Humor Ocio y Vicio Sociedad

El fin de la risa (y III)

El doctor y la señora Syntax experimentando con el gas de la risa en una fiesta. Imagen: Wellcome Images (CC BY 4.0).

(Viene de la segunda parte)

El fin de la risa es sustituir a la medicina

Pues sí. La risa es salud y enfermedad. La risa cura y mata. Así que la risa es como la medicina. Y antes de que la turba «escéptica» lance una «alerta magufa» ante esta afirmación, veamos la base científica de esta afirmación.

El fin de la risa es ponernos en forma. Es un ejercicio aeróbico que consume unas cuarenta kilocalorias por cada diez a quince minutos de risa. Los lectores habrán notado que para reír utilizamos varios músculos. Concretamente estos son los doce elegidos para la risa. Zigomáticos mayor y menor, que son los que elevan las comisuras de la boca. Hay un par en cada lado de la cara, por lo que son cuatro. También el orbicularis oculi, gran amigo de los cirujanos estéticos y culpable de las arrugas en los ojos. A uno por ojo, tenemos otros dos. El levator labii superioris, que los expertos en latín podrán explicar que es el que tira hacia arriba de la esquina del labio y la nariz. También tenemos dos. El levator anguli oris, cuyo trabajo es elevar el ángulo de la boca. También son dos, por lo de la simetría. Y finalmente el risorius, también conocido en algunos ámbitos académicos como «el del Joker»: tira de las comisuras de la boca hacia los lados de la cara. Con estos últimos dos tenemos los doce músculos que debemos entrenar para reír y adelgazar.

Más evidencias de la relación entre risa y salud. Un estudio realizado en Noruega durante quince años y con 53 566 participantes concluía que «el componente cognitivo del sentido del humor se asocia positivamente con la supervivencia de la mortalidad relacionada con las enfermedades cardiovasculares y las infecciones en las mujeres y con la mortalidad relacionada con las infecciones en los hombres. Los resultados indican que el sentido del humor es un recurso de afrontamiento cognitivo que protege la salud». La risa reduce el nivel de cortisol, segrega endorfinas, reduce tensión y estrés, así como preocupaciones y miedos (García, 2002). Sobre todo, si los chistes se hacen sobre un problema médico. En México, ante el peligro de la gripe porcina, se convirtieron en clásicos «Cría puercos y te sacarán los mocos», o «la influenza nos ha hecho olvidar el virus del débola: debo la luz, debo la tarjeta, debo el agua…». Rod Martin, el creador del HSQ, también ha aportado a esta causa. En sus diversos estudios sobre el sentido del humor y la salud, concluía que era posible reducir el dolor mediante la risa, siempre y cuando esta fuera sincera y no forzada. En sentido parecido se pueden encontrar conclusiones similares en las investigaciones de Dan Ariely sobre el dolor, que realizó en primera persona, o en metaestudios recientes que confirmaban ya en 2018 el impacto positivo de la risa en ciertos aspectos del dolor, como la ansiedad o el estrés emocional.

Mary Sullivan decía que «aunque un hombre sea débil, la alegría le hace fuerte». El fin de la risa es curar, aliviar el dolor, pero no solo el físico, también el emocional. Hacemos chistes para sobreponernos a la tragedia. Hablábamos antes de Gottfried y el 11-S, pero es solo la punta del iceberg. Bill Ellis analizaba el impacto de los chistes ante dicho evento específico. Peter McGraw es otro estudioso del tema, con varios artículos sobre tragedias y humor. Ante la tragedia y en un primer momento es típico que los humoristas cancelen programas o eviten el tema. El «demasiado pronto» es más importante de lo que parece, pero no solo a nivel temporal. Entender la «distancia sicológica» es vital en estos casos. Para que el humor sea sanador ante una tragedia necesitamos tiempo. Muchos humoristas son padres de la famosa frase «la comedia es igual a tragedia más tiempo». Los chistes sobre catástrofes antes de que ocurran las catástrofes no suelen funcionar bien, y después de estas resultan ofensivos cuanto más cerca en el tiempo se cuenten, cuanto más implicados estemos socialmente con los afectados o cuanto más cerca geográficamente nos pille. Por ello la distancia emocional, pero también la geográfica y social, pueden hacer que un chiste deje de serlo para convertirse en una dolorosa experiencia. Así que la distancia no es solo el olvido, es mucho más. Sin embargo, nada como la madurez. Como explicaban los investigadores, y entendieron en Pixar con Del revés, se puede estar triste y alegre a la vez, pero a partir de una cierta experiencia vital que nos haya permitido entrar en la edad adulta sin dejar de ser niños. Así pues, los chistes son muy valiosos para curar emocionalmente, pero hay que esperar un tiempo prudencial, que no es fácil de medir, para que el impacto sea positivo.

Bueno, salvo que se padezca de cataplexia y esta venga disparada por la risa, como le pasa a Jordi Évole. La cataplexia (también cataplejía) es una enfermedad que provoca de manera repentina una especia de «apagón muscular». La pérdida de fuerza en los músculos puede provocar que quien sufre de este trastorno del sueño se caiga redondo al suelo. Nada que ver con las «caiditas de Roma» que se espera produzcan los apagones, y sus efectos natalicios… aunque siempre hay algún aguafiestas con datos al acecho para demostrar que lo que sube en los apagones es la venta de condones. En cualquier caso, en España todos sabemos que lo que provoca un incremento de la natalidad son las vacaciones de verano y de invierno. Un estudio de más de treinta y tres millones de nacimientos en España, desde 1941 hasta el año 2000, mostraba dos picos inequívocos en abril y septiembre, correspondientes con concepciones en los meses de julio y diciembre.

Pero no solo puede hacernos enfermar, la risa sirve también para matar y morir. Conocida es la expresión morirse de risa, metafórica y literalmente. Notables representantes de este movimiento han sacrificado su vida por la risaZeuxis fue un pintor griego que murió de risa en el V a.C. tras recibir el encargo de pintar a la diosa Afrodita por parte de una anciana señora que quería ser el modelo para el cuadro. En 1410 el rey Martín I de Sicilia falleció por una indigestión. Discutida la causa final de su muerte, por el problema sucesorio que genera, la atribuye Lorenzo Valla a un chiste de Mosén Borra, maestro de bufones y nacido Antoni Tallender, que terminó en ataque de risa mortal tras un chascarrillo sobre un mulo que comía higos no maduros. Pietro Aretino en 1556, Thomas Urqurath en 1660, Will Cushing en 1799, Wesley Parsons en 1893…¡cada siglo tiene documentado al menos un caso!

Curiosamente entrado el siglo XX el fenómeno se dispara. Según Maggie Hennenfeld, a finales del siglo XIX y principios del XX este fenómeno se asociaba a las mujeres, relacionado con la histeria y con muertes de cientos de ellas… y quizá también a la creciente liberación social de las mismas y sus visitas a los nuevos espectáculos cinematográficos y shows de entretenimiento. En 1920 se documenta la muerte en Australia de Mr. Arthur Cobcroft, quien tras leer en un periódico el precio de varios productos en el 1915, rompió a reír hasta caer redondo a la edad de cincuenta y cuatro años. El doctor Nixon determinó que la muerte se produjo por «ataque al corazón provocado por una risa excesiva». En 1975 Alex Mitchell muere viendo un episodio de televisión de la serie The Goodies. Titulado «Kung Fu Papers», la escena cumbre retrata la pelea entre un gaitero militar escocés vestido con kilt que se enfrenta a un experto en el arte marcial de Lancaster, el «Ecky-Thump», armado con un black pudding. Tras reír durante veinticinco minutos sin parar, falleció. La viuda agradeció a la serie de la BBC por haber hecho reír a su marido, sin dar más detalles. Al parecer se descubrió posteriormente que Mr. Mitchell tenía un problema cardíaco conocido como «síndrome del QT largo», una anormalidad estructural cardíaca que predispone a las arritmias.

El peligro de la risa de masas se confirmaba en 1989. Ole Bentzen, danés de buena salud, se encontraba viendo la película Un pez llamado Wanda. De repente, una de las escenas en la que Michael Pallin encuentra su boca y nariz convertida en un almacén de comida, comenzó a reír descontroladamente, su corazón subió hasta doscientas cincuenta pulsaciones, y falleció. No hay documentada científicamente ninguna muerte de ciudadanos alemanes por ataques de risa a lo largo de la historia, por lo que conseguir la nacionalidad debería reducir el riesgo. Aunque no podemos afirmarlo porque los «micromorts», la medida de riesgo creada por Ron Howardprofesor de Stanford y padre de la teoría de decisiones moderna, no incluyen la risa. ¿Quiere usted saber la probabilidad de morir publicando un artículo en Jot Down? Los micromorts nos dan la unidad de riesgo asociada a la probabilidad de uno entre un millón. Así, una micromuerte (un micromort) es una microprobabilidad de morir. Ascender al Everest supone 37 932, correr una maratón 7 por carrera, y un mismo micromort suponen 10 km en moto, 27 caminando, 370 km en coche, 19 000 en avión en EE.UU. En su artículo original de 1979, «Analyzing the Daily Risk of Life» Howard incluía riesgos que no mataban pero reducían tu esperanza de vida. Sume un micromort adicional por cada 1,4 cigarrillos, hora en una mina de carbón, medio litro de vino, o vivir dos meses con un fumador. Desafortunadamente no incluyó en su estudio los micromorts que supone reírse, o ser ciudadano alemán.

Aunque es complicado encontrar casos de muerte por risa en el mundo real, se ha convertido un fenómeno creciente en el mundo de la ficción. El «deux es risus» cada vez se utiliza más a menudo por los dramaturgos de todo el mundo. Tenemos a los banqueros de Mary Poppins, Fulton el amigo de Seinfeld en uno de los capítulos de la serie, Steve Martin en La pequeña tienda de los horrores con un curioso dispositivo basado en óxido nitroso, y otros casos en clásicos La guía del autoestopista galáctico, la película de 1932 La momia, Quién mató a Roger Rabbit o Ice Age 4. Incluso en Los Sims 4 es posible fallecer (en la ficción) por exceso de risa, si pasamos demasiado tiempo en modo «Histérico». El programa 1000 maneras de morir repasaba el caso real de Mitchell y muchos otros más bastante cómicos. Y la serie Six Feet Underuna oda televisiva a las muertes tragicómicas, finalizaba su andadura repasando las de sus personajes. No vamos a entrar en el tema de la risa contagiosa, por evitar riesgos innecesarios como los vividos en Tanganica en 1962, o a nivel histórico en múltiples lugares y ocasiones.

Analizando el punto intermedio, es mejor reírse que provocar la risa. Un estudio de James Rotton no encontraba evidencias de mayor longevidad entre los comediantes, al contrario, determinaba que la industria del entretenimiento termina con las vidas de sus gladiadores mucho antes que la media. Probablemente porque otro fin de la risa es molestar, ofender, incomodar. Periodistas que jamás aceptarían chistes sobre la muerte de una mujer a manos de su pareja, se regodean con la de un hombre que pierde la cabeza en un caja encontrada por su viuda. Daniel Loss habla en sus monólogos sobre su hermana tetrapléjica, algo que quizá si hacen otros no le haría gracia. Bill Burr en Paper Tiger se la juega con sus chistes sobre el movimiento «Me Too» y el «hombre feminista». Ricky Gervais en Humanity se dedica a repasar su timeline de Twitter. Sarah Silverman, con su peculiar manera de romper con Jimmy Kimmel y hablar de la cantidad de pelo que tiene en su cuerpo. George Carlin con la lista de personas a matarla religión, o las ya comentadas siete palabras que no puedes decir en TV. O David Chappelle, este en cualquier momento, pero sobre todo cuando utiliza su técnica innovadora para crear chistes.

Y es que el fin último de la risa es terminar con la raza humana. Por eso se ha creado The Joking Computer, que tomará consciencia de sí mismo en cuanto lea este artículo. En esta máquina los científicos han implementado de manera práctica y real el modelo teórico conocido como JAPE (Joke Analysis and Production Engine), planteado en 1996 por Kim Binstead en su tesis doctoral. No es la única iniciativa de este tipo y habrá más. Básicamente porque los intentos de emular a Deep-Blue o Alpha-Go en el mundo de los chistes no consiguen los mismos resultados positivos esperados. La batalla entre cómicos y máquinas que generan chistes sigue desequilibrada a favor de los primeros. En 2012 se celebraba una conferencia sobre inteligencia artificial y humor para intentar plantar batalla. ¿La conclusión? Poca broma si la inteligencia artificial alcanza la singularidad. Ninguna gracia si los robots conquistan el mundo. Nada como un chiste para saber si el test de Turing queda realmente superado o no… o si eres un replicante.

Ante este tremendo peligro todavía quedan investigadores renegados, como Jaak Panksepp y Jeffrey Burgdorf, que ignoran a las máquinas y se centran en lo básico, dedicándose a hacer cosquillas a las ratas. No del todo convencidos, en la Universidad de Humdbolt en Berlín ahondaron en el tema, para determinar que las ratas que se reían eran las que estaban de buen humor, no las ansiosas. Y lo documentaron con vídeos. De verdad. En Alemania. Quitándole toda la gracia, pero ampliando las fronteras del conocimiento humano para hacer un mundo mejor y salvar a la humanidad de la ignorancia.

Y es que el fin de la risa es preservar la vida humana, entendiendo que el sentido de la vida es que no entre la sal (atención: este es un chiste para los bioquímicos que leen nuestra publicación, que de vez en cuando merecen algo de atención).

El fin de la risa es explicar el sentido de la vida

Aunque ya fue demostrado científicamente que es 42 (spoiler alert), sigue existiendo controversia. Isaac Asimov nos descubría en Jokester El chistoso» en español), uno de sus cuentos cortos, cómo el profesor Meyerhof contaba chistes a Multivac (muchos de ellos ya leídos en este artículo), para descubrir que los chistes eran parte de un experimento extraterrestre en el que las cobayas éramos…¡nosotros!. La risa permitía entender nuestra psique y evitaba que pensáramos en el sentido de la vida. Una vez descubierto el pastel, y desvelado el fin de la risa, el don del humor había desaparecido y «nadie volverá jamás a reírse». Y es que, como decía Churchill, «el chiste es realmente algo muy serio».

Para finalizar, me gustaría matizar, para quien se haya sentido ofendido por los continuos comentarios sobre los alemanes, que tengo una hija alemana. Por lo tanto, no tengo ninguna animadversión ni sesgo personal al respecto. Es más, intentamos que la niña crezca aprovechando lo mejor de ambos mundos: la productividad española y el humor alemán.

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7 Comments

  1. Sacando conclusiones de estos amenos artículos estaría de acuerdo con el autor: el fin de la risa es explicar el sentido de la vida. Me parece la más conveniente para responder al absurdo fervor de la existencia. O sea, más o menos prosaicamente se podría decir; «Rio, luego existo».

  2. The Lady of Shalott

    Ha estado genial este viaje por el sentido del humor. Sobre lo de las muertes por risa no podía dejar de pensar en aquel inconmensurable sketch de los Monty Python al que estaba segura de que te referirías en algún momento, «the killing joke». Lo enlazo aquí porque, posiblemente, ha sido el que más cerca ha estado de matarme de risa entre todos los suyos! https://www.youtube.com/watch?v=W9FzUI8998U

    • Guillermo de Haro

      A veces no era fácil decidir donde ubicar un tema u otro
      Ese estaba en la segunda parte!

  3. A la lectura total tendré que agregar al autor. Recién me doy cuenta de que Guillermo de Haro no es un comentarista. Qué desliz. Disculpe, che.

  4. Hoy, este largo artículo significa todavía más que cuando se publicaron.
    Fantástico!
    Muchas gracias

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