Tener la oportunidad de entrevistar a Valerie Miles (Nueva York, 1963) son buenas noticias para cualquier aficionado a la literatura. Esta americana apasionada por la lengua española es experta en casi todas las áreas de su profesión, destacando en su conocimiento sobre la vida y obra de Bolaño. En 2003 cofundó junto con Aurelio Major la revista Granta en español con el objetivo de establecer puentes entre la literatura anglosajona y la hispánica.
Nos encontramos con ella en la cafetería del Hotel Sant Felip Neri para hablar sobre la transformación del mundo literario, el oficio de traductor y el papel de Amazon en el sector editorial entre otras muchas cosas. Valerie escoge cada una de sus palabras con gran precisión, aunque no se muerde la lengua a la hora de hablar sobre temas controvertidos como los premios literarios en España o las carencias del sector editorial.
Eres editora, traductora, periodista cultural, escritora, docente, investigadora y descubridora de nuevos talentos. De todas las cosas que haces en el mundo literario, ¿con cuál disfrutas más?
Me meto en todo porque soy muy curiosa, y quiero aprender y entenderlo todo. Me acerco a la literatura como un relojero: desguazo las cosas para ver cómo funciona el mecanismo. El entendimiento pasa por la experiencia. Y así, cuando hablas con un traductor entiendes mejor su trabajo, porque tú ya lo has hecho. Y cuando hablas con un estudiante entiendes mejor sus quejas porque has sido estudiante y profesora. Para mí la vida es una larga escuela en la que uno no termina de aprender nunca. Por eso me meto en tantos líos. Pero lo que más me gusta es escribir, y es por lo que de momento menos se me conoce. Hasta ahora mi principal ocupación ha sido dar servicio a otras personas, cultivar el talento ajeno. Es importante prestar servicio a las cosas que te importan, embellece el entorno y te da cierta autoridad moral. Has estado allí.
O sea, que tendremos libro tuyo próximamente.
Estoy en ello. Será el segundo. En el primero me escondí tras mi máscara de periodista, porque son conversaciones y es una antología. Pero era un primer paso.
¿Va a ser ficción o no ficción?
Miro la vida como una experiencia y un arte. Cómo construyes tu vida es un arte y quizás por eso mi vida es un poco extraña. Siempre he pensado en hacer muchas cosas y luego escribir sobre ellas, pero la memoria es gamberra y la imaginación fiera. Mi tendencia natural es hacia el ensayo y el reportaje, pero a raíz de algunas lecturas empiezo a jugar un poquito y me permito más imaginación. Me está gustando, me está llamando.
Has pasado como directora literaria por bastantes editoriales y el nexo común con casi todas es que publicaban Granta en español. ¿Qué tiene esta revista que va siempre contigo?
Mucho corazón metido y encaja en esta idea de servicio. Vi que en España faltaba algo como Granta, una salida al exterior de la literatura en la época post-boom, un lugar de experimentación. Hubo una generación de escritores que pasaron muy desapercibidos internacionalmente y es más fácil dar salida en este formato que en un libro entero. Granta nace de querer devolver a la «anglosajonía» lo que yo estaba descubriendo como una expatriada aquí y crear un diálogo de la imaginación. Y este diálogo entre lenguas y literaturas pretende dar oportunidad a una polinización cruzada. Hoy nos imaginamos qué hubiera pasado si Cervantes y Shakespeare hubiesen sido amigos. Es importante, como sabía perfectamente Goethe, quien cuando tenía sesenta años leyó la poesía de Hafiz y se sintió rejuvenecido y estimulado por cómo la nueva literatura del siglo XIV podía incidir en su concepción del mundo. Pero, como todas las cosas buenas, ha sido un poco complicado porque implica la creación de un espacio nuevo.
Granta aparece en España en 2003. ¿Cómo ha evolucionado desde entonces?
Pues como la vida misma: con puntos álgidos y otros bajos, pero nunca aburrida. Con los últimos cuatro números, que estamos distribuyendo con Galaxia Gutenberg, exploramos nuevos senderos creativos. Hasta entonces formábamos parte de grandes grupos, donde siempre te topas con intereses cruzados. La libertad de ser indie permite no solo una selección más pura referente a tu criterio personal, sino también creativa. Granta necesita espacio para experimentar. La misión es intentar descubrir nuevas voces, pero con un marco de la obra de escritores consagrados como ejemplo de excelencia. Jugamos entre estos registros. Pero también concibo a Granta como un reflejo de la imaginación actual. Una antena. Lo que tiene la ficción por encima de la no ficción es, como dice Walter Benjamin, que la imaginación es la verdadera raíz actual, como un espejo deformante y profético que proyecta hacia el futuro. En este sotto voce, este rizoma, surge la imagen literaria, como cuando miras una mancha en la pared mucho tiempo y de repente ves una cara. Para descubrir lo que hay ahí solo sirve la imaginación. Granta quiere ser esta imagen de la actualidad que surge a través de la imaginación. Para hacerlo intento innovar conceptualmente lo que es una revista literaria. Cada número funciona como una caja china, tiene juegos, es una lectura total. No es simplemente una serie de lecturas en las que entras y sales. Lo puedes hacer perfectamente si es lo que quieres, pero también permite seguir un juego, estructuras escondidas. Surge de la complicidad con el lector. Cada número es una exploración.
¿Cómo fue ese momento en que decides tirar adelante con la publicación de Granta en español?
No fue una decisión fácil. Hubo dudas, evidentemente. Me preguntaba, ¿para qué me voy a complicar la vida con eso? Pero el impulso original fue del escritor Richard Ford, quien tiene una relación muy larga con la revista inglesa y me puso en contacto con el dueño de entonces, Rea Hederman, quien también es el dueño del New York Review of Books. Luego llegó Aurelio Major y tiramos adelante. Ahora está funcionando como nunca y llevamos más de una década y diecinueve números. Ha habido mucha gente en esta última etapa que nos ha apoyado, como la Fundación Aquae, Galaxia Gutenberg, los traductores de la Pompeu Fabra, un montón de lectores, críticos, editores, traductores, agentes, ferias. El impacto se ve, está ahí.
La revista Granta siempre ha mostrado su capacidad para detectar nuevas tendencias narrativas. ¿Qué se vislumbra en el horizonte?
Es interesante porque hay un auge de la literatura experimental, conceptual, una vuelta a las vanguardias del siglo XX. Todo esto gracias a Bolaño y a Enrique Vila-Matas, entre otros escritores que están abriendo esta línea. Y la ciencia ficción está volviendo, creo que a corto plazo tendremos a muchos escritores jugando con este género. ¿Qué puedes imaginar que no sea ya verdad? ¿Un mundo de robots? ¡Pero si ya no pertenece al mundo de la imaginación! Es difícil representar estos cambios de las nuevas tecnologías narrativamente. Un libro construido a base de e-mails es un coñazo, aunque Nir Baram lo hace de una forma intrépida en su novela La sombra del mundo. Pero solo en una sección, no la novela entera. Si estás en un tren y todo el mundo está mirando sus teléfonos, ¿qué cuentas? Es algo un poco circense. Aunque Lina Meruane escribió un cuento sobre la idea de que es el mejor momento para matar a alguien porque nadie está haciendo caso. Ahora juntar a dos personas que hagan algo que no tenga que ver con sus móviles suena a ciencia ficción [risas]. Ahora hay más fragmentación, gracias a Twitter el aforismo ha vuelto. Pero lo que no saben los jóvenes es que esa forma es más vieja que Heráclito. Todo vuelve.
¿Por qué dices que Vila-Matas experimenta?
En su última novela, Kassel no invita a la lógica, da una vuelta de tuerca acerca de lo que es ficción y lo que no lo es. Vila-Matas escribe una novela sobre un tal Enrique que viaja a Kassel. Sabemos que Enrique Vila-Matas escritor ha viajado a Kassel bajo circunstancias similares, pero Enrique protagonista es una criatura de ficción. Pero dentro de la novela, tenemos parte de ensayo sobre las instalaciones, aunque no sabemos si son las que Vila-Matas escritor ha visitado. O si se está tomando libertades cuando las describe. ¿Existían en el Kassel de verdad o solo en este Kassel de ficción? Enrique luego adopta heterónimos y escribe en la voz de otros personajes, desdoblándose y creando una especie de mise en abyme. En su cabaña de Wittgenstein, que es su habitación de hotel, se dedica a pensar. Y, debajo del texto, dibuja estructuras que vemos en nuestra mente cuando leemos.
Entonces no hay nada de experimentar con la forma, como el OuLipo.
Enrique es muy de la escuela de OuLipo, un patafísico total, piensa en Marienbad eléctrico. Enrique es pura ironía y juego. Vivimos en una época vertiginosa, y cuesta entender lo que está pasando, el tiempo se ha acelerado. Y el arte no es para seguir un sendero que ya conoces sino para explorar. Pero esta sensación de dicha que uno tiene leyendo a Vila-Matas tiene un punto patafísico.
Eso rompe con la literatura de entretenimiento. Tú trabajas en la forma y lo que haces es dificultar un poco al lector esa trama seductora.
Sí, pero no debería dificultarla. En manos de un buen escritor no tiene por qué ser oneroso, pero en un escritor menor con ínfulas sí sucede. Un buen escritor explora, no imita. O roba directamente, pero no imita. Y debe seducir siempre, creo yo.
Antes has mencionado la ciencia ficción. ¿Crees que este auge se debe no solo a que sea un tema actual sino también a que se está empezando a tomar más en serio el género?
Sí, y creo que también es una equivocación por parte del mundo de la ciencia ficción, editores que vieron el corto plazo y dejaron caer el género en puro pulp. Yo soy lectora de ciencia ficción desde siempre. Ursula Le Guin es una de las grandes escritoras, y no solo de ciencia ficción, es de las grandes. Y punto. Luego están Ballard y Philip K. Dick, que son los outsiders de su época y que ahora se leen más que cuando estaban vivos. Bolaño leía a estos, y a Robert Silverberg, James Tiptree, Jr., seudónimo de Alice Sheldon, Fritz Lieber.
En sentido contrario, lees Plataforma de Houellebecq y es ciencia ficción, pero lo publica Anagrama. Por lo tanto no es ciencia ficción.
Exactamente. Tenemos todavía muchos prejuicios. Doy un taller de lectura y siempre empiezo con un ensayo de Virginia Woolf. Se llama ¿Cómo hay que leer un libro? En él dice que lo más importante es limpiar tu cabeza de todos los prejuicios, porque si tienes una idea preconcebida solo lees para reforzarla y flaco favor nos hacemos como lectores, porque perdemos frescura y la oportunidad de apreciar algo nuevo. ¡Y cuánta gente hace eso! Para empezar, muchos editores que conozco. Conocí a Houellebecq porque pasé unas horas con él cuando su vuelo a Sao Paulo tuvo una parada en Madrid camino a París. Estaba trabajando en Alfaguara y me tocó atenderle. Paseamos un domingo de madrugada en pleno invierno por las calles congeladas de la ciudad en coche. Justo cuando estaban saliendo algunos mañaneros mezclándose con los que aún estaban de juerga. No me dejaba abrir la ventana por el frío y estuvo todo el tiempo fumando un cigarrillo tras otro, recuperando las horas que pasó y que iba a volver a pasar sin fumar en el avión. Dos horas en este mundo houellebecquiano. Terminé de color verde marciano.
Se suele decir que ya no se escribe como antes. ¿Pecamos de paternalismo respecto a esas jóvenes promesas o hay parte de verdad?
Se mezclan varias cosas. El mercado impera ahora y eso ha cambiado todo, ha influido en la figura del autor. Antiguamente un escritor no era una celebridad, hoy en día tiene que salir a la calle, hacer bolos, firmar sus libros. Por otra parte los jóvenes normalmente no pueden escribir tan bien como los mayores porque necesitan tiempo para vivir y práctica. Malcolm Gladwell dice que cualquier persona necesita diez mil horas para ser un experto en lo que hace. Un veinteañero no tiene diez mil horas a sus espaldas. Pero una vez me dijo John Updike en una entrevista: «Yo sé que a pesar de tener cuarenta novelas publicadas, en cualquier momento puede aparecer un escritor de veinte años que me deje en segundo lugar». Cualquier escritor tiene que saberlo. Hay buenos escritores porque tienen diez mil horas y luego hay genios. García Márquez escribió Cien años de soledad a los treinta y tantos años, Vargas Llosa escribió La ciudad y los perros a los veinte años y Conversación en la catedral a los treinta y pocos. No sé si logró mejorarlo, es discutible. Por otra parte, mi experiencia me ha convencido de que si el aparato dice cien mil veces que alguien es un buen escritor, los no lectores terminan con el prejuicio de que es un buen escritor. Y entonces se enseña en el colegio.
¿Para cuándo una nueva selección de jóvenes autores en castellano?
Se supone que en 2020.
¿2020?
Sí, porque lo que hace de esta lista de Granta algo tan importante es que solo viene una vez cada generación y la otra salió en 2010. Si lo hacemos antes, no descubrimos a una nueva generación, sino que se convierte en simplemente otra lista más. Pero para que la lista salga en 2020, tenemos que empezar en 2018, con lo cual tampoco queda tan lejos. Pero seguimos descubriendo nuevas voces en cada número, por ejemplo en Outsider tenemos a dos jóvenes escritoras; Paloma Robles, una joven española que vive en China, muy apartada del sector por geografía. Y la otra es Pilar Cebrián, y gracias a lo que escribió en Granta, que era la primera vez que escribió algo que no es puramente periodismo, ya tiene un contrato para un libro.
Y de la anterior selección, sin necesidad de decir nombres por no herir sensibilidades, ¿crees que en general acertasteis con vuestra apuesta?
En el nuevo sitio web de Granta tenemos una sección que se llama «Oddly» donde hablaremos de muchas cosas e invitaremos a escritores a colaborar. Próximamente haremos una reflexión allí a cinco años vista de esta selección. Ya estamos preparándolo con Aurelio, el codirector, porque tenemos una conferencia en Nueva York en mayo donde van a presentar un estudio de investigación sobre la lista y su impacto internacional. Era la primera vez que hacíamos una lista así y cualquier inauguración sirve para aprender. Creo que escogimos bien el jurado en el sentido de contar con miembros extraterritoriales para evitar cruces de intereses. Tuvimos a la inglesa Isabel Hilton, que era una corresponsal en Latinoamérica y conocedora de la literatura pero sin vínculos; Edgardo Cozarinsky, un argentino que vive en París; Francisco Goldman, estadounidense de origen guatemalteco con muchos vínculos con México; Mercedes Monmany, una crítica catalana casada con un gallego que vive en Madrid… todo era para evitar cualquier tipo de lobby. Y creo que eso funcionó bien. Cualquier lista es siempre polémica. Hay buenos escritores ahí, escritores que están saliendo adelante, que han conseguido importantes contratos y traducciones. Otros van más lentamente, todos tienen su ritmo. Queríamos hacer una radiografía de la actualidad: dónde está la nueva escritura, cuáles son los movimientos, las tendencias. Cuando vimos que estaban saliendo muchos de España y Argentina, que no había paridad, llamamos a Sigrid Rausing, la dueña de la revista inglesa para comentarlo. Ella nos dijo «Be brave. Te van a llover críticas de todas maneras. Que lluevan por honestidad». Ahora este grupo de investigación de la Santo Tomás de Colombia presenta el resultado de su investigación en Nueva York sobre su impacto, porque se ha leído mucho, sobre todo en Estados Unidos e Inglaterra. Me gusta pensar que hemos ayudado a reforzar la idea entre lectores y editores extranjeros de que en este idioma están pasando cosas interesantes y no sabemos qué.
En 2014 el total de libros traducidos del español en Estados Unidos fue de sesenta y siete. ¿Es cierto que Estados Unidos bosteza con las novelas extranjeras?
Di una conferencia en Estados Unidos el año pasado en el King Juan Carlos Center gracias a la Spain USA Foundation y Acción Cultural Española. Juntamos a muchos directores de revistas y periódicos —Willing Davison de The New Yorker, Lorin Stein de The Paris Review, Larry Rohter de The New York Times y Edwin Frank de The New York Review of Books— y todos coincidían en que se está empezando a publicar algo más de traducciones del español. De hecho, el número en 2015 fue de ochenta y en lo que llevamos de año ya estamos en casi cuarenta. Hace poco en el New Yorker publicaron un cuento del chileno Alejandro Zambra, que es un escritor de la lista, y el otro chileno de la lista, Carlos Labbé, dio una gran gira por Estados Unidos. Andrés Neuman estuvo recientemente también de gira y ha tenido varios libros publicados recientemente en inglés, de hecho escribí un perfil de él para el New York Times. Pola Oloixarac y Samanta Schweblin sacan libros este año en Estados Unidos, también. Patricio Pron publicó su novela en Knopf. En esa conferencia estuvieron varios de los editores más prestigiosos que traducen del español, como Barbara Epler de New Directions y Jonathan Galassi de Farrar Straus & Giroux, o Chad Post de Open Letter, hablando de sus catálogos, llenos de autores hispanohablantes. Aira, Chirbes, Castellanos Moya, Pizarnik en New Directions, los dos publican a Bolaño, Farrar publica a Vargas Llosa, etc.
El NYT acaba de estrenar su web en español. ¿Eso es una señal de que detrás va a venir la literatura?
Es una señal de que detrás está Slim con su 18 %. Pero también date cuenta de que en las presidenciales dos de los candidatos republicanos son de origen español. Jeb Bush está casado con una mujer de origen cubano. Todo Hollywood quiere trabajar con Iñárritu. El NYT sabe que tiene que estar ahí o pierde su dominio. La edición de libros tarda más, tiene que pasar por el ciclo de traducción, edición. Pero sí se está notando. De hecho, justo anteayer a las tres de la madrugada di una charla por Skype sobre la obra de Enrique Vilas-Matas a un grupo de lectores en San Francisco. Había muchísima gente, todos entregados a la charla y con ejemplares comprados y leídos. Todos querían saber qué otros autores deberían leer.
¿Quién descubrió a Bolaño y cómo?
A raíz de un comentario por parte de Francisco Goldman a Barbara Epler, y después el soplo de Susan Sontag acerca de Nocturno de Chile. Pedí a Barbara que escribiera un ensayo acerca de todo esto para el catálogo de la exposición del CCCB (Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona) y ahí lo tienes. Después, Lorin Stein, que ahora dirige The Paris Review pero entonces era un editor en FSG, supo más de él por una visita a Barcelona y compró los derechos de Los detectives salvajes. La combinación era perfecta, porque New Directions tiene el catálogo más prestigioso de EE. UU., es inerrable. El hecho de que Bolaño saliese primero allí ya le dio el sello de calidad indiscutible. Y con Los detectives salvajes, como tiene un espíritu tan beat, dio con el aparato de marketing de FSG y con el público lector joven rebelde pero exigente.
Comisionaste la exposición de Bolaño en el CCCB. ¿Qué acogida tuvo?
Traer la exposición al CCCB fue idea mía. Llevaba tiempo ayudando a Carolina López a evaluar el material del archivo y conforme iba leyendo me di cuenta de que faltaba una idea de lectura de la obra de Bolaño desde la cronología creativa y no de publicación, porque él estuvo escribiendo durante muchos años como un puro outsider sin que nadie le hiciera caso. La publicación de sus novelas no seguía el orden de creación. Empecé a organizarlo y vimos que era interesante. Mucho estaba escrito a mano, así que nadie puede decir que era una trampa de Carolina, no puede haber duda de la autoría. ¿Qué lector de Bolaño no quiere leer algo suyo que no estaba publicado? Las críticas probablemente se dan por razones extraliterarias. La exposición salió de ese espíritu. Y se pudieron ver los originales de algunos inéditos, algunos cuentos, poemas y la novela El espíritu de la ciencia ficción en los tres cuadernos. Se cumplían diez años de su muerte y Carolina tenía muchas ganas de marcar ese hito y celebrarlo con sus hijos y los lectores.
«Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito». ¿Es Bolaño el último perro romántico?
Sí, sus narradores follan mucho. En Los detectives salvajes García Madero dice que tiene quince orgasmos en una noche, algo totalmente exagerado. Pero la idea de la corporalidad del éxtasis, de lo sublime, está allí en su ADN. Eros y Tánatos. Es una parte aterradora y a menudo también gamberra.
Escritor nacido en Chile que escribió sobre México desde España. ¿De qué forma esta plurinacionalidad ha influido en generaciones posteriores?
Abrió un portal para las nuevas generaciones de hoy, tan internacionales. Están los exilios a México y Argentina de la guerra civil española, y luego París. Pero Bolaño es un escritor chileno que escribió sobre México viviendo en España, y su autoridad para hacerlo venía simplemente porque le daba la gana hacerlo. Actuó con plena libertad. Y ha demostrado que se puede. Y a veces es lo que falta; que alguien se atreva primero. Y esta extraterritorialidad es lo que también le da garra a su obra. Y además dice que hay una novela transterritorial posible en español, y eso es muy interesante y liberador.
Andrew Wylie es tu agente y lo has entrevistado. ¿Será el último agente literario con poder tras la irrupción de Amazon, Apple y Google en el mundo editorial?
Otra persona de origen hispano en Estados Unidos que tiene mucho poder es Jeff Bezos. Es de origen cubano. Con lo cual Amazon también es de origen hispano. [Risas] La postura de la agencia no la sé, no me compete saberlo, soy una representada y si algo tengo muy claro es que yo nunca querría trabajar como una agente. Perdería mi libertad para escribir, editar y traducir que tantos años he cultivado. Pero la agencia Wylie funciona como esta tercera pata en la conglomeración del sector editorial. El eje que faltaba. Las editoriales ahora se han conglomerado en megagrupos como Penguin-Random House o Planeta para hacer frente a las políticas tan agresivas del distribuidor monstruoso que es Amazon. Hacía falta una agencia que pudiera representar los derechos del autor frente a los grupos con una posición de poder. Es como una pelea de titanes. Y defendiendo los derechos del escritor frente a los grandes se ayuda a todos los demás en la cadena: las agencias más pequeñas, los escritores, los traductores. Es una verdad incómoda pero la realidad es compleja.
Con la muerte de Balcells, Vallcorba, Toni López Lamadrid y el retiro de Herralde, ¿el sector editorial se queda huérfano o se abren oportunidades?
No queda huérfano, pero coincide con un cambio de paradigma y a muchos nos da mucha tristeza porque vivimos años gloriosos con ellos. Son grandes profesionales que han estado trabajando y forjando un sector cuando no había nada. Llevo muchos años en España y no sé qué sería de mi vida lectora sin Toni López Lamadrid, Herralde, De Moura y Vallcorba. Habrán acertado y habrán cometido errores, como todos nosotros. Seguro que existen algunas coles entre las lechugas de sus catálogos, pero lo que queda es todo lo que han construido. Aunque tampoco quiere decir que quedemos huérfanos, quiere decir que ahora viene una nueva generación. Hay varias editoriales jóvenes por ejemplo, Errata Naturae o Malpaso, Impedimenta, Alpha Decay, Blackie, Pálido Fuego. Hacen cosas muy sui generis, no copian a nadie, y además publican obra nueva. Está caduco este modelo de las editoriales que sacan solo clásicos. Qué fácil. Y también trabajar solo traducción: vas a Frankfurt, ves las tres editoriales cuyos catálogos quieres copiar y te dedicas a cherry-picking, como decimos en inglés. No estás jugando con nada, no descubres desde el punto cero de la creación y el misterio y el rigor y el ojo de ver lo bueno de los escritores de aquí con obra nueva. Los jóvenes editores deberían estar trabajando eso. Periférica lo hace, y Malpaso también, ya que editan por ejemplo a Eduardo Lago entre otros.
Errata Naturae lo mismo te saca a Whitman que algo sobre Juego de tronos hecho aquí.
Exacto. Cuando el sector editorial no apoya lo que se escribe aquí, no está haciendo su trabajo. Tiene que apoyar a su propio ambiente. Como siempre ha hecho, por ejemplo, Tusquets, Alfaguara, Anagrama o Destino.
Comentas que ahora se abren oportunidades, pero ¿crees que hay espacio para algún gran nombre?
Estas figuras de la generación de los mayores que comentamos son difíciles de encontrar. Ellos tenían un gusto refinado y a la vez un conocimiento del negocio. Empezaron en una época en la que había mucho campo abierto, justo a finales del franquismo y el inicio de la Transición. Había mucho que hacer. Ahora es mucho más difícil, el mercado es más maduro, los lectores más cínicos y los competidores unos titanes. Creo en lo que dice Nietzsche sobre las modas, hay que estar conscientemente fuera de ellas y no encasillar a la literatura en el contexto de una moda pasajera. En este caso los editores van a tener que volver a ser más él o ella, individuos con una mirada muy propia y particular y quizás mejor que obren desde la periferia. Tenemos figuras así, como Julián Rodríguez Marcos, justamente de Periférica que edita desde Cáceres. Antes se tenía que estar en Barcelona o en Madrid, pero ahora ya no. Esto abre el campo. Pálido Fuego está en Malaga, Tropo en Huesca.
Dices que el negocio editorial no es cualquier negocio. Desde el punto visto endogámico te doy la razón…
No es cualquier negocio, no. Y la endogamia cría lo que sabemos que cría. Pero ¿los bancos y los intereses del dinero no son endogámicos? El funcionamiento del sector editorial es complicado. ¿Dónde está el negocio? Publicas un libro y los minoristas te lo pueden devolver si no les gusta y no se vende. Es insólito. Se ha intentado reorganizar el sector estos años con cambios de distribución, nuevos canales, como el digital. De momento no está funcionando muy bien en España porque no hay liderazgo. Es nulo. Y tampoco ganas de trabajar como una unidad para empujar legislación en contra de la piratería, por ejemplo. Pero en otros países, como Estados Unidos, va bien. New Directions ha tenido en estos tres años los mejores años de su historia.
Para Amazon sí.
Sí, pero no tanto por los libros, porque si sabes que los libros solo son un 5 % de su facturación, empiezas a darte cuenta de que los de Amazon son muy salados.
Ahora van a montar cuatrocientas librerías.
Efectivamente. Primero matas a los pequeños negocios y después entra ¡Walmart! Lo que pasa es que han entrado por el libro porque da prestigio, es marketing que lava la imagen de la bestia. Ahora ves Amazon y no lo ves igual que Walmart, pero siguen siendo tiendas de chinos. Venden más calcetines que libros. Estoy a favor de que vendan libros y que abran tiendas, pero funciona como un virus, mata todo lo que tiene alrededor. Ya veremos el efecto en unos años. Pero no soy de las que encuentra que el mercado tiene razón. Creo, como Steve Jobs, que los expertos deberían tener visión de futuro a largo plazo.
¿Ha dinamizado el sector?
Lo ha cambiado, pero no sé si a mejor. No hay respuesta todavía, hay que ver. Lo que hay es mucho ruido, eso sí. Recibí en mi buzón un boletín de Amazon con el artículo más vendido del Washington Post, y respondí a Amazon diciendo que nunca les había pedido que me mandaran información de su artículo más vendido y pedí que me dieran de baja porque «si tú eres un vendedor de calcetines, ¿cómo distingues entre el calcetín y la noticia?». Quizás me interesa saber qué calcetín vende más, pero no me interesa su opinión sobre qué información debería leer, tengo criterio propio. Les mandé ese mismo mensaje tres veces hasta que finalmente se dieron por aludidos y me dieron de baja del boletín. ¿Están dinamizando o te están tratando como a una niña cuyo padre le insiste en que tiene que comer sus guisantes? Quizá son los guisantes más vendidos porque ellos envían este boletín a todo el mundo sin pedir permiso pero tienen metadatos diciendo que es el boletín más «vendido». Entonces se convierte en una trampa. Y creo que este es el modelo de sus librerías.
¿Qué opinas de los pequeños emprendedores que arriesgan en estos tiempos montando una librería?
Todos mis respetos y yo les apoyo todo lo que puedo. La gente necesita salir y verse y compartir cosas reales. La literatura seguirá atrayendo, asombrando y encandilando al público lector. No creo que esto se haya terminado. Durante años los editores decidían que en las presentaciones de libros el público no quería escuchar a un escritor leer su narrativa. A los poetas quizás sí, pero no a los novelistas. Quieren escucharle hablar de la obra, pero no leerla. Pues ahora en el Pipa Club se organiza Albor algunos viernes por la noche y se llena de gente que viene a escuchar a los escritores leer. Volvemos a la idea de los prejuicios. Como en el pasado parecía que no funcionaba, creemos que nunca funcionará. Es un «post hoc ergo propter hoc», una falacia lógica de pensar porque esto pasó una vez, entonces siempre pasará, sin mirar los detalles y los factores. A veces hace falta que venga una persona de fuera de la tradición para cambiar los prejuicios.
La querida y odiada Sargento Margaret decía que hay un grupo de autores a la vez que críticos que, a causa de lo poco que venden, han renunciado (por natural supervivencia) a considerar el mercado como un criterio de valoración; ¿compartes su análisis?
Sí y no. Y fui fiel lectora de la Sargento. No soy antimercado en absoluto, pero no creo que la literatura sea solo entretenimiento o solo arte. Es ambas cosas, pero solo de vez en cuando logra ser las dos a la vez. Pero nos confundimos muchas veces interesadamente, porque una editorial que tiene una estructura que mantener tiene que vender más y más y te vende un guisante diciendo que es caviar. Se da gato por liebre. Si es literatura de entretenimiento, entonces el mercado es el mejor validador y barra de medir de éxito. Si es arte, entonces tiene otras intenciones y el mercado no puede medir su valor, especialmente porque suele adelantar a su tiempo y el mercado necesita golpes inmediatos. Herman Melville en vida quizá vendió mil ejemplares de Moby Dick y murió fracasado, buscó otro trabajo y dejó de escribir. Tardó dos generaciones en ser redescubierto y, ¿cuántos millones y millones se han vendido desde entonces? Melville a mí me cambió la vida y es una novela que releo cada primavera. Lo supremo son escritores que tienen la ambición del arte pero logran tocar alguna cuerda entre los grandes públicos.
¿Qué piensas de los premios literarios como el Planeta o el Herralde?
Me parece que la forma del Premio Planeta es algo dejado de la época franquista cuando el Gobierno enseñaba que era recomendable organizar una farsa y obligar a todos los demás a tomar partido silente. Es una pena que una editorial con tantos escritores de primer nivel no haya sabido aún renovarse en este sentido. Todo el mundo sabe que el acto del jurado deliberando durante la cena es una farsa, y la organización involucra a todos los que están allí a tomar partido en ello. Me parece muy bien que tengan un premio, y que lo den a sus autores, gastan mucho dinero en ellos y tienen todo el derecho del mundo de intentar recuperar esta inversión. El hecho de que haya un Premio Planeta es muy bueno para el sector. Pero el público ya no es tan idiota y no se puede ser tan cínico. Desde el punto de vista de alguien que viene de fuera, no se entiende fuera del contexto histórico español. Que hagan la cena, que anuncien su premio, que haya glamour y gente conocida; pero este paripé del jurado deliberando me parece un error de estética. En cambio, hay premios muy importantes y loables, como el premio Herralde, el Tusquets, el Alfaguara, el Formentor. Richard Ford hablaba de eso en la Casa Fuster el otro día, de lo importante que es para un escritor este tipo de reconocimiento, sobre todo cuando se es joven. Hasta que escribió El periodista deportivo no tenía mucho público y estaba a punto de tirar la toalla. No fue hasta el famoso número de Granta sobre los «realistas sucios» que puso de moda a su generación que empezó a tomarse en serio como escritor y dio una base sólida que luego ayudó con la salida de El periodista deportivo. El marketing es importante y el mercado también. Dice a un escritor que tiene lectores. Los premios son una buena oportunidad de ganar espacio y reconocimiento imprescindibles.
Actualmente las editoriales toman como criterio importante a la hora de publicar a nuevos autores que ya tengan una comunidad de lectores. ¿Esta tendencia ha venido para quedarse?
Creo que sí, es una tendencia que ya empezó en otras partes del mundo y una barra de medir de mercado. Así una editorial sin editores no tiene que arriesgarse. Ya saben lo que la gente quiere leer y fabrican libros e historias según estas pautas. Es perfectamente legítimo, es la búsqueda de la celebridad. Pero también es confundir a un escritor con un cantante, un político, un actor. Al ser lectora de Nietzsche, desconfío de las modas literarias y la celebridad como valor en sí. Soy curiosa, quiero descubrir, tengo criterio propio para leer algo totalmente desconocido y saber si tiene o no valor.
¿Crees que entre estos autores autopublicados y superventas de Amazon puede salir un futuro Muñoz Molina o Javier Marías?
Puede ser. Decir que no sería imprudente porque siempre hay una excepción que hace la regla. Es adecuado para un escritor de entretenimiento, que quiere éxito, pero un escritor o escritora literaria acostumbra a tener otra manera de obrar. Son más cercanos a las editoriales porque pasan su tiempo en la universidad, en las bibliotecas, en una comunidad que asiste a las presentaciones de libros y actos editoriales como los que organizamos en Granta. Lo suyo no es puro argumento, sino la forma en que lo cuentan y la conversación con la tradición.
Como directora editorial has publicado obras de importantes autores como Kawabata, Cheever, John Banville o Joyce Carol Oates entre muchos otros. ¿Qué autor te sientes más orgullosa de haber acercado a los lectores españoles?
Cheever. Para mí sigue siendo uno de los hitos. Publicar a Cheever fue una responsabilidad enorme. Yo tenía un profesor en la universidad que invocaba el nombre Cheever en cada clase y se le iluminaba la cara. Y años después, ahí estaba yo, publicándolo en España. Y el público lector reaccionaba. Luego vi que Bolaño tenía estos libros de Cheever en su biblioteca. Y han sido influyentes en una generación de escritores en español… así que algo he hecho bien.
Si echamos un vistazo a todos esos escritores en ciernes que se publican de una u otra forma, podemos pensar que actualmente tenemos más escritores que lectores. ¿Hasta qué punto crees que esto puede ser bueno para la literatura?
Volviendo al ensayo de Virginia Woolf, dice que si quieres entender lo que diferencia a un buen escritor de un escribidor, inténtalo tú y verás. Verás que el resultado de tu ejercicio probablemente no se confundiría con una obra de Henry James, por ejemplo. Un amigo dice que una persona que no lee y envía un manuscrito a una editorial es el equivalente de una persona que canta en la ducha y se presenta como solista en La Scala. La gente tiene respeto a La Scala, pero por algún motivo piensan que los editores son una pandilla de esnobs. Yo respondo a los que quieren publicar en Granta: ¿has asistido a alguno de nuestros eventos? ¿Has apoyado a la revista con la compra de un ejemplar? ¿Una suscripción? ¿Conoces el estilo de la revista? ¿Cuál de los números te ha gustado más y dónde encaja tu estilo en la revista? Hoy en día no sobra tiempo. Y si dispongo de un momento para leer, quiero acertar. La autoedición ha realzado el valor de una buena marca y sello de calidad.
¿A qué autor hispanoamericano desconocido te gustaría publicar en España?
Hay una escritora boliviana, Liliana Colanzi, que apunta maneras. Tiene un libro de cuentos, Vacaciones permanentes. Me gusta mucho la historietista Power Paola. O Camilo Hoyos, un colombiano que ha escrito su tesis sobre Cortázar. Hay un escritor peruano de Iquitos que descubrí porque era un alumno mío en la Pompeu, Julio Durán.
¿Estamos en un gran momento para la literatura latinoamericana en el mundo?
Sí, a pesar de que algunas personas lo niegan. Hasta hace relativamente poco todo latinoamericano que se preciara tenía que publicar en España primero, y esto se está terminando por la crisis editorial española. Es malo para España porque su descuido de la cultura le hace perder su hegemonía, pero es bueno para la literatura en español. En México están experimentando mucho con una vuelta a las vanguardias y al OuLipo en Bellatín o Alvaro Enrigue. También está Tedi López Mills, una de las grandes poetas de la actualidad. Hace poco una revista norteamericana me pidió editar un número especial dedicado a Perú y escribí un ensayo sobre lo que encontré leyendo. Tradujeron el ensayo al italiano para una revista literaria de Roma, lo que demuestra que también hay interés en Europa hacia la literatura en español. Leí a Enrique Prochazka, un escritor peruano que vive en Noruega, fuera del circuito normal, que conocí gracias a la feria del libro de Bogotá. Pero también descubrí a Claudia Salazar o Patricia de Souza. Hay muchos escritores peruanos expatriados: Claudia vive en Nueva York, Patricia en Francia, Iwasaki en Sevilla o Carlos Yushimito en Providence.
Has traducido al inglés a Vila-Matas y también a Milena Busquets. ¿Cómo influyó tu traducción de También esto pasará en la Feria de Fráncfort?
No lo sé, pero los derechos al inglés en Estados Unidos se vendieron en la feria por más de medio millón de dólares. Así que algo bueno tenía. [Risas] También he traducido Norte para la Universidad de Chicago, y sale en septiembre. Pero es más una recreación que trabajamos juntos, porque está ambientada en EE. UU. y eso traía sus dificultades. Para la traducción de Milena Busquets tuve poco tiempo porque querían llegar a la Feria de Fráncfort con una traducción y quedaban diez días. La novela tiene un estilo muy oral y esta forma de hablar la conozco muy bien porque vivo aquí y conozco a Milena desde hace muchísimos años. Era en septiembre y aún hacía mucho calor, terminé con una ampolla en el codo. Mi relación con el texto fue febril por la falta de sueño y esta urgencia se transmitió a la traducción.
Así que lo que se va a publicar en Estados Unidos es tu traducción.
Sí. La traducción fue un encargo de la agencia Soler-Pont, pero después los editores que leyeron la traducción querían comprarla tal cual, sin que la tocara demasiado porque es la que el equipo editorial había leído. A mí me encanta traducir, me ayuda a mantener mi inglés a raya y es un buen oficio para un escritor. Javier Marías siempre habla de lo importante que ha sido para él ser traductor para ser escritor. Me encantó trabajar Porque ella no lo pidió con Enrique Vila-Matas, porque fue un gran desafío afinar este tono suyo tan sutil e irónico. Es difícil trasladar ese toque travieso al inglés sin caer en un tono de parodia. Además, como esparce citas de otros escritores en sus textos, nunca terminas de saber si son exactas o no, a veces son trampas, otras, pura diversión, juega con espacios intertextuales y hay que seguir todo eso con esmero. Ahora estoy traduciendo Crematorio de Rafael Chirbes para New Directions. ¡Ojalá hicieran una serie de televisión norteamericana basada en ella!
Dicen que algunos textos no se pueden valorar correctamente si no se leen en la lengua en que fueron escritos. ¿Esto es así? ¿Por qué?
Una traducción siempre es —no quiero decir una traición porque me aburre y lo cita todo el mundo— pero es una imitación, la recreación de un objeto, no el objeto original. Por eso un traductor de una obra literaria está considerado un coautor. En mi clase en la Pompeu doy a leer a los traductores incipientes textos de Schleiermacher o Nietzsche, traducciones de La gaya ciencia y de Más allá del bien y del mal, Walter Benjamin, Aurelio Major, Eliot Weinberger, Lawrence Venuti, Gregory Rabassa y George Steiner. Y una de las preguntas que se discute es acerca del movimiento pendular de una traducción: debería acercar el lector al autor o el autor al lector. ¿Interpretas para un público lector americano para que puedan disfrutar y entender la obra del escritor, u obligas al público lector a entenderla tal como es, con toda su extrañeza cultural? Hay que encontrar un equilibrio entre una cosa y la otra y cada libro es un mundo. Suelo hablar con el editor y con el autor primero para saber cuáles son sus expectativas y, en función de eso, puedo querer o no hacer el trabajo. En el caso de Enrique intentaba ser lo más fiel posible al original. Edmundo tiene la idea —y la disciplina— de siempre querer perfeccionar un texto. Y en el caso de Norte, como decía, al estar ambientada en EE. UU. teníamos que ajustar diálogos a cómo hablan los americanos de verdad, a lo largo del tiempo y en la región del sur americano. También unas cartas escritas en un inglés macarrónico de un mexicano asesino en serie. Hemos trabajado mucho juntos y es en realidad una nueva versión de la novela.
Para terminar, recomiéndanos un libro de ficción.
[Se lo piensa mucho] Mi gran libro ahora mismo, y por eso lo sugerí y escribí sobre él en el New York Times, es Kassel no invita a la lógica de Enrique Vila-Matas porque me parece una novela fundamental. No es solo una buena o inteligente novela, es urgente, importante y esencial. Es una novela que va a quedar como una de las grandes novelas de nuestro tiempo porque resiste de una manera formidable a la moda de mercado y la idea de celebridad que tanto marca el ahora mismo. Quizás no se pueda apreciar hasta qué punto porque estamos aún en nuestro tiempo, y vuelvo otra vez a Benjamin y a Nietzsche con la idea del escritor como outsider del tiempo. Para mí una de las cosas más importantes es reconocer que todos somos fantasmas, calaveras con las mandíbulas batientes. La conciencia es bella pero termina. ¿Qué hacemos con ella mientras estamos aquí? Ahí está la pregunta. Si queremos apreciar el tiempo en el que vivimos no podemos estar sujetos a él, a modas, intereses cortoplacistas, tomas de decisiones porque las exige un poder… Intento pensar a largo plazo. Y esto nos lleva al principio de nuestra conversación, a esa idea de servicio. La literatura es fundamental, no es un capricho. Necesitamos las ciencias, el comercio, para vivir. Pero las obras de la imaginación tocan el misterio de la creación. Poder enfrentarnos a la maldad, a las aberraciones, a lo feo, y también a seguir teniendo algo de fe en la belleza. Es fundamental en una época sin dioses, pero con luchas religiosas a muerte, que la imaginación se celebre: es lo que nos permite vivir aún sabiendo que estamos ya dando vueltas por el desagüe.
En un texto del número de Granta más reciente dedicado al agua, Marina Perezagua escribe sobre un ejercicio de apnea. Cuando se sumerge a los sesenta metros, debido a la presión del agua, sus órganos, sus pulmones, su cuerpo se comprime. A los veinticinco metros ya los pulmones se ven reducidos a la mitad. A los setenta todo el universo de su cuerpo se comprime salvo esa cosa que llamamos conciencia que, por ser intangible, no llega a alterar su volumen. «Intangible» es una palabra que irrita mucho a los contables. Pero es una palabra llena de libertad. Quiero ser siempre una «intangible». Para mí la libertad es no necesitar modas, celebridades o la validación del mercado. Es muy fácil perderte y querer quedar bien, yo lo he hecho y probablemente volveré a caer en la tentación. Pero llega un momento en el que tienes que decidir tu camino… y vas a morir. Ya estoy muerta. Y veo un libro de Cheever.
¡Vaya mujer! Una avalancha de informaciones que me han desorientado un poco y, lo que es peor, hacerme sentir, si no inadecuado para la lectura, quizás impotente y extraviado de frente al conocimiento de tantas obras y sus autores. Y encima, a cappella y supongo sin guion, largar esa frase inquietante que me ha alterado la calma chicha de la tarde: … “Para mi una de las cosas más importantes es reconocer que todos somos fantasmas, calaveras con las mandíbulas batientes. La conciencia es bella pero termina. ¿Qué hacemos con ella mientras estamos aquí? Brr. Una vorágine, un huracán. Toda la entrevista vela una aceleración continua. Algo de razón tenía aquel poeta que dijo
Creo que estamos atravesando
demasiado rápido este Universo.
¿Cómo haremos para que no se vuelen
y se pierdan para siempre todas las páginas
de las amadas cosas que escribimos?
¿Y mi fósil de aquel vertebrado extinto?,
¿y aquella moneda antigua y consumida
que dejó al perfil de un rey mudo y ciego?
¿Cómo proteger los recuerdos y mis alas
que no han probado nuevos vientos?
¿Y la Historia, los Atlas, los poemas,
los libros, los diccionarios?,
¡LOS MAPAS!
¿Qué será de las aves sin patria
y a quienes hemos amado tanto?
¿Qué será de los reflejos abrazos
y de las caricias resignadas
que sin embargo nos llenaron de fervor?
¿Polvo de estrellas para comenzar
de nuevo?
Muchas gracias por la lectura.
Una entrevista magnífica no solo por la autoridad que representa Miles. Ojalá toda conversación tuviese un momento Bolaño. Bravo Teresa y Jose.
Pingback: Una novela fundamental (Valerie Miles en JotDown) | AYUDANTE DE VILNIUS
Brillante y profunda como siempre. Gracias Valerie por tu sabiduría y por tu colaboración con el Master de Traducción literaria