Ser investigado por Columbo es como ser picoteado hasta la muerte por un pato. (Peter Falk)
La cosa suele suceder así: en la ciudad de Los Ángeles, alguien comete un asesinato. La policía se presenta en la escena del crimen. Los agentes de uniforme forman un cordón y los forenses toman fotos, buscan huellas, examinan el cadáver. Todo parece normal, o todo lo normal que puede llegar a ser en la escena de un crimen, claro.
Entonces aparece un destartalado automóvil. No es un típico coche americano, grande, cuadrado e imponente, sino un Peugeot 403 convertible de 1959 más parecido a una tartana. Su color es indefinible porque cuesta distinguir entre la pintura del chasis y la gruesa capa de cochambre que lo recubre. Del antediluviano vehículo desciende un hombre despeinado, enfundado en una gabardina arrugada, que lleva en la boca un puro de aspecto espantosamente barato. Los agentes tratan de cortarle el paso y él enseña, no sin antes buscarla en varios bolsillos, su propia placa de policía. Es el teniente Columbo, detective del departamento de homicidios.
Mientras los demás policías continúan con el examen de la escena, Columbo parece deambular por otra dimensión. Bosteza, quejándose de que apenas ha dormido. Con expresión de moribundo, pide café al primero que se le cruza. A veces lleva la corbata puesta, a veces no. Saca un huevo cocido de un bolsillo de su gabardina, alegando que se ha saltado el desayuno y confiando en que se produzca el milagro de que alguien lleve encima un salero. Sus subordinados le muestran el arma homicida. Por ejemplo, una palanca de hierro. Columbo pide que le acerquen la palanca, pero no la examina: la usa para romper la cáscara del huevo cocido. Después de su frugal desayuno —la única instancia en que lo veremos comer de manera frugal, porque adora la comida—, Columbo comprueba que su puro se ha apagado y pronuncia la pregunta de rigor en cualquiera de sus investigaciones: «¿Alguien tiene una cerilla?». Busca un cenicero, cuando no son los dueños de la casa quienes se lo ponen ante las narices para que no suelte la ceniza del puro sobre la alfombra o no confunda una valiosa pieza de arte con un cenicero de cerámica. Cuando alguien le riñe por alguna de sus torpezas, Columbo pide efusivas disculpas mirando al suelo con expresión de compungida humildad, como un niño al que se ha sorprendido con un tirachinas.
Una vez recuperado, café y huevo cocido mediante, de su esforzado inicio de jornada laboral, Columbo empieza a husmear por los rincones de la escena del crimen. Mira objetos o se agacha para recoger algo minúsculo del suelo. Hace alguna pregunta que rara vez tiene relación con lo que otros policías consideran importante. Quiere anotar algo en su cuaderno; por descontado, ha olvidado su lápiz: «¿No tendrá usted un lápiz?». Parece torpe, olvidadizo, y, a decir verdad, incluso un poco atontado. Cuando tiene oportunidad de interrogar a las personas del entorno de la víctima, todos ven a un policía chusquero que no parece muy consciente de su entorno. Pero ese es el momento más importante para Columbo porque, cuando conoce al entorno de la víctima, decide quién es el probable asesino. ¿En qué se basa? Solo lo explica en un episodio de la segunda temporada, con una frase bien sencilla: I’m very big on motive («Me importa mucho el motivo»). Deduce quién se beneficia del asesinato y observa atentamente el comportamiento de esa persona; si le encaja el motivo con la conducta, tiene a su criminal. A veces podemos ver en su cara el momento en que entiende que tiene al asesino delante. Otras veces no, porque Columbo continúa haciéndose el tonto.
No tiene pruebas y únicamente sigue su instinto. Con alguna excusa peregrina, se presenta en la casa o en el lugar de trabajo del sospechoso. Hace una pregunta y se despide, aparentemente satisfecho con la respuesta. Pero rara vez cruza la puerta de salida sin detenerse de golpe y levantar una mano: «¡Oh! Una cosa más». Se da la vuelta y regresa: «Hay un detalle que me incomoda», dice como quien habla de un insignificante mosquito que no le deja dormir. Una duda que, vaya, tiene respuesta fácil. El asesino todavía no sabe que es el principal sospechoso a ojos de Columbo y piensa que el teniente, con sus obviedades, es un inepto funcionario al que alguien ha enchufado en su puesto. Esa impresión es agudizada por el carácter obsequioso, afable y casi embarazosamente humilde del policía. Pero esto es solamente el inicio de un tortuoso proceso.
La secuencia se repite más adelante. Columbo siempre tiene algún pretexto chorra para volver, siempre se le ha «olvidado» algún detalle y siempre se detiene antes de salir por la puerta. Y entonces es el asesino quien, a su vez, empieza a sospechar que Columbo no es tan idiota como su imagen y su peculiar comportamiento daban a entender. El asesino va descubriendo que el desarrapado teniente, pregunta tonta tras pregunta tonta, está tejiendo una red a su alrededor porque, de repente, las preguntas han dejado de ser tan tontas. Cuando el asesino es por fin consciente de esto, su expresión de desdén y superioridad se esfuma.
Columbo es un hombre de la calle, la clase de tipo con el que te sientas y te tomas una copa o un café. Es muy extrovertido, pero también, oculto bajo todo eso, es un cerebro de computadora que lo detecta todo. (William Link)
El teniente Columbo fue probablemente el personaje televisivo de ficción más importante de los años setenta, quizá el primer personaje verdaderamente global de la pequeña pantalla. La serie empezó a emitirse en Estados Unidos el 15 de septiembre de 1971 y, unos meses después, el actor protagonista Peter Falk ya había ocupado las portadas de todas las publicaciones importantes del país. Aunque ya era un actor respetado en Hollywood, con dos nominaciones a los Óscar a sus espaldas y algún Emmy, la serie lo convirtió en uno de los individuos más famosos del mundo. El propio Falk recordaba después unas vacaciones en una zona selvática de Sudamérica; visitaba una pequeña aldea rural en la que no esperaba encontrar rastro alguno de su trabajo en la NBC, pero, de repente, los habitantes lo reconocieron y le ofrecieron una bienvenida eufórica con gritos de «¡Columbo! ¡Columbo!». Resultó que en las chozas había antenas de televisión. El mundo estaba cambiando. En su singladura clásica, Columbo duró siete temporadas y recibió demasiados premios internacionales como para mencionarlos todos. Falk fue considerado para el Emmy como mejor actor en todas las temporadas: siete nominaciones consecutivas. También fue nominado para los Globos de Oro en todas las temporadas, excepto una.
Desconozco la sensación que una serie como esta puede producir en los espectadores más jóvenes. Columbo era un programa pensado para una manera concreta de ver televisión, en familia y con anuncios de por medio. Era una serie policíaca, pero carecía de acción, misterio o suspense. La estructura de los episodios era siempre idéntica, o casi. El final era invariable y el teniente conseguía la prueba clave para detener al asesino. Tanto era así, que los creadores del personaje, Richard Levinson y William Link, no lo habían concebido pensando en una serie y temían que la repetición de la fórmula terminase produciendo agotamiento en el público. Pero eso no llegó a suceder, ni siquiera cuando en la cuarta temporada la NBC decidió alargar cada episodio a casi dos horas para poder emitir muchos más anuncios, con la consecuente disminución del ritmo y la inclusión de escenas de evidente relleno. Daba igual: sentarse a ver Columbo era una ceremonia familiar. Ayudaba el que las temporadas fuesen breves y los episodios no se emitiesen semanalmente, sino dos veces al mes. Cuando la serie fue cancelada en 1978 las audiencias aún eran altas y la decisión se debió a que Peter Falk quería tomarse un descanso y pensaba que cada vez era más difícil encontrar guiones convincentes que siguieran explotando la misma fórmula de los cuarenta y tres episodios anteriores. Pero el público quería más. Las reposiciones siguieron teniendo buena audiencia en todo el planeta. En 1989, el personaje volvió en tres nuevas temporadas irregulares y varios episodios especiales que, pese a ser bastante inferiores a la primera etapa, continuaban reuniendo al público.
¿Por qué funcionaba tan bien? Al principio, por lo novedoso de su formato, como veremos. Los guiones no eran naturalistas o realistas, pero sí equilibrados y precisos. La selección de actores invitados y secundarios era fantástica (¡cómo olvidar la gran interpretación de Johnny Cash!). Pero, por encima de todo, estaba el irresistible encanto del personaje principal. Aunque la serie Columbo podía tener toques de humor —en unos episodios más que en otros—, no era una comedia, en absoluto. Sin embargo, de cara al público sí funcionaba exactamente igual que una comedia, en el sentido de que eran las manías, costumbres y extravagancias del teniente las que de verdad enganchaban a la audiencia, y las que todavía hoy hacen entretenidas las revisiones de los episodios por más que su estructura narrativa esté anticuada. Lo mejor de cada episodio de Columbo no es el argumento o la parte detectivesca. Lo mejor, siempre, es ver a Peter Falk derrochando carisma y ofreciendo un recital interpretativo hasta en los detalles más inesperados. Sobre todo en la etapa 1971-1978, donde Falk era virtualmente infalible. Aunque las líneas generales del personaje habían sido ya trazadas por Levinson y Link, fue Falk quien de verdad llevó el personaje a otro nivel, improvisando buena parte de las curiosas conductas del teniente.
El personaje había sido creado, no obstante, una década antes. Jamás hubiese existido de no ser por la huelga que el Sindicato de Guionistas de América organizó en 1960, que se prolongó durante cinco meses, convirtiéndose en un enorme problema para aquellos escritores que necesitaban llegar a fin de mes, pero no querían traicionar a su sindicato. Fue el caso de dos guionistas de Philadelphia, los mencionados Richard Levinson y William Link, que tras dos meses sin trabajar estaban desesperados por cobrar algún tipo de cheque. Cuando descubrieron que el sindicato no incluía en la huelga aquellos programas de televisión que se emitían en directo, vieron la solución a todos sus problemas.
La NBC emitía un programa llamado Chevy Mystery Show, retransmisión de pequeñas obras teatrales con argumentos en el estilo de Agatha Christie. Levinson y Link escribieron una pequeña obra, pero no solo para cobrar el cheque. Querían destacar, ofrecer algo diferente al formato que imperaba desde los orígenes del género detectivesco: el whodunit («¿Quién ha sido?»). Optaron por lo que llamaron «misterio invertido», donde el espectador sabe desde el principio quién es el criminal. Era algo bastante inusual. Había algo de misterio invertido, no mucho, en literatura. Nunca se había hecho en televisión. En cine, solamente Hitchcock había experimentado con ello, por ejemplo en la película Rope (La soga). Levinson y Link admiraban a Hitchcock, quien sin duda ayudó a inspirar su episodio. Pero, aunque titularon su obra Enough Rope (Suficiente soga), había otras influencias. El título Enough Rope procedía del refrán give a man enough rope and he’ll hang himself («Dale a un hombre suficiente soga y se ahorcará él solo»), que habla de los peligros de la excesiva autoconfianza. En Enough Rope, el protagonista es un brillante psiquiatra que asesina a su mujer y cree haber cometido un crimen perfecto. Esa altivez es la soga con la que él mismo se «ahorca». El crimen perfecto no existe, pero además también hay policías que son brillantes.
Es el caso de un teniente al borde de la jubilación que, gracias a su amplia experiencia, sabe muy bien que en todo crimen hay un hilo del que tirar. En aquella ocasión fue interpretado por un actor secundario muy prolífico, Bert Freed. ¿Por qué lo llamaron Columbo? Levinson y Link querían un policía italoamericano para jugar con ciertos estereotipos, pero después no recordaban el motivo de haber elegido ese apellido en concreto. Según William Link, gran aficionado al boxeo, podía hacer referencia a Allie Colombo, un individuo que formaba parte del entourage del campeón mundial Rocky Marciano. Aunque también ha sugerido que Levinson y él podrían haber sacado el nombre de un restaurante italiano de su ciudad. De lo único que está seguro es de que no tiene nada que ver con Cristóbal Colón.
Aquel teniente Columbo aún era diferente al de la serie estrenada once años después. Nunca he conseguido ver Enough Rope —la única copia de la que tengo noticia está en un instituto de Nueva York dedicado a archivar emisiones antiguas de radio y televisión—, pero el guion sí está disponible, así como adaptaciones posteriores. Varias de las características básicas del personaje ya estaban ahí: Columbo habla de su mujer y sus parientes todo el tiempo (es un hombre muy familiar, como buen italoamericano). También bombardea al sospechoso con continuas preguntas «inocentes» y oportunas referencias a los cabos sueltos del crimen con frases como «hay un pequeño detalle que me incomoda». Lo más curioso es que Levinson y Link se basaron, sobre todo, en el detective Porfirio Petróvich de Crimen y Castigo. Sí, Dostoievski fue el inspirador del detective más famoso en la historia de la televisión.
También fue muy importante la figura del padre Brown, un cura detective creado en 1910 por G. K. Chesterton, que era pacífico y poco imponente físicamente. Del padre Brown imitaron no tanto la personalidad sino el contexto: el nombre de pila del sacerdote jamás era revelado en los relatos, lo cual le confería una aureola particular, como si fuese un ente etéreo salido de la nada. Levinson y Link querían que Columbo «apareciese desde el limbo para resolver el caso y que después volviese de nuevo al limbo de donde había venido». Y, tal cual, Columbo nunca tuvo un nombre de pila. Solo muchos años después de terminada la serie, cuando los medios digitales permitían examinar los antiguos episodios, alguien descubrió que parecía existir ese nombre de pila. En una escena de la primera temporada, el teniente muestra su placa y en ella, ampliando la imagen, se puede leer el nombre «Frank Columbo». Pero Levinson y Link negaron repetidas veces que aquello fuese un easter egg para divertimento del espectador, básicamente porque en 1971 no había vídeo doméstico, o solo lo tenían los ricos, y la definición de los televisores no era buena, así que entonces nadie iba a captar ese detalle. La explicación eras mucho más simple: fur el encargado del atrezo quien había escrito ese nombre para que la identificación policial no estuviese en blanco. Oficialmente, Columbo no tiene nombre de pila conocido. Es simplemente «el teniente Columbo», exactamente igual que «el padre Brown». Del mismo modo, los detalles de la vida del teniente solo los conocemos a través de su testimonio. Por ejemplo, jamás vemos a su mujer (aunque en un episodio muestra una foto de su cuñada, haciéndola pasar por ella), a la que el teniente describe diciendo que es morena, bajita, entrada en carnes y con mucho pecho. No vemos su casa, aunque sí alguna habitación que alquila para algún caso. En las primeras temporada ni siquiera vemos su comisaría, aunque después aparecería (algo a lo que Levinson y Link se habían opuesto siempre). Lo único que aparece es su perro, al que ha adoptado por pena y al que simplemente llama «Perro».
Otra influencia directa del padre Brown tiene que ver con su estilo investigativo. La mayor parte de los detectives de ficción son deductivos, como Sherlock Holmes: observan un cúmulo de pistas y deducen quién ha podido ser el asesino. La identidad del criminal emerge de las pistas. El padre Brown seguía el camino inverso; basándose en su conocimiento del comportamiento humano, obtenido después de innumerables confesiones, se pregunta cómo habría planeado el crimen de haberlo cometido él mismo. Pese a ser un cura, es escéptico incluso cuando alguien le habla de milagros y busca para todo la explicación más lógica y sencilla, que no siempre es la más evidente. Eso, y la intuición, le permite señalar a un sospechoso incluso antes de tener pistas concretas. Columbo hace algo parecido. Intenta ponerse en el lugar del criminal. Las pistas no es que sean lo de menos, es que solo son importantes cuando Columbo ya tiene una idea de qué factores humanos hay detrás del crimen. Sherlock Holmes ensambla matemáticamente las pistas sobre el vacío, pero Columbo, a semejanza de Brown, introduce una aguda percepción de la naturaleza humana. En Enough Rope, Columbo intuye rápidamente que el psiquiatra es el asesino, pero no tiene pruebas. Así que empieza a rondarlo con tono humilde, entre preguntas y disculpas, confiando en que el psiquiatra terminará ofreciendo algún cabo suelto.
La emisión de Enough Rope fue bien recibida, así que Levinson y Link la reescribieron para teatro bajo un nuevo título, Prescription: Murder. En la obra teatral, el teniente fue interpretado por el veterano actor Thomas Mitchell (al que pueden ver en Lo que el viento se llevó y ¡Qué bello es vivir!). Mitchell tenía setenta años por entonces, pero era la edad ideal para encarnar a un policía al borde la jubilación. Como la gira teatral fue bastante éxitos, la NBC decidió comprar los derechos para convertirla en telefilm y emitirla en su espacio «La película de la semana». Link y Levinson aceptaron encantados, pero se encontraron con un problema: Mitchell murió antes de que se empezase a trabajar en la nueva versión televisiva. Necesitaban encontrar a otro actor. Primero le ofrecieron el papel a Lee J. Cobb, cuya cara quizá les suene por sus apariciones en películas como El exorcista o La ley del silencio, pero Cobb rehusó alegando que su agenda estaba completa. Después le ofrecieron el papel al famoso actor y cantante Bing Crosby, que ya estaba retirado. Les dijo que no le apetecía volver a trabajar y que era más feliz dedicando su tiempo a jugar al golf.
Fue en 1967 cuando Link y Levinson recibieron la llamada telefónica de un actor al que conocían personalmente desde hacía un tiempo, Peter Falk. Les dijo que había llegado a sus manos una copia del guion de Prescription: Murder y que, palabras textuales, «estoy dispuesto a matar por interpretar a ese policía». Los dos guionistas se quedaron perplejos. Falk era muy bueno en su trabajo y además les caía bien, pero tenía cuarenta años, mientras que ellos habían concebido a un policía que debía rondar o sobrepasar los sesenta. Tampoco podían hacerle una prueba. Era un actor con demasiada reputación en el cine, incluyendo dos nominaciones consecutivas a los Óscar, como para someterlo a un vulgar casting para un medio entonces muy inferior en prestigio como la televisión. Discutieron la posibilidad y decidieron que rejuvenecer al personaje no era un problema insalvable, siempre que el actor consiguiera encarnar a un hombre experimentado. Peter Falk era judío de origen húngaro, pero físicamente daba el tipo para un personaje italoamericano tal y como los espectadores estadounidenses lo tenían en su cabeza: no muy alto, de cabello negro, rasgos algo toscos y apariencia varonil. Además, como neoyorquino, Falk hablaba con el acento que el público esperaba oír en ese tipo de personaje. Nadie podía decir que no pareciese que, como Columbo, Falk no hubiese crecido en Little Italy
Estoy intentando encontrar la manera de parecer humilde. No va a funcionar. (Peter Falk recibiendo el Emmy como mejor actor en 1972)
[Buscando a alguien entre el público] ¿Dennis? ¡Dennis! ¡Ha salido cruz! (Peter Falk recibiendo el Emmy como mejor actor de miniserie en 1975, categoría en la que solo hubo dos nominados)
Hace un par de años estuve en una ceremonia parecida a esta. Allí intentaba decir que, ya sabéis, hablamos de una serie de televisión con cientos de personas involucradas: actores, productores, guionistas. ¡Todo el equipo! Cámaras, técnicos de sonido. No hay una serie de éxito donde los focos no se centren en una sola persona, dejando a todas las demás en la penumbra, y esa persona es el actor protagonista. Lo que estoy intentando decir es que creo que es un sistema muy sensato y que no me gustaría que lo cambiasen. (Peter Falk recibiendo el Emmy como mejor actor en 1976)
A mis hijas Katherine y Jackie, deciros que sí, que este premio me permitirá subiros la paga. Ahora podréis pasar confortablemente de dos comidas diarias a tres. (Peter Falk recibiendo el Emmy como mejor actor en 1990)
Si creciste en los años cuarenta y eras de Ossining, Nueva York; si eras un crío que pasaba el día yendo a los billares y robando, cómo podías llegar a pensar: «Aquí estoy, en Ossining, ¡yo también puedo ser una estrella de cine!» (…) No me hice actor hasta que fui un viejo de veintiocho o veintinueve años. Declaré al mundo que era un actor. Nadie me oyó, pero lo declaré. (…) Si estoy leyendo el periódico y veo que un actor, que sé que consigue los mejores asientos en los partidos de béisbol, se está quejando de que lo encasillan en un papel, pienso: ¡Eh, tío, da las gracias por lo que tienes! (Peter Falk)
Antes de Prescription: Murder, Peter Falk había sabido que labrarse un nombre en televisión y cine a base de interpretaciones magistrales por una sencilla razón. Tenía un gran hándicap para un actor, un ojo de cristal. Había padecido un cáncer de retina a la edad de tres años, por lo que le habían extraído el ojo derecho y lo habían sustituido por otro de cristal que estaba siempre inmóvil (eso hacía que Falk pareciese bizco o estrábico según hacia dónde mirase con su ojo bueno). Una de sus mejores historias —que, sea cierta o no, es genial— tiene que ver con un partido de béisbol que disputó en la liga escolar. El árbitro le señaló una falta por estar mal colocado, a lo que el joven Falk le respondió quitándose el ojo de cristal y enseñándoselo al árbitro: «Toma, ¡prueba a mirar con este!». Algunas de sus primeras audiciones como profesional habían sido desastrosas por ese motivo: en una ocasión, un productor llegó a decirle: «Lo has hecho bien, pero por el mismo precio puedo contratar a un actor con dos ojos». Falk no se rindió y, aunque parezca mentira viéndolo en la serie de 1971, fue encasillado en papeles de tipo duro y callejero en los que su ojo de cristal era un detalle que los directores sí apreciaban. Empezó a arrollar porque, básicamente, él mismo era un tipo duro y callejero. Su consagración llegó a principios de los sesenta. Fue nominado para todos los premios importantes. En 1961, al Óscar por su papel de mafioso en la película Murder, Inc y al Emmy por su aparición como secundario en la serie The Law and Mr. Jones. En 1962, volvió a ser nominado para el Óscarpor la comedia Un gánster para un milagro, en la que hacía otra vez de mafioso, y ganó su primer Emmy por su papel protagonista en un episodio de The Dick Powell Theatre. Así pues, cuando Falk telefoneó a Link y Levinson para pedir el papel de Columbo en 1967, era ya un actor más que consagrado.
El largometraje Presciption: Murder fue emitido por la NBC en 1968. El Columbo que vemos allí, aunque ya es interpretado por Falk, todavía no es el de la serie. Los rasgos básicos se adivinan, pero faltan todavía el sentido del humor y la extravagancia. Columbo ni siquiera va despeinado; sí aparece su gabardina barata (que Falk había comprado en Nueva York, porque en California nadie la llevaba), pero la suele llevar doblada en un brazo y, cuando la viste, no está tan arrugada. Peter Falk, de hecho, continuaba teniendo más apariencia de gánster que de geniecillo despistado y aquel Columbo todavía daba la impresión de ser la clase de policía que podía meterse en una pelea a puñetazos. En una secuencia, incluso, adoptaría una actitud agresiva que en la futura serie veríamos muy, muy rara vez. Eso sí, tenemos los olvidos, las anécdotas conyugales y el legendario «una cosa más»:
El «misterio invertido» y la metódica demolición sotto voce que Columbo hace del sospechoso sorprendió a los espectadores y la película obtuvo un gran éxito, convirtiéndose en número uno de audiencia. Los ejecutivos de Universal Studios, empresa dueña de NBC, contactaron con Levinson y Link para ofrecerles llevar ese personaje a una serie. Ellos aceptaron, pero Peter Falk rechazó la oferta. Ya había trabajado en series y el exigente ritmo de trabajo de la televisión le agobiaba; prefería seguir centrándose en el cine y el teatro, medios más respetados. Solo aceptó, cheque de por medio, rodar un nuevo largometraje, Ransom for a Dead Man, que se emitió en 1971. Volvió a liderar la audiencia. La Universal, Levinson y Link rogaron a Falk que considerase finalmente la posibilidad de hacer una serie. El actor solo aceptó a cambio de tres condiciones. Una, que las temporadas fuesen breves (entre seis y ocho episodios, cuando lo normal solía ser el doble) porque no quería pasarse el año rodando. Dos, que le dejasen dirigir un episodio. Y tres, que le diesen control creativo sobre el personaje. Esto último iba a ser algo clave. Columbo ya era buen personaje de por sí, pero Falk lo revolucionó. Dejemos que lo explique el propio William Link:
Peter era un tipo muy cautivador, divertido, muy inteligente. Y no era bien parecido, porque no queríamos un policía bien parecido. Ya sabes, era un tipo normal. No era feo, de ninguna de las maneras, pero tampoco era guapo. Cambió muchísimo el personaje, que en Prescription: Murder era mucho más serio y hasta se ponía furioso en una escena, aunque eso estaba en el guion. Peter lo tenía todo, era perfecto, y después empezó a mejorar más y más. Me da igual cuál sea el concepto de una serie o cómo de bueno sea el guion; en televisión, la elección de los actores es crucial. Peter Falk tenía facilidad para gustar. Gustaba a las mujeres, muchas lo encontraban sexi, y gustaba a los hombres. Le dio una humanidad al personaje que, creo, muchos otros actores no le hubiesen podido dar. Era algo natural en él. Si conocieras a Peter en una situación social, si organizaras una cena y lo invitases, verías que la gente termina enamorándose de él. Es divertido, es real, es muy humano. Aportó todos esos atributos al personaje. Tuvimos mucha suerte porque Peter Falk es asombroso y tiene muchas de las características idiosincráticas de Columbo. Es olvidadizo: en el rodaje se le olvidaban las llaves del coche y teníamos que enviar un mensajero a su casa para que se las trajera. Es un tipo más bien descuidado, creo que él mismo estaría de acuerdo. Siempre viste igual y definitivamente no le interesa ir hecho un figurín. Pero cuando actúa es obsesivo, se mete en ello por completo. Es igual que el policía que persigue al asesino y no deja piedra sin remover. Es obsesivo, es compulsivo, pero de una manera humilde y discreta. ¡Es Falk! Así que él tenía ese recurso a mano, toda una personalidad propia que podía trasladar al personaje del policía.
Falk empezó a remodelar al teniente en torno a sí mismo. Al principio, eso le costó muchas peleas con Levinson y Link, que ahora eran los productores y por lo tanto sus jefes. Pero tuvieron que ceder cuando vieron los resultados, hasta el punto de que ellos mismos aconsejaron a los guionistas que se ocuparan únicamente de la trama y que dejasen la personalidad del teniente en manos de las constantes ocurrencias e improvisaciones de Falk. Como recuerda Steven Bochco, guionista de las primeras temporadas:
Richard Levinson me dijo algo que nunca olvidé. Me dijo: «Peter Falk es Columbo. No tienes que escribir las peculiaridades del personaje, porque de eso ya se encarga Peter. Si tú las escribieras y luego Peter hiciera todo lo que tú has escrito, además de estar siendo él mismo, el resultado sería exagerado. Así que tienes que escribir lo menos posible sobre la personalidad de Columbo, porque Peter ya es lo bastante peculiar e imaginativo como para inventárselo él mismo». Fue una maravillosa lección el permitir que el actor construyese el papel y no intentar controlar cada característica de su personaje, porque Peter era ese personaje.
Básicamente, Peter Falk tomó un personaje serio, muy «policial», y lo reconvirtió en alguien que parecía cualquier cosa excepto un policía. Porque el propio Falk parecía cualquier cosa excepto un actor de Hollywood. Muchos años antes de que Jeff Bridges lo hiciera en El gran Lebowski, Peter Falk rodó la serie Columbo con su propia ropa. La famosa gabardina arrugada era suya. La había comprado por quince dólares en Nueva York y decidió que su personaje iba a llevarla siempre. Este detalle quizá se nos escapaba fuera de Estados Unidos, pero en Los Ángeles nadie llevaba gabardina porque casi nunca llueve. La gabardina era uno de los muchos detalles que hacían a Columbo inequívocamente neoyorquino. Era un italoamericano de barrio trabajando en la policía de una ciudad, Los Ángeles, la ciudad de Hollywood, cuya mentalidad era más sofisticada. Llevaba gabardina, iba sin peinar y llevaba un coche de mierda en la Meca de las apariencias. Su plato favorito era el chile picante.
Falk se obsesionó con la composición de su personaje y se lo llevó a su terreno, pero no todos los detalles eran reflejos de él mismo. El actor detestaba los puros («sí le gustaban los cigarrillos, que fumaba en cadena», decía Link), pero pensó que el puro era más acorde con el teniente. Añadió al personaje todo un repertorio de manías y fobias. Columbo tiene pánico a las alturas, no sabe nadar y se marea en los barcos. Detesta las inyecciones y se pone malo cuando ve sangre o fotos truculentas de cadáveres. Odia las armas y, aunque el reglamento le obliga, nunca lleva consigo su pistola reglamentaria. Es desordenado y pierde cosas. Casi nunca acepta copas porque está de servicio, aunque es extremadamente comilón y no se resiste cuando ve un plato de comida. Todo esto se traduce en deliciosos momentos que aparecen aquí y allá, y que son el alma de la serie. Las improvisaciones de Falk funcionan porque era un tipo muy, muy ocurrente. Basta ver sus discursos de recogida de premios, que son verdaderos derroches de carisma e ingenio. Es fácil imaginar que, como contaba Link, Peter Falk podía convertirse en el centro de atención en cualquier fiesta:
O su intervención en el roast a Frank Sinatra; Falk aparece no como él mismo, sino interpretando a Columbo (¡sin salirse de un segundo del personaje!), y ofrece todo un recital con una naturalidad pasmosa. No está leyendo un guion, ni da la impresión de que haya memorizado, aunque lo llevase preparado. Es él interpretando un personaje que había construido en torno a sí mismo. Por supuesto, todo se entiende mucho mejor si uno ha visto la serie, porque Falk lleva los tics, manías y anécdotas chorras típicas de su personaje a la ceremonia de homenaje. Aun así, basta con ver las caras de Sinatra (que, como todo el mundo entonces, sí la había visto). La diferencia entre ese Columbo reelaborado por Falk y el de Prescription: Murder es más que evidente. Falk sabía perfectamente por qué funcionaba su personaje.
Peter Falk no era un tipo fácil de dominar. Mientras rodaban la primera temporada, la Universal empezó a dar largas sobre la promesa que habían hecho de permitirle dirigir un episodio. El actor, cabreado, decidió quedarse en casa, deteniendo el rodaje y desbaratando la agenda de todo el mundo. El actor fue llamado a las oficinas de la Universal para recibir un rapapolvo, pero la cosa salió de manera diferente a lo esperado. Los ejecutivos no habían entendido que Peter Falk no era tan dócil como Columbo, ni tan pusilánime como muchos otros actores. Él venía de la calle y, según recuerda Link, «los arrebatos de Peter ponían los pelos de punta y los ejecutivos no sabían cómo lidiar con alguien así». Cuando Falk llegó a Universal, los aterrados directivos empezaron a refugiarse en sus despachos. El actor consiguió por fin dirigir un episodio, que le quedó bastante bien, aunque para él fue un pesadilla: el capítulo estaba ambientado en unas obras (donde de verdad estaban construyendo un edificio) y los constantes ruidos hacían casi imposible el rodaje. Falk lo pasó tan mal que decidió que nunca más se pondría detrás de la cámara.
En cualquier caso, con capítulos desiguales o no, la serie Columbo tiene otro elemento cautivador. Levinson y Link lo llamaban el «minueto», o «el vals». Era la danza psicológica entre un asesino que siempre era sofisticado, inteligente, exitoso, elegante, y un policía que parecía salido de un comedor de beneficencia. Aunque solemos pensar que la televisión estadounidense continuamente glorifica la riqueza y el éxito, hay muchos ejemplos de lo contrario y Columbo es uno de los más notables. La candorosa humildad del teniente, que parecía siempre muy pendiente de su propia inadecuación social en ambientes adinerados, era al mismo tiempo una muestra de consciencia de clase y un camuflaje. El teniente era un tipo del populacho, pero muy a sabiendas usaba los estereotipos asociados a esto para ocultar el hecho indiscutible de que era más inteligente que los criminales ricos a los que perseguía. La moraleja era: ser pobre no significa ser imbécil, aunque muchas veces implique simular que uno lo es. El obsequioso servilismo de Columbo para con sus «superiores sociales» terminaba no solo con ellos entre rejas, sino con el momento en que ellos descubrían que aquel tipo de barrio tenía más cerebro que ellos. Y eso divertía mucho al público de cualquier país.
El teniente es uno de los pocos personajes a los que regreso una y otra vez sin importar el argumento de turno. Es un personaje que no necesita recurrir a los estereotipos de estar atormentado, deprimido o atiborrado de alcohol y drogas para parecer la representación de un genio. Dejando aparte sus prodigiosas capacidades intelectuales, es un tipo normal y suponemos que feliz, aunque con sus fobias y sus problemas cotidianos. Una clase de personaje que la televisión parece haber olvidado, pero cuyo poder continúa siendo enorme incluso hoy: el genio de andar por casa. Qué demonios, quién no quiere ver a un proletario inteligente amargándole la jornada a un criminal millonario.
«La moraleja era: ser pobre no significa ser imbécil, aunque muchas veces implique simular que uno lo es. El obsequioso servilismo de Columbo para con sus «superiores sociales» terminaba no solo con ellos entre rejas, sino con el momento en que ellos descubrían que aquel tipo de barrio tenía más cerebro que ellos.»
Ergo, no era humilde pues era sensato (Nieztche dixit)
Muy buen artículo. Pero aquí en España es Colombo. Cierto que en Latinoamérica se quedó Columbo, pero esto es como llamar Más corazón que odio a The Searchers, cuando aquí es imposible no decir Centauros del desierto. Igualmente, yo también siempre vuelvo a Colombo.
Los creadores del personaje decidieron ponerle a la serie el título de ‘Columbo’, y así debe de seguir siendo tanto en España como en Bangladesh o cualquier otro país en el que ésta -la serie- se proyecte. El nombre propio, el original, es inamovible y hay que respetarlo sin tener que recurrir a equivalencias innecesarias. ¿Te sonaría, por ejemplo, leer o escuchar que tal película o tal canción ha sido interpretada por Paquito, Paco o Francisco Sinatra…?
Gran artículo, estoy volviendo a ver desde hace unas semanas todas las temporadas de la serie y estoy totalmente de acuerdo con lo que dices. Cuando era niño, no me gustaba mucho, porque no había misterio y prefería a Banacek, que siempre se enfrentaba a robos imposibles. Pero ahora, de adulto, veo a Columbo de otra manera y me encanta.
Peter falk,era muy grande,y no me cabe duda que era una gran persona,me hubiera gustado conocerlo,la serie :Colombo,me encanta,y siempre que la reemiten en cualquier canal la veo,era fantástica,sencilla y muy entretenida,y Peter la hacia grande.
me ha gustado mucho el artículo,creo que Peter falk se lo merecía,muchas gracias.
Descripción soberbia del actor y sobre todo de su personaje.
Este verano he intentado ver de nuevo todos los capítulos posibles.
Muy bueno este artículo.
Gracias por este homenaje a ambos y gracias por su publicación.
De más peque me gustaba, pero simplemente la veía, ahora entiendo los discursos que da, cómo quien no quiere la cosa, lo suelta y se da la vuelta y «el malo» se queda sin saber por donde le ha venido. Una joya y sin tanta parafernalia…
Muchas gracias por este magnífico artículo. Soy fan de Columbo y ahora he tenido la oportunidad de volver a ver todos los episodios. Un actor y un detective para la historia. Si las nuevas generaciones no fueran tan resistentes para ver series antiguas, sin duda este detective pasaría a la historia entre los más grandes del género.
Siempre he sido fan incondicional de Colombo. Me encantaba, y me encanta, todo el personaje. Es el claro ejemplo de lo importante que es unos personajes bien construidos y su coherente interpretación. Colombo, tal y como deja bien claro el articulo es esencia de ello.
En el articulo he encontrado a faltar algunos párrafos dedicados a la influencia posterior de lo que representa Colombo ( «el misterio invertido», el pobre respecto al rico,…) y la interpretación de Peter Falk.
Quizas esté equivocado, pero los movimientos, las caras, lo gestos en las interpretaciones de Robert de Niro, son puro Colombo!!!!
Y como ejemplo de serie policiaca, esta vez si en New York, con ese abogado «fracasado», maniático, obsesivo, desaliñado, con gabardina,…sin duda «The night of…» con el gran John Turturro (otro actor «Columbiano»).
Emilio, es posible un articulo obre la gran influencia en Colombo y Peter Falk???
Muchas gracias por esta magnifica oda
Gracias por el recuerdo de este gran personaje. Lo que me hipnotizaba era su mirada con ese ojo como distraído, como si anduviera en otra cosa, a la defensiva, inseguro, pero esperando dar el salto final. Tal vez era la parte visiva de su inteligencia policíaca que desconcertaba. Gracias por la lectura.
No he visto ni un solo capítulo entero, pero me ha gustado tanto el artículo que me voy a poner a ello.
Muchas gracias, excepcional artículo
Muy buen articulo, mil gracias. Estoy en la cincuentena y como podréis imaginar crecí con Colombo. Peter Falk ya antes de interpretar a Colombo me parecía un estpendo actor, pero su interpretación del despustado teniente terminó de cautivarme y descubrir en este artículo, que también era un estupendo ser humano, me ha alegrado mucho. Aún hoy cuando reponen las temporadas de la serie yo soy la primera en ocupar el sofá, creo que es una serie y un personaje que aún engancha.
Peter Falk, un inmenso actor nunca suficientemente reconocido. Camino de los sesenta, recuerdo como esperaba de pequeño sus apasionantes casos. Me fascinaba y me sigue fascinando, y todavía hoy cuando siguen siendo reemitidos intento no perdérmelos nunca. Magnífico artículo sobre un actor y un personaje únicos, al que hubiera estado absolutamente encantado de haber conocido…
Querido Peter / querido teniente Columbo (Colombo en nuestro recuerdo), allí donde estés, gracias infinitas por tantos buenos momentos…
Tengo una teoría: Porfiri, el instructor del caso en Crimen y Castigo, llamaba constantemente “palomito” a Rasckolnikov. Leyendo la novela, de forma súbita, relacioné “palomito” con columba, el nombre latino de las palomas. Inmediatamente pensé: ¿y si Porfiri inspiró a “Colombo”?. Luego lo he confirmado leyendo por ahí. Para mí, “Colombo” es una referencia al “palomito” de Porfiri.
El 27 de diciembre murió William Link co-creador de Colombo
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