Cine y TV

Gambito de dama: Beth Harmon, o el 2020 ya tiene reina

Gambito de Dama
Fotografía: Zumapress. Cordon Press

Si usted ha visto Gambito de dama ya sabe dos cosas. Una, que esta va a ser una de las series del año, Y dos, que el personaje de Beth Harmon, encarnado por la exquisita Anya Taylor-Joy, ha llegado para quedarse. Es un personaje que va a ser recordado durante mucho tiempo, y me da en la nariz que también va a ser imitado varias veces en series o películas de los próximos años. Porque la serie es muy buena, pero el personaje central es inmenso. Uno de los mejores personajes que ha visto la pequeña pantalla en estos últimos años. En parte por el personaje en sí, en parte por la manera en que lo encarna la actriz protagonista.

Creo que el éxito de Gambito de dama ha pillado desprevenido a casi todo el mundo porque, sobre el papel, la temática del ajedrez parece muy minoritaria. Y, sin embargo, el boca a boca ha funcionado tan bien que la serie está gustando a todo tipo de público. Lo primero es aclarar que no se necesita saber una palabra sobre ajedrez para disfrutar desde el primer al último minuto de los siete episodios de Gambito de dama, como no se necesita saber jugar al billar para disfrutar con El buscavidas. Por supuesto, si a usted le gusta el ajedrez, tendrá un motivo más para entusiasmarse, y más sabiendo que la serie está asesorada, entre otros, por Garry Kaspárov. En pantalla verá tableros, peones, alfiles, torneos, rusos, y demás iconografía del mundo del ajedrez, que ha sido representado, yo creo, de la manera más respetuosa y fidedigna que cabría esperar. Por descontado, hay ciertas concesiones al espectáculo visual, pero son las justas y necesarias, no más. Se nota muchísimo la asesoría de iconos del ajedrez como el mencionado Kaspárov o Bruce Pandolfini, legendario entrenador que fue interpretado por Ben Kingsley en la película En busca de Bobby Fischer. Los torneos y partidas de Gambito de dama no son disparatados como en algunas otras películas, y, salvando algún detalle, hasta la manera en que los actores manejan las piezas ha sido filmada con naturalidad. Lo cual es comprensible: no creo que nadie en la producción tuviese ganas de cabrear a Kaspárov. Como curiosísimo detalle, Anya Taylor-Joy no juega al ajedrez en la vida real, pero usó su entrenamiento como bailarina —memoria muscular, como la de los músicos— para aprenderse los movimientos de las partidas.

Si usted no sabe nada sobre ajedrez, ¡no se preocupe! No hace ninguna falta. La serie le va a gustar también. El ajedrez no es más que el telón de fondo para narrar la difícil transformación de una niña en mujer. O, mejor dicho, de una niña excepcional en una mujer excepcional y, además, excepcionalmente complicada. Beth Harmon es descubierta como niña prodigio del ajedrez a muy temprana edad, pero su descomunal talento está a la par con sus carencias afectivas y, conforme crece, su incapacidad para ajustarse a los cánones de una «persona normal» de los años sesenta. Cabe aclarar que Beth Harmon es un personaje ficticio y no representa, ni siquiera de manera velada, a ninguna persona real del mundo del ajedrez, ya sea mujer u hombre. Gambito de dama es la adaptación de una novela de Walter Tevis y, como suele suceder con los relatos de este escritor, tienen bastante peso los factores autobiográficos. Los personajes protagonistas de las novelas de Tevis solían ser un vehículo para que el escritor hablase de los problemas que le aquejaron durante su propia vida: sentimientos de inadaptación y fragilidad, miedo al fracaso, soledad, alcoholismo.

El argumento transcurre en los años sesenta, justo cuando se produjo el ascenso de Bobby Fischer. Y es verdad que la protagonista, como Fischer, es estadounidense, de origen humilde y de personalidad complicada. Pero no hay mucho más parecido que ese. Gambito de dama no es un ejercicio especulativo en plan «¿qué hubiese ocurrido si Bobby Fischer hubiese sido mujer?». El que una chica joven se abra camino en un mundo ajedrecístico dominado por hombres sin duda hubiese producido ciertas resistencias o resquemores en los años sesenta, pero la serie no cuenta una historia de machismo o rechazo, las cuestiones de género son tratadas de manera muy tangencial. Recordemos que el ajedrez de élite mundial no tiene categoría masculina sino mixta, aunque sí hay categoría femenina, y que Judit Polgar, la primera ajedrecista del mundo real que llegó a la élite mixta, fue recibida con admiración y simpatía por sus competidores. En la serie, esa misma actitud tienen (casi todos) los ajedrecistas masculinos con respecto al personaje de Beth Harmon: a algunos les fastidia perder frente a una chica, y más frente a una chica tan joven, pero esta no es la temática de la historia. Los rivales masculinos, en conjunto, la tratan básicamente como a una igual.

Beth Harmon
Fotografía: Netflix. Cortesía Everett Collection. Cordon Press.

Los temas centrales de Gambito de dama son otros, los típicos de Walter Tevis. Por ejemplo, la ambición obsesiva y el pánico ante la idea de fracasar. También los sentimientos de alienación y soledad que sufre una persona dotada con un inmenso talento, pero torturada por sus dificultades para adaptarse de manera sana al mundo; este era otro de los temas favoritos de Walter Tevis, y un reflejo de sus dificultades para encajar en el mundo, sobre todo en sus años más jóvenes. Beth Harmon es una ajedrecista genial, pero también es víctima de una infancia infeliz marcada por una madre disfuncional y suicida, y por los años vividos en un orfanato femenino en donde se recurría a los tranquilizantes para domesticar a las internas. Porque otro de los temas de la serie son las adicciones, y sobre todo el alcoholismo.

En mi opinión, Walter Tevis fue uno de los autores que hizo un retrato más vívido de los problemas con la bebida. La ficción, por lo general, suele tratar el alcoholismo con grandes cargas de melodrama, pero Tevis describe un alcoholismo que comienza de manera progresiva e inadvertida. En sus novelas, y también en esta serie, el consumo de alcohol es un proceso que empieza de manera aparentemente normal, aceptable, hasta que termina apropiándose de la vida de una persona, pero sin que necesariamente se produzcan situaciones de histrionismo trágico. Walter Tevis fue alcohólico, pero mantuvo una fachada de relativa normalidad durante mucho tiempo, y eso es justo lo que refleja, y muy bien, la versión filmada de Gambito de dama. El alcohol no es el protagonista de la historia, o no más que el ajedrez, la ambición, la inadaptación. Pero sí es un síntoma de que la protagonista, pese a toda su prodigiosa inteligencia, se automedica con alcohol porque no está preparada para procesar la metamorfosis hacia la vida adulta.

En este punto cabe recordar que no es la primera vez que una historia de Walter Tevis es llevada a la pantalla. Las películas El buscavidas y El color del dinero fueron las adaptaciones de sendas novelas de este mismo escritor. No estaban centradas en el ajedrez, sino en el billar, un juego que el propio Walter Tevis practicó con mucha soltura. Según contó en una entrevista, estaba solo un paso por debajo de los profesionales del billar, y podía ganarle a casi cualquier incauto aficionado, como hacía Eddie Felson, el personaje de El buscavidas, un prodigio del billar con problemas emocionales y de adaptación. La versión cinematográfica de El buscavidas, por cierto, le gustó mucho al propio Walter Tevis. Hasta el punto de que afirmó que, después de verla, los retratos mentales que él mismo se había hecho de Eddie Felson y su rival Minnesota Fats fueron sustituidos por los rostros de Paul Newman y Jackie Gleason.

También fue adaptada al cine El hombre que cayó a la Tierra, novela clásica de ciencia ficción y, en mi opinión, la más interesante novela de Tevis, centrada en un alienígena de mente brillante pero físico muy frágil que viaja a la Tierra para intentar construir una nave con la que salvar a los últimos habitantes de su planeta. El alienígena, por descontado, no consigue adaptarse a la vida entre los terrícolas, y una de las maneras que en ahoga sus penas es con la bebida. Tevis dijo que era su libro más autobiográfico, y que los sentimientos de fragilidad e inadaptación del alienígena reflejan lo que él sintió de niño al mudarse su familia desde un entorno sofisticado a un entorno rural en el que se sentía solo y como pez fuera del agua. La película, protagonizada por David Bowie, le pareció pretenciosa y demasiado abstracta. Gambito de dama capta mucho, muchísimo mejor el estilo narrativo de Tevis, una mezcla constante entre drama y suspense. El escritor elogió la interpretación de Bowie («Fue un genial hallazgo de casting. Yo conocía a Bowie porque mis hijos, pese a mis protestas, ponían sus discos en casa»). Estoy de acuerdo en que Bowie, pese a su escaso parecido físico con el alienígena del libro, era ideal para el papel. Pero la película dejaba fuera muchísimas ideas interesantes y no conseguía transmitir las ideas que sí conservaba del original. Pues bien, Walter Tevis murió en los años ochenta, así que nunca podremos saber qué hubiese pensado de esta adaptación de The Queen’s Gambit, pero quiero suponer que le hubiese gustado. Es una buena traslación de su estilo literaria al formato audiovisual, y, al contrario que la desbaratada película de Bowie, se centra en aquellos temas en los que Tevis se centraba.

Una serie donde pesa tanto la particular psicología de un personaje complejo no hubiese podido brillar si no hubiese contado con una extraordinaria actriz como Anya Taylor-Joy. Cada elemento de la serie está muy conseguido, pero Taylor-Joy es la columna vertebral que lo sostiene todo. Su interpretación es absolutamente estelar. Yo ya tenía en alta estima a esta joven actriz, sobre todo porque protagonizó una de mis películas favoritas de la última década (esa maravilla titulada The Witch, escrita y dirigida por el genial Robert Eggers, el mismo que escribió y dirigió la no menos brillante The Lighthouse). Pero lo que Taylor-Joy hace en Gambito de dama solo admite un adjetivo: espectacular. Se echa la serie sobre los hombros y no baja la guardia ni un instante. Despliega un amplio abanico de matices sin sobreactuar, causando siempre la impresión de que sabía exactamente qué debía hacer, y hasta dónde, en cada escena. Por descontado, además de su talento como actriz también tiene importancia su arrollador carisma: se supone que Beth Harmon es un personaje con aureola de misterio y fulgurante resplandor de estrella, y Taylor-Joy no se queda nada corta al desplegar estas cualidades. Se apropia del personaje de tal manera que ya resulta sencillamente impensable tratar de visualizar a cualquier otra actriz en ese papel. Beth Harmon es Anya Taylor-Joy, de idéntica manera a como Eddie Felson era Paul Newman. Hay personajes que, una vez han caído en manos de un actor o actriz, ya no admiten sustitución.

La serie está escrita y rodada con una enorme pericia, y tiene algunos momentos de gran inspiración. Basta ver la última secuencia del primer capítulo, en la que suena la banda sonora de la película La túnica sagrada: un apabullante ejemplo de cómo se debe emplear con efecto dramático la música diegética (esto es, la música que no está superpuesta externamente a la acción, sino que forma parte del propio escenario donde están los personajes). No digo más para no estropear la escena a quien no la haya visto, pero ¡menuda manera de terminar un episodio! Otra cosa que me ha gustado muchísimo es la manera en la que, sobre todo en los primeros episodios, se representan algunas partidas de ajedrez: sin narrador, y valiéndose únicamente de las sutilísimas expresiones de los personajes, se nos hace entender quién va ganando y quién va perdiendo. Dicho así, puede sonar un poco simple, pero la manera en que está ejecutado es fantástica. Más adelante sí hay algunas partidas con narrador —un mal necesario, supongo—, pero son las partidas que casi parecen cine mudo las que de verdad son una delicia narrativa. Por lo demás, prácticamente todo está en su sitio y medido al milímetro: los diálogos, los encuadres, la planificación de los episodios, etc. Si tuviera que poner un pequeño pero, puestos a ser tiquismiquis, me pareció que el arco dramático del alcoholismo y la adicción es más dejado de lado que resuelto. Pero bueno, también hay que decir que otros aspectos del personaje —sus miedos, su descubrimiento del amor y la sexualidad, su desmedida ambición— han sido desarrollados de manera muy elegante, y que Anya Taylor-Joy, desde luego, tenía un fantástico material de base con el que trabajar.

En fin, insisto: aunque no juegue usted ni al parchís, Gambito de dama es una de las cosas más memorables que han surgido recientemente en formato de serie. Y, qué demonios, le apuesto una cena a que terminará queriendo casarse con Beth Harmon.

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17 Comments

  1. Pues a mí me ha parecido una serie engañosa. Se ve muy bien y está fantásticamente ambientada y cuidada, pero creo que incurre en demasiados clichés como la facilidad con la que una desconocida se impone en los torneos que jalonan su meteórico ascenso. Coincido también en que el tema del alcoholismo está expuesto con trazo grueso. Aun así, serie recomendable aunque pelín sobrevalorada en mi opinión. Por cierto, el personaje de la madre es muy interesante y no se habla de ella en las reseñas de la serie, además de ser una estupenda directora.

    • Bastante de acuerdo con tu comentario. Me pareció una serie sutil hasta el quinto episodio, luego vinieron los clichés americanos de la superación personal y admiración infinita, así cómo el tema del alcoholismo tratado sin esa misma sutileza en la caracterización de Beth de los primeros capítulos.
      En fin, está a un nivel muy superior a lo que hay en Netflix, pero concuerdo en que me parece sobrevalorada la serie (que no la actuación de ella).

  2. Jesús Izquierdo

    Buena serie y buena descripción en la que coincido aunque sin tanto énfasis.
    Me pareció curioso el final, que parece que queda abierto a segundas partes con visos de espionaje en la Guerra Fría: Cuando el campeón ruso entrega en mano su rey negro a pesar de las advertencias del «delegado» de USA.

  3. Esta vez discrepo, he visto los 2 primeros capítulos y me aburrí de lo lindo viendo a las niñas ( de 13 años?? Cuando la prota tiene 24 en la vida real) más aburridas todavía en el internado. Y se podrían decir más cosas ( el señor contra el que juega, no trabaja en todo el santo día? la amiga acostada todo el santo día, se toma la prota porron de pastillas y sólo un mareito, etcc

  4. Agustín Serrano Serrano

    La serie es buena. Gran factura técnica. Buena ambientación. Y las interpretaciones brillan soberanamente, aunque la protagonista, -aquí discrepo un poco con el autor del artículo-, sobreactúa varias veces. Hay varios gestos mundanos en los que le falta naturalidad. Pero, sí, Anya, lo hace genial y su mirada es de las más icónicas en el cine actual. Tiene un gran futuro como actriz. Con todo, exceptuando la escena final tras el final que sí me gustó mucho, la serie, que no deja muy claro si la protagonista juega mejor sobria, colocada o resacosa, no contribuye positivamente al mundo del ajedrez y a los ajedrecistas. Deja la sensación de que dicho arte-juego es campo reservado para genios locos autodestructivos, frikis escasamente seductores y personas próximas a Asperger, cuando ni es tan peludo ni es tan calvo. Pero qué vende más que el morbo??

  5. Jordi_BCN

    Disiento en lo tocante a Bobby Fischer. Es evidente que la serie no va de ¿qué hubiese ocurrido si Bobby Fischer hubiese sido mujer?, pero hay demasiados paralelismos como para no pensar que Harmon, en cierta medida, es un trasunto de Fischer: precocidad, infancia difícil, problemas psicológicos, admiración y envidia por los maestros soviéticos, misantropía y (spoiler) lo que parece fin de ciclo tras cumplir su objetivo.

    • Valhue

      Es obvio que Travis se inspiró en Fischer para la novela, y probablemente hizo a su protagonista femenina para enfatizar aún más los temas de aislamiento, inseguridad, miedo al fracaso y no acabar de ser aceptada en el mundillo.

  6. Alberto

    Comparto los comentarios anteriores.

    Me gustó razonablemente, sobre todo sus primeros capítulos, y la entrada de la madre de adopción que eleva la serie un poco más. Los dos últimos capítulos, sin embargo, me resultaron más flojos. El resultado, una buena serie pero sobrevalorada.

    Su principal mérito está en la elección de la protagonista. Ya desde The Witch se le veía madera y cada película en la que la he visto lo ha demostrado con creces. Sin ninguna duda se come al personaje. Muy buenos recursos para que podamos seguir las partidas sin problemas los que no tenemos ni idea.

    Ni idea que del mismo escritor salió The Hustler.

    Gracias por la reseña.
    Saludos.

  7. Es un clásico.

  8. Tiene cosas de Fincher, Spielberg, Soderbergh, y encuadres de Ed Wood, para mi obra maestra, si hubiera sido película se llevaría todos los oscar, no habría otra mejor este año, hasta ahora.

  9. A nivel audiovisual es lo mejor realizado este año, y probablemente la mejor serie en los últimos 3 años, salvo Chernobyl

  10. Una serie entretenida, con buenas actuaciones, sobre todo de la protagonista a quien había visto por primera vez compartiendo papeles con Olivia Cooke en Thoroughbreds (2017) y ésta última siento que la eclipsó un poco. Sin embargo lo que más destaco es el tratamiento que le da la serie al juego del Ajedrez, todas las partidas son absolutamente creíbles. Al principio pensé que esto se debía a que los Director eran aficionados al deporte-ciencia y luego me entero que fueron asesorados por Kasparov y Pedolfini. Hicieron un trabajo excelente. La serie no peca de tratar de convertirse en un panfleto feminista, sino por el contrario, es bastante políticamente incorrecta y eso se agradece. Yo creo que se debe a que el autor escribió la novela en los años 80, por lo que no está “contaminada” con las discursos identitarios que rigen el cine y la tv de nuestros tiempos. Solo una pega le pondría y es el personaje de Harry interpretado por el actor Harry Melling, al principio de la serie es presentado de una manera y luego se transforma en alguien completamente diferente, fue lo único que no me cuadró. Y al contrario de lo que opinan aquí, me pareció bastante floja en los primeros capítulos, pero a medida que avanza se va poniendo cada vez más interesante y los dos últimos capítulos, simplemente trepidantes. Buena serie y totalmente recomendable. Gracias.

  11. Toñete

    No es excelente, no. ¡Lo siguiente! No encuentro la palabra ahora mismo.

  12. El artículo da en el clavo, es de lo mejor de Netflix, aunque dudo que apostaran por la serie, al principio estuvo encuadrada en el género DROGAS, y después del éxito en SERIES TV BASADAS EN LIBROS. Con una buena historia, el ajedrez es muy agradecido en la novela y el cine, como el boxeo o el alpinismo; en este caso todo encaja a la perfección, desde la exactitud de las partidas (leer a Leontxo García) hasta la elección de los actores.

  13. Rafael

    Es una serie que va de una niña con talento en el ajedrez que en su camino se cruza con un tipo vestido como Indiana Jones y que ademas anda todo el tiempo con un cuchillo y solo explica que es para protegerse, supongo que de todo el lumpen que abunda en el mundo del ajedrez.
    Lo que me pregunto es como tomar solo vino y porros es visto por los personajes segundones y por la serie en general como aquello que te empuja al irreversible y aparatoso mundo de las malas decisiones.

    La dificil y desordenada vida de vino, margaritas y estimulantes dejan a la ajedrecista como alguien que haria cambiar de acera a todo Mötley Crüe si se cruzaran en la misma calle.

  14. Pingback: De gánster a magnate: cine, literatura y realidad de los gambling syndicates - Jot Down Cultural Magazine

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