Hay series decentes, series buenas y series que hacen que dejes de existir para el resto del mundo. Esas son las mejores. Las que te sacuden, te agarran del pescuezo y te meten dentro de la pantalla de una patada bien dada. A ese último grupo es al que pertenece la serie estadounidense This Is Us. Al de las más que buenas.
La serie, creada por la NBC, se estrenó en 2016 en Estados Unidos y, desde entonces, ha conquistado a más de medio mundo. La extensa estela de galardones que acompañan a este drama la ha consagrado como uno de los últimos fenómenos internacionales. La ficción estadounidense con el nombre campechano, sin embargo, no es una serie al uso. Son muchos los elementos que se conjugan para hacer de ella un producto diferenciado de los demás, que roza la perfección en ciertos aspectos. Pocas series —con características similares— han conseguido tal reclamo, mantenido a lo largo del tiempo y del espacio.
«Un ser humano medio comparte cumpleaños con más de dieciocho millones de seres humanos. No existen pruebas de que compartir el mismo cumpleaños cree ningún tipo de vínculo de conducta entre esas personas. Si lo hay, no ha sido descubierto todavía». De esa premisa parte la ficción, idea original de Dan Fogelman, que nada tiene que ver con misticismos aunqu epueda parecerlo.
Jack y Rebeca son los padres de los trillizos Kate, Kevin y Randal: son la familia Pearson, los protagonistas de la historia que narra This Is Us. La suya, a lo largo de los años. Una narración sutil elevada al máximo exponente, que huye de prototipos y presenta una trama verosímil que traspasa la pantalla y se clava dentro. Sospecho que más de uno se ha visto forzado a entablar una fugaz amistad con la caja de pañuelos. Algo que, sin duda, ocurre porque la ficción es —entre otras muchas cosas— auténtica. Los personajes no presentan heroísmos ni enaltecimientos propios de ciertas ficciones en las que se pierde el eje de la realidad con idealismos, sino que traza una trama sincera, y dibuja personajes con preocupaciones y problemas que no se alejan demasiado de los nuestros.
Los saltos temporales, que se suceden durante cada capítulo para intercalar —y narrar— diferentes etapas de la vida de los miembros de la familia, se entrelazan de tal manera que los tres tiempos (pasado, presente y futuro) parecen fundirse en uno. Todo un favor para quienes estamos al otro lado. Seguir el hilo y no morir en el intento es, a veces una tarea casi imposible. Si no, que se lo digan a los que hayan disfrutado ya de la alemana Dark. Papel y bolígrafo como mínimo.
La banda sonora es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la serie. Las canciones corresponden con creces a las necesidades de la trama en el momento preciso en el que se enmarcan. La melodía y la parte visual se fusionan en un baile perfectamente calculado, que como concepto es realmente insuperable. La música multiplica, en este caso, las sensaciones y vibraciones de cada escena y funciona increíblemente bien como elemento conector de la historia a través del tiempo. La banda sonora es un tributo a la música. Sobre todo a la de los años setenta. Consagrados clásicos como «Blues Run The Game» de Jackson C. Frank, «Madman Across The Water» de Elton John o «Just A Friend» de Biz Markie, versiones como «I Say A Little Prayer» de Lianne La Havas o temas actuales como «We Can Always Come Back To This» de Brian Tyree Herny, transportan al espectador a una dimensión donde la identificación y conexión con la historia se agudizan.
Otro de los puntos fuertes de la ficción es la naturalidad con la que son presentados ciertos temas como el racismo, la depresión, la falta de autoestima o las inseguridades personales. Se habla de ello directamente y sin caer en representaciones prototípicas (la mayoría de veces absurdas). Con claridad y sin sobreactuaciones intragables. Un universo narrativo que recuerda, en parte, a la serie estadounidense Queen Sugar, donde la forma de narrar, los vínculos y el trasfondo emocional son, también, los claros protagonistas.
Los temas que plantea la trama, unidos entre otras cosas al elenco que da vida a los personajes, encabezado por Milo Ventimiglia (nombrado hombre del año por el Hasty Pudding Theatricals de la Universidad de Harvard en 2019) y a la banda sonora, forman un todo melódico irresistible. Y con un punto adictivo. Es fácil perder la cuenta de los capítulos que pasan sin acordarse casi ni de pestañear. La historia embelesa. Porque de alguna manera nos sentimos parte de ella. Porque a través de la historia de cada uno de los personajes pone sobre la mesa cuestiones, problemas y preocupaciones comunes, con las que nos sentimos identificados, y que pocas veces se reflejan en la ficción de una manera tan directa, tan «espejo».
Todas sus vidas tendrán triunfos y caídas, pero así es la vida. A veces estás abajo, pero siempre hay forma de volver a subir. (Jack)
La primera ficha del dominó que compone la serie, desde donde parte todo lo demás, es la historia de amor entre Jack (Milo Ventimiglia) y Rebecca (Mandy Moore). Una historia de amor de las que enganchan, pero con un elemento que no todas las historias idílico-románticas que estamos acostumbrados a ver tienen: la verdad. This Is Us nos plantea una relación perfectamente imperfecta. Real. Donde las cosas —como en la vida— no van siempre como la seda. Celos, alcoholismo, secretos… Y menos mal. Las historias como El diario de Noah están más cerca del delirio que de la realidad de la condición humana. Alguien tenía que decirlo. Por ese motivo la historia de amor entre Jack y Rebecca atrae tantísimo; porque dibuja una relación bonita pero alejada del idealismo, de esas pasteladas en las que los protagonistas son siempre felices y comen perdices; y nos acerca a una con dificultades reales. La de todos. Discusiones por no tener clara la idea de formar una familia, cumpleaños olvidados, arrebatos sin sentido, celos, secretos, mentiras… ¡Joder, qué maravilla! Y qué cerca de nosotros.
Los personajes de Jack y Rebecca introducen además conflictos que resultan extremadamente potentes e interesantes. El trauma de Jack con Vietnam, el secreto de Rebecca sobre el padre biológico de Randall… Estos conflictos propician el movimiento continuo de la trama y los personajes. A cada paso en la historia, la percepción que tenemos de cada uno de ellos cambia casi de un segundo a otro. Jack parece el hombre perfecto y de repente, ¡zas!, descubrimos que la historia de la muerte de su hermano en la guerra era mentira y que, además, sigue vivo. Del idealismo a la decepción en un solo paso. Esa remodelación de perspectiva constante ocurre de una u otra manera con la mayoría de los personajes. Y es increíblemente bueno. Que los «buenos» dejen de ser «buenos» para ser «malos». Así sí. Con el personaje de Rebecca, por ejemplo, ocurre algo parecido pero a la inversa. La mayoría comenzamos rechazándolo para, con el tiempo (y los capítulos), dar paso a cierta comprensión. De la decepción a la empatía. El matrimonio con Miguel chirría demasiado como para que no sobrevuele —desde el principio— cierto rechazo hacia ella. ¿Quién se casa con el mejor amigo de su difunto marido? Pues eso.
La serie está llena de momentos (o incluso capítulos) dignos de enmarcar. La muerte de Jack, por ejemplo. Uno de los momentos más logrados (y dolorosos), capaz de emocionarnos y retorcernos a pesar de saber desde el principio que el desenlace era ese. Hay momentos de once, pero también hay personajes, como el del doctor K. (Gerald McRaney), que también merecerían un altar al que venerar y llevar flores. Todo en pocas palabras.
—Me he pasado cinco décadas trayendo bebés al mundo, más de los que puedo contar, pero te aseguro que no ha pasado ni un solo día que no piense en el hijo que perdí. Y ahora soy un viejo. Me gusta pensar que gracias al hijo que perdí, por el camino que él me hizo seguir, he podido salvar a muchos otros.
—Ya…
—Quiero pensar que tal vez un día seas un viejo como yo, aburriendo a un joven, explicándole de qué manera cogiste el limón más amargo que pudo ofrecerte la vida y lo convertiste en algo parecido a limonada. Si eres capaz de hacerlo, podrás salir de este hospital con tres bebés. Solo que no como pensabas.
Existen pocos personajes similares a los de Kate, Kevin y Randall. No solo por la dimensión emocional y por los conflictos y dificultades que representan (comunes, por cierto, en todos nosotros) sino por la fuerte conexión creada —directa e indirectamente— entre ellos. Sus historias y los problemas a los que se enfrentan a lo largo del camino parten de una matriz común (y muy atractiva): la dificultad de encontrar su sitio en el mundo. Esa sensación, compartida poe los tres, es el nexo que relaciona a los personajes centrales y da sentido a la ficción.
Kate (Chrissy Metz) no encuentra su sitio porque, de alguna manera, todavía no se ha encontrado a sí misma. A raíz de la muerte de su padre, convive con un pesado lastre de la culpa que siente por ello. Desde ese momento —y sin que los intentos de su entorno por mantenerla conectada con la realidad sirviesen de nada— poco a poco comienza a desvirtuarse de sí misma, adoptando una forma de vivir ajena a sí, viviendo por encima, sin pisar el suelo e intentando no recordar demasiado, hasta llegar al punto de sentirse fuera de lugar. Kevin (Justin Harley) no encuentra su sitio porque no sabe escucharse a sí mismo. Vive, claro, demasiado de prisa como para aprender a hacerlo. La dependencia de su hermana, la superficialidad de las relaciones que tiene o el problema con el alcohol, son, sin duda, consecuencias directas del vacío interior que le invade por no sentirse realizado; por no saber quién es o por qué hace lo que hace. Randall (Sterling K. Brown) no encuentra su sitio porque no tiene demasiado claro dónde debe, o mejor dicho, quiere estar. Un negro criado en un mundo de blancos, invadido por un sentimiento de no pertenencia al grupo que lo acompaña desde la cuna. Con una sensación constante, sobre todo en los primeros años de su vida, que le grita que es distinto a quienes le rodean, que su lugar es —también— otro. Es sobre ese punto, el de no encontrarse, desde el que parte y se construye la historia. La de la lucha de cada uno contra sus propios fantasmas. De eso va This Is Us.
A los personajes de Kate, Kevin y Randall (por cierto, el primer actor de raza negra en ganar en los Golden Globes el premio a mejor actor de drama de TV) les pasa lo que a los de The Sinner, se tienen que entender desde el pasado con el ojo puesto en el presente. Percibir el crecimiento y la progresión de los personajes (y de sus pequeñas victorias) a lo largo del tiempo es una apuesta interesantísima. Ver cómo Kate se permite querer a Toby, cómo acerca —de nuevo— la música a su vida, cómo se decide a formar una familia. Ver cómo Randall vence el rencor hacia su padre biológico, cómo decide convertir su trabajo en el cumplimiento de un legado o cómo es capaz de superar el rencor hacia su hermano. Ver cómo Kevin se reconcilia con su pasado recorriendo los pasos de su padre en Vietnam, cómo toma las riendas de su vida, cómo comienza a ver más allá de su caparazón. Ahí está el juego. Ver cómo —poco a poco— cada uno comienza a ganar, a encontrar su sitio.
«Los Súper Tres» (cómo así los bautizó Jack) son el centro de la historia pero, evidentemente, no son los únicos protagonistas. En esta ficción, por suerte, todos los personajes tienen su momento de gloria. William (Ron Cephas Jones), el padre biológico de Randall, es otro de los grandes dentro del reparto. Qué sorpresa. El enfoque desde el que se retrata su personaje, alejado de todo dramatismo, hace que una realidad a priori triste se convierta en todo lo contrario. Repartidor de buenrollismo a chorro, que falta hace en medio de tanto drama. ¿Existe alguien a quien no le perderían las ganas de formar parte de esas conversaciones nocturnas acompañadas de brownies con sustancias prohibidas? Lo dudo mucho. Esa filosofía de vida, esa sabiduría, esas historias… Más personajes como William, por favor.
Humanista, transparente y corriente. Así es This Is Us. Un poco de todos nosotros.
Actúa de manera que sonrías cuando estés bajo una manta en una residencia. (William)
Y qué decir de Beth…
Una serie claramente anti-Ho Chi Min. Un delirio del imperio en decadencia.
Buenísima serie.. Así tendría que ver muchas más… Esperando que sigan grabando más capítulos tierna humana y sobre todo te deja muchos mensajes de la vida misma
Salvo el personaje de Ron Cephas Jones (William) el resto son «demasiado americanos» en el mal sentido. No logro sentir ninguna empatía por ellos. Veo la serie porque le gusta a mi pareja…pero es muy prescindible.
Por mi edad y origen viví la época de «This is US» siendo joven, por lo tanto soy de la generación de Jack y Rebecca. Y lo único que compartí con ellos es alguna moda indumentaria. Por cierto, me manifesté contra la guerra de Viet Nam y fui un furioso anti imperialista.
Estados Unidos es una compleja noción sociocultural, geopolítica, etc. Yo logré hacerme una idea con la literatura de la época (los beatniks, Malamud, Roth, Salinger, etc.) y por supuesto, la música, que rara vez reconozco en la serie…
Te entiendo. Para mí empezó muy muy bien pero de a poco fueron cayendo en los tópicos «estadounidenses» de siempre (no «americanos», que América es un continente entero y muuuuy grande).
Sigo mirando la serie, me gusta, pero definitivamente no me parece tan fantástica como se la describe aquí.
Es una historia hermosa y real. Es yankee porque es yankee. No sé puede descontextualizar….no importa cómo vive cada uno ciertas problemáticas similares. Porque esta no es la historia de todos, es la historia de ellos.
La serie es profunda. Se tratan muchos temas de forma natural. No como forzosamente se quiere hacer en otro tipo de producciones. Claramente llega un punto en el que debe terminar. Particularmente es algo que me generan todas las series. Pero es muy sentida realmente.
Respecto a su carácter muy yankee, no puedo decir que no voy a verla por eso…al menos seria hipócrita de mi parte siendo que consumo cine y música y productos suyos…bha, como el 90% de los argentinos….
Pd: Anti Vietnam?? Entienden la serie?
La serie me encantó, que manera de retratar la vida misma!!!!. Cada personaje me hace reír y llorar.
Estoy ansiosa de que llegue la nueva temporada
En casa amamos la serie. Sus historias llegaron a lo mas profundo de nuestros corazones.
Que sea eterna!
Maravillosa serie, es una alegría verla.Nos reunimos la familia para disfrutarla, en estos tiempos de Pandemia ha sido nuestro relax, felicitaciones, ahora a esperar a 5ta temporada.
Mi favorita. Jack es perfecto! ?
Esta serie realmente me ha llegado al corazon, la historia de jack y rebecca es realmente hermosa, nos hace darnos cuenta que nada es perfecto, nos hace reflexionar sobre muchas cosas en la vida, como valorar a nuestra familia, nuestra pareja e hijos, valorar el tiempo que pasamos con ellos, estoy ansiosa de la 5ta temporada que el tiempo pase rapidisimo.
Excelente serie me encanto, y siiiii Jack es perfecto ??
Absolutamente humana!!!!!
Todos y todas!!!!
De repente me hace sentir como cuando tenía 11 y veía a los Ingalls.
Más más más!!!!
Quisiera que fuera eterna
Esa mezcla de llorar y reír no lo logra cualquier cosa.
Esas ganas de esperar el martes por otro capítulo no lo provoca cualquier serie.
Vamos por más por muchísimo más!!!!!!!
Hace tiempo que no veía una serie tan magnífica en todos los sentidos. He visto todos los capítulos de un tirón las tres temporadas aprovechando estar en casa. Ahora espero con impaciencia la cuarta temporada que estará en Amazon, creo que el día nueve de Octubre. Namasté ?
Buenísima serie pero el horario no se adapta a mi, la tengo que ver después en la plataforma