Ciencias Entrevistas

Carlos Peña Garay: «Tenemos un modelo de sociedad capaz de adaptarse con agilidad a pequeños cambios, pero cuando nos enfrentamos a un cambio drástico el sistema no aguanta tan bien»

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La nueva normalidad es un programa de entrevistas de Jot Down & MINI electric que nos acerca a destacadas figuras de la cultura y la ciencia para que nos cuenten la transformación de sus proyectos tras la vuelta a la no normalidad.

Desde la ventana del despacho de Carlos Peña Garay (Vegadeo, 1968) se puede ver la Estación Internacional de Canfranc, un impresionante edificio de estilo entre modernista y art déco con una historia fascinante. A la estación se llegaba en tren desde Francia por un túnel que atraviesa el pirenaico monte Tobazo, a ochocientos metros de profundidad. Tras el derrumbe de un puente en 1970, se suspendió el tráfico ferroviario y desde 1985 aloja el Laboratorio Subterráneo de Canfranc  (LSC).

Vamos camino al LSC en nuestro MINI electric desde Zaragoza. Son ciento cincuenta kilómetros con la subida al puerto de Monrepós. Carlos nos acompaña y, tras los primeros kilómetros, ya ha hecho los cálculos de consumo y asegura que llegaremos sin tener que recargar la batería. Tras poco más de noventa minutos, nos encontramos inmersos en el impresionante paisaje pirenaico donde el LSC tiene sus instalaciones. Carlos, que dirige el laboratorio desde 2018, nos explica que allí se están desarrollando experimentos avanzados en áreas como la astrofísica y la biología de sistemas.

Carlos es licenciado en Química y doctor en Física Teórica. Mientras hacía el postdoctorado en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton contribuyó a la resolución del problema de los neutrinos solares, que condujo al descubrimiento de la existencia de la masa de los neutrinos. Carlos es un apasionado de la ciencia y también un entusiasta de los coches. Tras conversar con él de temas tan variados como la materia oscura o el proyecto de desarrollo de respiradores en los que han estado trabajando durante la crisis del COVID-19, no puede evitar volver a conducir el MINI para llevarnos hasta el túnel donde hace poco descubrió la existencia de unas arqueas extremófilas que llevan viviendo dentro de la montaña desde hace millones de años.

¿Qué es y para qué sirve un laboratorio subterráneo?

Es una instalación especial donde lo que utilizamos es la cobertura que nos da la roca. Hay dos tipos: los de acceso horizontal en el caso de aprovechar un túnel de carretera o un túnel ferroviario o los de acceso vertical en el caso de las minas. Básicamente, se trata de un espacio para alojar experimentos o instrumentos protegidos por la mayor cantidad de roca posible.

¿Cómo es la nueva normalidad en la ciencia?

Para un laboratorio como este, que busca estar protegido por una montaña para alojar estos experimentos, que haya poca actividad alrededor es lo ideal. De modo que para aquellos experimentos que estaban tomando datos, el confinamiento ha sido muy bueno. Es lo que nos transmiten los grupos experimentales, tanto NEXT, como ANAIS, etc. Los datos obtenidos son de mejor calidad. Esa es la razón por la que también los laboratorios subterráneos o centros como este son interesantes para ondas gravitacionales, es decir, para todos aquellos experimentos que busquen sucesos muy raros y donde lo que necesitas es reducir el ruido al máximo y no quieres gente alrededor. Por lo tanto, para estos experimentos ha ido muy bien. Ahora, es verdad, para todos aquellos experimentos que estaban en fase de construcción supone un retraso porque la industria asociada se ha parado, porque todos los procesos burocráticos se han detenido. Esto significa un parón y ahora reiniciar actividades.

¿La crisis del COVID puede ser una oportunidad a nivel científico e industrial para cambiar el modelo económico?

Ojalá. Desde luego, cuando hay una crisis es cuando se producen oportunidades de hacer cosas nuevas. Tenemos un modelo de sociedad que se ha optimizado para ser ágil ante cambios menores, pero ha perdido robustez cuando la variabilidad es grande. Somos capaces de adaptarnos con agilidad a pequeños cambios, pero cuando nos enfrentamos a un cambio drástico el sistema no aguanta tan bien. Esto va a hacer que al menos algún sector estratégico se prepare para afrontar crisis de este nivel. En ciencia y en particular en tipo de ciencia que hacemos aquí, no esperamos un gran cambio.

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El futuro es eléctrico: la autonomía homologa del MINI electric según WLTP es de 234 kilómetros. Nosotros fuimos de Zaragoza a  Canfranc Estación, subiendo un puerto de montaña, sin problema ninguno.

¿En el LSC habéis podido colaborar científicamente en la lucha contra la pandemia?

Sí, hemos intentado que los grupos experimentales que estaban en fase de construcción y han detenido su actividad trabajaran para dar apoyo a iniciativas para la lucha contra la pandemia. En particular, el grupo «Colaboración global del argón», del que forma parte el LSC y que hace experimentos para la detección de materia oscura, ha dado apoyo al desarrollo de un nuevo ventilador mecánico para las UCI. Este grupo lo forman más de cuatrocientos investigadores y la iniciativa, denominada MVM —Mechanical Ventilator Milano—, surge en Italia. Hemos desarrollado un modelo de ventilador respirador basado en las tecnologías y en el tipo de experiencia que hay en los experimentos que alojamos en laboratorios subterráneos como son los sistemas de gases, tanto en NEXT como en los experimentos de argón. En general, en cualquier experimento con gases nobles lo que necesitas es control de presión de gases y electrónica de precisión para ese control, y justamente los respiradores se basan en eso.

Habéis usado un conocimiento generado por investigación en ciencia básica…

Ha sido muy natural trasladarlo. La labor del laboratorio en el caso es apoyar a todo el grupo de argon dark matter, apoyar y consolidar el grupo español, y luego aportar los recursos de modo ágil para que se construya el primer respirador basándose en el esquema desarrollado internacionalmente.

¿Y cuál ha sido la respuesta de la industria? ¿Ha llegado al mercado?

Sí, a través del CDTI y con la coordinación del CIEMAT, tres empresas que están interesadas en el desarrollo se han unido al proyecto MVM España. El objetivo es que este tipo de tecnología sirva para producir nacionalmente en un futuro, es decir, tener una sede, una producción española de respiradores de incluso más calidad del que hemos desarrollado. Llevamos ya más de un mes con reuniones semanales con las empresas. Las empresas de hecho ya están integradas en el proyecto MVM España, y ahora la cuestión es ver cómo se integran todas a nivel europeo de cara a hacer una certificación conjunta para que este producto se pueda usar no solo en situación de emergencia, sino que sea un producto válido para el mercado de respiradores en UCI.

¿El LSC tiene libertad para decidir si abre una nueva línea de investigación?

El laboratorio tiene una doble actuación. Una, que es la que ha tenido desde el inicio y por la que se ha constituido, que es ser un HUB. Es decir, es un centro que lo que hace es permitir que grupos nacionales e internacionales puedan unir sus esfuerzos. El valor del LSC es realmente el valor de los grupos de investigación que atrae y que desarrollan su investigación aquí. En paralelo y desde hace aproximadamente tres años, también estamos desarrollando proyectos propios del LSC que no tienen por qué estar asociados a ningún experimento concreto de ningún grupo externo. Creo que va a ser un área donde se van a producir cambios significativos durante los próximos años.

¿Tenéis capacidad para atraer investigadores? El laboratorio se encuentra en medio de los Pirineos.

A priori puede parecer que la localización juega en nuestra contra a la hora de atraer investigadores, pero yo estoy convencido de que no es así. La gente va a donde pasan cosas, y aquí se están desarrollando proyectos muy importantes.

¿Los planes regionales de investigación científica e innovación tecnológica os ayudan?

Son muy importantes. La idea es incorporar personal financiado por entidades externas y que estén residiendo aquí. Es una figura que va a crecer y de hecho creo que llegará a dotarnos del cincuenta por ciento de nuestro personal.

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En este sentido, el LSC es una ICTS.

Sí, es una instalación científica y técnica singular.

¿Este sistema está implementado en otros países?

Probablemente, hay cosas similares. Existen los National Labs en Estados Unidos, donde cada laboratorio tiene circunstancias peculiares y típicamente se especializa en un área. Las ICTS tenemos unas reglas comunes y una coordinación desde el ministerio. Mi experiencia personal es que funciona muy bien. Somos centros relativamente jóvenes y realmente muy ágiles, estamos funcionando, estamos creciendo. Es verdad que los últimos dos o tres años han sido especialmente complicados porque al no aprobarse los presupuestos generales del Estado se complica la ejecución de las inversiones. Las ICTS han dado una vía nueva muy útil a la ciencia y a la tecnología en España porque aportan excelencia a todos aquellos grupos, consolidados o no, de centros de investigación.

¿Qué te ha parecido la foto de la entrevista de Pedro Duque en El Mundo?

Hay fotos mejores de Pedro Duque. Tengo que decir que estamos muy contentos con el ministro. Vino a visitar el LSC y la visita es una forma de dar visibilidad y reconocimiento al trabajo que hacemos. También demuestra tener un conocimiento más cercano de lo que está pasando en cada una de estas instalaciones que forman la red de ICTS, de las que también forman parte otras instalaciones como el Centro de Supercomputación en Barcelona. Claramente, su campo de gran experiencia es el espacio, así que seguro que será un candidato fantástico para dirigir la ESA.

¿A ti te parece que ha sido un buen ministro?

Yo diría que ha mostrado un gran interés por el estado de la ciencia en nuestro país y ha intentado hacer todo lo que está en su mano, pero mientras no haya unos presupuestos generales del Estado en el área de la ciencia aprobados por su ministerio, no sabremos realmente el alcance de su gestión. Hasta ahora lo que ha podido ejecutar es con presupuestos de 2018.

Puede ser que con la salida de Pedro Duque se fusionen ciencia y universidad en un solo ministerio. ¿Qué te parece?

Son ya unos cuantos años, décadas, y he seguido muchísimo los argumentos a favor de si universidades e investigación tienen que estar juntos o no. Y son válidas las dos opciones. Obviamente, si están por separado exigen una coordinación en aquellos temas comunes, y hay muchas áreas claramente interrelacionadas. Que ciencia vaya con tecnología e industria también es muy relevante. Ciencia e innovación le da un empuje a la ciencia que le hacía falta desde hace años, mientras ciencia y universidades se enfoca más en lo formativo. Me parece que las dos son soluciones viables, probablemente incluso son soluciones alternativamente válidas en momentos concretos.

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¿Hace falta un Ministerio de Universidades?

Claro. Podemos llamarlo ministerio o lo podemos llamar dirección general, pero sí se necesita que haya una autoridad que proteja la gran libertad que tienen que tener las universidades. Un autoridad más centrada en coordinar que en regular.

¿Y que evalúe?

Sí, las universidades tienen que ser evaluadas. Una de las virtudes que tienen las universidades en este país es la homogeneidad que hay entre ellas, con una calidad media bastante alta. Incluso las que tienen menos recursos tienen un nivel razonable de calidad. Cuando tienes un sistema donde evalúas mucho más, penalizas aquellas que están en situaciones peores. Entonces, sí, se tienen que evaluar, probablemente no más sino que se tienen que evaluar mejor.

¿Cuando dices que tienen un nivel razonable, te refieres de enseñanza, de investigación?

Lo que quiero decir es que no hay una gradación excesiva de nivel, tanto científico como educativo, entre el conjunto de universidades, y eso es de un gran valor. Facilita las oportunidades de formarse a cualquier estudiante independientemente de su localización. Hay gente que no se puede permitir ir a otra ciudad a estudiar porque es una mejor universidad. Entonces, tener un sistema con una razonable homogeneidad es bueno. Si la homogeneidad lo que hace es tasarnos a todos por abajo, es malo. Y por eso es muy importante evaluar y evaluar bien.

En España, los doctores quieren acabar en el mundo académico, mientras que en Alemania o Estados Unidos prefieren el sector privado. ¿A qué se debe y cómo influye esto en la economía?

Depende un poco del área de la que hablemos. En biología sí que hay un tejido empresarial importante y muchos doctores van a la empresa privada. En otras áreas como la física es mucho más difícil, ya que no hay demanda en el sector privado, eso conduce a que los doctores acaben trabajando en el ámbito público. A nivel internacional, cuando no tienes una industria tecnológica te es difícil competir. Yo soy razonablemente optimista y espero que poco a poco vayamos mejorando esa incorporación de doctores al sector privado.

En tu época de doctorado estuviste en un movimiento que denunciaba la precariedad laboral de los doctores en el mundo académico. ¿Crees que habría que informar a los estudiantes sobre sus posibilidades y su futuro como doctores en este país?

Recuerdo todo en aquellos años, desde 1998 a 2002. No había ninguna perspectiva para los predocs. Había un sistema de becas donde cada una era diferente, algunas ni siquiera llegaban a un salario digno, y se pagaban con un retraso de tres a seis meses. Cuando las instituciones públicas quieren que la gente se organice lo que tienen que hacer es lo que nos hicieron: tratarnos mal. Entonces, la gente al final con mucha insistencia es capaz de organizarse. Yo viví los primeros cambios que puso en marcha el recientemente fallecido Rubalcaba. Se empezaron a unificar las becas tanto del Estado como de las distintas comunidades autónomas para que tuviesen unas condiciones similares y se pagasen de forma correcta. Se solicitó cambiar las becas por uno de beca y tres años de contrato. Se aprobó el dos más dos y ahora ya está en cuatro. No obstante, aún no se ha hecho lo suficiente y sigue habiendo doctores precarios.

El programa Ramón y Cajal vino para mejorar las condiciones, pero sigue sin estar bien definido y lo van mejorando con el sistema de prueba y error. También está el programa Torres Quevedo, que intenta hacer esta transferencia de doctores a la industria y ha tenido muchísimos casos de éxito, particularmente en la industria farmacéutica y bioquímica.

En ese sentido, el programa Ramón y Cajal, que es un programa de estabilización de investigadores junior, lo están recibiendo investigadores mayores de cuarenta años…

El programa Ramón y Cajal nace en 2001 cuando yo me voy a ir a Estados Unidos. Era el año 2003, haciendo un postdoc en Princeton, la información que me llegó era que iban a contratar a dos mil quinientos investigadores. Recuerdo comentárselo a John Bahcall, entonces mi jefe y una gran figura de la astronomía y la física, y me dijo: «¿Y de dónde vais a sacar a tanta gente?». Es verdad que había un tapón, mucha gente que llevaba años dando vueltas en condiciones precarias, pero es difícil que un programa lo resuelva todo en un año. Los programas tienen que ser de largo recorrido. Entonces, se contratan a un montón de ramones y cajales y cuando terminan su periodo llega una crisis económica y no los puedes estabilizar generando un daño internacional al programa. Perdimos a un capital humano espectacular. Y sobre todo provocó un gran daño de imagen. El programa Ramón y Cajal tiene que tener fechas y plazos bien delimitados, siempre los mismos, no tienen por qué cambiar en cada convocatoria.

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Tú eres doctor en Física. ¿Qué tal la carrera de Física?

(Risas) Empezaré contándote que soy el décimo primero de una familia de quince hermanos y, como mi padre falleció cuando yo era joven, mis hermanos mayores, algunos buenos estudiantes, tuvieron que ayudar a la familia. Yo fui el primero en ir a la universidad. Aunque soy de un pequeño pueblo de Asturias, por razones casi accidentales, hice los años de bachillerato y COU en un centro de Valencia. En aquella época no tenía ni idea de nada salvo de estudiar, que era lo que se me daba bien. En COU, en la asignatura de Física, el profesor básicamente dedicó el noventa por ciento del tiempo a estática y dinámica, y aunque inicialmente me pareció muy divertido luego me cansó. Sin embargo, en la asignatura de Química, el profesor nos dio algunas clases de física atómica y cuántica. Y yo pensé: esto es lo que quiero hacer, e hice la carrera de Química. Según la iba haciendo, ya en segundo, me di cuenta de que igual tenía que haber hecho Físicas. Total, que terminé Químicas y empecé un doctorado. En aquella época además dormía en el laboratorio. Como me gustaban muchísimo las matemáticas me fui de oyente a algunas clases de Físicas.  Al año decidí que no seguía con el doctorado y con esta visión apasionada que tengo de la vida, me fui a hacer Físicas.

¿Por qué dejaste el doctorado?

Tuve una señal muy clara. En el verano antes de empezar el doctorado me fui a una escuela de verano en Ávila a estudiar mecánica cuántica, lo pasé muy bien. Al año siguiente hice lo mismo pero en las  Azores. Al acabar este segundo curso de verano me di cuenta de que mis compañeros del curso estaban a años luz de mí y que el año de doctorado durmiendo en el laboratorio no me había aportado nada. Entonces pensé: esto no puede ser el camino, así no puedo seguir, y me matriculé en Físicas.

¿Y te convalidaron muchas asignaturas?

De hecho esa historia es interesante. Voy el 30 de abril y pregunto por las convalidaciones, y entonces, por razones que nunca me explicaron, te convalidaban no poniéndote la nota que tenías, sino que te ponían todo aprobado. Y bueno, eso no me interesaba, yo quería buenas notas. Total, que me cambio a primero, hago los exámenes y todo me resultó muy fácil. Hice el resto de la carrera de Físicas en tres años. Y además como no tenía beca, trabajaba. Había creado fama e iba más rápido que otros y empecé a tener estudiantes de mi propia carrera. Estudiaba para mi curso pero también daba clases del curso anterior. Esto fue una formación tremenda. Y luego los fines de semana iba a trabajar a un restaurante en El Saler, y ahí aprendí toda la cultura de arroz que tengo (risas). Lo pasé muy bien en ese periodo. Por un momento pensé que ya era mayor para comenzar en investigación y me presenté a un trabajo de comercial de algo. Fui, hice una entrevista y me dijeron: mañana por la mañana empiezas. Y por la mañana me asusté y dije: no, quiero seguir con mi sueño, y entonces conocí a Concha González-García.

La entrevistamos en Jot Down.

Para mí fue determinante. Cómo puedes con la misma información elegir una cosa que te va fatal y otra cosa que te cambia la vida para bien. Fue un doctorado apasionante y me entregué completamente. Ahí fue donde me encontré por primera vez con los neutrinos.

Cuéntanos un poco la temática de tu doctorado.

Estábamos en 1998 y ese año pasa una cosa fantástica en el mundo de los neutrinos, Takaaki Kajita presentó al mundo el descubrimiento de que los neutrinos que se producen en la atmósfera a partir de los rayos cósmicos oscilan entre dos identidades en su vuelo hacia la Tierra. Esos neutrinos, si te vienen directamente al detector desde el cielo o te vienen cruzando por abajo, cambian en número para cada sabor. Para comprobarlo se utilizó un detector gigante de agua con fotomultiplicadores llamado Superkamiokande, que es capaz de reconstruir la dirección de la partícula cargada que genera el neutrino al interaccionar en el agua o en la roca de alrededor. Recuerdo que tras ese descubrimiento Concha me dijo la siguiente frase: «Ahora ya se ha demostrado experimentalmente las oscilaciones de neutrinos. Ahora quedan los neutrinos solares», y me dijo «vamos a trabajar en neutrinos solares». Y entonces se fue a Brasil. Me marcó unos deberes, unos artículos y se fue. Fue un momento muy afortunado para mí, ya que trabajé con otro estudiante del doctorado, Pedro Cunha de Holanda, con el que me entendí muy bien. En tres meses empapelamos el despacho de plots, de figuras. Concha vio esa habitación llena de papeles y dijo «estos tíos valen», y se puso a trabajar sin parar durante tres años consecutivos colocándonos en la frontera de esa área del conocimiento. Ahí es donde nos conoce John Bahcall, que nos denominó en una conferencia internacional muy importante como los «speedy spaniards».

Tú te pusiste a trabajar con dos figuras muy importantes en el campo de los neutrinos. ¿Cómo ha sido la relación con este grupo?

Los científicos tenemos algunos patrones, aunque obviamente hay mucha variabilidad. Primero, la intensidad con la que típicamente para tener éxito te dedicas a esto hace que luego te guste que te reconozcan el trabajo, y obviamente este es un trabajo en el que aunque existe una parte muy significativa de colaboración es muy importante que se reconozca la autoridad y la propiedad de tus ideas. Colaboramos y competimos, como dijo Ayrton Senna: «El segundo es el primero de los últimos». Pasan cosas muy divertidas, como cuando tienes una conversación con un jefe y primero habla de «tu idea», y el siguiente día ya es «nuestra idea», y al otro día ya es «mi idea». Esas líneas a veces no están definidas y se generan complicaciones que hacen que las relaciones entre científicos vayan variando. Esto es una forma muy suave y elegante de decir que a veces hubo relaciones un poco complicadas dentro del grupo, pero era un grupo muy competitivo que ha hecho que Valencia sea conocida a nivel internacional y uno de los centros top de física, tanto experimental como teórica en el ámbito de los neutrinos.

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Si tu tesis va sobre energías solares entonces podrás explicarnos cómo brilla el Sol…

La explicación de cómo brilla el Sol tiene detrás una historia fascinante relacionada con su edad. Cómo brilla el Sol tiene que ver con cómo está emitiendo energía y por tanto, con cuánto va a durar emitiéndola. Los grandes físicos de finales del XIX creían que ya entendían todo en la naturaleza y dedujeron que el Sol funciona básicamente con las leyes de la termodinámica y, por lo tanto, conociendo el calor que está emitiendo se puede estimar su vida. La vida del Sol, se estimaba en aquella época, era de unas decenas de millones de años. Luego llega un grupo de científicos liderado por uno de los pocos grandes genios, que es Charles Darwin, y basándose en la observación de pájaros en distintas islas y otras acumulaciones de observaciones, se ponen las bases de la teoría de la evolución, y según esta estima la edad de la Tierra en cientos de millones de años. Ahí se da una de las grandes batallas para entender cómo es el Sol.

Esta historia continúa cuando llega la era nuclear y empezamos a entender que hay otra fuente de energía, que es el núcleo; entendemos cómo cambian los núcleos, cómo liberan energía, y al medir la masa del núcleo de helio se observa que falta masa, y se deduce que en la transformación de hidrógeno a helio sobra energía y que por tanto eso es una fuente de energía. Si uno ya hace los cálculos con esta nueva fuente se ve que entonces el Sol no vive en la escala de las decenas de los millones de años ni de los cientos, sino de los miles de millones, que es la edad estimada que le tenemos ahora: unos cuatro mil quinientos millones de años. El Sol brilla por mecanismos nucleares, la conocida fusión nuclear.

Entonces, parece que ya entendemos el Sol y de este modo ya no es interesante, deja de estar de moda en los años 60. En astronomía el Sol ya es un objeto conocido y están de moda las estrellas de neutrones, las grandes explosiones, otros fenómenos que se vuelven fascinantes. Pero hay un par de científicos que creen que se pueden observar los neutrinos del Sol. No les vale con la conclusión debe haber fusión, es decir, no les vale la teoría por un lado y algunos datos experimentales por otro, sino que quieren observar directamente por evidencia experimental que hay reacciones nucleares. Para eso hay que ver los neutrinos que se producen en estas reacciones nucleares. Ver directamente qué está ocurriendo. Y de hecho, ver qué está ocurriendo dentro del Sol, porque lo que vemos de fuera de él es una energía hace unos treinta mil años. Los fotones tardan en salir desde el núcleo a la superficie del Sol un promedio de treinta mil años.

El último gran avance que tenemos sobre neutrinos es del año 98, cuarenta años después de empezar. ¿Qué cosas faltan por saber?

Hay una serie de experimentos que van contribuyendo a dar más información y el experimento definitivo ocurre en Canadá, en el Sudbury Neutrino Observatory, que es un tanque de mil toneladas del agua pesada. Agua pesada cedida por el gobierno canadiense, no propiedad de experimento. Esta agua pesada tenía una propiedad que permitía observar los distintos tipos de neutrinos que venían del Sol y la suma de todos ellos. Con esos datos se descubre que en el viaje desde el Sol los neutrinos electrónicos deciden cambiar de personalidad y convertirse en los otros dos de su familia; eso se llama oscilaciones de neutrinos o conversión de sabor y de ahí se deduce que los neutrinos tienen masa. Ahora los neutrinos ya no son partículas sin masa, como predecía el modelo estándar, sino que son partículas con masa y nos tenemos que hacer la pregunta que ya hizo Majorana en los años treinta: «¿Es el neutrino a la vez partícula y antipartícula?». Y la respuesta a esa pregunta es la gran aventura que se desarrolla en el LSC de Canfranc.

Además de químico y físico eres experto en genética. ¿Cómo y cuándo se te ocurre meterte en una disciplina de la biología?

Siempre es un área que me ha interesado y en la que me he involucrado cuando he tenido la oportunidad. Tras tres cortas experiencias, al volver a España me invitan a la primera tesis doctoral que hace un estudio experimental de microbioma humano seguido en el tiempo. Aunque no entendí mucho de la tesis, me fijé en unos datos que me llamaron la atención, y en tres o cuatro días, sin haber leído mucho, sin tener mucha idea del campo, encontré una ley que me pareció curiosa. Un alumno mío de doctorado también se interesó y cambio su tesis sobre neutrinos por una sobre evolución de comunidades. Era un área que estaba en ese momento explotando y pudimos hacer algunas contribuciones muy interesantes de cómo está conectada la evolución de tu microbioma con lo que está pasando contigo, con la toma de antibióticos, ingesta de elementos externos, con tu estado de salud desde el punto de vista de obesidad, alimentación o incluso con otros estados de salud. Y es algo que puedes matematizar, que puedes reescribir con ecuaciones. Y ahí, para mí, se abrió el mundo, porque es una de las áreas en las que estoy trabajando con virólogos y con matemáticos. Se trata caracterizar este ecosistema interactuante de múltiples sistemas, con ecuaciones como se hace ahora, que son típicamente deterministas, muchas enlazadas pero incluyendo toda esta parte de la estocasticidad que dan todos los elementos que no controlas. Y esto está en la frontera del conocimiento y por lo tanto me pareció muy atractivo.

La mayoría de los experimentos que hay en Canfranc son de física, pero tu primera toma de contacto con el laboratorio fue un experimento de biología.

Yo venía con frecuencia al LSC para dar charlas y participar en eventos y el antiguo director, Alessandro Bettini, siempre me preguntaba en qué andaba metido y yo le decía que con temas de biología. Como el LSC quería crecer en otras áreas, además de la física, Bettini me animó a proponer una investigación en el área de biología. Un día caminando por el túnel se me ocurre que podía ser buena idea perforar la roca del túnel y ver lo que está viviendo ahí, y como el coste era tan bajo nos dieron vía libre. Encontramos una serie de bacterias arqueas viviendo que se quedaron aisladas cuando todas estas montañas estaban en el fondo del mar. Cuando se forman los Pirineos y desaparece el mar esa roca caliza los deja ahí, y están sobreviviendo quitándole la energía a los minerales. Son grandes supervivientes, obtienen energía tomando electrones de los metales.

¿Y esta arqueas se podrían encontrar en Marte ?

De hecho lo que se quiere hacer en Marte es perforar y ver si también hay extremófilos que estén vivos como estas arqueas. Otra de las cosas que queremos explorar, aprovechando que estamos debajo de una montaña, es una propiedad de inicio sorprendente. Sabemos que más radioactividad de lo normal daña la vida, así que se podría intuir que menos radioactividad les beneficiaría. Pues resulta que la baja radioactividad también es perjudicial para la vida. Tenemos un ruido presente que no vamos a evitar, que es el ruido que produce todo el espectro de ondas visibles y ultravioletas, que está generando toda la radioactividad y rayos cósmicos que están atravesándonos constantemente. Lo que pretendemos es que los físicos ayuden a los biólogos a trabajar en entornos controlados de radioactividad para entender cómo esta influye en los procesos celulares y, en definitiva, en la vida.

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Carlos nos ha explicado cómo innovan en el LSC en la nueva normalidad, que no tiene por qué ser normal. Él la hace extraordinaria, y tú también puedes conectarte a esa corriente. La de una no normalidad conectada a un mundo más sostenible. El primer MINI 100% eléctrico es el mejor comienzo. Y empieza aquí https://www.mini.es/mini-electric

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