Uno
Desde hace una década me llama la atención cómo todos los periódicos españoles —progresistas y conservadores, nacionales y autonómicos, gratuitos y de pago— exhiben el mismo anuncio publicitario en su primera página; es decir, en la portada. Se trata de un cuadradito siempre ubicado en la esquina inferior derecha que proclama rotundo: «Sexo es vida». ¿Quiénes se gastan semejante pastizal en promover el fornicio? ¿Alguna comuna librepensadora presidida por un millonario concupiscente? ¿Quizá una secta priapista? No. Se trata de una empresa que combate con entusiasmo la disfunción eréctil, la eyaculación precoz y el empanamiento sexual, además de prometer alargar todo lo alargable. Son los mismos que han conseguido colocar en todas las cadenas de radio un anuncio matutino en el que un parado es abordado por su mujer en la ducha, quien al verlo —nunca mejor dicho— «parado» le propone echar un quickie (en castellano quiqui) y no permite que el marido salga a buscar trabajo mientras un locutor enuncia un mantra publicitario que ningún político ha querido aprovechar: «Si tu vida sexual va bien, ¡lo demás no importa!». Me pregunto si tanto alarde genital significa que el personal está que se sale o más bien que ni entra. Miedo me da la respuesta.
Dos
Eso de follar ha pasado de moda en estos tiempos políticamente correctos, porque hoy ya no es progre que un tiparraco viejuno le espete a una chavala que es una «estrecha», como ocurría en los míticos sesentas y sobre todo en los setentas, cuando miles de españoles peregrinaban hasta Perpignan para refocilarse con El último tango en París, esa película que vista cuarenta años después tampoco parece que fuera para tanto. ¿Quién se gastaría hoy el dinero en ir hasta Francia para ver una película tan solo porque se folla? Teniendo en cuenta que el personal más bien se gasta sus euros en ir a Madrid para ver el musical El Rey León, el alivio de la entrepierna ha perdido prestigio plástico, literario, artístico e incluso el aura revolucionaria, transgresora y pecaminosa que alcanzó durante los años del llamado «destape», aunque hay que precisar que lejos de Madrid y Barcelona nadie se destapó demasiado. Y que conste que no me refiero a los pueblos de la «España vacía» sino a municipios muy bien despachados de Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha, donde «vaciarse» no era pecado sino santo milagro. Sin embargo, la mayoría de las novelas, relatos, películas, fotografías, pinturas, canciones y obras de teatro de aquellos años insistieron tanto en las orgías, los tocamientos y las camas redondas de la «Movida», que la imagen de España pasó de ser la de un país monolingüe a cunilingüe.
Tres
A mediados del año 2000 se celebró en Italia el I Congreso Europeo de Andrología, donde cuatrocientas eminencias de la especialidad anunciaron que, a partir del año 2005, el 52 % de los hombres del planeta sería estéril, impotente, sexualmente inverosímil y se quedaría con la libido lívida por culpa del estrés, la contaminación, los antidepresivos, el tabaco, las drogas, el alcohol, la obesidad, los ordenadores, la vida sedentaria, los insecticidas y los pantalones ajustados. Sin embargo, aquellos honestos andrólogos que en el año 2000 ya se olían que acabarían en el paro, recibieron el gatillazo de gracia en 2007, porque aquel año Apple lanzó el primer iPhone, Google compró Android, Amazon sacó el Kindle, Spotify empezó a operar a escala europea, Twitter y Facebook se abrieron a usuarios de todo el planeta, Netflix comenzó la migración de sus contenidos audiovisuales a la nube y HBO reventó el mercado audiovisual gracias al desenlace de dos de sus series estelares: The Wire y The Sopranos. Así, en un mundo hiperconectado, el sexo se convirtió una vulgar conexión más entre otras muchas y para colmo sin ofrecer garantías de disco duro, likes, descarga, multifunción, compatibilidad y memoria imperecedera. Si en 2005 el 52 % de los hombres nos quedamos estériles, por lo menos desde 2007 ya no nos aburrimos tanto.
Cuatro
Nunca me imaginé que las nuevas tecnologías entrarían en el fútbol como en una NBA cualquiera. Primero fueron las cámaras «ojo de halcón», luego los balones con microchips, ahora mismo hacen furor las calzonas y camisetas con sensores que registran en la nube la actividad muscular de los futbolistas y estamos a un tris de aplicar esa tecnología al calzado para que la mecánica de los golpeos de balón más letales se archiven en la nube y los tiradores puedan lanzarlos siempre igual, por no hablar del VAR y sus múltiples prestaciones y posibilidades. Por lo tanto, si el intocable fútbol ya abandonó el analógico lado oscuro, no tengo la menor duda de que muy pronto el sexo entrará en el armario; es decir, a una inédita zona de confort exonerada de pelos, pringues y olores; a una realidad virtual de sexo a salvo de gérmenes, bacilos y bacterias; a una despensa sexual rica en avatares, replicantes y hologramas, y a un ciberespacio donde el sexo será libre, sin compromiso y especialmente sin «sobrecamas», esas chácharas que vienen a ser algo así como las sobremesas, pero encima de otro mueble. Tinder le puso algo de morbo al «aquí te pillo aquí te mato» de toda la vida, pero sus extensiones a Instagram y otras redes sociales han dinamitado la igualdad de oportunidades sexuales dentro de esa comunidad donde el 84 % son menores de treinta y cinco años que reconocen que se dieron de alta solamente para conocer gente, mientras que los miembros de entre cuarenta y cinco y cincuenta y cuatro años (3 %) juran por sus muertos que también se metieron en Tinder para conocer gente y ni sus hijos ni sus parejas les creen.
Cinco
Un detalle que me llamó la atención en la rutina matinal que Guillermo del Toro le adjudicó a Elisa Espósito en The Shape of Water (2017) fueron las pajas acuáticas que la mudita limpiadora se regalaba en la bañera mientras hervían los huevos en la cocina. Y no lo digo por la cronometrada duración del «oh, meneaje» sino porque la película transcurre supuestamente en 1962, cuando el onanismo tenía mala prensa y peores consecuencias en el imaginario popular, pues los padres nos advertían de que masturbarse hacía daño a la memoria y a otras cosas que ya me olvidé. Sospecho que aquel gratuito y gustoso detalle es lo que los helenistas llaman una «interpolación»; es decir, incrustar en el pasado elementos culturales del presente, fenómeno que abunda en los distintos manuscritos conocidos de los poemas homéricos. No estoy diciendo que Guillermo del Toro sea hincha de Las Palmas, aunque sí barrunto que para destacar la singularidad de Elisa Espósito le atribuyó el rasgo más rotundo de la sexualidad contemporánea: el selfi sin teléfono. Al parecer, Bataille tenía razón y la pareja ya no existe, mas no porque sean tres sino porque con uno basta y sobra.
Seis
Si En el mismo barco (1994) el filósofo Peter Slöterdijk sentenció que el europeo moderno es un ser asocial que ya no necesita a la sociedad, en materia sexual el europeo contemporáneo tampoco precisa una pareja estable porque su ritmo de vida es demasiado estresante, descree de las relaciones de larga duración y ha elegido disfrutar de una sexualidad sin interacción humana con ayuda del porno, las redes sociales y programas como Play with Nanai, una aplicación japonesa que convierte el teléfono móvil en una muñeca o muñeco hinchable, según el gusto de quien pueda permitirse semejante gusto. El resultado es que la actividad sexual de los menores de treinta y cinco años del primer mundo es nueve veces menor que la registrada durante los años noventa del siglo pasado, según diferentes estudios llevados a cabo en Japón, Reino Unido y España («Encuesta Nacional de Salud Sexual» del CIS, 2017), donde el temor a una competencia sexual insuficiente e incluso normalita inhibe a muchos jóvenes de salir a «conocer gente» fuera de la protección de sus redes sociales, esa burbuja donde uno controla su imagen, su mensaje y sus emoticonos. Oh, los emoticonos. Un estudio de la Universidad Emory revela cómo ha crecido exponencialmente el número de individuos que experimentan más alteraciones en la Fuerza ante una perdigonada de emoticonos besucones que ante chúcaras escenas de sexo explícito. Así hemos entrado en la era del sexo digital, cosa que tampoco supone ninguna novedad porque la voz «digital» —del latín digitalis— significa «perteneciente o relativo a los dedos». Ojo: apuesto a que se forra quien registre el emoticono que se corre.
Siete
El sexo como restregamiento corporal, el placer como chapoteo líquido, el erotismo como «ciencia fricción», el 69 como número primo y el polvo serrano como coito ergo sum han pasado a mejor vida en estos tiempos urgidos de autoayuda, cuidadosos de la autoestima y guardianes de la corrección política, que sin embargo han puesto a nuestro alcance una constelación de sofisticados recursos para no tener que intercambiar fluidos con nadie y mucho menos recibir un feedback chungo, ya que no es lo mismo hacerlo por YouTube que por your tube. Por lo tanto, follar —lo que se dice follar, follar— ya solo significa algo para los que nacimos de los sesenta para atrás, cuando el sexo era discreto, clandestino, pecaminoso y liberador. Sin duda esta época es mejor que la mía, porque hay menos malicia y más inocencia, como la de aquel gatito del chiste a quien un gato cimarrón prometió enseñarle a follar en el tejado, con la mala suerte de que en lugar de gatas se encontraron con un perrazo que comenzó a perseguirlos por toda la terraza. Entonces, aburrido y cansado de dar tantas vueltas, el gatito le dijo resoplando a su mentor: «¡Follo una más y me voy!». Y se marchó, como la barca de Perales.
Un tema muy interesante y complicado.
Que tú has sentenciado en una sola frase cerrada.
Estamos asistiendo a «la agonía del Eros». Es lo que conlleva tanto narcisismo, tanta homogeneización, tanta ciberchorrada y al, mismo tiempo, tanto cansancio.
Te comprendo perfectamente, chico porque yo aún estoy peor que tú! 58 años y sin haber besado con lengua y mucho menos haber mojado el churro. He oído decir por ahí e incluso aquí, en estas páginas que tanto ayudan, que estar con una mujer en el sentido bíblico, parece ser que te da un gustirrinín enorme. Pero a mí, no sé lo que me pasó, se conoce que me fui distrayendo y así, de un día para otro, nos hemos plantado en los 58. Y no creáis tú y este amable club de desoficiados que yo sea feo o algo similar, antes al contrario, siempre he sido y aún soy un galán al que las mujeres han perseguido siempre, incluso ahora. Pero es que además, de todas las edades, mayores que yo y jovencitas de 20 años porque parece ser que soy un hombre terriblemente sexy, por los comentarios e indicios que me han ido llegando a través de los años. En cuanto a orgasmos habré tenido decenas de miles ya que a un promedio estimado de dos diarios y teniendo en cuenta que me puse a ello a partir de los 4 o 5 años sin saber para nada qué era aquello… ¡Ja, ja! Recuerdo que pensaba… ¿Cómo voy a poder hacer esto cuando sea adulto y esté casado con una chica? ¿Qué me dirá…? ¡Ja, ja, ja! Ahora ya empiezo a ser mayor y me da mucha pereza tener siquiera que pensar en establecer este tipo de relaciones. ¡El buey solo bien se lame, dicen! Y algo habrá de verdad en ello porque yo estoy como una rosa, fuerte como un toro y aparentando casi 15 años menos de los que tengo. Además estoy «forrado» de pasta ya que ninguna hija de puta me ha podido exprimir en ningún sentido y mucho menos ponerme cuernos como los que corren por ahí, así que no os preocupes tanto por vuestra virginidad y recordad que si pensáis con la cabeza en vez de con la polla, os irá mucho mejor en la vida.
¡Salud y buenas pajas!
¿Pero esto qué es..?
…pues una reflexion igual de seria que el artículo en cuestión
A tí dentro de unos años en la residencia te va a pillar por banda una yaya calentorra y te exprimirá bien exprimidito. Te hará un hombre (viejuno ya) y entonces te darás cuenta de como has «derramado» tu vida, alma de cántaro.
Cada vez es más preocupante este calo de la libido, pero tengo que aceptar las reflexiones de algunos filósofos y científicos: por cultura o por la simple e inevitable transformación antropomórfica, nos acercamos a un punto de inflexión obligados por un panorama desolador: cada vez somos más, y el género más inquieto, nosotros, los machos, no tiene atisbos de mermar su naturaleza competitiva y prevaricadora. Y no es extraño que los comentarios sean en su mayoría masculinos, los primeros sospechosos de llevar el planeta al desastre. Vaya a saber lo que piensan las mujeres. Por cultura se arguye que el hombre ha tomado conciencia que seguir practicando ritos para aparearnos similares a los de los animales no es tan honorable, y por transformación antropomórfica se sospecha que, visto el desastre al cual nos acercamos, nuestro inconsciente haya puesto en marcha un sistema de autoprotección, o sea inhibiendo nuestro poder generativo, pero solo en lo que concierne a la herencia masculina. Menos hombres, menos guerras, menos consumo, menos organismos financieros, menos vejaciones, menos bulos, menos selfie, menos testosterona en la política, etc. etc.
Desde luego, la sociedad líquida e hiperconectada actual es la responsable de este retroceso biológico-cognitivo general. Es como si se nos estuviera apagando lentamente el aliento vital y no encontrasemos nada para remediarlo. La muerte de la sexualidad es otro síntoma más.
Ahora bien, de ahí a focalizar y responsabilizar esta decadencia en la figura de la masculinidad, el heteropatriarcado and so on and so on pues….
Dónde están esas supermujeres de las que habla usted? Yo no las veo por ningún lado
No he escrito de super mujeres, ni del texto se desprende que llego a esa conclusión. Mi comentario son dos sospechas que desembocan, inevitablemente y haciendo malabarismos conceptuales, en lo femenino, visto que el género que ha dominado hasta ahora no promete un futuro mejor. Sospechas que se hacen aún más amenazadoras si consideramos el devenir de nuestra especie. Mi velo masculino se niega a aceptar que hayamos sido un accidente necesario de frente a la realidad de la evolución que, desde cuando comenzó a definirse como mamífero adoptó el desdoblamiento biológico con el único género existente y primigenio con sus dos cromosomas XX para continuar con la vida, (Llamarlo “género femenino” es convencional) e inmediatamente tuvo la necesidad de defenderse del entorno hostil, lucha de la cual no habría podido salir vencedor porque todas sus instrucciones y energías estaban dirigidas a la duplicación y protección del nuevo mamífero. Y he ahí que aparecimos nosotros, las mujeres barbudas y forzudas con sus dos pezones atrofiados a proteger a aquellas. Pero si esta realidad, en aquellos inicios era necesaria, en la actualidad ya no lo son, y solo llegamos a la triste constatación de que tenemos que defenderlas de nosotros mismos. Siglos atrás la lucha era contra tribus o naciones extranjeras que pretendían nuestras hembras, ahora tenemos que defenderlas de la violencia doméstica o callejera siempre nuestras. Poco halagador para nosotros. Habrá que resignarse y aceptar, como lo hacíamos viendo esas pelis en las cuales, al final, ganaban los buenos, inermes e ingenuos, que sean ellas a dirigir los destinos de la humanidad en el tiempo que nos queda, y esperando que se despierten del sueño silencioso al cual las habíamos condenadas. Hasta diría que inconscientemente esperamos, si no una sociedad femenina, por lo menos asexual ya que todos los extraterrestres que nos han visitado en la ciencia ficción dan la impresión de lo anterior. Y no es que tenga una fe inquebrantable en ellas, ya que leyendo ciertas declaraciones, que extrañamente provienen de esos grupos conservadores que ponen como consignas inmutables Dios, Patria y Familia, me pregunto cómo pueden pertenecer a ese género que de la compasión, protección y tolerancia son el paradigma principal, reflexión debida a la solución presentada por una política de estos pagos que propuso cañonear las pateras con hombres, mujeres y niños antes de que llegasen a las costas italianas. Misterios de la fe.
Lo siento. Me considero feminista pero no comparto esa nueva religión consistente en ensalzar absurdamente al género femenino y menospreciar todo lo que se pueda al masculino. Usted mismo lo ha dicho, el futuro debe ser asexual (ontológica y teleológicamente hablando). Muchos hombres ya están realizando el cambio hacia una nueva manera de enfocar la realidad, fomentando una convivencia totalmente igualitaria con las mujeres. Por supuesto que todavía deberán pasar algunas generaciones para que el cambio sea general y dejemos en el olvido la figura del machito ibérico.
Por el lado femenino, paradójicamente, es donde queda la mayor parte del trabajo por hacer. Por supuesto que hay féminas inteligentes, luchadoras y empáticas. Por desgracia, y esto es una opinión personal y políticamente incorrecta, la mayoría de mujeres se encuentran absolutamente desorientadas ante el nuevo paradigma feminista. No hay un equilibrio de juicio ni una objetividad en muchas de ellas para, a partir de esa base, crear un nuevo modelo de convivencia válido y saludable para los dos géneros.
Dudo que publiquen esto pero alguien había de decirlo.
Saludos
Saludos