Nos sentamos a ver de nuevo En busca de la felicidad, protagonizada por Will Smith, para redactar este artículo, y la verdad, acabamos llorando a moco tendido. Pero no, no lo hacíamos porque un negro ¡un negro, en Estados Unidos! se subiera al ascensor social para pasar de sintecho a empleado bien retribuido del mundo de las finanzas. Llorábamos porque la historia de su protagonista se parece muchísimo a la de un autónomo precario español. Idéntica, pero sin final feliz.
De los 3 280 000 autónomos que existen en nuestro país 1 900 000 son precarios de los que juntan mil euros netos al mes. El resto son dueños de PYMES. Por eso, y después de años de reivindicaciones desoídas, las dos organizaciones que los representan, UPTA y UATAE, lloraron lagrimitas de emoción al reunirse, por primera vez, con una ministra de Trabajo. Quizá atendiera por fin su reivindicación histórica: rebajar la cuota de afiliación.
Esa cuota, en su mínimo, supone 283,32 euros que el autónomo debe abonar mensualmente, facture o no, cobre o no cobre. Si quiere ganar 1000 euros limpios al mes tendrá que añadir un 20% del impuesto sobre la renta. Más los gastos que tenga por desarrollar su actividad, conexión a internet, teléfono, ordenador, etc. Total, que debe facturar unos 1500 euros mensuales brutos si quiere llegar a esos mil netos, después de impuestos y gastos. Una cantidad con la que no conseguirá un contrato de alquiler, ni un préstamo bancario y no digamos ya una hipoteca. En cuanto a vivir, irá tirando, sin apenas ahorros para imprevistos. Contribuyendo a convertir a España en el tercer país de la UE con mayor porcentaje de trabajadores pobres, solo después de Rumanía y Luxemburgo.
En la UE adecuar la cuota fija de autónomos a los ingresos ya está inventado. En Irlanda pagan el 5% del total ingresado anual —facturado menos gasto—-. Análogo en Portugal, Dinamarca, e Italia, donde ese porcentaje está entre el 20% y el 30%.
Dejamos fuera, por no ser comparables, los sistemas de autónomos europeos que no te incluyen en la Seguridad Social: Holanda, Alemania, Austria. Y tras analizar los veintisiete Estados de la UE, excluyendo ya al Reino Unido, llegamos a la conclusión de que solo Polonia tiene una cuota casi tan alta como nosotros, 200 euros, y que por tanto somos el país europeo donde cuesta más dinero ser autónomo.
Aun así es improbable que nadie abra, vuelve a advertirnos El Confidencial, el melón de la cotización por ingresos. Sí podrían abrir el melón de abonar un IVA por facturas que aún no se han cobrado. O el de añadir un tramo más bajo de la cuota, 100 euros por ejemplo para el autónomo mileurista.
En estas condiciones, ¿quién está tan loco como para hacerse autónomo? Salvo excepciones, entre esos casi dos millones de autónomos precarios la mayoría lo son a la fuerza.
Mayor en paro: o autónomo o subsidio
Los empleados que han perdido su trabajo después de los cuarenta y cinco o cincuenta años son excluidos por los algoritmos —y los filtros a un nivel más básico— de las ofertas de empleo. Departamentos de recursos inhumanos y contratadores deciden hacerlo así. ¿Solución? Convertirse en autónomos. Perdón, en «olderpreneur», término utilizado por la UE. La otra opción, en España, es esperar a cumplir cincuenta y dos años, e ir cobrando el subsidio de 430,27 euros mensuales hasta la fecha de jubilación. U opositar, en aquellas plazas donde la edad no sea también un problema: policía, ejército, guardia civil.
Estaría bien que las empresas dejasen de excluir sistemáticamente a los profesionales con más de cincuenta años de sus ofertas de empleo. La discriminación por edad empieza a generar legislación a tal efecto en otros países, y tan mala como esa práctica es la de prejubilar, con cargo en parte a la Seguridad Social, a profesionales que han superado los cincuenta y cinco años.
Falso autónomo: el ahorro del empresario
Para que un trabajador por cuenta ajena reciba en su cuenta bancaria 1300 euros al mes el empresario tiene que hacer un desembolso de 2275 euros. Si le contrata como falso autónomo, por muy ilegal que sea, reduce el coste a 1600. El ahorro perjudica al trabajador, que optaría a mejor pensión y coberturas como empleado por cuenta ajena —lo que de hecho es—, pero perjudica también los ingresos de Hacienda y la Seguridad Social. Todo, no lo olvidemos, para que la empresa dé beneficios, no con la habilidad de quien la posee, gestiona o dirige, sino tirando los precios.
El gobierno ha asegurado que hará leyes más duras y perseguirá esta práctica. Como en el caso de la cuota, habrá que verlo. Del pasado nos llegan testimonios tan delirantes como el de Roger García, que contaba cómo la inspección de trabajo se dirigía contra él, cual si fuera un malvado defraudador robando al país mediante la redacción de textos. Es más difícil atacar las grandes empresas, tienen abogados, recursos y se pueden llevar cientos de puestos de trabajo a otro país.
El emprendedor rider: autónomos de risa
Las plataformas tecnológicas hablaron de emprendedores para referirse a los autónomos que trabajaban para ellas, en un modelo de negocio que les consigue clientes a cambio de un porcentaje. Una triquiñuela para evitar contratar como empleados a quienes deberían serlo. El supremo en su última sentencia sobre el caso de Glovo lo deja claro: son empleados.
Las cifras de la DGT en 2019 indican el impacto de estos trabajos: menos muertes en general, más de ciclistas y motoristas en particular. Ser autónomo no puede costarte la vida, y la regulación legal no siempre lo es todo, hay que perseguir a las empresas para que cumplan. Michael Sandel explicaba en Lo que el dinero no puede comprar cómo Walmart contrataba seguros de vida para sus empleados…¡que cobraba la propia empresa si estos fallecían!
El resto de autónomos, de vocación, voluntaria o forzada
Los agricultores que protestan contra los precios de la cadena de distribución lo son. Les gusta el campo, el tractor, las tierras y las subvenciones que reciben solo por trabajar. La mayoría de arquitectos también, obligados a la fuerza por los estudios donde les «contratan».
En el mundo de la cultura y la comunicación lo son casi todos: ilustradores, escritores, diseño y artes gráficas, y la mayoría de periodistas. Estos últimos porque, como en el caso de los arquitectos, son convertidos a la fuerza en falsos autónomos.
También están los otros, los de la vocación infinita. Carlos H. Vázquez nos contaba en Jot Down la apasionante vida de Ricardo Ortega, su triste e innecesaria muerte, y el indignate periplo posterior por ser autónomo. Por estas páginas pasó también Pablo L. Lorosa, al que sus amigos definían como periodista comprometido, generoso y lleno de alegría. Un freelance con una pasión de caballo que recorría el mundo buscando historias de premio, como esta. Ser autónomo en esta profesión debe ser siempre una opción personal, pero algunos dueños de medios lo han convertido en un modo de hacer dinero.
Algo vimos en la inesperada entrevista de Ferreras a Willy Toledo, donde ambos discuten sobre la cantidad que su productora paga a los empleados de Al Rojo Vivo, y sobre sus condiciones laborales. El presentador, en ese momento empresario exitoso del audiovisual, le reta a que pregunte a los empleados directamente. El actor, en ese momento activista de los derechos de los trabajadores, le reta a que muestre los contratos de los trabajadores del medio.
En periodismo televisivo o radiofónico el que gana de verdad dinero es el tertuliano, también autónomo. Si es director de periódico su cifra por intervención alcanza los cuatro dígitos. El plumilla o redactor base seiscientos al mes, mil con suerte, despedido en verano cuando cierra el programa, vuelto a contratar, quizá, en septiembre. Muchas veces falso autónomo. En la polémica con Ferreras, Nativel Preciado aseguraba «cobrar lo que se merece». Cierto, porque el valor aportado por este tipo de colaboradores no es el análisis, sino generar audiencia, que es de lo que viven los medios, como explica el documental La industria de los expertos. Y para eso no hace falta estudiar.
Aunque si se trata de generar polémica viral que los medios aireen sus contratos y salarios. Hacer sensacionalismo ateniéndose al eslogan del primer periódico que alardeó de ello, el Aspen Daily News: «Si no lo quieres ver impreso, no permitas que ocurra». Por el momento los sindicatos y las inspecciones de Trabajo y de Hacienda tampoco lo hacen.
Pero no es solo el periodismo, ocurre en publicidad, en arquitectura, y hasta en áreas muy profesionalizadas de los clubes de fútbol dedicadas a la nutrición o entrenamiento de esas estrellas que ingresan millones. Todo ello dice mucho del tejido empresarial de un país en el que desde hace años las empresas se hacen rentables y exitosas a base de bajar sueldos o convertir empleados en autónomos, y donde la nómina de los empleados públicos supera ampliamente la de los asalariados en el sector privado. Parece que los verdaderos emprendedores, salvo excepciones, tampoco son un ejemplo a seguir.
Qué decir de la política. Pues que vive en Babia. Lo contaba Alberto Olmos con esa chocarrería tan suya, la ministra de Trabajo dice que no se puede vivir con 950 euros y él llama corriendo a sus amigos a ver si están vivos.
A nosotros, entre tanto lloro por mirar esta opción laboral, nos dio la risa cuando El Confidencial publicó que España está obligada a ser un país de autónomos, debido a su mercado, fragmentado en comunidades autónomas, cada una con sus propias leyes y regulaciones. Preferimos este otro dato, el de que España supera el número medio de autónomos en Europa, porque cuanto más crisis económica hay en nuestro país, más autónomos se generan. Y cuando mejora regresan, los que pueden, al trabajo por cuenta ajena.
En todos los países del mundo hay cada vez más trabajadores autónomos. En Estados Unidos son ya el el 35 % de la fuerza laboral, cincuenta y siete millones de personas, incluso ha surgido un sindicato para agruparlos y defender sus derechos. En la Unión Europea su número no deja de crecer. Como aquí, no necesariamente para bien: en Holanda un tercio de los autónomos aseguran que su cliente controla su tiempo de trabajo… más falsos autónomos. Es también la opción mayoritaria entre empleados mayores en Europa, qué remedio. Y es el futuro, al parecer, de gran parte del mercado español. Buscaremos pañuelos más grandes.