La pandemia ha ralentizado tanto nuestra vida en sociedad como ha acelerado la producción de noticias. Especialmente de aquellas que aportan un poco de esperanza. Estamos necesitados de alegría en lo vital, y en lo económico. Sin salir, ni reír, no gastamos, y frenando la circulación del dinero nos cargamos el sustento de los Estados, de nuestras propias vidas. Es la segunda consecuencia más trágica del coronavirus después de las muertes y los enfermos crónicos por sus secuelas. Así que no solo los políticos, sino los mercados, y el propio individuo, quiere oír que ya está, que se acabó este ahogo de mascarillas, restricciones y ausencia de fútbol. Es la crónica de la semana y lo que ha hecho de una vacuna que aún no existe un impulso mundial hacia el optimismo.
De vacunas, esperanzas y sorpresas
La vacuna de Pfizer y su eficacia del 90 % es una exageración publicitaria. El resultado sí se ha producido, pero tiene que reproducirse y está pendiente de la «revisión por pares», o sea la supervisión por científicos independientes que no formen parte del laboratorio. Por tanto la nota de prensa difundida solo significa que el laboratorio cree que podría tener una vacuna con eficacia del 90 %, no que la tenga. Esta afirmación es tan válida, si comparamos el estudio que está siendo llevado a cabo, con la Sputnik rusa, que se ha apresurado a afirmar que ellos tienen el 92 % de eficacia.
De ambas nos falta un dato fundamental, y es si produce efectos adversos que podrían llevar a las agencias del medicamento a no autorizar su uso. Y vuelta a empezar con la carrera por encontrar la vacuna.
Naturalmente no es solo una carrera por la salud, sino por la economía, especialmente porque hay otros ocho laboratorios candidatos a encontrar la cura.
Es mucho dinero en juego para las farmacéuticas. Un sector industrial muy golpeado por el coronavirus, aunque pueda parecer lo contrario, porque las personas han dejado de consumir cosméticos y suplementos alimenticios, dos sectores de venta de productos fundamentales para sus buenos resultados económicos.
Así que el acuerdo de la Unión Europea para comprar más de mil millones de vacunas (si son seguras) garantiza a Pfizer trescientos millones de esas dosis, además de enormes ingresos, disponibles para cualquier otro que desarrolle vacunas similares. Un atisbo de ese futuro espléndido lo vimos en la subida generalizada en bolsas de todo el mundo esta semana. Movidas por el optimismo de que la pandemia se acabe y regrese el crecimiento económico. Algo solo comparable a los cinco millones de euros que ganó el CEO de Pfizer el mismo día en que se lanzó la nota de prensa. Una hábil venta de sus acciones, que subían, le produjo esa ganancia. Legal según acuerdo interno de la empresa con sus directivos para usar la información privilegiada.
El anuncio de Pfizer nos ha traído además evidencias sobre cómo tiene que estar organizado nuestro mundo. Especialmente en lo que toca a la emigración y a posibilitar que el talento extranjero venga a trabajar a los países avanzados. Esta vacuna no habría podido ser desarrollada sin la colaboración de BioNTech, empresa alemana dirigida por Özlem Türeci y Uğur Şahin, pareja e hijos de inmigrantes turcos. Uno de los mayores problemas que enfrentan hoy las empresas tecnológicas de Silicon Valley son las restricciones que Trump impuso a la emigración a un mes de su campaña presidencial.
La reacción de los políticos ha sido un tanto intrigante. El ministro de Sanidad asegura por un lado que tendremos veinte millones de dosis de la Pfizer en enero, y por otro reduce las expectativas recordando que tiene que ser segura —todavía no sabemos si lo es— y que la distribución será compleja hasta asegurar, finalmente, que para mayo dejaremos de convivir con el virus. O sea, que tendremos inmunizado al 60 % de nuestra población. Como dijo Hamlet, engordamos a base de esperanzas, y somos la envidia del mundo, al que ya le gustaría criar gallinas con un sustento tan barato.
Que se lo digan a Trump, muy molesto con el anuncio, especialmente porque había prometido a sus seguidores y potenciales votantes que habría una vacuna en octubre (lo dijo en septiembre). Ahora asegura que su propio gobierno le impidió apuntarse este tanto a su favor.
Pero la pandemia no parece preocupada, ni tenemos un experto aún que nos explique por qué pasa lo que pasa. Fernando Simón asegura que hemos alcanzado el punto más alto de la segunda ola, y que debería empezar a descender, como ya está ocurriendo en Cataluña y en otras ocho comunidades autónomas. Este éxito, producido en diferentes regiones con diferentes medidas, a veces contradictorias, nos lleva a preguntarnos si acertamos nosotros o la enfermedad va por libre y no tenemos idea de cómo controlarla, ni de cómo evoluciona. Puede que funcione la gestión de las administraciones, el esfuerzo de los ciudadanos y los sanitarios. Pero en diferentes países y con decisiones tan diferentes como las de Italia o Suecia el COVID-19 sigue triunfando. Lo que puede querer decir que solo asistimos a las olas típicas de las pandemias, que van y vienen ajenas a nuestros esfuerzos.
Las reacciones internacionales a la presidencia de Joe Biden
Lo mejor de la semana en Estados Unidos ha sido la respuesta de Mike Pompeo, secretario de Estado, cuando le preguntaron sobre el traspaso de poderes al equipo de Joe Biden: «Habrá una transición tranquila a un segundo mandato de Trump».
Viendo lo que se viene en EE. UU. (o no, ni ellos mismos lo saben), los principales líderes mundiales se apresuraron a posicionarse respecto a la elección de Biden. Angela Merkel dispuesta a colaborar, esperando que la UE recupere a su principal socio y aliado, papel que Trump puso en duda en su mandato. Los británicos sin saber dónde ponerse, porque Joe Biden ha afirmado que Reino Unido ha pasado a ser un país de menor importancia al adoptar el Brexit, y que con esa decisión de aislarse han pasado a ser un amigo, pero no un socio prioritario, para EE. UU.
El gobierno chino decidió no felicitarle el lunes, lo que en parte se explica por sus grandes inversiones en el Caribe, esperando desplazar la influencia económica estadounidense sobre América Latina, y en parte por la ofensiva prevista por el nuevo presidente Biden, junto con sus aliados, para frenar al gigante asiático. Finalmente el viernes envió la felicitación, una muestra más de que diga lo que diga Trump, su mandato ha finalizado. Aunque su gobierno continúa bloqueando los mensajes de aceptación que envían al nuevo presidente los líderes mundiales.
Puede que además estemos ante el final o el suspenso momentáneo de la globalización, y los aranceles de la UE a Estados Unidos por sus ayudas ilegales a Boeing, aprobados esta semana, sean un ejemplo más del proceso. Desde el lado americano se quejan de los cuator mil millones que perderán.
Se prevé además que los gobiernos populistas de Europa, muy apoyados por el entorno de Trump, pierdan fuerza. Especialmente la Hungría de Orbán y la Polonia homofóbica, cuyos «territorios libres de homosexualidad» han sido criticados por Biden.
Pero en general, opinan los estadounidenses, no hay razón para el optimismo basado en su cambio de gobierno. The Atlantic hacía un largo análisis sobre el nuevo tablero mundial, que no será una vuelta a la situación pre-Trump.
La compra online nos define como españoles
Resulta interesante comprobar cómo el confinamiento «educó» a una gran masa de españoles que jamás habían comprado online, hasta hacer de Amazon el primer distribuidor en España de comercio electrónico, con el 15 % del volumen total. En este caso la educación vía Google es que si eres un usuario no habitual quizá desconoces que el resultado inmediato de la búsqueda de un producto te conduce a Amazon, y sitúa sus productos como los de precio más bajo.
Pero los más habituados a la compra online tampoco optan por la tienda más pequeña ni por el comercio de barrio. El segundo en España es AliExpress, elegido por su bajo precio. Tercero El Corte Inglés por la mezcla de tener de todo como Amazon más la alimentación; cuarto Carrefour por compras de alimentación; quinto Ikea para amueblar la casa, sexto MediaMarkt por electrónica.
Nuestro nivel adquisitivo nos hace decantarnos por las opciones más económicas. Un juzgado de Barcelona decidirá si el robot de cocina de Lidl es una copia barata de la Thermomix. Y lo hará aquí porque sus ventas han sido extraordinarias en nuestra península (359 euros frente a 1200 euros). También uno de los coches más vendidos en España es uno de los más baratos, el Dacia Sandero.
Respiramos plástico, y cosas peores
Ya habíamos conocido que los microplásticos forman parte de la polución de nuestras ciudades, y este artículo de 2018 nos daba una relación entre el tamaño de las fibras de la ropa y la suspensión en la atmósfera. Ahora hemos conocido además el análisis de unas muestras tomadas en el cielo de Madrid por el Instituto de Técnica Aeroespacial. Ni siquiera es necesario intuir que en otras ciudades pasará lo mismo, pues el propio estudio ha determinado que fibras vertidas a la atmósfera madrileña alcanzaron una dispersión de más de mil kilómetros, alcanzando el sur de Inglaterra, Bélgica y el norte de Francia.
Los plásticos no son los únicos. Científicos de la Universidad de Granada han llamado iberulitos a unas partículas microscópicas de cuarzo recubiertas de una especie de moco microbiano que permiten a las bacterias trasladarse a miles de kilómetros de distancia. Y de trasladar con ellos enfermedades, virus y pandemias, que además rompen el interior de nuestras fosas nasales con los cristales de cuarzo para penetrar en nuestro organismo.
No nos vamos a poder quitar la mascarilla nunca.
Un espacio de buenas noticias, esforzando la esencia, son las tiras cómicas. También el Servicio Meteorológico Nacional, pero cuando no llueve. Saber la hora de la salida y puesta del sol ayuda a empezar la jornada viendo, además, nuestro planeta azul desde el espacio, con sus rulos de nubes y que pareciera estar deshabitado. Los cotidianos, además de las necrológicas podrían dar cuenta, a un costado, de los nuevos ignorantes que llegan. Las fotos no serían necesarias porque son todos iguales.
El día comienza a colores
con su alba de cresta de gallo,
el gris de las nubes, cenizas del
anterior y las nuevas, blancas de
promesas y de a poco la yema
de un huevo que se hará naranja,
y un cielo, madre mía, un cielo
que saca el respiro, una pared
buena sobre nuestras cabezas,
que si se pudiera escribiría una
frase de gracias con el aerosol.
Gracias por la lectura de «malas noticias».