Esta entrevista está disponible en papel en nuestra revista trimestral número 26
El fútbol lo decidirán los cracks, los artistas del balón, pero sin futbolistas trabajadores currando y sudando por detrás de ellos no serían nada. Joan Capdevila (Tárrega, 1978) no solo asumió este rol con humildad, sino que parece incluso sorprendido por los éxitos que cosechó ciñéndose al papel sin extralimitarse. Habla de su carrera como si se tratase de un sueño. Todavía le cuesta creérselo. Fue plata olímpica, campeón de Europa y del mundo con la selección española sin jugar ni en el Real Madrid ni en el FC Barcelona. Esa es su gesta.
¿Dónde empezaste a jugar?
Soy de Tárrega, un pueblo que no llega a veinte mil habitantes. En la plaza estábamos siempre jugando al fútbol, ahora no ves a ningún niño hacerlo. Yo solo esperaba que llegase el fin de semana para poder jugar. Apuntaba cada gol que metía en una pizarrita. Era en campos de tierra, salías todo lleno de raspones, que luego se te pegaban las sábanas a la sangre por las noches. Si llovía, pues te embarrabas. Mi madre me hacía lavarme las botas, ella no las tocaba. Fue muy importante en mi desarrollo como futbolista. Como me daba miedo darle de cabeza, me prometió que me daría cien pesetas cada vez que me lo hiciera. Así me atreví. El mismo día que le di, me giré en el campo y le dije a mi madre: ¡cien pesetas!
En mi casa había mucho fútbol. Mi padre jugó en el Tárrega muchos años, cuando se jugaba la Copa América se despertaba de madrugada para ver los partidos. Yo me levantaba con él a las dos de la mañana y no me enteraba de nada, pero hacía el esfuerzo. Luego él pasó también a darme cien pesetas por cada gol que metiese.
Empezaste de delantero.
El primer día de mi vida que jugué en un partido amistoso, con cuatro o cinco años, me pusieron de central, como mi padre, que había jugado veinte años en esa posición. Me llegó un balón y le di directamente. Entró por la escuadra, pero de nuestra portería. Entonces el entrenador dijo: «Mejor ponte arriba». Estuve siempre de delantero y luego de cadete pasé a extremo izquierdo, como Stoichkov.
Con 13 o 14 años, mi tío ya me llevó a ver al Espanyol en Sarriá. Me gustó mucho y me hice socio del club. Todavía lo soy. Me acuerdo de que me encantaba Penev. Un día pedí al entrenador que me cambiaran al descanso para poder ir a ver el Espanyol-Valencia. Luego empataron 0-0, pero bueno… Mi tío también me llevaba a ver al club a Zaragoza, a Logroño, a Pamplona… a sitios cerca de por aquí. La primera vez que me subí a un avión fue con mi tío para ir a un Rayo-Espanyol. Tenía 14 o 15 años, pero estaba cagao. A la vuelta coincidimos con todos los jugadores del Espanyol, compré una libreta en el aeropuerto y pedí a todos que me firmaran. Uno de ellos fue Lardín y años después acabé jugando con él.
¿Cuándo empezaste en el fútbol serio?
En mi segundo año de juvenil ya jugué en Tercera, quedamos campeones e hicimos el play-off para 2.ª B. Jugábamos contra tíos de 35 años. Nunca olvidaré la primera vez, contra el Rubí, entré al campo, fui a un córner, sacamos y dentro del área me dieron un bofetón con la mano abierta, un tío que podría ser mi padre. Me quedé… pensaba «¿Dónde me he metido? ¿Cómo le hacen esto a un niño? ».
Así me llegó la oferta del Espanyol. Me llamó Casanova, que no sé cómo lo dejó escapar luego el Espanyol. Si no es por él, me hubiese quedado toda la vida en el Tárrega. A un amigo de mi edad que hizo el mismo recorrido que yo, le fichó el Barça, a Marc Carballo, que tenía una calidad tremenda, una zurda impresionante. Pero ir al Barça puede ser bueno o malo, porque luego acabó en el Lleida en Segunda. Yo fui más pragmático y no hice la prueba con el Barça.
Me acuerdo de que mi padre, que tenía un Renault 12, cambió el coche solo para venir a verme a Barcelona, por el qué dirán, y se compró un Suzuki Bareno que todavía lo estará pagando. Cuando entramos en Barcelona por Diagonal nos parecía Nueva York. Yo pensaba: «Hostia, a dónde me llevan». Fui a entrenar a La Chatarra y me cogió Paco Flores del cuello, que casi me ahoga, y me dijo: «¿Tú eres el de Tárrega? ¡Cámbiate! »
La residencia de Manel y Lili.
Dos personajes. Nos lo pasamos muy bien ahí. Me hice muy amigo de David Sánchez, al que acababan de fichar del Reus. Luego estaba Valbuena. Yo estaba solo a cien kilómetros de casa, pero niños que venían de Granada o Almería lo pasaban muy mal y a los seis meses se marchaban. Era muy pronto para irte de casa, excesivo. Y ahora hay niños de 10 años con representante. No todo es fútbol en esta vida, hay muchos que no van a llegar y luego se pegarán un palo. A esa edad hay que estar en casa con la familia y divertirse con el fútbol, nada más. Yo al menos ahora no dejaría fichar a un hijo mío con 11 años. El niño tiene que ser niño.
Pero bueno, allí estuve en el juvenil. Los primeros dos meses en el banquillo, cosa que no entendía. Luego tenía que coger el metro para ir a estudiar a las seis de la mañana con no sé cuántos transbordos, atravesar media ciudad hasta el entrenamiento. Le dije a mis padres que me piraba, que me quería ir a mi casa con mis amigos y me dijeron que aguantase todo el año, que acabase lo que había empezado. Si llego a tirar la toalla ahí se habría acabado el fútbol.
A partir de diciembre, empecé a jugar y ya fui alguna vez con el Espanyol B, de extremo, mediocentro a veces, hasta que me pusieron de lateral y ahí me quedé. Un día me fui a jugar un torneo a Italia, me llamaron para debutar en 2.ª B y me pusieron un vuelo. Eso estuvo bonito, motivaba. Florencia-París, París-Barcelona, y luego vuelta para jugar contra la Juve.
Lo bueno de la residencia es que yo ya era de los mayores. La liábamos mucho. A Manel le escondíamos la dentadura… un día salimos, la primera vez en nuestra vida, y David Sánchez acabó borracho perdido, casi coma etílico. Nos caíamos de los taburetes. Nunca habíamos bebido. En la residencia, todo vómitos. Manel preguntó qué había pasado, dijimos que le había sentado mal la cena y aún se lo creyó.
Erais la Quinta de la Intertoto.
Al siguiente año, pasé al Espanyol B. Jugamos el play-off para subir a Segunda, que lo logró el Recreativo de Huelva de Caparrós. Ese año fue también el de la famosa Intertoto, que la jugamos dos o tres descartes del primer equipo y el filial. Eliminamos al Auxerre, de la primera división francesa, hasta que nos tiró el Valencia de Rainieri, Piojo López y todos estos. En la vuelta en Mestalla Paco Flores me preguntó si tenía miedo, porque aquello era espectacular. Anglomá, Cañizares, Farinos, Carboni… un equipo top. Me acuerdo que me hizo mucha ilusión jugar junto a Florin Raducioiu, un mítico del Espanyol de toda la vida. Luego estábamos De Lucas, Tamudo, Soldevilla… creo que no ha vuelto a salir tanta gente en una generación como en aquella. Todos debutaron y todos se fueron, aunque el malvado fui solo yo.
¿Y eso?
El Atlético pagó mi cláusula, 800 millones, que la ciudad deportiva la hicieron conmigo, pero la gente me pitaba. A Toni, el portero, que se fue gratis al Atlético, le aplaudían.
Al primer equipo llegaste por pura suerte.
Entrenaba con el primer equipo, pero jugaba con el filial. Un fin de semana palmamos 6-1 contra el Terrassa. Cogí el coche, me iba a Tárrega, a mi casa. Escuché el Espanyol-Barcelona por la radio y oí cómo le sacaron roja directa a Federico Domínguez. Estaba Brindisi de entrenador y me llevó la semana siguiente convocado contra el Athletic. Me tuvieron que hacer un traje deprisa y corriendo. Fui corriendo a la calle, a la cabina de teléfonos, porque no había móviles, a avisar a mi familia. Colgué el traje en la habitación y me pasé toda la noche mirándolo: «Hostias, tío, qué guapo, voy con el primer equipo y encima a San Mamés».
Mis padres y mi tío fueron a verme. Marcó Benítez para nosotros, me acuerdo perfectamente, y se lesionó Pacheta, que estaba de lateral izquierdo porque Domínguez estaba sancionado. Brindisi me dijo: «Joan, ven, que vas a salir». Me dio unas instrucciones que ni a día de hoy sé lo que me dijo, solo estaba pensando: «¿Voy a jugar en San Mamés?». Salté al campo, marqué a Etxebarría, y el primer balón que toqué en primera división fue de cabeza [risas]. Pensé que sería algo del destino. Mi tío, en la grada, cuando vio que iba a salir, se tuvo que marchar del estadio. No llegó a verme por los nervios. No pudo.
Empatamos 2-2, di un pase de gol. Nos empataron en el 93, estuvo bien la cosa. Brindisi me dijo que no sabía que era mi debut, como el hombre acababa de llegar… Llevaba un partido solo, creo. Pero hubo más. En el siguiente partido, contra el Betis, Domínguez seguía sancionado, volvió a salir Pacheta y en el minuto 10 se volvió a lesionar. Lo que es el fútbol. Volví a salir, otra vez cagao, y debuté en Montjuic. Ganamos 1-0. La siguiente semana viajamos a Zaragoza y me puso de titular. Ganamos 0-3 y marqué un gol. El 0-1. Desde entonces, jugué titular todo el año. En tres semanas me cambió la vida.
Ese año estuvo Bielsa seis partidos.
Sus entrenamientos eran muy exigentes. No estábamos acostumbrados. Hacíamos casi una hora con el físico y luego venía él. En el cara a cara era un tío que iba de frente. Mucho. Me acuerdo de Dominique Lemoine, un belga que teníamos, que hizo unas declaraciones en el Sport criticando algo. Antes del entrenamiento, vino Bielsa con el periódico y le dijo: «¡Qué dices aquí!». Le contestó que se habría equivocado con el idioma, porque era cierto que hablaba muy poco español, y lo crucificó. Si te iba así, te cagabas vivo. Cuando se fue y vino a despedirse de todos, nos dio la mano uno a uno y, cuando llegó a Lemoine, este se levantó y a él le dijo: «A ti no». Rencoroso, lo que tú quieras. A mí me veía más como un central zurdo. Me dijo que me fijase en lo que hacía Pochettino.
¿Qué recuerdos guardas de la que ya era la liga de las estrellas en aquel entonces?
El día que debuto en San Mamés, había un balón en la banda, fui a él y Patxi Ferreira me dio una patada… Llegaron las asistencias, Mauri, el médico del club: «¿Qué pasa, Joan?». Y le digo: «Me han pegado una patada que…». Me cogió del hombro y me dijo mirándome a la cara: «Bienvenido a primera división» [risas]. «Hostia, qué razón tienes», pensé. No me he olvidado de esas palabras en toda la vida. Y no me puso ni spray milagroso ni nada.
De esa época fue una ilusión terrible jugar en el Camp Nou, marqué a Figo. En ese momento vives en una burbuja, no te das cuentas de lo que pasa. En el Bernabéu me impresionó mucho Seedorf, qué manera de jugar tenía. Me acuerdo también de Hierro, que me deba un poco de temor, mucho respeto.
¿Por qué fue conflictiva tu salida?
Si yo jugaba veinte partidos con el primer equipo, pasaba a profesional. Los superé, pero nadie me hizo profesional. Seguía cobrando 180 000 pesetas al mes, lo del filial. Cuando se enteraron de que venía el Atlético de Madrid a por mí, me dijeron de ir a firmar el nuevo contrato deprisa y corriendo. Entonces dije: «Pues ahora no quiero». Me ingresaron un dinero, dando por hecho que ya era profesional. Yo, mal asesorado, lo devolví… Se desencadenó una guerra total, pero no por mí, sino por la cláusula que querían que pagase el Atlético. El presidente era Sánchez Llibre, que salió en la prensa diciendo: «Le doy un 33 % más que el Atlético de Madrid». Y era mentira, se cubrió las espaldas y me dejó a los pies de los caballos.
El año en el Atlético de Madrid fue de pesadilla, el del descenso.
Fui con una ilusión tremenda, pero empezamos mal. Estaba toda la vieja guardia del Atlético, Aguilera, Kiko, Baraja… también Bejbl, y Solari, que era el interior y yo el lateral. Primer partido en casa, palmamos contra el Rayo. Toni tuvo un par de errores y lo cambiaron y encima llegó la intervención judicial. Un día me encontré el Calderón lleno de coches de policía rodeando el estadio. Clemente Villaverde nos dijo que no nos preocupásemos, pero se cargaron a Ranieri y vino Antic, que creo que arrastraba problemas con los veteranos de la etapa anterior, eso me dijeron. No ganamos ni un partido con él.
Encima de bajar a Segunda con un equipo hecho para jugar en Europa, es que éramos el Atlético, que tiene una masa social enorme, ¡abríamos cada telediario! Al volver de Oviedo nos apedrearon el autobús que no veas cómo lo dejaron. En el siguiente partido en casa, contra el Sevilla, nos tiraron huevos, que estaba Toni limpiando la portería, y le marcó Tsartas.
Lo pasé fatal. Psicológicamente lo veía como el fin del mundo, tenía ganas hasta de retirarme. La afición no salvó a nadie. Jesús Gil un día nos reunió a todos en su despacho antes de la intervención judicial, fuimos uno por uno. Cuando me tocó a mí, vi el cuadro de Imperioso, el caballo, la bandera del Atlético, la bandera de España… dije ufff… Estaba cagado, cagado. Me senté en las silla esperando que me decapitase, pero me dijo que estaba contento conmigo, que era joven, que más no me podía pedir. Salí contento, pero a unos nos fue mejor que a otros. A otros les veías que salían casi llorando. Algunos te contaban lo que les habían dicho, otros vete a saber.
¿Qué te dijeron los demás?
No me acuerdo ahora, no sé. No sabría decir. Solo que fue muy duro. No ganábamos, no ganábamos y nos fuimos al hoyo. Cuando bajamos en Oviedo fue un drama. Para colmo, jugamos la final de copa contra el Espanyol. Yo estoy convencido de que me echaron un mal de ojo. No puede ser que me vaya del Espanyol al Atlético, baje a segunda y juegue la final de copa contra el Espanyol y la pierda.
¿Cómo puede un equipo de ese nivel, que lo demuestra llegando a la final de la Copa del Rey, bajar a segunda?
Un mal de ojo. Hicimos partidos de la hostia hasta el minuto 70, como un día contra el Zaragoza que Garitano nos metió dos faltas a la escuadra y 2-2. Siguiente partido, lo mismo. Nos marcó hasta Toni Prats, el portero del Betis, de falta, ¿te lo puedes creer? En el Camp Nou, 1-1 en el minuto 90, y nos marcó Bolo Zenden desde fuera del área, con la derecha y por la escuadra, ¡bah! Esa no la volvió a meter en su vida. Contra el Athletic de Bilbao en casa nos jugábamos la vida, pues llegó una tormenta con rayos y truenos, como si el destino nos estuviera amenazando, y nos ganaron 1-2.
Ganasteis al Madrid.
La única alegría que nos llevamos. Cuando lo ganamos, que era a principio de temporada, volvimos al Calderón y la gente estaba entusiasmada con nosotros, como si hubiésemos ganado un título. Decías: «Joder, como este año se dé bien, va a ser superbonito, pero nos salió todo mal».
En la final, el error de Toni, tu amigo…
En Mestalla, aunque habíamos bajado a segunda, la gente estuvo con nosotros. Había ambiente. Pero en el minuto 6, Toni la está botando y se la quita Tamudo y gol. Más desgracias no nos podían pasar.
¿Por qué pasaban esas cosas, qué fallaba?
No lo sé. En el vestuario no había ningún problema, no puedo decir que fuese culpa de ningún entrenador. Era todo normal, pero se juntaron varias cosas, que no ganábamos, la intervención, que te la clavan por la escuadra, que otro se resbala… ¿Qué más podía pasar?
Del error de Toni me enteré por la gente. Estaba recuperando mi posición y de repente escucho «Goool» y digo «¿Qué me estás contando? ¿Gol? ¡Pero si la tenía mi portero!»… Luego Kiko le preguntó a Toni y este decía: «Te juro que la tenía cogida», vimos la repetición después y… unos cojones la tenías cogida [risas]. Estuvieron mucho tiempo sin hablarse Tamudo y él. Yo hubiera preferido no llegar a la final, que nos hubiera eliminado el Barça en semis, ¡pero no se presentaron a jugar la vuelta! Pasamos automáticamente después del 3-0 de la ida, y no les sancionaron, al año siguiente volvieron a jugar la Copa, es un pitorreo todo esto. Y, agárrate, que luego cuando acabamos la final, me tuve que coger un vuelo para ir con la selección a Bratislava. Para colmo, me metieron en un avión con Tamudo. Algo me estaba pasando, eso solo podía ser un mal de ojo.
Saliste ese verano del Atlético.
Estaba ya pensando en que el año que viene jugaba en Segunda, estaba en Port Aventura y me llamó Miguel Ángel Gil. Me dijo que si encontraba equipo me podía ir. Tenía cinco años de contrato y estaba por quedarme. Entonces me dijeron que nos íbamos a ir al Deportivo Molina, Valerón y yo, pero que si yo no iba, se rompía la operación. Me empezaron a meter una presión de la hostia. Lo normal era que me pagasen los cuatro años de contrato que me faltaban, pero al final se los perdoné. Esto no salió en la prensa. Tenía tal sentimiento de culpabilidad que me dio igual. Y era dinero, eh.
Fuiste a los Juegos Olímpicos de Sidney.
Fiché por el Dépor, campeón de liga en ese momento, entrené un poco y me llamaron para la Olimpiada. Aquello fue una pasada. Una de las mejores experiencias que he vivido. Era un grupo bueno, los que veníamos de la sub-21, Puyol, Tamudo, Xavi, Angulo, José Mari… todos gente ya asentada en primera división. Iñaki Sáez nos daba libertad. Solo perdimos contra Chile, que se había llevado a Zamorano y nos marcó un gol. Se podían llevar tres mayores. Nosotros no llevamos ninguno y se estuvo hablando de si debía haber ido Raúl. Cuando fuimos a Sidney a jugar la fase final dijimos que en la Villa Olímpica no dormíamos. Eran como bungalows con siete camas cada uno, y nos metieron en un hotel en el centro, que no veas lo que era eso. Discotecas, garitos…
Ganasteis a Italia, se rompió ahí el maleficio.
Una Italia con Gatusso, Ambrosini, Pirlo, Abbiati. Era una generación tan buena como la nuestra, fue campeona del mundo en 2006. Les ganamos con gol de Gabri. Hubo mucho pique y como José Mari jugaba en el Milan, le dijeron: «Ya te cogeremos en Italia a ti». Fue un partido muy duro, como solo puede serlo contra Italia, que lo traen de cuna. Sin comerlo ni beberlo, después ganamos a Estados Unidos y llegamos a la final.
A mí, sin embargo, me sacó del equipo. El día de la charla de Estados Unidos vi el once y yo no estaba. Me dio un bajón. Puso a Puyol de lateral izquierdo. Algo que tenías que entender, que él venía del Barça, yo estaba en el Dépor, tenía sus galones, pero es que dijo Iñaki Sáez: «Puyol, vas a jugar de lateral izquierdo porque he soñado que metías un gol». Y yo: «Pues, coño, ponlo entonces de lateral derecho»…
En la final contra Camerún lo repitió, jugué en la segunda parte, desde el minuto 60. Había gol de oro, tuve una jugada, tiré y dio al larguero. Casi me cubro de gloria. Estábamos con 9 en esa prórroga, a Velamazán le partieron la clavícula. Íbamos 2-0 en el descanso y habíamos fallado un penalti. En la segunda parte, se metió un gol en propia puerta Amaya y nos empataron. Estaban Eto’o, Geremi, Kameni… tuvimos que aguantar como pudimos hasta llegar a los penaltis.
Me acuerdo de que no vino nadie a vernos, porque el vuelo hasta Australia, échale… Solo vino la familia de Amaya. Y fue el que se metió el gol en propia portería y en la tanda falló el penalti, tío. Horrible.
El mío lo metí. Le tiré a Kameni, le aguanté la mirada, pero estaba convencidísimo de tirárselo a su derecha y, cuando estaba colocando el balón, me empezaron a entrar unas dudas y lo cambié sobre la marcha. Entró. Ahí me cambió la suerte, se me fue el mal de ojo en Sidney.
La medalla de plata no está mal, aunque en el momento me fastidiaba no tener el oro. Eurocopa. Mundial y Oro olímpico hubiese sido la hostia. Lo que nunca olvidaré es que, según perdimos la final, en el vestuario, me suena el móvil y era Toni Jiménez. Pienso: «Querrá darme ánimos, qué detalle, qué buen amigo». Cojo y me dice: «¡Jódete, yo tengo el oro y tú no! ». Él lo había ganado en Barcelona 92 [risas]. Qué tío. Mira que luego no se me ocurrió a mí llamarle después del Mundial.
¿Qué tal con Irureta?
Cuando llegué, llevaban ya seis jornadas. Ese año jugué poco. Romero con 28 años estaba en plenitud. Me costó mucho, pero cuando fui entrando fue muy bonito. Jugué mucha Champions League. Cuando te ves en Old Trafford, en el Olímpico de Munich, contra el Milan… eso es otra cosa. E Irureta me fue sacando, porque él eso lo hacía, si tenía que poner cuatro laterales, los ponía: Romero, yo por delante, Manuel Pablo y Scaloni. Y no veas cómo le funcionaba ese rollo amarrategui en Europa.
Ahí me pasó que, estaba dando clases de inglés, y le pedí al profesor un insulto para usarlo en Inglaterra. Me dijo que como mucho les dijese «be careful» y días después, cuando se me puso Beckham por delante le dije: «Beautiful! beautiful!», porque me confundí. Otra vez, me di un golpe con él que me hizo una herida por encima del labio y estuve días afeitándome sin parar para que se me viera la raja, la gente no dejara de preguntarme qué me había pasado y poder decirles: «Nada, el otro día, un choque con Beckham…».
Jugaba muy bien ese Dépor.
Hombre, qué plantilla había. Ese equipo llevado con técnicas actuales hubiese ganado cinco ligas. En aquel entonces, cada uno hacía lo que quería, estábamos todos con un 15 %, 18 % de grasa. Todo eso es impensable ahora. Pero mira lo que había: Si no era Makaay era Tristán, si no era Valerón, era Djalminha. Si no era Víctor, era Scaloni. Si no era Fran, era Luque. Si no era Mauro, era Sergio. Romero, Manuel Pablo, que sonaba para el Madrid antes de romperse, Naybet, que también lo quiso el Madrid, Andrade, Turu Flores, Pandiani… era increíble.
Djalminha era un espectáculo.
Lo que le he visto yo hacer a ese hombre… Era el Ronaldinho de la época, lo que hacía en los entrenamientos era un espectáculo. Lo que pasa es que luego el carácter le falló y Valerón le comió el terreno. Lo que ha hecho Dembélé con Coutinho. Djalma era brasileño, en A Coruña no había presión de nada, en aquella época no había móviles con cámaras, podías hacer lo que querías, y… Lo de Neymar en silla de ruedas yéndose de fiesta lo hacías y no se enteraba nadie. Pero lo más grave fue el cabezazo a Irureta.
Djalminha no tenía claro que Scolari le fuese a llevar al Mundial de Corea y Japón, porque no jugaba siempre. Estaba nervioso por eso. Me acuerdo un entrenamiento que era un festivo y el día antes habíamos salido. Había un buen rollo de la hostia. Ese vestuario era brutal. Estábamos entrenando una pachanga, el segundo entrenador pitó un penalti, Djalminha se encabezó con que no era penalti y decidió que no se tiraba. Makaay iba a plantar el balón para chutar y Djalma se la quitaba. Irureta vino diciendo que había que tirarlo. Se encararon y le metió un cabezazo. Ya no jugó más y se perdió el Mundial. Irureta le dijo: «Al vestuario». Y Djalma: «Me pagan por entrenar, no me voy»: Irureta: «Fuera». Y él: «Que no me voy». E Irureta: «Venga, pues diez minutos más» [risas]. Seguimos jugando y no sé si Djalma marcó diez goles en cinco minutos porque nadie le entraba ni le tocaba.
El gran hito de ese Dépor fue remontarle al Milan un 4-1 en unos cuartos de Champions. En sus memorias dice Pirlo que sospecha que ibais dopados, que luego desaparecisteis de las competiciones europeas y no se os vio contra el Oporto.
El Dépor no tenía poder económico, por eso desapareció de Europa. Y hombre, si me hubiese dopado contra el Milan, me habría dopado también contra el Oporto. En el descanso les ganábamos 3-0 porque ellos iban andando. Si ves el gol de Luque, el pase era de saque de Molina. Ese gol te lo resume todo. Iban muy confiados.
En octavos había sido la Juve.
Sí, Del Piero era mi debilidad y al final le pude pedir la camiseta. La guardo en mi casa como oro en paño. Me gustaba mucho la clase que tenía. Cuando jugué en la India me lo encontré y se acordó de mí. Me dijo de tomar un café, tendría 37 años, y me quedé tan cortado… ¿Del Piero me dice que me tome un café con él? Dije que no, me subí a la habitación y le dije a mi mujer: «¡Que Del Piero me ha dicho que me tome un café con él!». Y ella me dijo: «¿Y no te lo tomas? ¿Tú eres tonto?».
Nunca has perdido el punto de aficionado, aunque fueses profesional.
Hace un par de años estuvo mi hijo ingresado en el hospital. Por Navidad, anunciaron que vendrían los jugadores del Barça a ver a los críos. Pensé que sería Rafinha y tal, pero no. Vinieron Messi y Luis Suárez. Cuando me vio Messi me dijo: «¡No me pidas nada hoy!» [risas]. Tengo tres camisetas de Messi, dos pantalones y unas botas. En cambio, a Cristiano Ronaldo le pedí las botas y no me las dio. En mi último año en el Espanyol le dije final del partido que me las diera de recuerdo y me dijo que no. Estaría de mal humor… solo acababa de marcar cinco goles, el Madrid ganó ese día 0-6 en Cornellá. Messi es al revés. Mi hijo pequeño, por desgracia, es del Barça, un día le pedí a Messi si le podía hacer una videollamada y se la hizo. Cuando le pasé el teléfono a mi hijo y vio que era Messi no sabes la ilusión que pudo hacerle eso. Se quedó… Mi hijo le pidió que metiese un gol y al día siguiente lo metió, al Athletic de Bilbao, de falta, y el chaval se pensaba que se lo había dedicado a él. Fue muy bonito. De Messi dirán lo que sea, pero conmigo se ha portado espectacular.
Hablemos del centenariazo.
Nos presentamos casi de invitados al Bernabéu con Figo, Raúl, Roberto Carlos, Zidane… No eran galácticos, eran megagalácticos. Llegamos al estadio y dos horas antes del partido todavía estábamos peleando con Lendoiro por las entradas. Hubo un lío con las invitaciones, que no nos habían dado las que eran, y llegamos a decir que o nos daban las entradas que nos habían prometido o no salíamos al campo. No sé cómo, dos horas antes aparecieron todas las entradas. Esa pelea que tuvimos con Lendoiro nos hizo salir al campo enrabietados. Hay unas imágenes, que en el minuto 5 o 6 cae uno del Madrid al suelo y van dos o tres a por él… salimos a competir de una manera… Estábamos ahí pensando: «Me cago en las putas entradas estas, al que pille por delante lo reviento». Y resulta que el que se nos cruzó fue el Madrid [risas]. Luego fuimos a celebrar el título al restaurante que tenía reservado el Real Madrid. Estaban las camareras quitando las banderitas blancas de la mesa a toda prisa.
¿No imponía el Bernabéu?
El campo que más me ha impresionado fue San Siro. De no poder hablar con el que tienes a dos metros. Fue un año que les eliminamos con Djalminha tirándose un penalti a lo Panenka; penalti que me hicieron a mí, pero no hace falta que lo pongas [risas]. Él avisó y todo, dijo: «Lo voy a tirar a lo Panenka», y lo tiró a lo Panenka. Se fue al córner a celebrarlo y nos tiraban de todo, hasta móviles de los Nokia tochos, monedas… Ahí pensé en lo que tiene que ser un Inter-Milan.
Por el Oporto de Mourinho nadie daba un duro, se llevó por delante al Dépor y ahí empezó la leyenda de ese entrenador.
Todavía no existía la expresión «de Mourinho». Empatamos en Oporto 0-0, que creo que Mourinho lo daba hasta por bueno. Pero el problema que tuvimos fue que en la ida expulsaron a Andrade por darle una patadita a Deco, que era amigo suyo, fue de coña, pero lo echaron. Andrade le decía al árbitro: «Que es mi amigo, que es mi amigo», pero nada. En la vuelta jugamos sin él y sin Mauro Silva, que se provocó la tarjeta para no perderse la final. Al loro. En su lugar jugó César y fue él quien hizo el penalti que nos metió Derlei y nos echó. No digo que César lo hiciera mal ni mucho menos, pero es que ya es mala suerte. Además, en el minuto 80. Pero ese día el ambiente ya no era como el de la remontada al Milán.
A la Eurocopa de Portugal fuiste, pero no jugaste.
Debuté con la absoluta en Logroño, en un partido contra Paraguay. Fueron a verme mis padres y les regalé la camiseta, que está enmarcada. En 2004 dieron la lista y yo no iba, pero se lesionó Michel Salgado y me llamó Iñaki Sáez. Fui y no jugué ningún minuto, pero me sirvió de experiencia la convivencia. Entrenar con Raúl, que era el jugador más importante que había, para mí fue importante.
¿Qué le pasó al equipo para irse en primera fase?
No quiero culpar al entrenador, pero igual fue demasiado permisivo. Quizá mandaban más los jugadores que él, pero no sé. Algo falló. Hicimos lo más difícil, que era ganar el primer partido y, en el segundo, contra Grecia jugamos mejor pero nos empataron con un gol de Charisteas ahí que…
No, no, gol tras un señor pase de don Vassilis Tsartas.
Con la zurdita, sí, golazo.
Mourinho ganó la Champions y Grecia la Eurocopa, fue un año de deleite para los amantes del fútbol defensivo.
Lo impresionante fue que el partido inaugural fuese Grecia-Portugal y la final, Portugal-Grecia, y ambos los perdiese Portugal. En Portugal [risas]. Lo de Grecia tenía un punto a la Dinamarca del 92, que fue de invitada porque la llamaron al última hora en sustitución de Yugoslavia, y ganó. Por Grecia nadie daba un duro, se lo fue creyendo y ganó también. Yo me alegré de que ganara Grecia, no por ellos ni por ir contra Portugal, sino porque una sorpresa siempre le sienta bien al fútbol. Espectáculo no dieron, eso sí. Era como el Atlético de Madrid de Simeone, no hace fútbol vistoso, pero te gana. Te gustará o no cómo juega, pero te gana. Ves que los equipos cuando van a jugar contra el Atlético ya van resoplando, sin ganas, porque va a ser un partido feo y te van a ganar en una contra. Nadie quiere enfrentarse a ellos.
¿Qué tal Caparrós en el Dépor?
Muy bien. Confió mucho en mí. Es un personaje… El fútbol para él no tiene secretos, es trabajo, trabajo y trabajo. A nosotros nos trajo ya conceptos modernos, cuidar la alimentación, mirar el porcentaje de grasa. El cambio lo notamos, pero ese Dépor no era el de cuando Lendoiro compraba, sino el de cuando vendía. Se fueron las estrellas y éramos de media tabla. Currando solventó situaciones complicadas. Porque yendo de abajo a arriba es fácil, pero de arriba a abajo cuesta gestionar un equipo. El doctor Escribano nos daba sus papillas en el descanso…
¿Qué tenían?
Espaguetis triturados. No sé si nos hacían bien o te lo imaginabas, pero esos métodos los empezaron a introducir todos los clubes. Antes Donato jugaba con 40 años y barriguita y lo hacía muy bien, pero ponle ahora en el Camp Nou con 40 años… Un ejercicio que hacía mucho Caparrós era ponerte a correr y cuando solo te quedaban cien metros se ponía a tu lado y te empezaba a hacer preguntas. Quería que en una situación de agotamiento te funcionara la cabeza, que supieras pensar ahogado. Trabajar el cerebro en el momento límite. Luego daba charlas. Decía, si tú haces entrenamientos, estás fundido, llegas a casa con la bolsa y ves que en el séptimo, donde está tu familia, hay un incendio, subes a toda leche. Pues eso es porque el cuerpo, aunque parezca que no, todavía puede dar más. La adrenalina te da para hacer ese esfuerzo. Aunque tú digas no puedo más, el cuerpo todavía puede. Esos ejemplos nos ponía.
En 2006 no fuiste al Mundial.
Jugué amistosos, estuve en convivencias, pero ya vi que, con 28 años, si me perdía ese, nunca tendría oportunidad de jugar un Mundial. Me quedaba el recuerdo de haber estado en una Eurocopa, al menos. Entonces se lesionó Del Horno y los periodistas pensaban que iba a ir, pero fue Pernía de, inicialmente, suplente de Antonio López. Recuerdo que hubo dudas en las televisiones y fue un poco raro, porque a él le sacaban metiendo goles y a mí sacando de banda, tirándome por el suelo [risas]. Creo que, sinceramente, si no me hicieron la cama, sí apretaron para que fuera Pernía. Luis no era para nada influenciable y se llevó a Pernía porque, dijo, sabía los códigos del fútbol. El otro fútbol, el de todo un poco. Luego resulta que fue titular. ¿Cómo se sentía Antonio López? Eso nadie lo ha preguntado. Yo me llevé una decepción. Aunque no fuese a jugar, al menos estar ahí, como en la Eurocopa, quería vivirlo. Al siguiente Mundial veía imposible que nadie quisiera llevarme a mí con 32 años.
¿Qué pasó en la tragedia del «Vamos a jubilar a Zidane»?
Se habló de la destitución de Luis Aragonés, puso el cargo a su disposición, pero Villar no le aceptó el cese. Entonces ya Luis planeó algo tipo: «Me quedo, pero con mis ideas». Prescindió de Raúl, de Albelda, de Míchel Salgado, Cañizares… En ese Mundial creo que empezó a haber grupitos, Luis lo detectó, malos rollos… ya Raúl no fue titular…
Era Villa.
No sé, porque con el disgusto no lo seguí mucho. Pero después, en la fase clasificatoria, cuando pierde contra Irlanda, es cuando ya no llama más a Raúl y Míchel Salgado. Ahí estalló la bomba.
¿Qué pasó?
Lo que me han contado no sé si es verdad…
Enrique Ortego contó que Raúl no quería entrenar mañana y tarde y Aragonés decía que a la selección se iba a trabajar. ¿Coincide?
No me coincide para nada. La verdad no la sabremos nunca, hubo discrepancias, se rompieron las relaciones y punto, y se puso a hacer un grupo que estuviese unido. Un vestuario donde cada uno aceptase su rol. Porque lo que me han contado a mí es que ellos tenían que jugar siempre, si iban a la selección tenían que jugar. Luis se arriesgó, fue con lo suyo a muerte y le salió bien. Cosa que no fue fácil, ir a la selección entonces era un drama. Nadie quería ir, no era como ahora. Ibas, pero lo pasabas mal. Cuando perdimos en Suecia, jugamos un amistoso en Murcia, cuando inauguran la Nueva Condomina, contra Argentina, que debutó Antonio Puerta, y en el entrenamiento nos insultaba la gente, «mercenarios», «hijos de puta»…
El punto de inflexión fue en Dinamarca, con el famoso gol de Sergio Ramos en Aarhus. Ahí empezó, para mí, la verdadera era de Luis Aragonés. Porque pasásemos por donde pasásemos, todo el mundo estaba «Raúl, Raúl». Una vez Luis Aragonés en Oviedo dijo que el entrenamiento iba a ser a puerta cerrada y se lio… Era el debate nacional, toda la prensa siempre estaba con lo mismo. A día de hoy, todavía no sé cómo soportamos esa presión. Era brutal, y eso que a nosotros los jugadores no nos incumbía.
¿Cómo se gestó esa forma de jugar?
Natural, de la calidad que había. Con esos jugadores va surgiendo. Igual que el Barça lo hace porque tiene calidad para hacerlo, no porque pueda llegar cualquiera y decir «hoy voy a jugar al tiquitaca». Yo cuando jugaba con España me sentía como si fuera del Barça o del Madrid, pensaba en cómo se tenían que sentir ellos con su 70 % de posesión en cada partido. Acababa y estaba fresco, porque con balón te diviertes. Después de cada partido podría haber jugado otro.
¿Sentisteis presión de la selección de baloncesto?
Al revés, al baloncesto no le dieron la importancia que merecía. Ganaron el Mundial, le dieron bola dos días y luego te sacaban una portada de Cristiano atándose las botas. Debería haber estado el país un mes de fiesta. Tiene tanta dimensión el fútbol que parece que los demás deportes no valen para nada. Hay una obsesión con el fútbol masculino, ni siquiera con el femenino. Se nos ha dado demasiada bola, pienso yo.
En el último amistoso, contra Estados Unidos, antes de la Eurocopa, decía El Mundo Deportivo: «esta España no va bien y su examen final antes de la Eurocopa lo aprobó por los pelos (…) lo que está claro es que la cosa no marcha como debería (…) Esta selección está años luz de ser candidata firme a ganar la Eurocopa (…) un equipo plano, sin ritmo y que abusa en exceso del toque (…) Se abusa de los pases horizontales sin peligro (…) la masiva presencia de interiores provoca que el fútbol ofensivo de la selección se cree por el centro. Un panorama desolador (…) si España dejara de apostar por el ‘toca toca’, de continuar no dándole resultado, el plan B tampoco sería garantía de éxito».
Fuimos al Sardinero y nos pitó todo Santander. Dijo la prensa que teníamos una defensa de mierda. Algo como «España sin defensa», que fue lo que más me molestó. Encima me lesioné en el abductor y casi me mandan para casa. Me dijo el fisio que porque era yo y sabía que mi cuerpo se recuperaba bien, pero jugué toda la Eurocopa lesionado. Jodido, jodido. Me dolía. Personalmente, estuve un poco molesto con la prensa porque habíamos ganado los amistosos, tan mal no estábamos, aunque se pudiese mejorar. Pero vamos, en el primer partido ganamos 4-1 a Rusia y ya todo era «¡Podemos!».
Contra Suecia, qué pase le diste a Villa, qué asistencia.
A ver en qué partido de esa Eurocopa un tío da un pase de 80 metros y acaba en gol. Fui a quitármela de encima y me dije, ya que le doy, la meto al área. Eso para mí es un despeje orientado [risas].
Con Ramos hubo líos al principio. Te leo: «Luis Aragonés le dio ayer un nuevo aviso a Sergio Ramos. Esta vez no fue por algo que haya pasado en el terreno de juego, sino fuera de él».
Le sacaron unas fotos en el pueblo donde estábamos, en Neustift, donde solo había un bar y él había bajado a tomar una copa con su hermano. Eso lo publicaron como que se había ido de fiesta, cosa que era imposible en ese pueblo, no había más que dos bares. Luis Aragonés le llegó con el periódico en la mano y le dijo: «Usted es tonto, ¡usted es tonto! ¿No ve que quieren desestabilizar? Yo sé que no estuvo de fiesta, pero el próximo día si quiere tomar algo le dejo yo una peluca». Nos metían mierda por todos los lados.
La clasificación fue fácil.
Aparte, que jugaran los suplentes el tercer partido vino muy bien. Debutaba todo el mundo, no había gente sin jugar, con ese ansia. Poder salir todos nos vino de fábula.
En el Mundial de 2006 recuerdo que al jugar el tercer partido con suplentes, contra Arabia, algo se dijo de que fue un error porque se había perdido tensión competitiva.
No, estaba bien. Así todo el mundo se sintió importante. Yo lo prefiero así, al menos.
Italia, partido épico.
Íbamos con la losa de no superar nunca los cuartos de final. Encima Italia, que era la campeona del mundo. Pero al eliminarlos nos sentimos como que habíamos cumplido 18 años y ya éramos mayores de edad. Sobre todo hubiera sido una pena habernos quedado en cuartos después de lo que sufrimos y la mierda que tragamos.
Italia se veía más favorita que nosotros, pensarían que en los momentos complicados nos ganarían con algún recurso, pero se encontraron con que en los penaltis, donde en teoría son mejores, demostramos que psicológicamente éramos más fuertes. Ahí les sorprendimos. Recuerdo estar en el medio campo, mirar a Buffon abrir los brazos y la portería parecía de hockey. No sabía por dónde iban a entrar los balones. Agradecí a Luis que no me dejara tirar. Vamos, Luis no preguntaba. Llegaba y decía: «Tú el primero, tú el segundo…». Ponía a los buenos a tirar primero, no eso de guardarse la estrellita para el final, como le pasa a Cristiano, que a veces ganan y él no ha tirado. Si eres el mejor tira el primero, ¿no?
A Rusia se la pasó por encima.
Nos liberamos. Fue el mejor partido de España, ya pensamos: «Ahora que nos digan lo que quieran».
Luis os dijo que si no ganaba con ese equipo, él era una mierda.
Decía: «Yo sé cómo ganar, solo tienen que hacerme caso». Desde el primer día hablaba de ganar la Eurocopa. Lo dijo Torres en una entrevista, era la primera vez que oíamos la palabra ganar en la selección. En Portugal nunca escuché a nadie hablar de ganar la Eurocopa. Nos lo fue metiendo, nos lo fue metiendo y al final nos lo creímos. Encima, logró que todos tuvieran su rol definido y aportaran. Palop, que era el tercer portero, que sabía que no iba a jugar, ¡era el que más animaba! ¿Cómo consigues eso? Eso es dificilísimo para un entrenador.
¿Y la final?
Llegó Luis y dijo «mañana no juega Wallas». Se refería a Balack, que al final jugó. Y dijo Luis: «¡Menos mal!». Porque había perdido todas las finales que había disputado. También habló de que le había llamado el rey y nos dijo: «Vamos a apretarle a ver si nos sueltan más pasta». Nos distraía con esas cositas. Yo, antes de salir, en la final, le dije a Xavi: «Si yo te la doy, bajo ningún concepto me la devuelvas». Y él: «Tío, Joan, què em dius, que estamos a punto de jugar una final». Me quitaba la tensión así a mí mismo. Era por mí.
Luego Luis nos dijo que si protestábamos, siempre de dos en dos para que el árbitro no viera siempre al mismo. Teníamos que aprendernos el nombre del línea, decía «al juez de línea le gusta que le llames por su nombre. ¿Quién se sabe el nombre de un linier? Si le dices ¡bien, Joseph!, el tío piensa: «Joder, qué bien, se saben mi nombre». El otro fútbol. Yo en mi puta vida me había parado a saber el nombre de un linier. Por algo le llamaban el Sabio, lo sabía todo.
Y el gol de Torres, que también es un tío que estuvo cuestionado y mal.
En la selección todos lo estuvimos. El problema era que la selección era de Madrid y Barça. La gente estaba pendiente de si había más de uno o de otro. Es así siempre. Para mí, es una guerra absurda, y los demás hemos sido jugadores de segunda fila a los que aceptan en casa de los mayores, para que te sientas bueno por un día. Pero yo pienso que si he hecho Olimpiada, Eurocopa y Mundial sin ser de ninguno de los dos, tiene más mérito que lo de ellos. Y siendo malísimo, pues más todavía [risas].
Tu habitación era el cuartel general.
Es que era enorme. Como íbamos por orden alfabético pensé que sería la de Casillas y fui a ver si se habrían confundido, pero no, era la mía. Entonces ya se quedó para jugar a las cartas y tomar unas cervecitas después de los partidos. Antes de cada final, en las que yo estuve, la noche antes siempre hacíamos todos juntos un colacao con madalenas o un cruasán, era como una superstición. Luego, dormir antes de una final es peor, porque sabes que si fallas estarás marcado para toda la vida. Sobre todo en la del Mundial, estaba muy preocupado por si me resbalaba o algo y perdíamos por mi culpa. De haber ocurrido algo así, ahora estaríamos aquí sentados y todo el que pasase por la calle me diría «¡hijo de puta! ».
Es difícil destacar nada de ese equipo, todo funcionó: Casillas, la defensa, el medio campo, los delanteros. No se puede decir que uno fuera clave, porque lo fueron todos.
Todo salió bien en esa Eurocopa. Hasta la celebración estuvo mejor que la del Mundial. Ganamos en Viena, volvimos y nos pegamos una fiestecilla entre nosotros en el famoso pub de Sergio Ramos. Volvimos al hotel, cogimos el avión para volver a Madrid, hicimos toda la ronda, y montamos una fiesta privada en Buda solo para nosotros, la familia y los amigos. Aquello fue muy brutal, todos dándonos besos, abrazos. Nos lo pasamos…ahí me di cuenta de la maravilla que era el grupo que habíamos hecho. Al llegar a las ocho de la mañana me encontré en el vestíbulo del hotel a Puyol y nos abrazamos y cambiamos la camiseta como si fuera el final de un partido, todavía la tengo guardada. Un escándalo lo bien que lo pasamos. Fue tan natural, una maravilla. En el Mundial celebramos, pero estuvo más apagado.
En ese momento eras jugador del Villarreal, club al que escogiste porque, dijiste, era el «más serio» de los que te pretendía.
Tuve varias ofertas. El más importante fue el Betis, el Levante me mareó también un poco, pero me fui con el Villarreal porque estaban en Europa y competían. Acerté. Conseguí ahí la plenitud futbolística. Si fui al Mundial con 33 años fue gracias al Villarreal, si me hubiera ido al Levante, que ese año bajó a segunda, no lo habría logrado. En Coruña sembré y recogí en Villarreal, donde logramos el mejor puesto de la historia, segundos, y salimos con el autobús como si hubiéramos ganado. Lo que ha hecho Roig es espectacular. Igual que en Coruña, que su realidad era estar en primera, mantenerse, y eso la gente no lo veía porque venía de unos años buenísimos.
Tuviste a Pellegrini y a Valverde; uno llegó al Madrid y el otro, al Barça.
Pellegrini, junto con Caparrós, ha sido el mejor entrenador que he tenido. Nunca se ponía nervioso. No le salió lo del Madrid, pero lo merecía. Con él no hice más que disfrutar del fútbol. No hacíamos tiquitaca como el Barça, pero sí minitiquitaca. Íbamos con jugones de verdad, Cazorla, Senna, Cani, Rossi, Nilmar, Borja Valero… Un Barça en miniatura. Luego llegó Valverde y quiso cambiar un poco el dibujo a un 4-4-2 más defensivo y nosotros no lo pillamos. La culpa es siempre a medias, pero creo que fue más nuestra. No asimilamos lo que nos pedía. Cuando se marchó fue muy emotivo porque le queríamos mucho y nos sentíamos culpables de no darle lo que pedía. Pero eran cosas que no podíamos hacer, que los extremos bajasen a defender, a Pirés lo mataba… Pellegrini en cambio era: «Si nos meten uno, tranquilos, ya meteremos dos». Ahora en el Barça si Valverde pone un 4-4-2 lo matan.
¿Por qué se fue Luis de la selección?
Durante la celebración él ya era consciente de que no podía seguir. Ya tenían a otro firmado, porque nadie esperaba que fuésemos a ganar. Eso es al menos lo que me llegó a mí.
¿Del Bosque qué mantuvo y que tocó?
Su presión añadida era que veníamos de ganar la Eurocopa. Ya estaba todo encaminado, la columna vertebral hecha, no quiso tocar muchas cosa y le fue bien.
Metió el doble pivote.
Sí, que fue muy criticado tras la derrota ante Suiza. Todos los entrenadores tienen que meter algo suyo, porque todos tienen sus cosas. No creo que esa derrota fuese por el doble pivote. El sacrificado fue el pobre Silva, porque de Busquets dijo que, de poder ser un jugador, Del Bosque hubiese querido ser Busquets. Le reafirmó. Eso fue importante, Busquets tenía 21 años. Pocos aguantan la presión como lo hizo él. Por eso ha llegado él donde ha llegado y no yo [risas].
Mi única virtud es que he sabido siempre dónde está mi límite, al final el fútbol es inteligencia. Nunca me habrás visto hacer una bicicleta porque podía descarrilar y rotura de tibia y peroné. Si lo mío era cortar y dar, yo cortaba y daba. Como decía Luis de sí mismo: «Yo era malo, pero era listo de cojones».
A ti se te cuestionó.
¿Sí? No me acuerdo. En la selección siempre he tenido la suerte de estar un poco al margen por no ser del Barça o el Madrid. Yo le daba igual a los polemistas. No hablaban ni mal, ni bien. Estaba entre dos aguas. En ese partido contra Suiza yo en lo único que estaba pensando fue en que era mi debut mundialista. Estuve pendiente del saque de centro y cuando lo hicieron, dije: «¡Ya! soy mundialista, le contaré a mis hijos que soy mundialista». Para mí jugar un minuto en un mundial ya era un triunfo. Luego acabé jugando todos los minutos, junto a Piqué y Casillas, que esa es otra.
Casillas también aguantó lo suyo porque se le ponía en duda por la presencia de Sara Carbonero.
Igual fue una motivación, ¿no? Antes, en la Copa Confederaciones, Sara estaba detrás de la portería. Nosotros en el calentamiento la mirábamos, porque si una chica es guapa, pues… y ya nos dijeron que tenía casi pareja. Fue todo muy secreto, como lo de Piqué y Shakira, que yo no me enteré hasta después del Mundial. De hecho, yo andaba por ahí diciendo todo el rato que quería hacerme una foto con Shakira. Pero no creo que esto fuese una distracción para nadie, sino al contrario. Te motiva.
Luis os criticó en los medios por salir con el partido de Suiza ganado.
Ni me enteré. Pero sí que es verdad que no salimos con la tensión adecuada, en lugar de salir al cien por cien sí que salimos al ochenta por ciento.
Después de Suiza fueron todo finales.
El primer día, el de Honduras, me llegó Del Bosque en la merienda y me dijo que ayudase un poco a los jóvenes, que venía un partido jodido. Eso me llenó de confianza, que viniera el míster a decirme algo a mí, en privado, me sorprendió. Porque lo normal era que hablase con Casillas y con gente con más peso. Después de lo de Suiza, a todos los partidos fuimos con la maleta hecha por si después nos íbamos a casa.
Lo de Chile fue un parto.
Honduras fue terrible, pero sabías que podías ganar. Contra Chile ya teníamos más dudas. Los equipos sudamericanos se nos dan fatal, presionan mucho. Un equipo de Bielsa además es complicadísimo. Estábamos acojonados, menos mal que metió Villa eso desde el medio campo. Fue un partido feo no, feísimo. De cojones. Cuando nos marcaron el 2-1 no sabíamos si atacar o defender.
Fue la primera vez que esa selección se echó para atrás.
Nosotros no sabíamos que a Chile le valía, fueron ellos los que pararon. A nosotros nos daba igual el otro partido, solo nos valía ganar. Teníamos el miedo en el cuerpo. Un resbalón, cualquier cosa, en fútbol puede pasar de todo, y a casa. Yo me quedé a atrás, lo único que tenía claro es que no podían meternos un gol, si no metían estábamos en octavos y me dediqué a eso.
Piqué recibió por todos los lados, estaba todo el día sangrando.
Ahí es donde se enamoró Shakira, al verle con esa cara [risas]. Pero, fíjate, después van y le silban. A un tío que siempre que le han llamado se ha entregado. Después, que cada uno piense lo que quiera en su vida privada, pero si defiende tu país o tu camiseta respétalo, ¿no?
El partido de Portugal, tácticamente, fue el más complicado que disputó esta selección junto con el de Italia de la Eurocopa.
Es que Portugal tenía muy buena selección. También nos tenían ganas. Cuando jugué en el Benfica noté que había algo de rivalidad entre portugueses y españoles, no los veo como los mejores hermanos. Siempre he visto que nos tienen ganas. Fue un partido duro y jodido. A mí, a nivel personal, me vino Toni Grande y me dijo: «Joan, has hecho el partido de tu vida». Dije: «Coño». Recuerdo que me cayó a la banda Cristiano porque tengo un par de fotos guardadas. Y el gol nuestro, si hubiera habido VAR, igual nos lo anulan, que estaba en fuera de juego Villa.
Vaya faltas nos tiró Cristiano Ronaldo.
Es que el balón ese era un desastre. Lo hicieron a propósito para Cristiano. Le metías y no sabías dónde iba. Me pongo en la piel de Iker y… cada falta era una lotería. Era casi un penalti, o peor, que de lejos es más difícil porque el balón se mueve más. No sé quién aprobó esa pelota, a mí no me gustó desde el principio.
Infartitos contra Paraguay.
Falló un penalti Cardozo en el 70. Fue el partido que más sufrí. Es que los equipos sudamericanos siempre se nos han dado mal, son rocosos, nos asfixian, nos viene mejor el estilo europeo. Vas de mala gana, te meten en su terreno y psicológicamente te ganan. Si nos llegan a meter el penalti, que se lo para Iker, estoy convencido de que nos eliminan. Luego tuve a Cardozo en el Benfica y me dijo que nunca los tiraba así, que ese día cambió. Y luego sacó Casillas y nos pitaron penalti a nosotros. Lo tiró Xabi Alonso, lo metió y le hicieron repetirlo, pero en esa jugada hubo otro penalti que no pitaron. Y al poco después entra el gol, un remate al palo de Pedro que coge Villa, chuta y da al palo, al otro palo y gol. Fíjate lo que es la suerte. No hicimos un fútbol brillante en ese mundial, pero fue eficaz. 1-0, 1-0 y 1-0. Esas fueron nuestras eliminatorias, se divirtió más la gente en la Eurocopa, pero un Mundial lo absorbe todo.
¿Cómo afrontaste la final?
Me dijo un amigo unos días antes: «Para salir al campo, ponte una moneda en la media y una vez dentro la lanzas y la entierras en el césped». Respondí: «Vamos a ver, tío, que mañana voy a jugar una final del Mundial, que no es la fiesta mayor». Y me dice: «Si quieres ganar, haz eso». Por la noche empecé a dudar, «¿y si no lo hago y perdemos?, a ver si va a tener razón». Con un par de cojones, me puse un euro en la media, el himno, tal cual, todo chulo, y mientras hacían el sorteo, tiré mi moneda y la clavé con el dedo en el césped, que debe estar todavía ahí. Yo no la toqué.
Cuando salté al campo, miraba la copa. Cómo brillaba. Ver la copa que habían levantado Matthäus, Maradona… La miré porque, ¿y si no la volvía a ver? Me impresionó mucho lo que brillaba. Pensé en Maradona, cómo se lo tuvo que pasar en el Estadio Azteca, levantándola delante de ciento veinte mil personas. Cuando sonaron los himnos, se me pasó un flash de mi carrera: «Yo qué hago aquí, con todo lo que he jugado en campos de tierra», me puse como melancólico, «cincuenta millones de españoles viendo el partido». Veía imágenes de mí cuando era pequeño.
Mis padres vinieron a partir de las semis, eso me puso muy contento, que me vieran jugar un Mundial. Al estar ellos en el campo me sentí un poco protegido, respaldado. Estás a doce horas de España, pero no estás solo. Entonces empezó el partido y se pusieron a meternos unos palos… En el minuto 13 o 14, me da un pase Puyol, la recibo, viene Van Persie y me da en el pie de apoyo. Le sacaron amarilla, pero sentí que me había reventado el tobillo.
¿Jugaste lesionado?
En el descanso estuve con el fisio. No me enteré de nada de la charla que dio Del Bosque. Tenía el tobillo hinchadísimo, con un esguince de caballo. Pensé que no podía jugar. Le dije al fisio: «Hazme lo que sea, pero que pueda jugar». Me dio un Nolotil o algo así, algo rojo. Me tuve que quitar el cordón de un par de ojales de la bota para poder atármela y probé en la carrera para salir al campo, si no podía, me volvía, se lo tuve que prometer. Pero pude. En cuanto empezó la segunda parte, ni me acordé del tobillo. Sería la adrenalina, pero no sentía dolor. Acabó el partido y estuve un mes de baja. Tenía el tobillo negro.
¿Os sorprendió la forma que tuvieron de salir?
Mucho. ¿Cuándo Holanda ha sido así de agresiva? Yo creo que ahí perdieron la final. Fue el equipo más violento de todo el torneo en ese partido. Paraguay fue mucho más noble que ellos y se supone que los sudamericanos son los aguerridos. ¿Lo de Van Bommel con Iniesta, que habían sido compañeros en el Barça y tuvieron un rifirrafe? Para sacar de quicio a Iniesta hay que… Y ya no te digo la patada de De Jong a Xabi Alonso, todavía no me explico cómo en el mundo del fútbol eso no es roja por mucha final que sea. Si es roja es roja, aplica el reglamento. Eso no es cargarse una final, el que se la ha cargado es De Jong, no el árbitro.
¿Cómo viste la ocasión de Robben?
Yo iba detrás de él, fui el que mejor lo vio de todo el planeta. Sin pagar entrada [risas]. Le grité: «¡Kiricocho!».
¿Cómo?
Kiricocho. El segundo de Pellegrini, Rubén Cousillas, cuando teníamos una ocasión en contra, decía «kiricocho», que es un mal fario para el rival. Se me quedó grabado. En esa jugada, a Piqué le pasó por debajo de la pierna, no sé por qué, pero el otro cuando arrancó la moto yo ya no llegaba. Solo me quedó correr a la desesperada y decirle «¡kiricocho!». Y va y la falla, tío. Rubén Cousillas tenía muchas manías, antes de cada partido se encerraba en los cagaderos y empezaba a rezarle a la Virgen…
Llegó el gol.
Cuando marcó Iniesta, miré el marcador y del 117 al 120, esos tres minutos, fueron los más largos de mi vida después de mi boda. Duró igual que todo el Mundial. Nos quemaba el balón, fue una cosa de locos. Despejábamos y Torres corría todos los balones. Yo le metí uno y se rompió al intentar controlarla. Una rotura de caballo.
Del gol no me acuerdo tanto. El carrerón de Navas, no me acuerdo. Vi que Iniesta pegó un taconazo y pensé: «Hostia, qué haces con taconazos en mitad del campo, no la perdamos ahí». Siguió la jugada, Torres metió un centro que despejaron y le cayó a Cesc, le dio el pase a Iniesta, que estaba en fuera de juego en el primer pase… Ahora no me acuerdo. Mira, ese gol no he vuelto a verlo nunca. No lo veo cuando sale en la tele porque tengo miedo de que lo falle. En serio, por superstición intento no verlo, a ver si me van a quitar la estrella.
Superstición a posteriori.
Quiero ver todas las imágenes del Mundial, menos el gol. Cuando chutó Iniesta y marcó, el estadio se quedó como… ¿qué ha pasado? De repente, vi que Iniesta salía corriendo, pensé «¿Gol? ¿Gol?», vi al linier pirarse para mitad de campo y empecé a correr como un loco hacia ellos, fueron ochenta metros, la carrera más rápida que he hecho en mi vida en un campo de fútbol. Caímos todos, dentro del montón me encontré con Xavi, me di un abrazo con él, y ya está. La camiseta de Jarque para mí fue una sorpresa, no sabía que la llevaba. Es caprichoso el destino, Iniesta estuvo a punto de no ir al Mundial, tuvo una especie de depresión, le trató un psicólogo. Le pusieron vídeos de motivación…
Luego el balón nos quemaba, solo dábamos pelotazos, y recuerdo que se fue de fondo una y le dije a Iker cuando iba a por ella: «Por tu madre, no saques, por tu madre», que se jugase una tarjeta o lo que fuera. Y tal y como lo plantó para sacar, el árbitro pitó el final. Todos nos pusimos a llorar, te derrumbas ahí, es algo… toda la tensión…
El fútbol tiene tal magnitud. Tú piensa que por dos días o tres unimos a toda España. Esto no lo han conseguido ni los políticos. Por dos días, unimos a todo un país. Otra cosa que me emocionó fue que, cuando acabó todo, me encontré con mi familia, que estaba ahí en un córner, y vi que mis padres estaban llorando. Yo nunca había visto eso en mi vida. Todavía me emociono al recordarlo.
La putada es que tanto en 2008 como en 2010 me tocó doping. Me perdí las dos celebraciones en el vestuario, en las dos estuve con un tío persiguiéndome.
También te perseguía un periodista japonés.
Mutsu Kawamori, es amigo mío. En 2004 nos conocimos, hace Champions, campeonatos internacionales para una revista. En 2008 me trajo unos amuletos orientales de buena suerte. Yo los llevaba en el neceser. Lo veían los compañeros, me pedían y yo iba repartiendo. Ganamos Eurocopa y Mundial, no sé si tendría que ver [risas].
¿Cómo llevaste el declive profesional?
Con 33 tacos ya te ves que… Del Bosque lo hizo muy bien, me mantuvo un añito más y el terreno ya estaba preparado para Jordi Alba en la Eurocopa de 2012. Con el Benfica fui al sorteo de la Eurocopa en Kiev, me encontré con Del Bosque y me llamó a un aparte para pedirme disculpas. Le dije que no tenía que darme ninguna explicación.
En el Villarreal, Garrido me dijo que no me quería. Por eso me fui a Lisboa y mira, me ahorré un descenso. Luego volví al Espanyol un poco para desquitarme, que me estuvieron silbando diez años, pero es donde me formé. Salvamos la temporada con Aguirre tirando de los veteranos, yo sacando los córners y Simao rematándolos, mira cómo estábamos. Me acuerdo de que con él pactaba las broncas. Me avisaba antes de que me iba a gritar, que le siguiera el rollo, y luego me montaba la de dios delante de los jóvenes.
Y ya me había retirado cuando me apareció la oportunidad de ir a la India, que decían que iban a montar una NBA del fútbol, con jugadores franquicia, y me fui. Me lo pasé muy bien, campos enormes llenos, con Del Piero, Anelka, Pirés, fuegos artificiales, pero unos mosquitos gordísimos… Luego la pobreza que vi por ahí me sirvió como cura de humildad. Vienes aquí y te das cuenta de que nos quejamos por nada.
Todavía me dio tiempo a ir a Bélgica, en el Lierse, estuve lesionado y descendimos, me rompí el cruzado. Mi último club fue en Andorra, el Santa Coloma, que jugábamos la Champions. Nos tocó un año en Armenia y la pena fue que, el segundo, que estaba deseando meterme otro viaje, nos volvió a tocar en Armenia.
¿Qué pasó con lo de Guanyarem? Dijiste que se utilizó tu imagen para intereses políticos.
Cuando me ha llamado la selección catalana he ido, cuando me ha llamado la española, he ido. Nunca en beneficio político de nada. Para mí, el deporte no tiene nada que ver con la política. Sí que he visto que aquí en Cataluña nos han apretado un poquito, nos pusieron una pancarta y nosotros, muchos, no lo sabíamos. No era un engaño, pero era como «¿Qué tiene que ver la política aquí ahora?». También nos decían que, cuando sonase el himno catalán, aunque no nos lo supiéramos, que se viera como que lo cantábamos. Yo pensaba: «¿Y por qué? Cada uno que haga lo que quiera, ¿no? Si lo quiere cantar o no». Cosas que…
Lo cierto es que al final los que más van a la selección catalana son los del Espanyol.
¿Y tú has visto alguna vez al presidente de la Generalitat en un partido del Espanyol? Si en el palco del Barça parece que le han puesto un piso… Así nos va. El fútbol es un deporte, un espectáculo, y la política otra cosa. Si lo quieres mezclar, nos equivocamos todos.
¿Qué le pasa ahora a España?
Yo estuve en el momento adecuado en el lugar adecuado. Nosotros cuando subimos de la sub-21 no teníamos presión, España era siempre un desastre. Ahora ya hay ahí una estrella en el escudo. Lo mismo le pasó a la Italia campeona del mundo y antes a Francia. Pero estoy ilusionado con los Asensio, Isco, Morata, Odriozola, Rodri, Koke, Saúl… Creo que la esencia sigue siendo el toque, la selección no la va a perder. Igual Luis Enrique prefiere ataques más directos, pero su esencia es la posesión. Si no es en esta Eurocopa, que tenemos que ser de las fuertes, será en el Mundial. Por madurez y por todo. Pero el fútbol ha cambiado mucho. Es muy exigente actualmente. Ahora quieren máquinas. Estoy flipando con la de lesiones que hay en primera división. Exprimen al máximo el cuerpo humano. Buscan tanta perfección que el cuerpo humano no responde.
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Es curioso, sobre la parte en que descendió con el Atl Madrid, cuenta exactamente lo contrario de lo que contó Radomir Antic en la entrevista suya aqui mismo, esa que censurasteis porque decia que amañaron toda la temporada y descendieron para echar a la administración judicial. ¿Vosotros a quien creeis, teniendo en cuenta que le censurasteis? ;)
Jaja iba escribir exactamente lo mismo.
Fue un escándalo mayúsculo esa censura para los q nos dio tiempo a leerla completa antes del cambio. A estas alturas es más q evidente q Gil quería q el equipo descendiese. Esa parte de la entrevista de capdevilla no es creíble, pero el resto es una entrevista buenísima, con preguntas muy bien formuladas y respuestas sinceras y simpáticas.
Pon el link de la entrevista original en waybackmachine.com y la tienes entera sin censurar. ;)
¿podrías enlazar el link de la entrevista original o pasarmelo por privado? No lo localizo por ningún sitio y quiero leer la original.
Pues otra entrevista imprescindible de Jot Down. Y van…
Fabulosa entrevista, con momentos muy simpáticos y anécdotas jugosas. Un 9,9 sobre 10 sin duda.
Son dos cracks: A. Corazón Rural es un fenómeno entrevistando, todos lo sabemos. Sabe sacar el jugo al entrevistado, sigue una cronología, escucha, e inserta la pregunta adecuada en el momento perfecto. No es casialidad.
Capdevila era un crack en el campo también por supuesto pese a ser un tipo super modesto. A priori no destacaba en exceso,pero había dos cosas que el tío sabía que dominaba y les sacaba un provecho excelso: cubrir el espacio y sus espaldas así como el desplazamiento en largo del balón. Joan era un cerrojo en su banda, y su toque de balón era mucho más depurado de lo que se ha dicho. De hecho marcó algún que otro golazo desde fuera del área y no por casualidad.
Hombre, decir que aquel Depor hubiera ganado cinco ligas seguidas estando por ahî el Madrid de Raùl, Figo, Zidane, Roberto Carlos, Casillas, Hierro…es un poco atrevido como mînimo.
Un poco atrevido, pero ese Madrid sólo ganó dos Ligas, y una estuvo a punto de perderla contra la Real Sociedad.
Pues lo cierto es q ese depor estuvo 12 años entre los 3 primeros de la liga. No es ningún disparate decir q podría ganar 4 o 5 ligas cuidándose y teniendo en cuenta q ganó una y otra la perdió x el famoso penalty de djukic.
Ves la plantilla del depor de principios siglo xxI y eran 22 jugadores internacionales de primer nivel.
El Madrid de los galácticos no era para nada un equipazo, tenía partidos increíbles con rachas malisima. En liga muy flojos y les salvó ganar la champions de Zidane, pero no era un equipo conjuntado.
Cómo anécdota decir q el Real Madrid pasó 18 años seguidos sin ganar en Coruña, un disparate de tiempo.
Muy buena entrevista, pero con las papillas de Antonio Escribano hechas de espaguetis triturados… te tienes que reír!
Aquí uno que ha disfrutado muchísimo con esta entrevista. Felicidades!!!
Prácticamente todos los futbolistas entrevistados cuentan alguna cosa desagradable sobre los contratos, los traspasos, los sueldos indebidos (profesionales cobrando como futbolistas del filial…), sobre presidentes mentirosos, contrarios que dan leches… Es increíble: nadie hace lo que debe hacer. Todo quisque va a su bola.
¿Soy el único al que le joden estas cosas? Si un presidente mintiese para cubrirse las espaldas, yo lo putearía como pudiese.