Jot Down para Panty.com
Los fetichismos nos han acompañado siempre, aunque no nos hayamos dado cuenta. Nacieron cuando el primer ser humano comenzó a experimentar inquietudes capaces de establecer conexiones llamativas entre las ideas de su cerebro y los cosquilleos de su entrepierna. Parafilias sexuales que continuarán escoltando a nuestra civilización hasta el fin de los días, por tratarse de elementos que se han demostrado inseparables de la propia naturaleza humana. Ocurre que, hasta hace relativamente poco, todos estos fetiches sexuales que dotan de color y alegría a las aventuras eróticas han permanecido arrinconados y escondidos en la mayoría de conversaciones, situaciones sociales e incluso correspondencias íntimas entre personas adultas. Porque nunca ha resultado sencillo confesar ante el resto del mundo una devoción fanática por algo como la misofilia, ese término que combina dos palabras griegas tan hermosas como «amor» (filia) y «suciedad» (misos) para definir la devoción sexual por la ropa usada ajena.
Pero en los últimos años, internet han reinventado la sociedad y, por extensión, también la mayoría de sus hábitos sexuales. Gracias a ello, hoy en día no resulta extraño poder hablar, con total franqueza y sin que nadie se alarme, de la misofilia en los terrenos digitales. Y para muchos aficionados también se convierte en motivo de celebración el descubrir que a nivel nacional existe un entorno organizado como Panty.com. Una web profesional, enfocada en disfrutar de dicho fetichismo, que convierte la compra y venta de lencería usada en una afición, pero también en un negocio, en un punto de encuentro y en una red social. En un espacio basado en la convivencia entre vendedoras y compradores, donde los segundos no solo pueden hacerse con ropa interior usada sino también con otros elementos del armario con cierto rodaje, como zapatos, camisetas, legins u otros tipos de ropa deportiva.
En el fondo, este tipo de comunidad dedicada al intercambio de prendas usadas tiene mucho más sentido del que pudiera parecerle a cualquiera que no estuviese al tanto del fetiche. Porque el olfato ha tenido siempre un papel muy importante en el ámbito sexual, uno que por lo general ha sido muy poco apreciado a pesar de formar una parte importante de la historia.
Érase una persona a una nariz pegada
Durante el siglo XVIII, los perfumes más celebrados entre las alcobas de los amantes fueron aquellas fragancias pesadas de origen animal que no se avergonzaban de ser potentes y poco discretas. Aromas extremadamente intensos entre los que destacaba el del almizcle obtenido a partir de las glándulas de ciervo, esencias con las que las mujeres se regaban la silueta para enfatizar su propio olor corporal, en lugar de enmascararlo. En aquella época, el objetivo de dichos perfumes era impulsar la propia fragancia natural, acentuar a través del sentido del olfato la feminidad de la usuaria hasta convertirla en un imán sexual para todos los pretendientes de narices despejadas. Es por todo ello que el propio almizcle gozó de una numerosa cantidad de adoradores: fue un aroma alabado históricamente por la literatura persa e incluso un poeta tan celebrado como Ferdousí (autor del Shāhnāma, el libro de los reyes) se atrevió a halagar a una mujer en sus versos al asegurar que sus cabellos constituían una «corona de almizcle».
A finales del siglo XVIII, los avances en el terreno de la higiene corporal comenzaron a convertir en tendencia el uso de perfumes más sutiles o delicados, y la mentalidad burguesa se encargó de rematar el asunto: las figuras más refinadas y puritanas obligaron a la sociedad a renegar de los perfumes potentes por considerarlos demasiado burdos, gruesos y descaradamente sexuales al asociarlos con los instintos reproductivos de los animales. El famoso sexólogo británico Havelock Ellis consideró que todo aquel desprestigio del almizcle supuso un volantazo importante en la historia de la sexualidad. Para Ellis, aquella mojigatería tan recatada de los burgueses, y su afición por los perfumes finos, había averiado y dilapidado una de las diversiones más interesantes del ser humano: la de desatar la atracción sexual a través de la esencia más animal. La finura, la elegancia forzada y el postureo intelectual del siglo de las luces se habían cargado el instinto a través de las vías respiratorias.
En julio de 2018, un grupo de investigadores alemanes, encabezados por Johanna Bendas, llevaron a cabo el estudio titulado El olfato y su relación con la experiencia sexual en los adultos, que se incluiría dentro de los Archivos de comportamiento sexual, el boletín oficial de la International Academy of Sex Research (la Academia Internacional de Investigación Sexual). En dicho experimento, Bendas y su equipo estudiaron la sensibilidad al olor de cuarenta y dos mujeres y veintiocho hombres, de entre dieciocho y treinta y seis años, analizando la relación que pudiese existir entre órganos tan interesantes como sus narices y sus genitales. Al hacerlo observaron que no parecía existir una conexión directa entre la sensibilidad al olor de un individuo y la cantidad de encuentros sexuales. Pero también descubrieron que las personas que poseían un buen sentido del olfato definían sus encuentros amorosos como actividades mucho más agradables y, en el caso de las mujeres, como aventuras regadas con muchos más orgasmos. Las conclusiones de la investigación apuntaban que un buen olfato ayudaría a cualquier pareja a mejorar sus tropelías sobre el colchón. Y también especificaban que las fragancias que mejor parecían enriquecer la experiencia sexual eran todos aquellos perfumes naturales que suelen abundar en un coito bien llevado: el olor de los fluidos vaginales, el del esperma o el del sudor.
Ferdousí, junto a toda Persia, admiró el almizcle por empujar los olores más intensos de las mujeres, Ellis lamentó que la refinada sociedad se volviera menos olfativa en la cama a base de rociarse con perfumes dulzones, y los burgueses recatados no fueron capaces de admitir que a veces las fragancias que enamoran no son las que huelen a delicados pétalos de rosas. Todos ellos se asombrarían al ver que, en la época actual, el camino hacia algunas experiencias olfativas de lo más curiosas se encuentra a tan solo un clic de ratón de distancia, porque existen terrenos como como esta web donde las mujeres morbosas pueden ofrecer sus prendas íntimas.
Yo me estoy hinchando a vender bragas usadas de las viejas del asilo donde trabajo diciendo que son de Claudia, morena de treinta, casada y con ganas de engañar al marido.
En aquella terraza había más bragas flameando al sol que mujeres habitando abajo, en el único piso. Eran tres hermanas a quienes la naturaleza, a veces tan cruel porque siempre hay una que desentona, había dotado de singulares atractivos, pero al sol esas prendas de licra y algodón de nuestros sueños, transparentes, sutiles ondeaban a decenas, quizás a centenares. ¿Por qué tantas?, nos preguntábamos. Entre contoneos, sonrisas y firmeza de carácter regenteaban un restaurant, famoso por su “Sopa Del Monte” que tuvo que soportar una investigación judiciaria con incautación de posibles indicios acusatorios (la mayoría de los ingredientes, por lo general verduras y legumbres) ya que, durante un mes se habían producido cuatro suicidios, todos muchachos como nosotros y el único nexo entre las muertes era que los tres habían ingerido la famosa Sopa Del Monte. Además, presentaron los mismos síntomas: languidez extrema, tristeza, ataques de llanto y una inusual y copiosa producción de poesías. Algo inaudito. La justicia y los parientes no supieron jamás el motivo de tal gesto extremo, pero nosotros, sí: como ingrediente principal de su famosa sopa, esas tres brujas mezclaban el jugo de sus bragas hervidas, así que, la nuestra próxima competición de hombría tendría que ser ir al restaurant y pedir sin que temblase nuestra voz, la famosa sopa. Estaba todo decidido, pero a último momento recordamos que a ninguno de nosotros nos gustaba la sopa, que era también una forma de rebelión y de hombría. Gracias por la divertente lectura que ha traído recuerdos de viejas lecturas: Tres muchachos empantanados…
No sé si soy el único, pero, el chomino femenino generalmente es hediondo a más no poder… Si es durante el periodo, mojor no hablamos….
No estoy en contra del cunilingus, pero, algunos dicen que produce cáncer (Michael Douglas)…
Amigo andy…. se nota que no te gusta el cunilingus y sabes muy poco de sexualidad, o del sexo….claro no se tu nivel cultural ni tu clase social para decir esas estupideses.
¡Pero, cómo, Eduardo Roberto! ¿No tienes nada que decir? ¡¡No puede ser!!
Es que todavía estoy riendo con los comentarios de Lupita y Andy. Y, además, ese poder que tienen sobre nosotros, no ellas, si no sus lencerías, que es aún más vergonzoso, me deja poco espacio táctico para continuar mi lucha por sus emancipaciones, y que un día, liberadas de tópicos y prejuicios, pueden dirigir la humanidad, visto que nosotros, que solo acertamos a ponernos correctamente los calzoncillos guiándonos por los colores marrón y amarillo, y en el poder gracias a la mayor fuerza física hemos hecho de este inocente planeta un infierno. Es una pena, porque en el fondo son buenas… y además continuarán a dividirse en dos con generosa ingenuidad.
Ella pasa orgullosa con su panza,
y por comodidad y prescripción médica
va en chancletas del brazo de su amado.
¿Por qué irán tan serios ciertos varones
al lado de sus mujeres embarazadas?
Yo las llevaría de la mano, me sacaría
los relojes, las pulseras y los zapatos,
a los gritos anunciando la buena nueva
y andar feliz caminando en patas,
y cada tanto me arrodillaría y les besaría
sus ombligos, sus manos, y les pediría por favor
que me tocaran la cabeza, así,
simplemente, para no sentirme errático,
para imaginarme una bendición
de la vida que pasa haciendo ruido
con chancletas de plástico.