Me considero afortunado porque nunca he necesitado somníferos. Quizá es que los tontos somos felices por defecto y, en ausencia de pensamientos complejos, nos dormimos rápido. O quizá es que si me pongo a pensar en algo mi discurso interior resulta tan poco interesante que me narcotizo a mí mismo. Todo puede ser. En cualquier caso, incluso quienes no sufrimos de insomnio agradecemos una ayudita audiovisual para entrar lo más distraídos posible en los dominios de Morfeo.
Hay mucho material audiovisual que nos ayuda a dormir, haya sido o no creado con ese propósito. Últimamente está de moda el ASMR (siglas que supongo significan algo), y un montón de morralla new age sobre ondas alfa y sonidos envolventes y conexión con el universo. No se preocupen, estas cosas no me interesan. Las opciones que vamos a barajar aquí son más terrícolas, y accesibles gracias al mejor invento de internet: YouTube. Voten a su favorita o añadan en los comentarios lo que estimen necesario.
(La caja de voto se encuentra al final del artículo)
Documentales
Clásico entre los clásicos. El documental siempre ha sido una de las más potentes adormideras televisivas. O lo era antes de que se pusieran de moda los documentales «trepidantes» y «excitantes», inventados por los canales estadounidenses para llamar la atención del público con deficiencia de atención. Documentales trepidantes que quedaron y obsoletos cuando los canales descubrieron el siguiente invento, el falso-documental reality show. Yo, para provocar el sueño, hablo del típico documental de toda la vida, el de pájaros con Richard Attenborough (siempre, claro, que un pájaro no se le vuelva majara en directo). El documental de sobremesa en La 2, con su narrador monocorde y su bendita ausencia de sonidos estridentes. Mis favoritos —para el conciliábulo nocturno o sestero— siempre fueron los que tratan sobre el Ártico y la Antártida, con hielo y nieve por todas partes, y pocas cosas que narrar, lo cual facilita planos largos repletos de narcótico sonido ambiente. O los que, con mucha calma, describen culturas rurales exóticas y visitan un taller de teñido de telas en el Tíbet. O los de temas marítimos, como los de Jacques Cousteau, y en general todos los que tengan barcos por medio. Aunque intenté usar la serie documental Pesca radical para dormirme; ya saben, esa que no es más que un reality show sobre la pesca de cangrejos. Resultó que no conseguía dormirme porque me atrapaban las historias, y Pesca radical me terminó cautivando de manera parecida a como ahora lo hacen Forjado a fuego o el indescriptible Pesadilla en la cocina de Alberto Chicote. En fin, que merece la pena bucear entre los documentales disponibles para encontrar aquel que se ajusta como un guante a las ondas delta de cada cual.
Retransmisiones deportivas
No me diga usted que nunca se ha quedado traspuesto/a con un partido de tenis, un torneo de golf o una etapa ciclista de sonsonete en la televisión. No quiero insinuar que estos deportes no puedan ser excitantes en televisión, que a menudo lo son (bueno, lo del golf se podría discutir). Pero su ritmo pausado, la larga duración de esas retransmisiones y las frecuentes pausas en la acción le están diciendo a nuestro cerebro: «No te perderás nada por cerrar los ojos durante diez minutos». Después, con suerte, no serán solo diez minutos.
Respeto todos los deportes, todos son igualmente meritorios y difíciles, pero la existencia de canales deportivos que emiten las veinticuatro horas es una bendición para el insomne, sobre todo porque durante la noche aprovechan para programar deportes minoritarios en los que el narrador rara vez levanta la voz. Esto último es importante: el fútbol, por muy popular que sea, podría ser idóneo para dormir si no fuese porque sus narradores tienen la irritante manía desgañitarse como si estuviesen retransmitiendo el aterrizaje de un platillo volante en la Casa Blanca. El fútbol puede, y debe, tener partidos aburridos narrados por un locutor que a duras penas puede mantener los párpados separados. De hecho, soy partidario de que se vuelva al sistema de dos puntos por victoria y uno por empate, sistema que nos regalaba extraordinarias tardes no competitivas entre equipos que no se jugaban nada, partidos que me hacen cabecear solo con pensar en un 0-0 en tarde de domingo. Pero sí, son los deportes minoritarios los que suelen carecer de gritos y eso se agradece. Recuerdo con tierna añoranza una noche en que decidí ver un torneo del billar ese para daltónicos al que juegan los ingleses, y terminé sumido en una opiácea y algodonosa nube en la que fui tan feliz como si Scarlett Johansson se hubiese presentado en la puerta de mi casa para comunicarme que me había tocado el Euromillón. Bueno, no TAN feliz, pero casi.
Música relajante
Sé que la música relajante funciona como eficaz somnífero para mucha gente. Aquí no puedo aconsejar material porque me sucede todo lo contrario: por lo general, intento evitar escuchar música media hora antes de irme a dormir, como mínimo. La música me resulta intrusiva como ninguna otra cosa. Cualquier tipo de música, aunque sea lenta y relajante, acelera mi cerebro y después me encuentro dando vueltas en la cama mientras el hatajo de alambres que tengo por neuronas se empeña en repetir un fragmento musical una y otra vez, probando (sin que yo tenga poder de decisión sobre ello) cómo sonaría esa parte con violines en vez de con guitarras. Y no, no tiene por qué ser música que me gusta. De hecho, la intrusión obsesiva es peor con música que no me gusta, y si no estoy familiarizado con ella, porque mi cerebro la analiza en busca de vaya usted a saber qué. Esta extraña incapacidad hace que incluso la música que me parece tediosa y aburrida consigue quitarme el sueño. Y si, por ejemplo, en un documental que me mantiene en un estado de beatífica inconsciencia, de repente suena una música que me llama la atención (bueno, no a mí, a mi trastornado encéfalo), me despierto echando maldiciones. Así que, si bien espero que perdonen ustedes esta pequeña nota autobiográfica propia de un personaje de Torcuato Luca de Tena, sepan que incluyo esta opción de emplear la música para dormir porque sé que para muchas otras personas funciona, pero yo no consigo entenderlo. Si hay alguien a quien también le sucede lo mismo, que levante la mano y así podremos formar una asociación pro toque de queda musical en toda España.
Podcasts
Uno de los grandes descubrimientos de la era internet. Es como si a la radio convencional le quitasen todo aquello que impide que uno ronque a gusto: apenas hay sintonías estridentes, ni publicidad a mayor volumen que el programa de turno, etc. Un podcast que consista en alguien hablando durante largo rato y sin interrupciones sobre un asunto de fondo… dudo que haya alguna persona sana que, en posición horizontal, aguante mucho tiempo despierta.
Mi truco personal consiste en buscar podcasts en inglés. Es un idioma que entiendo cuando presto atención, pero que, en cuanto empiezo a adormilarme, se transforma en un monótono galimatías propio de bárbaros (vamos, lo que es en realidad el inglés), que me sirve de agradable telón de fondo para la consecución del reparador tueste. Por si quiere usted probar con alguno de mis favoritos para el adormecimiento, tienen el Hardcore History de Dan Carlin, un maravilloso majara capaz de tirarse cuatro horas y media hablando de la participación de Japón en la Segunda Guerra Mundial o seis horas, (¡seis horas!) disertando sobre los celtas. No es que lo que Dan Carlin cuenta no sea interesante, porque lo es, y de hecho el tipo se documenta de maravilla y sabe contar las cosas. Pero si usted se tumba, se queda inmóvil y aguanta seis horas seguidas prestando atención a una perorata sobre los celtas sin dormirse, no es que tenga usted insomnio, es que es usted una computadora.
Otro de mis favoritos, aunque en realidad se trata de radio convencional, es el programa Coast to Coast AM que presentaba el difunto locutor estadounidense Art Bell. El programa trataba sobre asuntos paranormales de todo tipo, aunque mis episodios favoritos eran los centrados en los extraterrestres. Los programas solían durar dos o tres horas, divididos en una primera sección con llamadas de oyentes (por lo general pirados y conspiranoicos), y una posterior entrevista en la que Art Bell preguntaba a algún invitado sobre el área 51, bases secretas en la luna, y toda clase de teorías descabelladas sobre la presencia de alienígenas en la tierra. Delicioso. Lo bueno de Art Bell era su manera de hablar, no exactamente monótona, pero extrañamente relajante. Y que le gustaba tanto oírse que no abusaba de la música.
Sonidos naturales y ambientales
YouTube está repleto de vídeos con sonidos de lluvia, trueno, olas, pájaros y casi cualquier sonido ambiental que quieran ustedes imaginar, incluyendo trote de caballos y crujidos de un carruaje, por si le relaja a usted imaginar que está durmiendo en una diligencia. También hay chimeneas, hay acuarios, hay puertos. El abanico de opciones es enorme. Hay quien sube vídeos con sonido ambiente de videojuegos, películas y series. ¿Quiere usted dormir con diez horas de sonido ambiente del submarino del juego Silent Hunter? Lo tiene en versión submarino sumergido y en versión submarino en superficie con los motores en marcha. ¿Quieres usted la música y el ambiente nocturno de The Elder Scrolls V. Skyrim, mientras ve un dragón volando a lo lejos? Lo tiene. ¿Le relajaría quedarse dormido en el puente de mando de la USS Enterprise? Adelante. Y, si está usted mal de la cabeza, puede recurrir a la meditación Sith. Hay más vídeos ambientales de los que podrá usted usar en todas las noches de su vida, así que no sea tímido a la hora de buscar las cosas más descabelladas; si a usted se le ha ocurrido algo que le relaja, es posible que a otras personas también, y quizá alguna de ellas haya decidido subir la ocurrencia a YouTube. Busque, compare, y quédese con el que más rápidamente le haga aflojar la quijada.
Películas y series
Esta es una opción delicada porque suele depender del azar. Lo habitual es quedarse dormido sin pretenderlo mientras se presta atención a una película o serie. No me sucede en la sala de cine, pero en casa me duermo más a menudo de lo que me gusta reconocer. Aun así, no voy a negar que la experiencia me resulta idílica. Me he dormido con toda clase de películas, desde Alien vs Predator hasta Los puentes de Madison (el desdeñoso análisis de mi hermano: «Te quedaste dormido porque Clint Eastwood no dinamita los puentes»). Lo ideal es encontrar una serie que a uno le interese lo justo y que no tenga demasiados diálogos o sonidos estridentes. En ese caso, se puede realizar lo que yo llamo binge not watching, que consiste en dejar que los episodios vayan sucediéndose en pantalla mientras uno solamente abre los ojos cada media hora para disfrutar de la maravillosa sensación de no estar enterándose de nada. Y lo bueno es que, si funciona, se puede repetir con esa misma serie día tras día, indefinidamente —cosa que las modernas plataformas digitales facilitan mucho—, para conocer esa otra sensación maravillosa que consiste en abrir los ojos, reconocer una escena que ya habíamos visto en mitad de un anterior estupor, y pensar: «Ah sí, de este episodio ya no me había enterado de nada anoche».
Audiolibros
El audiolibro es la versión descarnada del podcast. En teoría es idóneo para dormir, porque no tiene música ni sonidos raros. Lo malo es cuando el narrador intenta «interpretar» y a uno se le va el sueño por culpa de la vergüenza ajena, o cuando el argumento es interesante y le puede suceder a usted con el audiolibro lo que a mí con Pesca radical. Pero bueno, no soy usuario de audiolibros, y menos para dormir, así que los tengo poco explorados. Pero admito que es una opción con mucho potencial; quizá en un futuro experimente con ello.
Imágenes hipnóticas
No, no me refiero a espirales móviles o al hipnosapo de Futurama (aunque, si a usted le va bien, ¡aquí tiene diez horitas del hipnosapo!). Es que me he dado cuenta de que hago mucho hincapié en la parte auditiva de la estimulación, pero quizá usted prefiera estímulos visuales o sencillamente padezca usted sordera, así que está bien recordar que las imágenes también pueden ser un poderoso somnífero. Ya hemos visto que hay filmaciones de chimeneas, acuarios y puertos, pero la cosa no se queda ahí. Si hablamos de mis favoritas, uno de los subgéneros cinematográficos más absorbentes es el de las cámaras en trenes, que van mostrando todo el recorrido como si estuviésemos en el puesto del conductor, o situados en el último vagón. Por ejemplo, ¿qué tal un recorrido por unas vías de Colorado que parecen salidas de un wéstern? ¿O una ruta de los Balcanes que atraviesa ciento dos túneles y noventa y seis puentes? O, si prefiere los aviones, ¿qué tal doce horitas de un vuelo entre Seúl y Londres? O, ya puestos, puede quedarse frito/a viendo la tierra desde la Estación Espacial Internacional. Aunque quizá prefiere algo más abstracto y minimalista, como las simulaciones de pantallas de naves de Star Trek o Stargate. Una vez más, las posibilidades son ilimitadas.
Que ustedes lo duerman bien.
Disculpen por la interrupción, pero me parece que ha faltado uno de los rubros más importantes en este noble arte de hacer dormir a sus suscriptores en YouTube y es el de los vídeos de reparación de antiguas herramientas o cacharros del siglo pasado, tratando de volverlos a su prestancia original. No hay nada mejor para un reparador sueño que observar a un par de manos enguantada en silencio desherrumbrando antiguos metales oxidados. Recomendado 100%.
Yo utilizaba Baby Channel, tanto los dibujos como la música que emitían a partir de las 21h eran narcóticos.
Y no tengo hijos.
Dos de ellas se mencionan y las ratifico, como son deporte y música. Y si ahora viene el pero. Peroooooo en deporte nada supera a las disciplinas olímpicas de equitación: y si creen que ver saltar jamelgos es como contar ovejitas, la doma es como un chute de opiáceos (P.D., a los caballos solo les falta saber soldar ¿Pero para que demonios sirven los jinetes).
Y en cuanto a la música nada de baby channel, ni clásica, ni relajante, ni new age. Metal, y a volumen once (personalmente yo me inclino por el thrash, pero cada uno con sus vicios). Es como una cámara de privación sensorial que impide escuchar el tráfico, al bocazas de tu vecino e incluso a tu pareja… (El metal, tu mejor amigo desde 1968).
Estoy casi de acuerdo con Vd. Tal como ha descrito la hípica, me parece bastante relajante.
Pero en mi caso, me puede más el aburrimiento. Así que creo que la vela supera a la hípica con creces.
Los documentales de leones son infalibles. A los diez minutos yo estoy como el jefe de la manada. Si por un casual se hubiera ido la luz, a mi no me falla un viejo ejemplar de El don apacible de una de aquellas legendarias ediciones del círculo de lectores. Es mano de santo.
El podcast de Miguel Noguera. Horas y horas de discurso repetitivo centrado en la misma vacuidad de ese podcast. Es tan narcótico e inane q dudo q haya persona humana q aguante más de media hora de escucha sin caer rendido o tirándose por un puente.
Me llevo los viajes en trenes, lo vamos a poner en practica ahora mismo.
pd: Richard Attenborough es el de las peliculas, el naturalista es Sir david.
ASMR, específicamente en ruso. Mano de Lenin.
Los días que necesito mi pequeña siesta de 20 a 40 minutos, suelo tirar de la banda sonora de 1492 de Vangelis.
Aunque me gusta mucho, me quedo frito al momento.
«Pirate Ship sounds with buoy bells in the distance. 10 hours» Esta referencia es mucho. Me parto. Te preguntas qué, cómo y por qué y luego ya te duermes
Tengo el recuerdo de un programa de radio que se emitía por las noches, «Enciende la noche», y de la aterciopelada voz de aquel locutor, Rafael Arboleda. Aquello era una apuesta al 50%: o te excitabas totalmente con aquel timbre grave, la suave cadencia y la perfecta dicción que intercalaba con caladas a los cigarrillos nocturnos, o te quedabas frita en 10 minutos. Eso no se consigue así como así!
https://www.youtube.com/watch?v=mnD_yifsBMI
Sin duda ninguna retransmisiones de ciclismo, las grandes vueltas. Con el valor añadido del calor. Horas de retransmisiones en las que no hay nada que contar. Siempre he pensado que Pedro Delgado (grande) ha hecho más por el descanso de los españoles que pikolin.
Muy de acuerdo. El tour es inigualable en ese sentido.
1. Duermes tus 45 minutos tras el telediario
2. Abres el ojo. Lees en la pantalla «40km a meta» y piensas «cojonudo, media horita más»
3. Te desperezas cuando quedan 15 km a meta.
4. Cuando quedan 10km de subida al último puerto vas a por algo para merendar y ya pones tus 5 sentidos en el final de etapa
Esta fantástica rutina que yo seguía en mi adolescencia como un metrónomo sólo se veía interrumpida si alguien gritaba «ataca Perico» o «Chiapucci va a por Induraín»
Algún que otro artículo del JD, mano de santo. Pocos, que conste…..