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Del optimismo

lenonyoko
John Lennon y Yoko Ono mostrando una bellota que van a mandar a los lideres mundiales para que las planten en sus países como símbolo de la paz.

El optimismo es una respuesta al mal, la confianza en la posibilidad de superarlo. Sin mal, el optimismo no sería necesario, ni siquiera concebible, del mismo modo que sin enfermedad no existiría la medicina, ni siquiera como concepto.

Confiar en la posibilidad de superar el mal puede parecer una ingenuidad; y, de hecho, hay un optimismo ingenuo que subvalora los obstáculos a superar, o lo que viene a ser lo mismo, que sobrevalora nuestras fuerzas, y minimizar la magnitud de un problema es la mejor forma de agravarlo. Pero aún peor es caer en el extremo opuesto: el pesimismo derrotista, la paralizadora falacia de que no hay nada que hacer, que es otra forma de ingenuidad (cuando no una coartada de la cobardía o la pereza). No hay que ser ingenuamente optimista ni pesimista, sino todo lo contrario.

Tendemos a pensar de forma lineal, mecánica, adialéctica, y hemos de hacer un esfuerzo de reflexión para ir más allá de determinadas contradicciones y dicotomías. Se suele decir que el optimista ve la botella medio llena y el pesimista la ve medio vacía; ¿quién tiene razón? Según se mire, podría parecer la respuesta; pero ninguno de los dos la tiene, si se mira objetivamente. La contradicción se supera diciendo que la botella, si es de un litro y está por la mitad, contiene medio litro de líquido. Y lo que debamos y podamos hacer con ese medio litro en unas circunstancias concretas determinará si nos hallamos ante una situación favorable o desfavorable. Medio litro de agua es provisión suficiente para un paseo por el campo e insuficiente para cruzar el desierto. En este caso, como en tantos otros, el pensamiento cuantitativo resuelve la cuestión.

No siempre es tan sencillo como administrar medio litro de agua; pero siempre podemos ir más allá de las apreciaciones meramente cualitativas y de las generalizaciones demasiado vagas. Veamos un ejemplo sacado de la vida real y que en su momento provocó un considerable revuelo mediático.

Hace unos años, en un debate televisivo sobre las campañas para la prevención del sexo de riesgo, una señora del Opus Dei afirmó que el uso del preservativo no evitaba por completo el riesgo de embarazo ni de transmisión del VIH, y los defensores del condón no supieron replicar adecuadamente, porque incurrieron en el frecuente error de pensar en términos meramente cualitativos. Y en términos cualitativos el argumento de la dama del Opus era cierto: el preservativo no elimina por completo el riesgo de embarazo ni de transmisión del sida. ¿Significa eso que tenía razón?

No, no tenía razón en absoluto, porque no tiene ningún sentido hablar de riesgo si no se cuantifica, ya que el riesgo cero no existe. Cada vez que salimos a la calle corremos el riesgo de que nos caiga algo en la cabeza: una maceta, una cornisa, un suicida, un meteorito… Pero si una madre no dejara salir a su hijo por miedo a que lo aplastara un suicida al saltar desde un sexto piso, seguramente la tacharíamos de sobreprotectora. Y la probabilidad de embarazo o de transmisión del VIH con un uso correcto del preservativo no es mucho mayor que la de que nos caiga algo o alguien en la cabeza mientras vamos por la calle. El «optimista» que minimiza la gravedad del problema y no toma las debidas precauciones es un insensato que atenta contra la salud propia y la ajena; pero el «pesimista» que afirma que la única protección eficaz es la abstinencia sexual condena a sus seguidores a un destino peor que el sida o un embarazo no deseado. Y, como en el caso de la botella, la contradicción se supera cuantificando el riesgo, que es el requisito previo para poder elegir con fundamento las opciones que garantizan la máxima seguridad sin un sacrificio excesivo.

Pero en la lucha contra el mal supremo, es decir, contra las mentiras y los abusos del poder, contra la explotación y la injusticia, la botella no está por la mitad, ni mucho menos. ¿Por qué luchar, si nuestras fuerzas son muy inferiores a las del enemigo? Podría parecer que aquí no funciona el criterio cuantitativo. Sin embargo, sí que funciona, y de forma aún más clara. Si luchamos, a menudo la probabilidad de vencer es baja; pero si no luchamos, es nula. Y, como nos enseñan las matemáticas, cualquier número positivo es infinitamente mayor que el cero. Hemos ido de lo cualitativo a lo cuantitativo, y ahora la cantidad se convierte en calidad. Algo no solo es más que nada: algo es algo, como nos recuerda una frase hecha menos trivial de lo que parece, mientras que nada no es nada. El camino de la lucha es duro, peligroso e incierto; pero es el único camino, la única alternativa a la resignación, que es otro nombre de la derrota. Los que luchan pueden fracasar, incluso morir en el intento; pero los que se resignan mueren todos los días.

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18 Comentarios

  1. Constantino

    Lectura soporífera. Cuando no sabe qué escribir, le da a usted por la moral. Suele ser como llevar una vaca en brazos.

    • Pero, Constantino, creía que el maestro del insulto era yo. Salir a soltar estas paridas de malfollado pensé que era cosa exclusiva de comunistas sin fuentes.
      Ay, Churchill era un criminal, Stalin era un satanás, Frabetti es un pesado, pero usted, usted es un alma pura.
      No se denigre, siga leyendo y bebiendo de las fuentes, que todos necesitamos un crítico como es debido para poner a parir todos los artículos de Jot Down.

      • Constantino

        La mayoría de los articulistas de Jotdown son buenos. Algunos, supremos. Frabetti es un literato inteligente y agudo… cuando quiere. Porque puede. Y como puede, debe escribir mejor.

        • Frabetti

          Gracias por la confianza, pero me temo que no puedo hacerlo mucho mejor.

          • Coincido con Constantino. Sí que puede. Cuando le parece, lo borda.

            • Muchas gracias; Alminar, pero «bordarlo», si es que alguna vez lo logro, no depende solo de mí. De mí depende hacerlo lo mejor posible, documentarme adecuadamente y dedicarle a un artículo el tiempo que merece, y, de hecho, nunca doy por buena una primera versión y nunca publico un texto el mismo día que lo escribo (consultar con la almohada casi siempre da buen resultado). Pero unas veces el resultado es mejor -más ameno, más brillante, más preciso, más sugerente- y otras es peor. ¿De qué depende? Si lo supiera…

          • Constantino

            Le toco su misma melodía: debería ser más optimista. No sea modesto. Es listo y lo sabe. Ocurre que usted mima demasiado al lector, emprendiendo casi un diálogo con él. Ahorre esa energía. Si dejaran los hilos libres a los lectores, ¿sabe qué encontraríamos?
            1. Una cacofonía de datos inconexos donde cada cual empezaría a hablar de un asunto y antes de completarlo saltaría a otro. Y luego a un tercero. Etcétera.
            2. No importa sobre qué tema escriba usted. Terminarán hablando de ovnis, reptilianos, sectas donde le dan por culo a los niños (y luego se beben su sangre), los idiotas inevitables (Hitler o Stalin) y demás payasadas. No habría ninguna estructura en la exposición que harían. Los lectores irían desembuchando las paridas que se les fueran ocurriendo sobre la marcha.
            3. La mayoría que de los que aquí responden, si no fuera por el control, demostraría que son gente con serios problemas mentales.

            Es una suerte que esta página siga en abierto y topar con cultura para variar. Ánimo. Y adelante.

            • Gracias, Constantino. Pero, afortunadamente, o el control de los comentarios es muy bueno en Jot Down, o yo he tenido mucha suerte, pues la inmensa mayoría de los comentarios a mis artículos me ha sido útiles, incluso -o sobre todo- los negativos. Sin ir más lejos, he releído este con las gafas de detectar la amenidad y la brillantez, y creo que, desde ese punto de vista, es claramente mejorable. Puede que no sea tan penoso como llevar una vaca en brazos (magnífica metáfora, por cierto), pero un poco pesado y «moralizante» sí que es.

            • Qué presuntuoso. Su abuela debió irse pronto.

  2. Gracias por el artículo. En estos momentos de tanta impotencia es especialmente relevante. ¿Hasta dónde debe llegar la miseria humana para que reaccionemos?

    • Frabetti

      Interesante pregunta, Eva. La historia ha dado algunas respuestas, y puede que esté a punto de darnos otra, tal vez definitiva.

  3. Cristóbal Pacheco

    » Hay hombres que luchan un día y son buenos,
    hay hombres que luchas muchos días y son mejores,
    pero los hay que luchan todos los días, esos son los imprescindibles»…………..algo así dijo Brecht.

    • Frabetti

      Efectivamente. Y por suerte los hombres y mujeres que luchan todos los días no son pocos, como está demostrando la actual crisis sanitaria.

  4. Pareciera que el señor Constantino es el único que no tiene los hemisferios cerebrales sin la deriva inevitable y, si es posible hacer esta metáfora y sin faltar al respeto, saludable, contingencia que no lo priva de una prosa precisa y cautivante. Ruego a lo Innominable que no ejerza alguna posición social porque para él es todo claro, taxativo y solucionable. Esto puede tener un grado de veracidad para cualquier otra disciplina humana, pero creo que, para la literatura, toda la literatura, es arriesgado afirmar que en este foro hay gente con graves problemas mentales. Ya de por sí la “mente” es un problema que se manifiesta aún mayor cuando esa “mente” se encuentra con otra en el campo de las letras ya que entre ellas, letra y “mente”, hay un vínculo indisoluble. A pesar de la acidez cerebral causada, ha sido un gusto leer sus opiniones. Cara Carlo, tu mínimo artículo sobre algo que a primera vista parece tan banal me trajo a la memoria una poesía de la cual me quedó el inicio y uno que otro verso, …hasta prueba contraria los opuestos son síntomas de buena salud, pues es de suponer que los vectores neuronales no sean dos, ni tantísimos que nos dejan sin palabras, sino uno solo…. La risa no es otra cosa que el llanto que va al teatro, de ida y de vuelta, y hasta el humor más negro causa hilaridad. El aburrimiento es el fervor con día de asueto, el desprecio es el amor que no fue a la escuela… etc. etc. (Excelente tu sugerencia de “macerar”, “consultar con la almohada” antes de publicar cualquier comentario o artículo. Lo pondré en práctica luego de este, porque me ha causado no poca perplejidad)

    • Como asiduo cultivador de la literatura infantil y de la divulgación científica, llevo muchos años recibiendo y contestando comentarios, caro Eduardo, y he aprendido algunas cosas:
      -Cualquiera que se tome la molestia de leer algo que he escrito y hacer un comentario, merece mi gratitud, mi atención y mi respuesta, puesto que me reafirma en mi tarea y me ayuda a mejorarla.
      -Una expresión vehemente o malhumorada (a no ser que se trate de un insulto puro y duro) no debe impedirnos valorar objetivamente las críticas negativas, del mismo modo que los elogios no deben hacernos sobrevalorar las positivas.
      -El humor, como apuntas, incluso el más negro, siempre es un valor a tener en cuenta. Admito que no me gustó nada que Constantino dijera que mi artículo era soporífero; pero cuando leí lo de la vaca en brazos me reí con ganas, cosa que últimamente hago menos de lo que quisiera.
      Gracias por tus asiduos y siempre enjundiosos comentarios.

  5. Desde hace años, en el mundo neoliberal que nos aplasta, hay todo un aluvión de «psicología positiva», aderezada de seudoespiritualidad oriental (un poco de chi-kung, de yoga, de tahi-chi estupidizante) que nos invita a tragar con las injusticias sociales y a «mirar en nuestro corazón» para sentirnos mejor (a pesar de la presión laboral que sufres). Incluso se habla de las bondades de la «resiliencia» en los ámbitos empresariales, para así convencernos de que la próxima vez, si no te dejas abatir por el desánimo, conseguirás tus objetivos de marketing, etc., etc. Vomitivo todo.

    Y no deja de ser una combinación de positivo-negativo: o sea, viene a ser algo así como: «hay que ser positivo ante la injusticia que te cae, pero hay que ser negativo respecto de las posibilidades de todo cambio social porque no se puede cambiar el mundo hasta que no cambiemos nuestro interior». DE VÓMITO.

    • Desgraciadamente, volvemos a verlo en la gestión de la actual crisis: el discurso dominante ni siquiera contempla la posibilidad de un cambio de paradigma socioeconómico, un mundo en el que los privilegios de unos pocos no prevalezcan sobre las necesidades de muchos. Totalmente de acuerdo con el veredicto final y las versalitas, y esperemos que este golpe brutal sacuda algunas conciencias.

  6. Cimex Lectularius

    Donde haya un condón a punto de ser usado hay por lo menos dos personas sorteando los designios de la Naturaleza…

    https://youtu.be/YrJhzqP6kaY

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