Fotografía: Juan Echeverría
No le veo la gracia de ser artista si uno no intenta siempre ser perfecto. (Iris Murdoch)
Leonardo da Vinci tenía tendencia a dejarlo todo a medias.
Los hombres geniales empiezan grandes obras, los hombres trabajadores las terminan.
No es que fuera un holgazán, digamos que… se distraía con facilidad. Algún neuropsiquiatra le ha diagnosticado TDHA. Proyectos por ejecutar, encargos postergados, pedidos con retraso, ideas brillantes que abandonaba… Porque esa es la única perfección posible, la que permanece inacabada. Como la noche deja inacabado el día. Como el mañana deja sin terminar la vida.
Oh durmiente, ¿qué es el sueño? El sueño se asemeja a la muerte; ¿por qué no te aplicas entonces a la realización de una obra que, después de la muerte, te dé una semblanza de vivo perfecto, en vez de hacerte similar a los tristes muertos viviendo con el sueño?
Leonardo iba para notario, como lo fuera su tátara-tatarabuelo Michele y el hijo de este, y el hijo del hijo de este. Pero nació bastardo y se libró de continuar con la profesión familiar. Ser vástago ilegítimo no le supuso trauma ni desdoro alguno, solo quebraderos con testamentos; casos como el suyo se contaban por cientos en el censo.
[Cotejar la ascendencia de Boccaccio, Lorenzo Ghiberti, Filippino Lippi y León Battista Alberti].
Quien practica el coito con agresividad y disgusto engendrará hijos iracundos y problemáticos, pero si la relación se lleva a cabo con amor y gran deseo de las partes, el niño, el niño poseerá gran inteligencia y será ingenioso, vivaz y amable.
Dicen de Leonardo que era un hombre dulce y ameno. Que jamás habría matado a una mosca —las vivisecciones en pos de la ciencia no cuentan—. Amante de los animales, compraba pájaros enjaulados para ponerlos en libertad —y examinar su aerodinámica—. Era un dechado de cortesía y carisma; amigo de sus amigos, fueran pobres o ricos; un alma grande y generosa, de conversación encantadora…
Quien siembra virtud, fama recoge.
Y sigue siendo el vecino predilecto de Vinci, la localidad toscana donde pasó su infancia.
Cosas que ocurrieron hace muchos años nos parecen con frecuencia próximas y cercanas al presente, mientras que muchas cosas ocurridas recientemente nos parecen tan lejanas como los días de juventud.
Durante un tiempo se creyó que la madre del artista pudo haber sido una humilde sirvienta del castillo, imaginando, por tanto, que dio a luz en lo que hoy es parte del Museo Leonardiano. No obstante, las hipótesis recientes se inclinan —con idéntica evidencia documental nula— por ubicar la casa natal en una poderetto de Ancchiano, burgo a la afueras donde parir de forma discreta —y abrir otro museo; se llega por carretera o dando un paseo campestre por la Strada Verde—. En cualquiera de las suposiciones, se trataría de una muchacha pobre, motivo por el cual resultaba impensable que la desposara un agremiado al prestigioso Arte dei Giudici et Notai —sí podía llevársela a la cama—. Ser Piero, el padre, acabó casándose con la heredera de un notario florentino, como le correspondía; a Caterina, la madre, le colocaron otro marido —un camorrista de San Pantaleo; se llega dando otro paseo entre un escorzo de aceitunos y parras. Una garza aguada alza el vuelo asustada.
[Las garzas alimentan a sus crías con presas regurgitadas hasta que cumplen las ocho semanas].
En cuanto al renacuajo de Leo, creció al cuidado de sus abuelos paternos y de su tío. Al menos así figura en el padrón del municipio.
Patricia asegura que residían donde ahora está su tienda de alimentación. «Tenemos lo mejor de la gastronomía toscana». Aunque no hay ninguna placa en la entrada, ni aparece señalado con un puntito rojo en el mapa de la città. «Eso es culpa del sindaco de izquierdas. ¡Falta promoción, dar a conocer a nuestros artistas fuera! ¿Conoces a Alberto Marconcini? É molto bravo! ¿Y has visto la Piazza de Mimmo Paladino? ¿Y la exposizione de la Fundazione Carlo Pedretti? ¡Ma tutti los turistas se van a Firenze!». Patricia huele a obleas de anís. «¡Ignoran que Da Vinci se llama así porque era de aquí!».
Los que piensan poco se equivocan mucho.
Le bautizaron en la iglesia de Santa Croce, se supone. La pila es del siglo XV y no la han cambiado desde entonces. Fuente bendita. El bronce apocalíptico de Cecco Bonanotte justo encima.
Los ríos perderán su caudal, el fértil suelo dejará de brotar sus gráciles frondas, los campos perderán el adorno de las plantas renovadas; los animales, no encontrando hierbas frescas que pacer, morirán; faltará la comida a las bestias rapaces: leones, lobos y otras fieras que viven de la caza; y los hombres, agotados todos los expedientes, perecerán al fin.
Otro escultor, Mario Ceroli, regaló a la villa un hombre de Vitruvio en madera. Está basado en el dibujo de Leonardo, el de las monedas de un euro italiano.
¡Oh, miseria humana, de cuántas cosas te haces esclava por el dinero!
Razón áurea. «Cuatro dedos hacen un palmo y cuatro palmos hacen un pie; seis palmos hacen un antebrazo; cuatro antebrazos hacen la altura de un hombre…». Esto siempre y cuando el modelo esté bien proporcionado. «La distancia que hay entre la parte superior de la oreja y la coronilla es igual a la distancia que va de la punta de la barbilla al rabillo del ojo». Da Vinci midió cuerpos jóvenes y recios para la ejecución de su homo ad quadratum et ad circulum. Tipos bien parecidos, de los que a él le gustaban, pibones con ricitos, como su Bautista. «Cuando un hombre se sienta, la distancia desde su asiento hasta la coronilla es la mitad de su estatura más el grosor y la longitud de los testículos».
[Coger un metro y comprobar que mi dedo gordo del pie es, efectivamente, la sexta parte del pie. Pedirle a Juan que lo del pene lo verifique él].
[Cotejar cuánto mide el potrillo vinciano de Nina Akamu, el que está en la Piazza della Libertà].
Nina Akamu tiene esculpidos tres caballos como este más, dos de ellos —el de Michigan y el de Milán— a tamaño original, según el encargo que en su día le hiciera Ludovico Il Moro a Leonardo: una estatua ecuestre de siete metros —los siete metros más monumentales jamás erigidos hasta entonces—con objeto de honrar la gloria eterna del difunto duque Francesco; si bien Da Vinci puso más empeño en la figura del corcel que en la del condotiero: se pasó dieciséis años frecuentando cuadras, mesuró grupas y ancas e incluso diseccionó ejemplares para estudiar tejidos óseos al detalle. Tanto profundizó en su examen que empezó un tratado de anatomía equina. Nunca lo terminaría. Luego se enredó con el diseño de establos, rumiando mecanismos para la reposición de heno y la eliminación automática de estiércol. Llegados a este punto, la escultura equina olía a (otra) obra inconclusa; aunque esta vez no fue (del todo) culpa suya: se quedó sin materia prima cuando su mecenas destinó el metal a gastos de defensa. «No voy a decir nada, porque sé cómo están los tiempos…». Setenta y cinco toneladas de bronce para fundir cañones contra los gascones. Una inversión inútil a largo plazo, pues el Milanesado cayó de todas formas —los soldados de Luis XII practicaron tiro al blanco con el molde de arcilla encabritado.
Los hombres luchan en guerras y destruyen todo lo que les rodea. La tierra debería abrirse y tragárselos.
La historia se fosiliza bajo una confusión de limo y arena.
La historia es una vieja artrítica a la que nadie escucha cuando se queja porque le duelen los huesos y anuncia tormentas. Posibles aguaceros con aparato eléctrico.
«Parece que vienen lluvias, pero es que hemos estado dos meses y medio secos…». Sara Viviani tiene treinta y un años, mil olivos y ocho hectáreas de viñas. «Es una hacienda piccola». Ella y su hermano Marco son los propietarios del Molino della Doccia, un frantoio en Vinci como el que dibujó una vez Leonardo. «Se halla medio en ruinas…». Lo ocupan murciélagos, alondras y alguna golondrina.
La alondra es un pájaro del que se dice que, llevado ante un enfermo, si este ha de morir, le da la espalda y no le mira en ningún momento; y si el enfermo hubiera de salvarse, este pájaro no aparta de él la vista, más aún, es la causa por la que desaparece toda enfermedad.
«Hemos llevado a cabo una investigación para restaurar la almazara según siglos atrás». Su familia compró la finca en los años cincuenta y ellos retomaron el negocio hace poco. «No es fácil, pero piano, piano… Se trata de dar valor el territorio y no echar a perder todo el lavoro del nonno».
Las colinas son bajas porque se agachan, para que todo lo ancho del cielo se observe sin estorbos.
Describir por qué se adensa el aire, y por qué parece más o menos azul en momentos diferentes.
El atardecer se fermenta con nubes Sangiovese.
[Comparar la panorámica con el Paesaggio 8P, el dibujo más antiguo que se conserva de Leonardo, fechado un 2 de agosto de 1473].
«Yo he crecido en la campagna». Las manos callosas no acarician armiños. Espantan gatos, sacuden leccinos. «Ando en el tractor desde que era una bambina». Meriendas de pan con azúcar y tinto. «¡Soy una innamorata de Vinci!».
Creo que se da mucha felicidad a los hombres que nacen donde se encuentran los vinos buenos.
El nonno de Leonardo también explotaba parcelas de trigo, mijo, aceite y vino. «Muy probablemente, sus caldos tendrían un gusto orribile, porque en el siglo XV no había la tecnología de hoy en día para controlar la temperatura y la humedad, y aquí pasamos de los 40ºC en verano a inviernos bajo cero». Francesco Passerin tiene una buena nariz. «Hay vermentinos que ancora desprenden notas de sal, de cuando en el Plioceno esta región era un mar». Es el patrón consorte de Villa Dianella, antiguo coto de caza de los Medici rodeado de cipreses, encinas, abetos y castaños centenarios, en el Montalbano. Alberga una bodega histórica en pietra serena con Bed&Breakfast raffinato y sobrio.
Si quieres saber cómo habita su cuerpo el espíritu de una persona, fíjate en cómo trata su morada; si está desordenada, de igual manera mantendrá el espíritu el cuerpo, confuso y desordenado.
También fue residencia de Fucini, el poeta; lo enterraron en la capella.
[Preguntar a Lola la librera por Foglie al vento].
No está traducido. Es un autore del verismo. Escribía en dialecto y es molto complicato.
[Haz que alguien te enseñe toscano].
«La famiglia de Verónica, mi esposa, compró el viñedo después de la Segunda Guerra Mundial». Veintisiete hectáreas de Chianti y seis mil quinientos árboles colmados de oro líquido. Arrastran las ramas.
[Preguntar a Francesco cómo podan las oliveras en Italia].
«Nosotros podamos de forma artigianale, no como en España». Un extravirgen vero se agarra en la garganta y provoca carraspeo. «En 1985 hubo una gran gelata, los supermercati sufrieron desabastecimiento y, para dar salida a la demanda, compraron l’olio en Valencia a un precio más bajo, embotellándolo como si fuera italiano, ma la qulità non era igual». Retrogusto picante y amargura intensa. «Un litro de buen Moraiolo debería costar 25-30 euros, que estén vendiendo botellas a seis euros non è possibile!».
[Fiasco: canasta de espadaño para empacar y transportar damajuanas].
[Colmatore: borboteador; instrumento para oxigenar el mosto durante su fermentación, cuya invención querrían atribuir a Leonardo].
«Leonardo tuvo vides en Fiesole y en Milán; es algo que daba estatus. Pero él no se ocupaba de la plantación». En Via Dianella han clonado la cepa que se cultivaba en su huerta. «Non c’è male… Un Malvasía di Candia oloroso, afrutado… Ma será una producción modesta, insuficiente para la vendimia».
Bebe vino bautizado, poco, pero con frecuencia, mas nunca entre comidas ni con el estómago vacío.
[Comprar cantuccini, brigidini, pecorino y prosciutto].
No comas sin apetito y cena siempre ligero. Mastica bien e ingiere tan solo ingredientes sencillos y bien cocinados.
[Probar la ministra del vinciano, receta dedicada a Leonardo].
«Los platos típicos de verdad son las papas al pomodoro, la ribollita, el ragú de jabalí con pappardelle o un bacalao a la livornese».
[Que Francesco te recomiende restaurantes en Firenze].
[¿Por qué los florentinos no llamarán Florentia a su ciudad? Preguntar a un lingüista].
[Consultar horarios de bus Vinci-Empoli y de tren Empoli-Firenze SMN].
[Decirle ciao a Erika, la matrona del hotel Monna Lisa. Coger una tarjeta y unos bombones de recepción antes de irte].
Leonardo da Vinci se marchó a Florencia con la edad envera de buscarse un empleo. Como lo del bufete de notario estaba descartado —por aquello de ser hijo bastardo—y como el chaval tenía maña para el dibujo, su padre le enchufó de aprendiz con un amigo suyo: Andrea del Verrocchio. La città era el Silicon Valley del Quattrocento, con más tallistas que carniceros, y su taller —situado por la via Ghibellina, en el barrio de Sant’Ambrogio— era de los más prestigiosos. Con él se formaron Botticelli, Perugino, Ghirlandaio, Signorelli, Di Credi… Artistas en prácticas que empezaban haciendo un poco de todo. Incluso posar para el maestro, si el ragazzo era de natural bello.
[Ver el David de Verrocchio, en el Museo Bargello. Se cree que Leonardo pudo servirle de modelo. Así te haces una idea de su aspecto].
De complexión atlética y fuerza hercúlea —capaz, según cuentan, de doblar una herradura con su mano derecha, ¡aun siendo zurdo!—, Da Vinci debió de ser un varón atractivo.
Las bellezas con las fealdades se resaltan.
Estaba hecho un dandi del Renacimiento. Se paseaba por la Piazza della Signoria vestido con túnicas rosas hasta las rodillas, enseñando las pantorrillas, marcando tendencia con su jubón de raso rojo-violáceo, las camisas de Reims bordadas, las medias moradas, sombrero bermellón y capa carmesí, botas de cordobán y anillos de jaspe chic. Perfumado con agua de rosas y luciendo una melena ondulada, con ese sex appeal que dan la canas tempranas.
Para teñir el pelo de rubio oscuro, coge nueces, hiérvelas en lejía y moja el peine en ella; después péinate y deja secar el pelo al sol.
[Pasa por el Antico Setificio Fiorentino y pregunta por el telar de Leonardo da Vinci].
Coqueto hasta la médula, se gastaba tanto en moda como en libros.
Suprema insensatez es la del hombre que escatima en el presente para no tener que escatimar en el futuro, pues la vida se le va antes de que haya tenido tiempo de disfrutar de todas las buenas cosas que había adquirido con tantos trabajos.
La Historia natural de Plinio, la Metamorfosis de Ovidio, las Fábulas de Esopo, La nave de los locos, sonetos de Petrarca, poemas de tinte erótico, una Biblia, los sermones de san Agustín, novelas de caballería, ensayos de arquitectura, medicina, ciencia aristotélica, quiromancia… y los manuales de latín y de matemáticas que al autodidacta tanto se le atragantaban.
Así como comer sin apetito se convierte en una pesada nutrición, así el estudio sin deseo deteriora la memoria, no reteniendo las cosas que incorpora.
No estudió en la universidad, pero, escucha tú, ni falta.
[Reservar entradas para subir a la cúpula del Duomo. Es obligatorio; subir no, reservar; reservar solo si se quiere subir, pero subir cuatrocientas sesenta y tres escaleras sin ascensor no, no es obligatorio; recomendable sí, muy recomendable. Vistas cardiópatas].
[¿Cuántas tortillas tuvo que cuajar Brunelleschi para techar Santa Maria dei Fiore?]
El orbe y la cruz del linternón se fabricaron en la bottega de Verrocchio. También la grúa para instalarlo a más de cien metros de altura, lo cual supuso tres días de faena. Quizá Da Vinci tuvo que subir a echar un cable aquí arriba… Por entonces contaba diecinueve mayos.
La edad, que vuela, fluye a escondidas y engaña a los otros; y no hay nada más veloz que los años.
El mirador del cimborrio es lugar para detenerse. Detenerse a observar. Y observar que abajo nadie se detiene. Que todos transitan por la misma vía sin detenerse. Porque el fin de semana se acaba el domingo por la tarde. Y detenerse es para lo inacabable.
[Florencia multa con hasta quinientos euros a los turistas que coman en las calles del centro histórico].
Observa atentamente a las gentes en la calle, y en la plaza, y en los campos. Toma nota de ellas.
Como buen hijo de notario, Leonardo llevaba siempre un cuaderno al cinto para tomar apuntes de misceláneas. Se han reunido más de siete mil páginas —algunas de ellas en la Biblioteca Nacional de España—. Libretas inconclusas con borradores, listas y cálculos provisionales, chistes, adivinanzas, aforismos, microfábulas, memorandos, tareas aplazadas. Un zibaldone de pensamientos fugaces.
Pregunta las medidas del sol que prometió darme el maestro Giovanni.
Describe la lengua del pájaro carpintero.
Pregunta a Giannino el bombardero cómo se hicieron las murallas de Ferrara sin foso»].
Dime, dime, dime.
¿Por qué los perros se huelen el culo unos a otros con gusto?
Ve todos los sábados a los baños, donde verás hombres desnudos.
No es lo que parece… O sí, vete a saber. Florencia era la Chueca de la Edad Moderna. Un armario tolerante con las preferencias homosexuales de sus ciudadanos. A Donatello le gustaban los hombres, y a Botticelli, y a Cellini, y a Michelangelo, y al poeta Poliziano, y al banquero Filippo Strozzi, y al papa León X, y a… Aun así, l’amore masculino constituía un delito condenable con el séptimo infierno de Dante.
Si el amor no existe, entonces ¿qué?
Entre 1432 y 1502, diecisiete mil individuos fueron incriminados por sodomía —diecisiete mil individuos en una población de cuarenta mil habitantes—.
El murciélago no observa ninguna regla de lujuria, más aún, macho con macho, hembra con hembra, tal y como puedan encontrarse, ejercen juntos el coito.
A Leonardo también le acusaron de jugar «a ese juego que se practica por detrás». No obstante, la delación fue archivada a falta de testigos oculares.
El acto del coito y los miembros que se utilizan para él son de una fealdad tal que, si no fuera por la belleza de los rostros y el ornamento de los participantes y el impulso reprimido, la naturaleza perdería a la especie humana.
Categórico. Somos demasiada gente. Diez millones de turistas que visitan Florencia anualmente y tienen que venir todos hoy a la Galería Uffizi. «Siempre está igual, ma è una cosa que viene de lejos…». Irene es historiadora del arte y guía en el tour operador Art Viva. «Ya estábamos en el top de las destinazioni più popolari de Europa en el siglo XVII. Aunque entonces tutto il mondo venía para ver a Tiziano, no a Botticelli ni a Leonardo».
Da Vinci se exhibe en la sala 15. Tres cuadros en penumbra, de los cuales solo uno es cien por cien suyo: el que está sin terminar, obvio.
Su Anunciación fue una operación conjunta, aunque a él se le reconoce la autoría preponderante, según reveló el arcángel tras el análisis de sus vestiduras. «Fijaos, aquí a la destra vemos a la Virgen leyendo…».
Mi consejo es que no te molestes en emplear palabras a menos que te dirijas a los ciegos.
«… Señala la página con el dedo, como para no perder la línea cuando el arcangelo baja a importunarla…». Tiene la mano deformada… «No, se trata de una ilusión óptica, está fatto apposta». Purísima anamorfosis. «Diceva que vemos a la Virgen al aire libre, cuando lo habitual era pintarla en un recinto cerrado o a cubierto… ¡Hacía falta molto coraggio para atreverse a realizar este cambio!» Los genios conciben su obra según ley propia. «Y las coníferas que surgen al fondo son otro misterio…».
[Buscar información sobre las araucarias].
¡Es una especie que no crece ni en Italia ni en el resto de Europa!
Si el pintor quiere contemplar bellezas que lo enamoren, es dueño de crearlas; si quiere ver cosas monstruosas que causen espanto o sean grotescas o ridículas, o dignas de compasión, puede también evocarlas como Señor y Dios.
El Bautismo de Cristo es de Verrocchio, pero el paisaje neblinoso y el angelo de la sinistra se atribuyen a Leonardo.
[¿Qué es un autor? Leer a Foucault].
Cuentan que el Maestro Andrea quedó tan impressionato con su extraordinario talento que nunca más volvió a coger la paleta, irritato consigo mismo al ver que un ragazzo le había aventajado.
Mal el discípulo que no supere a su mentor.
Sin embargo, cuando el alumno avanzado se estableció por su cuenta, fue un fracaso, comercialmente hablando: le mal pagaban con leña para el fuego, no tenía dinero para pigmentos, compraba el grano y el vino a crédito…
Me irrita en gran manera el hecho de tener que ganarme la vida.
Así de apurado andaba cuando empezó a esbozar La adoración de los Magos para un retablo a petición de los monjes de San Donato, un convento de Scopeto donde su padre —ejem— prestaba servicios notariales. Aunque poco aprovechó el contacto, porque los canónigos aún están esperando que finalice el trabajo. Lo que hoy cuelga de la pinacoteca no es más que un bosquejo, el trazo primi-genio. «Fue su último encargo antes de marcharse a Milán». La excusa para dejarlo sin terminar. «Después de la restauración se descubrieron dibujos que habían permanecido ocultos, como un elefante…».
[El encanto de lo interrumpido. El futuro suspendido].
[«Caminarán los hombres y no se moverán; hablarán con quien no se encuentra; oirán a quien no habla…». Mirarán y no verán].
[Demandar a los museos un día semanal sin selfis].
«Yo no soy historiador de arte, ma…». Dario Vettori II fabrica instrumentos musicales —otra faceta leonardescas. «Él era un grande artista, certo, pero… ¿qué queda de su obra en Firenze? Quasi niente! Este año se celebra el quinientos aniversario de su muerte, pero las mayores exposiciones están en Francia, porque sus obras più importanti están allí. Non lo so… quizá los franceses piensen que Da Vinci es francés, como algunos españoles piensan que Cristoforo Colombo es español… ¿Tú también crees que Cristoforo Colombo era español?».
[Preguntarle a Dario por la lira da braccio. Leonardo construyó una en plata con la forma de un cráneo de caballo].
«È più interesante su ghironda. Parece un pianoforte, pero suena como un violín». Darío y sus hermanos, Sofia y Lapo, pertenecen a una cepa de lutieres florentinos. «Mio padre ha estato molto afortunado de que sus tres hijos hayamos continuado con la professione».
Suo padre es Paolo, un hombre de tempo allegretto vivace que a sus setenta y cuatro años aún se deja caer por el taller cercano a la Piazza San Marco. Sinfonía de lijas. Pulido de historias. Barniz para la memoria. «Mio padre tenía una grande predisposizione para la música…». Suo era Dario I, un hombre humilde de pueblo. «Lo aprendió tutto da solo, en un momento en que no había Internet…».
Los hombres buenos son naturalmente deseosos de saber.
[Buscar un tutorial de lutería en Youtube].
Él tenía curiosidad por el violino, estudió cómo estaban hechos y trató de montar uno con madera de pero (una madera bellísima, ma que antes se usaba como leño para el fuego). Tuttavia, no quedó contento con questo primo resultado y lo quemó. Era un vero perfezionista.
Cuando la obra satisface al juicio, es una triste señal para el juicio.
El segundo violino ya le salió mejor, ancora lo conservamos. Es dell’anno 1944, hacia la fine della guerra; había falta de materiali y tuvo que sacar la madera de una tabla de cortar, como la que se usan en la cocina. Era molto corta, e allora le quedó un violino piccolo, talla ¾, para niños. ¡Había nacido para este lavoro! El problema era el mercato, porque all’epoca había embargo commerciale en Italia…
¡Fango oro!
Ma ganar dinero no tiene ningún valor. Es el mejor consejo que mio padre me dio. Nunca puso en el banco un solo céntimo. Sempre diceva: ¡La banca solo quiere dinero per fare la guerra!
Quien no castiga el mal ordena que se haga.
Hablaba molto bene de Pablo Casals, de su coherencia con sus ideas políticas, por no querer tornare a España si Franco non moriva… Era un buon cellista… Como él era piccolo, usaba un violonchelo de 7/8
La música, que va consumiéndose a medida que nace, es de menor dignidad que la pintura, que puede conservarse eternamente.
[Comprar en La Quinta de Mahler el último disco de Doulce Mémoire].
«Nosotros creamos sonido con le nostre mani…». Para clientes como David Geringas. «È un lavoro donde lo que se estima es el conocimiento transmitido de una generación all’altra. Mio padre es quien lo tuvo più complicato, pero aún ahora è diffícile, porque hay molti liutai, y un violino dura trescientos anni. Además, tenemos la competencia de los liutai contemporáneos ¡y la competencia de los liutai muertos!».
El dragón combate con el elefante anudándole las patas con la cola y rodeándole las costillas con las alas y las garras, mientras le destroza con los dientes la garganta. El elefante cae vencido sobre el dragón y lo aplasta con su peso; y así, muriendo, se venga de su enemigo.
Leonardo y Michelangelo se llevaban a matar. Sonado fue su encontronazo en la Piazza Santa Trinità, por donde la tienda de Salvatore Ferragamo, que es también un palazzo y un museo.
[Ya puestos, vete a ver el David de la Accademia. El de la Piazza della Signoria es una réplica. Pero la ubicación es la original. ¿Dónde está la autenticidad?]
Da Vinci era partidario de arrinconar la estatua en un lugar que no molestara; también recomendó cubrirle los genitales «con un adminículo decente». Consejo, este último, que sí se le tuvo en cuenta. Al fin y al cabo, era ya un maestro consagrado, como evidencian las colas que se formaron en la basílica de la Santísima Annunziata para contemplar un cartón suyo con la temática de Santa Ana, la Virgen y el Niño —el del Louvre no, el de la National Gallery tampoco, otro del cual se ignora el paradero actual—. Los monjes servitas le tenían acomodado a pensión completa y con todos los gastos pagados en una ubicación espléndida, a tres calles del hospital de Santa Maria Nuova, donde acudía a practicar sus autopsias.
Es cosa necesaria al pintor, para ser bueno, conocer la anatomía de los tendones, huesos, músculos y ligamentos.
Diseccionó decenas y decenas de cuerpos, y recurrió a un útero vacuno a falta de fiambres femeninos para dibujar un feto. Repulsivas investigaciones postmortem que no comulgaban con la curia romana.
No te atormentes por el hecho de que tus descubrimientos se deban a la muerte de otros, sino alégrate de que nuestro Creador haya dotado de intelecto a tan excelente instrumento.
Virtuoso con el bisturí a la par que con el pincel, le sobraban ofertas pese a su reputación de malqueda y su proverbial parsimonia.
Los hombres de genio están, en realidad, haciendo lo más importante cuando menos trabajan, puesto que meditan y perfeccionan las ideas que luego realizan con sus manos.
Podía permitirse elegir a su clientela y rechazar propuestas, como aquel retrato que Isabella d’Este le suplicaba y que él procrastinaba.
El halcón caza siempre pájaros grandes, y antes se dejaría morir que alimentarse de pájaros pequeños o comer carne fétida.
La de Mantua quería que la inmortalizaran como a la dama del Armiño de guapa. Leonardo le daba largas. Ella insistía. ¡Se lo había prometido! Adquirir un cuerno de unicornio le fue más sencillo. El capricho quedó en carboncillo.
[Preguntarle a Montse la boticaria si el asta de escornau y la del unicornio tenían propiedades farmacológicas parecidas].
Mientras la marquesa le perseguía, el divo andaba afanado haciendo reír a Lisa Gherardini.
Preguntaron a un pintor por qué pintaba imágenes tan hermosas y, en cambio, sus hijos eran tan feos. A lo cual él replicó que hacía sus pinturas de día, y a sus hijos de noche.
También le mantenía ocupado un proyecto —irrealizado— para canalizar el Arno, y el diseño de inventos futuristas varios —jamás materializados, tachados de utópicos.
¿Por qué el ojo ve más segura la cosa en los sueños que con la imaginación estando despierto?
[Visitar el Museo Leonardo da Vinci (Via Cavour 21). Con reproducciones a escala de las máquinas imaginadas por el ingeniero: un pedaló, un traje de buzo, un horno, una grúa, un tanque, un obús, una catapulta…
Aunque el ingenio humano realice invenciones diversas, jamás hallará una invención más hermosa, ni más sencilla, ni más breve que la naturaleza, porque en ella nada falta y nada sobra.
[Hacer una excursión al Monte Ceceri (Fiesole). Bus línea 7. Donde Leonardo probó su ornitóptero].
[Consultarle a la comandante de Iberia las probabilidades de éxito que tuvo aquel vuelo pionero].
[Cita con el Dr. Seracini a las 11.45 horas en el Palazzo Vecchio, Salone ‘500. Preguntarle cómo se le practica una endoscopia a una Medusa].
«Habré pasado miles de noches aquí…». Maurizio Seracini es experto en diagnosticar patrimonio cultural con el uso de tecnología punta, y lleva más de cuarenta años en busca de un mural desaparecido que Leonardo empezó —y nunca finalizó, ¡ains!— en el Palazzo Vecchio. Tenía cincuenta y un años y le habían contratado para decorar la por entonces sede del gobierno, a él y a su caro Michelangelo. Aquello era como juntar en la misma habitación a Velázquez y a Zurbarán, o a Vermeer y a Rembrandt, o a Monet y a Cézanne, o a Dalí y a Picasso, o a Lichtenstein y a Warhol. El motivo (pictórico-propagandístico): las grandes victorias militares de la república florentina. A Da Vinci le tocó plasmar la batalla de Anghiari (1440) y a Buonarroti la de Cascina (1362–1364), aunque el joven aretino —se llevaban veintitrés años— no acudió a dar una sola pincelada. «Quizá estuviese irritato porque le adjudicaron el lado norte de la pared, es decir, el más oscuro».
Apenas nace la virtud, cuando ya genera contra sí la Envidia, pues antes verás un cuerpo sin sombra que la virtud sin la Envidia.
«Il fatto è que en 1505 Michelangelo se marchó a Roma para trabajar en la tumba de Giulio II y Leonardo se quedó con tutto el muro para él. Sabemos que estuvo aquí pintando durante quince-dieciséis meses…». Pero los frescos que guarnecen actualmente el recinto son de Giorgio Vasari, un fan declarado de Da Vinci y el responsable de remodelar el Salone dei Cinquecento de acuerdo al sentido estético-político de Cosimo. «Resulta impensable que hubiera destruido la obra de su ammirato ídolo pintando encima… Si vas a la chiesa de Santa Maria Novella, verás un bello murale de Masaccio que fue salvado por el mismo Vasari cuando reformó el templo, colocando un tabique delante. Con este precedente, aventuré que, quizá, quizá, pudo haber hecho lo mismo aquí, y probé que hay un espacio hueco detrás de la pared este». Justo donde se enarbola una bandera verde con la inscripción «Cerca trova». Quien busca, encuentra. «¿Coincidencia? Puede».
Huye de los preceptos de los especuladores cuyas razones no están confirmadas por la experiencia.
«Desarrollamos un escáner para cartografiar pigmentos, ma l’Opificio delle pietre dure no nos permitió usarlo». El Opificio delle pietre dure es de los institutos de restauración más prestigiosos que existen. «Decían que podía generar radioactividad, e allora, como alternativa, decidieron perforar el muro: seis agujeros minuscoli, de seis milímetros, por donde introdujimos un endoscopio. Nos costó dos noches sacar restos de color rosso, bianco, nero y beige y alguna materia orgánica, tras lo cual nos ordenaron paralizar las investigaciones, con l’argomentazione de que estábamos estropeando el mural de Vasari. La noticia se difundió como si yo fuese un maniaco de Leonardo dispuesto a cargármelo tutto por encontrar La batalla de Anghiari, ¡cuando fueron ellos quienes resolvieron ejecutar los agujeros! Agujeros que, in ogni caso, no causaron ningún daño.
¡Gente necia!
«Esto ocurrió en diciembre de 2002, y desde entonces no me permiten seguir con la búsqueda».
Demetrio solía decir que no hay diferencia entre las palabras y la voz de los tontos ignorantes y los ruidos del vientre que provienen del exceso de gases.
«Estoy seguro de que si en España tuvierais la più mínima esperanza, solo esperanza, de encontrar una pintura de Leonardo perduta desde hace siglos, contarías con el total apoyo del Estado. Aquí, en Italia, no».
[Estar fuera de casa y sentirse en casa en todas partes… ¿Quién decía esto, Baudelaire o Benjamin Walter?]
«A propósito, dos de los assistenti que tenía entonces Leonardo eran españoles. Non sabemos ni dónde ni cuándo se conocieron; probablemente fuesen contratados para documentar la obra o copiar los cartoni. No consta que hubiesen colaborado con él antes ni que volviesen a colaborar después; pero, si los fichó, debían de ser buenos y merecen ser redescubiertos. ¡Es fascinante imaginar que las respuestas a questo murale puedan hallarse en España! Dopotutto, los últimos documentos importantes escritos por Da Vinci son los Códices de Madrid, que se encuentran en vuestro país. E poi está la bella Mona Lisa del Prado, que, corre voce, era un regalo para Carlos V». Se la ve más relajada que su tocaya gala… «Cuando pensamos en la Gioconda pensamos en el Louvre, lo cual me hace sospechar por qué este museo es el più visitato del mundo.
Los ojos, desempeñando su oficio, sienten un placer tan grande en la contemplación de la belleza figurada, que no se lo procuraría mayor la misma belleza viva.
«Se hizo famosa en 1911, cuando fue robada por aquel pintor, pintor de brocha gorda, quiero decir…». Vicenzo Peruggia, que pidió un rescate de quinientas mil liras por la madonna. «La escondió bajo su cama durante dos años y trató de venderla al director de los Uffizi, lo cual, obviamente, non era una buona idea… Desde entonces es el gran icono del arte occidental, ma prima nadie hablaba de ella, no era más que un retrato, y un retrato era una fruslería para ganarse el pan».
El pintor que retrata por práctica y a ojo, sin razonar lo que hace, es como un espejo que reproduce las cosas que se le ponen delante sin comprenderlas.
«Es hora de restablecer valores artísticos y no dejarse llevar por la corriente mediática. La batalla de Anghiari hubiera sido su opus magna». Pero algo salió mal. Problemillas técnicos con un método experimental para realizar un buon fresco al óleo —experimento que ya le había fallado en Il cenacolo—. «Calculamos que llegó a pintar una porción de 4 x 3 metros». Luego abandonó el proyecto. Le surgió un mecenas nuevo en la corte francesa y se marchó de Florencia.
Cuando la fortuna viene, cógela a mansalva; por delante digo, que por detrás es calva.
[Pedirle al chico de recepción que me imprima la tarjeta de embarque. Código de reserva QI2CRE de Iberia]
[El chico es majo. Ponerle cinco puntos al hotel IlGuelfo Bianco en TripAdvisor].
«A veces me gusta caminar por el centro histórico muy temprano por la mañana, cuando apenas hay gente, y tratar de imaginarme a mí mismo atrás en el tiempo, paseando por otras épocas, para entender todo lo que Firenze representa».
[Despedirse de Florencia con paseo matutino. Antes, averiguar a qué hora se despiertan los turistas chinos].
«Tenemos una gran responsabilidad con las generaciones venideras. Si no les inspiramos para que cuiden el patrimonio, todo esto se irá al garete, los jóvenes se quedarán solos contra el mercado y no podrán ganar la contienda, serán solo mercancías, compradores de cosas. Debemos mostrarles todo lo que aún queda para que ellos descubran… Hacerles entender que detrás de cada piedra se halla parte de su identidad. Es la única forma de darle un futuro a nuestro pasado».
El conocimiento del tiempo pasado y del estado de la Tierra en él son el ornato y el alimento del espíritu humano.
«Sabemos muy poco, científicamente hablando, del Da Vinci artista. Solo tres de sus trabajos han sido estudiados a fondo. Los historiadores de arte aún se debaten sobre el número de lienzos que pintó: 12, 17, 18… En lugar de contar cuadros, ¿por qué no usamos la ciencia para redescubrir a Leonardo? Estoy seguro de que él estaría contento».
¡Oh, maravillosa ciencia de la pintura, tú das vida permanente a las caducas bellezas de los mortales, y les confieres más duración que a las obras de la naturaleza, continuamente sometidas a las variaciones del tiempo, que las conduce a la vejez inevitable!
Leonardo era mayor cuando se trasladó a Francia acompañado de algunos prosélitos y criados, en mulas cargadas con baúles de ropa, muebles, libros, manuscritos… y telas que todavía tenía a medias. Cruzó los Alpes por Montgenèvre… Savoie… Grenoble… Lyon…
[Déjalo. No da tiempo en un fin de semana. Buscar vuelos Madrid-París con Air France y alquilar un coche por la Touraine, donde el anciano pasó sus tres últimos años].
Se acercaba al final. Final inacabado. Final sexagenario. Pero final.
[Calcular la longevidad media en la Edad Moderna].
La vida, bien gastada, es larga.
Falleció en Amboise, aunque sus restos a saber dónde están, porque lo enterraron en una iglesia demolida bajo el mandato de Napoleón Bonaparte. Entre los cascotes del cementerio, aparecieron despojos que el bueno de Goujon —este era el jardinero— rescató del sacrilegio. Y entre toda aquella osamenta… Voilà! Surgió el esqueleto de Da Vinci. Inconfundible. Lo reconoció otro de sus fans, el escritor Arsène Houssaye, tras irrefutable deducción frenológica: «Nunca habíamos visto una cabeza tan magníficamente diseñada por y para la inteligencia», determinó, irrebatible. «Transcurridos tres siglos y medio, la muerte no ha logrado reducir aún el orgullo de tan majestuosa testa».
El hombre posee gran razonamiento, pero en su mayor parte vano y falso.
También se hallaron vestigios de su nombre en una lápida —EO AR DUS VINC—, numisma coetánea, un medallón de San Lucas —patrón de los pintores—y algún pelo de barba blanca.
[Encuentran un mechón de Leonardo da Vinci que permitirá rastrear su ADN. (!)]
[Hacerme un cursillo de antropología forense].
Los presuntos huesos recibieron segunda sepultura en Saint Hubert, una capilla en el jardín palaciego.
[Describe el tímpano de la ermita. La leyenda de San Huberto cazador labrada en piedra tosca. Dintel exquisito. Pasa desapercibido ante la liturgia selfie del nicho].
[Lirios. Para otra vez, traerle lirios. Lirios pensativos. A los muertos se les lleva flores para que sigan vivos. Para no morirnos].
El artista dejó organizadas sus honras fúnebres en el testamento: quería tres misas solemnes con diácono, más treinta misas gregorianas sin canto, que sesenta pobres alumbraran el sepelio con sesenta cirios y que se les pagara por ello. No olvidó encomendar su alma a «nuestro soberano dueño y señor Dios y a la gloriosa virgen María», aunque esto suena a un porsiaca formal, cuando ves que se acerca el final, que la vida es un sfumato donde todo está por terminar y que más allá del arte no hay nada.
Creí estar aprendiendo a vivir, cuando lo que en realidad hacía era aprender a morir.
Dicen que expiró su último aliento en brazos de François Ier —este es el que estuvo en Madrid prisionero—, en una escena tan conmovedora —la del último aliento, no la del encarcelamiento—, tan conmovedora como inverosímil, que luego plasmaron Managéot, Ingres… o el grafitero Andrea Ravo, con el rey sosteniendo a un genio moribundo.
Mas tú, que vives de ensueños, preferirás los sofismas y las mentiras de los charlatanes en las cosas grandes e inciertas, a las verdades naturales, bien que menos pretenciosas.
La modesta verdad es que el soberano estaba celebrando el nacimiento de su hijo en Saint-Germain-en-Laye.
[Calcular cuántas jornadas a caballo hay desde Saint-Germain-en-Laye a Amboise].
Quoi qu’il en soit, la pérdida de Léonard le debió de afectar. Ningún otro mecenas le quiso como François. «Mon père», le llamaba con adoración filial. Le fascinaba desde pequeño, creció admirando su talento; su mamá ya coleccionaba obras del maestro, incluso se hizo tejer un tapiz inspirado en La última cena —ya que no pudo arrancar el muro de Santa Maria delle Grazie—. Amantes del savoir-faire italiano, importaron profesionales altamente cualificados, estableciendo una colonia bohemia en Amboise, adonde Da Vinci fue invitado con el cargo de «Premier peintre, ingénieur et architecte du roi», una renta de mil escudos anuales —que no pinta mal—y carta blanca para hacer lo que le viniera en gana. Sin cláusulas. Sin prisas. Sin exigencias. Sin plazos de entrega.
El arte vive de límites y muere de libertad.
Entre sus muchos quehaceres de jubilado activo, llevó a cabo estudios hidrográficos en la Val de Loire y delineó planos para transformar Romorantin en una ciudad ideal, aunque jamás los llegó a levantar.
[¡Romorantin…! Suena mágico. Usar para personaje de novela fantástica o para nombre de gato].
Concibió habitáculos desmontables para cubrir las necesidades de una corte itinerante y descolló en la producción de espectáculos —amenizó la boda de Lorenzo II de Medici con Madeleine y fue un exitazo.
[Coger ideas para fiesta de cumpleaños: decorados galácticos, leones que rugen flores, aves autómatas…]
«Solo me faltan las alas…». François Jamois está montando una avioneta en su garaje de la rue Victor Hugo. «Las hélices las tengo arriba, en casa». Septuagenario amboisien, es piloto amateur y mecánico à la retraite. «Pero yo no fabricaba aviones, fabricaba máquinas; este es el primero que hago». Modelo Gaz’aile. «Lo patentó Serge Pennec hacia 1998, fue el primer biplaza equipado con un motor de explosión». El de un Peugeot 106. «Tiene prestaciones interesantes: va rápido, consume poco, contamina menos, es más silencioso y el coste de construcción no es muy elevado». Las instrucciones están en la Red. «Hay que ser preciso y minucioso desde el principio, pero no es complicado».
Un pájaro es una máquina que funciona según las leyes de las matemáticas. Está al alcance del hombre reproducir esa máquina con todos sus movimientos, aunque no con su misma fuerza… A esa máquina construida por el hombre solo le faltaría el espíritu del pájaro, y ese es el que el hombre ha de imitar con su propio espíritu.
Dicen que Leonardo introducía errores a posta en sus croquis como trampa para proteger su propiedad intelectual, y que cifraba sus textos mediante la escritura especular.
El arte es secreto, secreto, secreto… El arte es encubrimiento.
El león cubre sus huellas para no desvelar al enemigo su camino.
«En unos meses lo tendré listo». François ha tardado seis años en finiquitar su ultraligero. «Lo probaré por aquí cerca, en Blois, seguramente». Da Vinci inventó un paracaídas por si las alas de su Uccello no funcionaban… «Funcionará, el mío funcionará».
Quien alguna vez haya volado caminará mirando al cielo, porque allí ha estado y allí quiere volver.
[Max Ernst siempre quiso ser un pájaro. Un hombre pájaro. Que alguien te aclare la Fontaine que dedicó en Amboise a Leonardo. Aunque, para surrealista, la escultura de un Da Vinci desnudo, bañado en una pátina de sensualidad húmeda, cual Oceánida junto al río. Credo, quia absurdum].
«Solo el arte explica y en sí no puede ser explicado».
[Pedirle al piloto de Air France que te enseñe cómo se usan todos los botoncitos y palancas de cabina].
Si fuese el pájaro que vive por su ala, si fuese el ala que sustenta al pájaro.
François —no el François aviador, el otro François, el rey François—alojó a Leonardo en Le Clos Lucé, una mansión transformada en museo solariego, a seiscientos metros de palacio. Según parece, ambas moradas estaban comunicadas por un pasaje subterráneo. Historieta de la que solo queda un agujero de entrada negro. Negro inaccesible. No se puede pasar. El abismo está precintado. La leyenda se derrumba hacia la mitad. Con túnel o sin él, el soberano visitaba de forma cotidiana a su huésped por el gusto de escuchar sus disertaciones filosóficas.
Observa la llama de una vela y considera su belleza. Parpadea un instante y vuelve a mirar. Lo que ahora ves no estaba allí antes, y lo que antes estuvo allí ya no existe. ¿Quién reaviva la llama que siempre está agonizante?
Lo que fuera un edificio del siglo XV es ahora un decorado dedicado a Leonardo da Vinci, cuya titularidad pertenece a la famille Saint Bris desde 1855. «Su primer dueño fue Estienne le Loup, un simple marmitón que ascendió a consejero real porque a Louis XI le cayó en gracia». Catherine es guía oficial en Amboise, le gusta contar chascarrillos por deformación profesional. «Luego lo compró Charles VIII, el que la palmó de un portazo en la cabeza yendo a ver un partido de tenis». (!) Cualquier cosa que diga puede o no estar basada en hechos reales. «Fue un regalo para su esposa, Anne de Bretagne, para que tuviera un lugar donde estar tranquila, alejada del trajín cortesano. Y añadió aquí este oratorio porque la pobre mujer pasaba muchas horas rezando y llorando por todos los hijos que se le habían muerto prematuros; los frescos son contemporáneos de Da Vinci, y se sospecha que pudo haberlos pintado Melzi, su discípulo. También dicen que la cama del dormitorio es la auténtica donde falleció Leonardo, pero yo eso lo dudo…».
La fachada enladrillada se mantiene más o menos igual que antaño, sin embargo, el interior de la casa ha sido modificado por sus distintos inquilinos en ocasiones varias; la última, hace un par de años, para adaptarla al creciente flujo turístico. «Realizaron las obras sin la supervisión del Ministerio de Cultura, aunque en teoría no deberían, tratándose de un monumento histórico…». Se cargaron las boiseries de un salón neoclásico para recrear el taller de Leonardo, una biblioteca y un gabinete de ciencias que nadie sabe cómo eran, sin el «ostinato rigore» necesario, mercadeando con el holograma de un ayer fabulado.
Reprende al amigo en secreto y alábalo en público.
«El palomar del parque sí es genuino, genuino, de 1480. Una pieza de toba y argamasa única en la Touraine». Símbolo de poder y parné en la Edad Media, fueron privilegio exclusivo de la nobleza hasta que empezaron a rodar cabezas. Las plumas servían para confeccionar disfraces y edredones, y el guano nitrogenado, para la estercoladura.
[Averigua cuántos kilos de abono puede llegar a cagar una paloma adulta bien alimentada a lo largo de un año].
Los pichones se usaban como reclamo en la caza de halcones —esto si antes no los cascaban en la sartén como omelette—. También ejercían de mensajeras, despachando recados de un castillo al otro.
[Acércate al château de Chambord para ver cómo funciona su escalera de doble hélice. Lo construyó François I inspirándose en diseños de Leonardo da Vinci]
[Preguntarle a Caroline, la propietaria del château du Rivau, cuánto cuesta comprarse un castillo en la Val de Loire hoy. Alojarse en el suyo vale 250 € la noche, habitación doble. Más o menos igual que dormir en la suite Leonardo da Vinci del Manoir Saint Thomas, en Amboise].
[Reservar mesa en el L’Auberge du Prieuré, un restaurante con menús basados en recetarios del Renacimiento].
[Que el chef Sieur Sausin te explique cómo hacen la tortilla francesa en Francia. Pregúntale también por los pucheros que guisaba Mathurine, la criada de Da Vinci].
«Era una comida muy especiada, para esconder los malos sabores y para ostentar riqueza. ¡Piensa que una nuez moscada costaba lo mismo que un caballo! La carne fresca era muy escasa…». Leonardo se hizo vegetariano. «La Iglesia había prohibido comer berenjenas y tomates, porque relacionaban el color con el demonio. Fue Caterina de Medici quien introdujo estas verduras en la corte de Henri II cuando llegó con su ejército de cocineros italianos. La clase pudiente consumía legumbres aéreas, las que crecen hacia el cielo: judías verdes, guisantes, alcachofas… Y…».
Et cetera, perche la minestra si fredda.
Etcétera, porque la sopa se enfría. Con tal pretexto, Leonardo da Vinci dejó a medias unos apuntes de geometría. Dejó de escribir porque era la hora de la cena. La hora imperativa de la cena, cuando la noche deja inacabado el día y se derrite la bujía.
Luz interrumpida.
La muerte deja sin terminar la vida.
No me he visto impedido ni por la avaricia ni por la negligencia, sino solo por el tiempo. Vale.
Bibliografía recomendada
Felices serán aquellos que prestarán oídos a las palabras de los muertos: leed las buenas obras y observadlas.
Alegorías, pensamientos, profecías. Leonardo da Vinci. Editorial Gadir.
Fábulas. Leonardo da Vinci. Editorial Gadir.
Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos. Giorgio Vasari. Editorial Cátedra.
Leonardo da Vinci. Obra pictórica completa. Frank Zöllner. Editorial Taschen.
Leonardo. El vuelo de la mente. Charles Nicholl. Editorial Taurus.
Leonardo da Vinci. Walter Isaacson. Editorial Debate.
Etc.
No hay palabras, todo virtudes.
Un capolavoro questo racconto. Una delizia. Complimenti. Muchas gracias por la lectura.