Arte y Letras Literatura

The writer is not your bitch

oie 5121120NguHCPWU
George R. R. Martin, 2014. Fotografía: Denis Balibouse / Cordon Press.

Este artículo fue publicado originalmente en nuestra revista trimestral número 22, especial bibliofilia.

Está escrito en las enciclopedias: jamás sabremos quién mató a Edwin Drood. La única de las novelas que Dickens no concluyó era la única que realmente necesitaba una conclusión. «Tengo una nueva idea muy curiosa para su final», le confesó a su biógrafo, John Foster, antes de morir. Lo que no dejó dicho es que esa curiosidad sería un letal vitriolo que duraría tanto como lo hiciera el mundo. Y que lo cambiaría drásticamente. Al principio solo parecía una psicosis moderada. Un combate de especulaciones mórbidas. Pugnaron entre sí imitadores, estudiosos dickensianos, discípulos, locos ilustrados malgastando energías en revelar el misterio de quién acabó con la vida del joven arquitecto de la novela. Todo y nada valía, a la misma vez. Ni el muerto ficticio (Drood) ni el muerto real (Dickens) intervendrían por alusiones. O sí.

En octubre de 1872, un mecánico de Vermont, Thomas P. James, entró en trance tras una sesión espiritista y empezó a escribir en contra de la voluntad de su mano. Se proclamó copista al dictado de un espíritu, el de Dickens, que le susurró el final de El Misterio de Edwin Drood. Esa «escritura automática (1)» podría ser el capítulo más estrafalario de lo que se bautizó como «literatura Droodiana», pero es difícil escoger. Charley, el hijo de Dickens y el novelista Joseph Hatton formularon una versión teatral con culpable incluido; y el científico Richard Proctor contribuyó al caos con Watched by the dead, una hipótesis psicológica del verdadero final que el escritor imaginó. Que contradecía, por cierto, la que propugnaba el ilustrador oficial de Dickens, Luke Fildes, detallada en las páginas de The Times y basada en las prerrogativas que le marcó para las ilustraciones de los personajes.

La boutade se vistió de gala el 8 de enero de 1914, en Covent Garden. Ese día se subió al estrado de los acusados —quizá por ver primera— un personaje no solo novelesco, sino novelado. El tío de Edwin Drood, John Jasper, había sido el sospecho más sospechoso durante casi un siglo, y a él se le acusó. Con G. K. Chesterton como magistrado de la sala y otros ilustres colegas de la Hermandad Dickensiana (como George Bernard Shaw) de letrados, se celebró un lunático y solemne juicio contra Jasper. Impresiona ver el gesto de gravedad de sus rostros en las fotografías del evento. Chesterton acabó acusando a todos los presentes salvo a él mismode desacato y según la crónica de The Manchester Guardian: «El misterio de Edwin Drood pinta ahora peor que nunca». Porque, dicho sea de paso, ni siquiera apareció el cadáver.

«Los papeles de Pickwick (2) mostraron cuánto podía hacer Dickens con las sugestiones de otras personas, El misterio de Edwin Drood muestra qué poco pueden hacer otras personas con las sugestiones de Dickens», escribió un lacónico Chesterton.

Dickens se fue al otro mundo con una deuda. Y el mundo, más o menos, se lo perdonó. Al fin y al cabo, había fallecido sobre (encima de) el capítulo veintitrés del manuscrito, hasta las cejas de laúdano para soportar el dolor y sin dejar que las menudencias de su extensísima familia el recuento va por once hijos y un número indefinido de mujeres gestantesle importunaran ni distrajeran de su sagrada misión literaria. Pero el mundo también aprendió una lección: no volverían a dejarle una historia a medias.

Just write it!

Flashback a cualquier día al azar de 2007. O de 2008.  

«De una vez por todas: deja de jugar con tu propia mortalidad de hombre obeso y viejo. Ponte a escribir», lee en un correo nuevo. El hombre, efectivamente rubicundo, efectivamente superando la sesentena, coloca el mensaje en la misma carpeta mental utiliza internet de una manera algo rudimentaria donde va apilando esa clase de improperios, frecuentes desde 2005.

Ese año hizo lo peor que puede hacérsele a una promesa: ponerla por escrito. La soga se la enroscó él solito al pescuezo: «Tyrion, Jon, Dany, Stannis, Melisandre, Davos Seaworth y el resto de personajes que os apasionan, o a los que odiáis apasionadamente, estarán aquí el año que viene (¡eso espero!) en Danza de dragones […]», garantizó en el epílogo de su último libro. Añadió que, en realidad, tenía medio volumen ya escrito pero prefería dividirlo. Pero el año siguiente, (ni al siguiente), tampoco al siguiente, cumplió el compromiso. Seis años de retraso macerados por el monstruoso éxito de la adaptación televisiva de la saga, Juego de Tronos, que terminó por adelantar la trama literaria. ¿Hace falta que enumeremos lo de los veinte millones de ejemplares vendidos o o su impacto cultural masivo? Ha quedado claro que hablamos George R. R. Martin.

Al escritor estadounidense se le celebra, muy merecidamente, haber transgredido algunas de las convenciones más sólidas del género fantástico. También el haberse convertido en un escritor pop, una celebrity literaria reconocible hasta en los parajes más ignotos, ungido por la revista Time como «el Tolkien estadounidense». No es tan común subrayar que  Martin ha movido de sitio las fronteras de otros asuntos, casi todos los que tienen que ver con la relación escritor-lector, ese frágil statu quo. En plata: que la lió parda.

Lo crean o no, lo de menos fue que se restregara por la pernera un buen puñado de fechas, varios deadline y la santa paciencia de sus editores. Tampoco el cacareado «bloqueo del escritor». El problema fue que se sintió perfectamente legitimado para hacerlo y no se avergonzó ni se escondió como un animalito acurrucado y asustadizo. ¿Recuerdan cómo se escabullían por los rincones de la facultad/colegio para evitar toparse con ese profesor al que habían jurado entregarle un trabajo, un capítulo? Bien: George hizo exactamente lo contrario.

Mientras la demora se atocinaba, asistió a un chiflado número de convenciones, se hizo fotos y más fotos con fans. Firmas, charlas, entrevistas en las que exhibía un jacarandoso ánimo. Actualizó su blog con entradas sobre las películas, series o libros que le iban apasionando, sobre partidos de fútbol, política o el noble arte de mesarse las barbas. Viajaba mucho y se vanagloriaba del éxito de su obra en HBO. Felicitaba, cumplidamente, las pascuas. Lo hizo durante los cinco años de retraso, y también después, cuando ya publicado Danza de Dragones (en 2011) prometió que Vientos de Invierno, la sexta entrega de la septualogía, estaría listo en un par de años. Algo que, por supuesto, no pasó. Y sigue sin pasar. Entretanto, lectores de todo el mundo aporreaban sus teclados poseídos por la más voraz de las abstinencias: ACABA LA HISTORIA, GEORGE.

El sosiego, si lo hubo, duró poco. Pronto todos los que se presentaban en su blog lo hacían con el Bloq. Mayús activado y una hilera de saliva espumosa escurriéndose de la boca. Gente que necesitaba saber qué ocurría con Jon Snow para poder continuar con su vida; individuos en pleno uso de sus facultades que amenazaban con los crueles masacres si no se les proporcionaba la ración de páginas anunciadas. En esos días, asomarse a la sección de comentarios era, para cualquiera, algo similar a que un torturador vietnamita te aplicara descargas en el píloro. Una histeria inmanejable. Salvo que fueras el propietario de la página, claro está. El siguió a lo suyo, respondiendo socarrón cuando le interpelaban por la tardanza. Hasta que la oleada de odio tomó un cariz perverso y a George R. R. Martin se le agotó esa mansedumbre de ballenero beodo: el nombre de Robert Jordan se repetía más que el suyo en los comentarios. Entonces, estalló.

No fue por protagonismo, sino más bien una cuestión de entrañas. Robert Jordan era el pseudónimo de James Oliver Rigney, Jr, el escritor fantástico de la saga La rueda del tiempo. Murió como Dickens: sobre su obra. En 2007 la amiloidosis acabó con él a los cincuenta y ocho años, antes de que diera fin a la duodécima entrega, que otro autor (Brandon Sanderson) remató y ensambló. «¡No nos hagas un Robert Jordan! ¿Cómo se atrevió a morir? Qué injusto para nosotros» le increpaban a Martin, los más considerados. Pero para George R. R. Martin no hablaban de otro autor que cambiaba de mundo dejando tras de sí una obra inconclusa. Hablaban de Jim, su amigo Jim.

«A mis detractores», tituló la entrada. En ella vino a decir que asumía su obesidad y su vejez; y recibía el mensaje, alto y claro. Sus fans no querían que hiciera otra cosa que no fuera acabar Una canción de hielo y fuego. Su réplica fue la bellísima canción de Ricky Nelson, «Garden Party». Por si aquello no era suficientemente elocuente, aprovechó una entrevista en televisión para, mirando a cámara, contraer todos los dedos de su rechoncha mano derecha, salvo uno: «Fuck you», profirió, dedicado los que estaban convencidos de que el reventón de coronarias llegaría antes que un nuevo soberano al Trono de Hierro. Desde aquella memorable peineta, su asistente se encarga de monitorear todos los comentarios del blog y de eliminar aquellos ofensivos rogamos por tu salud mental, Ty Franckcomo quien barre el desierto con un cepillo de dientes. «Si quieres comentar sobre otros asuntos, incluyendo, entre otros, la tardanza de Danza de dragones, está bien, simplemente hazlo en tus propios blogs», incluyó, como advertencia.  

Dicho y hecho. Martin había amasado una monumental masa de odio, tan poderosa, que encontró trillones de plataformas para canalizarse y fagocitarse a sí misma. En webs como Finish the book, George («Acaba el libro, George») Is winter coming? («¿Llegará el invierno?») o la más caústica Is George Martin Dead («¿Está George Martin muerto?», una especie de casa de apuestas), los fanáticos salían de las sombras y se convertían en apóstatas del autor y todo su universo. Se llaman a sí mismos «GRRuMblers». Un culto creciente de ansiosos, desafectos, impacientes y arrepentidos por un ardor lector considerado en balde. Millones de usuarios que hoy en día siguen, diligentemente, escupiendo su cósmico cabreo en sarcásticas consignas. «¿Por qué no has acabado el libro en el que has estado trabajando durante cuatro años, Master Procastinador? Han organizado juegos olímpicos completos desde entonces, George. Verano e invierno. Y sé cuánto te gustan esos Juegos de Invierno» y otro montón de cosas bonitas. Seres contrariados por la interna batalla de desear una cosa y su contraria: la muerte agónica, inminente y dolorosa de Martin (por no dignarse a cumplir con su deber ahora que amasa fortuna) que a su vez les privaría del desenlace tan largamente esperado. Como a Dickens, también le montaron un juicio, «El pueblo contra a George R. R. Martin», que contempló penitencias que no se atreverían a llevar a cabo ni los dothraki. El término «vago» era una vara de medir insuficiente para atizar a los escritores que se saltaran las fechas de entrega, así que también idearon el cántico Write Like the Wind para recordarle al escritor su mortalidad: «Lewis tardó cinco años en hacer una crónica de Narnia / A Tolkien le llevó doce años y a Rowling, diez/  Lucas invirtió casi tres décadas en Star Wars /Y todos sabemos cómo resultó eso al final», tarareaban.

La excentricidad del propio Martin, hay que reconocerlo, ha supuesto siempre un terreno fértil para el troleo escribe utilizando solo los dedos índice con un procesador de textos de 1987— y en ocasiones parece resignarse a su condición de hombre odiado. Bromea con el asunto, contesta sin evasivas y ofrece su rostro abundante para promocionar otros de sus proyectos (adaptaciones de sus novelas en HBO y Netflix). Pero en realidad tiene la genitalia a punto de ebullición. En lugar de decirlo, utiliza la boca de otros (3) para decir lo que realmente opina del rencor desaforado que suscita: que esos lectores son una panda de mimados, pertenecientes a lo que llama la «Entitlement Generation» («Generación de los derechos»). Creen que tienen derecho a ese nuevo libro.

¿Lo tienen?  

En el fondo de toda esta invectiva, la pregunta sigue sin respuesta desde Edwin Drood: ¿Qué deber tiene exactamente un escritor con su audiencia?

Not your bitch

La decepción es un hueso tan difícil de tragar que acostumbra a pudrirse en muchas gargantas. Antes de abandonarse a la ira, uno de los lectores de Martin acudió al también escritor fantástico Neil Gaiman, en busca de consejo espiritual. Como muchos, estaba ansioso por la dilatada espera y le importunaba que el autor se dedicase a otras novelas o actualizase su blog: «[…]  Al escribir una serie de libros, como hace Martin con Canción de hielo y fuego, ¿qué responsabilidad tiene de terminar la historia? ¿No es realista pensar que, al no escribir el próximo capítulo, Martin me defrauda?», planteó.

La respuesta de Gaiman no pudo ser más taxativa: «George R. R. Martin no es tu puta», contestó. La publicación que merece ser leída en su totalidad, hagan caso explica pormenorizadamente a Gareth, como se llamaba el lector, por qué él también se había saltado varios deadline y cómo se había estancado con algunas historias. Y, sobre todo, porqué comprar el primero de una saga de varios libros no implica un contrato con el escritor a perpetuidad, ni te autoriza a controlar cómo maneja su tiempo. «Las personas no son máquinas. Los escritores tampoco», adujo. «No tiene por qué estar ahí afuera tecleando lo que tú quieres leer ahora mismo».

Las palabras del autor de Sandman provocaron un cisma literario que también tuvo himno propio (la canción «George R. R. Martin Is Not Your Bitch», del músico John Anealio) que recrudeció aún más la batalla. De un lado, otros escritores bestseller como Charlaine Harris, Nora Roberts o Patrick Rothfuss aprovecharon para sincerarse sobre cómo la presión de sus aficionados, internet mediante, les sometía a un escrutinio implacable. Stephen King recordó que, tras ser arrollado por un camión, la angustia global no versó sobre si sobreviviría, sino sobre cuántas páginas tenía ya escritas de La Torre Oscura. «Un libro no viene con una caja de sugerencias, y el escritor no está obligado a esculpir una historia según tus necesidades específicas. […] Bite me(4)», dijo Roberts. La novelista Joanne Harris intentó infructuosamente poner paz. En el festival literario de Manchester presentó un bienintencionado manifiesto de doce puntos para conciliar las posturas de lectores y escritores, y los deberes de estos en el panorama de la interconectividad. Entre otras cosas, reconocía que los autores tienen el «deber moral» de proporcionar un final a sus lectores, una especie de sentido de clausura narrativa.

No se han detectado síntomas de que aquello produjera ningún efecto balsámico: del otro, continúan hiperventilando ante la pantalla quienes consideran que veinte años es demasiado tiempo para cualquier final.

La «literatura droodiana» y la «literatura GRRuMbleriana (5)» son algo más que subproductos literarios basados en obras inconclusas de escritores populares. Son espejos de sus siglos y de su tiempo. Uno es cóncavo y otro convexo, como aquellos del Callejón del Gato que deformaban en Don Quijote y Sancho a todo el que se miraba en ellos. En uno, los lectores son rechonchos y de apariencia más ramplona, pero parecen satisfechos y agradecidos por lo que reciben. Puede descifrarse en su mirada la devoción. En el otro, hay individuos enajenados, resabiados por su propia fantasía e intolerantes con la frustración de no ver complacidos sus deseos. Cualquiera podría confundirlos con clientes, no con lectores.

Ninguno, a fin de cuentas, sabrá quien mató a Edwind Drood.

Un escritor es como un mendigo con un cuenco. Nadie tiene que leer ficción. Un hombre siempre puede gastar su dinero extra en cerveza.

Robert Heinlein, autor fantástico.


(1) Si no tienen mucha faena, pueden echar un vistazo al estudio que realizó la Universidad John F. Kennedy de Orinda (California) sobre los estilos literarios de Dickens y el mecánico. Un parapsicólogo y un programa informático dicen que, bueno, podrían ser de la misma persona.

(2) Primera novela de Dickens, que fue creada a partir de los grabados de Robert Seymour.

(3) En un reportaje en The New Yorker de Laura Miller se recogían las declaraciones del asistente de Martin: «Cree que todos son jóvenes, adolescentes y veinteañeros. Y que su generación solo quiere lo que quiere y lo quiere ahora. Si no se lo dan, se cabrean».

(4) La traducción literal aquí no es la correcta. La expresión viene a significar algo así como «¡Vete al infierno!» o «que te jodan».

(5) Algunas editoriales se han lanzado a publicar libros recopilatorios que se mofan del bloqueo de George R. R. Martin: Waiting for Dragons (Esperando dragones), A Feast for Trolls (Festín de Trolls), A Dance with Detractors (Danza de detractores) o la Encyclopedia GRRuMbliana. Una asombrosa cantidad de esfuerzo para denigrar al autor de unos libros que uno confiesa amar.

SUSCRIPCIÓN MENSUAL

5mes
Ayudas a mantener Jot Down independiente
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 
 

SUSCRIPCIÓN ANUAL

35año
Ayudas a mantener Jot Down independiente
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 
 

SUSCRIPCIÓN ANUAL + FILMIN

85año
Ayudas a mantener Jot Down independiente
1 AÑO DE FILMIN
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 

27 Comments

  1. Hay gente (mucha) que por ser fan de algo (lo que sea) cree que los autores están en deuda con ellos y que no pueden hacer lo que quieran con su obra. Pasa por ejemplo con starwars. La mayoría de los fans que se consideran auténticos (que eso da para otra entrada) están esperando su película de star wars. Como si ellos fueran el único público al que va dirigido. Y consideran una traición lo contrario. Es casi como una religión. Ahí es dónde está el error. De ahí parten las exigencias, la presión y al final hasta los malos modos. Eso unido a que todo se magnifica para bien y para mal en esta sociedad absurda y la cultura de la inmediatez, que hace que todo tenga que ser aquí y ahora. «Fuck you»

  2. Sin esos fans cabreados y su dinero (y paciencia, ya perdida), no habría fama, ni giras, convenciones, apariciones en TV, adaptaciones de sus libros, y al final, fortuna, porque no olvidemos que todo esto va de dinero. Este señor cobra por su trabajo, y al final, lo que no está haciendo es su trabajo, y encima hace promesas que no está dispuesto a cumplir. No soy ningún fan cabreado, ni veinteañero, ni impaciente pero, sinceramente, paso de este señor y de esperar 20 años a que acabe los libros. Me decepciona haber comprado unos libros que han ido perdiendo calidad y encima han quedado inconclusos. Fuck YOU, George.

    • Cassian

      S
      U
      B
      N
      O
      R
      M
      A
      L

      • Haces muy bien en describirte a ti mismo

        • Cassian

          «Hicis mi bin in discribirti i ti mismi»

          Porque si empezamos con «y tú más» infantiles mejor uno que te ridiculice como mereces.

          • Jorge

            Cierto, tu comentario ha sido de una sutileza y profundidad de análisis inalcanzables para el ser humano medio.

    • jorgerrmartin

      su trabajo no es contentarte, es así de sencillo…. si no te gusta no lo compres. Pero ningún autor tiene la obligación de escribir un libro para contentarte, porque ese no es su trabajo. Este señor no cobra una paga que salga de tu dinero, cuya condición sea escribir algo que te guste. No eres el centro del mundo. De nada.

      • Tergiversador de Enredos

        El problema, jorgerrmartin, es que no estamos hablando de un libro que si quieres lo compras y si no quieres, no; estamos hablando de una promesa incumplida en la que mucha gente ha gastado su dinero. Es como si te compras una de estas colecciones de kiosco, algo así como «construye tu propio galeón del siglo XVII», y a falta del palo mayor y los flechastes te cancelan las entregas.
        Porque cuando en el ya lejano 2002 tuve a bien comprar «Juego de tronos», impulsado por lo mucho que me gustaba el autor, del que ya había leído un buen puñado de cosas, tenía muy claro que estaba adquiriendo la primera entrega de una serie, es decir, la primera parte de un todo. Quedaban el resto de partes, y se nos prometía, el mismo autor prometía, que vendrían las siguientes.
        Vinieron, con puntualidad, la segunda y tercera partes, que compramos religiosamente. Luego, ya con más tardanza, la cuarta entrega.
        En pleno verano de 2008 hice una pausa en mis vacaciones y conduje 150km, más otros tantos de vuelta, para conocer en persona al autor. Un hombre bonachón y simpático, qué duda cabe. Por nosotros no quedaba.
        Pero sí quedaban partes pendientes, y tardaban mucho.
        Aún apareció la quinta, e igualmente gastamos nuestro dinero. Seguíamos confiando en él.
        Pero no llega la sexta. Se nos prometió un todo, y compramos las partes, pero el todo no llega. Nosotros cumplimos nuestra parte del trato.
        Es por eso que entiendo que GRRM, a quien te aseguro que admiro muchísimo, nos está fallando. Él no nos dijo «te saco esto y ya veremos si sigo»; nos dijo que lo completaría. Y no parece que vaya a hacerlo. Ahí es donde la gente se cabrea.

        Este problema es viejo, en realidad. Ha pasado con muchos casos. El mundo editorial español está lleno de cadáveres de series en los que los aficionados gastaron dinero y se quedaron sólo con partes. Hay casos sangrantes. La saga del Sol Largo del recientemente fallecido Gene Wolfe quedó colgada a falta de un sólo volumen. ¿Está justificado el cabreo de quienes gastaron su dinero en un producto que, a la postre, está incompleto? Entiendo que sí, y mucho. Porque hubo casos en los que los lectores recibieron, a falta de una expresión mejor, desdén.

        Evidentemente George R.R. Martin tiene todo el derecho a vivir su vida y disfrutar de lo que se ha ganado honradamente. No defenderé a los imbéciles que le exigen e insultan, eso jamás. Pero sí considero que tiene un deuda, o al menos una cierta deuda, para con sus lectores. Porque hizo una promesa, vaya si la hizo, y no la ha cumplido.

        Afortunadamente aún puede hacerlo. Le deseo mucha fuerza para ello.

        • Yo...ya

          No está justificado porque sea una saga, quedé inconclusa y te gastaras el dinero en los libros. No le des vueltas que no esta a tu servicio. Si quieres sagas completas, compra solo aquellas que estén cerradas. No me extraña que esté hasta las narices. No hay deuda, hay un señor que vende libros. Si quieres los compras y si no no. Nada más. Y cuando acabes la saga dirás cómo Íñigo Montoya que te sientes vacío y a otra cosa.

          Esto viene ya de muchos años. Conan Doyle ya acabó hasta las narices de los fans de Holmes…. Y en la música ya ni te cuento, lo más habitual es por qué «sus primeros discos son los auténticos» o ya no suenan igual.
          Los fans quejicas son el precio de la fama.

          • Tergiversador de Enredos

            Evidentemente George R. R. Martin no está a mi servicio, ni al de nadie con quien no haya firmado una contrato «de verdad», pero decir que los libros son sólo libros y ya… pues no, ni mucho menos. El primer libro de una serie, de eso que ahora llaman «Novela río», es sólo una parte de un producto aún inacabado. El rollo ese de que el viaje es más importante que el destino y todo eso está muy bien, pero
            a ver si nos enteramos de una maldita vez que esta historia está INACABADA. Que es como una mesa de cuatro patas a la que aún no le han puesto la última: se cae.
            A ver si nos enteramos de una maldita vez que lanzar una serie prometiendo que serán x entregas, y luego dejarla colgada es una ESTAFA. Con todas sus letras.
            Imagina que decides comprarte el novelón de Alan Moore, y la editorial ha decidido dividirlo en tres volúmenes. Imagina que saca los dos primeros y tú los compras. Imagina que deciden no sacar el tercero. Supongo que te parecería bien, que no te sentirías estafado ni nada de eso, porque de haber sabido que no iba a salir el último igualmente te hubieras comprado los dos primeros.
            Por eso pienso que sí que tiene una deuda, porque se comprometió con sus lectores. No sé hasta dónde llegan tus conocimientos del tema, pero te informo de que cuando «A Game of Thrones» fue lanzada en inglés se dijo que iba a ser una trilogía; después pasó a ser una pentalogía. Ahora, se supone, será una heptalogía, aunque en mi opinión el último no saldrá nunca. Todos fueron anuncios del propio Martin. Él mismo reconoce haber cometido el error de prometer cosas que no pudo cumplir. Promesas incumplidas, sí. Y como bien dice Neil Gaiman, quien por cierto es también parte interesada en el asunto, Martin no es la puta de nadie, pero hay un enorme trecho entre eso y pensar que Martin no está ni remotamente obligado a sacar las novelas que faltan, las cuales, por cierto, prometió.
            Repito, prometió. A sus lectores. Quienes, le guste o no, son sus clientes. O al menos, así se les trata.
            Y por cierto, ya que en el artículo se menciona a Robert Jordan y su desgraciada muerte, no estaría de más recordar que el bueno de Robert pensó en sus fans hasta el final, lo merecieran o no, y lo dejó todo preparado para que su saga fuera terminada por otro autor. Cosa que hizo Brandon Sanderson. George R. R. Martin, por su parte, ha dicho por activa y por pasiva que si su serie queda inacabada, así se quede, que no la toque nadie.
            Dejando de lado a los imbéciles que hacen bromitas, es evidente que una enorme parte del enfado con este tema viene de la sensación de indiferencia que transmite el propio Martin.
            Por mi parte, en realidad, la cosa es muy sencilla: ya no tengo ilusión. Una vez la tuve, y mucha. Esta saga era maravillosa. Pero entre el bajón de calidad de las dos últimas entregas, la espera exagerada (va para ocho años desde que salió el quinto, y el sexto ni se atisba), la total ausencia de noticias, el chasco de que la adaptación televisiva adelantara a los libros, la sensación indiferencia de Martin, y la enorme velocidad a la que menguan las esperanzas de que el séptimo libro salga alguna vez, llega un momento en que ya te da igual.
            Otro producto inacabado en las estanterías. Tenemos callo. Lo aceptaremos. Pero ¿justificarlo? ni mucho menos.

            • Fco_mig

              Se puede decir más alto, pero no más claro. Muy bien argumentado y, sí yo también estoy llegando al «punto del hartazgo y la desilusión» que describes. Aún le doy algo de crédito al viejo gordo cabrón, pero se me está acabando.
              Por lo menos tú conservas la suficiente serenidad con este asunto para describirlo sin que te saque de quicio.
              Gracias por darnos voz a todos los indignados.

    • Nacho

      George RR Martin no creó el universo de Game of Thrones ni por la fama, ni por las giras, ni por aparecer en TV. El tipo escribió una novela y el éxito le trajo todo eso. La fama y el dinero han sido consecuencia, nunca causa, de sus novelas.
      George RR Martin ha hecho un trabajo y ha obtenido su beneficio por ello, como hacemos cualquiera de nosotros. Y si no le da la gana hacer más y dejar de generar dinero, en su derecho está (igual que lo estoy yo de no volver a trabajar el lunes, si es que no me da la gana).
      Dices que no eres un fan cabreado, pero te «decepciona haber comprado unos libros que han ido perdiendo calidad y han quedado inconclusos». Menuda inconcruencia esta. Menudo capullo George RR Martin de no seguir haciendo unos libros como a ti te gustan. Fuck YOU, Pawer.

  3. Diego

    Me da que nos quedaremos con las ganas de leer la conclusión de esta saga.A ver el amigo esta podrido de dinero y solo su interés o su amor por esta gran obra pueden obrar el milagro.El resto es seguir haciendose pajas mentales.

  4. Amo la saga y no me gusta lo que ha pasado con la serie adelantando a los libros. Tal vez George debería haber finiquitado todo en un gran tomo antes de que sucediera. Pero por otra parte también creo que si apresuramos al escritor tal vez nos entregue algo de ínfima calidad para que pasemos el mono.
    No entiendo que escriba ahora una precuela pero supongo que hasta un escritor se harta de sus personajes o quiere escribir algo diferente de vez en cuando. Para mí ha desaprovechado la oportunidad de ser el nuevo Tolkien vendiéndose con lo de la serie, y eso que me encanta. Pero los que le leemos desde el principio no podemos dejar de verlo como una pequeña traición. De todas maneras gracias George por darnos estas joyas literarias. Por cierto, se puede pasar el mono con un montón de sagas de parecida calidad y no andar llorando por los rincones. Eso si ano Rothfuss no lo recomiendo, es un bodrio.

  5. Albert

    No tiene ninguna deuda. Cuando compras un libro, pagas por este libro, no por una saga completa. Otra cosa sería que hubiera un modelo de negocio dónde pagaras para obtener n libros en el futuro, pero ése no es el caso.

    El riesgo de que la saga queda incompleta (ya sea porque el autor la abandone o muera) es un riesgo que el lector asume cuando compra un libro de una saga actualmente incompleta. El escritor también asume un riesgo cada vez que escribe un libro (que no se venda bien y por tanto todo su esfuerzo sea en vano, o hasta que pierda dinero).

  6. Elenita

    Este artículo es muy bueno y creo que hace referencia a una de las razones más importantes para que GRRM se haya dedicado a vivir más y a escribir menos. Cuando Robert Jordan enfermó, sabía que su vida iba a durar no más de dos años. Su opción fue dedicar esos dos años a cerrar su Wheel of Time. No hizo nada más. Podría haber elegido irse a una isla paradisiaca con su mujer a gastar los días, y sin embargo decidió elegir a un escritor para que continuara su obra y pasarse esos dos años cerrando tramas y dando instrucciones para no dejar a sus lectores huérfanos de su final. Eso es casi heroico, pero tremendamente triste. Como lectora lo agradezco pero de alguna manera creo que es demasiado sacrificio. George era muy amigo suyo y creo que pensó “Por los cojones me va a pasar a mí esto. Cualquier día me caigo muerto y no he hecho otra cosa sino trabajar”. Y me parece totalmente respetable. Porque el hombre es libre para hacer lo que quiera. Y si incumple plazos, ya pagará la multa que le ponga su editorial que, al fin y al cabo, es quien le paga realmente. Y si resulta que el hombre tiene el dinero por castigo y se puede permitir eso, pues enhorabuena. Ojalá yo pudiera hacer lo mismo

  7. Fer Lee

    Imaginad que vais a un concierto y la banda solo toca 2 temas y se pira. Protestariais o no? Que ser su fan no me convierte en su jefe es evidente, pero en la creacion artistica, como en cualquier otra actividad, existen buenas y malas practicas, codigos sobreentendidos y obligaciones morales. Sus exageradamente optimistas y repetidas estimaciones sobre las fechas de publicacion se acercan mucho a lo que podriamos considerar mentir y no esta bien. Tampoco lo estara si finalmente decide dejar la saga inconclusa de forma voluntaria pues habra abusado de la confianza de sus lectores. No podemos exigir, cierto, y me cuido de no hacerlo. Pero no por eso vamos a normalizar su actitud y aceptarla como buena.

    • Ruberto

      Mal ejemplo. Cuando pagas la entrada para un concierto, pagas por un concierto entero y puedes protestar si no es así. En el caso de Martin, no creo que ya hayas pagado los siete libros que se supone que compondrán la saga completa (y si lo has hecho siento decirte que te han timado), has ido pagando cada libro y es lo que te ha dado. No te (nos) debe nada, aunque, evidentemente, será una putada si al final, por lo que sea, no acaba la saga.

      Por otro lado, coincido contigo en que «Vientos de Invierno» está acabado, impreso y listo para salir a la venta en cuanto acabe la serie de HBO.

      • Fer Lee

        No me siento timado por Martin (como tu dices, he pagado solo por lo que tengo y no más) Lo que pasa es que creo que una presunta actitud de «Ahora que me he forrado, que le den a la saga» no sería aceptable desde el punto de vista de la ética literaria. Legal, sí, buena, no, con toda la subjetividad que esto implica, claro.

        De todos modos me gustaría matizar un poco mis comentarios porque tal vez se haya entendido que culpo a Martin de algo que no ha hecho. Es el artículo el que plantea la hipótesis y en base a ello doy mi opinión. Pero yo confío en su voluntad por, a su ritmo, terminar.

  8. Fer Lee

    De todos modos, hace ya un par de años que anuncio que habia acabado la escritura de «Vientos de invierno», pero que aun quedaba la correccion y la edicion. Yo creo que ese libro lleva ya bastante tiempo listo pero han decidido esperar al final de la serie de HBO para lanzarlo aprovechando el ruido mediatico.

  9. Martin puede tardarse lo que se le hinche un huevo y espero que no se deje presionar por estos lectorcillos procedentes de la serie, para los que lo leímos desde que sacó su primer libro de la canción ( o los cuentos recopilatorios) sabemos que se tarda un promedio de 6 años y no ha defraudado. Así que dejen de joder que como dice Gaiman No es su perra para atender sus frustraciones.

  10. Fco_mig

    Yo he seguido la serie desde el principio. Hace mucho que dejé atrás la veintena. Y, aunque no sea tan ruidoso y siga amando sus libros… ¡Nadie conseguirá convencerme que G. R. R. Martin no es más que un viejo gordo y cabrón enviado a este mundo por el mismo diablo para atormentar a sus fieles lectores!

  11. Fco_mig

    Una cosa más, para aquellos que dicen que el trabajo de un escritor de ficción no es divertir y emocionar a su público. ¿Cuál es entonces? Si la saga fuera gratuita quizás no tendría uno derecho a hablar así. Pero el tipo se ha hecho rico con ella! ¡Por favor!

    • Nacho

      El tipo se ha hecho rico con ella como CONSECUENCIA de la obra. La causa de escrbir sus novelas no era el hacerse millonario.
      George RR Martin creó una historia y nosotros, los fans,le generamos mucho dinero. Pero porque nos gustó mucho la jodida obra! No porque el autor nos lo pidiese, ni lo hicimos por caridad. Creó algo y pagamos por ello. Y cuando lo vuelva a crear, pagaremos de nuevo si nos da la gana; y si no nos da la gana, pues no pagaremos ni le daremos ni un euro más.
      No nos debe nada.

      • Fco_mig

        No me convence. Me parece una manera de decir que un escritor, un artista, por el solo hecho de serio, puede vivir del cuento.
        Quizás no sea nuestra «bitch», de acuerdo, pues se debe a su propia historia y a la lógica de ésta. Pero creo que, nunca, de ninguna manera, le puede fallar a su público.
        No lo hicimos por caridad, claro. Pero pagamos lo que nos pidieron, no lo que consideramos que valía. Ergo el autor nos debe el final de la historia. Se le puede perdonar al que le fue imposible por fuerza mayor. Pero no al que, pudiendo hacerlo, se dedica a perder el tiempo. Lo siento pero parte de su tiempo ha dejado de pertenecerle desde el momento mismo que su obra pasó por la imprenta. No olvidemos que, cuando acabe, volverá a tener todo el tiempo del mundo.
        Lo que quieren todos los autores que lo justifican es poseer todos los derechos sin ningún deber. Como todos. Parte del trabajo de un editor es sacar el látigo cuando hace falta precisamente por eso.

  12. Gustavo

    Usted escribe muy bien, fue un placer leerle. Voy a exigirle el proximo articulo como todo un talifan.

    • Fco_mig

      Si es a mí, gracias por el elogio.
      En cuanto al artículo, tendrá todo mi tiempo si me paga y me permite poner de vuelta y media a quien creo que se lo merece.
      PD: si no es a mí, deje que me haga la ilusión por un tiempo antes de desmentir. Gracias.

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*


Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.