Arte y Letras Lengua

¿Esa lengua en la que usted me habla la habla alguien más?

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Michel Foucault, 1984. Fotografía: Cordon Press.

Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche del sanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, esta es la muerte que hubiera elegido o soñado.

(«El sur», Jorge Luis Borges)

En el año 1938, Jorge Luis Borges sufrió un grave accidente al golpearse la cabeza con una ventana, lo que lo llevó al borde de la muerte por septicemia. La sepsis es una enfermedad potencialmente fatal que se produce por una reacción del cuerpo ante una infección. Puede provocar complicaciones neurológicas como paresias y deterioro cognitivo. 

«El sur», relato del que Borges se sentía muy orgulloso, cuenta un episodio similar. El protagonista, Juan Dahlmann, trabaja en una biblioteca municipal de Buenos Aires. Un día, entusiasmado por el hallazgo de un ejemplar de Las mil y una noches que andaba buscando, tropieza en la oscuridad con la arista afilada de un batiente y se hiere en la frente. La herida se infecta y, después de varios días de fiebre, es trasladado a un sanatorio.

En la primera gran obra de Michel Foucault, Folie et déraison, el filósofo francés aborda la visión de la sociedad occidental sobre la locura. Foucault nos muestra cómo en el siglo XV la locura está presente en la vida cotidiana, conviviendo con otras formas de experiencia. Una sucesión de fechas habla por sí misma: la Danse macabre de La Chaise-Dieu debió de ser compuesta alrededor de 1460, y en 1485, Guyot Marchand publicó su Danse macabre. En 1492, Brant escribió el Narrenschiff, traducido al latín cinco años más tarde. En los últimos años del siglo, el Bosco compuso su Nave de los locos. El Elogio de la locura es de 1509. 

Para Foucault, la locura fascina porque es saber. En el loco, las figuras más concluyentes de la lógica se encuentran correctamente aplicadas. Silogismo: «Los muertos no comen; ahora bien, yo estoy muerto; por tanto, no debo comer». Inducción: «Tal, tal y tal son mis enemigos; ahora bien, todos ellos son hombres, por tanto, todos los hombres son mis enemigos». Entimema: «La mayor parte de quienes han habitado esta casa han muerto, por lo tanto, yo, que he habitado esta casa, estoy muerto». 

El lenguaje último de la locura es el de la razón, sostiene Foucault. El lenguaje es la estructura primera y última de la locura. Contemporáneo de Foucault, Jacques Lacan sitúa de manera más precisa el sujeto de la locura como un efecto de la estructura del lenguaje. Como psiquiatra, Lacan se interesó por el lenguaje en la psicosis. En ese momento, la psiquiatría francesa se preocupaba por la relación entre lenguaje y locura para encontrar una nueva perspectiva diagnóstica. En Acerca de la causalidad psíquica, Lacan señala que el problema de la locura no puede separarse del lenguaje, de la palabra como nudo de significación. También afirma que antes de hacer el diagnóstico de psicosis se debe constatar la presencia de trastornos de lenguaje.

La cuestión no es secundaria, sino de principio; está en el origen de la segregación de la locura, cuya historia analizó de manera tan decisiva Foucault. En la Edad Moderna se erradica la lepra, que no los leprosarios. Desde la Alta Edad Media hasta el fin mismo de las cruzadas, los leprosarios se habían multiplicado en Europa. Solo en Inglaterra y Escocia, reinos con aproximadamente un millón y medio de habitantes, había unos doscientos veinte leprosarios. Pero en el siglo XIV el vacío empezó a cundir, y cuando Ricardo III ordenó una investigación sobre uno de los hospitales con más leprosos de su reino, ya no quedaba ninguno. 

El lugar de la lepra fue tomado por el de las enfermedades venéreas. De golpe, al terminar el siglo XV, suceden a la lepra como por derecho de herencia. En el siglo XVII, la enfermedad venérea se integra, junto a la locura, en el espacio de exclusión. La sustitución de unas dolencias por otras no señala una ruptura, sino más bien una torsión en el interior de la misma inquietud. El que perturba el orden moral es ahora un perturbado mental que ya no requiere castigo sino terapia, con lo que los almacenes de vagos, maleantes y leprosos se transforman en lugares de curación. Qué tranquilizador resulta saber que, finalmente, aquellos que encerrábamos estaban enfermos. Para Foucault, los centros no son instituciones médicas, sino espacios jurídico-policiales. 

En un sanatorio es donde encierran a Juan Dahlmann, el protagonista de «El sur». Allí recuerda a su abuelo materno, Francisco Flores, del dos de infantería de línea, que murió en la frontera de Buenos Aires, lanceado por indios de Catriel. Y allí es donde «la fiebre lo gastó y las ilustraciones de Las mil y una noches sirvieron para poblar sus pesadillas». «En esos días, Dahlmann minuciosamente se odió: odió su identidad, sus necesidades corporales, su humillación, la barba que le erizaba la cara…». Ante la posibilidad de una muerte absurda, sintió odio por sí mismo, se sintió humillado y soñó una muerte como la de su abuelo materno. No quería morir en una casa de locos. 

Actualmente, se sigue estudiando la relación entre lenguaje y locura. Varias áreas de la lingüística se relacionan con el campo de la salud mental. Un objetivo básico es generar un espacio de reflexión e intercambio teórico entre lingüística y psiquiatría que facilite la comprensión de fenómenos comunes a las dos disciplinas. 

La psicolingüística se interesa por cómo la especie humana adquiere el lenguaje y por los mecanismos cognitivos que intervienen en el procesamiento de la información lingüística. Por su parte, la neurolingüística estudia los mecanismos biológicos que facilitan el conocimiento, la comprensión y la adquisición del lenguaje. Ambas subdisciplinas están estrechamente relacionadas. 

Buena parte del trabajo en neurolingüística consiste en evaluar las teorías presentadas por los psicolingüistas y lingüistas teóricos. Los teóricos proponen modelos para explicar la estructura del lenguaje, los psicolingüistas tratan de explicar cómo se procesa la información del lenguaje en la mente y los neurolingüistas, por su parte, analizan la actividad cerebral para inferir cómo las estructuras biológicas llevan a cabo esos algoritmos de procesamiento psicolingüístico. A su vez, la investigación se lleva a cabo en todas las principales áreas de la lingüística: sintaxis y morfología, lexicología y semántica, fonética y fonología.

La gramática nos dice que una oración es correcta cuando el sistema de agrupamiento de las palabras sigue unas reglas de distribución. Toda oración es correcta cuando está organizada en sucesiones de sintagmas. ¿Qué sucede en la locura? Los sintagmas se amontonan, se enredan. 

El lenguaje esquizofrénico, según el modelo de Sergio Piro —pionero en estudiar las alteraciones del lenguaje en esta patología—, muestra una serie de características necesarias para poder ser definido como tal. Está ligado, principalmente, a la «disociación semántica», además de observarse pobreza del habla y del contenido, distraibilidad, tangencialidad, disgregación, circunstancialidad, incoherencia, neologismos, perseveración, ecolalia, bloqueo… Una serie de síntomas que apuntan a una nueva significación del mundo y una nueva organización del pensamiento.

Todo esto nos puede llevar a plantear que el lenguaje es una función de la expresión del pensamiento y de la comunicación mediante los órganos del habla y mediante un sistema de notación que utiliza signos materiales. Justo lo contrario de lo teorizado por Foucault en Folie et déraison, donde se sugiere, incluso se da por hecho, que el lenguaje organiza el pensamiento: «La estructura simple de un discurso no la reduce a una naturaleza puramente psicológica, sino que le da imperio sobre la totalidad del alma y el cuerpo». ¿Y no sería relativamente fácil estudiar la locura si se redujera a algo tan sencillo como la organización de los componentes del lenguaje? Psiquiatras del mundo, estudien lingüística. Palabras de Foucault. 

Para Foucault, quedaría pendiente una última cuestión: ¿en nombre de qué puede ser considerado delirio el lenguaje? Interrogación central que sugiere que se debe abordar en el punto de contacto de lo onírico y lo erróneo, que es donde para él se sitúa exactamente la locura. 

En «El sur», Juan Dahlmann se golpea la cabeza con un batiente que alguien se olvidó de cerrar. Después de ocho días padeciendo fiebre, lo llevan a un sanatorio. Al borde de la muerte, vemos al personaje en dos lugares paralelos, el sur y el sanatorio. No sabemos si, por la fiebre, Dahlmann alucina con estar en el sur, si es solo su deseo, o si se ha recuperado. Al final del relato, Dahlmann muere en una pelea típica de literatura gauchesca, en el sur. Sin embargo, se puede interpretar que esa muerte no es real, que Dahlmann nunca estuvo en el sur, sino que permaneció y murió en la camilla del sanatorio. 

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16 Comentarios

  1. En primer lugar, enhorabuena por este artículo tan magníficamente escrito, Teresa. La elección de ese gran cuento para tratar el tema me parece un acierto absoluto. Al escribir El Sur, Borges imaginó, o quiso imaginar, o quiso querer imaginar, su propia muerte, es decir, el tránsito hacia el óbito, qué siente uno cuando se encamina hacia el otro barrio. Esta lectura resulta muy obvia. Quienes hemos leído El Sur sabemos que Dahlmann es Jorge Luis. No obstante, la búsqueda que emprende un autor, sobre todo si se trata de un literato de la talla de Borges, difiere mucho de la del común de los mortales. En mi opinión, él trató de teorizar, con una inmensa habilidad narrativa y poseedor de todos los recursos literarios habidos y por haber, sobre la realidad última de la muerte: el no-final de su amado infinito. Si todo esto lo trasladásemos a un registro más moderno, más actual, más del siglo XXI, podríamos decir que el El Sur vendría a ser un episodio de Black Mirror donde un anciano sufre un accidente en su hogar, lo trasladan al hospital, lo ingresan en la más vanguardista planta de Neurología de Estados Unidos, conectan a través de electrodos su cerebro a un dispositivo y descubren cuáles son los pasos que da la mente hacia la muerte cerebral clínica. Olvidando la parte macabra que tiene morirse, el argentino. en el juego, en el divertimento de la creación literaria «decidió» morirse no al final de la narración, sino mucho antes: en la primera frase del tercer párrafo. «A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos». Una sentencia que entronca claramente con las ideas que se defienden en tu artículo: la dicotomía que separa al modelo de Sergio Piro de la concepción de Foucault. Personalmente, yo no veo esas propuestas claramente antagónicas (quizá estoy equivocado); creo, más bien, que son una escala de grises o una serie de peldaños, que se parecen a la decisión que tomó Borges al escribir esa sentencia. Por un breve momento, sabedor hasta la náusea del juego de espejos que se traía entre manos, Borges abandonó a su narrador y decidió plantarse ante nosotros, consciente de que él, Borges, ya había muerto; también Dahlmann se hallaba en el más allá, pero, claro, este último no era consciente todavía de ello. No sé si un burdo paralelismo nos llevaría a creer que Borges y Dahlmann conviven en las dos realidades que se muestran en lo que tú has escrito. En cualquier caso, me ha gustado mucho tu artículo. Enhorabuena otra vez.

  2. Es un tema fascinante el de la psicosis y la creación artística. E incluso la relación de ambas con el sexo. Se podría decir que leer un libro, ver una película son formas de psicosis localizada en la obra que estás percibiendo. Y que el sexo es una forma de psicosis localizada en el objeto de deseo.

    Estoy leyendo el libro «En busca de Philip k. Dick», escrito por una de sus esposas y es muy esclarecedor. No puedo evitar escribirte un trozo:

    «Pensaba que un método para enfrentarse a la esquizofrenia es mantener relaciones amorosas.Es vital mantener relaciones íntimas casi a cualquier precio».

    Se supone que la labor creativa y las relaciones sexuales, como formas de psicosis focalizada en un objeto concreto permitían a Philip K. Dick enfrentarse a su enfermedad mental, ya que le centraban en una faceta psicótica concreta en vez de que su mente delirara por libre. Escribió muchos libros y tuvo cinco esposas y varios hijos a pesar de estar como unas maracas.

    El libro está escrito en un estilo sencillo y sin pretensiones que lo hace especialmente conmovedor. Anne, la esposa de Philip k. Dick es muy modesta y sincera y reconoce no darse cuenta de nada de lo que pasaba con su marido. Él era muy seductor y ella estaba enamorada. Incluso la perdonó cuando él la metió en un psiquiátrico durante dos semanas. El escenario de una relación amorosa es, por supuesto, un escenario psicótico. Y los de Philip k. Dick y sus fascinadas mujeres debían ser una verdadera montaña rusa.

    Yo leo el libro tomando notas. En general anoto, aunque sea mentalmente, casi todo lo que leo y veo, También por internet. Y no me sorprende encontrar a Philip K. Dick por todas partes.

  3. Veo algunos errores en este artículo. Se dice que «En el loco, las figuras más concluyentes de la lógica se encuentran correctamente aplicadas.» Pero de los ejemplos que se ponen, el segundo y tercero son… falacias lógicas. Tampoco entiendo la relación del relato de Borges con el tema. El protagonista, Juan Dahlmann, no sufre una enfermedad mental, sino física, y por eso está en un hospital, no en una «casa de locos». Como el resto de las cosas de las que habla no las conozco, no sé si hay más errores, pero induce a la desconfianza.

    • Hola Pere, los ejemplos, que los da Faucult en su Historia de la locura, son correctos. Te darás cuenta si los lees dos veces.

      Respecto a la reelección que no entiendes, investiga un poco y verás que la sepsis no sólo afecta físicamente, también mentalmente.

      No es un artículo que se pueda leer distraído y no perderse.

      Gracias.

      • BOOOOM.

        Vuelve a por más, Pere.

      • Aunque lo diga Foucault son falacias lógicas. No hay que ser Aristóteles para darse cuenta. ¿No hay ningún otro lector que lo vea? La tesis de Foucault en la Historia de la locura es que a partir de Descartes en las sociedades occidentales se separa radicalmente la razón y la locura; no se puede estar loco y ser racional. Foucault sostiene que no, que la locura y la razón van necesariamente unidas. Pero si su argumentación se basa en estos ejemplos es poco convincente, creo yo.
        Y, claro, casi todas la enfermedades físicas afectan, de una manera u otra, a la mente. Pero el protagonista de El sur es tratado en un hospital y muere por una enfermedad física, no mental. Sin embargo, usted dice que «le encierran» en una «casa de locos», en un contexto en el que se habla de eso, de cuando se empezó a encerrar a los locos en sanatorios mentales. Reconocerá que a alguien que no conozca el relato de Borges le puede inducir a error.

        • Collective

          Todas las enfermedades (todas son físicas, biológicas, psicológicas y sociales) no atacan en el mismo grado a la mente. La sepsis puede nublar el juicio, la psoriasis también, pero en mucha menor medida, tanto es así que el paciente con psoriasis puede estar cuerdo, pero en el shock séptico el enfermo tiene serias dificultades para ser «racional». Yo creo que el protagonista del Sur se clava la astilla que lo lleva a esa grave infección y lo atan porque probablemente delira. No tengo tan claro «cuál es el servicio hospitalario dónde se le ingresa», si en «planta» o en una «casa de locos», pero de cualquier modo el delirio resulta obvio; al lector se le dan a entender varias perspectivas: está loco; ha muerto; no distingue la realidad por culpa de Las mil y una noches… Elegir ese cuento de Borges, por esta parte del debate que mantienes con la autora del artículo, no es ningún error.

    • Gracias Pere por el apunte, quizá debería hacer más hincapié en que el protagonista delira.

  4. Eduardo Rodríguez

    Me recuerda a aquella vez cuando le pidieron a un ingeniero, a un físico y a un «científico social» que probasen por inducción que todos los número impares son primos.

    El ingeniero: el 1 es primo, el 3 es primo, el 5 es primo, el 7 es primo…todos los número impares son primos

    El físico: el 1 es primo, el 3 es primo, el 5 es primo, el 7 es primo, el 9…error experimental, el 11 es primo, el 13 es primo …todos los número impares son primos.

    El «científico social»: el 1 es primo, el 2 es primo, el 3 es primo. Ahora bien, todos ellos son número impares, por tanto, todos los número impares son mis primos».

  5. Gracias por la lectura, ha sido muy grata y sobre un tema muy interesante, la locura y su etiquetación conforme a un lenguaje (lo llamaría yo), en el cual un poco de humanidad y empatía creo nos ayudaría mucho a comprender un poco más la realidad, o las realidades.

    Con respecto a esta parte «Todo esto nos puede llevar a plantear que el lenguaje es una función de la expresión del pensamiento y de la comunicación mediante los órganos del habla y mediante un sistema de notación que utiliza signos materiales. Justo lo contrario de lo teorizado por Foucault en Folie et déraison (…)», me gustaría soltar la idea de que a veces no es uno o lo otro sino que pueden ser ambar al mismo tiempo. Me gusta pensar (me sabe a justicia poética) que el pensamiento binario es un poco fruto de la cientificación e informatización de nuestra capacidad cognitiva y sensorial fruto de las nuevas (que no beneficiosas) tecnologías, que tratando de brindarnos la oportunidad de expresarnos nos condicionan bastante el qué decir (y sentir y pensar).

    Creo que durante mucho tiempo la psicología y la medicina, profundamente encadenada al lenguaje y sus estructuras interpretativas de la realidad, han hecho (y siguen haciendo) un daño tremendo a las personas llamadas locas. Personas, en mi opinión, cuyo alma y mente se aferran a su libertad y no se encuadran en esa estructura de la realidad desde la cual el etiquetador de la cordura o la locura pretende organizar objetivamente «la» (su) realidad. ¿Hasta qué punto forzar a estas personas a interpretar la realidad conforme a la lógica y la costumbre social (del lenguaje) influye en su propio devenir y bienestar psicológico? Es por esto, creo, que ya llaman «psicosis» a cualquier interpretación, sensación o experimentación de la realidad que se sale del orden impuesto por el lenguaje y su forma de interpretar la realidad. Con la carga negativa de llamar así a la experimentación de otras realidades. Sensaciones y experimentaciones que, por otro lado, un exceso de interpretación de la realidad desde el lenguaje y el cientificismo te impedirán de por vida vivir. Esperemos que el futuro trate más de escuchar y comprender a estas personas, a escucharlas con el oído y viendo como actúan, a escuchar y tratar de entenderlas con el corazón, y no mirando en su cerebro a través de nuevas tecnologías y unas pantallas. Estas simplemente condicionarán al cuadrado lo que ya hace el lenguaje. La lectura que más emoción y por tanto vida transmite, la poesía, no entiende de estructura ni orden lógico. Puede que sea nuestro agujero de escape al lenguaje a través de él mismo.

    Gracias por la lectura.

    • Gracias a ti por tu reflexión. Hace falta más gente como tú que nos ofrezca una perspectiva humanística y global. Dejar un poco de lado el pensamiento abstracto y pensar en las personas. Saludos

    • ¿Otras realidades? Vd. habla de ese modo porque seguramente no ha visto a un paciente que embiste por la carretera a los «todoterrenos Audi» porque le «vacilan y se creen superiores». Desconozco con cuántos psicóticos se ha relacionado Vd. en su vida, pero no es la etiqueta el problema, no es la binarización del asunto, es que la medicina ha de intervenir cuando la persona deja de tener contacto con la realidad. De realidades… que hay varias propuestas en los comentarios de más arriba… podemos discutir todo lo que Vd. quiera, incluso de la torpeza y el limite de la etiqueta, pero si una persona «salta» a esa realidad, se torna un psicótico, quiera Vd. o no quiera. No parece razonable criticar a la medicina por integrar al individuo en la diversidad (y la realidad) de la sociedad.

      • Creo que Veblen señala exactamente lo mismo, el hecho de que no se integra, sino que se aparta o margina.

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