Internet nos ha cambiado la existencia para bien. Aquellos sueños que antes se antojaban lejanos o directamente imposibles, como adquirir una cortina de ducha con la cara de Jeff Goldblum o geolocalizar a compañeros para el cruising sin ni siquiera salir de casa, ahora están al alcance de todos, a solo un clic de distancia gracias a lo portentoso de la tecnología. Por eso mismo, la encuesta de hoy tratará de determinar cuál ha sido el mayor avance (digital) de la vida moderna en una época en la que vivimos rodeados de aplicaciones, medios y plataformas revolucionarias. Se recuerda a los lectores que en la sección de comentarios, ubicada al final del texto, pueden añadir sus sugerencias personales sobre cualquier posible candidato que consideren oportuno pero no figure en esta lista.
(La caja de voto se encuentra al final del artículo)
Sabes que has hecho historia cuando David Fincher te dedica una película y no eres un asesino en serie. Facebook, la monstruosa red social comandada por Mark Zuckerberg, el portal que permitió a cualquier humano reencontrarse con personas que la vida muy sabiamente había mantenido alejadas de su existencia. El principio y el fin de todos los males modernos: las etiquetas no deseadas en fotos humillantes, las discusiones políticas con familiares más allá de la cena de Navidad, los memes ridículos compartidos hasta el hastío y la solicitud de amistad de tu madre aguardando pacientemente con mirada aviesa desde la pestaña de notificaciones. Y, sobre todo, el inmenso sosiego que genera el saber que un neoyorquino de treinta y cinco años sabe perfectamente dónde vives, quiénes son tu familia y amigos, qué comes y a qué dedicas el tiempo libre. A día de hoy, quizás el mayor éxito de Facebook es el ser una aplicación tremendamente eficiente a la hora de recordarle tu cumpleaños a un montón de gente a la que realmente le importas dos pitos y medio.
Grindr
O cómo democratizar y poner orden en el aventurero «Aquí te pillo aquí te mato» gay. Otrora los lavabos de las estaciones de autobuses más selectas de la geografía nacional se erigieron como las principales bases de operaciones donde los señores se dedicaban a cubrir con alegría a otros señores que acababan de conocer. Puntos de peregrinación populares durante aquellas paradas del ALSA en las que el conductor aprovechaba para despegar los muslos del asiento. Unas pausas que los viajeros también utilizaban para rozar sus propios muslos con los de otros desconocidos en el marco incomparable del lugar donde obraban diariamente cientos de personas. Entretanto, el cruising que no era amigo de los servicios de caballeros se instaló, con alevosía y nocturnidad, en los parques con los arbustos más numerosos y/o frondosos. Pero desgraciadamente, en ambos casos el aventurarse hacia aquellas diversiones siempre suponía encarar la incertidumbre y no tener muy claro lo que uno se iba a encontrar al llegar al patio de juegos. Hasta que apareció Grindr y organizó todo el asunto este del cruising, convirtiendo el proceso de selección de una pareja para el coito despreocupado en algo muchísimo más ordenado y premeditado. O una dating app en el bolsillo que por fin permitía planificar las quedadas entre extraños para desfogarse mutuamente en cualquier lugar y contexto imaginable. Desde que existe Grindr ya no es necesario equiparse en Coronel Tapiocca para salir a trotar con ilusión en busca de mambo por los alrededores de El Retiro o la Sagrada Familia. Porque ahora la verdadera felicidad puede estar a la vuelta de cualquier esquina. Y en estos casos, la geolocalización ayuda lo suyo.
Si algo necesitábamos como civilización era un medio a través del cual poder contemplar qué opinión esgrime sobre algún tema el último mono del planeta. Porque la democratización de internet era esto: convertir la barra de bar en un evento universal y en noticia de actualidad. Twitter es esa herramienta en la que Hermann Tertsch solo sabe utilizar el botón de bloquear, el videojuego de Donald Trump, la cantina de Arturo Pérez-Reverte, el atril de las personas que suplican casito y la plataforma a la que millares de usuarios se conectan para sentirse ofendidos durante las pausas entre sus partidas al Fortnite.
YouTube
Tres empleados de PayPal (Chad Hurley, Steve Chen y Jawed Karim) ensamblaron en 2005 una plataforma que permitía compartir clips de vídeo y desde entonces nada ha vuelto a ser lo mismo. Porque a estas alturas YouTube ya se ha convertido, junto a la Wikipedia, en una de las principales fuentes de información de la sociedad. Un sustituto de la televisión clásica en cuyo interior es posible localizar cualquier tipo de contenido audiovisual: videoclips musicales, retransmisiones en directo y diferido de eventos diversos, tráilers de películas, críticas literarias, canales de música emitiendo non-stop durante las veinticuatro horas del día, ensayos sesudos, documentales, recopilaciones de fails, vídeos de gatitos (la razón principal, junto al porno, por la que existe internet) o tutoriales sobre cualquier tema imaginable, desde clases para aprender a bailar claqué hasta guías sobre cómo sobrevivir en la jungla tirando de un montón de barro y cuatro ramas resecas. Desgraciadamente, esta fabulosa videoteca pública llegó acompañada de uno de los seres más abyectos de la era moderna: el youtuber. Ese espécimen que se define como «creador de contenidos», solo sabe expresarse sobreactuando, tiene una legión de seguidores prepúberes que lo han canonizado a modo de semideidad y vive rodeado de murallas construidas a base de apilar cientos de muñecos funko pop envasados en sus cajas originales.
Google Maps / Google Street View
De las pocas aplicaciones realmente útiles de toda esta lista y también un rarísimo ejemplo de productos que en Google no han tenido que tirar a la basura porque les hayan salido rana. Dos servicios tremendamente eficientes de mapeado, vía satélite y a pie de calle, que sirven tanto para orientarse en las carreteras más recónditas de la España profunda como para encontrar la ruta más apropiada entre las autopistas más transitadas del país. El Street View tiene además la ventaja añadida de ser capaz de oficiar las vacaciones más baratas posibles al permitir a cualquiera callejear por rincones situados en el otro extremo del mundo. En el fondo, una aplicación que permite obtener indicaciones para viajar de un lugar a otro a pie, en coche, en transporte público, en dragón, en carro o a lomos del monstruo del lago Ness no puede sino ser aplaudida.
Kevin Systrom y Mike Krieger lanzaron Instagram allá por 2010. Un servicio que proponía sustituir el vetusto álbum de fotos físico, aquel con el que tradicionalmente se daba el coñazo a los familiares cercanos, por un mostrador virtual desde el que sería posible aburrir con nuestras instantáneas privadas al mundo entero. Aquella empresa tenía poco de novedosa, pero sus ideólogos fueron sorprendentemente duchos a la hora de convencer a todo internet de que existía glamur en la gilipollez de hacerse selfis sacando morro y mordiendo carrillos. La jugada les salió redonda hasta el punto de lograr que Fotolog, y otras propuestas similares, pareciesen vestir de chándal a su lado. A día de hoy, los logros de esta aplicación inspirada en las polaroids son tan maravillosos como abundantes: sus contenidos la convierten en un macrodocumental de pies tan exhaustivo como para ser capaz de hacer las delicias tanto de los estudiantes de podología más quisquillosos como de los fetichistas de las pezuñas más pervertidos. Ha creado nuevas profesiones tan estupendas como la de instagramer, favoreciendo así que el mercado laboral del mundo real se libre de tener que lidiar con tanto payaso en potencia. Y en general, es la red social que nos ha descubierto lo ínfimo y vacuo de nuestra existencia al mostrarnos cómo todo el mundo es más guapo que nosotros, come mejor que nosotros, viaja más que nosotros y tiene mejores trabajos de los que nunca tendremos nosotros.
Wikipedia
La principal fuente de saber de la humanidad, la causa por la que se extinguió la raza de vendedores a puerta fría de enciclopedias, la fuente de la que beben todos los periodistas culturales, la barra libre para los estudiantes (y los políticos) que tienen que presentar un trabajo a contrarreloj y el principal medio de consulta para todos aquellos frikis que necesitan saber qué merendaba su personaje favorito en el capítulo 02×23 de la serie de moda. Curiosamente, mientras la versión en inglés luce unos contenidos detallados hasta el absurdo en algunos temas (fruto de la legión de obsesivos de la información que se patrullan el lugar) la información de la edición en español navega entre lo correcto, lo vergonzoso, la fanfiction y los textos copypasteados de mala manera desde el traductor de Google.
Se rumorea que existe el testimonio de al menos un hombre en el mundo que asegura no haberse topado nunca con spam durante el tiempo en el que estuvo registrado en LinkedIn, aquella plataforma ideada inicialmente para buscar empleo y lucir currículo. Del mismo modo, existe la leyenda (no verificada) de que en cierta ocasión una mujer se dio de alta en dicha página y, durante los meses posteriores, no solo no recibió proposiciones indecentes de otros usuarios sino que además encontró trabajo y todo.
El Messenger de Windows fue aquella bendición que permitió a las gentes chatear entre sí a través de una línea directa. Algo que resultaba mucho más práctico que enfangarse en los chats públicos y los aquelarres literarios en salas de dudosa moralidad donde los caballeros se engalanaban con nicks tan exóticos como _ruBit4_tet0na19 o CasadaViciosaMAD__. Pero, del mismo modo en el que Messenger se convirtió en el relevo natural del chat, el WhatsApp se estableció como el sucesor del Messenger y el Skype. O la evolución lógica de aquella ventana virtual al patio de vecinos: un programa con el que chatear y poder importunar a cualquiera de tus contactos desde el propio móvil y en cualquier momento del día. Con el bonus añadido de incluir un acuse de recibo en forma de doble check azulado cuyo funcionamiento ha causado más dramas y desgracias que ciertas guerras históricas.
Snapchat
En septiembre del 2011, tres estudiantes de Standford (Evan Spiegel, Bobby Murphy y Reggie Brown) ensamblaron Snapchat como una aplicación de mensajería multimedia cuya mayor virtud era brindar al pueblo llano la posibilidad de remitir misivas efímeras. Mensajes que al estilo de las mejores aventuras de espías se autodestruían en un tiempo determinado establecido por el remitente. Y aquello funcionó estupendamente, porque vivimos en una sociedad donde cualquier cosa ideada para eliminar pruebas comprometidas no puede sino convertirse en un éxito. Snapchat también popularizó la juguetería visual al añadir la realidad aumentada al conjunto y permitir que sus usuarios se vistieran de manera instantánea con orejas de perro, sombreros absurdos o lucieran hermosos vomitando arcoíris pixelados. Sus propios creadores dejaron bien claras que las intenciones de la plataforma iban más allá del postureo de otras apps como Instagram: «Snapchat no se basa en capturar el típico momento Kodak. Porque está más centrado en permitir las comunicaciones a través del espectro completo de emociones humanas, no solo de aquello que aparenta ser perfecto o bonito». En la actualidad, más de doscientos millones de usuarios se comunican entre sí utilizando un inmenso rango de emociones humanas. Y un montón de orejas postizas de animalitos.
Spotify
El negocio de la industria musical se derrumbó cuando la gente descubrió que podía ahorrarse pagar por sus tonadillas favoritas a base de abrazar el MP3 y enrolarse en el mundo de la piratería digital. Con la llegada del streaming, la piratería digital contempló cómo toda su tripulación desertaba para alistarse en las filas de Spotify. Una aplicación que reinventó la emisora de radio ofreciendo un catálogo a la carta (sorprendentemente completo, pero donde todavía existen ciertas ausencias) y logrando que casi la mitad de sus doscientos cuarenta y ocho millones de usuarios pagasen religiosamente al mes para eliminar los ridículos anuncios tocapelotas que mancillaban sus listas de reproducción. El servicio permitía también, gracias a su integración en otras redes sociales, cotillear qué era lo que sonaba en los equipos de nuestros contactos, confirmando así que la mayoría de nuestros seres queridos en el fondo nunca han tenido buen gusto.
eBay
La reimaginación de la sala de subastas en los mundos virtuales, una web que permite a cualquier mindundi sacar a concurso sus más preciados tesoros, y su más selecta basura, para contemplar cómo terceros se pelean pujando por todo ello. O la que, sin ninguna duda, es la tienda definitiva en cuanto a catálogo: en eBay es posible comprar desde cortinas de ducha con la estampa de Jeff Goldblum junto a un monete hasta sándwiches de queso en los que se ha manifestado la jeta de la Virgen María, pasando por fantasmas envasados en un bote, abuelas de alquiler, la frente de una persona para colocar un anuncio, la cabeza momificada de un demonio, fundas de lana para el pito, el secreto de la vida (por la económica cifra de tres dólares con veinte céntimos), una tostada mordida por Justin Timberlake, o hasta un estupendo amigo imaginario.
Tinder
Grindr estableció el concepto de flirteo por geolocalización, pero fueron aplicaciones como Tinder las que lo trasladaron al terreno heterosexual con, en principio, la promesa de favorecer los compromisos románticos más allá del simple acoplamiento. El resultado fue una dating app para móviles que permite a sus usuarios desfilar entre un interminable catálogo de pretendientes aceptándolos o rechazándolos con el simple gesto de deslizar un dedo sobre la pantalla. En la actualidad, las discotecas y similares entornos de parranda nocturna se encuentran en peligro de extinción. Y no es arriesgado aventurar que gran parte de la culpa la tienen herramientas como Tinder, porque nos permiten cometer errores emocionales y conocer a auténticos/as gilipollas desde la comodidad del sofá de casa y durante todo el día, sin necesidad de tener que arrastrase por antros insalubres con música insoportable y garrafón imbebible. El hecho de que el contenido de los perfiles en Tinder haya establecido nuevos tipos de géneros literarios, que van desde la ciencia ficción canallita hasta la comedieta involuntaria, es un valor añadido para quienes se atreven a asomarse a este mundo.
Siri / Alexa
Rocky IV, Los Supersónicos o Salvados por la campana ya nos adelantaron que el futuro implicaba meter el casa asistentes robóticos de un modo u otro. Y hasta el mismísimo Stanley Kubrick nos demostró en 2001: una odisea del espacio las innumerables ventajas que acarreaba tener a una inteligencia artificial tan maja como HAL 9000 a cargo de todo lo gordo. A día de hoy, los robots todavía no son capaces de ejercer de chachas eficientes o propiciar divertidos equívocos. Qué coño, a día de hoy los robots tienen serias dificultades para no escoñarse realizando las actividades más básicas. Pero también es cierto que su alma y su voz ya hace tiempo que se han instalado en nuestras vidas cotidianas gracias a Siri y Alexa, las dos saladas asistentas virtuales facturadas por Apple y Google, respectivamente. Porque no hay nada más útil que tener a una secretaria virtual incansable a la que poder preguntar qué tiempo hará mañana, qué planes ocupan la agenda o cuál es el sentido de la vida. Aunque lo mejor de todo esto sea esa impagable sensación de tranquilidad que proporciona el tener un aparato en casa que está constantemente escuchando todo lo que acontece. Incluso se ha llegado a dar el caso de que la propia Alexa se viese obligada a testificar durante un juicio por asesinato, aprovechando esa manía tan suya de estar con la oreja abierta y la grabadora puesta todo el rato. Con estos antecedentes, lo difícil es no sentirse seguro y arropado por las nuevas tecnologías.
Echo de menos Netflix y podcast
Ambas herramientas han cambiado nuestros hábitos culturales/ociosos de una manera similar a Spotify (y contribuyendo también a eliminar las descargas ilegales)
Poder ver porno a cualquier hora en cualquier sitio ¿Alguien echa de menos los antiguos cines X?
Twitter es el peor invento de la humanidad desde la bomba atómica
Las redes sociales en general apestan y un son un verdadero cáncer social valga la redundancia. Sería genial si un megahacker de esos locos que hay por ahí fundiese de un plumazo todos los servidores de Youtube, Facebook y Twitter y jamás pudiese reestablecerse ni recuperarse la información. Probablemente habrían daños colaterales como gente comün que moriría de un infarto o sufriría ataques de ansiedad de alto nivel ya que han convertido esas basuras en su modo de vida, pero al menos volveríamos a respirar un aire más sano. La única lástima es que ni por esas el puto Suckervergas dejaría de ser multimillonario. Estaría bien verle en la cola del paro buscando empleo de camarero, ya que se le da tan bien eso de «socializar».
Hackers súper locos del mundo, desde aquí os lanzo la idea, majos.
PE-DA-ZO de artículo, mis felicitaciones, nos has podido retratar mejor la basura que inunda nuestras vidas desde la famosa «democratización social» que ha permitido internet cuando, en realidad, no es más que una jungla asilvestrada sin apenas leyes, aunque poco a poco van llegando y se sabe a ciencia cierta que el anonimato terminará tarde o temprano ya que será imposible acceder a tu conexión sin identificarte antes, algo que a todos los superprogres defensores de la «libertad y la igualdad» les hiere profundamente en sus penosos sentimientos.
Sólo citaré algunos puntos concretos de tu artículo, por ejemplo el tema Wikipedia en español: lamentable, vergonzosa y bochornosa con algunas honrosas excepciones, aunque en otros países como Italia, tela también, y actual fuente de información de supuestos periodistas de medio mundo que serían incapaces de escribir de casi nada si no fuese por esa «enciclopedia universal» llena de errores, medias verdades, y sobre todo troles aficionados a joder las páginas de quién les cae mal. ¿Lo mejor? Cuando una página de Wikipedia contiene una información absolutamente falsa o errónea, y el plumilla de turno se retrata descaradamente al reflejar esos mismos errores en su «artículo», demostrando así su nivelazo. De hecho, las virtudes que se le atribuyen a Wikipedia son realmente una falacia: allá donde cualquier ser humano sea libre de aportar su granito de arena, lo único que va a aportar mayormente son mierdas tamaño excremento de vaca.
Facebook, donde tu frase es digna de enmarcar y mira, venderla en Ebay «el portal que permitió a cualquier humano reencontrarse con personas que la vida muy sabiamente había mantenido alejadas de su existencia». Lo tuve en el pasado y justo ese fue uno de los mútiples motivos por los que terminé exterminando mi cuenta para siempre, cuando de repente me vi «agregado» por seres cuyo único nexo en común conmigo había sido ir al colegio en la EGB hace 35 años y que jamás volví a ver, a mis primos, tíos, hermanos… Y aunque la inmensa mayoría utiliza la excusa de «lo uso para estar en contacto con familiares y amigos que viven lejos», agregan a cualquiera y te das cuenta que o bien deben ser gente muy popular ya que tener 4000 familiares y amigos lejanos tiene su mérito, la realidad es que solo es otra forma de exhibicionismo barato (al que ahora se le ha añadido el postureo de Instagram), y cómo no, para unirse a linchamientos multitudinarios que suelen iniciarse por meros rumores o simples mentiras pero que tranquilos, que cuando se descubre que el motivo de tal linchamiento era falso, no vuelven para pedir disculpas. En definitiva, junto a Twitter, una red que solo sirve para sacar toda la mierda que llevas dentro y descargarla contra cualquiera aunque esa persona no te haya hecho nada. Por cierto, uno de mis reencuentros con «amigos perdidos del pasado» terminó en pelea donde dejamos de hablarnos, cosa que realmente llevábamos sin hacer desde hacía 25 años, así que el tiempo que «hablamos» fue solo un hiato dentro de ese silencio.
De Whatsapp poco que añadir, lo uso pero no lo abro apenas, solo sirve para que cualquiera que se aburra en un trayecto de una hora en tren te escriba sin razón alguna para pasar el rato en vez de leer un libro u oir música que es lo que se debería hacer en esos casos. Le reconozco su utilidad, pero simplemente lo uso como sustituto de los SMS o los útiles audios con frases del estilo «Ya he llegado, estoy buscando aparcamiento». Ni me uno a grupos ni lo uso para nada más que eso. Menos mal que no tengo hijos, porque las experiencias que me cuentan mis colegas con retoños sobre los grupos de Whatsapp de padres y madres son auténticas batallas campales poligoneras (recientemente, un colega me contó que tras un tira y afloja en uno de estos grupos, cuando se encontraron en persona en la puerta del colegio esperando a que saliesen los niños, dos madres se liaron a hostia limpia).
Y por último y esto es por omisión, te has dejado las dos web/app (depende dónde las uses) que son a la vez una bendición y una asquerosidad respectivamente: Amazon y Wallapop.
Amazon es sencillamente fantástico, por una suma razonable anualmente, entregas (casi siempre) en 24h, música, cine, libros y tecnología a muy buen precio y el único lugar donde los comentarios sirven para algo, ya que basta con leer las reseñas de los usuarios que han comprado el aparato en cuestión para saber realmente si merece la pena a o no y además puedes preguntar detalles acerca del mismo antes de soltar tu pasta, aunque a veces te encuentras al típico subnormal que como lo abrió y no sabía ponerle las pilas, le pone una estrella de valoración y dice que no se lo recomienda a nadie porque no funciona.
Ebay es más freak y a sus creadores se le ha ido de las manos, ahora proliferan muchos estafadores y chinos haciéndose pasar por vendedores españoles (quién no haya picado alguna vez que levante la mano) y que pensando que le estás comprando algo a un señor de Toledo, resulta que se lo has comprado a un tipo de nombre impronunciable que vive en Pekin y te tarda dos meses en llegar para encima, comprobar que las fotos con las que anunciaba el producto, distan mucho de la basura que has recibido. También existe a la inversa, un señor de Toledo que vende a precios in-me-jo-ra-bles, pero que realmente una vez le pagas, él a su vez se lo compra a un chino y le da tu dirección, por lo que se repite la misma experiencia. Pero de nuevo, para comprar música, libros, cine y ese tipo de material a muy buen precio, también merece la pena.
Y en el otro extremo, te has olvidado de esa chatarrería de basura infecta que se llama Wallapop, un auténtico vertedero de puta mierda donde sueles encontrar desde calzoncillos, bragas y calcetines usados pero «como nuevos» (lo juro) a paletos que han puesto a la venta un LP de Isabel Pantoja a 200€ porque han oido que ahora el vinilo está de moda y se ha «revalorizado». Por no mencionar a los jetas que intentan regatearlo todo hasta intentar conseguir un producto casi gratis. Viene a ser la versión cani de Facebook, donde bajo una idea supuestamente atractiva, solo te encuentras bazofia en el 90% de las ocasiones. También tuve una cuenta y tras varias experiencias agotadoras, un buen día hice el clásico «Configuración / eliminar cuenta», y a tomar por culo.
Bonus Track: ALIEXPRESS, el templo de la piratería china convertido en imperio, aunque eso sí merecería un artículo completo hablando exclusivamente de sus miserias pero también bondades (que las tiene por increíble que parezca).
Menuda sarta de chorradas. Ya puedes ir a cobrar la paguita, vago.
Me pregunto qué tiene que ver mi comentario con ser vago y cobrar una paguita, aunque me temo que quien tiene una mente vaga, inerte, ciertamente retardada y merecedor de una invalidez por discapacidad eres tú. Que te den por culo. Placenteramente, eso si, que no te guardo rencor pese a tu subnormalidad manifiesta.
jajajajajajajajaja
Buenísimo, al nivel del artículo.
Vaya descubrimiento jotdown
El Joker es una hermana de la caridad al lado de Zuckerberg….
Wikipedia es como una abuela sapiente. Sabemos que anda por ahí y la visitamos de vez en cuando esperando que no se muera: solo cuando queremos saber algo. Y sabiendo que no recurre a artilugios para atraernos ofreciéndonos satisfacer nuestras humanas inquietudes y necesidades (consumo, comunicaciones, vanidad, sexo y diversión) merece nuestra atención y reconocimiento. Tendrá sus debilidades, reparables, pero es algo encomiable. Creo que si la Humanidad un día desapareciera, y después una civilización superior descubriera los restos de ese intento de conocimiento diría que, sí, dentro de todo, el hombre tenía inquietudes que iban más allá del diario existir. Es el viejo sueño de la enciclopedia universal. Es una de las mejores invenciones de la Humanidad. Junto a la bicicleta y el fútbol, por supuesto.
Como ya se ha comentado anteriormente, añadiría el podcast en esta lista. Poder escuchar cuando, donde y lo que quieras, para mi es indispensable hoy en día. Buen artículo