Arte y Letras Filosofía

Corazón de madre: la paradoja del amor incodicional

C6 Guayasamín y el abrazo 01
Madre y niño, de Oswaldo Guayasamín.

Había una vez un joven desgarrado por una situación afectiva crítica. Amaba con toda el alma a su bella esposa, y sentía también un gran afecto y un profundo respeto por su propia madre. Pero la relación entre nuera y suegra era tensa y, por celos tal vez, la encantadora joven llegó a ser tan malvada que concibió un odio infundado contra la venerable anciana. Y un día la joven puso a su marido entre la espada y la pared: o él iba a la casa de su madre y la mataba y le traía el corazón de la víctima, o la esposa abandonaría el hogar. Después de muchas dudas y vacilaciones, él cedió.  El perturbado marido mató a la que le diera la vida, le arrancó el corazón del pecho, lo envolvió fríamente en un paño y regresó a toda prisa a su casa. Pero sucedió que en el camino el caballo del joven, desbocado en loca carrera, tropezó violentamente lanzando por los aires al desventurado jinete. Caído en tierra, oyó entonces él una voz que, saliendo del corazón materno, le preguntaba llena de preocupación y cariño: «¿Te has hecho daño, hijo mío?».

Este espantoso (en más de un sentido) apólogo de Émile Faguet se cita a menudo al hablar del amor materno y, por extensión, del amor incondicional en general (o incluso del amor divino: yo lo oí por primera vez en el colegio, en clase de religión). Y la verdadera pregunta final no es si el hijo se ha hecho daño al caer del caballo, sino quién está más dañado cerebralmente, la pérfida esposa, el hijo matricida, la madre con síndrome de Estocolmo ultraterreno, el autor del cuento o quienes lo proponen como sublime paradigma del amor materno.

Difícil elección. Pero tal vez el delirio más tremendo sea el de la madre inmolada que, inasequible a cualquier forma de decepción, ama incondicionalmente a su hijo, hasta el extremo de que no necesita ninguna muestra de gratitud, ni siquiera de piedad.

No necesita nada porque para ella su hijo lo es todo, y por tanto no es un ser real, sino una idea en el sentido platónico del término. Esa es la gran paradoja del amor incondicional. Amar a alguien incondicionalmente significa seguir amándolo sean cuales fueren sus palabras y acciones; pero los demás son su discurso y su conducta: puesto que no somos telépatas, no tenemos otros medios para saber y valorar lo que otra persona es. Por lo tanto, si quieres a alguien independientemente de lo que haga y diga, no lo quieres a él o ella (puesto que, en realidad —en la realidad— los demás solo son para ti lo que hacen y dicen), quieres a una entelequia que solo existe en tu cabeza. Por eso el amor incondicional es, en el fondo, tan frustrante, aunque a menudo no seamos conscientes de ello: porque no somos su verdadero objeto. Y por eso (sin descartar otras razones) muchos adolescentes rechazan, incluso con agresividad, las efusiones amorosas de sus madres. El falso ángel del amor incondicional, al caer por su propio peso de su inconsistente nube, se convierte en un diablo furibundo capaz de engendrar un resentimiento sordo similar al que despierta el demonio de la ingratitud. La solícita frase del corazón materno arrancado del pecho (perfecta metáfora del amor autoalimentado y desconectado de la realidad), más que subrayar la atrocidad del matricidio, sugiere una posible explicación.

Tanto la perfidia de la esposa que exige la sangrienta prenda de amor como la impiedad del hijo matricida podrían responder a la paradójica frustración que genera ser objeto de un amor sin base real, literalmente enajenado. Si pudiéramos explorar las más turbias profundidades de la psique, probablemente encontraríamos, tanto en el matricida como en su esposa, una enorme rabia generada por la oscura convicción de que el inagotable amor que supuestamente reciben —ella de su marido y él de su madre— en realidad pasa de largo sin verlos siquiera.

En este sentido, resulta instructiva una canción de Fabrizio De André, «La ballata dell’amore cieco o della vanità», que nos ofrece una versión irónica, por no decir paródica (si es que se puede parodiar algo de por sí esperpéntico), del apólogo de Faguet. En la recreación del cantautor italiano, la pérfida amada no se contenta con el corazón de la madre de su enamorado: luego le pide que se corte las venas, y mientras él se desangra, ella, tras un breve clímax narcisista al conseguir que un hombre se quite la vida por su amor, se da cuenta, consternada, de que él muere feliz, ebrio de pasión, mientras que a ella no le queda nada: 

Ma lei fu presa da sgomento
quando lo vide morir contento.

Morir contento e innamorato
quando a lei niente era restato:
non il suo amore, non il suo bene,
ma solo il sangue secco delle sue vene. 

Decía Stendhal que el amor es como esas posadas españolas en las que uno solo come lo que él mismo lleva. Y donde, cabría añadir, uno se embriaga con su propio vino.

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33 Comments

  1. Ferris Bueller

    No sé, pero creo que no he entendido casi nada. ¿Está usted bien…?

  2. No se inquiete usted Sr. Bueller, el Sr. Frabetti es así, ese es su estado habitual. Algo de razón lleva con eso de desconfiar del amor y los enamorados. Nos enamoramos de nuestra idea. El caso de Alonso Quijano y Dulcinea es un buen ejemplo.

  3. kilgore

    Tenga cuidado Frabetti, que anda el personal cogiendo el rábano por las hojas y le pueden montar un auto de fe en cualquier plaza por difundir estos relatos de mujeres psicópatas que exigen a sus pusilánimes maridos el corazón de sus suegras…..

    • Cimex Lectularius

      Medea, no encuentro a los niños… ¿dónde estás?

    • Frabetti

      Bromas aparte, no hay que olvidar que es un cuento escrito por un hombre, que, de forma muy significativa, presenta los dos estereotipos femeninos extremos del imaginario masculino: la madre amantísima y la mujer fatal.

      • kilgore

        No olvidemos tampoco el tercer estereotipo. El del monigote que se deja manipular por la femme fatale y mata a su madre (o sin llegar a ese extremo se funde el patrimonio familiar, otro clásico).
        Hay otros estereotipos. Los de la gente normal. Sin ir más lejos mi mujer y mi madre se llevan divinamente, y yo no le sacaría el corazón a ninguna de las dos, me dijera lo que me dijera la otra. Claro que con gente tan aburrida, no hay quien escriba relatos. En cualquier caso, es un placer charlar con usted un rato.

        • Frabetti

          El placer es mutuo. Y, afortunadamente, hay más gente sana y normal que estereotipos extremos. Pero, como señalas, la literatura y el cine se nutren de héroes y villanos, de conflictos y desgracias. ¿Por qué? Ese es otro artículo, y la respuesta no es sencilla, me temo.

  4. Cimex Lectularius

    Mi madre es mi único mito…

    https://images.app.goo.gl/pk6JcadZm3KisgYU8

  5. Tanganelli

    Madre mía

    • Frabetti

      Efectivamente. No es casual que «madre mía» sea una de las exclamaciones más frecuentes (sobre todo en italiano: mamma mia!)

  6. Curioso, siempre había concebido la idealización del otro como algo que sucedía sobre todo a los hijos con sus padres. Por ejemplo, es sabido que los niños maltratados por padres-madres a menudo los idealizan para poder soportar la situación. Interesante pensarlo a la inversa y en las relaciones de pareja.
    Personalmente opino que ese tipo de “amor incondicional” materno que expones en el artículo no puede ser amor de verdad. No poner límites y no mostrar nunca disgusto o enfado a los hijos les impide estructurar la realidad y les hace creer omnipotentes, sin tolerancia a la frustración. Es una suerte de inversión de roles, donde el adulto no puede sacrificar su necesidad de afecto para poder educar a sus hijos.
    Por cierto, me he partido de risa con lo de quién está peor.

    • Cimex Lectularius

      No creo que un niño maltratado por la madre idealice nada, salvo largarse de casa cuánto antes mejor… y dejando firmada una renuncia a la futura herencia para no tener que ver nunca más a su torturadora, si es la madre la maltratadora, o a sus torturadores si también el padre colabora con el maltrato.

      https://youtu.be/nQzAND_ln5w

      • Frabetti

        Ojalá fuera siempre así; pero, por desgracias, es frecuente que los niños y niñas se sientan culpables de los malos tratos recibidos. Por supuesto, la reacción lógica y sana que describes también se da, y debería ser la norma; pero no es así, y las cadenas de malos tratos transmitidas de generación en generación son bien conocidas por los psicólogos.

        • Cimex Lectularius

          Ya… lo que en verdad sienten las criaturas maltratadas es soledad, miedo y culpabilidad. Y para colmo, lo más seguro es que nunca lleguen a ser buenos madre o padre en el futuro. Y para doble colmo el sistema educativo, donde lo haya, ha estado empeorando desde mucho tiempo la situación que, bueno, antes no importaba demasiado porque las naciones enviaban sistemáticamente a sus jóvenes a morir en la guerra o en los parideros porque parir ha sido el frente de las mujeres y no pocas han muerto dando a luz.

          https://youtu.be/fIGBlFdSxTk

      • Dolores

        Al revés, tristemente estamos programados para amar a nuestras madres. El tipo de apego es muy complejo. Trabajo con menores maltratados y conseguir no depender emocionalmente de sus progenitores es mucho más difícil para ellos q para los q tenemos un apego seguro. Cuando tienes amor incondicional eres libre. Cuando no, mueres buscándolo …

        • Cimex Lectularius

          Entonces… el amor mata, ¿no?

          • Dolores

            Cuando nadie te quiere tampoco te quieres a ti mismo y no puedes querer a los demás. Los hijos de padres negligentes y maltratadores son padres jóvenes porq buscan ese amor incondicional q no conocieron. Sólo sus hijos se lo pueden dar…hasta la adolescencia. Y vuelta a empezar. Mi comentario era por la simpleza de q si te maltratan huyes. Ese tipo de respuestas simples ante problemas complejos es muy dañina.

        • Frabetti

          Depende de lo que entendamos por «incondicional». En el sentido fuerte -literal- del término, el amor incondicional es frustrante. Otra cosa es que queramos que nos amen a pesar de nuestros defectos y sin intentar que nos adaptemos a las expectativas ajenas,

    • Frabetti

      Gracias, Eva, interesante reflexión.

  7. Cimex Lectularius

    El niño reconoce a la madre por la sonrisa.

    https://images.app.goo.gl/Zc6noYhXmGWgqpMk7

  8. Tigri Pan Garfio

    «Y para colmo, LO MÁS SEGURO es que nunca lleguen a ser buenos madre o padre en el futuro.» Blablabla y bla.
    Me ha encantado el artículo. Sobre todo intentar dirimir quien está más pallà de todos los personajes. Y no sólo los del cuento.
    Saludos.

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