con un fondo de mil setecientos libros, fundamentalmente autoeditados. Atlantis nos ha conseguido meter en el cuadernillo de Navidad de la FNAC, donde estaremos en las mesas de novedades desde el 15 de noviembre hasta el 15 de enero, dos meses cruciales para un año en el que no se ha podido hacer campaña publicitaria alguna. Atlantis nos ha conseguido eso, se ha organizado con los coordinadores y han estado trabajando sábados y domingos para conseguir lo anterior. Por supuesto que la parte artística o artesanal que acompaña al libro es importante, pero ante un acuerdo así nos hemos visto obligados a correr un poco para tener nuestros libros a tiempo. Hemos trabajado aplicando la «estrategia de la tensión» de la que hablaba siempre Tomás Muñoz, el director de la CBS en España, con quien tanto trabajé y a quien siempre respeté. Muñoz tuvo siempre una gran credibilidad, conseguía entusiasmar a su equipo de forma extraordinaria. Decía que había que vender cien mil ejemplares del disco de Alameda y vendía los cien mil. Transmitir entusiasmo es muy importante. En una cadena, cada transmisión de información tiene que tener un porcentaje de entusiasmo que se mantenga durante todo el tiempo, desde que se graba un disco hasta que llega a El Corte Inglés. Cuando saqué el disco de Silvio y Barra Libre solía pasarme por El Corte Inglés de Sevilla a preguntar cómo iba, pero cuando veía que los vendedores me preguntaban si me estaba refiriendo a Silvio Rodríguez entendía que la cadena del entusiasmo se había roto por completo, porque preguntar eso en Sevilla es delito… [risas]. 

Y por último: ¿tenéis pensado estar en Amazon o sois de los que creéis que Amazon es el demonio?

Álvaro: Estamos ya en Amazon [risas].

Gonzalo: Aquí hay que tener en cuenta que nuestro planteamiento de marketing parte de la base de que nuestros libros son ya un éxito, y por eso van acompañados de su audiolibro y de su traducción. Al hilo de lo que contaba antes, creemos que esa es una forma también de mostrar entusiasmo por ellos, confiando en que ese entusiasmo llegue finalmente al punto de venta final, que para nosotros es fundamental. Recuerdo hace muchos años que entré en una tienda y salí con dos discos del grupo Madredeus, cuando no eran nada conocidos, simplemente porque el vendedor los estaba escuchando. Yo entré a comprar otra cosa y salí de allí con esos dos discos gracias a su entusiasmo, a lo que estaba él escuchando en la tienda para su disfrute personal. Lo que no vamos a hacer nunca entonces es gastarnos en promoción lo mismo que en producción, como se hace tantas veces en el cine, sobre todo porque ahora, gracias a las redes sociales, es todo mucho más asequible, se pueden además hacer campañas muy dirigidas. Nosotros nos hemos autoimpuesto un plazo razonable de tres años para ver si las cosas fructifican, en el sentido de ver si la editorial puede ser o no económicamente viable, porque la única imagen que al menos yo no quiero dar es la de primo. A mí no me interesan los hoteles caros ni viajar en primera clase, y por lo tanto tampoco me interesan las grandes campañas publicitarias. Yo mismo puedo etiquetarme como nuevo rico, pero me niego a que los demás me impongan la de primo.

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3 Comments

  1. Nachox

    Pues ya hay algunos advirtiendo contra la editorial, ¿acaso no es reseñable el que aparezca una en estos tiempos? La manía de que todo negocio es «lavado de dinero» es bastante rancia. ¿Cómo se puede decir que este artículo solo es propaganda de la supuesta estafa piramidal que ha armado Pelayo? Está claro que la envidia es el otro deporte nacional…

  2. Eustorgia

    Es el primer editor al que leo diciendo que prefiere publicar cuatro libros con errores que uno bien hecho. Sin duda, es toda una declaración de intenciones. A mí no creo que me pille como comprador.

  3. Pingback: Recuerdos de un hippie convencido - Revista Mercurio

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