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La peste a azufre de Woody Allen

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Foto: Cordon Press.

Todo el mundo tiene una opinión sobre Woody Allen y qué mejor ocasión que la publicación de sus memorias para apostarse en la trinchera y hacerse oír. Se titulan A propósito de nada (Alianza) pero sirven para todo propósito en materia de exhibición moral: por ahí siguen dándose sartenazos los que presumen de wokerismo llamando a boicotear el soliloquio de quien consideran un pedófilo y los acérrimos discípulos que han colapsado Instagram (y Wallapop) a golpe de selfis subversivos porque ellos sí las iban a leer. Palabra clave: presumir. 

Tenía que pasar. Si antes de su publicación la autobiografía de Allen fue insólita en varios aspectos su editorial las rechazó sin leerlas por la presión de Ronan Farrow cuando llegara a nuestras manos merecía también alguna extravagancia. Y ahí la tienen: el libro, además de convertir la lectura en un posicionamiento ideológico previo, ha servido para decir más de quien las lee que de quien las protagoniza. 

Pero A propósito de nada es bastante más que una excusa para exhibir certificados de cinefilia o de compromiso social.

Todo el mundo tiene una opinión de Woody Allen, incluido Woody Allen. Que no es la más amable de todas, por cierto. «Yo no soy nada interesante, soy extremadamente superficial y desilusiono a los que llegan a conocerme», avisa. Si es usted de los que cree que conoce al cineasta porque es una especie de mosaico personificado de los personajes de sus películas, prepárese para equivocarse. 

Quizá eso sea en lo único que le haga cambiar de opinión sobre él. Porque, aunque a veces finja lo contrario, Woody Allen no ha escrito cuatrocientas cuarenta páginas para convencerle a usted de nada de lo que no venga convencido ya de casa. Sí, hablamos de «el tema». Si cree férreamente que abusó de una de sus hijas y se casó con otra, el centenar de páginas que dedica a explayarse sobre el asunto de Mia Farrow, Soon-Yi y lo que ocurrió el 4 de agosto de 1992, no le van a mover ni un ápice de su convicción. Ni aunque le explique que ni una era su mujer, ni otra su hija, o le detalle los informes presentados ante el juez. 

Ahí radica la trampa de un libro que se ha publicitado como relato expiatorio: que en ese sentido, es papel mojado. Porque los que ya le han declarado culpable por acusación o bien no se acercarán (reivindicativamente) a cuatro kilómetros de un ejemplar, o acudirán en exclusiva a los pasajes más salseantes para entresacar pruebas que apuntalen en el veredicto inculpatorio. Para ellos, una ayuda: el quilombo empieza en torno a la página doscientos cuarenta y dos. Justo después de que Allen hable de cómo Zelig ha entrado en el vocabulario popular con un significado que él no le confirió cuándo rodó la película: «Zelig debería definir principalmente a esas personas que abandonan constantemente su postura inicial y adoptan cualquier otra que sea más popular», dice. Acto seguido, empieza el acto de Mia Farrow y la versión de los hechos del cineasta. 

Serán los fragmentos más fusilados y con más repercusión, pero sobre todo son los más desagradables de la obra. Nada que no anticipara uno de los hijos de la actriz, Moses, en su crudísimo relato de cómo de truculenta fue la infancia en la casa Farrow. Allen sigue esa línea de los hechos y se sumerge en ello a pulmón, sin ahorrarnos la sordidez de todo ese lío de adopciones con devolución, niños con problemas físicos, hijos a medio adoptar, paternidades discutidas con la genética y manipulación de retoños. La semblanza que hace de quien fuera su extraña pareja durante trece años está escrita con machete: «No es extraño que dos de sus hijos terminaran suicidándose», dice, entre otras muchas lindezas, entremezcladas con loas a su desempeño profesional en sus películas. 

Él aparece, literalmente, como «un asno», un «negado», ciego ante lo que ocurría realmente, que jamás detectó indicios de nada de lo que nos cuenta, que te deja la pelvis del revés. Una burricie, por cierto, de la que dio también muestras con el resto de mujeres de su vida. Tampoco se percató (hasta que no lo leyó en sus memorias) de que Diane Keaton sufría un trastorno alimenticio, ni de que Louise, su segunda esposa («Pequeño lascivo serafín de los cielos») no se comportaba exactamente bajo los dictados de la lógica. Pero con ellas se lleva de fábula, es imprudente obviarlo. Allen no se flagela, pero se pregunta si no debería haber percibido alguna señal de alarma con Farrow. «Supongo que sí, pero si uno está saliendo con una mujer de ensueño, aunque vea esas señales de alarma, mira para otro lado». Lo achaca a un mecanismo de negación. 

¿Es esto acaso posible? ¿Fue deliberado ignorar que Farrow era una mujer «trastornada y peligrosa» y ventajista sacarlo a relucir cuando ese trastorno se volvió contra él? ¿Tiene validez una exculpación en retrospectiva? Pues miren, ni idea. Porque cualquier biografía es por definición una narración de parte, y porque las historias sobre el desquiciamiento de Mia Farrow no son material comprobable, si acaso quisiéramos eso. Lo que sí es verificable es el otro vector de la defensa de Allen, al que dedica el mismo espacio: los informes de servicios sociales, la policía y psiquiatras infantiles. Cuando la narración se convierte en thriller legal, la cosa se vuelve bastante más árida y menos opinable. 

Pero es que es inútil. Porque el propio Woody Allen sabe que todo este embrollo se ha convertido, como él dice, más que un escándalo internacional en una polémica que «florecería hasta convertirse en una industria». Él finge darlo por zanjado con la autobiografía sabiendo que no lo está en absoluto. Porque esto no va de pruebas, informes judiciales, ni es materia de tribunales. Es una ordalía interminable. Lo dice tal cual: si la propia Mia Farrow saliera mañana mismo y reconociera que lo inventó todo, seguiría existiendo una vasta porción del público convencida de que hay algo podrido y enfermo en Woody Allen. 

Las razones no son ningún misterio. «Una vez que te han ensuciado, quedas vulnerable para siempre». Además, la salsa se espesa con otros emulgentes: sigue sin existir una forma de contar que se enamoró de una mujer treinta y cinco años menor que él, hija adoptiva de su pareja, sin que nos dé un poco de repelús. Dedica mucho (mucho) esfuerzo a evidenciar que lo suyo es amor y no parafilia, porque el hecho de que lleven veinticinco años juntos no parece fundamento suficiente. Miren, a las bravas: este asunto es un coñazo rampante. Cumplida la ley ambos eran y son adultos ¿qué obligación tiene Allen (o cualquiera) de satisfacer las prerrogativas morales de ustedes o mías? De acuerdo, siempre será una historia rarita cómo esos dos seres humanos se emparejaron, pero ¿podemos seguir adelante con nuestra vida? 

Por lo visto, no. Pase lo que pase, siempre quedará la bruma del delito para quien se empeñe en verla. Cunde en mucha gente esa sensación contradictoria que Ronan (entonces se llamaba Satchel) le expresó a Woody Allen frente a una trabajadora social: «Me caes bien, pero se supone que no debo quererte». Hoy en día se enuncia de otro modo, se enmascara con la tediosa discusión de separar artista y obra: es lícito que te quieras quedar a vivir en las películas de Woody Allen si antes confiesas que él es un sucio depravado. Rindámonos a la obviedad, como el propio Allen, y pasemos a otra cosa: «Todavía hay dementes que que piensan que yo me casé con mi hija, que Soon-Yi era hija mía, que Mia era mi esposa, que yo adopté a Soon-Yi y que Obama no era estadounidense». 

Una ironía que no significa nada 

A propósito de nada está como Delitos y faltas, no huele a casualidad divido en dos mitades: una dramática y otra más cómica y satírica. Hasta ahora hemos hablado solo de la más desabrida, un peaje para transitar a ciento veinte por la otra, que es una gozada. Especialmente el primer tercio: la infancia, adolescencia y primera madurez en el Manhattan y el Brooklyn de los cuarenta y cincuenta. Son las historietas de un niño que iba a un colegio de «maestras retrasadas», que detestaba la lectura, un «patán crónicamente insatisfecho» al que le gustaban las niñas («¿qué me tenían que gustar? ¿las tablas de multiplicar?») con una madre físicamente idéntica a Groucho Marx… Una película de Woody Allen que Woody Allen nunca filmó pero que rememora de una manera deliciosa. 

Los motivos por los que admiramos su don para contar están ahí condensados: la autoparodia cruel, el ingenio elevado a forma de arte, el costumbrismo nostálgico pero no ñoño. Las peripecias de ese Allen bisoño son descacharrantes y tiernas, una especie de Días de radio sin ficcionar. O ficcionadas, que tanto da, siguen siendo hilarantes. Tienen un regusto romántico de los que hace salivar el corazón. Este relato de inicios contiene tal derroche de talento que se lee como si, en lugar de en una pandemia mundial, uno estuviera repantingado en una tumbona tintineando un vaso con hielos. 

A partir de ahí, de manera indisciplinada y caótica, pasa a detallar cómo pasó de ser Allan Sterwart Konigsberg a Woody Allen. Y es un viaje grandioso. De escribir chistes para otros pagados en centavos a acabar subido en un avión pilotado por Mickey Mouse, figúrense. Aunque no es un libro de cine, habla de sus películas un poco como le apetece. Se detiene en las más incomprendidas, pasa por alto algunas obras cumbre y pone en evidencia que los genios (hola, Stephen King) no siempre tienen el mejor criterio respecto a su propio trabajo. Para muestra un botón: Woody Allen está convencido de que Wonder Wheel es su mejor mejor película hasta la fecha y considera que Manhattan es «injustamente elogiada». De hecho, Manhattan existe de milagro. Cuando la montó no le gustó el resultado y presionó a los de United Artist para que la guardaran en un cajón y no la estrenaran, a cambio de otra película gratis. Por los pelos. 

Historias como esa, en el libro, hay cientas. Porque, amén de otra cosa, se trata de un exquisito compendio de anécdotas en torno a sí mismo, su cine, y sus variadas neurosis. Se metió en una fiesta de Roman Abramovich pensando que era de Roman Polanski; intentó que Julia Child le diera clases de cocina, troleó a Fellini sin querer, Cary Grant le troleó a él, abochornó a la reina de Inglaterra, el rey Felipe cenó en su casa de Nueva York y no se enrolló con una hermana de Diane Keaton, sino con dos. Y sí, cumplió su sueño de conocer a Arthur Miller: «Le hice un millón de preguntas y recuerdo con toda precisión que él me confirmó que, en efecto, la vida carecía de sentido», escribe.

En general, se trata de un festín mitómano muy disfrutable, aunque por momentos se torne pelín farragoso. En su afán por mencionar a toda la gente que ha admirado, amado y compartido con él desempeño profesional, a veces el libro se vuelve un «lo que opino yo de todo el mundo». Y como somos unos melindrosos, le buscamos los tres pies al gato. Si haces un repaso tan  exhaustivo por todos los actores de tus películas, inevitablemente nuestra mirada porculera se dirigirá hacia las omisiones. ¿Por qué no sale, ni de pasada, Antonio Banderas? ¿Cómo vamos a tolerar que no se deshaga en elogios hacia Steve Carrell? El episodio de los huevos pasados por agua que dieron al traste con su amistad con Emma Stone debe encerrar algún significado, pero ni idea de cuál. Nos habría venido bien que ahondase un poco más en Weinstein o mencionara a su conocido Epstein, pero no, no lo hace. 

El de Farrow no es el único ajuste de cuentas. Allen se refiere al último episodio de su ordalía, cuando la carta de Dylan Farrow en 2014 precipitó la caída en desgracia del director. Lo que él describe como «el tiempo de los sinvergüenzas»: actores renegando de haber trabajado con él, Amazon cancelando su serie, Hilary Clinton rechazando su donación, películas sin financiación ni estreno… La bofetada que le propina al insoportable Timothée Chalamet la deben estar notando aún en Saturno. Aunque no es el que peor parado sale. Allen considera que aquello fue un proceso digno de McCarthy, en el que los actores le confesaban en privado que estaban deseando rodar con él pero no podían hacerlo por miedo a acabar en alguna lista negra. «Otros se enteraron de que no trabajar conmigo se había convertido en la última moda, como cuando de pronto todos empezaron a interesarse por el kale». Por si lo dudaban, también hay gratitud para los que, como Alec Baldwin, Scarlett Johansson o todas sus exparejas le defendieron públicamente. También para la curiosa cruzada de Robert B. Weide (no, no es un director de virales) por enfrentarse a las calumnias desinteresadamente. 

Esos accesos de amargor no consiguen avinagrar más que un rato, porque no olvidemos que quien escribe es Woody Allen. No es que el sentido cómico de la vida lo inunde todo, es que la vida se presenta como una ironía que, al final, no significa nada. Esto lo dice un tipo que reconoce que toca el clarinete «como un gallo colocado de anfetaminas» y sin embargo agota entradas para sus conciertos allí dónde va. Es legítimo ver A propósito de nada como la antítesis exacta de acudir a cualquiera de esos recitales con su banda de jazz: ni bostezará, ni malgastará el dinero ni se sentirá víctima de una estafa. 

En cambio, atisbará hasta donde nos deja al Woody Allen que no traspasa al celuloide. El estajanovista  al que no le distraen de su máquina de escribir ni cuando Oswald mata al presidente ni cuando le dan tres Óscar a Annie Hall, un señor al que no le gustan las mascotas, sufre «pánico a entrar» y se proclama un cateto que ha hecho creer a todo el mundo que es un intelectual porque tiene gafas de pasta y saber usar citas que no entiende. Alguien con una suerte sideral, porque muchas de las personas a las que idolatraba les gustaba lo que hacía: Groucho, Perelman, Bergman, Tennese Williams, Miller, Kazan, Truffaut, Fellini, García Marquez, Wislawa Szymborska. Un cascarrabias de ochenta y cuatro años que sabe que ha pagado un precio muy alto por querer a quien quiere, pero que volvería a hacerlo porque no se perdonaría jamás despreciar la ocasión de hacer un chiste. 

A propósito de nada no cambiará nada, pero qué buen rato. Para algunos Woody Allen siempre será una presencia que viene acompañada de un olor a azufre. Pero a él qué más le da. Si no quiere vivir en los corazones de la gente, sino en su puta casa, hasta que puedan extender sus cenizas frente a una farmacia. Mientras eso pasa, alitas de pollo: «A mí me parece que la única esperanza de la humanidad reside en la magia. Siempre he detestado la realidad, pero es el único sitio donde se consiguen alitas de pollo».

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56 Comentarios

  1. Veronique

    «Nos habría venido bien que ahondase un poco más en Weinstein o mencionara a su conocido Epstein, pero no, no lo hace». Exactamente.
    Y sobre el tema de Weinstein hace lo mismo que los actores con él. Echar balones fuera. No, si solamente distribuía mis peliculas, a mí que me registren. Cuando saltó el escándalo de Weinstein quito hierro al asunto hablando de caza de brujas y tal, bla, bla ,bla. Luego se tuvo que echar para atrás por miedo a la reacción de la gente. El es el primero en criticar a la gente por eso. En mi pueblo a eso se le llama hipocresia.
    A Woody Allen cada vez me lo creo menos. Y no hablo de la acusación de Dylan sino de otros detalles.
    El testimonio de Moses no sé si tendrá dosis de verdad.No obstante siempre lo he interpretado como parte de ese «control de daños» tan en boga en Hollywood para Woody por el momento en que salió.

  2. Veronique

    «De acuerdo, siempre será una historia rarita cómo esos dos seres humanos se emparejaron, pero ¿podemos seguir adelante con nuestra vida? »

    Podríamos seguir adelante con nuestra vidas si no estuviese continuamente en los medios. Desde que saltó el escándalo no ha hecho más que justificarse: en el programa 60 Minutes en el 92, en cartas abiertas, en el Times, con el perfil de Soon Yi, el blog de Moses, la entrevista de Jorge Lanata, The guardian…etc. Para alguien que dice que no le importa lo que piense la gente está continuamente dando su versión. No contento con eso saca una biografía-bestseller. Es cansino este hombre. Ya no has quedado claro que su ex está perturbada, su hija confundida y su hijo hace un mal periodismo. Que se dedique a hablar de sus películas de una vez.

    • No es que se justifique, es que con atrocidades como las que han dicho de él lo que hace es defenderse, ni más ni menos. No es suficiente con que judicialmente le hayan exonerado dos veces y las autoridades infantiles de Nueva York no apreciaran nada punible, pero las tricoteuses siempre están dispuestas a seguir con el colmillo goteando.

      • Veroniqiue

        De muchos famosos se dicen barbaridades. Ni que fuese el único. Son personajes públicos. La diferencia es que esas «barbaridades» las expone su exfamilia y pretende que el público tomemos partido por él. Al público solamente se le puede exigir que pague por sus películas o trabajo no por el alegato de defensa que se marca con este libro.

        • El público paga por lo que le salga de los cojones, joder

        • ¿Pero de qué barbaridades comparables a lo que lleva padeciendo Woody Allen me hablas? ¿Qué artista ha sido vetado en su país a causa de gravísimas acusaciones no demostradas? Los límites a los que estamos llegando hoy día son peligrosísimos. Ya no se trata de demostrar la culpabilidad de alguien, sino de que ese alguien tenga que demostrar su inocencia porque lo diga una ex esposa resentida. ¿Te das cuenta del precedente que eso puede suponer a cualquier nivel? Te recomiendo la excelente película de La Caza (2012) de Thomas Vinterberg, y a ver qué te parece o qué conclusiones sacas.

          • Veronique

            He visto «La caza», muy señor mio. El público paga por lo que le da la gente y el público cree a quién le da la gana. Le recuerdo que la que hace la denuncia es la Dylan adulta, no su madre. La podemos creer o no pero hay que tener en cuenta que es la ADULTA la que habla, no le quitemos su VOZ, por favor. Lo hace apoyada por un hermano que asegura que se entorpeció la investigación y que el juez de custodia señaló que habia comportamiento inapropiado. En el supuesto de que no hubiese componente sexual en ese «comportamiento inapropiado» queda claro que Woody no fue ese padre ejemplar que dice ser: «No sin mi hija». Usted cree que la expareja estaba pirada, la hija confundida y el hijo hace un periodismo de mala calidad. Deje que lo demás tengan su propia opinión, si quieren recelar del bestseller-defensa del colega de Epstein y no comprar su vida están en su derecho. Sepa usted que con sus películas no tengo problemas porque es su trabajo. Lo único que me atrevo a defender y compro.

            • Pues he disfrutado su autobiografía y la he comprado no solo porque amo a Woody Allen como cineasta, sino por la infame campaña contra él que se ha instigado desde Hollywood. A él le da igual que le perdone su ex familia porque sabe que el adoctrinamiento al que les sometió Mia Farrow es imposible de erradicar, como cualquier ideología o religión que se impone a machamartillo. Lo que es vergonzoso y creo que es lo que más le duele es el ver cómo gente con la que ha trabajado le da la espalda en aras de la corrección política. O que le cierren las puertas a la financiación de su obra. Eso es lo grave. Tú das por hecho que el perdón de su ex familia es más importante que todo eso y te pasas la presunción de inocencia y las distintas sentencias judiciales por el forro. Bonita sociedad nos está quedando.

              • Veronique

                Par mí sería más importante el perdón de mi familia que lo que pensara la gente de mí. Todos no somos iguales. Con este libro no busca el perdón sino echar más gasolina al fuego. Es que no se dedica a destrozar a Mia sino a toda su familia al completo. Utilizando a gente muerta que no se puede defender. Hay un límite que ha cruzado de mal gusto por mucho que nos guste como director.

                • Veronique, hay mucha negatividad en todos sus comentarios. Pareciera que fuese usted Ronan Farrow disfrazado de mujer. Nada de lo que usted ha dicho se sostiene.

                  Si usted, Veronique, fuese un personaje público y dijesen de usted cosas terribles (pederastia,violación, incesto con una retrasada, etc.) esperamos que reaccionaría también. A la luz de su capacidad de respuesta en este foro, parece que superaría al señor Allen con creces en su capacidad de respuesta.

                  La única hipocresía que veo aquí es la de aquellos que se empeñan en ver algo que no hay, sólo porque les gustaría creer que lo hay, para afianzar sus convicciones sobre una causa. Los hechos, no cuentan. ¿Qué más dan los hechos? ¿No consiste en esto la era de post-fascismo que arrasa Occidente?

                  Es tan claro y evidente (mucho antes de este libro) que la historia de Mia Farrow es una invectiva enfermiza llena de rencor… Podríamos poner 100 argumentos lógicos, pero al otro lado, se dirá «hay algo en la mirada de Allen que nunca me ha gustado y no me fío». Bienvenidos al terraplanismo neo-puritano.

                  • Veronique

                    Si me acusaran de algo que no he hecho desde luego que no echaría mierda a otros sacando unos beneficios monetarios con la publicación de unas memorias para defenderme. Gestionaría mejor los problemas con mi familia para empezar.

                    • Seguro que sí, Veronique, seguro que sí.

                      Seguro que Woody Allen tiene graves dificultades económicas y maquiavélicamente, 30 años después de que todo estallase, publica un libro contando su vida y sus trapos, porque «necesita» lucrarse de ello. Qué astuto plan.

                      Quizás está a punto de arruinarse, porque, es verdad: por culpa de acusaciones falsas en los puritanos EEUU ya no introducen sus películas al mercado.

                      En esto tiene usted la razón. Sólo que no la tiene.

              • Veronique

                ¿Infame campaña de campaña de Hollywood?. Me habla usted de ese sitema acostumbrado a mirar para otro lado…

                • De Hollywood, del establishment de lo políticamente correcto…Llámalo como quieras. Negar que desde hace tiempo hay una campaña orquestada contra Woody Allen sí que es mirar para otro lado.

          • Veronique

            ¿Ha visto usted el documental de Jeffrey Epstein o leido el libro Depredadores de Ronan Farrow?. Véalo y léalo. La ficcion está muy bien porque nos ayuda a comprender cómo funciona el mundo pero la realidad nos obliga a tomar conciencia de lo que permanece oculto.

            • Dado que el trazo que usa en sus memorias para describir a los que considera villanos es muy grueso, me encantaría preguntarle a Woody Allen qué hacía él, que no es especialmente afín a las fiestas, en aquella fiesta de Jeffrey Epstein que acababa de salir de la cárcel tras declararse culpable de delitos de explotación sexual de menores. Porque puestos a señalar villanos, pocos cumplían mejor el perfil.

              He visto todo su cine y le sigo desde la adolescencia pero, hombre Woody, no me vendas esa enorme preocupación por el bienestar de los hijos de Farrow cuando nunca lo denunciaste (a pesar de la gravedad de lo que narras) y no tuviste ningún reparo en acudir a la fiesta de un sujeto que ya figuraba en un registro federal de delincuentes sexuales. Entiendo que quiera defenderse de las acusaciones, pero hay que tener cuidado con pasarse de frenada y tomar a la gente por idiota.

              • No es lo más edificante asisitr a la fiesta de Epstein, pero por esa regla de tres, ¿metemos en el saco de los pederastas a todos los que acudieron a la fiesta? ¿Metemos en el saco de los acosadores a todos los que hicieron películas con Harvey Weisntein, como Tarantino y demás célebres actores que sabían desde hace 30 años cómo se las gastaba el productor? No es una acitud loable, desde luego, pero de ahí a admitir la causa-efecto por la cual si te relacionas con un personaje indeseable tú eres igual…

                • No le he metido en ningún saco de pederastia ni he establecido una relación de causa-efecto. Como no tengo ni idea de lo que pasó no juzgo ni a Allen ni a Farrow, pero no deja de sorprenderme la facilidad con la que algunas personas colocan el aura de santo a uno y el papel de villano al otro. Como fan de Allen, a mi sesgo de confirmación le resultaba mucho más fácil y cómodo quedarse con todo lo que favorecía a Allen. Conozco bien su obra y su imagen como para saber que estas memorias son un salto a una piscina infantil con flotador, un ejercicio de márketin perfectamente medido y muy inteligente. No esperaba a un Naipaul, pero sí un poco más de valentía, en general, no me refiero a las acusaciones. Aún así las he disfrutado porque me gusta mucho el autor.

                  No obstante, y como sí hay pasajes en los que se le empieza a ver el plumero con una imagen de santo varón muy preocupado por los hijos de Farrow, me encantaría preguntarle por su amistad con Epstein. Me cuesta mucho entender cómo se puede ir a esa fiesta. Porque vamos a presuponer que todas esas personas que se relacionan con Epstein no supieran a qué se dedicaba ni lo psicópata que era, pero es que cuando van a esa fiesta en honor al príncipe Andrés, ese señor ha estado en la cárcel tras un pacto con el fiscal por explotación sexual de menores a las que prostituía. Igual soy rara, pero como me parece deleznable el abuso y la explotación sexual de menores, no puedo encajar que se pueda acudir a la fiesta de un pederasta como si nada hubiera pasado. No solo acudió a esa fiesta, sino que tenía una relación de amistad con Epstein. https://www.nytimes.com/2019/08/12/business/jeffrey-epstein-interview.html

                  Con esto no trato de insinuar que él también lo sea, sino de dejar claro que hay muchos claroscuros en la vida de Allen, al igual que en la de Farrow, y que hay tener mucho cuidado con echar leña al fuego de ninguno porque son vidas de las que sabemos poco más allá de lo que ellos mismos y otros cuentan sobre ellos.

                  • A Farrow le preguntaría por Polanski.

                  • Él mismo admite que su relación con Soon-Yi no se ajusta a lo que pueda considerarse normal pero, siendo ambos adultos en plena posesión de sus facultades mentales, ¿quiénes somos para juzgarle?
                    Entendería que fuera una maniobra publicitaria de descargo y redención si Allen tuviera 40 años y le quedase la mitad de trabajo por hacer, pero con 85 y en el ocaso de su carrera lo único que veo es un alegato de defensa, con múltiples hechos objetivos. No sé qué beneficios puede obtener teniendo en cuenta que en su país es un apestado, más allá de que le dejen en paz, que no es poco. Económicamente ya ha ganado lo suficiente como cineasta como para que necesite el dinero que las memorias le proporcionen en el resto del mundo (Europa básicamente).

                    • Hombre, teniendo en cuenta lo cuesta arriba que se lo estaban poniendo, claro que tiene sentido que sacara estas memorias para defenderse y ajustar cuentas, lo que pasa es que en su ajuste de cuentas se le va algo la mano con dimes y diretes de personas que ni siquiera están vivas. No me cabe ninguna duda de que sus abogados se han asegurado de que no haya una palabra de más que pueda suponerle una denuncia, pero su brocha para los que considera villanos, además de gorda, no es muy limpia (y no me refiero a Farrow). Los pocos villanos son muy villanos y del resto del mundo siempre hay algo positivo que decir. Como ya dije, Allen no es Naipaul y le importa mucho tanto su imagen como lo que los demás piensen de él. Las memorias son entretenidas y yo las recomiendo, aunque son una apuesta muy segura y ya conocida para quienes le seguimos y hemos leído sus biografías. Aunque es algo que me pasa en general con las autobiografías que, salvo honrosas excepciones, no me parecen ejercicios de honestidad, sino de autobombo. Por lo demás, le deseo la longevidad de sus antepasados y una larguísima carrera porque, cuando no esté, se le va a echar de menos.

              • Else Verwoerd

                Woody Allen nunca visitó una «fiesta de Epstein». Tampoco Katie Couric, George Stephanopoulos o Chelsea Handler, quienes estuvieron presentes en el ‘evento’ en la gran mansión de Epstein.
                Si estudia los hechos, aprenderá lo que sucedió. Después de la liberación de Epstein, invirtió en volverse ‘sociable’ y aceptó nuevamente en los círculos de Nueva York. Eso no es extraño, porque se ganaba la vida con contactos influyentes.
                Así que invocó la ayuda de una muy influyente ‘organizadora de eventos’, Peggy Siegal. Invitó a un gran número de neoyorquinos a un evento con el príncipe británico Andrew, a raíz de las bodas reales británicas. El nombre de Epstein no fue mencionado en la invitación. Solo se dio la dirección.
                Mucha gente apareció. Woody y Soon-Yi se fueron temprano. Hay una fotografía de ellos saliendo a plena luz del día. Es posible que se hayan ido cuando descubrieron la verdadera intención detrás del ‘evento’ organizado por Siegal.
                De ninguna manera Woody Allen ‘festejó con Epstein’, aunque a sus enemigos les encanta contar esta historia en los medios.
                Para obtener más información, busque en google ‘Jeffrey Epstein era un delincuente sexual. El poderoso le dio la bienvenida de todos modos ‘, un artículo del New York Times que es muy informativo.
                Ah, y ¿crees que Katie Couric es una abusadora de menores?

                • Pocas cosas más humorísticas que intentar hacer creer a alguien que Allen, que detesta las fiestas y tiene fobia a entrar hasta en las de sus amigos, va a acudir a una fiesta en la que solo figura una dirección y el nombre de un miembro insulso de la realeza británica de gancho.

                  https://www.nytimes.com/2019/08/12/business/jeffrey-epstein-interview.html

                  Imagino que la foto con Allen, junto a la de Clinton, que tenía Epstein en su casa la tomaron porque aún no le había dado tiempo a salir corriendo al ver que posaba con él y que el ofrecimiento de Epstein al periodista para cenar con él y con Allen el sábado, nunca desmentido por el equipo de Allen, fue fruto de su imaginación.

                  Soy fan de Woody Allen y llevo siguiéndole desde la adolescencia, así que conmigo no tiene que hacer ninguna labor de marketing. Lo que sí le sugeriría, por el bien del propio Allen, es que no insulte la inteligencia de las personas y que abandone el tono-rodillo de RR.PP. porque le hace un flaco favor. Si estuviera en Twitter, pensaría que me ha saltado una cuenta semiautomatizada de control de imagen de Allen. Y da bastante cosita.

              • Else Verwoerd

                Disculpe. El título en inglés de esa publicación es: ‘Jeffrey Epstein Was a Sex Offender. The Powerful Welcomed Him Anyway’. (Google Translate was a bit over-enthusiastic :-)

    • Más que justificarse, a mí me parece que lo que ha estado haciendo es defenderse….

    • La acusación de pederastia, como tener el sida en los 80 (y aun ahora, pero menos) es de las que no se limpia con nada. A Woody Allen le han cancelado películas, series y rechazado la biografía. Por suerte para él, le ha pillado con 80 años y millonario, pero si no estamos hablando de una acusación que hace que pierdas tus amigos y tu trabajo.Y luego, lógicamente, todo lo demás que poseas: la casa, el coche y hasta el perro. Felipe II decía aquello de que «al final la verdad se hará a la luz» y ahí tenemos la leyenda negra para demostrar que no es cierto: si te acusan de algo y no te defiendes inmediatamente, y te defiendes mucho, ya para luego estás jodido para siempre. Incluso defendiéndose mucho, alto y constantemente las Veronique del mundo no te van a perdonar, pero al menos necesitas a la otra mitad del mundo o estás muerto.

      • Veronique

        Repito: no tengo problemas en ver sus películas. Otra cosas es que me crea su vida/defensa. Siento que me está tomando el pelo un rico privilegiado con contactos. No es el mundo el que tiene que perdonar a Woody Allen sino su exfamilia.

        • Veronique ¿Sabe usted algo que los demás desconocemos? Toda esa vehemencia, ese entusiasmo por señalar a WA ¿Lo basa en la información que ha leído en los medios? ¿No encuentra en esa información algún rastro de duda?

  3. Pues dan muchas ganas de leer el libro, por los pasajes divertidos y su infancia y juventud.

  4. A mí hay unas 10 películas suyas que me gustan mucho, y es lo único que me interesa de él. Si es o no un pederasta o un violador no va a hacer que me dejen de gustar esas películas. Lo que nunca he llegado a entender, y me doy por vencido, es el afán de opinar sobre cualquier cosa (incluso de lapidar), tengamos o no la más mínima idea o información del tema.

  5. A propósito de nada, Woody Allen es un genio.

    • El último genio del cine vivo junto a Scorsese.

      • Como corolario, perfecto.

        A Carmen y Dani, muchas gracias.

        • Ataúlfo Llàdor

          A mí me gustan sus pelis tanto como los libros de Céline.

          • Qué perspicaz. Supongo que quiere hacerse el gracioso comparando al gran escritor Cèline, antisemita y nazi reconocido con el gran cineasta Woody Allen, «pedófilo reconocido» según se infiere de su aserto.
            Lo dicho, bonita sociedad de Savonarolas nos está quedando. Qué asco.

      • eastwood, coppola, spielberg, ejem ejem

        • Eastwood me parece un artesano más que un genio. No ha escrito un guion en su vida. Coppola hizo su mejor cine en los 70 y ya no rueda. Spielberg, otro tanto, su última buena película fue El Puente de los Espías. Allen y Scorsese llevan tiempo sin hacer una obra maestra, pero cada película que entregan suele estar muy por encima de la media.

        • Tarantino, Scott, Nolan, Villeneuve…

          • A Scott no lo tildaría de genio. Tiene 3: obras maestras, Duelistas, Alien y Blade Runner, una gran película, Thelma & Louise, y el resto es mediocre. Tarantino, Nolan y Villeneuve son proyectos de genios. Su trayectoria todavía es breve como para etiquetarlos como tales.

            • Tarantino es un genio.
              Ha cambiado el cine.
              Esta al nivel de Allen.
              No solo es hacer buenas peliculas; es la inmensa aportacion al cine. Hay un antes y un despues de los dos; como de Spilberg.
              Solo por la lista y salvar al soldado Ryan ya hay un antes y un despues.

  6. No sé si WA sea un monstruo que finalmente encalló en las aguas de la “normalidad” que por cierto jamás fue la suya en sus tantas fantasías. Hasta que no lo vea en la cárcel con acusaciones probadas e irrefutables para mi seguirá siendo un genio, antes y después de su fama, con el triste resultado de que no podría hacer más films y menos yo verlos. Lo único que preguntaría a todos los autores de los comentarios, ya que representan las dos manifestaciones críticas respecto a él, porqué en su última película, Una tarde de lluvia en NY, metió a tres adolescentes, casi pibes, que recién han salido de una universidad cara privilegiada de los cuales es muy difícil deglutir y aceptar la “sabiduría” cosmopolita y experiencia de vida que ostentan. No es creíble que unos mocosos disparen frases que nos hacen reflexionar y a veces sentir pena por nuestra condición de humanos sobre una nave que va a la deriva. Y para colmo emplazó como actrices principales a unas chicas casi niñas y en desusadas minifaldas mientras todos los demás que pueblan el film son viejos carcamanes salvo ciertas excepciones. No tendría que preguntar ¿Qué quiso decir? porque disfruté de esa pequeña joya y eso me basta, pero este foro con sus dudas y certezas me obliga. Gracias por las lecturas

    • Veronique

      Incluso si Woody Allen diera con sus huesos en la cárcel seguria siendo un genio. Veo bien separar la persona de su obra. Ahí radica el problema con algunos fans de Allen, carecen del suficiente sentido crítico con la.persona y cuestionan nada. Ojos que no ven corazón que no siente.

      • Que aportes pruebas. Que liarse con su hija adoptiva mayor de edad no lo convierte en un monstruo. ¿Raro? Te lo compro. ¿Punible? No a ojos de la ley. Woody Allen no es ningún santo y no pretende quedar como tal en su autobiografía. Lo único que quiere es dejar claro que toda la basura que se ha dicho sobre él es una patraña y aporta numerosos testimonios, pruebas y hechos probados. Y, lo hace, sobre todo, para que los Savonarolas de garrafón lo dejéis en paz de una puñetera vez.

        • Veronique

          ¿Qué no pretende quedar como un santo?. Padre coraje y pobrecito que no vio las señales de la diabólica de Mía Farrow. De las banderas rojas de Epstein mejor no hablamos. Misántropo que no le gustan las fiestas. Las que organizaba él en los 70 y las de Eosten parece que no cuentan. Su hipocresía queda patente. Si en vez de Woody fuese otra persona la gente no le concedería ninguna credibilidad.

    • La experiencia cosmopolita de vida que ostentan solo la aprecié en el personaje del insoportable Chalamet, quien no en vano se llama Gatsby, rasgo que debiera sacarte de dudas sobre su forma de vivir. No es un pijo estricto, sino alguien con un bagaje callejero por vía materna, que de alguna manera ha heredado.
      ¿Que le gustan las chicas jóvenes? No seamos hipócritas, al 99 % de los hombres heterosexuales nos gustan la lozanía del divino tesoro de la juventud. Por otra parte, ¿Sally Hawkins, Kate Winslet, Cate Blanchett, Diane Wiest, Diane Keaton, Mia Farrow, Tracey Ullman y otras más que seguro que me dejo en el tintero, no son una muestra suficiente de mujeres maduras a quienes ha dado papeles protagonistas?

      • Jose Manuel

        Al final, tras leer los comentarios, lo que me queda es felicitar al autor del artículo. Pase lo que pase, y se demuestre lo que se demuestre, siempre habrá dos bandos. Lo que tengo claro es que uno no va a cambiar de opinión, pase lo que pase. Por mi parte, lo considero un genio. Además, como creo en la justicia, no tendría ningún problema en cambiar mi opinión con respecto a su vida privada si hubiera pruebas que apuntaran a otra dirección. Pero como no las hay, todo lo demás, todo lo que podamos decir, es basura. Charla de bareto. Opiniones no fundamentadas de gente que ni tiene ni la más mínima idea de lo que sucedió en realidad, ya que no estuvo allí. ¿Es la acusación de Dylan suficiente? Pues no. En el mundo en que vivimos, nos guste o no, con un contrato social de por medio y una justicia de por medio también, una acusación sin pruebas solo sirve para eso, para crear opinión sin fundamento válido alguno. Cuando haya pruebas, revisaré mi opinión y no tendré problemas en considerarlo un monstruo. Por ahora, todos los que lo hacen, hablan más sobre ellos, su inquina, sus ganas de ver caer a alguien y sobre su visión del mundo que de Allen. Eso sí, es fácil apuntarse a la corriente de la quema de brujas cuando el viento del linchamiento (o el huracán diría) sopla tan a favor.

        • Ahí le ha dado amigo. La presunción de inocencia. Ese pequeño detalle que los amigos de los linchamientos se pasan por el forro….

          • Pero no solo eso que ya debiera ser suficiente. Es que ha habido 2 sentencias judiciales independientes y el dictamen del Bienestar Infantil del Estado de Nueva York.

  7. Mi problema es que prefiero la justicia oficial al juicio mediático. Y la opinión de una mente brillante al despotrique mediocre de un bloguero desconocido. También me ocurre que tiendo a desconfiar de los alegatos ultrasolidarios de moda: prefiero a los héroes anónimos porque suelen ser más auténticos y eficientes. Y, desde luego, mi problema es que pagaré por un libro entretenido antes que por la crónica de una vendetta familiar a la caza de superventas. Recuerden que si alguien puede necesitar vender libros es la familia (ex-familia), y no Allen. Pero, ya digo, todo esto es exclusivamente mi problema: ni de Allen, ni de Weinstein, ni del #metoo, ni de ninguno de Uds. Saludos.

  8. Se me pasó en mi comentario algo que en su momento me pareció importante. No tengo dudas de lo que dice Dani sobre el gusto or las chicas jóvenes. Faltaría más. Pero al terminar de ver el film continuaba a darme vueltas la pregunta de por qué esas casi mocosas y un mocoso en los papeles principales. Qué le costaba haber puesto a las que nombra Dani, mujeres maduras? Y la única explicación que encontré (tal vez haya otras) fue que, ya casi al final de su vida y con unas acusaciones terribles, se dio el lujo de enrostrar sarcásticamente a los que lo acusan una prueba fehaciente de su «perversa pederastia» en un obra de arte, como diciendo ahí están mis gustos desviados, traten de separarlos de la obra de arte. Esa escena con minifaldas provocativas dentro de un museo único es inaudita, fuera de lugar. No sé. Quizás me equivoque. Y si es culpable y va a la cárcel no dejaré de ver sus filmes ya que su parte como ciudadano culpable la pagaría estando encerrado hasta el fin de sus días. Un gusto leer los comentarios.

    • Jose Antonio

      @eduardo roberto Allen en sus películas puede hacer a estas alturas lo que le venga en gana. A estas alturas y desde hace 55 años, quiero decir, porque eso es lo que hacen los verdaderos artistas, y él viene haciéndolo (afortunadamente) desde que escribiera «What’s New, Pussycat», y ni siquiera Amaz*n incumpliendo contratos va a poder bajarlo del podio donde está por derecho propio. Por supuestísimo que en nuestros días igual se tiene que autocensurar para poder seguir produciendo y, a pesar de eso, le caerán infinitas críticas, pero tampoco esto podrá con el mito. Sin embargo, piensa que si la escena que citas fuera de alguien diferente a Allen, no nos fijaríamos tanto en ella (que para mí no tiene nada de «rara», por otra parte). No quiero pensar qué pasaría si estuviéramos hablando de Antonioni y su extraordinaria «Blow Up» (¿chicas rondando la minoría de edad siendo ¿vejadas?, ¿explotadas?, ¿corrompidas?, desnudadas por un ávido fotógrafo adulto?). Por otra parte, es muy hipócrita y/o corto de miras por parte de aquéllos que estiran este asunto hasta extremos kafkianos equiparar «pederastia» con «gusto por […] jóvenes». Se está pontificando peligrosamente al comparar un delito muy grave (consumado) con una atracción natural (no consumada) escrita en nuestros genes, tachándola incluso de perversión en su origen, tratándose de un mecanismo sin el cual nuestra especie estaría aún más perdida de lo que ya está.

  9. Cimex Lectularius

    Si Allen es culpable un servidor personalmente lo mata, pero si no lo nombran culpable los jueces… ¿habrá que odiarlo?

  10. No pongo la mano en el fuego por nadie, pero viéndolo todo desde fuera me da la impresión que el comportamiento y actitudes menos confiables son los de Mía Farrow que parecen los de una despechada rencorosa y un poco desiquilibrada.

    Tanto comentar la búsqueda del perdón, lo mismo resultaría que quizá deberían ser otros los que tuvieran que pedirlo.

  11. FEDERICO BONANSEA

    Señora, usted no tiene (porque no es nadie, como yo) creer o no creer en este señor artista.
    Nadie tiene que perdonar a nadie, porque este hombre ya a sido absuelto por la justicia.
    Si usted y su mente quieren ver más allá, pues usted verá.
    De todas formas al señor Allen su opinión… (por suerte).

  12. Pingback: 'El dormilón': Woody Allen de Cervantes - Jot Down Cultural Magazine

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