El mayor espectáculo del mundo, eso ha sido la realidad esta semana. Confinamientos que no pero sí, brotes que se han disparado controladamente o no, rastreadores metafísicos que están y no están, todo a la vez. Estadounidenses reconociendo por primera vez que quizá su sociedad tiene problemas como todos, que su país no es un paraíso. Y la Unión Europea frugal luchando contra la Unión Europea tragona, o sea nosotros, mientras Apple nos mete un gol fiscal completamente legal. Habrá sido para compensar la deslucida diversión de esa liga rara que finaliza mañana con los estadios vacíos.
Circovirus nacional
El sentido común daba por hecho que habría rebrotes, y que esta vez el confinamiento sería local o regional. Así lo vimos al principio, con edificios aislados en Albacete o Santander. Ahora hablamos de regiones enteras, como la de Lleida y sus ocho municipios colindantes, ciento sesenta mil personas confinadas por la Generalitat de Cataluña el domingo. Desconfinadas el lunes por sentencia del juzgado de guardia, que vetaba la medida porque no puede ser indefinida, sino estar marcada con un límite de tiempo. Y confinados otra vez el martes, cuando Generalitat y jueces se pusieron de acuerdo, admitiendo todos las restricciones. Todo controlado.
Pues parece que no. Debajo de este lío de competencias está escondida una amenaza mucho mayor, y es que el trabajo de los rastreadores no está funcionando. Ada Colau ha sido muy crítica con el número de sanitarios dedicados a esa labor, ciento ochenta, al parecer insuficientes para llamar a los contactos de los contagiados. Barcelona es hoy una bomba de relojería junto a Hospitalet, pero no estamos en marzo, a diferencia de entonces tenemos datos y control. ¿O no lo tenemos? El mayor epicentro de la pandemia, Madrid, dice que todo muy bien. Es la región con más aumento de casos, pero solo con cuatro brotes. Algo no cuadra, y una vez más es el trabajo de los rastreadores. ¿Son pocos ciento ochenta en Cataluña? Pues en Madrid solo se han contratado oficialmente treinta, y según cifras de otros países UE debería haber mil trescientos veinte. A los madrileños les resulta imposible llamar a los contagiados, recopilar los datos de sus familiares y contactos, y avisar a estos a su vez.
Esta semana hemos rebasado la cifra de contagios de finales de mayo, Aragón la duplicó en un día, y Zaragoza es posiblemente el próximo foco preocupante. Más les vale a las comunidades autónomas reaccionar de una vez, porque el control está en sus manos. Que miren al exterior de una vez, Israel reabrió economía y colegios demasiado pronto, hoy su curva es de espanto, en Florida abrieron apresuradamente y están desbocados, pero en Nueva York han conseguido no tener un solo muerto por primera vez, gracias a un ejército de rastreadores.
La pista del turismo
Temíamos la llegada del turismo como foco de contagio, pero a la vez necesitamos a los turistas, somos la segunda potencia mundial en ese sector. Ellos, de momento, no nos están contagiando. Pero algunos siguen como antes de la epidemia, lo que ha provocado una reacción del Conseller de Turismo de Baleares, cuya frase habría que grabar en piedra: «No queremos ni este tipo de empresarios ni este tipo de turistas». Se refería al cierre de todos los locales de Punta Ballena en Magaluf, Mallorca, ese rincón donde van los guiris a mamarse por poco dinero. Nunca imaginé que enlazaría aquí al sensacionalista The Sun, pero ojalá se cumpla su análisis —increíblemente objetivo—: «the party is over». Hablan de la indignación de los británicos por el cierre, pero también de cómo ha saltado sobre coches destrozándolos y vomitado en las calles, algo que aquí sabemos que sucede desde hace mucho tiempo. Eso sí, por primera vez los británicos no nos echan la culpa, y eso casi hace pensar que el mundo se está dando la vuelta.
El mayor espectáculo del mundo: Estados Unidos ya es un gran circo
A los estadounidenses sí se les está dando la vuelta la cabeza. No veíamos un cambio así desde la Segunda Guerra Mundial. Criados y convencidos desde siempre que que su país es la mejor, más próspera y libre democracia del mundo, de pronto algunos periodistas y figuras de primer orden admiten abiertamente que están fallando.
Uno de los mejores análisis sobre lo que está ocurriendo en ese país se publicaba el lunes en Foreign Policy. Zachary Karabell nos explica el proceso de declive de sus tres grandes pilares, el militar, el económico y el democrático. Estados Unidos se tambalea, y es tan obvio que la reivindicación de los defensores de Trump es una paradoja en sí misma: «Make America Great Again» supone aceptar que EE. UU. ya no es grande.
No lo está siendo en el control de la pandemia. Comenzaron duplicando su número de enfermos por COVID-19 cada dos meses, luego en un mes, ahora lo hacen cada quince días, ya han llegado a 3,5 millones. Comprueben las cifras por última vez aquí, porque en una nueva maniobra de distracción el presidente norteamericano va a tomar el control sobre el conteo de casos. Será la Casa Blanca y no el Centro de Control de Epidemias quien reciba los datos de los hospitales. Las elecciones son en noviembre, y las cifras de la pandemia se reducirán en EE. UU., aunque sea por maquillaje estadístico.
Las Fiestas Covid se han viralizado
El mismo lunes una enfermera de un hospital de Texas declaraba, atónita, que uno de sus pacientes, de treinta años, había fallecido. Después de asistir a una de estas fiestas que intentan demostrar que el coronavirus es un gran engaño montado por las fuerzas oscuras que dominan este mundo. O que contagiándose adquirirán una inmunidad similar a la de la vacuna. Son más que populares ahora mismo en EE. UU., y su número de celebraciones no para de crecer.
El otro fenómeno trending topic esta semana en la primera economía del mundo ha sido la propuesta de Airbnb. La compañía propone a los que han sido inquilinos de alguna casa que hagan una donación voluntaria a los caseros para ayudarles. Como si esto se tratase de economía colaborativa real y no del negocio multimillonario de una tecnológica. Está claro que sus CEO, como tantos otros, viven ajenos a la realidad del mundo.
Algunos ricos piden pagar más impuestos, otros no
«Súbannos los impuestos. Inmediatamente. Substancialmente. Permanentemente». Y eso que esta es la parte del newsletter de hoy que no cuadra con el resto del circo. La frase es real, y está extraída de una carta firmada por ochenta y tres multimillonarios que piden a los candidatos a la presidencia de EE. UU. y resto de gobernantes que les cobren más por su riqueza. Esta es. Lo que dice es que ellos quieren tener un papel activo en la sanación del mundo después de la pandemia. Que los problemas derivados de ella no pueden salvarse con caridad y que el papel de los trabajadores en primera línea es fundamental. Hay que protegerlos, hay que cuidarles, porque el impacto de esta crisis, afirman, durará décadas. El único modo de hacerlo, insisten, es subirles los impuestos.
La firman franceses, alemanes, estadounidenses, canadienses, neozelandeses, daneses y no, de momento ningún español. Tampoco los magnates tecnológicos como Bezzos o Musk. Aunque están a tiempo. Los tres bancos más grandes de EE. UU. ya han avisado que no nos espera por delante un camino de rosas ni una recuperación en V. Para los hombres y mujeres comunes eso significa recortes o subida de impuestos. O las dos cosas.
Y aquí en Europa, un circo con veintisiete estrellas
En la UE la única manera de subir impuestos a patrimonios millonarios es evitar que huyan a otros países de la unión. Bruselas ha dado un buen paso adelante, apelando al artículo 116 del tratado de la UE que impide rebajas drásticas del impuesto de sociedades y otros para atraer empresas. El Salto lo ha explicado bastante bien, sobre la información original de Financial Times.
Holanda es el mejor ejemplo de este dumping fiscal, y abandera la oposición al fondo de recuperación europea, asegurando que los países del sur somos poco frugales. Recordemos también que Nadia Calviño perdió la votación para presidir el Eurogrupo, ganada por el irlandés Paschal Donohoe, conservador y procedente de un país cuya economía depende del bajísimo impuesto de sociedades que cobra desde hace décadas. Y en el grupo de los PIGS, y rescatado en la crisis de 2008.
Acabar con el dumping fiscal suena a cuento de hadas después de la sentencia del Tribunal Europeo de Luxemburgo sobre el conflicto entre Apple y la UE. Según la unión la compañía aprovechó ilegalmente ventajas fiscales para ahorrar trece mil millones en impuestos. Una cantidad que Irlanda ya tenía en su poder retenida, y que ahora deberá devolver porque lo único que hizo Apple fue aprovechar las leyes irlandesas para ahorrarse impuestos. Todo legal.
Necesitamos contratar rastreadores con dinero público para evitar un nuevo confinamiento que nos costaría miles de millones. Con tan poco turismo y consumo la Hacienda Pública ingresa menos, así que o nos ahogamos en deuda o subimos los impuestos. También a los ricos. EE. UU., que nos guste o no sigue siendo el líder mundial, ha abandonado el timón. Y la UE parece quejarse de que los países del sur no seamos potencias industriales de primer orden sino economías medias, por tanto más castigadas cuando hay crisis. En serio, menudo circo.
Continuamos siendo imperfectos, peligrosos y terribles, y también maravillosos y fantásticos. Pero estamos aprendiendo a cambiar.
Te estás cachondeando de nosotros Cimex? No estás diciendo nada, colega, mira que tan distraído no soy.
Sé tolerante con la imperfección ajena, no con la tuya.
https://youtu.be/QKhLTwWX7AI