Arte y Letras Lengua

Una lengua es un dialecto con un ejército y una fuerza naval

pdigcreo

אַ שפּראַך איז אַ דיאַלעקט מיט אַן אַרמיי און פֿלאָט. (Una lengua es un dialecto con un ejército y una fuerza naval)

Max Weinreich

Una creencia limitante común a muchos individuos —de esos que discuten en voz muy alta en las barras de los bares— consiste en hablar de las lenguas minoritarias como si fueran dialectos porque no tienen el poder de un Estado fuerte que las respalde. Un lugar común que se materializa cuando afirman, golpe de puño mediante, que tal lengua minoritaria es en realidad un dialecto de otra con muchos más hablantes. Ese poder, en un principio, fue casi siempre militar y dio lugar a la conquista y repoblación de muchos territorios. Sin embargo, no todas las lenguas tuvieron poderosos ejércitos de hablantes extendiéndose allende los mares. Más bien al contrario; inglés, portugués, español, francés… son excepciones, y las alrededor de seis mil lenguas habladas hoy en el mundo son eso, lenguas, formadas por dialectos, que no son más que variedades geográficas de las mismas. Por alguna razón arbitraria y no lingüística, unas variedades tienen más prestigio que otras.

El aforismo arriba referido, cuyo origen se atribuye a Max Weinreich, sirve para indicar parte del motivo de ciertas actitudes negativas respecto al estatus de muchas lenguas minoritarias y, además, ayuda a ilustrar cómo el interés por construir nuevos imperios favoreció que idiomas inicialmente no mayoritarios se tornaran poderosos. El punto de partida es el siglo XV. Por aquel entonces ya se aceptaba que la tierra era redonda y las principales potencias marítimas europeas, Portugal y Castilla, decidieron emprender la aventura de navegar alrededor de la costa africana y adentrarse en el Atlántico. La intención era hacer negocios con los productores de especias de Asia, pero querían evitar la confrontación con los comerciantes del Imperio otomano que entonces dominaban el Mediterráneo oriental. Nadie imaginaba que Cristóbal Colón llegaría a América accidentalmente. En dos siglos, los conquistadores portugueses y españoles establecieron colonias, mercados y rutas comerciales en todo el mundo. A partir del siglo XVII, Portugal y España entraron en competición con Holanda, Francia e Inglaterra —poderes marítimos y económicos importantes en aquella época— y durante los dos siglos siguientes el mapa del mundo cambió muchas veces. Como consecuencia, lenguas originalmente no mayoritarias se extendieron por África, Asia y América de tal modo que multiplicaron asombrosamente su número de hablantes. El inglés, por ejemplo, tenía entre cinco y siete millones de hablantes a finales del siglo XVI; ahora tiene casi trescientos cincuenta millones de hablantes nativos. Del contacto lingüístico entre comerciantes y colonos europeos que necesitaban comunicarse con los pobladores de origen no europeo, surgieron otras variedades, conocidas ahora como lenguas pidgin y creole.

Baste recordar que la búsqueda de la lengua primitiva, un tema perfectamente aceptable hasta el siglo XVIII, fue suficiente, en la segunda mitad del siglo XIX, para reducir cualquier discurso no digo a error, sino a un mundo de quimera y ensueño, pura y simple monstruosidad lingüística.

Michel Foucault

Hace ya mucho tiempo, Francis Bacon observó que hay nombres para cosas que en realidad no existen como también hay cosas sin nombre porque estas todavía se desconocen, y advirtió que algunos términos se derivan de una abstracción incorrecta. Es el caso que nos ocupa. Si los términos lengua y dialecto se malinterpretan con frecuencia, más confusión hay cuando se habla de pidgin y creole. A estas lenguas se les ha negado repetidamente el propio estatus de lengua, prejuicio que se ve claramente reflejado, por ejemplo, en los listados que se elaboran para enumerar todas las lenguas del mundo, donde muchas veces no aparecen. También ha habido una tendencia a descartar que sean dialectos de las lenguas de los colonizadores; en esto hay una correlación innegable con la raza —se considera que los descendientes de los europeos hablan variedades geográficas de las lenguas europeas, pero no los descendientes de, por ejemplo, los africanos—. Probablemente por eso, lo más fácil para todos ha sido agruparlas en una única clase bajo los términos pidgin y creole.

Las lenguas pidgin y creole son el resultado del contacto entre las lenguas de los comerciantes y/o los colonizadores, y las del resto de pobladores, en antiguas rutas comerciales y colonias. Las pidgin —palabra que se cree que proviene de la alteración en chino de la voz inglesa business— surgieron en rutas concebidas para el comercio, como las de Asia o la de los esclavos en África. Sus hablantes mantienen sus lenguas nativas porque el pidgin funciona como una lingua franca —término con el que originalmente se conocía al pidgin del Mediterráneo que posteriormente pasó a llamarse sabir—. Por lo tanto, un pidgin es una lengua creada para usarse en transacciones comerciales por individuos que no tienen ninguna lengua común. Ejemplos hay en todo el mundo: en los Estados Unidos, Surinam, Nigeria, Túnez, Zambia, Liberia, India, Indonesia, Australia… Muchos, como es el caso del russenorsk —usado por comerciantes rusos y pescadores noruegos hasta el siglo xx—, han desaparecido al dejar de ser útiles. Excepcionalmente, algunas de estas lenguas comenzaron a tener hablantes nativos, como el tok pisin de Papúa Nueva Guinea o los pidgins de Nigeria y Camerún. En estos casos, algunos lingüistas las clasifican como pidgins expandidos o nativizados, y otros, como creoles. Si bien es cierto que los términos se refieren a algo muy parecido desde el punto de vista puramente lingüístico, su evolución no fue igual —los resultados son similares pero la historia es diferente—.  

La mayoría de las lenguas creole, o las que lo son en sentido estricto, no surgieron en rutas comerciales, sino en pequeñas colonias que no tardaron en transformarse en grandes plantaciones —sistemas de producción masiva— dedicadas principalmente al monocultivo de tabaco, algodón y caña de azúcar. Ejemplos de creole son: el gullah de los Estados Unidos; el saramaccan y sranan de Surinam; en las islas del Caribe, las más conocidas son el papiamento, el jamaicano y el haitiano; en Colombia, el palenquero; en la República Democrática del Congo, el kituba; en el Índico, el creole de las islas Mauricio y las Seychelles…

Asi ke bo a kelé chitiá ku mi awe?

¿Así que usted quiere hablar conmigo hoy?

(Ejemplo de palenquero)

En el continente americano, las colonias se repoblaron con esclavos comprados en los mercados de la costa africana o del Caribe, individuos que previamente ya eran esclavos en sus tierras de origen o, en la mayoría de los casos, a los que directamente se secuestraba. Con ellos, además, convivían europeos pobres en régimen de semiesclavitud. Los europeos eran sirvientes no abonados —en inglés, indentured servants, y en francés, engagés— que, con el fin de huir de la pobreza en Europa, se prestaban a cruzar el Atlántico para ir a servir a una plantación durante un periodo de tres, cinco o siete años a cambio del pasaje y de la manutención. Pasado el tiempo estipulado, recuperaban la libertad —si sobrevivían— y, dependiendo de su contrato, podían recibir una compensación económica o un trozo de tierra. Esto ocurría así en la teoría, en la práctica también se coaccionaba y secuestraba a gente —disidentes políticos, condenados a muerte, niños …—. La mayoría de la población de la isla de Montserrat en el siglo XVII y principios del XVIII era de origen irlandés, irlandeses rebeldes; otro ejemplo es el de un alcalde de Bristol que se hizo tristemente famoso por enviar a niños a las colonias.   

Las plantaciones solían estar gestionadas por sus propietarios y otros hombres de confianza que mandaban sobre los capataces, que eran de raza blanca o negra. En la jerarquía social de la plantación, a los capataces les seguían los trabajadores cualificados —también blancos y negros—, los esclavos de la casa y, finalmente, los esclavos del campo. Con el paso del tiempo y como consecuencia de las relaciones sexuales entre blancos y negros, surgieron grupos de mulatos, creoles —ahí tenemos el origen de la criollización—.

Apenas hay documentación sobre cómo eran estas lenguas al principio —al poco de fundarse las colonias— pero es prudente suponer que no eran más que dialectos de la lengua mayoritaria, la de los colonos europeos y sus sirvientes blancos. Sin embargo, la vida en las plantaciones era tan dura que la esperanza de vida en la mayoría de colonias era solo de cinco a diez años tras la llegada, así que los colonos tenían que importar mano de obra —la mayoría población esclavizada de origen africano— para poder explotar sus plantaciones. Con esta situación, la lengua de la colonia se iba modificando tanto por diferencias idiolectales o individuales como por el contacto con otras lenguas recién importadas. Esto causaba la introducción en mayor o menor grado de elementos divergentes de las lenguas de los fundadores dependiendo del tiempo de exposición de unas lenguas a otras, del tipo de relación que hubiera entre los hablantes y de las distancias tipológicas entre las variedades.

Todo esto lo sabemos por las observaciones de muchos viajeros, entre ellos, Flannighan, una mujer irlandesa que vivió en la isla de Antigua durante bastantes años de la primera mitad del siglo XIX y que, en el relato que hace de su estancia, apunta que los creoles —la población autóctona— hablan inglés muy mal, pero nada en comparación con los negros —la mayoría población importada—, cuya habla es ininteligible. Desde esa época, las lenguas creole pasaron a considerarse, y muchos todavía las consideran, monstruosidades lingüísticas, en palabras de Foucault. El reto de los criollistas es derrumbar ese mito y revertir los efectos sociológicos y epistemológicos de esa ideología.

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13 Comments

  1. ¿Y?
    Foucault era un totem hacia los 80s, pero hace tiempo que citarlo es como tropezar con una mina Claymore. Porque el tipo criticaba, criticaba y criticaba… pero jamás fue capaz de proponer una mínima solución a problema alguno. En este caso, tampoco solventa el problemilla de que a mayor número de idiomas, mayores problemas de trasmisión. Lo mismo la convergencia hacia unas pocas lenguas tenga que ver con la economía. Imaginemos un google traslator con 6000 idiomas. Sólo para buscar la patilla de qué idioma traducir a cual se nos iría el día.
    En suma, otro artículo que hace buena a la wikipedia. Promulticultural y tal, pero mezcla unas cuantas cosas y no cuenta nada que no supiéramos.

    • sergio34

      ¿Es esto un metacomentario? Critica, no aporta, y mezcla 4 o 5 ideas vagas sin mucha coherencia, ¡qué pereza da la gente que vive gruñendo! El artículo, sin embargo, lo he disfrutado.

      • Constantino

        El autor del «metacomentario» está diciendo de modo diplomático que no basta con unos apuntes semiuniversitarios para hacer un artículo, cosa en la que coincido. Emilio de Gorgot, E. J. Rodríguez, Sergio Andrés Pérez o el añorado Rodrigo de Luis, cuando presentan un artículo, hacen literatura. Lo que escriben no lo encontrarás en la wikipedia. Ahora, el catálogo de obviedades que ha presentado Teresa Galarza son meros apuntes.
        Lo decía Iriarte: guarde para su regalo / esta sentencia un autor: / Si el sabio no aprueba, malo. / Si el necio aplaude, ¡peor!

    • Teresa

      La intención de Foucault no fue nunca solventar «el problemilla de que a mayor número de idiomas, mayores problemas de trasmisión.» Afirmación que dudo mucho que a Foucault le pareciera digna de pensar en ella, por absurda.

      Criticas mi artículo pero no has entendido absolutamente nada. Mejor sigue con la wikipedia.

  2. Héctor

    No soy lingüista ni nada parecido, pero siempre he pensado que hay lenguas más eficientes que otras (dicen lo mismo con menos), más eficaces (lo dicen con más exactitud) y más flexibles (crean neologismos con facilidad) así que quizás una lengua es un dialecto con un ejército, una fuerza naval y también mejores armas. He disfrutado del artículo.

  3. Gringo

    Mayor número de idiomas no supone mayores problemas de transmisión, siempre y cuando la gente maneje una lingua franca.
    Antes era el latín y ahora el inglés.

  4. Estrictamente hablando y en general, una lengua es un sistema de signos con un carácter social, que por circunstancias de orden principalmente político puede convertirse en un idioma, una lengua oficialmente reconocida como predominante por el Estado, que tiene al Ejército como su columna vertebral. Mientras que un dialecto es una variedad regional de una lengua. Por ejemplo: la lengua española, que por efectos de orden político se expandió en América y que entró en contacto con las lenguas vernaculares, tiene macrodialectos latinoamericanos, dentro de los cuales están el español colombiano o peruano, por ejemplo, y a su vez, en cada país, existen dialectos internos, por ejemplo, el español andino en Perú. Asimismo, las lenguas originarias tienen su propia variedad dialectal. Ahora bien, siempre hay discusión en la clasificación de determinados dialectos.

  5. Pues yo hablo solo de mi Patria,
    que como frontera tiene esa palabra:
    Frontera.
    No hay una línea costera
    o una raya sobre la tierra
    que delimite tonadas, inflexiones.
    canción de cuna o serenatas.
    Ni hablar de aquellas de los amores
    que al final solo dan lástima.
    Por supuesto que hay Política
    en mi patria, Religión y Arte,
    no porque sean necesarias,
    sino porque existen tales palabras.
    Y hay que reconocerlo. Es una lucha
    sin cuartel y sin sangre de prioridades
    porque nadie sabe a ciencia cierta quién
    nació primero,
    si la reunión de cuatro gatos soñadores
    o las palabras majestuosas: Política
    Amor, Religión, Filosofía y Arte,
    y la mía, como toda patria que se precie
    también invade la del vecino
    pero sólo para saber de qué diablos habla
    dejando un reguero en el camino
    después de la batalla con muertas
    e inválidas palabras.
    Velay, Tata. Es todo tan complicado.
    Mi mama me enseñó a decir que
    me voy pa’las casas, o volvía
    de las casas. De grande supe
    que en España los españoles
    pretenden tener solo una sola casa.

    Excelente artículo como siempre, señora. Estas minoridades inermes, como los niños, mujeres y animales merecerían mayor cuidado.

  6. Teresa Galarza

    Gracias.

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