Hace un tiempo publicamos un artículo sobre cuánto peso puede soportar un puente porque nos pareció didáctico. Se trata de una pregunta que puede hacer cualquier niño, siendo muchísimo más fácil explicarlo que explicar por qué el cielo (o el mar) es azul. La respuesta simplificada «un puente tiene que ser capaz de aguantar TANQUES» es demoledora, y abre un mundo de posibilidades en la imaginación de un chaval, frente a la confusión que se deriva de balbuceantes explicaciones sobre longitudes de onda de la luz del sol. En ningún caso llegamos a plantearnos que saber lo que aguanta un puente fuera una información necesaria porque igual a un particular se le ocurría la demencial idea de llevar al colapso un viaducto llenándolo de tanques.
No ocurre lo mismo con otro tipo de estructuras y sobrecargas que en los últimos años dan lugar a noticias e incluso memes. El caso es que ha llegado el verano, y la nueva normalidad que limita el aforo en playas y piscinas hace temer por un rebrote de ignorancia y atrevimiento materializado en: poner piscinas en las terrazas de los pisos.
Hemos decido realizar una labor de servicio público intentando convencerles de que es mejor descartar la idea, borrarla de la mente, e incluso negar que en algún momento les pareció tentador. No es que no se recomiende el uso de piscinas en pisos porque primero hay que suministrárselas a los sanitarios (que se han ganado con creces el descanso) y las autoridades no quieren que la población haga acopio de ellas desabasteciendo el mercado, sino porque si lo hacemos vamos a tener las UCI ocupadas por insensatos y/o víctimas inocentes con fallos multiorgánicos y politraumatismos tras ser rescatados bajo un montón de escombros. Si usted siempre ha considerado descabellado poner una piscina en el interior de su piso puede dejar de leer aquí, no pasa nada, hasta la próxima. Pero si les ha picado la curiosidad o, peor aún, ya están con los brazos en jarras a punto de iniciar el sensual baile del inflador de pie aplicado a su piscina hinchable, siga leyendo.
No pesan los años, pesan los kilos (de agua)
Paren las rotativas. Noticia de alcance. Última hora: el agua pesa. Y pesa lo suyo. Una de las ventajas del agua en estado líquido y condiciones normales de presión y temperatura es que se puede hacer la conversión de volumen a peso de forma muy sencilla: un litro de agua pesa un kilo. Da igual que en la publicidad nos hayan bombardeado con que una marca en concreto es «agua ligera»: mentira gorda, pesa lo mismo. Un litro, un kilo. Un kilo, un litro.
Para el siguiente truco necesitaremos que desempolven sus conocimientos de cambio de unidades. Los meteorólogos, cuando hablan de precipitaciones, transmiten un concepto que nos va a resultar muy útil: se refieren a litros por metro cuadrado o «milímetros», que es lo mismo (1), aunque a priori resulte chocante describir una cantidad de lluvia con una medida de longitud. Por ejemplo, si una botella de agua mineral de litro y medio la derramamos en un recipiente de un metro por un metro de base, el nivel de agua alcanzará la altura de 1.5 mm. Es decir, los «milímetros» expresan la altura de agua sobre una superficie horizontal de al menos un metro en cada dirección. Un litro y medio por metro cuadrado, que pesa kilo y medio por metro cuadrado, supone una elevación de agua de 1.5 milímetros. Generalizando, cada litro por metro cuadrado es un kilo de peso. Cada milímetro de altura de agua es un kilo de peso. Un milímetro, un kilo. Un kilo, un milímetro.
Por tanto, cuando llenamos una piscina hinchable (que en general miden más de un metro de base y de anchura) con solo 30 centímetros de agua (es decir, 300 milímetros), esa piscina pesa, por metro cuadrado y despreciando la masa del recipiente, 300 kilos. Es decir, es como si apiláramos 200 botellas de agua mineral de litro y medio en un metro cuadrado. O, más o menos, también 200 revistas trimestrales de Jot Down, algo que ni siquiera nuestros seguidores más radicalizados atesoran.
El papel lo aguanta todo, pero los forjados no
Como ya comentamos en el artículo citado anteriormente, los puentes tienen que pasar una prueba de carga para comprobar que aquello se comporta como se esperaba en el papel y soporta las acciones que se han considerado. En cambio, en edificación residencial convencional no se realizan pruebas de carga, por lo que solo podemos confiar en que la ejecución, supervisada por el director de obra, ha sido correcta, y aquello se ha levantado según se describía en el proyecto. ¿Y qué sobrecarga se considera en el proyecto de una edificación residencial? Este dato viene recogido en la normativa, en concreto la que está vigente desde el año 2009 es el Código Técnico de la Edificación, en el Documento Básico Seguridad Estructural-Acciones en la Edificación (CTE DB SE-AE). El meollo del asunto, para lo que nos atañe, se resume en esta tabla:
En una vivienda residencial la sobrecarga correspondería a la subcategoría de uso A1, por lo que hay que considerar una carga uniforme de 2 kN por metro cuadrado (de cara a evaluar la acción de una piscina no nos afecta la carga concentrada). La sobrecarga de uso es una acción independiente del peso propio de la estructura y de cargas permanentes como el solado, la tabiquería, etc. y en ella se engloba tanto el mobiliario como esa piscina hinchable que anhelamos con irracional pulsión.
Ah, ya, qué es kN. Habrá a quien los kilonewtons le suenen vagamente, como un mal sueño. Ahora es cuando nos disfrazamos de Vincent Vega y hablamos del Sistema Internacional. Nótese que en el apartado anterior hemos dicho kilos. Cuando estamos hablando de masa se sobreentiende por el contexto que nos referimos a kilogramos, pero cuando estamos hablando de peso entonces es kilogramo-fuerza o kilopondios. Un kilopondio es la fuerza que actúa sobre una masa de un kilogramo sometida a la gravedad terrestre; vamos, su peso. La masa no varía pero el peso depende de la gravedad, por eso los astronautas en la Luna daban saltos dignos de película de acción.
Aunque el Sistema MKS (el que usa el kilopondio) resulta muy intuitivo, el Sistema Internacional llegó a la conclusión de que era mejor el uso del newton como unidad de fuerza con el secreto fin de reducir la calidad de vida de los estudiantes de Física de secundaria. Que no cunda el pánico. Un kilopondio son diez newtons (2). Así pues, los 2 kN/m2 que se recogen en el cuadro, que son 2000 newtons por metro cuadrado, pasados a nuestras unidades preferidas resultan 200 kilos por metro cuadrado. Y 200 kilos por metro cuadrado son 200 litros de agua por metro cuadrado, que son 200 milímetros de profundidad de agua. Es decir, con 20 centímetros de agua, un palmo, apenas mojando media pantorrilla, ya hemos llegado al tope. En cuanto nos metamos en la piscina y sumemos nuestro peso, superaremos cómodamente ese umbral. Claro, no se olviden de que nosotros seguimos pesando, incluso aún más que antes del confinamiento. A ver si se piensan que acabar con la harina y la levadura en los supermercados no ha traído dramáticas consecuencias. Pues sí, nos metemos en el agua y, aunque flotemos, ese peso acaba llegando al forjado.
Ahora viene la gama de grises. Los 200 kilos por metro cuadrado que marca la CTE se aplican a toda la superficie y, a no ser que nos hayamos vuelto ya completamente locos, la piscina hinchable no ocupará toda la superficie de nuestro piso. En el peor de los casos, ocupará gran parte del salón, o de una terraza, pero raramente un paño entero. ¿Salvados? El problema es que en general los forjados de las viviendas están compuestos de viguetas y bovedillas; es decir, son unidireccionales, lo que quiere decir que solo transmiten la carga en una dirección. A diferencia de las losas macizas o de los forjados reticulares donde trabajan en dos direcciones, en los de viguetas y bovedillas toda la superficie no colabora en la tarea de soportar esa carga por lo que las viguetas que están bajo la piscina han de arreglárselas prácticamente solas, pudiendo llegar a acontecer un colapso de parte del paño, lo suficiente para irrumpir en el piso del vecino de abajo.
Más grises. Ahora tal vez están haciendo memoria y recuerdan una vez que, para pintar su piso, acopiaron todos los muebles, libros, etc. en una habitación, y en una cuenta rápida les ha salido que superaban los 200 kilos por metro cuadrado pero no hundieron el forjado. Puede ser porque hay una reserva de capacidad resistente que no deberíamos contar con ella, pero existe. Las estructuras se calculan sometidas a cargas mayoradas: las sobrecargas de uso se multiplican por un coeficiente para amplificarlas, que nuestro caso, toma el valor de 1.5. Es decir, que se calculan bajo los efectos de 300 kilos por metro cuadrado de sobrecarga de uso (200 x 1.5). También las resistencias de los materiales se minoran, pero de eso sí que debemos olvidarnos porque el hormigón, aunque cumpla con las características exigidas en el proyecto y los ensayos del material sean correctos, se podría haber puesto deficientemente en obra de modo indetectable, dejando huecos críticos, por ejemplo. Además, en el cálculo se somete la estructura tanto a las sobrecargas de uso como las cargas permanentes y, en general, no pondremos la piscina donde ya hay un tabique porque la materia es impenetrable. Pero sea como sea, todas estas reservas de seguridad que hemos comentado no son suficientes como para llenar más de 30 centímetros una piscina y dormir a pierna suelta tanto usted como su vecino de abajo. Así que piénsenlo: ¿vale la pena el riesgo por un chapuzón en apenas 30 centímetros de agua?
Si su casa tiene menos de veinte años, al adquirirla (ya sea nueva o de segunda mano) le han tenido que entregar el libro del edificio. Entre toda esa documentación ha de reflejarse las sobrecargas de uso consideradas y, con seguridad, se contemplarán nuestros amigos los 200 kilos por metro cuadrado. Si ese es el mínimo que se exige es raro que un promotor haya decidido construir un edificio que aguante más que lo que dicta la normativa porque oh, sí, es más caro. Quién sabe, igual ante la nueva demanda las inmobiliarias además de adjuntar el certificado de eficiencia energética añaden el cuadro de sobrecargas consideradas para resaltar si se puede poner piscina o no en una promoción nueva.
Pero si su vivienda tiene más de veinte años y no tiene libro del edificio no piense que esto es jauja, suelte esa manguera. Anteriormente al 2009, que es cuando entró en vigor el CTE DB SE-AE, se aplicaba la Norma Básica de Edificación: Acciones en la Edificación (NBE-AE/88), vigente desde 1988, donde sí, también se marcan los 200 kilos por metro cuadrado como sobrecarga de uso a aplicar en viviendas. Si nos remontamos más en el tiempo, desde los años sesenta existía la Norma MV-101/1962 Acciones en la Edificación donde ya empiezan los asteriscos. Había dos sobrecargas de uso diferentes si se trataba de «viviendas económicas» (entonces eran 150 kilos por metro cuadrado) o el resto (los 200 kilos por metro cuadrado). Como más de la mitad de los casi 26 millones de viviendas que hay en España se construyeron antes de 1980 no se la juegue ni confiando en los 200 kilos por metro cuadrado.
Entonces, ¿debo cambiar mi bañera por un plato de ducha en veinticuatro horas?
En efecto, las bañeras permiten más de 30 centímetros de llenado, estando entre 40 y 60 centímetros el calado máximo que permiten. Además, pesan bastante más que las piscinas hinchables porque de hecho suelen ser de fundición. ¿Cuál es el truco, en los baños hay un refuerzo estructural? Evidentemente, no. Las bañeras juegan al despiste. Aunque la profundidad máxima esté en torno al medio metro antes de rebosar y volver a incordiar a nuestros sufridos vecinos del piso inferior, su planta es rectangular con una anchura inferior a un metro, por lo que en este caso no se puede aplicar la conversión de milímetros de altura en kilos por metro cuadrado. Las bañeras normales tienen una capacidad de entre 200 y 250 litros que, sumados al peso de la misma, alcanzan en total más de 300 kilos. Pero esa cifra se distribuye en una superficie de tal forma que la sobrecarga de uso total se encuentra en la horquilla más tranquilizadora de 170-220 kilos por metro cuadrado. No, en este caso no hay que sumar nuestro peso porque si nos introducimos en el agua con la bañera al máximo de su capacidad, el agua se desbordará en un volumen igual al nuestro y, dada nuestra densidad corporal, aquello quedará en lo comido por lo servido. Además, en muchos casos las bañeras se instalan encastradas, alicatadas en los laterales, por lo que bajo ellas no hay solado y se reduce así la carga total que soporta el forjado. Si en lugar de una bañera cuentan con un dispositivo de hidromasaje, estos adjuntan advertencias sobre el peso. Suele encontrarse al lado, en letra pequeña, junto a otras recomendaciones inauditas como no utilizar el secador de pelo mientras uno se baña.
Notas
(1) Esta conversión es menos mágica que lo que parece: 1 litro por metro cuadrado= 1 l/m2 = 1 dm3/m2 = 1 m3/1000 m2= m/1000= mm = milímetros
(2) En realidad deberían ser 9.81 Newtons por cada kilogramo-fuerza, ya que esa es la aceleración media de la gravedad en la superficie terrestre. Pero la propia CTE permite este redondeo; textualmente: «A efectos prácticos se podrá considerar la siguiente correspondencia entre las unidades de fuerza de los sistemas MKS y SI: 1 kilopondio [1 kp] = 10 newton [10 N]». Ya saben, si suponemos la vaca esférica se resuelven rápido los problemas con un margen de error aceptable.
Estupendo artículo que todos deberíamos leer, no sólo por el contenido sino por el tono con el que está escrito. Un detalle: el sistema MKS (Metro, Kilo, Segundo) usa el Newton como unidad de fuerza. Si la memoria no me falla, el kilopondio era la unidad de fuerza del sistema Técnico o terrestre…(cuánto tiempo ha pasado!!). Gracias por el artículo.
Genial artículo!!
Excelente Octavio, como siempre. Creo que somos muchos los técnicos que vamos a disfrutar de este artículo, que además algún ministerio debería calificar como «de interés general» con efecto inmediato. Voy a compartirlo
La primera vez que te leo. Me ha parecido muy entretenido por tu forma de contarlo.
¡Felicidades, por fin una explicación clara!