La hija de la española, de Karina Sainz Borgo. Quizá alguien no haya leído todavía esta novela. Ese hipotético alguien debería enmendarse. Es una historia tierna y angustiosa sobre la agonía de un país, Venezuela, contada de forma tierna y angustiosa.
Tiempo de magos, de Wolfram Eilenberger. Una década (1919-1929) y cuatro filósofos (Ernst Cassirer, Ludwig Wittgenstein, Martin Heidegger y Walter Benjamin) que aún iluminan el mundo. O lo oscurecen, si nos limitamos al Tractatus lógico-philosophicus. Cuesta creer que con estos mimbres se haya construido un libro tan apasionante.
A plena luz, de J. R. Moehringer. Se trata, supuestamente, de una biografía de Willie Hutton, célebre asaltante de bancos. En realidad, demuestra que nuestra vida nunca es como queremos creer que ha sido. Me lo recomendó el patrón de la librería Méndez: gracias de nuevo, Antonio.
La Oficina de Estanques y Jardines, de Didier Decoin. Una fábula medieval japonesa, llena de carpas y magia, escrita por un francés. Muy recomendable para quien haya olvidado en qué consiste esa experiencia sensorial que llamamos literatura.
La única historia, de Julian Barnes. Mientras la leía pensaba que tal vez esta novela sobre el amor no era tan buena como otras obras del gran Barnes. Pero al llegar al final me convencí de que sí.
Capital e ideología, de Thomas Piketty. Es un librazo largo y denso, una aventura intelectual, una experiencia espléndida. Uno de los mejores ensayos económicos e históricos de la década.
Iluminada, de Mary Karr. Si les digo que es el relato autobiográfico de una escritora alcohólica, no me crean. Es muchísimo más que eso. Honestidad, humor, valentía y una prosa burbujeante.
Un caballero en Moscú, de Amor Towles. Un aristócrata ruso condenado a reclusión perpetua por los revolucionarios soviéticos; no en una cárcel, sino en un hotel de lujo. Una absoluta delicia.
El último barco, de Domingo Villar. No me ofrezcan vivir en un gran velero, o en un palacio romano, o en un ático de Manhattan: yo quiero vivir en una novela de Domingo Villar.
Serotonina, de Michel Houellebecq. Quizá no sea tan buena como otras obras del autor. Es, sin embargo, tan necesaria como las otras obras del autor para comprender por qué los europeos sufrimos esa mezcla de apatía existencial y de exasperación absurda.
Gracias, Enric. Siempre recibo con gusto tus listas.
Ya llevo unos años comparando lo que he leído con lo que ha leído usted, este año no hemos coincidido en ni uno.
Tendré que remediarlo con retraso.
Gracias.
Buena lista. De españoles a mí me han gustado Los Asquerosos De Santiago Lorenzo, Maniquí armado de Enrique Tejedo y El Candidato de Antonio J Rodríguez.