Ciencias

Un millón de casos no es tan mala noticia

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Llevamos dos semanas aterrorizados y cada día que pasa nos asustamos más. Con razón. A la hora de escribir estas líneas el número de muertes debidas a la pandemia en España supera las 3400 (3434) y el número de casos declarados se acerca a los 50 000  (47 610). Hemos adelantado a China (3287 defunciones) y miramos a Italia, que ya dobla en víctimas al gigante asiático (más de 7500) con inquietud, ya que hoy hemos registrado más fatalidades que ellos. El porcentaje aparente de muertes con respecto al número de casos en España es del orden del 7%, muchísimo más que el 3% que solíamos contabilizar o el 1% que parecen tener en Corea del Sur. ¿Qué está pasando aquí?

Una posible explicación sería que la enfermedad afecta más a personas mayores y nuestra distribución de edad nos hace más frágiles al virus, que, digamos, la población China. Pues bien, en China, el 10,35 % de la población tiene más de 65 años, En Corea del Sur, el porcentaje es del 13,53 % y en España del 17,85 %. Se trata de una diferencia considerable, pero no abismal. En China el número de mayores de 65 es el 58% del número en España y en Corea del Sur el 76 %. En el peor de los casos podríamos esperar que la proporción de defunciones siguiera el mismo patrón que la edad (y se trataría de una estimación muy pesimista). Dado que el porcentaje de fatalidades en Corea del Sur es del 1%, obtendríamos, en el peor de los caos un 1,3 % en España, muy alejado del 7 % que parecemos observar.

Otra explicación sería que el sistema sanitario ha colapsado completamente originando una ola de defunciones. Tampoco parece el caso. A pesar de todas las penurias que están sufriendo nuestros sanitarios, están aguantando el tirón como héroes (no se les puede llamar de otra manera y no se nos puede olvidar lo que les debemos). Además, en Italia la fracción de muertes es aún peor (9%). En Reino Unido están en 5%, mejor que nosotros pero muy lejos del 1% de Corea del Sur, y eso a pesar de que el número de casos allí es mucho más pequeño que en España o Italia y por tanto el sistema dista de estar saturado.

La explicación más plausible es otra y viene detallada en un artículo reciente. El problema con el cálculo de casos declarados es que es siempre inferior al de los casos reales. Esta circunstancia se da en todos los países, ya que incluso en Corea del Sur, donde se realizan tests masivos, es imposible controlar a toda la población, e incluso si lo fuera, se sospecha que el número de casos asintomáticos es elevado. Una forma de averiguar con certeza si una persona está infectada o ha sido infectada en el pasado es buscar la presencia de anticuerpos específicos contra el SARS-COV-2, más conocido como el infame corona virus. Esos anticuerpos seguirán presentes incluso cuando la persona afectada se haya curado de la enfermedad (por eso desarrolla inmunidad), e incluso si no muestra síntomas. Urge, por tanto, desarrollar un sistema rápido que permita identificar la presencia de estos anticuerpos en muestras representativas de la población (distintos grupos de edad, provincias, ciudades, grupos sociales, etc.) y a partir de ahí deducir la fracción de esta que sufre o ha sufrido el virus.

Por otra parte, es posible hacerse una idea aproximada de las dimensiones de la epidemia en un país sin más que corregir el cociente aparente de defunciones a casos por un factor que se calcula a partir de datos estadísticos obtenidos en China y Corea del Sur. Esos datos arrojan que el porcentaje medio más fiable de fatalidades debidos al SARS-COV-2 se sitúa no lejos del 1% (concretamente 1.38 %). Si asumimos que ese porcentaje es aproximadamente constante en todos los países podemos darle la vuelta al argumento y utilizar el cociente aparente para estimar el número auténtico de casos.

Un cálculo rápido arrojaría lo siguiente: CS = muertes/casos declarados = 7.2 %.  Puesto que el porcentaje «real» es 1.38 %, el número de casos declarados debe corregirse por (7.3/1.38), esto es un factor 5.

Pero ese cálculo no incluye el retardo inevitable que se da entre confirmar un caso (cuando se ingresa al paciente en el hospital) y la eventual defunción de ese paciente que puede ocurrir una o dos semanas después. En otras palabras, cuando dividimos muertes por casos, estamos comparando las debidas a las infecciones de hace quince días con los contagiados de hoy. Pero hace quince días había muchos menos casos y por tanto estamos subestimando mucho el cociente real.

Precisamente lo que se hace aquí es corregir por ese sesgo. El resultado, para España, es que el cociente de casos reales a casos declarados es nada menos que… ¡veinte! O en otras palabras, si creemos tener 50 000 contagiados en España, es probable que tengamos un millón.

¡Un millón! ¡Un 2 % de la población, cuando hace dos semanas solo teníamos «unos cuantos casos importados»! Da miedo. Da qué pensar. Pero no son tan malas noticias.

Y no lo son, en primer lugar, porque la fracción de defunciones es mucho menor de lo que parece. Lo que estamos viendo en estos momentos es la consecuencia de los contagios de hace 15 días, cuando no se habían tomado medidas de contención y el virus se propagaba felizmente entre mascletás, partidos de fútbol y manifas. Pero dentro de poco superaremos el ecuador de los 15 días de cuarentena y podemos esperar un descenso muy marcado de las macabras cifras que tanto nos laceran. Nadie va a devolvernos lo que hemos perdido y los cálculos estadístico no sirven para mitigar el sufrimiento, la desesperación, la impotencia de esas residencias de ancianos convertidas en morgues. Pero no es lo mismo que muera una de cada diez personas que contrae la enfermedad que una de cada cien. El primer caso se corresponde a la letalidad de la tristemente famosa gripe española [1], una catástrofe que costó entre 50 y 100 millones de vidas humanas. En el segundo caso el número de víctimas es diez veces menor. Si a eso sumamos las medidas de contención que se están aplicando en todo el mundo (más vale tarde que nunca), podemos esperar una calamidad mucho menos devastadora que la de hace un siglo.

Hay otra buena noticia que no conviene pasar por alto. Si hay un millón de casos, quiere decir que muy pronto el 2% de la población estará inmunizado. Eso quiere decir que la tasa de reproducción de la pandemia (el famoso R0 del que llevo hablando varias entregas) se reduce por otro factor adicional, ya que parte de las personas que un infectado encuentra ya están inmunizadas y no pueden contagiarse. Aunque 2% no es mucho, en ciudades como Madrid, ese efecto ya puede ser relevante.

Y, finalmente, si hay 20 veces más casos reales que declarados, esto quiere decir que la mayor parte de la población que ha sufrido al virus ha tenido síntomas razonablemente leves que no han hecho preciso un ingreso hospitalario.

Todo lo cual no implica que no sea necesario continuar con el confinamiento, por supuesto, ni que aún falten semanas, o meses para que empecemos a ver algo de luz al final del túnel. Pero, paradójicamente, un millón de casos en España puede no ser tan mala noticia.

Nota: mi agradecimiento a Victoria Ley, por su inestimable contribución a estas series.


[1] De Wikipedia: Tradicionalmente se ha considerado «enfermo cero» al cocinero Gilbert Michell, de Fort Riley, en Kansas, ingresado el 4 de marzo de 1918. Horas después ya se contabilizaban decenas de casos, hasta el punto de tener que habilitar un hangar para los enfermos, pues el hospital no tenía capacidad suficiente. Investigadores como Santiago Mota recogen informes y publicaciones donde se afirma que ya se habían detectado brotes muy virulentos de la gripe meses antes y no en Kansas, sino en casi todos, por no decir todos, los campamentos militares habilitados para el envío de soldados a Europa. El presidente estadounidense Woodrow Wilson consultó con el general Peyton C. March, jefe del estado mayor estadounidense desde mayo de 1918, si deberían suspender los envíos de tropas a Europa para no propagar la epidemia, pero March le indicó que una noticia así podía perjudicar mucho la marcha en el frente al saber la Triple Alianza los problemas entre las filas de su enemigo. Por esta razón Wilson no detuvo los envíos de tropas, pese a llegarle informes de que sus ciudadanos estaban enfermando e incluso muriendo en los barcos al declararse la gripe a bordo. En agosto de 1918 ya eran cerca de un millón y medio de soldados estadounidenses desplazadas a Europa, muchos enfermos de gripe. Tras registrarse los primeros casos en Europa, al parecer en Francia, la gripe pasó al Reino Unido, después a Italia, más adelante cruzó a Alemania y por último a España, un país neutral en la guerra que no censuró la publicación de los informes sobre la enfermedad y sus consecuencias, de ahí que, pese a ser un problema internacional, se le diera este nombre por parecer en las informaciones de la época que era el único país afectado.

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4 Comentarios

  1. Muchísimas gracias por tan necesario y magnífico artículo. Nunca pensé que las matemáticas pudieran traer tanta esperanza…

  2. José Miguel

    Muchas gracias, JJ. Ya lo estoy compartiendo por doquier.

    Abrazos, JM

  3. Acabo de descubrir vuestra página, es una maravilla! Muchas gracias por estos artículos de calidad, algo que echamos en falta en la gran parte de la información que nos bombardea todos los días. Gracias.

  4. Pingback: La evolución de la pandemia: ¿qué nos dicen los modelos? | Una vista circular

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