Arte y Letras Lengua

Los alfabetos también lloran

Hay una gran diferencia entre escritura y oralidad, aunque ambos sistemas tienden a confundirse. Ni siquiera son dos caras de la misma moneda: el lenguaje es un medio de comunicación no necesariamente escrito. De hecho, las lenguas se hablaron durante milenios antes de la invención de la escritura, y hoy todavía quedan idiomas sin ningún tipo de representación gráfica. Sin embargo, cualquier lenguaje puede representarse satisfactoriamente con un sistema de signos escritos. Por obvia que resulte la diferencia entre oralidad y escritura, se han llenado páginas y más páginas dándole vueltas a algo tan sencillo como que la lengua oral utiliza sustancia fónica a diferencia de la escritura, cuyo soporte es gráfico. A David Crystal y a M. A. K. Halliday el tema les dio para escribir unos cuantos artículos, por mencionar solo algunos trabajos de dos lingüistas de renombre (1). Hay consenso: la escritura, en papel. Pero deberían haber dicho también en pantalla, porque, por mucho que nos pese, la tinta y el papel podrían quedar obsoletos algún día. Independientemente del soporte, la escritura seguirá siendo importante, así como las piezas fundamentales de la misma: el alfabeto —lo primero que aprendemos de los maestros y la base sobre la que se asienta nuestra educación posterior—. Pero no solo eso, es también una de esas cuestiones históricas que tanto interesan a los pueblos de las tradiciones cristiana, judía o islámica porque, para muchos, es vehículo de revelación divina, como en los sellos cilíndricos del Medio Oriente o en las piedras rúnicas de los países escandinavos.

Los soportes se han ido adaptando a los materiales existentes en cada época y a las necesidades de la información de cada civilización, en consonancia con su desarrollo cultural. Ahora, cada vez se lee más en el libro electrónico y la tablet. Y, a este respecto, no sabemos si nuestra escritura electrónica perdurará del mismo modo que las primeras inscripciones de la era anterior a Cristo. Quizá nos estemos equivocando. La electrónica no sobreviviría a un gran diluvio universal y no quedaría constancia de nuestro alfabeto. Y ya van décadas desde que los científicos nos advierten que el calentamiento global no es ninguna fantasía; el hielo de la Tierra se derrite y los océanos se expanden. Si usted es pesimista, cuente con que habrá una gran inundación tan devastadora como la de la Biblia. Las advertencias no son solo teóricas: el nivel del mar aumenta sigilosamente. Lo contó Karen Speights, de Norfolk (EE. UU.), para el New York Times (2). No ha pasado mucho tiempo desde la noche en que cenaba tan tranquila con su madre cuando sintió un cosquilleo inesperado en los pies; su casa se estaba inundando. También lo contaron en Venezuela y en Louisiana, inaugurando milenio. Y ha habido miles de muertos en los diluvios de Bangladesh y Filipinas de esta década. Pero las desgracias no solo ocurren en lugares remotos; ciudades como Londres o Benidorm podrían quedar sumergidas de cumplirse las estimaciones más extremas —la fusión completa de la capa de hielo de Groenlandia—.

Siempre se repite la misma historia. Desastre natural tras desastre natural. Diluvio tras diluvio. Por mucho que se empeñen en negarlo los hombres más poderosos del mundo: outsiders antiestablishment secundados por hordas de evangelistas sectarios, todos negacionistas. Y no por la pena que pudieran suscitarles los desastres ya ocurridos, como parte del proceso de negación e ira de Kübler-Ross, sino porque piensan que el rapto secreto está al caer. Un día no muy lejano, Cristo hará resucitar a los cristianos y raptará a los que estén vivos y se hayan portado bien. Y después, el apocalipsis. Así que Trump y el calentamiento global están en la Biblia —en el último libro, Après Trump, Le Déluge—. Si somos optimistas sería como en el diluvio de Noé, pero cargando con la tablet. Según la historia original, Yahvé dijo a Noé que construyera una embarcación y que llevara con él a su familia, incluidos sus tres hijos: Sem, Cam y Jafet. Después, los descendientes de los tres hijos se dispersaron por la tierra dando origen a las razas de la humanidad y a tres familias lingüísticas, las de los semitas, camitas y jafetanos. Allá, en el Medio Oriente, nacieron, evolucionaron y se mezclaron las lenguas más antiguas, a partir de las que posteriormente se desarrolló el alfabeto escrito: las lenguas semíticas. Simplificando, el alfabeto sería hijo de Sem y nieto de Noé.

Las lenguas semíticas se clasifican en tres grupos: semítico oriental, semítico noroccidental y semítico meridional. A grandes rasgos, el acadio, derivado del sumerio, con sus dos dialectos babilónicos y asirios, representa el semítico oriental. El cananeo o fenicio y el arameo, el semítico noroccidental. Y el semítico meridional se divide en árabe septentrional, subarábigo y abisinio. Como apunta el trabajo de Coulmas (3), lingüista especializado en sistemas de escritura, la relación entre unos alfabetos y otros es evidente y los elementos de los mismos han ido evolucionando hasta las grafías actuales.

Sumerio

El sistema de signos sumerio fue el primer tipo de escritura de Oriente Medio. Surgió de la lengua oral que se hablaba en el sur de Mesopotamia —la zona comprendida entre los ríos Tigris y Éufrates, en Irak actualmente— y, desde un punto de vista eurocéntrico, es la lengua de la civilización más antigua del mundo. No tenía alfabeto sino logogramas grabados en soporte arcilla donde registraban las cantidades de materiales comercializados o embarcados. Estas tablas se remontan al 8500 a. C. Se cree que el origen es el siguiente: como para contar productos se usaban pequeños objetos o fichas que era necesario mantener juntos (para evitar perderlos o que se los robaran), decidieron ponerlas todas en un contenedor grande y sellado, pero al estar cerrado no recordaban cuántas fichas había dentro del contenedor y, para resolver este problema, comenzaron a grabar imágenes en la superficie del mismo. De tanto repetir las imágenes, estos pictogramas fueron evolucionando y perdiendo paulatinamente su detalle hasta convertirse en figuras abstractas que representaban sonidos. Fue un paso decisivo en la historia de la escritura alfabética; el paso previo.

Ejemplo de la evolución del verbo caminar en sumerio
Ejemplo de la evolución del verbo caminar en sumerio.

Acadio

También en Mesopotamia, ya en el segundo milenio a. C., los asirios y babilonios transformaron el alfabeto sumerio en acadio para representar los significados de la lengua acadia. En acadio culminó el proceso de transformación de los logogramas del alfabeto sumerio por un tipo de escritura cuneiforme con fonogramas (signos con valor fonético), silabarios (vocales y consonantes presentados como una unidad) y todavía logogramas (signos que representan palabras) heredados del sumerio.

acadio

La lengua acadia, cuyo nombre deriva de la ciudad de Acad, continuó en uso hasta la era de Cristo. La ubicación de la ciudad que —según el Génesis— fundara Nemrod junto con Babilonia y Uruk permanece sin identificar en algún lugar entre Asiria, al norte, y Sumeria, al sur, cerca de la actual Bagdad.

Fenicio

El nombre étnico que se daban los fenicios a sí mismos era cananeos o hijos de Canaán, lo que coincide con el pueblo cananeo citado en la Biblia. La Fenicia del milenio anterior a cristo abarcaba una parte de la antigua Canaán, región que comprendía áreas de los actuales Israel, Siria y Líbano. El idioma de esa tierra, el fenicio, representa una rama periférica de la cultura semítica. Pertenece, junto con el hebreo y el filisteo, a las lenguas cananeas, una subfamilia de las lenguas semíticas. El alfabeto fenicio es interesante por dejar las vocales fuera de la representación escrita, «l q hrr mch spc». Por primera vez se identificaron, aislaron y separaron las vocales de las consonantes. El otro cambio principal es gráfico: las formas se hicieron más abstractas y lineales, alejándose cada vez más de los logogramas. La cultura fenicia no dejó huellas firmes de su existencia, pero sí un importante legado cultural —además del vino— a las civilizaciones posteriores: los alfabetos árabes, hebreos, latinos y griegos son todos descendientes del fenicio.

fenicio

Arameo

El arameo, originario de la tierra de Aram, en la actual Siria, con una historia de al menos tres mil años, adoptó inicialmente el alfabeto fenicio con algunos cambios. Una innovación interesante fue incluir vocales. Probablemente como consecuencia de los cambios fonéticos en las lenguas semíticas del norte, los arameos reutilizaron ciertas letras para representar vocales; así, la letra aleph equivale a la A. Pronto se convirtió en la lingua franca del antiguo Oriente Medio, hablado desde la costa mediterránea hasta las fronteras de la India. Posteriormente desarrolló un alfabeto más peculiar, que adoptaron los israelitas y otros habitantes de Canaán; es el sistema de escritura empleado en algunos libros de la Biblia, como el de Daniel, y en el Talmud.

arameo

Nabateo

En la ciudad de Petra, Jordania, los nabateos construyeron un reino en el siglo II a. C. que abarcó desde Siria hasta Hijaz en Arabia Saudita, y desde Jordania hasta el Sinaí en Egipto. La primera escritura de los nabateos utilizó el alfabeto arameo, aunque las inscripciones encontradas en monumentos indican que los nabateos eran un pueblo de origen árabe. Pero, poco a poco, los nabateos comenzaron a adaptar el alfabeto arameo, que evolucionó hasta adoptar un estilo menos angular y más cursivo con un amplio uso de ligaduras para unir las letras de las palabras.

Los romanos se adentraron en el reino de los nabateos en el año 106, pero estos, a pesar de vivir bajo dominio romano durante unos quinientos años, siguieron escribiendo a su manera y crearon un nuevo alfabeto, el precursor directo de la escritura árabe. De hecho, una de las primeras inscripciones en lengua árabe —hallada en Namarah (Siria) y que data del año 328— está escrita en alfabeto nabateo.

Evolución arameo nabateo árabe
Evolución arameo, nabateo, árabe.

Muy lejos del nabateo queda nuestro alfabeto latino, que deriva del de los griegos, aunque no directamente. Los mediadores fueron los etruscos, pobladores de la parte noroccidental de la península itálica. De cultura heredada del mundo helénico, los etruscos transmitieron la escritura a los romanos. El alfabeto romano o latino es muy similar al nuestro, excepto por pequeñas modificaciones introducidas en su mayoría en la Edad Media. Por ejemplo, nuestra ñ es una simplificación de la grafía nn, como en donna > doña.

El procedimiento de transmisión del alfabeto a los romanos no fue del todo sencillo. Los etruscos usaban el signo G para el sonido /k/ —no tenían fonema /g/—. La K dejó de usarse, excepto en algunas palabras, y se reemplazó por la C. Como los romanos (a diferencia de los etruscos) sí necesitaban representar el sonido /g/, inventaron un signo para el mismo: añadiendo un palito a la C produjeron la G. El sonido /u/, griego Y, adoptó la forma de V para el sonido /v/ aparte de /u/. La I servía para los sonidos /i/ y /y/. La primera inscripción en alfabeto latino que se conoce es la fíbula prenestina, una hebilla de oro del siglo vii a. C. descubierta en Palestrina, la antigua Preneste. La oración, escrita de derecha a izquierda, como era entonces habitual, reza: MANIOS MED FHEFHAKED NVMASIOI —«Manio me hizo para Numerio»—. Por aquellos tiempos todavía no estaban todas las letras del alfabeto; poco después se introdujo la Q, derivada de una forma griega arcaica, además de la Y y la Z, y de la P salió la R. El alfabeto quedó así: A, B, C, D, E, F, G, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, V, X, Y, Z. Mucho después, en la Edad Media, la U se empezó a distinguir de la V, la Y de la I, y apareció la W.

Los alfabetos del sumerio, acadio, fenicio, arameo, y muchos otros relacionados son sistemas de signos ya desaparecidos si los consideramos como conjunto indivisible. La parte no fatídica es poder reconstruir la historia de una letra latina, por ejemplo la H, hasta el fenicio sin que esta labor presente mucha dificultad. Y se puede. Entonces ya no podríamos decir que la H fenicia ha desaparecido. Lo mismo puede pasar con nuestro alfabeto latino; en lugar de dejar que desaparezca podríamos adaptarlo y, por ejemplo, prescindir de letras como la H porque es muda, la V porque se confunde con la B, la Q porque cuando suena K además necesita que le añadamos una U, la X porque suena KS… o podríamos añadir letras, la ſ alta porque quedaba bonita, la ŋ para cuando la N va seguida de sonido velar, o incluso algún símbolo como el &, que hasta el siglo XIX fue la vigésimo séptima letra del alfabeto en inglés. O el alfabeto latino, simplemente, podría extinguirse —con diluvio o sin él—. El caso es análogo al de las lenguas y las especies en peligro: no siempre evolucionan; a veces, desaparecen.

Ilustración: Tau Diseño


(1) Crystal, D. 1987. The Cambridge Encyclopaedia of Language. Cambridge: Cambridge University Press.

Halliday, M. A. K. 1987. «Spoken and written modes of meaning». Comprehending Oral and Written Language. Academic Press: 55-82.

(2) «Flooding of Coast, Caused by Global Warming, Has Already Began», The New York Times, 3 september 2016.

(3) Coulmas, F. 1989. The writing Systems of the World. Oxford: Basil Blackwell.

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5 Comentarios

  1. alfabeeter

    No lo tomes a mal: si quieres, no publiques mi comentario, solo tenlo en cuenta para tus próximos escritos. «Virar» el rumbo del texto en el segundo párrafo de ese modo probablemente no ha sido una gran idea, porque nos confundes a los lectores, en cierto modo nos abandonas a nuestra suerte, te desentiendes de nosotros. En ese segundo párrafo el tema y el tono empleados no son ni mejores ni peores que los del primero, sin embargo, se saltan el acuerdo «explícito» de las primeras palabras.

    • Pero luego vuelve el tono más formal. Fue un lapsus, supongo. En todo caso lo tendré en cuenta. Gracias.

  2. Antonio Manzanares

    Si desean seguir viendo nuevos Alfabetos pueden visitar mi último blog: coleccióndenuevosalfabetosmanz.blogspot.com. Saludos.

  3. Todo un mar de informaciones fascinantes sobre ese milagro de la palabra. «Questa donna merita il mio applauso». No entiendo la observación de «alfabeeter». Es una narración que va creciendo, y si no percibo un salto entre el primer párrafo y el segundo es porque termina uno y empieza el otro refiriéndose a los soportes lingüísticos. Tal vez no aferre a fondo su punto de vista. Un tema que me desorienta es por qué las fotos que poseemos del Talmud, la Torah (que se afirma que fueron escritos en arameo, traducidos al griego y creo que hasta en siriano), o los signos gráficos en las fachadas de las sinagogas, que se dice sean del alfabeto hebreo, no coincidan con el arameo que usted presenta. Una anécdota lingüística que espero la haga sonreír, si no es que ya la conoce, con respecto al viaje de las palabras que a veces no llegan a buen puerto: tenemos el dicho «quién paga el pato?» cuando buscamos un posible culpable, y siempre me pregunté qué tenía que ver un ave palmípeda con la justicia. Mucho tiempo después supe que era la infeliz traducción del «patto» italiano refiriéndose al «pacto» que Abram estipuló con Dios y los israelitas rompieron más de una vez recibiendo el castigo divino. Excelente divulgación.

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