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¿Cuál de estos libros te gustaría leer (pero no podrás) este año?

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Foto: CC0.

Sus títulos son tan sugerentes como los nombres de sus autores, pero hay un problema insalvable: ni unos ni otros existen. Realmente es una pena, o quizás no. Pocas cosas habrá más abiertas que un libro ficticio, toda una invitación a imaginar nuevas gentes, nuevos mundos y, por qué no, a escribirlo nosotros mismos. A continuación les ofrecemos una lista de diez volúmenes que estimularán su creatividad sin tan siquiera pasar de la primera página (ya hemos dicho antes que no la hay).

(La caja de voto se encuentra al final del artículo)


Perycalipsis (Joachim Fersengeld) 

Un ensayo en el que el autor propone destruir todo lo superfluo creado durante el siglo XX y pagar a todos los que ni escriben, ni pintan, ni componen, ni inventan ni construyen nada, penalizando a los que sí lo hagan. El castigo es la única forma de conseguir que todo lo que se cree carezca de superfluidad (si alguien lo consigue entre tanta medida coercitiva, seguro que es así). Es el excelso Stanislaw Lem (1921-2006) el que reseña este libro junto a otros catorce en una colección bajo el título de Vacío perfecto. Resulta que lo de las colecciones de reseñas imaginarias de autores ficticios es un género que ya exploraron también otros autores de renombre como Borges o Swift, pero cualquier excusa nos basta para reivindicar la vida y milagros de este escritor polaco que nos dio Solaris y tantos otros libros que sí son.


La guía Hansard del sueño refrescante (anónimo)

Aquellos con problemas de sueño podrían intentarlo con los diecinueve volúmenes de esta obra en las estanterías de Charles Dickens. Por supuesto, solo eran los lomos que el novelista usaba para ocultar unas misteriosas tallas de madera de las que tampoco sabemos gran cosa. Su biblioteca estaba plagada de otros ilustres libros sin páginas, como La arquitectura de Noé; La sabiduría de nuestros antepasados; Los milagros modernos de Munchausen, así como otros de título mucho más breve pero no menos evocador (véase Suciedad o Enfermedad). Si esas estanterías hablaran… 


La crisálida de aire (Fuka-Eri)

Una realidad donde existen dos lunas, la normal y otra irregular, verdosa y más pequeña; unos extraños seres que tejen crisálidas con hilos de aire; un año 1984 en el mundo real y en otro paralelo; una mujer, Aomame, que se empieza a dar cuenta de los extraños cambios que se producen a su alrededor. Es en la hipnótica 1Q84 de Murakami donde descubrimos La crisálida de aire, un libro dictado por Fuka-Eri, una adolescente disléxica (al final tampoco es exactamente así) del que se espera sea un éxito de ventas. De entre las muchas referencias de Murakami en 1Q84 nos quedamos con lo de que la estructura del libro se inspire en unas sonatas de Bach, o con ese diario de viajes por la isla de Sajalín escrito por Chejov a finales del XIX. En el mismo, el clásico ruso hace un retrato del pueblo Nivj, que practica el chamanismo y habla una lengua aislada cuyos hablantes hoy no superan un puñado de centenares. Vale, nos estamos desviando del tema pero es que nos encantaría saber qué narices contaría esa adolescente en La crisálida de aire.


Teoría y práctica del colectivismo oligárquico (Emmanuel Goldstein)

El «minuto de odio» en el 1984 de Orwell no se podía dedicar a alguien que no firmara un libro con el que intentar socavar la hegemonía del INGSOC (Partido Socialista Inglés) en el poder. Reparen también en que Emmanuel Goldstein no solo se parece a Trotsky, sino que su nombre recuerda al de Emma Goldman, aquella anarquista lituana que consagró su vida a desarrollar el más libertario de los «ismos» por Norteamérica y Europa. En uno de los capítulos de Teoría y práctica del colectivismo oligárquico —también conocida por El Libro—, Goldstein se despacha tal que así: «Estos tres superestados, en cualquiera de sus combinaciones, están en guerra permanente y llevan así veinticinco años. Sin embargo, ya no es la guerra aquella lucha desesperada y aniquiladora que era en las primeras décadas del siglo XX. Es una lucha por objetivos limitados entre combatientes incapaces de destruirse unos a otros, sin una causa material para luchar y que no se hallan divididos por diferencias ideológicas claras». A falta de un ejemplar tangible siempre podemos echar mano de Bookchin. O Chomsky.


De Vermis Mysteriis (Ludwig Prinn)

Un caballero que lucha en la Novena Cruzada es capturado por los árabes y acaba siendo iniciado durante su cautiverio en los misterios de la magia por hechiceros sirios. Tras su retorno a Europa, el ya nigromante Prinn se traslada a vivir a una tumba romana cerca de Bruselas. Ahí alarga su existencia por medios de hechicería hasta que es detenido a principios del siglo XVI. Por supuesto, se le acusa de brujería y es condenado a morir en la hoguera. Durante su cautiverio escribirá De Vermis Mysteriis (del latín De los misterios de los gusanos) un libro que haría las delicias de todos aquellos a los que hacerse viejo nos parece una putada. Todo esto se lo debemos a Robert Bloch (1917-1994), prolífico escritor, guionista y maravilloso cuentacuentos de terror y ciencia ficción norteamericano.


Acerca del lustre de las horas canónicas (Maestro Greedyguts)

Otro más de entre muchos libros imaginarios encontrados en la biblioteca de la abadía de San Víctor por Pantagruel, el personaje creado por Rabelais en el siglo XVI. Ni más ni menos que cuarenta volúmenes forman esta sátira de los clérigos que hacían dejación de sus ritos y obligaciones. Lejos de conformarse con reírse del tamaño de los genitales de los frailes y refocilarse en el humor más escatológico, el humanista francés también adjudicó a autores reales como Ignacio de Loyola obras como El dulce hedor de los españoles. Madre mía, lo que habríamos gozado con esta antología.


Necronomicón (Abdul al Hazred)

Mucha gente sigue preguntándose si el Necronomicón (en griego Nεκρονομικόv) realmente existe. Hablamos de esa obra blasfema y prohibida del 700 antes de nuestra era que, desengáñense, llega a nosotros a través de los cuentos de H. P. Lovecraft (1890-1937). Este libro, del que se cuentan cinco ejemplares, fue descrito como el «ánima fantasmal y simbólica del culto prohibido de los comedores de cadáveres del inaccesible Leng en Asia Central»; para que nos entendamos todos, se trata esencialmente de un volumen de magia negra utilizado en la adoración y convocatoria de entidades extraterrestres del más allá y del espacio. Es mencionado por primera vez en el cuento La ciudad sin nombre, donde también se indica que su autor fue el «árabe loco» Abdul al Hazred, un seudónimo empleado por Lovecraft desde su infancia. Dado que su lectura conduce a la muerte inevitable (previa locura), estamos seguros de que sería el sustituto ideal de barbitúricos, sogas y demás instrumentos recurrentes cuando se trata de mandar todo a tomar por saco.


La rosa ilimitada (Benno von Archimboldi) 

Solo un tipo tan esquivo y misterioso como Archimboldi podría firmar una veintena de libros que se convierten en una obsesión para cuatro críticos literarios. Archimboldi —que no es sino el seudónimo de Hans Reiter— es un ser esquivo y de muchas caras, un usurpador de identidades que se convierte en el centro de un enigma que nace en la Europa del nazismo y muere en algún lugar de México. En 2666, Bolaño toma su nombre de un ser de carne y hueso como Hans Conrad Julius Reiter, médico, bacteriólogo e higienista nazi responsable de la muerte de cientos de prisioneros en el campo de concentración de Buchenwald. Luego descubrimos que el propio Reiter, el de verdad, publicó un libro: Higiene racial. Investigaciones recientes apuntan a que habría fingido su muerte en 1969 para adoptar una nueva identidad, la de un escritor —un tal J. M. G. Arcimboldi— que habría vivido en el anonimato bajo otra identidad en el sur de Argentina hasta el año 1986. Del Hans Reiter ficticio de Bolaño sabemos que fue reclutado por el Tercer Reich, sí, pero que solo se le imputa la muerte de un criminal de guerra alemán para evitar que este saliera impune. Ficción que redime a una realidad que inspira otra ficción. O igual es al revés (ya no sabemos ni lo que decimos).


El loco Trist (Sir Lancelot Canning)

De La caída de la casa Usher de Poe se suele decir que es una de sus obras más complejas, que ya es decir. Un joven caballero es invitado al viejo caserón de un amigo de la infancia, Roderick Usher, un artista enfermizo y excéntrico que vive completamente recluido en compañía de su hermana, Lady Madeline, también delicada de salud. Roderick sufre una enfermedad inclasificable que hace temer a todos por su vida, pero la que acaba muriendo es su hermana. Sus restos mortales son depositados en una cripta, pero no tardarán en producirse terribles acontecimientos que desembocarán en un trágico final que, por supuesto, no desvelaremos aquí. Este libro firmado por el tal Canning aparece cuando es leído en voz alta por el narrador de la historia y el propio Usher poco antes de irse todo al garete. Seguro que, como buenos hijos de Poe, tanto Trist como Canning nos habrían agasajado con un generoso menú de necrofilia, sadismo, incesto y solo el diablo sabe cuántas cosas más.


Guía practica de la apicultura (Sherlock Holmes)

El bueno de Holmes tiene otros sonoros títulos como Sobre la distinción de las cenizas de los distintos tabacos, pero elegimos esta impagable contribución a la ciencia del genio asperger de la deducción. Ya retirado en la campiña inglesa, Holmes dedica su tiempo «a contemplar las cuadrillas de pequeñas obreras como en otro tiempo había vigilado el mundo criminal de Londres»; así se lo explica a Watson antes de que este le convenza para volver a perseguir a los malos en las calles de Londres. Lo cierto es que el universo Holmes está lleno de libros maravillosamente ficticios, como La dinámica de un asteroide o Un tratado  del teorema binomial en los que Moriarty destripa muchos de los misterios del universo a través de complejas fórmulas matemáticas que Holmes no puede evitar alabar. Por supuesto, Watson no les va a la zaga con joyas como La curiosa experiencia de la familia Paterson en la isla de Uffa. ¿Quienes serían los Paterson? ¿Dónde queda la isla de Uffa? Como ocurre con el resto de los libros en esta lista, tendremos que buscar respuestas en naves en llamas más allá de Orión.


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11 Comentarios

  1. Lareon Falken

    A freir puñetas todo, si me voy a volver loco quiero leer el Kitab Al-Azif en su árabe original, que con la traducción al griego del Necronomicon se pierden matices primigenios. Aunque De Vermis Mysteriis no deja de ser también una lectura muy interesante (y muy recomendable «Los misterios del gusano» de Stephen King) y con una historia la mar de curiosa que recorre 70 años del siglo XX.

  2. Otros libros ficticios que habrá que «postergar»:

    First encyclopedia de Tlon.
    El acercamiento a Almostasim de Mir Bahadur Ali

    Otra categoría de libros : Casi imposibles, por perdidos (o acaso no escritos).Libro V de los Anales de Tácito donde se narra el reinado de Calígula.
    Saludos

  3. Han olvidado uno de los más blasfemos: «Unaussprechlichen Kulten» de Friedrich Wilhelm von Junzt. Se le puede traducir igual como «Cultos sin nombre» como «Cultos de los que no se habla», y también se le conoce directamente como «El libro negro». Dificilísimo encontrar una versión razonablemente buena.

  4. Todos ellos, junto con los soñados, los olvidados y todos los que nunca se llegaron a escribir, están en la librería que custodia Lucien en el reino del Sueño de Sandman. Allí nos vemos.

  5. Joder os dejais un clasicazo… Carcosa ciudad de vacaciones, de Stephen «Yellow» King

    • Lareon Falken

      Va el comentario de sobrado (discúlpeme, no puedo evitarlo en este caso). Carcosa es un lugar que se menciona en una obra de teatro digna de mención en este artículo que es «El rey de amarillo» (The king in yellow, invento de Robert Chambers).
      El primer acto de esta obra es anodino, pero leer o ver la representación del segundo acto conduce irremediablemente a la locura («¡Sin máscara, sin máscara!»).

  6. Yo, para este inicio de 2020 y siendo invierno … algo más calmado.
    El segundo libro de Poética de Aristóteles.

  7. Amacaballo Fat

    Yo devoraría «La langosta se ha posado» si pudiera echarle las garras encima… Aunque ya me se el final.

  8. The Lady of Shalott

    El primer tomo de «Antología del humor alemán»

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