Eros Ocio y Vicio

Ruta por el románico erótico

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(Clic en la imagen para ampliar). Canecillos en el ábside de la colegiata de San Pedro de Cervatos, Cantabria. Fotografía: Ecelan (CC).

Románico erótico o sexual. Parece un oxímoron, pero no lo es. El románico, ese arte que Gaya Nuño definió como el «arte universal de los siglos XI y XII», todavía puede darnos sorpresas. Existe vida más allá del arco de medio punto y de la bóveda de cañón, de las linternas sobre los cruceros y de las cúpulas sobre pechinas. Es curioso hablar de sexo explícito en un arte del que la mayor parte de los monumentos que han llegado a nuestros días son eclesiásticos. Como dijo Raul Gabler, monje de Cluny: «En la época en la que iba a iniciarse el año tercero después del año 1000, un mismo hecho se produjo casi en el mundo entero, pero sobre todo en Italia y Francia. Comenzose a reedificar iglesias y basílicas… hubiérase dicho que el orbe se sacudía sus miembros y arrojaba sus harapos para revestirse con una blanca túnica de iglesias».

La iconografía del arte románico es probablemente de las más ricas de la historia del arte. Cuando pensamos en una iglesia románica pensamos en una iglesia pequeña y oscura, llena de representaciones del Antiguo y Nuevo Testamento, de santos, de vírgenes y velas. Sin embargo, una iglesia románica es una representación del mundo tal y como lo conocían sus coetáneos. Del mundo en su totalidad. Por eso en una iglesia románica podemos encontrar representados la leyenda de Sigfrido, como en la portada de Santa María de Sangüesa, la de Roldán, una Orestiada, como en un capitel de San Martín de Frómista, o un mensuario como el de San Bartolomé de Campisábalos. Pero seamos sinceros, lo último que esperamos encontrar en una iglesia es sexo, por eso, cuando hace casi veinte años mi profesor de arte, al saber que iba a Cantabria, me dijo «para en Cervatos» con una sonrisa maliciosa sin más explicaciones, jamás imaginé lo que iba a encontrarme allí. Hoy les digo a ustedes: paren en Cervatos y recorran las tierras de las antiguas merindades de Castilla y los valles cántabros, y, por favor, no olviden llevar los prismáticos y una mente abierta.

Cervatos es hoy un municipio de Campoo de Enmedio, en el Alto Campoo, muy cerca del puerto del Pozazal, junto a la N-611. Fue en 999 cuando Sancho García de Castilla, llamado «el de los buenos fueros» y su esposa Urraca fundan un monasterio en aquel lugar, lugar por el que en tiempos romanos pasaba la calzada que unía Pisoraca (Herrera de Pisuerga) con Portus Blendium (Suances) y Portus Victoriae Iulobrigensium (Santander). Del primer monasterio no queda ningún resto y la construcción actual data de 1129, según una inscripción en el propio templo. Está dedicada a san Pedro y en sus años de esplendor el monasterio tuvo posesiones en gran parte de Cantabria, Palencia y Burgos. A partir del siglo XVI comienza su decadencia por el auge de otros monasterios cercanos a los que se otorga más privilegios, y empiezan a perderse definitivamente las dependencias monacales, quedando únicamente la iglesia primero como colegiata y más tarde como parroquia. Sin embargo, hoy está considerada como la catedral del románico sexual de la Península, y podemos tomarla como punto de partida de una ruta por otro puñado de iglesias de la zona a las que se puede considerar hermanas pobres de San Pedro.

La excolegiata es una construcción robusta y amplia si la ponemos en relación con la pequeña aldea donde se halla. Lo primero que llama la atención es un alto ábside sobre un basamento para salvar el desnivel y una orgullosa torre adosada que hace las veces de campanario. Esta torre se cree de finales del siglo XII y presenta dos cuerpos de arcadas. El primero de ellos es de arcos ciegos de medio punto. En el segundo la arquería ya presenta arcos apuntados y, si nos fijamos, cambia el tipo de piedra y sillería, por lo que podemos claramente diferenciar dos etapas constructivas. La portada se abre bajo un guardapolvo y presenta siete arquivoltas aboceladas que descansan sobre pilastras y columnas, columnas coronadas por capiteles tallados con animales. El tímpano está decorado con un original entrelazado vegetal y todo el conjunto está flanqueado por seis relieves: Daniel en el foso de los leones, Adán y Eva, san Pedro, la Virgen con el Niño, san Miguel y un sacerdote.

Hasta aquí, San Pedro es una iglesia románica más, una más de esa túnica de la que hablaba el monje de Cluny, pero, si subimos la mirada desde la portada y nos detenemos en los canecillos del tejaroz que la cubre, entenderemos la sonrisa maliciosa de mi profesor. Agudicen la vista, por favor, y, si me han hecho caso y llevan los prismáticos, sáquenlos de su funda. Trece canecillos sostienen la cornisa: una cabeza de cabra, una figura demoniaca devorando a un humano, un saltimbanqui, un arpista, y un coito, entre otras. Sí, han leído bien, un coito. Un coito nivel «película para mayores de dieciocho años», de esos que no dejan lugar a la imaginación. Un coito que muestra genitales poderosos, casi enormes, en una iglesia del siglo XII. Y entre los canecillos doce metopas, bastante erosionadas, entre las que se adivina la cópula de dos animales. Esto es solamente el aperitivo. Si dirigimos nuestros pasos hacia el ábside, podremos ir disfrutando de los veinticuatro canecillos del paño sur entre los que destacan un personajillo itifálico —esto es, con el pene erecto— y con un pan entre las manos, un monstruo que engulle a otro personaje de los que podrían anunciar Viagra, una parturienta, una figura con un gran pene con cabeza de mono, y un personaje sentado que se lleva algo a la boca, y sí, ese algo es lo que están pensando, y si no lo están pensando porque no son de mente tan calenturienta como la mía, ya se lo digo yo: es una autofelación. Y por fin llegamos al ábside, dividido en lo vertical por tres contrafuertes y en lo horizontal en dos cuerpos por una imposta abilletada también llamada «taqueado jaqués». Presenta tres ventanas, todas ellas con columnas rematadas en capiteles. La primera de ellas, la del lado sur, quizá sea la más llamativa de la iglesia. En uno de los capiteles aparece una mujer que levanta las piernas cual contorsionista, enseñando impúdicamente su sexo. Sabemos que se trata de una mujer casada, puesto que lleva toca. En el capitel de enfrente encontramos a un hombre itifálico que se lleva las manos a la cabeza. En los canecillos podremos ver luchas con fieras, cabezas de animales, otro coito de postura imposible y otro parto, monstruos, equilibristas… En el muro norte los canecillos están más estropeados debido a los rigores del clima, pero se adivinan algunos animales.

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Detalle de dos canecillos en el ábside de la colegiata de San Pedro de Cervatos, Cantabria. Fotografía: Jcdelorge CC)

La primera vez que visité San Pedro de Cervatos pronuncié un «¿Pero qué coño…?» para mis adentros. Algo similar se han preguntado muchos eruditos y hay hipótesis para todos los gustos. Algunos afirman que son simplemente representaciones del pecado al más puro estilo «esto no se hace». Otros defienden que los cristianos de entonces, por oposición al recatado islam, eran mucho más «liberales» de lo que pensamos. Los hay que aluden a que los maestros canteros simplemente las tallaban para entretenimiento personal, a modo de bromas en piedra. Y todavía está la versión de que se trataba de una forma de «animar» a los escasos habitantes de aquellas tierras, en zonas recientemente reconquistadas y despobladas, a procrear; como la película del Canal + de la época, pero en abierto. El profesor García de Guinea optó por la que quizá es la mejor opción en estos casos: catalogar todas estas escenas sin entrar a interpretar su significado. Ahí las tienen, piensen lo que quieran.

Desde Cervatos es obligado acercarse a la iglesia de Santa María la Mayor de Villacantid, la iglesia de San Ciprián de Bolmir, la iglesia de Santa María de Retortillo, (que se alza en mitad de las ruinas de la ciudad romana de Julióbriga), y adentrarnos en la comarca del Valderredible (valle del río Ebro) para llegar entre sus cañones a San Martín de Elines, otra excolegiata cántabra y, en mi opinión, la más bella. Todas ellas presentan algún capitel, algún canecillo que haría sonrojar a nuestras abuelas y todas ellas se encuentran en paisajes maravillosos que se disfrutan por sí solos. Pero en cada pueblo encontrarán una iglesuela, más o menos humilde pero orgullosa, y en el caso del Valderredible podrán descubrir un buen puñado de iglesias rupestres, cosa nada común, por otra parte.  Y recuerden algo, para entrar en una iglesia que parece cerrada a cal y canto no hay nada como llamar a los timbres de las casas y preguntar. Una sonrisa y unos pocos euros hacen milagros o, al menos, consiguen llaves.

Para reposar de tanta obscenidad pétrea no hay lugar mejor que la hostería El Convento de Mave, en Santa María de Mave, muy cerca de Aguilar de Campoo. Se trata de un antiguo priorato benedictino del que se conserva la iglesia en un estado impecable. Las dependencias monacales acogen hoy un hotel delicioso con habitaciones austeras y económicas a las que denominan «monacales», habitaciones superiores decoradas al detalle y un espléndido y fresco jardín. No se pierdan, por favor, el restaurante. La cocina está basada en los productos locales, no esperen deconstrucciones ni nitrógeno líquido, pero su menestra, su ciervo o su tarta de queso son de los mejores que se pueden probar. Y, hablando de manjares, les tengo que hablar de uno muy especial: las patatas del Valderredible. Sí, patatas, solamente patatas, sin más. Son una variedad autóctona y certificada, y lo mejor para degustarlas, si no vamos en fechas de la Feria de la Patata, es parar en Polientes, capital del valle, y comer en el restaurante La Olma. Es una posada familiar y no hay carta. La dueña les cantará el menú del día y les obligará a comérselo todo. Pidan lo que sea, pero con patatas. Si hay lomo, pidan lomo con patatas, si hay huevos fritos, pidan huevos con patatas, no se arrepentirán.

Si lo que quieren es empaparse de todo lo que ofrece el norte de las provincias de Palencia y Burgos y el sur de Cantabria en cuanto a románico se refiere, déjense caer por Aguilar de Campoo. La que fue capital de la galleta presume hoy de ser capital del románico gracias a la Fundación Santa María la Real. Poseen un centro expositivo, organizan cursos, editan publicaciones y velan por la conservación y restauración del patrimonio, además de facilitar todo tipo de información al viajero. También disponen de posada en las antiguas dependencias monacales, cafetería y restaurante.

Y, sobre todo, disfruten. Como nos recuerda esa famosa farmacéutica, «sexo es vida», y en el siglo XI ya lo tenían bastante claro o, al menos, eso parece.


Hostería el Convento de Mave

Monasterio de Santa María de Mave s/n

34402

979 123 611

www.elconventodemave.com

Posada la Olma

Pza. Mayor s/n

39220 Polientes

942 776 027

942 776 061

Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico

Monasterio de Santa María la Real

34800 Aguilar de Campoo

979 125 000

www.santamarialareal.com

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3 Comments

  1. Faithnomore

    Ya era hora que alguien escribiera aquí sobre esos temas. Dos preguntas a la autora, por si diera la casualidad que lo lee y atiende:

    1. Hay una interpretación que habla de intención de vincular prácticas paganas desde época romana con cristianismo en esa zona y otras de España. Porque el cristianismo era muy urbanita, pero en las zonas rurales quizás se mantuvo más de mil años cierto paganismo (inconsciente). Puede ser eso?

    2. Siempre vi esas imagenes en el exterior hasta que vi en colegiata de santillana una en el interior (una pareja tocona). Supongo que no hay interpretación plausible de ello, no?

  2. ¡Muy interesante artículo!

  3. boas , se fumaron unos porros de marihuana o psicoactivo organico natural unos vinillos y unos claros y mostraron los tabues porque se desinivieron bajo los efectos de lo consumido.
    Y para diferenciaralas de las demás templas romanicas de aquella época.
    Tamben las meigas consumen mais psicoactivos ancestrales como hongos o setas con psilocivina , cactus como el peyote los chamanes de méxico o Ayahuasca etnias brasileñas.

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