Cayeron asesinados el prefecto de Palermo Carlo Alberto Della Chiesa, el comisario jefe Ninní Cassarà, el juez Rocco Chinnici y otros magistrados y policías. Cayeron en venganza por orquestar el primer «maxiproceso» que desmochó a la Cosa Nostra Gianni Falcone y Paolo Borsellino en sendos atentados operísticos que conmovieron y avergonzaron a Italia. El único jurista que salió ileso del pool antimafia que durante los años ochenta y principio de los noventa trabajó en Palermo, reunido en torno a las figuras carismáticas de Falcone y Borsellino, fue el fiscal Giuseppe Ayala, y eso gracias a que se metió en política y pocos meses antes de aquel luctuoso verano de 1992 obtuvo un escaño de diputado en Roma.
Dejó en Sicilia unas amistades labradas en las más difíciles circunstancias, propiamente heroicas, y por consiguiente indisolubles e inolvidables. Se salvó por la campana. Diputado, luego senador, luego subsecretario del Ministerio de Justicia, una vez concluida la experiencia política se reintegró a la judicatura, pero considerando impropio, aunque legal, pasar del Parlamento a los tribunales, prefirió acabar su carrera como consejero de un departamento civil en la Corte de Apelación de l’Aquila, en los Abruzos, en el centro de Italia, donde se jubiló en 2011.
Quince años después de los asesinatos de sus amigos seguía preguntándose si «ya había pagado bastante la culpa de permanecer vivo»: ese remordimiento absurdo que sienten a veces los supervivientes de la desgracia que ha abatido a sus seres más queridos. Cuando le asaltaban los recuerdos de aquellos años inolvidables le volvían las lágrimas a los ojos: lágrimas de pena, y a veces también de risa, por ejemplo cuando se encontraba en el juzgado redactando una sentencia de condena por el hurto de nueve gallinas y un gallo: «Para asombro general, rompí a reír. Pero no estaba solo. Oí a Giovanni y Paolo reírse conmigo. A carcajadas. Presumo que sé exactamente lo que me hubieran dicho: “¡Por fin te dedicas a lo que te corresponde!”, o algo parecido. Y luego, pasando de la broma a la seriedad: “Si has pasado del maxiproceso a los ladrones de gallinas, el problema no es tuyo, sino de las instituciones, todavía hoy patrones infieles de sus mejores servidores. Algo sabemos de eso. Pero pasa de todo y cuida la salud …”». Estas últimas palabras de los fantasmas aludían a la complicidad de los estamentos políticos con el crimen organizado, denunciada repetidamente por los fallecidos y por el mismo Ayala en su libro Troppe coincidenze. Mafia, politica, apparati deviati, giustizia: relazioni pericolose e occasioni perdute.
Resulta que Falcone y Borsellino no solo fueron ejemplarmente honestos y eficientes en la defensa del Estado sino también personas de gran calado humano, inteligentes, laboriosos y dotados de gran sentido del humor. Sobre su trabajo con ellos a lo largo de diez años compuso Ayala una memoria llena de anécdotas fascinantes y redactada con excelente pulso narrativo que yo he procurado vanamente convencer a varios editores españoles de la conveniencia de traducir y publicar aquí. Es lástima que con la curiosa gran cantidad de títulos de toda clase que llegan a traducirse al español esta obra maestra educativa, informativa, emocionante sobre los motivos, la actitud y la tragedia de quienes fueron literalmente héroes modernos permanezca ignorada.
«Lástima» para los demás, no para mí que ya tengo una copia en italiano, y por cierto que en una edición excelente de Mondadori: desde que se publicó en 2008 las páginas apenas han amarilleado, lleva tapa dura y tripa de fotos en blanco y negro, e ilustra la portada una foto de Falcone y Borsellino, sentados codo a codo ante una mesa, quizá dando explicaciones en una rueda de prensa: tienen un aire de caballeros decorosos y logrados, están en la flor de la madurez, emana de sus efigies la señal de la inteligencia en activo y la íntima comodidad de estar cumpliendo, donde les ha tocado cumplirlo, y al precio que fuese, el imperativo categórico de Kant: tenían que hacer lo que hacían sabiendo perfectamente que les costaría la vida. Y debajo de esa foto viene el título: Chi ha paura muore ogni giorno. I miei anni con Falcone e Borsellino. «Quien tiene miedo muere cada día, quien no tiene miedo muere una sola vez» era un dicho que a veces repetía Borsellino.
Aún está disponible en Movistarplus un documental titulado CORLEONE:Mafia y sangre sobre la historia del mafioso Totó Riina y su maxiproceso. El citado documental me parece fantástico y en el interviene repetidamente el fiscal Giuseppe Ayala.
Me permito recomendarlo encarecidamente.
Acabo de ver los dos episodios de la miniserie. Qué espanto de mafiosos y qué valor el de los jueces y el fiscal y todos los que han luchado contra ellos.
Creo que hay una errata en el primer párrafo. El general se apellidaba Dalla Chiesa, no Della Chiesa.
Por lo demás muy interesante.
Ojala todos los países tuvieran 500 fiscales ,como este funcionario de la justicia ..todo un señor!