Entrevistas Sociedad

Susan Orlean: «En Estados Unidos hay más bibliotecas que McDonald’s»

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Redactora de The New Yorker, sus artículos destacan por analizar aspectos de lo cotidiano en los que nadie ha reparado. Susan Orlean (Cleveland, 1955), autora de El ladrón de orquídeas, un reportaje llevado al cine y protagonizado por Meryl Streep, The Bullfighter Checks Her Makeup y Saturday Night, entre otros, ha presentado en Kosmopolis 2019 su último trabajo, La biblioteca en llamas (Temas de hoy, 2019). Un gran reportaje en el que investiga el incendio de la biblioteca municipal de Los Ángeles en 1987. Una crónica que sirve no solo para abordar las causas del incendio, sino también para mostrar la vida cotidiana en la biblioteca tanto de hoy como del pasado. Un pequeño universo apasionante.   

De pequeña cuentas que ibas mucho a las bibliotecas con tu madre.

Creo que eso empezó cuando era muy, muy joven. A mi madre le encantaban las bibliotecas y creía que son el mejor lugar en la tierra. Creo que quería que nos contagiásemos de ese amor suyo y nos llevaba varias veces a la semana. Tengo recuerdos de nosotras dos yendo juntas. Aunque tengo un hermano y una hermana, al ser yo la más joven supongo que ellos estaban en el colegio cuando mi madre me llevaba a mí. También a mí me gustaba leer y seguro que se dio cuenta de que esa visita era muy especial para mí. Fueron unos viajes mágicos, era como un pequeño ritual: ir juntas y charlar por el camino. Dentro de la biblioteca me dejaba suelta y al cabo de un rato nos encontrábamos y repasábamos los libros que habíamos cogido cada una. A la vuelta, íbamos hablando de lo que íbamos a leer. Fue una época muy especial. Son recuerdos muy distintos a otros que tengo junto a ella.

En tu libro hablas de la importancia del libro para cada cultura y en vuestro caso, que sois judíos, dices que son fundamentales.

Sí. Hay muchas culturas que aprecian los libros, pero creo que los judíos tienen un sentimiento extremo hacia los libros. El objeto más adorado en la sinagoga es la Torá, un libro, y tienes suerte si puedes tocarlo y tenerlo entre tus manos. Además, si la Torá se deteriora o se desgasta, hay que enterrarla en un pequeño ataúd y hacer un funeral. Hay un culto al libro y creo que es algo que se ha convertido en un rasgo de identidad cultural. La gente que ha querido sembrar el terror en la comunidad judía quemaba sus libros por la importancia que tenían para ellos.

Has comparado el incendio de la biblioteca de Los Ángeles en 1986 con la enfermedad de tu madre.

En cuanto comencé a trabajar en este libro, que es algo que le hizo mucha ilusión, empecé a notar cambios en su memoria. Le diagnosticaron demencia. La confusión de su memoria, que es en lo que consiste esta enfermedad, se convirtió en algo simbólico para mí. Las bibliotecas pueden superar esos problemas, mantienen la memoria, un libro puede conservar la memoria mucho más tiempo de lo que una persona puede recordar. Escribiendo el libro rescaté toda esa época del olvido, pero no llegué a tiempo. No pude terminar a tiempo para que mi madre pudiera reconocer las historias. Esa es la tragedia de este libro. Me gustaría tanto que pudiera leerlo, porque significaría mucho para ella. Por eso ha sido un libro tan emotivo. Aparte, ahí ves que lo extraordinario de los libros es que pueden durar para siempre, algo que la mente humana nunca podrá hacer. Este proceso, en ese aspecto, ha sido una ironía muy triste. Mi madre primero perdió su memoria y luego se murió antes de que publicase el libro.

Antes de abordar La biblioteca en llamas, anunciaste que no ibas a escribir más libros. ¿Por qué?

Acabé tan agotada con el libro anterior que sentí que no me podía comprometer otra vez. No es que no quisiera escribir más, pero la idea de hacer otro libro, sencillamente, era demasiado para mí. Estaba convencida de que no haría otro, pero cuando escuché esta historia no me pude resistir. Eso es ser escritora, encontrarse con un tema y sentirlo como un libro. Lo de la biblioteca no podía concebirlo solo como un artículo, exigía un tratamiento más amplio. Le estaba diciendo a la gente que ya no iba a escribir más libros y fue escuchar esta historia y pensar: «bueno, pues allá vamos otra vez».

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El libro es una sucesión de reportajes, lo que sueles escribir, pero que se lee por capítulos como si fuera un solo reportaje. Explícame esta estructura.

Cuando empecé a hacer los reportajes para el libro no tenía ni idea de cómo lo iba a estructurar. Decidí no pensar en el índice y dedicarme a aprender lo que veía que tenía que aprender. Después vi que tenía la historia de Los Ángeles, la de la biblioteca y la de cada uno  de los individuos que la llevaban, la historia de Harry Peak, acusado de quemarla, y la del incendio en sí, los casos de otras bibliotecas que también ardieron; cuando finalmente me senté a escribir vi que tenía como diez pequeños libros y no sabía cómo presentarlos todos juntos. Lo que tenía claro era que los diez capítulos existían de forma paralela, así que no me quedó más remedio que escribirlo todo y confiar en que los lectores podrían navegar por el libro igual que navegan por una biblioteca, una estructura en la que te mueves de una historia a otra. Por eso puse esos títulos a los capítulos, para que el lector tenga la sensación de que va de una balda de la biblioteca a otra, coja algo que le llame la atención, lo mire, lo devuelva y se vaya a otra fila. Para mí todas las historias que escribí son igualmente importantes, tanto la de narrar el día a día de la biblioteca actualmente, el relato del incendio y el pasado de la biblioteca. No había ninguna historia dominante.

Como periodista que escribe de temas muy distintos, cada vez que preparas un reportaje te tienes que documentar desde cero. Supongo que tienes la  sensación de estar siempre estudiando como en el colegio. En ese caso, ¿qué es lo interesante que aprendiste documentándote para este libro?

Tienes toda la razón, me siento como en el colegio. Y sí, empiezo desde cero. Muchas veces me enfrento a temas de los que no sé nada. En este caso, obviamente, pasé mucho tiempo en bibliotecas, pero no sabía nada sobre ellas. Así que todo me parecía fascinante, algunos aspectos podrían parecer tonterías, pero yo no sabía todo lo que hay detrás de una biblioteca. Pensaba que solo habría bibliotecarios que colocan libros en las estanterías para que los coja la gente y se los lleve. Pero detrás, en otras habitaciones, hay gente catalogando libros. No sabía nada de eso y me fascinó cómo funciona.

También mencionas un curioso descubrimiento sobre los restaurantes de McDonald’s.

Sí, en Estados Unidos hay más bibliotecas que McDonald’s. ¿No es increíble? Cuando lo vi me pareció tan emocionante, no paraba de pensar: «¿Será verdad? No puede ser». Pero es cierto. Hay bibliotecas en cada ciudad de Estados Unidos, tanto en ciudades como en pueblos, pero no hay McDonald’s en cada ciudad. ¡Gracias a Dios! Y en ciudades grandes, en Los Ángeles, por ejemplo, hay setenta y dos bibliotecas municipales, además de las universitarias, no sé cuántos McDonald’s habrá, pero setenta y dos ya serían demasiados. Descubrirlo me impactó mucho. En Nueva York, en las afueras, tenemos biblioteca, pero no hay McDonald’s. Fui pensando en otros lugares pequeños que conozco y era igual. Al descubrirlo recuerdo pensar: «Pero esto es fantástico».

A mí al leer el libro lo que me sorprendió es que en Los Ángeles hubiese esa cultura lectora y tantas bibliotecas, el prejuicio que tenemos con esa ciudad es que está dedicada al show business y al glamur, no a las bibliotecas.

Íntimamente, fui feliz por el hecho de que el incendio fuese en una ciudad que no se asocia naturalmente con la lectura. Me pareció mucho más interesante, así podíamos descubrir que ese estereotipo no es cierto. La biblioteca de Los Ángeles ha sido una de las más visitadas del país durante mucho tiempo. Hay mucha más cultura en esa ciudad de lo que parece. Me encanta que la gente se sorprenda con eso. Aparte, es que estamos hablando de la segunda ciudad de Estados Unidos; no solo es que la biblioteca sea enorme, es que también tiene una circulación de libros enorme. Durante algunas épocas en el pasado ha sido la biblioteca más usada. Me encantan este tipo de sorpresas.  

¿Qué pasó exactamente en 1986? En Europa no nos enteramos mucho de ese incendio de la biblioteca pública de Los Ángeles tan catastrófico, pero tú tampoco, según dices.

Yo no sabía nada. Cuando leí sobre el tema me quedé en shock. La razón principal fue que el accidente de Chernóbil había ocurrido el mismo día y fue el tema dominante en los medios. Con esa tragedia, el incendio de la biblioteca de Los Ángeles se perdió en las últimas páginas de los periódicos. Obviamente, en Los Ángeles hubo más cobertura, pero hay gente de allí que me ha dicho: «Me acuerdo de que pasó, pero no muy bien». Incluso hubo quien me dijo: «Me avergüenzo, pero es que simplemente no me acuerdo». En realidad, pasó un tiempo hasta que se pudo medir y calibrar el daño que se había causado. Fue, hasta hoy, el incendio más grande en una biblioteca en toda la historia de Estados Unidos. Esperemos que siga así el récord.

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¿Quién era Harry Peak?

Harry Peak fue un joven que creció en las afueras de Los Ángeles. Era guapo y encantador. Tenía ambiciones en ese sentido, quería ser famoso. Soñaba con una vida de glamur rodeado de celebrities. Se mudó al centro de Los Ángeles y empezó a hacer trabajitos mientras esperaba a que se produjera su gran salto a la fama, que le saliera algún papel en el cine, que fue algo que nunca llegó. No me gusta decir que era un mentiroso patológico, pero era alguien que tenía problemas para decir la verdad. Contaba historias sobre su vida que eran mucho más glamurosas que lo que le pasaba realmente. ¿Y cómo llegó él a este lío del incendio? Pues porque empezó a decirle a sus amigos que fue él quien lo provocó. Al final uno de los que lo oyeron llamó a la policía y le denunció. Harry era muy frívolo, decía que había sido él a pesar de que había sido un incendio de grandes proporciones y la población angelina estaba devastada. Contando esa historia no creo que pensase en convertirse en alguien muy popular, pero no se lo tomaba en serio y lo vio como una oportunidad para llamar la atención.

Si lo hizo  o no lo hizo es difícil de averiguar. Todavía no se sabe si fue él. Pero en cuanto le detuvieron se dio cuenta de que eso no era una broma y que se había metido en un problema importante. Tenía varias coartadas que explicaban dónde había estado ese día, pero es difícil saber qué era cierto y qué no porque era una persona que solía mentir todo el rato. De hecho, también para las coartadas dio tantas versiones distintas que a veces me pregunto si él mismo supo qué pasó realmente. Seguramente sí, pero tenía ese reflejo de seguir mintiendo constantemente hasta el punto de que ya no se podía seguir su hilo. No se pudo demostrar nada al cien por cien y al poco de terminar el caso se murió. Estaba ya muy enfermo de sida.

Cómo es esa cara oculta de las bibliotecas que has mencionado.

Hay gente que considera que las bibliotecas deberían ser una especie de museos de libros, pero su misión va más allá. También es la de dar clases, hacer talleres, tener grupos de debate…

Tú escribes sobre la gran cantidad de personas sin hogar que acuden a ellas.

A veces, hay gente que se queja de que se permita la entrada a las personas sin techo en las bibliotecas. Sin embargo, en las bibliotecas se trabaja muy duro para poder integrarlos y que estén cómodos. El hecho es que las bibliotecas tienen que estar abiertas a todo el mundo. Dentro, si rompes las reglas, te echan. Pero ninguna regla dice que por no tener hogar o padecer una enfermedad mental no puedas usar una biblioteca. Al final, las bibliotecas hacen lo que debería hacer la ciudad.

La profesión de bibliotecario es mucho más dinámica de lo que uno podría pensar.

Creo que atrae cada vez a más gente joven, que lo ven como algo trasversal, como un cruce de caminos entre hacer el bien social y tratar con este mundo tan interesante de información y cultura. Es realmente atractivo para los jóvenes. Tengo dos amigos que decidieron estudiarlo y los dos son periodistas. Creo que sintieron que trabajando en una biblioteca su interés por la información se satisfacía y a la vez realizaban una labor positiva.

Lo cierto es que el ochenta por ciento del trabajo del periodista es la documentación. Estaría bien incluir esta rama más en su educación.

Saber encontrar la información, que es lo que hacemos los bibliotecarios y los periodistas, es algo cotidiano para nosotros. Tengo una amiga que se ha hecho bibliotecaria para niños. No de niños pequeños, sino de mediana edad. Le gusta este aspecto de su trabajo. Introducir a los niños a un nuevo mundo, el mundo de los libros.

Citas el caso del mánager de la biblioteca de LA, que aparte de gestionar el catálogo del centro, al final también está al frente del único lugar donde los sin techo pueden encontrar acceso libre a internet y un refugio.

Sí, no creo que cuando estudies la carrera de Bilbioteconomía, cuando aprendes cómo organizar una biblioteca, estés pensando en que tendrás que ver qué hacer cuando un homeless se esté duchado en el baño de la biblioteca. Hay un enfoque sobre lo que significa llevar una biblioteca como espacio público. Lidiar con esos problemas ocupa gran parte del trabajo diario de quien está a cargo, sobre todo en ciudades tan grandes. Te enfrentas al comportamiento de la gente, a la seguridad, al temor de los usuarios que no se sienten cómodos al lado de alguien que parece que está sucio. Otro tema son los chiches, es algo a lo que no les gusta dar publicidad, pero están fumigando la biblioteca constantemente porque la gente que entra trae chinches de los refugios. Lo llevan con toda la sutileza que pueden, porque no quieren que nadie deje de ir por esto, pero buena parte del presupuesto a lo que se va es a desinfectar chinches. También tienen que preparar a los empleados para tratar con personas que tienen enfermedades mentales. Las bibliotecas no deberían convertirse en refugios para indigentes, entiendo yo, pero se merecen nuestra gratitud, respeto y apoyo porque lo son en cierta parte. Y eso debería traducirse en aumentar sus presupuestos y sus empleados.

Según tus datos: «Los Ángeles tiene más homeless que cualquier otra ciudad, excepto Nueva York. En 2017 había alrededor de sesenta mil personas sin hogar en Los Ángeles».

Es un número enorme, ambos datos son proporcionales con el tamaño de la ciudad, pero también en lugares donde hay un clima que permite vivir en la calle sin el peligro, es inevitable que haya más homeless porque pueden dormir fuera sin sufrir como en ciudades con un clima más frío. Puedes decir que el mayor problema de la sociedad son las drogas, pero yo creo que son las personas sin hogar. No sé qué solución tendrá, es complicada sin duda, y no la vamos a ver pronto.

Un apartado curioso del libro es la figura del bookmobile en Perú y Colombia, animales llevando libros a los pueblos pequeños.

Los bookmobile han existido desde hace mucho tiempo y, por supuesto, tienen la ventaja de no requerir los gastos de mantenimiento de un edificio y hacer llegar los libros a la gente. Lo que es interesante es que en el mundo existen bookmobiles de muchos tipos. El caso concreto que mencioné en el libro es el de Colombia, donde hay caminos que unen pueblos por los que ni siquiera puede pasar un camión. El caso que cuento en el libro es el de una persona, un granjero, que no podía soportar que los críos de su pueblo crecieran sin acceso a la cultura y empezó a recorrer las localidades de la zona en un burro cargado de libros. Iba de pueblo en pueblo prestando libros a los niños, se pasaba una vez al mes. En otros lugares del mundo, esto mismo se hace con camellos, con un buey o con más burros. En Noruega tienes barcos para los lugares que en invierno no son accesibles por caminos. Vivir en un pequeño pueblo de Zimbabue no significa que no necesites leer.

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Tus padres no compraban libros, ya que los podían tomar prestados de la biblioteca, y creciste en una cultura de no acumular libro, de no comprar. Sin embargo, cuando te fuiste de casa y empezaste a vivir sola, dices que tú sí comprabas muchos libros, que le decías a tu madre que no entendías cómo podía tener la paciencia de esperar dos semanas por un libro cuando se puede comprar fácilmente. ¿Cómo ves la relación de cultura y el consumismo?

Es una buena pregunta. Yo sé que la primera vez que viví sola quería tener cosas que para mí significaban mucho: libros, música, películas. Los quería poseer y los quería en mi casa. De alguna manera, supongo que quería que la gente que me visitaba pudiera observar mis estanterías de libros y descubrir quién era yo. No tenía paciencia para ir a la biblioteca. Quería tener el volumen. Supongo que tenía que ver con el hecho de vivir sola por primera vez y tomar decisiones sobre lo que quieres a tu alrededor. Me enamoré del aspecto físico del libro. Verlos en mi estantería me parecía lo más bonito del mundo. Es una etapa. Luego, con el tiempo, ya te da igual que la gente vea tus estanterías llenas de libros. Cuando la música migró a los iPhones e iPads pensé: «¿Pero cómo va a poder saber alguien quién soy si no ve mis discos?». Cuando maduras todo eso te da igual, ya no te importa que miren tu colección de discos.

¿Y ahora?

Ahora es un poco mezcla de todo. Me encanta poder coger prestados muchos libros de la biblioteca, pero si veo que voy a tardar más de dos semanas en leerlo prefiero comprarlo. Cuando para documentarme sobre un tema del que estaba escribiendo un reportaje he comprado muchos libros luego me he encontrado con montañas que no sabía qué hacer con ellas.

¿Ha habido alguna diferencia con la llegada de Trump al poder en el tema de financiación de bibliotecas?

Muchas de las bibliotecas se financian al nivel local, sea desde la ciudad o el estado al que pertenecen, así que Trump no ha tenido influencia en esos presupuestos específicamente. Sí que ha establecido una atmósfera que está completamente en conflicto con la función de las bibliotecas, porque cuestiona la idea de inclusión y accesibilidad. Desde luego, creó una atmósfera en la que la gente podía decir «pues no voy a votar pagar más para bibliotecas a través de impuestos, porque no entiendo por qué deberíamos pagar para todos estos inmigrantes o homeless que usan la biblioteca». No creo que haya habido una relación directa, como si hubiera quitado el dinero federal de la bibliotecas, pero la atmósfera, me temo, ha puesto la red de bibliotecas en oposición con los valores que él promueve. Lo bueno que  puede salir de eso es que la gente reaccione en contra.

¿Cómo ves el futuro de las bibliotecas? ¿Crees que están amenazadas por el formato online o eso no les afecta?

Creo que las bibliotecas nos ofrecen un espacio y eso es algo que no llegas a tener en Amazon o descargando un audio libro. Esta es una faceta de las bibliotecas muy importante para su futuro, que sean un espacio acogedor donde puedes ir a trabajar, llevar a los niños, sentarte a leer sin estar en tu casa. Hay algo atractivo en ello. También están empezando a ofrecer opciones maravillosas que antes no podríamos ni imaginar y cada vez van más jóvenes, en caso contrario sí que dudaría de su futuro, pero cada vez hay más usuarios jóvenes.

Escribes de temas muy diversos. Repasando tu obra tengo la impresión de que cada tema empieza con un reportaje, luego se convierte en libro y al final algunas ideas han terminado siendo adaptadas al cine, como con El ladrón de orquídeas.

Cuando empiezo un tema nunca sé dónde va a ir. Solo me hago una pregunta y busco la respuesta. El ladrón de orquídeas empezó como un artículo en una revista porque vi que había una historia buena detrás. Leí en la prensa sobre ese hombre que había sido detenido con orquídeas y me quedé pensando «¿por qué alguien robaría una orquídea?». Me pareció tan raro que no puede resistirme a tirar del hilo. Era una historia rara, pero interesante y luego fue creciendo y creciendo.

Me pareció muy interesante porque no fue una adaptación común, sino que la adaptación iba sobre la adaptación… Aparte, de ti hizo Meryl Streep, lo que debe de ser el sueño de cada escritor.

Claro. Y a mí también me parece muy raro que se hiciera una película con ese enfoque cuando no es para nada el prototipo que busca el Hollywood. Pero la misma película tampoco es la típica película de Hollywood.

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En el libro Bullfighter Checks Her Make Up ibas a escribir sobre famosos y al final decidiste escribir sobre gente común.

Es que creo que la gente común es más interesante y ofrece al lector más lecciones que aprender. Las vidas de los famosos son en realidad muy limitadas y muy restringidas por su fama y sus obligaciones, así que no resultan tan interesantes, por lo menos esa es mi experiencia. Además, creo que es un reto mayor como escritora contar las vidas ordinarias y buscar qué hay en ellas que las hagan interesantes y especiales.

Aparece ahí Cristina Sánchez, una matadora de toros.

Eso fue mi editor que vino y me preguntó si me gustaría escribir sobre una mujer torero y pensé ¡wow!. No sé cómo se enteró él de eso y yo tampoco hago muchos encargos, normalmente vengo con mis propias ideas, pero cuando es algo muy interesante estoy dispuesta.

Y qué opinas de ella como la amante de animales que dices ser. De hecho, varios de tus libros son sobre animales.

Me parece muy duro de ver, pero creo que ofrece preguntas filosóficas muy interesantes, por lo que me mereció la pena prestarle atención. Aunque no, no lo disfruté, me pareció horrible, la verdad. Fue muy duro, muy duro. Sé que aquí en Cataluña no es legal.

Tienes muchos animales.

Tenía incluso más, ahora tenemos perro, gato y gallinas, pero solía tener pájaros diversos, pavos y patos. A muchas de las aves las mataron los predadores, así que ahora tengo solo gallinas. Es un poco triste.

En otro libro, Saturday Night, decidiste pasar el sábado noche en diferentes ciudades con gente muy diferente para averiguar qué es tan especial de cada noche y si se diferencian mucho unas de otras.

Sí, fue una gran excusa para mirar y observar muchos mundos diferentes. Me lo pase muy bien haciendo esos reportajes porque me encanta mirar cosas que tienen en común mundos muy distintos y personas muy distintas en un mismo contexto.

¿Ha cambiado el sábado noche desde los noventa, cuando escribes el libro, hasta ahora?

Me lo pregunto. Una vez alguien me preguntó si internet había cambiado el sábado noche. La verdad es que no estoy segura, creo que la diferencia solo es que la gente que antes los sábados estaba sentada en su casa viendo la tele, ahora está viendo Netflix, pero no estoy segura de si ha cambiado mucho. Mi sábado desde luego sí.

Estás nominada para premios del LA Times al mejor lanzamiento editorial junto a Michelle Obama. ¿Has leído su libro?

No, no lo leí, pero estoy segura de que es fantástico. Estoy muy emocionada de estar nominada. Es un cliché decirlo, pero no espero ganar, solo estoy muy feliz por la nominación.

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4 Comments

  1. Un poco elitista la señora, me parece a mi, podria haber dicho que hay mas bibliotecas que Starbucks por ejemplo.
    Y luego, Trump no ha influido pero es malo, y no ha leido el libro de Michelle Obama pero seguro que es fantastico. Pues vale. Imparcial y objetiva.

  2. Parece que hay 102 McDonalds en L.A., así que no.

  3. viruela

    Esta chica es un ladrillo del pedestal que ha aupado al presidente Trump a lo más alto de la plaza de su pueblo. Y lo peor es que todavía no se ha enterado.

  4. Parlache

    ¡Gracias!

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