Cine y TV Encuestas

¿Cuál es tu héroe o heroína de acción ochentera favorito?

Los ochenta fueron años de tiros, puñetazos, patadas, sablazos láser y flechas explosivas. La acción dominaba el cotarro. A veces hecha con inteligencia, y muchas otras veces no. Pero, visto desde hoy, todo aquel despliegue de insensatez inspira un cálido sentimiento. No cualquiera servía para protagonizar una película de acción. El paradigma ha cambiado, eso sí. Algunos actores de acción actuales no hubiesen aparecido sino como los empollones que reciben collejas en comedias adolescentes. En los ochenta había que poseer un tipo particular de aureola como de ser capaz de masticar ladrillos, o por lo menos de ser capaz de convencer a otro para que los masticasen.

Hagamos un breve repaso a algunas de aquellas figuras que dieron forma al género en su versión ochentera; me dejo otras muchas en el tintero (permitan que me las reserve para un artículo futuro), pero no se priven de nombrar a sus favorito/as en los comentarios.

(La caja de voto se encuentra al final de artículo)


Sylvester Stallone

Su punto fuerte: Podía convertir cualquier cosa en un arma. Era el McGyver del estropicio.

Su punto débil: Tendencia a la llorera repentina.

Stallone era el actor perfecto para la era Reagan. Aunque no de manera planeada, ya que sus dos personajes más icónicos, Rocky Balboa y John Rambo, comenzaron siendo seres sensibles que trataban de encontrarse a sí mismos en mitad de sus respectivos entornos repletos de una innecesaria violencia. Tanto Rocky como Acorralado, las dos películas iniciales, contenían mensajes humanistas. Pero claro, la taquilla es la taquilla. Rambo no tardó en quedar transformado en una maquinaria parafascista, mientras que Rocky acabó dando un embarazoso discursito paternalista ante un Mijaíl Gorbachov sin mancha en la cabeza que lo aplaudía con expresión solemne.

Lo que resulta indudable es que Stallone hizo varias buenas películas en los setenta y ochenta, demostrando un fino instinto para la taquilla no solo con aquellas dos franquicias, sino también con títulos como Cobra. Eso sí, sus incursiones en la comedia provocaron oleadas de pánico. Exceptuando Demolition Man que, pese a no ser una comedia propiamente dicha, sí era infinitamente más divertida. Ah, y El especialista, la película que Sly rodó junto a Sharon Stone: una de las pocas veces en que casi me da un ictus intentando aguantar las carcajadas en una sala de cine. No ayudó que el actor de doblaje habitual de Stallone, el gran Ricardo Solans, decidió (o eso me pareció a mí) tomarse también aquella película a chanza.

Pero bueno, qué demonios, hoy ya todos queremos a Stallone.


Arnold Schwarzenegger

Su punto fuerte: Robusto cual roble.

Su punto débil: El instinto paternal.

Arnold encarnó a Terminator. Arnold encarnó a Conan. El único Conan posible en la pantalla, algo que todo el mundo entendió en cuanto lo vio en acción por entonces. Y algo que hemos entendido después con intentos bastante olvidables (Aquaman, ¡vuélvete a la pecera!). Solo por esos dos papeles, el austriaco de apellido impronunciable hubiese pasado a la historia del cine. Pero es que apenas dio pasos en falso durante los ochenta, protagonizando una fabulosa racha comercial en la que hubo muy pocos trompicones de calidad. Además, al contrario que Stallone, Arnold sí poseía una evidente vis cómica y era capaz de moverse en ese otro género. Por no mencionar lo importante de que un actor de acción sepa ofrecer momentos de alivio cómico —o por lo menos de ironía o sarcasmo— para que cualquier personaje de tipo duro se vuelva mucho más tridimensional. Schwarzenegger sabía que no era un gran intérprete y fue lo bastante listo como para no forzar las cosas en el intento de parecer un actor del método con inquietudes intelectuales, cosa que hubiese sido absurda. Con todo, su habilidad a la hora de manejar sus limitados pero efectivos recursos le permitió demostrar un rango bastante mayor de lo que cualquiera hubiese imaginado al verlo en Conan el bárbaro.


Carrie Fisher

Su punto fuerte: Ni Darth Vader le levantaba la voz.

Su punto débil: Han Solo.

No se suele mencionar a Fisher como heroína de acción de los ochenta pese a que El retorno del jedi es de 1983 y en esa película su personaje estrangulaba a un alienígena enorme con la misma cadena que él había usado para esclavizarla. Leia era cualquier cosa excepto una vulnerable princesita de cuento y llevaba toda una trilogía pegando tiros, pero quizá la percepción popular se dejaba engañar por su título nobiliario. En mi opinión, Carrie Fisher ayudó a definir el rol de mujer de acción en la pantalla y es una lástima que actrices más recientes no se fijen en lo que ella hizo. Pero claro, Carrie Fisher había una sola y aquel personaje jamás hubiese sido lo mismo sin su arrolladora presencia. La actriz destilaba personalidad en cada secuencia. Por desgracia, como entonces no se estilaban los spin offs, nos quedamos sin lo que hubiera sido glorioso: una película de Star Wars focalizada en Leia y su papel como líder de los rebeldes galácticos.


Bruce Willis

Su punto fuerte: Sabía mantener la compostura en mitad de la debacle.

Su punto débil: Pisaba lo fregado.

El personaje de John McClane, protagonista de La jungla de cristal, fue rechazado por Stallone, Schwarzenegger, Burt Reynolds y Richard Gere (sí, alguien pensó en Richard Gere para ese papel). El papel no se ajustaba del todo al prototipo de homínido estereoideo que reinaba en la acción de los ochenta. John McClane era físicamente vulnerable, se cansaba, se sentía mal y se le clavaban cristales en las plantas de los pies. Sufría y sangraba, e incluso pasaba miedo frente a un puñado de terroristas europeos —probablemente rojos o socialdemócratas—, lo cual era una indigna muestra de debilidad ante el Extranjero Repugnante por parte de un auténtico Macho Americano. En el caso de Arnold, él era precisamente un Extranjero Repugnante, aunque entiendo que rechazase aquel papel. Hubiese sido raro verlo con su acento alemán y conversando con terroristas europeos que hablaban con idéntico acento al suyo, en plan «¿Tú no serás de tal pueblo? Mi prima fue allí al instituto».

Bruce Willis no era ni muy musculoso ni hablaba como si quisiera arrancarle los hígados a alguien, pero precisamente por ello encarnó con total naturalidad al tipo que sí, es un héroe de acción, pero al mismo tiempo está jodido, estresado, agotado y temiendo no poder hacer frente a su hercúlea tarea. Eso era lo que el público de la época necesitaba ver, porque para entonces ya se estaba agotando el arquetipo de Súper-Mandril y La jungla de cristal mostraba por fin a un héroe del que no sabíamos si iba a conseguir salir con vida. Willis repitió este modelo algunas veces, aunque con los años terminó transformado en el superhéroe invulnerable contra el que había sido creado el propio McClane.


Sigourney Weaver

Su punto fuerte: Mente clarividente incluso en situaciones de pánico.

Su punto débil: El empeño en cargar con gatos y niños.

Un personaje como John McClane ya había sido interpretado por Sigourney Weaver en Alien a final de los setenta, y volvería a serlo en la secuela Aliens a mitad de los ochenta. De hecho, es bastante posible que McClane fuese inspirado en parte por la teniente Ripley, un icono inmortal del género. La teniente mostraba una faceta vulnerable porque podíamos ver que tenía miedo y que lo suyo era más una desesperada lucha por la supervivencia que un afán por matar marcianos como hobby. La idea de que Alien fuese protagonizada por una mujer fue muy hábil, ya que en aquellos tiempos el público no estaba muy seguro de que un personaje femenino pudiese sobrevivir a semejante situación, lo cual incrementaba el suspense. Sin embargo, en otro hábil giro, Ripley afrontaba esa situación con una militar profesionalidad, sin que el miedo significase que iba a dejar de hacer las cosas que tenía que hacer.

Como heroína de acción, Sigourney Weaver alcanzó la perfección a la primera, pero era una actriz demasiado seria como para dejarse encasillar en ese tipo de papel. Cuando regresó a la saga en 1986, no solo se ganó una nominación al Óscar, sino que demostró de una vez y para siempre que ella es la única persona a la que queremos ver enfrentada a un alien.


Harrison Ford

Su punto fuerte: Disparaba primero, preguntaba después.

Su punto débil: Las siestas .

Otro que podría pasar a la historia solamente por dos de sus papeles, Han Solo e Indiana Jones. Harrison Ford tenía algo que no se compra: la presencia. Hubiese encajado perfectamente en el Hollywood clásico y tanto la trilogía original de Star Wars como las primeras películas de Indiana Jones contienen, gracias a él, un elemento de gracejo varonil más propio de actores de los años cuarenta. Ford también tenía una considerable habilidad para avivar este tipo de héroe de acción con su faceta sarcástica. De manera parecida a Schwarzenegger, pero con la diferencia de que Ford producía un considerable efecto sobre el público femenino. Sería más comparable a la faceta sarcástica que Paul Newman imprimía a muchos personajes, aunque Newman era sin duda mejor actor. El atractivo de Ford era un detalle nada desdeñable en taquilla dado que la acción ochentera estaba básicamente pensada para adolescentes varones, pero él era de los pocos héroes masculinos que no parecía a punto de estallar por culpa de los anabolizantes y eso lo hacía vendible a un público bastante más amplio.


Mel Gibson

Su punto fuerte: Le daba todo igual.

Su punto débil: Los traumas familiares.

Hoy nombramos a Mel Gibson y pensamos en que en algún momento perdió la cabeza y empezó a meterse con los judíos y a hacer cosas desagradables. Pero en su día protagonizó la saga Mad Max, cuyo taciturno personaje central lo convirtió en estrella, y Arma letal, donde encarnaba a un personaje completamente opuesto pero que resultó encajarle como un guante. Gibson nunca hubiese servido para protagonizar Alien o La jungla de cristal, porque ya entonces tenía mirada de que le faltasen un par de tornillos; los personajes complejos no son lo suyo. Sin embargo, era idóneo para encarnar a Martin Riggs, un policía medio majara que por momentos parecía haber desayunado cereales en un bol de cocaína. Era una personalidad que el cine asociaba más a los delincuentes y precisamente por eso la aportación de Gibson pareció revolucionaria en su momento; aunque había tenido precedentes en películas más antiguas como French Connection, en los ochenta era un necesario soplo de aire fresco.


Kurt Russell

Su punto fuerte: Intrepidez sin límites y talento para el disfraz.

Su punto débil: El estrés lo tenía siempre al borde del ataque cardiaco.

El actor fetiche de John Carpenter, con quien rodó cosas de lo más variopinto, empezando por un telefilm bastante cursi sobre Elvis Presley (en el que Russell, la verdad, hizo un buen papel), siguiendo con terror claustrofóbico en La cosa y acción desenfadada en Golpe en la pequeña China. Pero fueron Rescate en Nueva York y el papel de Snake Plissken los que lo convirtieron en un icono de acción. En particular porque Rusell lució un llamativo parche en un ojo, cosa que otros actores no hubiesen hecho ni bajo mandato judicial, ya que se les puede aplicar el mismo chiste que a los cantantes: «¿Cómo ahogas a un cantante? Poniendo un espejo en el fondo de la piscina»). Un detalle tan tonto como el parche hizo que el personaje fuese doblemente memorable. Russell se pasaba la película hablando en susurros como Clint Eastwood, supongo que provocando una extraña sensación de dejà vú en Lee Van Cleef, quien también estaba en el reparto. Años después, Russell rodó Tango y Cash junto a Stallone. Para sorpresa de todos, la química entre ambos actores resultó ser bastante buena, pero la película en sí era mala y no gustó a casi nadie. Una lástima, porque con un largometraje mejor, estos dos tipos hubiesen podido generar una franquicia.


Chuck Norris

Su punto fuerte: El karate.

Su punto débil: El aspecto. Según la época, tenía pinta de dentista, de ferretero o de bedel de un instituto.

Chuck Norris emergió del mundo de las artes marciales a la pantalla gracias a Bruce Lee. Y Norris era un actor terrible, desde luego, pero eso le ayudó a construir un arquetipo de tipo duro sin fisuras ni matices que satisfacía al sector más corralero de la audiencia. Eso sí, todo sea dicho: su gran (y única) habilidad como intérprete era saber poner cara de verdadera furia en el momento justo de soltar los golpes. Como si sus compañeros de escena le debiesen dinero. Cualquier otra emoción escapaba de su repertorio de recursos interpretativos, pero eso daba igual cuando lo veías mirar con expresión asesina durante dos décimas de segundo antes de ejecutar cada hostia. Hacía que sus hostias fuesen creíbles. Y eso era lo que se esperaba de él.


Jean-Claude Van Damme

Su punto fuerte: Pegaba patadas muy alto, algo muy útil para combatir palomas y libélulas.

Su punto débil: Terminó la década provocando ataques masivos de vergüenza ajena con una atroz escenita de baile.

Van Damme era un Chuck Norris de segunda. En realidad nunca entendí muy bien por qué era una estrella. Sus películas solían ser terribles, pero eso puede decirse de otros héroes de la patada. Actuaba tan mal como Norris pero sin ese punto de la miradita de odio. Por aquella época tenía cara de Xabi Alonso recién afeitado para el baile del instituto, y eso, la verdad, no imponía demasiado. Quizá su mérito radicaba en que daba patadas muy alto. Su sola presencia en una peli de karate me produce un sopor irresistible, pero hubiese mantenido cierta inestable tolerancia hacia su figura de no ser porque llegó el momento en que al muy hortera le dio por bailar en pantalla. Y bueno, ningún espectador con dos dedos de frente puede recuperarse de algo semejante. Digan lo que quieran de Chuck Norris, pero yo nunca lo he visto bailando así en pantalla y eso es un ENORME punto a su favor.


Dolph Lundgren

Su punto fuerte: Desapego emocional e intelectual del entorno.

Su punto débil: Las faldas.

Otro miembro más del contingente europeo de musculosos que invadieron Estados Unidos en aquella extraña década de patrioterismo americano en que la mitad de los héroes de acción eran extranjeros. Este sueco era un antiguo portero de discoteca que se licenció como químico, hablaba seis idiomas y consiguió una beca científica en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachussetts (¡en serio! ¡Sí, hablamos del mismo Dolph Lundgren! ¡No, no me lo estoy inventando!). Todo este pedigrí académico desembocó, misterios del Señor, en que se hizo famoso interpretando al boxeador ruso Ivan Drago en Rocky IV. Su filmografía ochentera no le va a quitar el hipo a nadie y entre sus más delirantes papeles se cuentan He-Man y The Punisher. A Lundgren eso le daba igual; el cine era una manera de ganar dinero rápido y, sobre todo, de llevarse al catre al mayor número posible de mujeres, lo cual era el objetivo fundamental de su carrera.

No obstante, el mayor logro interpretativo de nuestro semental nórdico favorito procede ya de principios de los noventa. ¿Recuerdan cuando la gente elogiaba al pánfilo de Di Caprio por morder un higadito crudo que casi lo hizo vomitar? (¡como si a alguien perdido en la nieve, como su personaje, le fuese a hacer vomitar un trozo de comida!). Obviamente, Di Caprio parece un pitufo al lado del cafre de Lundgren, que en Soldado Universal la emprendía a bocados con un filete crudo del tamaño de una Biblia. ¿Acaso esto no merecía su Óscar también?


Charles Bronson

Su punto fuerte: Un problema, un tiro.

Su punto débil: Tener que echar a correr en alguna escena no lo hacía muy feliz.

Bronson ya no estaba en el punto álgido de su fama en los ochenta, eso es cierto. Pero sí alcanzó la perfección en el arte de encarnar al Tipo Duro por excelencia. Bronson no hacía artes marciales en pantalla y ya no tenía edad para andar pegando saltos (cosa que nunca había sido su estilo). Pero sus personajes podían ser más psicópatas que los criminales a los que perseguía. Su gran característica era la economía de recursos: ¿le tocaban las narices a Bronson? Un tiro. ¿Le pegaban a un/a amigo/a de Bronson? Un tiro. ¿Le robaban una cámara de fotos a Bronson? Un tiro. Y por la espalda.

Véase la saga Death Wish, donde cualquier (vano) intento de Bronson por mostrar emoción humana es abortado por el hecho de que su personaje es básicamente el Terminator de las calles. Aquella saga fue acusada de apología del fascismo —¡y un héroe de acción necesitaba mucho para ser acusado de fascista en los ochenta!—, pero daba lo que prometía: «justicia» inmediata sin rollos de papeleos ni matices legales. De acuerdo, la cosa era bastante fascista. Death Wish III es probablemente la película de acción más insensata de la década. Pero qué demonios, la habré visto mil veces y la veré otras mil más.

Con todo, el detalle más encantador de Bronson es que apenas abría la boca. Otros héroes de acción ochenteros se esmeraban por culminar sus enfrentamientos con frases memorables («Yippee-ki-yay, motherfucker!»), pero Bronson tiene una de mis frases favoritas de todos los tiempos: un sencillo, efectivo y desapasionado «Adiós».


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9 Comments

  1. Ante tanta caspa echo de menos a Steven Seagal…

    ¿No tenemos caja de votos?

    Gracias por la nostalgia.

  2. Jotape

    No quiero estar cerca cuando Steven Segal se entere de que se olvidaron de él.

  3. Mario Gonzalez

    Darth Vader debería de ser heroe también.

  4. Bruno

    Clint Eastwood no debería estar en este listado??

  5. Muy bueno. Qué tiempos. Me imagino que dentro de 40 años leeremos en jot down «¿cuál es tu superhéroe o superheroína veinteañera preferido?». Feliz Navidad a todos.

  6. figendio

    Gran artículo. Como han bien han comentado, se echa de menos a Steven Seagal. Clint Eastwood e incluso Bruce Lee serían más de los 70. Actores de artes marciales como Jackie Chan, Jet Li, Sammo Hung, Yuen Biao, Cynthia Rothrock, etc. supongo que no habrán aparecido en el artículo al ser éste un género más específico.

    Los 80 y principios de los 90 fueron una gran época con todos estos machotes repartiendo estopa. También podríamos añadir secundarios (molaría otro artículo sobre éstos) como Carl Weathers, Mr. T, Hulk Hogan, Bolo Yeung, Jesse Ventura, etc.

  7. Antonio

    Entiendo que los anteriores comentaristas echen de menos a sus favoritos, pero el autor del artículo lo explica al principio: se guarda algunos para otro artículo. Por cierto, mi favorito es Indi. Cuando viajo fuera de Europa lo primero que me pongo es un sombrero «fedora».

  8. Rolando

    – Voté al austríaco, básicamente porque su veta cómica es lo que demuestra que no era tan fácil emularlo -ahí tienen a The Rock o Jason Statham haciendo papelones-.
    – Está bien que no esté Seagal: era mas de la primera mitad de los 90.
    – No le permito opinar así de Tango & Cash… junto con Comando, son dos de las mejores películas de mierda de toda la historia del cine. Es un hecho científico (?),

  9. Prepubescent

    Ninguna como Golpe en la pequeña China y su protagonista

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