Los ricos del mundo se lamentan: gobiernos y periodistas han lanzando un ataque generalizado contra ellos, tratando de convertirlos en chivo expiatorio de una crisis que no han provocado. Rainer Zitelmann hizo un brillante resumen en Forbes de ese sentimiento de las élites a mediados de abril, pero desde entonces no han dejado de sucederse noticias sobre el dinero que han ganado a medida que la epidemia de COVID-19 se expandía.
Al parecer estamos muy lejos del crac de 1929, en que los magnates se tiraban por las ventanas de los rascacielos, o se disparaban en la sien en los despachos. A día de hoy las veinticinco personas más ricas del mundo han incrementado su patrimonio en en 255 000 millones de dólares. Destacan Mark Zuckerberg (Facebook, +31 000), Jeff Bezos (Amazon, +29 000), Bill Gates +11 900, y Bernard Armault (Louis Vuitton, +12 800).
¿Se quejan de vicio? Esta semana queremos ofrecer la posibilidad de formarse un juicio sobre si los ricos de este mundo tienen derecho o no a llorar por la epidemia, especialmente ahora que gobiernos de todo el planeta llaman a subirles los impuestos.
Comenzaron sufriendo
El coronavirus trajo fuertes sobresaltos en los mercados que les acarrearon pérdidas el 9 de marzo, ganancias el 27 de abril, pérdidas otra vez el 2 de mayo, y ganancias consolidadas definitivas a primeros de junio. Estas fluctuaciones tienen que ver con los sectores que los enriquecen, Kiko Llaneras lo explicaba aquí en Jot Down en 2013 al hilo de la crisis anterior. Lo que hace diferente al 2020 es el mix de beneficio empresarial y los estímulos estatales.
En el mercado tecnología, papeleras y embalajes han registrado fuertes ganancias porque componen el mix de la venta online, junto a las farmacéuticas como segundo sector de crecimiento por su potencial en el desarrollo de una vacuna o medicamentos contra el COVID-19. En cuanto al dinero extra puesto en circulación por los bancos centrales, se ha convertido en otra vía de enriquecimiento para los millonarios, que como inversores lo prestan a los gobiernos que contraen deuda.
Estaban preparando una carrera espacial
Los ricos no tienen dinero, ese es un concepto de pobres. Acumulan patrimonio, que les genera rentas regulares, pero carecen de esa liquidez de la que nosotros disponemos para gastos. A fin de conseguirla, y llevar adelante sus proyectos, —para los que carecen de dinero— venden regularmente paquetes de acciones, o se endeudan sobre ellas. En febrero lo hicieron tanto Jeff Bezzos como Elon Musk, no preparándose ante la epidemia, sino para financiar sus compañías espaciales.
No hemos reparado lo suficiente en el hecho de que, con cuarentenas que pararon la mayoría de sectores industriales, Elon Musk logró hacer historia enviado dos astronautas a la ISS. Desde luego eran proyectos a muy largo plazo, no había por qué pararlos ahora, pero es que además hay dos razones por las que no pueden retrasarse. Primera, es una de las bazas estadounidenses para conservar su hegemonía mundial. Segunda, constituye El Dorado que creará las grandes fortunas del siglo XXI. Estados Unidos lleva preocupado desde 2011 porque China les dispute la propiedad de la Luna con su programa de exploración. Así que la Casa Blanca está dispuesta a regar millones sobre las compañía privadas que les ayuden a enfrentar esta amenaza, y no dejarán parar la máquina de imprimir dinero para financiarlas. Las empresas que se sitúen ahí serán tan importantes como las que en su día explotaron internet. O sea, como Paypal (Elon) y Amazon (Jeff).
Y comprando patrimonio
Mientras los dos ultrarricos del mundo se disputan la conquista de la Luna, millonarios más modestos como Gary Stevenson contaban en The Guardian cómo iban a enriquecerse aún más en esta crisis. Aprovecharán los beneficios que van a otorgarles los bancos centrales y sus máquinas de imprimir dinero para comprar más patrimonio —oro, acciones, tierra y bienes inmobiliarios—que les genere aún más renta.
Además de estudiar demandas
Hay una gran oportunidad de ganar dinero demandando a los gobiernos para recibir indemnizaciones. Los daños generados por los estados de alarma, cierre de fronteras y confinamientos ya ha reunido a quinientas empresas británicas, que reclamarán daños y perjuicios al ejecutivo de Boris Johnsonn. También aquí los bufetes contratados por grandes empresas lo tienen en estudio, y podrían suponer pagos millonarios al Estado. En el extremo de estas iniciativas encontramos al bufete de Florida que ha emprendido una demanda contra el gobierno chino por su responsabilidad en la expansión del COVID-19.
¿Pero van a pagar además de a ganar?
El sufrimiento del 10% más rico del planeta solo se producirá si pagan tantos impuestos por su patrimonio como un empleado por sus rentas del trabajo. Algo que podría trasladarse además al resto de ricos. Pero ¿dónde empieza el límite? En España Kiko Llaneras ponía la línea en los 130 000 euros en un interesante análisis con múltiples referencias.
Si observamos a quienes tributan por renta, vulgares trabajadores, apenas tenemos 100 000 personas dentro del tramo de IRPF del 45%, y por tanto ganando más de 60 000 euros anuales. Por mucho que se les exprima son demasiados pocos para generar un gran ingreso, y el ciudadano medio, cuyo salario bruto anual es de 27 537 euros, tampoco está para alegrías.
Pero se van a necesitar ingresos para pagar la deuda, que si en enero de 2020 ya era un elefante, ahora crecerá hasta el tamaño de un titanosaurio. David-Maria Sassoli, presidente del parlamento europeo, presentaba el plan Next Generation (750 000 millones para estimular la economía de la Unión Europea) con esta cruda frase: «endeudaremos a las generaciones futuras». Empezaremos a pagar desde 2028 y lo haremos hasta 2058, con impuestos de nuevo cuño que se aplicarán desde 2024. Ese es el plan, y entre los nuevos impuestos está sobre el papel uno que se aplicará a las grandes corporaciones. Joseph Stiglitz y Thomas Pikkety sugieren que sea del 25% en todo el mundo. Ese porcentaje se acerca más a lo que se paga por rentas del trabajo, pero de momento suena a quimera.
En España tenemos como avance el «impuesto a los ricos», presentado como modo de incrementar ingresos de Hacienda y hacer más justicia redistributiva, o lo que es lo mismo, que paguen más quienes más tienen. Consiste básicamente en una sustitución del impuesto de patrimonio por otro análogo que no permita las desgravaciones actuales de las comunidades autónomas. Muchas fortunas se han trasladado a Madrid, ahora convertido en una especie de paraíso fiscal, y también se han dado casos como el de Rafa Nadal, que tuvo varias empresas en Gipuzkoa de 2006 a 2012 para beneficiarse de la legislación local. El punto flaco del razonamiento es que este impuesto existe en muy pocos países de la UE, y la opción ideal pasaría por una unificación a nivel europeo.
Al problema de paraísos fiscales a los que huir se suman las políticas de otros gobiernos, sobre las que no podemos nada. Una de las cosas que más ha ayudado en la carrera espacial y empresarial de Elon Musk son las millonarias exenciones de impuestos que le ha facilitado el gobierno de EE. UU. El reciente programa de ayudas de ese país por importe de 349 000 millones de dólares apenas ha alcanzado a las PYMES a que iba destinado, saliendo otra vez beneficiadas las grandes empresas y sus millonarios dueños. En la UE al menos se ha hablado de esta inequidad, con una iniciativa de Francia, Dinamarca y Polonia tratando de privar a las empresas que tengan su sede en paraísos fiscales de ayudas. No ha encontrado eco, y nuestro país tampoco se ha sumado a ella.
Hubo una vez en que pagaron el 90% de impuestos
Y fue en Estados Unidos, que es un país al que no tacharíamos precisamente de comunista, salvo que miremos cómo funcionan sus grandes ligas deportivas, como la NBA o la NFL. Lo cuenta magistralmente Sam Pizzigatti, abogado laboralista estadounidense en Los ricos no siempre ganan, editado aquí por Capitán Swing. Franklin Delano Rooselvelt, con mucho trabajo y una dura oposición, consiguió que los ricos de su país pagaran el 90% sobre su riqueza. Junto con otras medidas, consiguió así recuperar su país de la Gran Depresión. De hecho la evolución histórica de la desigualdad en el país de las oportunidades ha sido otra montaña rusa, pasando por momentos donde el 1% de la población recibía más del 20% de los ingresos. ¿Cuáles? El año 2007, antes de la Gran Recesión, y el año 1928, antes de la Gran Depresión.
Nosotros, los autores de este newsletter, que nacimos en torno a la crisis del petróleo de 1975, hemos crecido escuchando que es imposible gravar tanto a los que tienen dinero sin que se hunda el mundo. Probablemente porque los ricos no solo lloran. Saben hacerlo mejor que nosotros, tienen mejores abogados y asesores que nosotros, pero sobre todo tienen mucho más dinero que nosotros. En esta crisis, y en cualquiera.
Nota para lectores amantes de la economía
Del gran talento didáctico de Guillermo de Haro, economista entre otras muchas cosas, hemos entresacado siete claves para entender cómo ha funcionado el aumento de riqueza en esta crisis, y los intentos de redistribución a los pobres, como el Ingreso Mínimo Vital. Un gran complemento al newsletter para que usted profundice. O para que se lo salte sin remordimientos si ya ha tenido suficiente.
Clave 1: hacerse rico a lo Gary Stevenson
Stevenson apostó en 2008 a que el interés de los bancos centrales de mantendría bajo, pese a las previsiones en contra. Así ocurrió y así sigue. Gracias a su acierto, y en sus propias palabras, le entraban fajos de billetes a paladas. Los hubo que apostaron a impagos de deuda hipotecaria, y lo bordaron. Puede que les ilumine la inteligencia, sean visionarios o afortunados, pero todo se resume en apostar, como en una casa de juegos, pero a lo grande y a ser posible con el dinero de otros. Su patrón es el mismo de Ray Dalio, y de los protagonistas de La gran apuesta de Michael Lewis.
Clave 2: oro no, mejor tierras
Ojo con la inversión segura en el metal dorado como valor refugio. Warren Buffet explicaba en 2011 que si compramos todo el oro del planeta, unos 9,6 billones de dólares al precio de entonces, perderíamos la opción de comprar con ese dinero todas las tierras de labranza de EE. UU. El auténtico valor último porque pueden producir comida, a diferencia del oro, que solo la compra.
Clave 3: los ricos gastan más de lo que ingresan, por eso alquilan
Un caso típico por todos conocido son los jugadores de fútbol y baloncesto, que pocos años después del retiro se encuentran arruinados, cumpliendo con la máxima de Kenneth Arrow, premio nobel de economía, analizar la distribución del consumo es clave para entender la desigualdad. El quinto hombre más rico del planeta, Larry Ellison, fundador de Oracle, y buen apoyo para estudiar a Arrow, pasó de una línea de crédito de 1000 millones a una de 10 000 solo para poder financiar su estilo de vida.
Porque las grandes fortunas se codean y fardan con el megayate más caro del mercado. Hasta que al mirar la factura de personal, gasolina, mantenimiento, caen en la cuenta de lo caro que es su capricho. Cuando eso ocurre traspasan su activo —el yate— a una empresa de alquiler que lo explota, generando beneficios en lugar de solo gastos. Además les permite fardar dándoselas de emprendedores en su club. Con los jets privados ha ocurrido lo mismo, la mayoría de grandes millonarios poseen estas compañías porque en su día eran su medio de transporte privado.
Y ojo de nuevo a lo que apunta Stevenson: con la crisis de la COVID-19 se han desecho de muchos de esos caprichos superfluos para tener más liquidez y usarla para enriquecerse más.
Clave 4: el dinero de los Estados puede no ser suficiente
Paul Collier explicaba en Guerra en el club de la miseria cómo a menudo era necesario mantener las ayudas económicas a países muy corruptos, porque la reducción en la miseria era una esperanza a futuro. El concepto de justicia redistributiva asociado a nuestra Constitución impulsa tomar medidas. Pero la clave es que las medidas cumplan con su objetivo, que es reducir la desigualdad y la pobreza. Si comparamos con las medidas de la anterior crisis, el dinero lo recibieron bancos y sobre todo cajas de ahorros controladas por políticos, en teoría para salvar depósitos. Esta vez el objetivo es que llegue directamente a quienes lo necesitan. La idea parece buena, como también lo parecía dar 400 euros a cada español en 2008 para reactivar la economía, pero no incrementó el consumo como se esperaba y terminó haciendo necesaria una reducción en el salario de los funcionarios y una congelación de las pensiones. Si esta vez se espera que el dinero de la UE lo financie, la cifra que hay sobre la mesa son 77 000 millones en cuatro años, insuficiente a todas luces para cubrir lo propuesto. Habrá que subir impuestos. Ojalá que sea a los ricos.
Algo habrá que hacer. Y aunque sea cierto que hacer que los súperricos paguen un poco más no va a llegar para cubrir todo lo necesario, no debería suponerles ningún problema para seguir viviendo una vida que el 99% restante apenas podemos imaginar. Warren Buffett lo entendió. Desde 2007 afirma que no es normal que pague menos impuestos que sus empleados. El «oráculo de Omaha», y una de las fortunas más grandes del mundo no se ha cansado de manifestar que es una aberración controlar esas cantidades de riqueza. Predica con el ejemplo, y tiene un plan para donar el 85% de su fortuna a la Fundación de Bill y Melinda Gates. Sus hijos solo recibirán 100 millones de dólares cada uno, aunque el magnate atesora 50 000. Como muchimillonario sigue siendo una rareza. Bill Gates también.
Clave 5: a quién irán los beneficios de recaudar impuestos de los ricos
La estructura de sistema impositivo y transferencias de nuestro país hace que seamos el cuarto país de la OCDE que menos renta transfiere a los más desfavorecidos. No somos de los peores en otros indicadores, pero estamos en el furgón de cola y ya en 2014 nos sacaban los colores por gastar el doble en beneficios sociales para quien no los necesita que para quien sí, e imperiosamente. Vamos, que se benefician más los que más tienen.
Es cierto que los indicadores tienen su truco. No es la misma desigualdad que alguien gane 5000 y otra persona nada, a que alguien gane 5000 y otra persona 10 000. La diferencia es la misma, pero en el primer caso tenemos una persona con problemas. Y aquí está el quid de la cuestión, que hemos comentado más de una vez, y que repetimos como una mantra sin descanso. Una sociedad moderna y civilizada no puede permitirse tener gente viviendo en la pobreza. Existiendo países que tienen prácticamente erradicada la pobreza, sabemos que se puede conseguir.
En España la gente que vive con privaciones severas de necesidades básicas se estima en el 5% de la población. Eso son casi 2 millones y medio de personas. Un 10% de los contribuyentes declaran ganar 6000 euros anuales, por debajo del umbral de la pobreza fijado en 8000. De estos 1 400 000 personas declaran menos de 1500 euros de ingresos anuales. Ser pobre es una mierda y además es muy caro. Convendrá recordarlo ahora que vamos a entrar en una crisis económica sin precedentes.
Con los años se han implantado diversas medidas para intentar reducir estas situaciones. De hecho la evolución del índice Gini de desigualdad en nuestro país es una noria, pero lo que parece claro es que reducirla depende del nivel de desempleo. En 2018 estaban bajo el umbral de pobreza más del 40% de los desempleados pero menos del 15% de los ocupados. Cifras, números, indicadores, estadísticas… personas. Dramas o tragedias que nadie quiere vivir pero que mucha gente vive. ¿Cómo solucionarlo? ¿Cómo evitar que crezca en una situación como la actual?
Clave 6: el Ingreso Mínimo Vital, en el otro extremo de la riqueza
El Ingreso Mínimo Vital tuvo una presentación de Escrivá sólida y con datos. Analistas, economistas y opinadores de uno y sobre todo del otro lado la han considerado una medida positiva. Incluso ha sido aprobada sin gran oposición, Vox aparte. Se echan de menos más métricas para poder comprobar que se consigue el impacto esperado.
En lo preocupante, deja importantes dudas. La primera, la discusión ante todas estas medidas es su impacto en el desempleo a largo plazo. Han existido en nuestro país otras medidas de rentas mínimas (estudio de Airef), así como en regiones específicas como el País Vasco. Si una persona sale del mercado laboral más de dos años la probabilidad de que vuelva al mismo es muy pequeña. No está claro cómo se potenciará y medirá este factor, siendo una de las grandes dudas el impacto de las medidas de incentivos al empleo.
Diferentes países han tomado diferentes enfoques. Pero incluso un país como Noruega, con un fondo de pensiones de casi 1 billón de euros, creado a partir de lo obtenido por el petróleo, no anima a sus ciudadanos a vivir de una renta básica. El fondo generó 75 000 millones de euros en 2019 solo en un trimestre. Eso sí, ahora que han pasado de un 3,5% a un 11% de desempleo tienen un buen colchón y han tomado una medida similar, usando parte del fondo. Y aquí entra otro de los problemas. ¿De dónde saldrá el dinero para pagar en el nuestro? No hemos sido capaces de reducir la deuda ni cumplir con el objetivo de déficit, si las estimaciones se cumplen tendremos más desempleo y por más que el gobierno suba los impuestos hay un límite a lo que se puede recaudar sin pasar a confiscar. Empezamos mal.
Quizá no, si no hace falta mucho para implementarla. ¿Cuánto será? La renta garantizada media anual de la nueva medida es de 10 070 euros, por encima del umbral de la pobreza comentado. Pero el gasto estimado no termina de cuadrar con los 850 000 hogares beneficiarios, es decir 2,3 millones de personas afectadas. El gasto público de 36 000 millones anuales parece poco para cubrir ese espectro. Y que nos lo paguen otros con sus ahorros va a ser difícil, al encontrarnos en una situación que afecta a nivel mundial. Otro problema es si se trata de una medida excepcional ante una situación excepcional, o de una medida permanente en cuyo caso la percepción cambia de manera radical. En ambos casos, hará falta más dinero.
Y una última nota para rizar el rizo
Desde el respeto que nos merece la RAE, aceptamos «la COVID-19» en femenino cuando aludimos a la pandemia y «el COVID-19» en masculino cuando hablamos del virus. Abusaremos de esta norma hasta que la gente decida otra. Ya que ha llegado hasta aquí leyendo, usted merecía saberlo.
Cada vez que leo sus artículos, caro Martinese y cia, tengo que salir a tomar un poco de aire. ¡Pero quién arregla este entuerto, estimados señores! Hemos probado a desembarazarnos de ellos y nos fue mal (por lo visto son los únicos capaces de crear trabajo y todo lo que viene detrás. Yo no lo soy), y ahora que ya han venido para quedarse, como cualquier virus, la cosa está cada vez más oscura. Entiendo poco de economía, no más allá de la ley de la oferta-demanda, por eso tendríamos que apelarnos a los brillantes intelectuales post-marxistas cristianos y tal vez post-cristianos para que nos digan qué tenemos que hacer. En esta barca a la deriva estamos todos y si se hunde, bueno. Lo único que veo claro es que hay un mecanismo en el cual confluyen inmensas masas de circulante que terminan en la “timba” de la especulación. Esto es fácil de intuir y más fácil individuarlas y ha sido esto el causante de todas las crisis de la cual tenemos memoria, a partir de la de los tulipanes y que terminan siempre resueltas por el estado, o sea nosotros. Todavía no entiendo que no sea posible darle una categoría, digamos bio evolutiva al circulante: pasado un tiempo tiene que morir, desaparecer. Sirvió para lo que sirvió. No solo nosotros tenemos que morir. Lo único eterno como muestra de nuestro paso por esta maravilla en la cual aterrizamos sin quererlo, tendría que ser el arte, y los billetes no son obras de arte. Usted pone el ejemplo de esa ab norme cantidad de dinero a uno que quiere ir a la Luna, bien. Este llega gracias a todos los esfuerzos de miles de empresas con sus empleados y obreros. Pasa el tiempo, el intrépido y audaz empresario muere talvez pensando en llegar a Marte, mueren los empleados y obreros que colaboraron solo pensando a estar bien de salud, y continuan a morir sus descendientes, pero esa masa de dinero, no. Sigue ahí. Y esto no es de ahora. Tal vez sea solo una parte del problema. Gracias por la lectura