Cine y TV

Enciclopedia del gazapo audiovisual

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Juego de tronos. Imagen: HBO.

Durante los quince primeros minutos del cuarto capítulo de la última temporada de Juego de tronos, los espectadores más despiertos descubrieron que un invitado no deseado se había colado de puntillas en los Siete Reinos: un vaso de café con tapa de plástico. Un recipiente similar a los que utiliza la famosa franquicia Starbucks que de modo inexplicable e inesperado se pavoneaba orgulloso sin mucho disimulo entre el atrezo de la escena. A los memes sobre el asunto les crecieron las alas rápidamente, la HBO se metió prisa en eliminar el vaso traicionero del metraje, Stephen Colbert comento en las redes que «esa taza de café se había cargado toda la veracidad de aquella historia donde una mujer cabalga dragones y está enamorada de un tío que ha vuelto de entre los muertos» y en las oficinas de Starbucks comenzaron a dar palmas con las orejas, los pies y probablemente las gónadas externas porque les estaban haciendo la promoción gratis.

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El CM de las redes sociales de Starbucks no la ha visto más gorda en su vida.

Aquel desliz escenográfico acabó teniendo el doble de gracia cuando, dos semanas después, durante la emisión del capítulo que daba cierre a la serie asomó tímidamente la cabeza, entre las piernas de los actores, otro recipiente moderno: un botellín de agua.

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Juego de tronos. Ojo a lo que se esconde detrás de una bota. Imagen: HBO.

Los errores en cualquier producción audiovisual son inevitables. Y en el caso concreto de los envases no deseados danzando por el plató existía un antecedente similar que también hizo chirriar el empaque de otra serie televisiva. Ocurrió en 2014, cuando durante la campaña publicitaria de una nueva temporada de Downtown Abbey  a la cadena británica de televisión ITV se le ocurrió publicar en sus redes sociales la siguiente imagen promocional:

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¿El problema de la instantánea? Situado entre los dos jarrones a la derecha de la imagen, y adquiriendo la forma de un maravilloso botellín de plástico que algún miembro del equipo dejó huérfano en el set. Como Downtown Abbey estaba ambientada en Inglaterra entre 1912 y 1926, una época donde el plástico todavía no estaba muy de moda, la cadena se apresuró en retirar la imagen de la red. Pero los fans se mofaron del error y Julian Fellowes, guionista del show, se lo tomó fatal: «El programa es bastante exacto históricamente. El verdadero problema son aquellas personas socialmente inseguras que tratan de demostrar lo inteligentes que son señalándote fallos en la serie, promocionando su pijería y tratando de demostrar que son mejores que tú». Fellowes andaba bastante avinagrado con el tema, y no acababa de comprender que a veces simplemente resulta divertido descubrir que la ficción ha metido la pata. En el fondo los anacronismos y los gazapos llevan salpicando la historia del arte desde mucho tiempo antes de que se inventara el celuloide: ahí tenemos el famoso cuadro de La última cena donde Leonardo da Vinci dibujó un tipo de mesa que no se utilizaba en la época de Jesús y sus apóstoles. O la pintura Orfeo tocando el violín de Cesare Gennari que, como su propio título indica, representaba a un dios de la antigua Grecia tocando un instrumento que no se inventaría hasta el (un poco menos antiguo que Grecia) siglo XVI.

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La última cena y Orfeo tocando el violín.

Los invitados indeseados

En las producciones para la pequeña y la gran pantalla, aquellas personas y aquellos objetos no deseados que lograban infiltrarse en el metraje final siempre han sido un bonito dolor de cabeza para sus responsables. En Piratas del Caribe: la maldición de la Perla Negra un hombre con sombrero de cowboy se coló entre la tripulación del barco de Jack Sparrow, Gladiator muestra la famosa bombona instalada en una cuadriga que los del departamento de FX habían tuneado en el vehículo, en Indepence Day el personaje de Jeff Goldblum vuelca un cubo que tiene escrito por debajo «Departamento de arte», Braveheart luce un coche blanco aparcado tranquilamente en el campo de batalla, En busca del arca perdida tiene a un zagal luciendo camiseta y tejanos paseándose entre las túnicas del Cairo y en Tiempos de gloria era posible señalar un reloj digital en la muñeca de un niño durante la guerra civil norteamericana. Pero una de las intervenciones anónimas e inesperadas más extrañas ocurrió en la encantadoramente infumable Mr. Nanny, protagonizada por Hulk Hogan a principios de los noventa. En la cinta, el luchador paseaba su chulería en moto por una carretera cercana a la playa mientras en segundo plano, y en lo que dura un parpadeo, un hombre ajeno a la producción arrojaba un perro al mar por sabe Dios qué retorcida razón.

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Un cowboy en Piratas del Caribe y un tunning Fast & Furious en Gladiator.

El calzado también ha traicionado la coherencia de más de una historia: El mago de Oz contenía un plano fugaz donde Dorothy portaba zapatos negros en lugar de los famosos zapatos de rubí. Y el número musical, dedicado a las bondades de vestir traje, que se marca Barney (Neil Patrick Harris) en la temporada cinco de Cómo conocí a vuestra madre ocultaba un detalle simpático: una de las extras que participó en la coreografía se olvidó de llevar zapatos elegantes al rodaje y salió a desfilar fugazmente (en el minuto 1:49 de este vídeo) en zapatillas deportivas.

Los agujeros de bala de Pulp Fiction, que aparecían sobre la pared antes de que la pistola que los produciría fuese disparada, también son otro clásico de los gazapos notables. Pero probablemente a Quentin Tarantino aquello le dejaba dormir, porque durante la filmación de Reservoir Dogs, cuando un miembro del equipo le apuntó un error evidente en segundo plano, el director se limitó a sentenciar que si el espectador tenía tiempo de fijarse en eso era porque no habían logrado captar su atención con lo que realmente era importante.

Fire in the hole. Pulp Fiction.

Los anacronismos suelen ser los descuidos artísticos más comentado por los pedantes. En algunos casos resultan sutiles como los walkie talkies noventeros que asoman por Stranger Things (ambientada en los ochenta), el VHS de Señora Doubtfire (una película estrenada en 1993) que aparece en Dragón rojo (cuya acción estaba ubicada en 1986), la trama de La milla verde que condenaba a un hombre (Michael Clarke Duncan) a ser ejecutado en la silla eléctrica en 1935 a pesar de que dicha pena no se instauraría en Luisiana (donde ocurrían los hechos) hasta un lustro después, el soldado que hablaba de YouTube en En tierra hostil un año antes de que la plataforma de vídeo existiese, la camiseta de Motörhead  que asomaba por Quadrophenia una década antes de que el grupo se formase, o el modelo de guitarra Gibson ES-345 de 1958 que Marty McFly (Michael J. Fox) empuñaba en Regreso al futuro durante un baile de graduación celebrado en 1955.

En otras ocasiones, los objetos adelantados a su época chirriaban un poquito más si uno estaba puesto en el tema: Braveheart vestía falda escocesa cuatrocientos años antes de que se tejiese la primera de ellas, los nazis de Indiana Jones y la última cruzada lucían medallas de la Segunda Guerra Mundial cuando esta todavía no había tenido lugar, Morgan Freeman utilizaba un telescopio en Robin Hood, príncipe de los ladrones medio siglo antes de que dichos aparatos se ideasen y en Patton el ejército se defendía con un puñado de tanques M48 Patton, un tipo de vehículo de guerra bautizado en honor al general George S. Patton tras su muerte. La cinta Bernie de Richard Linklater estaba basada en hechos reales pero mostraba un traspié que rechinaba por pillarnos cerca al tener a Jack Black utilizando un iPhone durante los años noventa. Battlestar Galactica (la de 2004) hizo el camino del revés al marcarse un truco imposible con el que plantar anacronismos de manera retroactiva: en una de sus tramas el tema «All Along the Watchtower» de Bob Dylan tenía cierto peso en la historia, pero en el episodio final de la serie se revelaba que toda ella había transcurrido 150 000 años antes de nuestra época, alejando un poquito la posibilidad de que en el espacio alguien pudiese oír las rimas del nobel de literatura.

El extra traicionero y el objeto invisible

Lo impredecible de la naturaleza de los extras también suele ser material impagable a la hora de alimentar situaciones simpáticas en la pantalla. Con la muerte en los talones, el clásico de Alfred Hitchcock protagonizado por Cary Grant allá por el 59, es famosa por contener a un extra infante con poderes premonitorios: un niño figurante que (en el minuto 1:38 de esta secuencia) se tapaba los oídos antes de que Eve (Eve Marie Saint) disparase la pistola que llevaba escondida en el bolso. En una de las escenas finales de Teen Wolf, la cremallera abierta de un extra (que en realidad era una mujer, por lo que no había pajarito amenazando con echar a volar) logró convertirse en el centro de atención. El último samurái  tenía a un actor anónimo contratado para hacer bulto que adquirió protagonismo de la manera más dolorosa posible: recibiendo en su entrepierna la coz del caballo que montaba Tom Cruise. En la tienda de chuches de Un mundo de fantasía (Willy Wonka and the Chocolate Factory) una pequeña niña se comía una buena hostia por culpa de un dependiente cantarín.

Uno de los hijos de Doc Brown en Regreso al futuro III aprovechó que el director de la cinta estaba a otras cosas para hacer gestos inapropiados a la audiencia. En Friends una actriz del Central Perk masticaba un sorbo de café. Un usuario de Reddit descubrió que entre toda la marabunta de peña que se partía la cara en Vengadores: Endgame, existía un extra digital se quedaba congelado de manera inexplicable en plena carrera, como si los animadores del CGI hubiesen dejado el trabajo a medio hacer. En Diez razones para odiarte una actriz, en segundo plano y en apariencia muy apurada, dejaba de actuar en cuanto creía (equivocadamente) que ya estaba lejos de la cámara. Y en Quantum of Solace, una película que costó doscientos millones de dólares, un extra simulaba que barría paseando su escoba a varios centímetros sobre el suelo.

En ocasiones, la invisibilidad formaba parte del gazapo. En Una rubia muy legal una actriz bebía el agua inexistente de una fuente en primer plano. La serie de culto Firefly tenía a un personaje agarrado a un volante invisible. En Grease una camarera accionaba un interruptor de la luz sin tocarlo. En El caballero oscuro: la leyenda renace un sicario que se peleaba contra el aire (spoiler: gana el aire) a tres metros de distancia de Batman. Y en una secuencia de Postal, una de tantas deposiciones del tarado de Uwe Boll, uno de los actores sostenía lo que parecía ser una pistola incorpórea en sus manos sin ningún tipo de explicación obvia.

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Un actor de Postal empuñando un arma invisible. Y esto no es, ni de lejos, lo más cutre de la película.

El stormtrooper que se deja la frente en el marco de una puerta en La guerra de las galaxias es todo un clásico de los tropezones cinematográficos. En el metraje, mientras Leila, Luke, Han y Chewbacca pelean por escapar de un compactador de basura, un destacamento de soldados del Imperio se abre paso hasta la sala de control donde se esconden R2D2 y C3PO. En dicha secuencia, el stormtrooper situado más a la derecha de la imagen se lleva un bonito coscorrón con la parte superior de la puerta de entrada, un topetazo que no descubrieron los montadores del film, adquirió fama entre los fans y acabó convertido en canon de la saga.

George Lucas, emperrado como siempre en toquetear lo que no es necesario, intentó justificar la hostia en la precuela Star Wars: el ataque de los clones al mostrar a Jango Fett golpeándose la cabeza con el marco de otra compuerta. Y explicando, en los comentarios del DVD, que el soldado de La guerra de las galaxias al ser un clon de aquel Fett había heredado genéticamente aquella torpeza natural: «Pensé “¿No sería gracioso que aquello fuese un rasgo distintivo de Jango?” Cuando se pone el casco no puede ver bien y se golpea la cabeza todo el rato, un atributo que clonarán todos los demás soldados. Por esa razón los stormtroopers se dan porrazos en la cabeza constantemente». Más allá de las idas de pelota de Lucas, los seguidores de la franquicia le pillaron mucho cariño al topetazo, aquel secundario pasó a ser conocido oficialmente como «clumsy stormtrooper» («stormtrooper torpe»), el videojuego Star Wars: Battlefronts le rindió homenaje en una de sus escenas con un soldado comiéndose con la frente una escalera y en el mundo real dos actores se tiraron media vida asegurando que ellos habían sido el extra que vistió aquel traje y cultivó aquel chichón: el recientemente fallecido Michael Leader, y Laurie Goode, un hombre que llegó a publicar una canción sobre el asunto titulada «Who Was the Stormtrooper Who Banged His Head?». A día de hoy, nadie sabe con certeza cuál de ellos interpretó realmente al accidentado soldado en la película.

Historia del cine.

Second unit ninja

Con diferencia, lo peor que le puede pasar a una producción es que en algún momento parte del equipo de rodaje se cuele en un plano para dinamitar por completo la suspensión de la incredulidad. En Malcom era posible contemplar a un currante malamente escondido sosteniendo el cubo del que uno de los personajes extraería un vestido empapado. En Tiburón se podía vislumbrar a un cámara montando en una barca, otro se asomaba con muy poca vergüenza por un plano de Harry Potter y la cámara secreta, Salvar al soldado Ryan tenía a más gente en el campo de batalla de la deseada y también ocurrían cosas parecidas en Black Hawk derribado, Gremlins, Rocky y un millón de pelis más. En Bad Boys (la del 83 protagonizada por Sean Penn, no la buddy movie de Will Smith y Martin Lawrence), uno de los cámaras aparecía de manera tan evidente y descarada en el plano como para que al hombre solo le faltase aprovechar para saludar a la familia.

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Pista para localizar a la segunda unidad de rodaje en esta imagen: es el señor que está arrodillado con una enorme cámara al hombro.

Los espejos y cristales siempre han sido muy traicioneros a la hora de filmar: la jeta de Robert Rodríguez era visible en Spy Kids por culpa de un espejo, y en cintas como Ghost, Titanic, E.T., Casino Royale o Transformers los trabajadores de la producción también son delatados por los reflejos. El mejor a la hora de lidiar con todo esto fue Alfonso Cuarón y su Gravity, una película que transcurría en el espacio donde el realizador coló a propósito el reflejo (en el casco de uno de los protagonistas) de un cámara y un operador de sonido con el detallazo de mostrarlos embutidos en trajes de astronautas y flotando en gravedad cero. En Matrix, las hermanas Wachowski idearon un primer plano bastante majo del reluciente pomo de una puerta, un objeto donde se reflejaban Neo y Morfeo. El problema (como siempre ocurre al jugar con espejos en el cine) fue esconder la presencia de la cámara en dicho reflejo, algo para lo que se optó por camuflar dicho objetivo vistiéndolo con chaqueta, corbata y rezando para que el público no reparase en ella.

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Ahora que lo has visto ya no podrás dejar de verlo nunca. Imagen: Warner Bros.

Lo de Buffy, cazavampiros fue un caso especial. A lo largo de sus siete temporadas se le ha colado en el metraje algún micrófono, pero también uno de los cámaras que filmaba la acción durante la pelea entre Faith y Buffy en la cuarta temporada. Lo hermoso es que en aquel caso se editó el montaje para eliminar la presencia del infiltrado en posteriores emisiones. Y lo terrible es que, unos cuantos años después, la cadena de televisión la cagó de manera espectacular al tomar el sentido contrario: cuando la 20th Century Fox decidió fabricar una versión HD a partir del material original (pensado para televisores con pantallas en relación de aspecto 4:3, mucho más comprimida que las actuales), se optó por ampliar el campo de visión de cada plano. Una decisión que provocó que focos, miembros del equipo y otras maravillas que antes estaban fuera de la imagen fuesen de repente evidentes y visibles. Joss Whedon, creador de la serie, echó pestes sobre aquel desgraciadísimo apaño.

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A la izquierda Buffy en su versión original. A la derecha la infame versión en HD que fue capaz de incluir a nuevo personaje en la escena sin que nadie se lo haya pedido. Imagen: 20th Century Fox.

Gazapos animados

Matt Selman, uno de los productores ejecutivos de Los Simpson, se sentó el año pasado a revisitar episodios antiguos de la familia amarilla y acabó topándose con un patinazo inesperado en el decimotercer capítulo de la sexta temporada, un episodio que retrocedía unos cuantos años en el tiempo para relatar la historia del nacimiento de Maggie. En la pantalla, Marge anunciaba a Homer que estaba embarazada de la pequeña. Y en el mismo plano, al fondo y formando parte del escenario más evidente, una fotografía enmarcada de aquella Maggie que aún no había nacido lucía orgullosa colgada de la pared.

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Los Simpson. Imagen: Fox.

Las meteduras de pata en el mundo animado podrían suponerse poco frecuentes al tratarse de productos elaborados de manera milimétrica y pausada, pero haberlas, haylas. En Frozen, mientras se canturreaba la resobadísima «Suéltalo», la coleta del pelo de Elsa atravesaba mágicamente su hombro izquierdo. Un fugaz movimiento imposible interpretado como un error de animación pero que en realidad era una inconsistencia premeditada: los animadores no encontraban el modo de colocar de manera lógica aquella pelambrera donde habían planeado y tomaron el peor atajo (el del glitch) conscientemente, suponiendo que el espectador medio no se daría cuenta. En Blancanieves y los siete enanitos un cerrojo reventado se arreglaba mágicamente, un grillete en Enredados se esfumaba de repente para reaparecer poco después, La bella y la bestia mostraba dos versiones distintas del mismo cuadro rasgado, a Shrek el ojo le asomó a través del párpado, en Lilo & Stich un instrumento de percusión mutaba de un plano a otro y dos personajes de Toy Story 2 no podían ocultar su naturaleza vampira al carecer de reflejo alguno sobre la pantalla de un televisor. Ballerina incluía dos errores históricos en forma de monumentos al mostrar una torre Eiffel en construcción y una Estatua de la Libertad de color verde. La primera todavía no había comenzado a erigirse en el año en el que transcurría la trama, y la segunda en aquella época debería de haber lucido tonos cobre porque había sido elaborada en eso mismo (cobre). En realidad la efigie se teñiría de verde muchísimos años más tarde, a consecuencia de la oxidación.

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Frozen. Imagen: Walt Disney Pictures.

En modo Commando

Commando es esa película de acción protagonizada por Arnold Schwarzenegger tan desenfadada y segura de sí misma, tan consciente de a lo que ha venido, como para que a la hora de la verdad se la sude absolutamente todo. Y por eso mismo podría considerarse como la Biblia Definitiva del Gazapo Cinematográfico al ser capaz de repasar en su metraje la gama completa de errores cinematográficos posibles: miembros del equipo técnico reflejados en cristales, coches destrozados que se reparan solos, carteles incorrectamente escritos (una escalera en un aeropuerto tiene rotulado un «Aire servicio» en lugar de «Servicio aéreo» por culpa de una traducción lamentable del «Air service» al español), dobles de acción evidentes, una puerta de seguridad que requiere de una contraseña pese a estar ya abierta, trampolines visibles para catapultar a los soldados afectados por la explosión de una granada, escenas que pasan del día a la noche en segundos sin razón alguna, supuestas barras de metal que se doblan evidenciando su naturaleza de goma, maniquís muy estáticos sustituyendo a los villanos durante los bombazos gordos, guardias que piden refuerzos a través de radios sin antena, frases pronunciadas sin que el orador abra la boca, bombas que explotan donde no han sido colocadas, cables de seguridad para los actores a la vista y una maratón tan inmensa de fallos de raccord como para pasarse la tarde entera enumerándolos. En el fondo, Commando ha hecho más por el cine que cualquier película felada unánimemente por la crítica durante los últimos treinta años.

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Commando. Todos los Óscar del mundo no le harían justicia. Imagen: 20th Century Fox.

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7 Comentarios

  1. Blackfoot

    Mis gazapos favoritos con diferencia siempre han sido las jirafas para captar el audio de ambiente que se cuelan generalmente por la parte de arriba de la película. Hay una que siempre nos hacía mucha gracia a mis colegas y a mí en la película de Serie B «Trick or Treat» de 1986 (aquí titulada «Muerte a 33 RPM»), donde en una escena aparece tan descaradamente (y encima durante dos o tres segundos) que parece hecho adrede. Cuando quedábamos para verla esperábamos ese momento con más emoción que el resto de la misma película que en fin, El Padrino no era precisamente.

    Otro gazapo que ha dado jueeeeeego y más jueeeeego a los fans de lo paranormal por más desmontado ya que esté, fue el de la versión USA de «Tres solteros y un biberón» (la de Tom Selleck, Ted Danson y Steve Guttenberg), donde en una escena aparece el supuesto fantasma de un niño que en su día creó tal leyenda urbana que la peli llegó a recaudar más en la edición videoclub que en el cine a causa de la histeria en masa que produjo entre la gente, que la alquilaba compulsivamente para ver a un niño espectral que aparecía una milésima de segundo, y que finalmente resultó ser una figura de cartón del mismo Ted Danson que alguien olvidó junto a una cortina.

    Os recomiendo efusivamente que veáis este video donde lo explican todo a la perfección y además de un modo muy ameno y simpático: https://youtu.be/xhq8I8kOC6g

    Por supuesto da igual que la famosa leyenda del niño fantasma haya sido desmontada cual armario en una mudanza, todavía hay cenutrios que se creen a pies juntillas la historia y da igual lo que les cuentes. De hecho, en las primeras temporadas de Cuarto Milenio, cuando todo esto era ya más que sabido, CÓMO NO, tuvo su reportaje con voz en off afectada y tétrica incluída, largando el rollo. Y mira que me gusta el CM actual, pero el de los comienzos parecía un panfletillo de leyendas urbanas cutres tipo la chica de la curva.

    • Blackfoot

      Por cierto, olvidé comentarlo, escalofriante el del tío que tira el perro al mar, madre del amor hermoso (megafacepalm), ¡Aghfs!

  2. El brazo

    Buah, y no mencionáis el de Twin Peaks por el que nació el mito de BOB. mu mal mu mal

    • Blackfoot

      ¡Muy grande! Es cierto, ese es uno de los Gazapos con mayúsculas del que mayor provecho se ha sacado en la historia. En lugar de corregirlo en post-producción, un simple reflejo de un currante de la serie en un espejo, sirvió de excusa para crear a BOB. Y anda que no ha dado juego el personaje. Lo que puede surgir de una simple casualidad.

  3. ¿Nadie recuerda Predator y la secuencia donde Apollo Creed y Schwarzenegger susurran a cobijo bajo las ramas de la selva? El micro de cañón baja tanto que Apollo, en medio de su speech, lo mira un segundo como diciendo: «no tendréis los santos huevos de dejarlo». Pues si, los tuvieron.

  4. Me he reído con gusto por tales descubrimientos. Geniales. El único del cual me acuerdo no sucedía en una cinta, sino en una telenovela cuando aún no existían tecnologías para evitar este tipo de errores. Todo se hacía en «vivo». Al comienzo de la escena siguiente se veía a la malvada sentada sobre un sillón… pero leyendo el guion para refrescar la memoria! Como no se podía cortar no tuvo mejor solución que arrojarlo detrás del respaldo y seguir como si nada. Desopilante. Gracias por la diversión.

  5. Fernando J. Martínez

    Pues si el autor del artículo piensa que lo de Battlestar Galactica es un gazapo es que no prestó mucha atención a la trama de la serie. No solo no es un gazapo si no que la explicación de porqué se usa ese tema musical es uno de los hallazgos más chulos e interesantes de la resolución de la serie.

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