Si los creadores secretos, telúricos y subterráneos fueran realmente underground —lo que se dice underground—, no estarían en museos, galerías, bibliotecas y otros espacios de consagración. Si los músicos, cineastas y artistas que se consideran transgresores, nihilistas y alternativos fueran de verdad underground —lo que se dice underground—, no tendrían que recibir premios, patrocinios, subvenciones u otras regalías oficiales. Si los poetas, narradores y blogueros que se declaran contra el sistema porque son underground lo fueran de verdad —lo que se dice underground—, no deberían esperar el reconocimiento del sistema. La vida es muy dura y ya no sale a cuenta terminar como Van Gogh, quien falleció a los treinta y siete años después de producir agónicamente novecientas pinturas y mil seiscientos dibujos durante la última década de una vida más bien zarrapastrosa y radicalmente underground, lo que se dice underground. Van Gogh vivió como un gusano, aunque hoy lo recordemos como una mariposa.
En 1961 Piero Manzoni expuso noventa latas que etiquetó cachaciento: «Mierda de artista. Contenido neto treinta gramos. Conservada al natural. Producida y envasada en mayo de 1961». A día de hoy cada una de esas latas tiene un precio de cinco dígitos en euros, pero nadie ha abierto ninguna todavía. Aquella creación inspiró a John Baldessari, quien en 1970 quemó todas sus pinturas, con las cenizas hizo galletas y luego las envasó en un frasco que el Hirshhorn Museum de Washington adquirió junto con la receta original, aunque nadie se ha atrevido a hornear más galletitas para descubrir a qué saben. ¿Cuánto costaría en nuestros días la oreja que Van Gogh se fileteó? Los creadores contemporáneos serán muy underground, pero cándidos no son.
Frank Zappa y los Sex Pistols fueron alguna vez iconos de la música underground, aunque sus giras, conciertos, premios, discográficas, películas y festivales no sugieren que les hiciera mucha gracia permanecer siempre bajo tierra. ¿Tocar con una orquesta filarmónica sería underground? ¿Dónde estaría lo underground en la venta de los derechos a una multinacional como la Universal Music Group? Cuesta mucho hablar de música underground cuando puedes recibir el Grammy por underground, cuando existe una sección underground en Spotify, cuando cualquier banda underground puede subir sus vídeos a YouTube, cuando los garitos underground están en todas las redes sociales o cuando en Wikipedia te encuentras con la biografía del más inédito compositor underground.
Hacia 1936 y después de haber publicado Historia del ojo (1928) en una edición clandestina de apenas ciento treinta y cuatro ejemplares firmados bajo el seudónimo de Lord Auch, Georges Bataille fundó «Acéphale», una sociedad secreta de amigos de los sacrificios humanos cuyo anagrama era un hombre decapitado y que para su presentación en sociedad convocó a los interesados a presenciar una ejecución en vivo. Por desgracia, ninguno de los socios fundadores se ofreció a ejercer de verdugo, a pesar de los numerosos afiliados dispuestos a dejarse cortar la cabeza durante la ceremonia inaugural. No puedo imaginar algo más underground —lo que se dice underground— que aquellos amigos de los sacrificios humanos incapaces de sacrificarse entre ellos, incluso en la clandestinidad más absoluta. ¿A que hoy eso ya no ocurriría? Para nada, porque gracias a las ejecuciones yihadistas no solo hemos descubierto que las degollaciones son performances, sino que las hemos mejorado con actores y realizadores profesionales.
¿Por qué en las ficciones contemporáneas la malignidad, lo canalla y la crueldad son gratuitas, excesivas y desinteresadas? Porque después de siglos de maldad, irreverencia y transgresión underground el mal ya no se oculta y no avergüenza a quienes lo ejercen. El mal en nuestros días es parte del espectáculo y por lo tanto una de las bellas artes que arrasa en cines, series y novelas. ¿Qué tienen en común Breaking Bad, Nefando, Amores perros y La virgen de los sicarios? Un Ars Malefica, un Ars Delendi y un Ars Maligna que implican que ya ni siquiera el mal es underground, lo que se dice underground.
Gracias a la hegemonía del espectáculo, la vileza, lo ruin, la abyección y lo canalla han abolido —como intuyó Guy Debord— las fronteras entre lo posible y lo permitido, de forma que lo underground se ha convertido en otra expresión de lo espectacular. Lo underground encarnaba la transgresión, lo alternativo, la disidencia y el rechazo más visceral a lo espectacular, mas, como tales humores ya no se llevan, lo underground ha sido canonizado y así ser underground se ha convertido en una opción existencial tan normal y descafeinada como cualquier otra.
—¿Tu niño sigue siendo dark?
—No, ahora quiere ser hipster.
—Hay que ver, en casa del metalero cuchillo de palo.
En Las culturas populares en el capitalismo (1982) Néstor García Canclini demostró cómo el mercado es capaz de absorber y desnaturalizar cualquier expresión artística disidente o contestataria, trasladándola desde los márgenes y las periferias hasta los escenarios centrales de la consagración. Y así como «la loza de Tlaquepaque, en Guadalajara, producida por artesanos jaliscienses a partir de diseños arcaicos, pero en los talleres de empresarios norteamericanos, sometiéndose a sus adaptaciones estilísticas y perdiendo en la venta a turistas el control económico y simbólico del producto no es arte popular», así también las creaciones underground producidas por transgresores de diseño a partir de estéticas alternativas, pero en los estudios de empresas multinacionales, sometiéndose a sus criterios de negocio y perdiendo en los canales de distribución la naturaleza marginal y simbólica del producto, no son creaciones underground. Por lo tanto, el underground verdadero —lo que se dice underground— o es invisible o es póstumo, porque si sus creaciones están en YouTube, Wikipedia, Facebook o Instagram no sería under ni mucho menos ground, porque toda su obra estaría en la «nube», siempre online y accesible.
En realidad, lo underground no se puede fingir, disponer o impostar, porque solo lo que germina secreta y dolorosamente bajo tierra irrumpe (o no) en las superficies luminosas, como Dionisos en la mitología griega o como lo demostró Joseph Campbell en El héroe de las mil caras (1949). Sin embargo, muchos creadores apolíneos se hacen pasar por dionisíacos para entrar en el canon sobre la alfombra del underground, como si fuera posible ser mariposa sin haber sido gusano.
Pero que bien escribes Fernando, y cuanta razón llevas.
Lástima que no te pueda responder Zappa
Tal vez sea un problema de denominación de esas tendencias artísticas. Me parece difícil que un colectivo o individuo no aspire a hacer conocer su obra dejándola a disposición solamente al círculo más íntimo por más extremista que sea. Underground no significa prohibido llevar a la superficie. Me parece demasiada severa su excelente prosa. Si así tendría que ser no hubiera conocido a los rompedores Sex Pistols y otros que han mostrado que otro tipo de música se puede hacer. Muy buena lectura.
Enlazando a Iwasaki con Coderch, nos sale lo siguiente:
No son premios lo que necesitamos ahora.
Saludos.
Da para mucho mas el tema. Hay un poeta chileno que solo es conocido por quienes asistieron a sus talleres de poesia. Yo lo conoci por un poema que leyeron en su funeral. Que es el unico poema que se podia encontrar de el en internet durante mucho tiempo. El poema, para mi, te deja con hambre de conocer su obra lo cual fue imposible hasta el año pasado cuando uno de sus estudiantes recopilo su obra.
El poeta en cuestion se llama Samir Nazal y el unico poema encontrable en internet se llama »La gente sola»