La lingüística alien existe. A los aliens no los hemos visto todavía, pero de la investigación sí tenemos noticias. No todo es ciencia ficción como en Arrival, la película de Denis Villeneuve que trata sobre una experta en lingüística a la que el gobierno de los Estados Unidos encarga que descifre el mensaje que unos extraterrestres intentan transmitir a la sociedad. Sin embargo, es precisamente con el escenario ficticio de Arrival con lo que sueñan los lingüistas que emplean parte de su tiempo en la rama alien. Por lingüística entendemos el estudio teórico del lenguaje y de cuestiones comunes a diversas lenguas. Cuando el sustantivo lingüística va acompañado del prefijo exo-, que significa ‘fuera’, ‘exterior’, o xeno-, que significa ‘extranjero’, hablamos de exolingüística o xenolingüística, es decir, lingüística alien.
Nos podemos hacer una idea sobre qué trata esta rama de la lingüística por la mencionada Arrival (2016), basada en el relato La historia de tu vida (1998) de Ted Chiang, además de por muchas otras obras de ficción. El tema del lenguaje alienígena en la ficción es tan antiguo como el mismo género narrativo. Ya en el siglo XVII, cuando en Inglaterra apenas se escribía en prosa y los géneros predominantes eran el teatro y la poesía —con excepción de alguna notable crónica sobre la peste y el incendio que arrasó Londres—, Francis Godwin se propuso describir el lenguaje de los habitantes de la Luna en The Man in the Moone, una narración escrita en primera persona. En su novelita, los selenitas hablan un curioso idioma a base de melodías musicales que el protagonista, Domingo, aprende rápidamente, lo que le permite comunicarse. Algo más tarde, en 1880, Percy Greg se sirvió del artificio de la traducción en Across the Zodiac para mostrar el lenguaje de un mensaje llegado a la Tierra desde el espacio. En la Trilogía cósmica (1938-1945) de C. S. Lewis los pobladores de Marte y Venus hablan el mismo idioma, el solar antiguo. Stanislaw Lem, en La voz de su amo (1968), describe el esfuerzo de los científicos para decodificar, traducir y comprender la transmisión extraterrestre. También Asimov toca el tema. Y Philip K. Dick, y Ursula K. Le Guin, y Scott Card, entre muchos otros. El lenguaje alienígena es un tema inagotable, de los favoritos de los escritores de ciencia ficción.
Pasar de la ciencia ficción a la ciencia a secas es el objetivo de la lingüística alien. De momento la llamaremos protociencia, porque todavía no aparece en los manuales de lingüística de referencia. Pero parece que va en serio. Y, aunque suene muy marciano, el hecho de que se organice un taller al que acuden Noam Chomsky, Ian Roberts y otros lingüistas de renombre, en el año 2018, con el apoyo del SETI y del METI, da que pensar: o se lo están tomando muy en serio o no saben cómo llamar la atención. El METI (Messaging Extraterrestrial Intelligence) tiene como misión enviar mensajes a la inteligencia extraterrestre. El SETI (Search of Extraterrestrial Intelligence), por su parte, se encarga de la búsqueda de inteligencia extraterrestre, de detectar los mensajes. Ambos institutos se complementan al aunar esfuerzos para alcanzar los sistemas estelares que están relativamente cerca del Sol y que albergan planetas del tamaño de la Tierra en los que se dan las condiciones adecuadas para recibir y enviar mensajes de y desde esos sistemas estelares.
Desde los años sesenta, los científicos se han mostrado optimistas en cuanto a la existencia de extraterrestres. El 15 de agosto de 1977, el radiotelescopio Big Ear de Ohio detectó una señal, la conocida como Wow!, proveniente de la constelación de Sagitario, que podría haber sido emitida por seres inteligentes. Se pensó que la paradoja del físico Enrico Fermi, según la cual en caso de existir otras civilizaciones en el universo ya nos habrían visitado, ya no era tan paradójica. Frank Drake, quien años antes, en 1961, había planteado una ecuación para calcular el número de pueblos extraterrestres con los que la humanidad podría establecer contacto, lideró la fundación del SETI en 1984.
El mismo Frank Drake parece haber sido la primera persona en enviar en serio un mensaje a otros sistemas estelares, usando un radiotelescopio instalado en Arecibo, Puerto Rico, en 1974. El mensaje contenía los números del uno al diez, los números atómicos del hidrógeno, carbono, nitrógeno, oxígeno y fósforo, las fórmulas para los azúcares y las bases de los nucleótidos del ADN, el número de nucleótidos del ADN, la estructura de doble hélice del ADN, una figura de un ser humano y su altura, la población de la Tierra, un diagrama de nuestro sistema solar y una imagen del telescopio de Arecibo con su diámetro. En esta señalada ocasión no se utilizó ninguno de los lenguajes matemáticos que, desde hacía unos años, se habían ido diseñando para contactar a los alienígenas. Posiblemente el más conocido de estos lenguajes sea Lincos, acrónimo de lingua cosmica. Descrito por Hans Freudenthal por primera vez en 1960, se trata de un lenguaje matemático sobre el cual, en 1963, Lancelot Hogben elaboró otro código, Astroglossa. Otro lenguaje basado principalmente en las matemáticas como Lincos y Astrologlossa es el lenguaje de Carl L. DeVito y Richard Oehrle, descrito en 1992. Sin embargo, los mensajes enviados al espacio han sido, como el de Arecibo, menos sofisticados: los discos de oro de las Voyager, que contienen saludos en cincuenta y seis idiomas, o las placas de las sondas Pioneer, con dibujos de dos figuras humanas y un haz de líneas como Sol.
Después de décadas de lanzar mensajes, diseñar lenguajes y explorar parte del espacio visible en busca de señales emitidas por otras civilizaciones, se pasó del optimismo razonable al más absoluto pesimismo. Nadie parece haber escuchado los mensajes enviados y, en los últimos años, la financiación del SETI se ha ido reduciendo drásticamente. Curiosamente, esto ha sucedido durante los años en los que más hemos oído por parte de políticos y gente poderosa eso de que la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia. Sin embargo, en este caso cabría preguntarse por qué las emisiones de radio tienen que ser necesariamente el medio de comunicación que usar con los extraterrestres. Ahora que las comunicaciones son digitales, ¿por qué iban los extraterrestres a usar la comunicación por radio? ¿Y si desconocen ese medio? Después de todo, nosotros apenas lo hemos utilizado cien años. Hay que pensar en otros medios de comunicación y otros lenguajes, y es entonces cuando el SETI y el METI, venidos a menos, aceptan reunirse con lingüistas y contemplar escenarios tipo Arrival.
Hasta ahora, los mensajes diseñados para ser enviados a los extraterrestres no han usado el tipo de lenguaje que estudian los lingüistas, pero nadie sabe qué tipo de lenguaje debería utilizarse. Lo que sí parece claro es que el lenguaje usado debe ser otro, y ese es el punto de partida de la lingüística alien. El objetivo es estudiar idiomas que nadie ha escuchado todavía, los que hablan los alienígenas. Como todavía no conocemos esos idiomas, deberíamos intentar averiguar cuál sería el primer paso para tratar de comunicarnos. Este campo de investigación abarca, además de la lingüística, la astrobiología, el estudio de la vida en el universo. La lingüista —y escritora de ciencia ficción— Suzette Haden Elgin creía que la manera en que el cuerpo y la mente de los humanos interactuaban con el medio ambiente era fundamental para su forma de pensar, y para la construcción del lenguaje.
Otros lingüistas, como Noam Chomsky, mantienen que lo que da vida al lenguaje es el hecho de que estamos diseñados para aprender idiomas basados en un conjunto común de principios que podemos llamar «gramática universal». ¿Podrían los aliens tener esta gramática? En la conferencia de 2018, eso mismo dijo Chomsky: «El lenguaje marciano podría no ser tan diferente del lenguaje humano después de todo». ¡Y lo dijo en serio! Y dio unas cuantas ideas más. En primer lugar, apuntó que, si las leyes de la física funcionan del mismo modo en todas partes, las lenguas de los alienígenas podrían estar sujetas a los mismos factores que las lenguas de los seres humanos y los animales. Y seguidamente mencionó las características que los humanos y los aliens tendríamos en común en términos de lenguaje: la primera, que los idiomas alienígenas se encuentren sujetos a restricciones funcionales adaptativas similares a las de los lenguajes humanos y, la segunda, que los aliens utilicen su lenguaje para comunicarse del mismo modo que lo hacemos los humanos. La idea básica de toda su ponencia es que hay aspectos del universo que, valga la redundancia, son universales. Al tiempo que los extraterrestres pueden haber evolucionado de manera muy diferente a nosotros en mundos también muy diferentes, todas las especies y, por extensión, todas las lenguas deben surgir esencialmente del mismo caldo elemental.
En caso de contacto, primero habrá que detectar si la señal recibida tiene una estructura que indique que proviene de una fuente inteligente, y entonces habrá que categorizar el tipo de estructura detectada y luego descifrar su contenido: los patrones que sigue y las partes del discurso que lo codifican internamente. De este modo buscaremos universales del lenguaje para diseñar métodos computacionales que nos permitan discriminar qué es lenguaje y qué no lo es, y así estableceremos cuáles son los principios del lenguaje. Esto es, lo que en lingüística viene siendo hacer trabajo de campo. Pero con los aliens, advierte Chomsky, el espacio perceptual puede ser desconocido y no podemos presumir que la estructura sea la del lenguaje humano, ni parecida. Necesitaremos acercarnos a la señal del lenguaje desde un punto de vista ingenuo, ignorante, asumiendo lo menos posible.
Chomsky no dijo mucho más en la charla, pero su argumento en torno a los universales del lenguaje en el universo, o los multiversos, tiene que ver, hasta cierto punto, con un interesante artículo que publicó en Linguistic Inquiry en 2005, del que reproduzco unas líneas a continuación: «Una vez superadas las barreras conceptuales impuestas por el marco teórico, ya no necesitamos asumir que los medios para generar expresiones estructuradas son extremadamente articulados y específicos. Podemos considerar seriamente la posibilidad de que puedan reducirse a principios independientes del lenguaje, haya o no elementos homólogos en otros dominios y organismos. Podemos, en resumen, intentar afinar la pregunta de qué constituye una explicación basada en principios para las propiedades del lenguaje, y pasar a una de las preguntas más fundamentales de la biología del lenguaje: ¿en qué medida el lenguaje se aproxima a una solución óptima de las condiciones que debe satisfacer para ser utilizable, dada la arquitectura estructural extralingüística?»
Chomsky siempre hace grandes preguntas —en su opinión, pregalileicas— y trabaja incesantemente en las respuestas. Si fuéramos a vivir cien años más, apostaría lo que me pagan por este artículo a que Chomsky desarrollaría una gramática multiversal.
Bibliografía
Chomsky, Noam. 2005. «Three Factors in Language Design». Linguistic Inquiry 36(1): 1–22.
Este tema es de especial interés para mí, y me alegra ver que se mencione al bueno de Freudenthal. Muy bien documentado. Lo que no se considera mucho – creo- es la calidad del contacto: es muy diferente vérselas con un marciano cara a cara, apuntar a las cosas y decir su nombre, que tratar de hacer eso por radio con años de demora entre mensaje y respuesta. Ese factor podría tener consecuencias enormes.
Me encantaría ponerme en contacto con la autora para compartir bibliografía, si está dispuesta.
Hola, me alegro de que te haya gustado. Lo que mencionas sobre la comunicación por radio es algo que se cuestiona en el artículo. La bibliografía que tengo es lo que hay en el artículo, no mucho más.
somos capaces de comunicarnos con los diferentes seres que viven en nuestro planeta. vivo rodeado de gatos y para mi son un completo misterio. como aprender a comunicarse con quien no existe aun para nosotros.
Sospecho que este problema de comunicación nazca mal impuesto. Si llegasen por estos lares significará que atrás se han dejado estructuras o sistemas de existencia pertenecientes a primitivos conocimientos y prácticas. En definitiva, no con sonidos se comunicarían con nosotros. El contacto sería más o menos como lo describe desprolijo. El sentimiento más rotundo y exhaustivo sería el que causa el misterio del silencio de los gatos, los turbulentos saltos y movimientos de los perros, el único ojo con el cual nos miran las aves, en especial modo las gallinas, la lentitud del gusano o del cienpies en busca beata de la oscuridad y muerte, el intrépido y demencial vuelo de las mariposas, la aerodinámica imprevisible de los peces, el temor reverencial de lagartos y ofidios y el silencio de los condenados o enamorados.
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