Salvo que haya vivido usted en una remota cueva —opción perfectamente sensata y respetable en este año 2020 que parece planificado por Adam Sandler—, sabrá que Patria, la primera serie dramática propia producida por HBO España y basada en la exitosa novela de Fernando Aramburu, narra la ruptura entre dos familias vascas. Los Lertxundi, cuyo padre de familia, un apacible empresario al que todos llaman Txato, es extorsionado y asesinado por ETA. Y los Garmendia, uno de cuyos hijos es miembro del comando etarra que asesina al empresario. Pero no, no vuelva aún a su remota cueva. No se asuste por el trasfondo político-criminal. Patria no es una serie política, sino un drama que, si bien sucede en los años de plomo del terrorismo etarra, no los somete a un análisis sociológico (al menos no de manera flagrante). Cambiando los nombres de personas y organizaciones, la serie podría haber sido ambientada en algunos otros lugares del mundo y su argumento no hubiese cambiado mucho.
Pero, como dice la canción de Su Princísimo, first things first: vivimos unos tiempos extraños donde la controversia se fabrica con más cotidianidad que el pan y lo digo porque el estreno de Patria vino rodeado de cierta controversia que, terminada la serie, no me ha parecido que tenga mucho fundamento. Está claro que se trata un asunto doloroso y muy peliagudo, pero suceden dos cosas. Una, que no he percibido el «blanqueamiento» de ETA del que había oído hablar; quizá me he perdido algo, pero los etarras son retratados como extorsionadores y asesinos. No se los justifica. De hecho, el retrato es bastante crudo y se nota que la serie está hecha en España. Recordemos que en el pasado hemos visto cosas como aquellos legendarios «guerrilleros» devoradores de bananas de la espectacular ETA (¿centroamericana?) de MacGyver. Lo que la serie no hace es deshumanizar a los etarras; es decir, los retrata como criminales, pero no como autómatas o como villanos de tebeo, y eso es un acierto. Sí es verdad que algunos personajes —desde un párroco abertzale hasta algunos policías— bordean el estereotipo, pero quizá se debe a que son muy secundarios y no tienen tiempo de pantalla suficiente como para ser desarrollados de las misma manera que los personajes principales. Además, da la impresión de que esos secundarios han sido usados de manera casi simbólica, más como representación de la parte más inflexible o corrupta de sus respectivos bandos, que como personalidades individuales dignas de análisis. Pero este pequeño defecto no se aplica a los nueve personajes que sí importan en el argumento, que tienen, unos más y otros menos pero siempre de manera suficiente, espacio para desarrollarse.
Lo segundo que sucede es que hablamos de un trabajo de ficción. Ya sé que en estos tiempos es casi inútil insistir sobre ello, porque estamos a un paso de retornar a la época del cine mudo en que Erich von Stroheim, legendario intérprete especializado en villanos, no podía pisar un restaurante sin que alguien lo insultase o incluso le tirase pedazos de comida (por cierto, ya que lo menciono: Gabbo, el muñeco de ventrílocuo de The Simpsons, es una referencia a la película El gran Gabbo, protagonizada por von Stroheim). La ficción sobre asuntos de este calado nunca va a dejar contento a todo el mundo, porque ni siquiera las crónicas periodísticas o los ensayos dejan contento a todo el mundo. Jamás se puede satisfacer todas las sensibilidades, no importa el enfoque que se utilice o los muchos esfuerzos que se hagan para lograr una imposible objetividad. Pero no cabe demandar esa objetividad perfecta, porque si la ficción creada en torno a una realidad dolorosa tuviese que convencer a todas las posibles sensibilidades, sencillamente nunca podría hacerse ficción sobre realidades dolorosas. También entiendo, sin embargo, que es difícil adquirir una distancia emocional con respecto al asunto, porque muchos aún recordamos los años en que ETA pegaba tiros y ponía bombas, y realmente es como recordar una pesadilla, así que no imagino cómo lo recuerdan quienes fueron víctimas directas de todo aquello. Pero líbreme Dios de hacer un análisis sociológico que la serie no hace. Prefiero contemplar Patria como lo que es, una serie dramática. Y para ello he recurrido a un truco: poner subtítulos en inglés y tratar de imaginar como la vería una persona de otro país, que no tuviese demasiada idea de lo que fue ETA. No es que crea haber logrado la objetividad porque no existe tal cosa, pero sí se toma cierta distancia. Parece una tontería, pero créanme: el truco de los subtítulos funciona bastante bien.
Y como serie dramática, Patria es excelente. No perfecta, pero excelente. En cuanto a calidad, va a ser una de las series que marquen el camino a seguir ahora que España está empezando a competir sin complejos en el mercado internacional de las series. El guion de Aitor Gabilondo está perfectamente estructurado y emplea recursos que, no por conocidos, dejan de tener un resultado brillante. Por ejemplo, un recurso que me gustó mucho es la repetición en diferentes capítulos de una misma escena, desde varios puntos de vista, o desde un mismo punto de vista pero añadiendo información que los espectadores no tenían antes. Estas repeticiones son usadas con precisión quirúrgica, al igual que los flashbacks. La acción de Patria tiene lugar en dos épocas distintas separadas por décadas, pero, pese a las constantes idas y venidas, es fácil seguir el hilo en todo momento. La estructura de saltos temporales y repeticiones tiene el sorprendente efecto positivo de conseguir que no se pierda la tensión de determinados momentos con esas repeticiones, más bien al contrario. El asesinato de Txato, sin ir más lejos, adquiere nuevas significaciones emocionales cada vez que nos lo muestran en pantalla, y cuando lo vemos hacia el final de la serie es bastante más angustioso que cuando lo habíamos visto al principio. Me gustaron mucho ciertas secuencias centradas en el ambiente cada vez más opresivo y amenazante que Txato ha de enfrentar en su propio pueblo; aunque no son escenas violentas per se, sí están entre las secuencias más impactantes porque cumplen uno de los principios fundamentales del terror hitchcockiano: vemos a un personaje inocente enfrentado a una amenaza anónima, en pleno día, en un entorno perfectamente convencional donde, pese a la apariencia de normalidad anodina y cotidiana, no tiene a quien recurrir. Su pueblo, un lugar familiar, se transforma en un lugar hostil; esta metamorfosis es expresada de manera impecable mediante un puñado de secuencias simples y directas.
Uno de los puntos fuertes de la serie, o quizá el más fuerte, son las interpretaciones. Las dos familias protagonistas suman un total de nueve miembros y todos ellos tienen su propia subtrama personal; algunas de esas subtramas son ciertamente más efectivas que otras, y es verdad que en algunos momentos se tocan algunas teclas melodramáticas un tanto evidentes, pero no se abusa de ellas. Todos los actores y actrices defienden fantásticamente bien sus personajes, pero es inevitable empezar elogiando a las que son las dos protagonistas absolutas de la historia: Elena Irureta y Ane Gabarain, que encarnan a las madres de las dos familias. Aunque Txato es el personaje asesinado, el peso del argumento recae en Bittori y Miren, cuya relación arruinada por el asesinato es la médula argumental. Lo de Elena Irureta es verdaderamente impresionante; encarna a Bittori, la viuda de Txato, y lo hace con tanta naturalidad que hay muchos momentos en los que ni siquiera parece que esté actuando, sino que alguien hubiese puesto una cámara frente a una mujer del mundo real.
La serie sucede en dos épocas: cuando Txato está aún vivo, y décadas después, cuando Bittori es una anciana que trata de averiguar quién mató a su marido. Pues bien, de una secuencia a otra, Elena Irureta se transforma de mujer vigorosa en anciana, y no solo con el color del cabello o el maquillaje, sino con muchos detalles sutiles. Cambia su manera de caminar, de gesticular, y realmente parece una mujer privada de la energía de la juventud. Elena Irureta tiene un amplísimo currículum a sus espaldas, pero no cabe duda de que Patria le va a suponer el reconocimiento definitivo (y supongo que nominaciones y premios) porque es imposible ver esta serie y no quitarse el sombrero ante el apabullante trabajo de esta actriz. Algo parecido puede decirse de Ane Gabarain, que encarna a Miren, la mejor amiga de Bittori, que deja de serlo cuando descubre que su propio hijo Joxe Mari está en ETA y que el marido de Bittori es un objetivo de los terroristas. En apariencia por motivos maternales y emocionales más que políticos, Miren se desliza por una espiral de fanatismo e intransigencia, hasta el punto de que su rigidez ideológica termina incomodando a varios miembros de su propia familia. Ane Gabarain también capta de manera admirable a su personaje, y en su trabajo está la clave para que Miren no se reduzca a una villana caricaturesca, un riesgo que tenía un personaje cuya principal característica es la inflexibilidad.
El resto del reparto principal es también brillante. Loreto Mauleón, por ejemplo, encarna a Arantxa, una mujer que sufre un ictus y queda en silla de ruedas, paralizada y privada del habla. Mauleón se sale con la suya a la hora de evitar que ese personaje quede reducido a un resorte melodramático similar al que hemos visto en muchas películas. Más bien al contrario, consigue que Arantxa muestre una viveza interior extraordinaria, y tiene grandes momentos en los que consigue transmitir la frustración y rabia interna del personaje que tiene más cosas que decir en la serie, pero que, incapaz de hablar si no es mediante un teclado, tiene menos oportunidades para decirlas. Pero bueno, todo el reparto principal es excelente.
Lo cierto es que Patria me parece una de las series españolas más recomendables del momento, y no digo la que más porque no he visto todas las que están en cartel. Sé que la temática puede provocar cierta reluctancia en algunas personas, pero realmente compensa el dejar atrás esos reparos y sumergirse en sus ocho episodios. Dudo que decepcione a nadie, exceptuando quizá a quien espere ver sus propios prejuicios reflejados en ella. El manejo de los tiempos, la construcción de una tensión progresiva, la manera en que los personajes se relacionan entre sí; todo ello ha sido manufacturado con sumo cuidado y el resultado no tiene mucho que envidiar a cosas similares que se hayan hecho por ahí fuera. En resumen: muy, muy recomendable.
Bastante de acuerdo con Emilio. Sin ser una obra maestra por mucho que la favorable corriente imperante incida en ese aspecto, es muy buena y NECESARIA. Solo por el episodio piloto y las interpretaciones de Elena Irureta (Bittori) y Ane Gabarain (Miren) ya estaría justificada. Mis reticencias tienen que ver con los personajes secundarios de los hijos, la mayoría expuestos con brocha gorda. En cualquier caso, debería ser de obligada visión en institutos de España junto al documental «El desafío: ETA» de Amazon Prime, del que rescato una reflexión de Felipe González, que se sabe liberado de ataduras y plantea lo siguiente para quienes le acusan de ser la X del terrorismo de estado contra la banda: «Si esto hubiera sido una guerra de estado contra ETA, que la gente tenga en cuenta, que en una guerra entre el estado y la banda terrorista, la diferencia era de 20 a 1, por lo que ETA no habría durado ni un minuto»:
El personaje de Nerea (hija de Txato) no es innecesario. Demuestra que a gente cercana a mundo abertzale también le mataron a familiares. Lo que pasa es que está muy mal tratado ( escenas de sexo sin motivo , muy mal la producción con el viaje a Alemania ) creo que «causalmente» el autor Aramburu estudió en Zaragoza y vivió ( o vive en Alemania) … Lo demás muy buena serie
Todo bien salvo los siguientes fallos : ausencia absoluta del euskera tanto en la gente del pueblo y sobre todo entre los etarrras, capítulos 5 y 6 innecesarios con las historias accesorias de lo que ocurre a los hijos y finalmente en el pueblo no hay nadie que esté del lado de la viuda?
Si los había, pero no hablaban. No se atrevían.
«finalmente en el pueblo no hay nadie que esté del lado de la viuda?»
Justamente ése es uno de los aspectos más realistas de la serie.
Eso es uno de los elementos claves de la «convivencia» aquí.
A mí también me parece muy recomendable ( voy por el episodio 6 ), muy bien ambientada, buenos actores, historia muy interesante. Sigue muy fielmente la novela, que por descontado también aconsejo leer, a pesar de sus 800 o 1000 pags., ahora no recuerdo, no se hace nada pesada.
En mi opinión, la serie, por estilo y por varias dosis de melodrama sensacionalista, intenta ser más fiel a la historia o a una historia ETA-víctimas cualquiera, que al libro. Quiero decir que está más próxima a la inspiración en la obra, que a una fidedigna adaptación. Como dijo Aramburu, hay varias cosas en la serie que chirrían. Siendo una buena producción, con un nivel interpretativo más que notable, y sin comparar obra cinematográfica con obra literaria, pierde la absorbente ambientación que sí se encuentra en la novela.
Excelente historia, excelentes actores, excelente dirección…hubiese sido perfecta si tan solo la hubiesen podado un poco, ¿cuatro capítulos quizás? en los comentarios aquí hay varias pistas de cosas que se debieron resumir, no alargar…y debo confesar que la única parte que sentí chirrear fue al final cuando Arantxa produce unos sonidos que supuestamente eran palabras…toda la escena la sentí como un premio innecesario de telenovela barata a un personaje maravilloso.
La novela es buena, tampoco extraordinaria. De la serie solo el vi el primer capítulo, así que no puedo juzgar en conjunto.
Pero, como han comentado, la cuestión es la necesidad ética del libro y de la serie.
Una novela sí extraordinaria sobre otro «conflicto» también cercano es Días de llamas de Juan Iturralde.
Tuve miedo a leer el libro, de hecho, no lo leí, pensando que, equivocadamente, me iban a cambiar lo que yo viví en esos años a caballo entre Zarautz y Vitoria. Pero si que me atreví a ver la serie, y no, no me lo han cambiado, de hecho, según la veía me venían a modo de flashes recuerdos.
Ese día, posiblemente verano de 1976, jugando al frontón en Zarautz, apareció un chaval a ver si jugaba con nosotros y se presentaba con orgullo como hermano de Txiki, etarra recientemente fusilado por la “justicia” franquista.
Ese mi primer mitin en Vitoria, del PC, en el que cantó quilapayun y se recitó a Miguel Hernandez, y yo me lo creí…
Ese día, estando también el Zarautz, en la playa posiblemente también en el 76, o 75, cuando estaban manifestándose un grupo de jóvenes y apareció en el malecón la guardia civil, se pusieron a su altura y dispararon al aire. Se dispersaron, ellos y nosotros los veraneantes, pero uno cayó al suelo… parece que no todos los disparos fueron al aire. Recuerdo que con algunos de mis hermanos fuimos por la tarde por mera curiosidad al malecón, y allí estaban amontonadas las zapatillas de los que habían huido por el mar.
Esos días, años más bien, en el que cada día que oías que habían secuestrado algún empresario te preguntabas si ese dinero que le pedían lo tendría disponible mi padre, porque nunca se sabe… aunque sabíamos a ciencia cierta que mi padre jamás lo iba a pagar.
Y ese vecino de nuestra casa de Zarautz, que se le ocurrió la brillante idea de quedarse con parte del dinero de un rescate de otro vecino que había sido secuestrado y él había hecho de intermediario. Tuvo que huir, pero se le ocurrió un día volver a las fiestas…
Ese compañero de colegio en Vitoria, que se me acercó un día para decirme que que valiente en casa que habíamos puesto la bandera española un día que asesinaron a algún militar.
O la alegría de mis padres cuando les dije que quería irme a estudiar la carrera a Zaragoza, bien lejos de Euskadi. Ellos sabían que yo era rojo perdido, pero no sabían que además era antinacionalista, y esa era el motivo por el que quería largarme. Ellos se temían que podía acabar en eta.
Y esos cortes en la programación… para anunciar ese nuevo secuestro o atentado.
Y cuando la guardia civil se cargaba a algún etarra tener que ver en la tele esas manifestaciones quejándose de la violencia del estado español, y que si la policía franquista tal y tal… Claro, que si era algún militar al que se habían cargado entonces teníamos que oír al Arzayus de turno explicando que esto era un guerra entre el gobierno (opresor) de Madrid y la eta y que a ellos, los vascos buenos, le había pillado en medio.
Muchos recuerdos.
Y me alegra que en la serie se refleje lo que fue la iglesia esos años. ¡que vergüenza dios mío!
El único pero es que no se hable del papel de algunos partidos políticos. Del único partido que se habla, para mal, es del PP ¿Y los demás? ¡Que vergüenza lo del PNV! Pero es que a estas alturas no se sabe que ETA estuvo apoyada durante muchos años por este partido. ¿Y los demás? Sabina dijo hace un tiempo que la gente de izquierdas, y él se incluía, deberían pedir perdón por todo lo que ocurrió.
Y digo yo, ¿y ahora? visto lo visto ¿Cómo van a pedir perdón? Si es que están ahí, gobernando.
Rojo y antinacionalista en País Vasco. Para quitarse el sombrero.
A mi me ha gustado. No la puedo comparar con la novela por que no la he leído. Y coincido con que es necesaria. Y siendo verdad que Bittori y Miren son los ejes sobre los que gira el tingaldo a mí me sobrecoge el personaje del Txato. No puedo dejar de pensar en todos los Txatos que pasaron por aquello y vieron como gente que eran sus vecinos, sus amigos, les volvían la cabeza en determinado momento. Supongo que a más de uno se le habrá caído la cara de vergüenza al verse reflefajado en el espejo y pensar en lo que habría pasado si uno, dos, diez, se hubieran plantado y permanecido al lado de los «Txatos».
Y algo que me ha llamdo la atención es que se guardan trazas de humanidad para todo el mundo. Para Miren cegada por su amor a su hijo. Para Joxean por su falta de valor para ayudar a su amigo. Incluso para Joxemari, un asesino, que llega a mostrar escrupulos y pide perdón. Para todos menos para el cura. Quizá porque no tiene explicación que un religioso, un hombre de Dios, haga lo que hace.
Leí el libro poco después de ver la serie de Movistar La línea invisible. Me llamó la atención cómo en ambos se coloca a los curas como los lavaconciencias de los asesinos. Para ellos están antes los vascos que el resto, no tiene vuelta de hoja, ni caridad ni humanidad. Sólo hipocresía.
Bueno, es que ser «un hombre de Dios», signifique lo que signifique ese manido sintagma, garantiza más comportamientos execrables que decentes, y ahí está la historia de la religión, sea la que sea. Como decía el gran Hitchens, hay que acabar con el automatismo de considerar a alguien respetable solo por definirse como «hombre de Dios», porque lo que estás validando es a alguien que prefiere creer en algo porque sí con todo lo que ello implica en lugar de usar el raciocinio.
No lo valido. Todo lo contrario. No me entra en la cabeza que un sacerdote de una religión que pone el amor por lo demás por encima de todo, pueda llegar a mostrar un comportamiento tan despreciable. Quizá por ello es el peor de todos.
¿Soy el único que ha notado como en la serie nos dicen que el País Vasco es un matriarcado?
No la compro. No me interesa nada el tema político por lo que la he calibrado estrictamente por su factura técnica, la labor de los actores, sus diálogos, su guión. No me engancha, no hay un solo protagonista que me llegue, que me caiga bien. Viendo la serie dan como ganas de morirse .No me importa nada la supuesta «necesidad» de su existencia, así que a otra cosa cuanto antes.
Entiendo que las películas, series, relatos en general están para entretener y divertir. El arte es sublime sólo por esto.
Ahora bien, eso no excluye que como producto social tenga otro calado, pasajero si se quiere, pero no menos real.
Que no interese el tema del terrorismo etarra, cuando acabó hace dos días y ya hay jóvenes que no tienen ni pajolera del asunto, con tantas cuentas pendientes aún, pues suena como regular.
Si no te ha llegado ningún personaje me temo que estás muerta por dentro, Asun.
Desde un proyecto nacional de investigación, donde expertos de cinco universidades estudiamos el impacto de las series de televisión en nuestro conocimiento, agradeceríamos mucho tu colaboración en caso de que hayas visto la serie Patria, completando una breve encuesta online: https://es.surveymonkey.com/r/8C57FCT
Agradeciendo mucho cualquier apoyo.
Un abrazo
Teneis la encuesta dirigida a respuestas positivas sobre la serie, quienes tenemos una vision negativa de la misma no tenemos espacio.
Cito al maestro Ciruelo «La eleccion de los personajes y la voz es clave».
Patria es Bittori.
Lo mismo pasa con Fortunata en la gran obra de Galdos. Y estoooo lo han tenido muuuuyyyy claro a la hora de hacer la serie.
No estoy de acuerdo en casi nada.
Quitando la interpretacion de las dos mujeres el resto de los actores van justitos y los momentos de Joxemari en el mako con ese pelucon de Nancy terminal y andando a pasitos es cuando menos risible.
La produccion tiene ademas un tufillo de telefilme de EITB muy marcado.
Por otro lado y es algo que se observa en todas las peliculas que se hacen hoy sobre los ochenta, le falta suciedad. En el 89 estaba todo muy guarro, las calles eran mas feas y estaba todo lleno de coches.
Y al final el tiro le sale por la culata, he comentado la serie con amigos extranjeros que la han visto por Europa y nadie pilla la sutileza de la deslegitimacion de ETA, la conclusion a la que llega es que habia un problema politico que generaba violencia nada mas.
Sin dudas me voy del tema artístico porque no soy de estos pagos, pero sabía de esos horrores. Fanatismos también tuvimos, y no fanatismos nacionalistas. Ejercito Revolucionario del Pueblo, Montoneros, Maoístas, Trotskistas, etc. etc. Lo único que puedo decir de frente a tales barbaridades es que todavía hoy continuo a sospechar que, después del 11 S, la apoteosis del terrorismo, el ETA, el IRA y otras “fuerzas” dogmáticas menores comenzaron con su decadencia. Fue necesario las imágenes mediáticas de la perversión sin razón a dar comienzo.
Bueno, fanatismos esos y los de los milicos secuestradores y asesinos.
A mí me llamó siempre la atención lo de esos curas que piadosamente esperaban para dar la extramaunción o reconfortar a los revolucionarios moribundos. Y sobre todo lo de montar a gente viva en avionetas y lanzarlos al mar abierto.
Mi Argentina es todavía una herida que no cicatriza, estimado Maxi. Por tradición y genética nací peronista, una manifestación política que, al contrario de la derecha, reducida, acomodada, racista y obtusa en su mayoría, es, como dicen algunos filósofos difíciles, líquida y ondulante por mayoritaria, pero prácticamente indefinida en sus componentes siempre necesitados, frágil e indefensa como esa “prostituta ingenua que no conoce el valor del dinero y recibe a todos en su seno” como dijo un poeta refiriéndose a la democracia, y entonces no podían faltar esos revolucionarios “iluminados” que mataban y daban la extremaunción en mi nombre despertando a la parte más oscura e inquietante de la otra que, al final, ya exhausta, no podía no derrumbarse por el peso pérfido de sus idea como todas las del pasado siglo. También nosotros tuvimos un 11S.
No te puedo llorar, Argentina
porque una línea fronteriza
hecha con lápiz y mojones no es
mi patria, mi patria son los lenguajes
variopintos que dentro y fuera de ella
trashuman arrastrando sus pobrezas,
los cabecitas negras, los mestizos
como yo, que la otra, la europea,
la Argentina con letras de molde
o se avergüenza o desconoce.
¿Cómo puede haber países y fronteras
si el sol, viento y aves entran y salen
sin mostrar los pasaportes?
Una serie totalmente mediocre salvo a nivel interpretativo. No puedo hablar del material del que parte porque la novela no me la he leído. Pero para mí hay una sensación continua de superficialidad que se acrecentaba a medida que veía los capítulos. Su potencia se basa en la fuerza melodramática (que no dramática) de las historias de personajes secundarios, salvo los dos primeros capítulos y el último, que se centran en la historia de Bittori.
Los capítulos son redundantes. Hay tramas completamente insulsas, como la de la hija del Txato. Uno tiene la sensación de que los personajes no evolucionan (a pesar de los saltos temporales) y de que las historias acaban prácticamente en el mismo punto en el que empiezan. La construcción de los personajes no es la idónea, y creo que la brocha gorda se observa con demasiada facilidad. Un buen guión es aquel que sugiere, no aquel que te indica lo que debes sentir/deducir/opinar con luces de neón y una sirena pitándote el oído, y es lo que sucede en Patria.
Evidentemente, la fuerza dramática de la historia que cuenta hace que la serie avance y valga la pena verla. Pero creo que objetivamente se puede decir que ni mucho menos es una obra maestra. En mi opinión, ni llega al notable. Aprobado raspado y un sentimiento de decepción por lo poco arriesgado de su propuesta. (Aunque en esto siempre se puede achacan que partían de un material original).