Wookie
La «defensa Chewbacca» suena a una línea de defensa conformada por individuos con serios problemas para controlar con éxito el crecimiento de su vello corporal. Pero en realidad se trata de un término real con el que se denomina a cierto tipo de estrategia argumentativa utilizada con muchísima frecuencia en juicios y debates. Y la culpa de que exista un concepto popular capaz de plantar a los wookies en medio del debate judicial la tiene South Park. Y O. J. Simpson.
Ocurrió durante el decimocuarto capítulo de la segunda temporada del deslenguado programa creado por Trey Parker y Matt Stone. En aquel episodio de South Park, titulado «Chef Aid» y emitido a principios de octubre del 98, Chef descubría que Alanis Morissette estaba triunfando con una canción titulada «Bragas sucias» donde la artista plagiaba de manera evidente un tema que él mismo había compuesto varios años antes. El hombre decidía contactar con los ejecutivos de la discográfica, con la única petición de que su nombre fuese incluido como compositor entre los créditos del hitazo. Pero desde la casa de discos no solo ignoraron la solicitud, sino que además se pusieron bravucones y optaron por demandar a Chef por acoso, logrando que el pobre hombre fuese llevado a juicio. En un principio, el litigio no parecía que fuese a llegar demasiado lejos, porque resultaba irrebatible que la canción de Morissette fusilaba con descaro la composición de Chef. Pero la discográfica tuvo la indecencia de contratar los servicios del abogado Johnnie Cochran, el hombre que defendió con (dudoso) éxito a O. J. Simpson de los cargos de asesinato. Durante la celebración del juicio del Chef, la versión animada de Cochran se marcaba el siguiente discurso a la hora de proteger los intereses de la discográfica:
—Señoras y señores del supuesto jurado, el abogado del Chef quiere que crean que su cliente escribió «Bragas sucias» hace diez años. Y ha sido sincero, casi hasta a mí me ha conmovido. Pero señoras y señores del supuesto jurado, voy a decirles algo que quiero que consideren: señoras y señores, este es Chewbacca. Chewbacca es un wookie del planeta Kashyyyk, pero Chewbacca vive en el planeta Endor, piensen eso, eso no tiene sentido. ¿Por qué un wookie de ocho pies va a querer vivir en Endor con unos ewoks de dos pies? Eso no tiene sentido. Y más importante, ustedes se dirán ¿qué tiene que ver eso con este caso? Nada. Señoras y señores, no tiene nada que ver con este caso. Eso no tiene sentido. Mírenme, soy un abogado que defiende una compañía discográfica hablando de Chewbacca. ¿Tiene sentido? No, señores, eso no tiene sentido. Nada tiene sentido, pero pregúntese cuando estén deliberando y practicando la declaración de emancipación: ¿tiene sentido? No. Señoras y señores del supuesto jurado, eso no tiene sentido. Si Chewbacca vive en Endor deben exonerarlo. La defensa ha concluido.
Aquella exposición disparatada lograba convencer al jurado, y Chef era inexplicablemente condenado a pagar una multa de dos millones de dólares o, en su defecto, apalancar el culo en prisión durante cuatro años. Durante el discurso de Cochran, el abogado defensor de Chef apuntaba que el letrado estaba utilizando una estrategia conocida como «la defensa Chewbacca», una denominación ficticia que acabaría contagiándose a la jerga del mundo real. Porque Parker y Stone suelen hacerse los tontos pero a la hora de escribir los guiones de South Park son bastante avispados: aquel alegato parecía un disparate absurdo, pero en realidad era una sátira directa de la estrategia que, unos años atrás, el auténtico Cochran había utilizado durante el proceso contra O. J. Simpson .
La defensa Chewbacca
La defensa Chewbacca es el truco más viejo del libro. Una estrategia que persigue ganar un debate a base confundir, con argumentos y exposiciones que no tienen nada que ver con lo debatido, al rival y al público presente. Es el salvavidas cuando no existe otra manera humana de defender un argumento, la táctica de hacer uso de los recursos más chabacanos: utilizar red herrings (pistas falsas, elementos que no conducen a ningún sitio) que distraigan al tribunal, repetir una afirmación constantemente aunque esta no se sostenga por ningún lado, debatir sobre la semántica de algún dato trivial, elevar la voz para imponerse o encadenar con rapidez ráfagas de conceptos absurdos y deliberadamente complejos para abotargar al oponente.
El objetivo final de la defensa Chewbacca es convertir falsamente en ganador a quien la expone, otorgando a la audiencia la impresión de él ha vencido en el litigio, cuando lo cierto es que ni siquiera ha tocado el tema central a debatir. Para llegar a dicha meta, los artesanos de la defensa Chewbacca han perfeccionado un puñado de caminos posibles, todos ellos asfaltados sobre las falacias, los malentendidos y las trampas. El más común se basa en demostrar que el contendiente está equivocado en algún tema no relacionado con lo que se debate, una maniobra que subconscientemente convence al jurado de que dicho oponente en general está equivocado en todo. Pero también es habitual abrumar al adversario con datos disparatados hasta que este pierda el hilo de lo que está ocurriendo, o jugar a lograr el apoyo de más audiencia y justificar una posición con un «si tanta gente está de acuerdo conmigo significa que yo tengo razón y tú no». Una de las estrategias wookie más extremas pasa por comportarse como un auténtico tarado para forzar al rival a abandonar el debate por pura desesperación, porque la retirada de uno de los oradores suele interpretarse como una victoria para el otro.
Chewbacca en el mundo real
El capítulo de South Park apuntaba de manera nada disimulada al discurso que Cochran había esgrimido durante el caso «El pueblo del estado de California contra Orenthal James Simpson» donde se juzgó por doble asesinato a O. J. Simpson, un famoso exjugador de la NFL reconvertido en actor y comentarista deportivo. El caso en sí ya tenía bastante miga: el 13 de junio de 1994 fueron hallados los cuerpos apuñalados de Nicole Brown (exesposa de Simpson) y Ronald Goldman. Poco después, la policía visitó la vivienda de O. J. Simpson y localizó en ella un guante ensangrentado (que coincidía con otro abandonado en la escena del crimen) y un coche repleto de sospechosas salpicaduras de color rojo. Ante el marón evidente, Simpson prometió entregarse de manera voluntaria para someterse a juicio. Pero en lugar de ello, agarró una pistola, un pasaporte, un fajo de dinero, ropa de recambio y una barba falsa para subirse al coche pilotado por su amigo Al Cowlings y escapar a lo loco. Ambos protagonizaron una huida a cincuenta kilómetros por hora y televisada en directo perseguidos por una veintena de coches de policía y nueve helicópteros de diversas cadenas televisivas mientras Simpson, sentado en el asiento trasero del coche fugado, sopesaba la idea de volarse los sesos. Tras ser detenido, el exjugador se fundió entre tres y seis millones de dólares construyendo un equipo de abogados con nivelazo, un grupo al que los periodistas se referían como el dream team. Letrados de alta gama entre los que figuraba el Cochran del que harían guasa en South Park.
Pese a que todo apuntaba en su contra y las pruebas potencialmente incriminatorias (desde una nota de suicidio hasta la sangre de las víctimas encontrada en su coche) se contaban por toneladas, O. J. Simpson fue declarado inocente en octubre de 1995. Y todo gracias a una efectiva estrategia del equipo de abogados defensores basada en confundir y marear al jurado a través de todos los frentes posibles: desde cuestionar la validez de los análisis de ADN (que en aquella época eran novedosos y por tanto demasiado desconocidos para el público) insinuando que los mismos podían estar contaminados pero no diciendo cómo, hasta acusar al departamento de policía de Los Ángeles de estar integrado por racistas cercanos a Hitler. Pero también pasando por sugerir que ciertos policías podrían haber fabricado pruebas falsas, y teorizando que los crímenes podían haber sido cometidos por traficantes de drogas colombianos. El alegato final de Cochran se centró en demostrar que a Simpson no le encajaba bien en la zarpa aquel guante hallado en la escena del crimen. Y su discurso de defensa se basó principalmente en meter en la cabeza del jurado la idea de que, como el hombre no podía rellenar con comodidad dicho guante, aquello no tenía sentido y eso significaba que era inocente. En conjunto, los abogados de Simpson elaboraron la versión más pura de la defensa Chewbacca, aquella que recurrió a todo y además tuvo éxito al hacerlo.
El guion de Parker y Stone llegaba a fusilar la frase más repetida por Cochran durante su famosa exposición. En aquel juicio contra O. J. Simpson, el abogado convirtió en muletilla una afirmación con alma de eslogan y rima ridícula incluida: «It makes no sense, it doesn’t fit, if it doesn’t fit, you must acquit». En South Park, el personaje de Cochran colaba en su monólogo un «It does not make sense! If Chewbacca lives on Endor, you must acquit». El episodio logró convertir en algo bastante popular el concepto de la «defensa Chewbacca», introduciendo la idea en el léxico habitual de abogados y jueces. Cuando Cochran falleció en 2005, el obituario que se redactó desde Associated Press recordaba cómo la persona se había convertido en personaje en el imaginario popular (fue parodiado en Seinfeld y Saturday Night Live) y cómo se había presentado en South Park esgrimiendo con éxito la defensa Chewbacca.
En un momento dado de Arma letal 4, Chris Rock detenía a un sospechoso y le recitaba una variante muy curiosa de la advertencia Miranda: «Tienes derecho a un abogado. Si ese abogado es Johnnie Cochran, yo mismo te mato».
Thank you for Chewbacca
En Gracias por fumar, una película firmada por Jason Reitman y basada en una novela de Christopher Buckley, tenía lugar una escena genial en donde Nick Naylor (Aaron Eckhart) le explicaba a su hijo Joey Naylor (Cameron Bright) la estrategia de debate que utilizaba en su trabajo. Aquel diálogo sobre sabores de helados es una de las mejores demostraciones que podemos encontrar en la ficción cinematográfica sobre cómo se construye una buena defensa Chewbacca:
— ¿Y qué pasa cuando te equivocas?
— Joey, nunca me equivoco.
— No puedes tener razón siempre.
— Si tu trabajo es tener razón, no puedes equivocarte.
— Pero, ¿y si te equivocas?
— Vale, digamos que tu defiendes el chocolate y yo defiendo la vainilla. Bien, si te dijera que la vainilla es el mejor sabor de helado, ¿qué dirías?
— No, es el chocolate.
— Exacto, pero así no puedes ganar. Así que te pregunto: ¿crees que el de chocolate es el no va más de los helados?
— Para mí es el mejor helado, yo no pediría otro.
— Ah, ¿lo es todo para ti, no?
— Sí, es lo único que necesito.
— Yo necesito más que chocolate, y en realidad necesito más que vainilla. Creo que necesitamos libertad para elegir nuestra clase de helado. Y esa, Joey Naylor, es la definición de libertad.
— Pero no es de eso de lo que estamos hablando.
— Ah, pero es de lo que yo estoy hablando.
— Pero no has demostrado que el de vainilla sea el mejor.
— No hace falta, he demostrado que te equivocas y, si es así, yo tengo razón.
— Pero aún no me has convencido.
— Porque no voy a por ti, voy a por ellos [señala a los transeúntes de su alrededor].
La defensa Twinkie
Existe un antecedente a la idea de la defensa Chewbacca, uno que también tiene nombre loco pero contiene alma de bollería industrial: «la defensa Twinkie».
El 27 de noviembre de 1978, Dan White asesinó a tiros al concejal Harvey Milk y a George Moscone, alcalde de la ciudad de San Francisco. Durante el juicio posterior la defensa no puso en duda la evidente culpabilidad de White, pero sí optó por utilizar la estrategia de demostrar que el hombre estaba pasando por una depresión bastante gorda y que sus actos no habían sido premeditados, algo que serviría como atenuante. Para lograrlo, contaron con el testimonio del psiquiatra Martin Blinder, un hombre que confirmó el estado depresivo en el que se hallaba White basándose en las evidencias proporcionadas por su vida cotidiana: el acusado había renunciado a su trabajo, abandonado a su esposa, renunciado a la higiene personal y sustituido su dieta equilibrada (White era un fanático de la alimentación saludable) por chucherías, refrescos y comida basura. Blinder también apuntó que según algunas teorías aquella alimentación tan descompensada y rellena de azúcares podría influenciar agravando ciertos estados de ánimo. La treta de demostrar la depresión de White funcionó mejor de lo esperado, y el hombre solo sería condenado por homicidio involuntario a cumplir cinco años de cárcel.
Ante tanto circo, el periodista Paul Krassner acuñó con sorna el término «defensa Twinkie» para referirse a la estrategia utilizada por los abogados de White. Aunque lo cierto es que los propios Twinkies (un pastelito de bollería industrial que tiene esta pinta) tan solo habían sido mencionados muy de pasada durante el juicio, y que la dieta azucarada nunca fue realmente el eje del argumento de los letrados. Desde entonces, la defensa Twinkie es un término que es usado de manera informal al referirse a aquellos razonamientos judiciales que utilizan conceptos absurdos para intentar reducir la pena del acusado. La rápida popularidad del concepto «defensa Twinkie» también provocó que la gran mayoría de norteamericanos se tragasen una leyenda urbana muy extendida: la idea de que se había demostrado que White cometió los asesinatos por culpa de un subidón de azúcar, y que aquello había servido como atenuante.
Dos años después de cumplir su condena y volver a pisar la calle, Dan White se suicidó. Aunque unos meses antes tuvo tiempo para confesar que los asesinatos cometidos habían sido cuidadosamente premeditados y no consecuencia de una depresión, pero también que en sus planes iniciales figuraba la idea de matar a más gente.
La defensa bocata
Jared Fogle, conocido popularmente como Subway Guy, tiene el muy dudoso honor de ser otra de esas personas que, durante un juicio, trató de aligerar un acto aberrante utilizando como argumento una descarada defensa Chewbacca centrada en la ingesta de alimentos.
Fogle se hizo famoso en 1999 tras idear una dieta con la que fue capaz de adelgazar noventa y un kilos, basada en comer bocadillos de la franquicia Subway. Gracias a la popularidad de aquella gesta, la propia cadena de restaurantes Subway lo fichó como portavoz oficial de las virtudes de sus productos. Y durante los quince años posteriores, el hombre protagonizó anuncios y campañas de publicidad, realizó cameos (se coló en la WWE y también en Sharknado) y ofreció charlas sobre lo bonito de comer sano, convirtiéndose en algo así como la mascota humana de la compañía. Pero la cosa se le complicó en general a mediados del 2015, cuando el FBI y la policía registraron su casa y se tropezaron con discos duros repletos de pornografía infantil y evidencias de que el hombre andaba a la caza y captura de niñas para mantener relaciones sexuales.
Repudiado por el mundo, Fogle fue llevado a juicio y acusado tanto de haber pagado para acostarse con una menor de edad como de ser poseedor y distribuidor de pornografía infantil. Durante el proceso, los abogados de Fogle apostaron por construir una de las peores defensas Chewbacca imaginables: aquella que intentó convencer al jurado de que los hábitos alimenticios del hombre tenían la culpa de su enfermizo comportamiento sexual. Durante el pleito, la defensa citó a declarar al psiquiatra forense John Bradford, un hombre que tuvo los cojones de asegurar que el cambio de dieta de Fogle había sustituido su desorden alimenticio previo por una hipersexualidad que incluía una pedofilia que etiquetaba como «leve», al estar centrada en las adolescentes y no en las niñas más pequeñas. Pero todo aquel montón de mierda no le funcionó en absoluto: en la actualidad, Fogle cumple una condena en prisión y no es probable que tenga oportunidad de salir de allí para catar otro bocadillo que no sea el de lomo carcelario hasta como muy pronto el año 2029.
El dilema Chewbacca
Desgraciadamente, la propia existencia y conocimiento de la defensa Chewbacca puede acarrear lo que se conoce como dilema Chewbacca. O lo que es lo mismo, que una defensa, inteligente, correcta, razonada y lógica resulte tan compleja de asimilar para el oponente como para que sobrevuele por encima del entendimiento de aquel y sea interpretada incorrectamente como una defensa Chewbacca. Si esto ocurre, el rival adquiere la falsa impresión de que el otro orador se está yendo por las ramas de Endor cuando en realidad está utilizando un argumento con los pies bien plantados en nuestro planeta. Una percepción errónea capaz de provocar que alguien sea acusado de utilizar la defensa Chewbacca cuando realmente no es así. En terrenos gubernamentales este dilema ha llegado a alcanzar la categoría de arte, porque los políticos se han acostumbrado a llevar a cabo todos sus debates de la manera más wookie y enrevesada posible: utilizando una defensa Chewbacca para acusar al oponente de estar utilizando una defensa Chewbacca.
En el fondo, hasta aquel Johnnie Cochran que se asomaba por South Park construía su defensa sobre unos cimientos malintencionados. Porque la afirmación que utilizaba como base durante su disparatada exposición era también a su vez otra gran mentira: Chewbacca nunca ha vivido en Endor, en realidad solo estaba de paso por allí en El retorno del jedi.
Me vienen a los memoria películas como «La hoguera de las vanidades» donde el juez debe llamar al orden a todos los intervinientes en un caso de atropello y omisión de socorro con un alegato sobre el concepto de la ley como el vano, fútil e inane intento del hombre por alcanzar la «decencia», tras la deriva del caso hacia un show mediático y codicioso.
«The Rainmaker» donde un abogado sin experiencia defiende el derecho a una operación que debería amparar a un joven ante una compañía de seguros que lo deja morir impunemente.
«Justicia para todos» en la que se muestran las tesituras a las que la profesión somete a los abogados, como evitar la condena de un violador mediante una defensa brillante y que luego éste vuelva a delinquir con otra chica, o tener que defender a un juez corrupto el cual anteriormente abocó a un cliente hacia la cárcel por no admitir una prueba irrefutable de su inocencia.
La verdad es que la figura del abogado exitoso y caro que nunca a perdido un caso y que defiende sin escrúpulos los intereses de quien mejor le paga, me resulta deplorable, pues al fin y al cabo son la cómplice herramienta que usan ciertos poderosos y depravados intereses para salirse con la suya y conseguir que campe el mal y la injusticia en este mundo.
Según estas tipologías, ¿qué tipo de defensa utilizó el abogado de Robert Dust «The Jinx», para conseguir que absolvieran a su cliente acusado de descuartizar a su casero con un serrucho y dejar los restos repartidos por varios lugares? La confusión de un jurado puede servir como estrategia a corto plazo. Pero si no se consigue que empatice un poco con un acusado, estas «defensas» no tienen mucho recorrido…
En la arenga final de los abogados, estos tienen total libertad conceptual para expresarse de frente al jurado, y no están sometidos a la rigidez procedural que reina durante el juicio, en el cual el juez tiene el poder de exigir de centrarse en lo especifico. Creo que también tendría que tener el poder de hacer lo mismo en el momento de las arengas cuando es evidente el desvarío. La libertad de palabra es sacrosanta en EEUU, pero cómo se hacer para evitar estos abusos? Gracias por la lectura.
Una matización: según el documental del juicio, al menos una miembro reconoce que creía que era culpable, pero que votó inocente porque estaba harta de que sólo los culpables que eran blancos escapasen inmunes de sus delitos.
La idea que extraje del documental fue que consiguieron plantearlo como una cuestión de razas, no vino un asesinato, y eso ayudó a la declaración de inocencia
Donde pone vino, es como
Me recuerda mucho a Tiempo de Matar (A Time to Kill) en la que unos paletos locos y supremacistas que portan la bandera confederada violan a la hija de Samuel L. Jackson.
[SPOILER de aquí en adelante, tampoco es que os perdais mucho, pero aviso]
Este, ni corto ni perezoso, se planta en el juzgado el dia que van a juicio y los acribilla a balazosdelante de todo el mundo.
Le detienen y le juzgan y entonces la película se empieza a creer que es Matar a un Ruiseñor (puede que el titulo sea un guiño intencionado a esta) y convierte la defensa por parte de Matthew McConaughey (el abogado triunfador que pone en juego su reputación por este caso que defenderá gratuitamente) y Sandra Bullock (su guapa ayudante) en una defensa Chewbacca de manual y convierte el juicio en un alegato contra el racismo sureño.
Básicamente, es tan evidente que es culpable de asesinato premeditado (con los atenuantas de que han violado a tu hija esos dos hijos de puta), que consigue que el juzgado lo que realmente juzgue sea si Mississippi es un estado racista y que realmente el bueno de Samuel es una víctima de este racismo.
Lo que de les olvidó al hacer esta revisión de Matar a un Ruiseñor que nadie les había pedido, es que en esa película el espectador no sabe si el acusado (negro) es realmente culpable. Me ahorro el spoiler por si alguien no la ha visto aún, esta sí que merece la pena.
Y se quedan más anchos que largos.