Entre toda la memorabilia que atesora el Oracle Arena, hasta la pasada temporada hogar de los Golden State Warriors, hay una pieza que sobresale entre todas las demás. No está precisamente situada en un lugar prominente, como si lo están los números retirados en lo más alto del pabellón, incluyendo los de leyendas como Wilt Chamberlain, Rick Barry o Chris Mullin. Tampoco es algo que haya logrado o ganado ninguno de los jugadores, entrenadores, empleados o ningún otro tipo de persona o entidad relacionada con los Warriors.
El lugar en el que esta particular reliquia se encuentra está lejos de los focos, en una recóndita pared justo afuera del vestuario del equipo visitante del Oracle Arena y su creador es Dirk Nowitzki, el recientemente retirado jugador de los Dallas Mavericks. El gigante alemán no recuerda claramente cómo hizo semejante boquete en la pared, aunque cree recordar que fue lanzando una silla. O quizá una papelera. Pero retrocedamos un poco para poner el incidente en su contexto, el tres de mayo de 2007.
Los Dallas Mavericks venían de firmar la mejor temporada regular en la historia de la franquicia y sexta mejor temporada en la historia de la NBA, con un balance de 67 victorias para 15 derrotas, lo cual les valió y sobró para hacerse con el primer puesto en la conferencia oeste. Era un equipo muy bien construido, con veteranos como el avispado Jerry Stackhouse, el microondas Jason Terry o el rocoso Erick Dampier, a los que se sumaba la chispa de los más jóvenes Josh Howard, Devin Harris o un aún mayormente desconocido J. J. Barea. Un puñado de jugadores eficientes aunque de rango medio, sobre todos los cuales sobresalía el que fue nombrado MVP de ese año, el genio alemán Dirk Nowitzki, que lideró al equipo en puntos por partido (24.6) y rebotes (8.9).
Como no podría ser de otro modo para el mejor equipo de la liga, el objetivo de los Mavericks era consagrarse campeones de la NBA. El año anterior habían conseguido alcanzar la final para sin embargo ser batidos por los Miami Heat de Shaquille O’Neal, Dwayne Wade, Antoine Walker, Jason Williams y el incombustible Udonis Haslem, y esta vez venían con un equipo mejor y habiendo aprendido de los errores del pasado. Antes de poder plantarse en la final para luchar por el anillo, sin embargo, había que cumplir el sufrido trámite de los playoffs. Siendo como eran el primer equipo de la conferencia, su rival sería el teóricamente más asequible, el octavo puesto, logrado aquel año a duras penas por los Golden State Warriors.
Los Warriors estaban entonces muy lejos de ser lo que significan para el baloncesto a día de hoy, de hecho no conseguían clasificarse para playoffs desde 1994 y durante la mayor parte de la temporada 2006-2007 ese pareció precisamente su sino. No obstante había signos para la esperanza, y el eslogan de la franquicia durante el final de temporada se convirtió en el célebre «We believe». Y vaya si había motivos para creer: el equipo culminó la temporada logrando un parcial de 16 victorias para 5 derrotas, logrando auparse hasta la octava plaza y conseguir así la tan ansiada oportunidad de medirse ante los mejores en postemporada.
Pese a la relativamente paupérrima posición, los Warriors de ese año estaban plagados de talento ofensivo. Capitaneados por el espectacular Baron Davis, un base de gran tamaño con excelente manejo del balón, un tiro más que decente y mucha potencia, el resto del quinteto inicial no estaba escrito en piedra si no que era compartido por varios jugadores, entre ellos Monta Ellis, Jason Richardson, Al Harrington, Stephen Jackson, Matt Barnes o Mickael Pietrus. Eran, en definitiva, un equipo joven, rápido, con buen tiro, buenas manos y piernas ligeras. Con hasta cuatro jugadores en pista capaces de mover el balón, lanzar desde larga distancia y correr hasta desesperar a la muy bien construida aunque lenta defensa de Dallas, los tres encuentros en temporada regular entre ambos equipos se saldaron con un 3-0 para los californianos. Mal presagio para los de Texas, sin duda, aunque la opinión generalizada era que en playoffs todo volvería a su cauce habitual y los Warriors no serían rival para el mejor equipo de la liga.
El 22 de abril de 2007 se libraba el primer encuentro de la serie en Dallas. Fue como ver a los Golden State Warriors que han dominado la liga en los últimos años, solo que una década antes. Don Nelson, entonces entrenador del equipo, decidió optar por el small ball, sacando un cinco inicial sin un pívot: Davis, Ellis, Richardson, Jackson y Harrington. Avery Johnson, el entonces entrenador de Dallas, respondió poniendo a su vez un equipo pequeño, dejando las labores de pívot a un Nowitzki nada acostumbrado a esas bregas. El ajuste, sobra decir, no funcionó como Johnson deseaba.
Nowitzki no encontró su lugar en la cancha, terminando el partido con un calamitoso 4 de 16 en tiros de campo, un mero 25% muy lejos de su rendimiento durante toda la temporada. En el lado contrario, sin embargo, y aunque a Baron Davis las temporadas se le hacían largas, era llegar a playoffs y ponerse manos a la obra. No quiso esperar más allá de ese primer partido en Dallas para demostrar de lo que era capaz: rozando el triple doble con 33 puntos, 14 rebotes y 8 asistencias no dio opción a los locales, terminando el partido con un cómodo 97-85 en el marcador.
Avery Johnson ajustó retornando al clásico esquema con un pívot duro para apoyar a Nowitzki, y durante el resto de la serie ora Dampier, ora DeSagana Diop jugaron en la posición de cinco, lo cual ayudó a Dallas a conseguir empatar la serie en el segundo partido en Texas, pero no fue suficiente en los dos seguidos partidos en California, que ganaron los Warriors con el empuje de su enloquecida afición para ponerse así 3-1 arriba y poniendo la serie muy difícil para los de Nowitzki, que sin embargo sacó pecho en el quinto partido, de nuevo en Texas, con una actuación soberbia logrando 30 puntos y 12 rebotes para ganar el partido 118-112, salvando el primer punto de partido para Golden State.
Lo que había empezado como una temporada de ensueño para los tejanos, los mejores en liga regular y con premio en forma de MVP para su mejor jugador, se había transformado en una pesadilla al llegar a la postemporada frente a un equipo escurridizo y descarado, demasiado rápido e incontenible para unos Mavericks sólidos en defensa pero desbordados por la fuerza creativa de Davis y la explosividad ofensiva de sus compañeros. Sumando a la zozobra, la ensordecedora afición de Golden State, frente a la cual los Mavericks no había conseguido ganar todavía y ante la que debían enfrentarse ahora por última vez si querían cumplir su objetivo de devolver la serie a Dallas.
Lo que sucedió en ese sexto partido de la serie es algo que perseguiría como un fantasma a Nowitzki durante los años venideros. Fue un auténtico hundimiento del mejor jugador de la liga, tanto fue así que algunas voces incluso pidieron que se le retirara el premio (algo que obviamente no sucedió puesto que el premio se otorga al mejor jugador de la liga regular con independencia de lo que suceda en playoffs). El alemán, tradicionalmente osado y rebosante de confianza, quedó reducido a un personaje irreconocible, confuso y trémulo. Los Warriors, oliendo sangre, se crecieron. Una buena actuación de los segundos espadas, principalmente Howard y Stackhouse, salvó los muebles para Dallas durante la primera mitad, llegando al final de la misma dos abajo, 50-48 para los locales.
En el tercer cuarto fue cuando todo se derrumbó. El estilo rápido y atrevido de Nelson desbordó la defensa de los Mavericks, los cuales, empeorando la situación, se quedaron sin respuestas en ataque. Al terminar ese vertiginoso cuarto la serie ya era de Golden State. 36 puntos anotaron para solo 15 de los texanos, y el último cuarto fue solo un trámite ante el júbilo de la extasiada afición californiana que veía a su equipo no solo clasificarse para playoffs por primera vez en veintitrés años sino pasar a segunda ronda eliminando ni más ni menos que a los campeones de la temporada regular.
El héroe de la noche fue Stephen Jackson con 33 puntos, de los cuales 21 desde la línea de tres puntos, fallando solo un triple esa noche. El gran derrotado, sin lugar a dudas Dirk Nowitzki, firmando el peor partido de su carrera profesional con solo dos aciertos de trece intentos, un paupérrimo 15% en tiros de campo, fallando todos y cada uno de los seis triples intentados. Al terminar el partido enfiló el túnel hacia los vestuarios sin que nadie se atreviera a interponerse en su camino. El mejor jugador del mundo, líder del mejor equipo, yéndose a casa cayendo en primera ronda. Cegado por la rabia y la impotencia, agarró una silla, o quizá una papelera, y la lanzó contra la pared afuera del vestuario visitante, dejando un agujero para la historia. Los Warriors, con la guasa que solo los vencedores pueden disfrutar, lejos de reparar el estropicio, lo dejaron ahí para la posteridad. Los muy descarados incluso colgaron una camiseta con el famoso lema «We believe» encima del mismo.
A los Warriors el regocijo les duró lo justo: en la siguiente ronda los Utah Jazz de Deron Williams y Carlos Boozer los bajaron de la nube en cinco partidos. El título ese año fue para los ya legendarios San Antonio Spurs de Tony Parker, Manu Ginóbili y Tim Duncan, que no tuvieron piedad de unos Cleveland Cavaliers que bastante hicieron con alcanzar las finales con un equipo en el que solo LeBron estaba a la altura de las circunstancias.
Los años siguientes en Golden State no fueron una continuación del huracán baloncestístico que Don Nelson dispuso esos playoffs ante Dallas. En 2008 el equipo no logró clasificarse para playoffs y Baron Davis abandonó la franquicia para irse a los Clippers de su Los Ángeles natal. La temporada siguiente fue incluso peor, terminando con un balance de 29 victorias y 53 derrotas. El verano de 2009 poco hacía pensar que las cosas iban a cambiar significativamente para los Warriors. Su elección del draft, la séptima, fue para muchos malgastada en en un joven dado a las lesiones, de aspecto enclenque y al que multitud de expertos consideraban incompetente a nivel físico para jugar en la NBA. Su nombre, Stephen Curry. El resto es historia.
Los Dallas Mavericks volvieron a caer en primera ronda los siguientes playoffs, lo cual dio con la destitución de Avery Johnson como entrenador del equipo, sustituido por Rick Carlisle. Con Jason Kidd en el equipo como segunda estrella tras Nowitzki, firmaron dos temporadas sólidas pero sin éxito en playoffs, y muchos los daban ya por un equipo destinado a quedarse sin anillo, lo suficientemente buenos como para terminar consistentemente en la mitad alta de la tabla pero sin el talento necesario como para batir a los mejores.
Hasta que llegaron los playoffs en 2011, en los que de nuevo lograron avanzar hasta las finales de la NBA batiendo por el camino a Portland Trail Blazers, Los Angeles Lakers y Oklahoma City Thunder. El rival, Miami, el mismo equipo que en 2006 cuando cayeron en la final, solo que una versión aún más temible del mismo equipo, sumando ahora a Dwayne Wade al mejor jugador del siglo XXI, LeBron James y un polivalente tercer espada como Chris Bosh. Nadie daba un duro por los Mavs pero lo lograron, en una de las finales más recordadas de la historia parcialmente por lo sorprendente del resultado pero sobre todo por lo merecido del premio para unos veteranos con mucho baloncesto: Dirk Nowitzki, Jason Kidd, Shawn Marion, Jason Terry, Tyson Chandler y José Juan Barea fueron los máximos artífices del anillo.
Se va Nowitzki, dejando un hueco esta vez no tan físico como metafórico en la liga, tras veintiún años en la NBA, todos ellos jugando en los Dallas Mavericks. Es el sexto jugador que más puntos ha anotado en la historia de la liga, el quinto en número de rebotes defensivos, el primer europeo en ganar el MVP (y el único hasta que Giannis Antetokounmpo lo lograra en 2019), catorce veces All-Star y mejor jugador de las finales en 2011.
También abandona la liga el Oracle Arena, puesto que los Golden State Warriors dejan la plomiza Oakland para irse al otro lado de la bahía, a la relumbrante San Francisco, en un movimiento que tiene tantos detractores como partidarios. El Oracle ha sido testimonio de los históricos Warriors de Stephen Curry, Klay Thompson, Draymond Green y Steve Kerr, y no ha sido solo el escenario de la ira de Dirk, lo fue también de la de LeBron en 2018, cuando sus Cavaliers estuvieron a punto de obrar el milagro de vencer el primer partido de los finales a los aparentemente imbatibles Warriors. Pero en la última posesión JR Smith, en una de las jugadas más ridículas de la historia de la NBA, lanzó el partido por la borda cuando tenía la victoria al alcance de sus dedos, al creer que su equipo estaba ganando cuando en realidad era lo contrario. Cuando LeBron llegó al vestuario le arreó un puñetazo a una pizarra, dañándose la mano para el resto de la serie y sentenciando así la derrota ante los Warriors.
El Oracle acogió además el que es indiscutiblemente el mejor concurso de mates de la historia (por impacto, repercusión y significado para la liga), el del año 2000 con Vince Carter como protagonista, otro genio del baloncesto que aún nos regalará otra temporada.
Es difícil saber qué pensó Dirk cuando volvió a ese escenario la temporada siguiente de caer eliminados y vio todavía conservado el agujero que él hizo en la pared, sumado a la burla que los anfitriones hicieron del objeto de su furia. Sí sabemos lo que piensa ahora: «Siempre me hace sonreír. Es parte de mi historia. Imagino que todos esos fracasos y chascos son parte del porqué ganamos en 2011. Me convirtieron en el jugador y la persona que soy hoy día».
Cuando los Mavericks ganaron el anillo los Warriors invitaron a Nowitzki a que firmara bajo el célebre agujero en la pared, lo cual Dirk hizo con guasa, la guasa que solo los vencedores pueden disfrutar: «Por eso firmé con una sonrisa en mi cara. Si no hubiera ganado un título, probablemente los hubiera largado a pasear».
Yo siempre he dudado sobre quien es mejor: Dirk Nowitzki o Pau Gasol, y aunque soy muy muy fan de Pau, tengo que admitir que hay algunas cosas que ha hecho Dirk, a las que Pau no ha llegado, como ser el MVP de una temporada o el jugador franquicia de un equipo ganador del anillo.
En sus enfrentamientos directos entre selecciones, Pau le ha ganado pero sin duda tenía mejores jugadores a su lado (en mi opinión Navarro ha sido el mejor 2 de Europa).