Antón Castro es uno de los nombres imprescindibles del periodismo cultural español, pero para mí su prestigio debería ser esencialmente literario porque todo lo que Antón Castro escribe —reseñas, columnas, reportajes, entrevistas, necrológicas, crónicas futbolísticas, etc.— nace de su vocación de escritor. Borges dijo sobre Quevedo que no era un literato sino una literatura y eso mismo podríamos decir de Antón Castro, lujo literario de Zaragoza en general y de El Heraldo de Aragón en particular, aunque Antón Castro sea gallego y sus prosas tengan el aroma del mejor Cunqueiro.
Para empezar, Antón Castro es poeta —como lo corroboran sus poemarios El musgo del bosque (2016), Seducción (2014), Versión original (2012), El paseo en bicicleta (2011) y Vivir del aire (2010)— pero además es un narrador extraordinario y así recomiendo sus novelas Cariñeña (2012) y El álbum del solitario (1999), y por encima de todo sus libros de cuentos Fotografías veladas (2017), El dibujante de relatos (2013), Golpes de mar (2006), Los seres imposibles (1998), Vida e morte das baleas (1997), El testamento de amor de Patricio Julve (1995), Los pasajeros del estío (1990) y Mitologías (1987); por no hablar de los ensayos reunidos en El sembrador de prodigios (2004) y Enredos críticos (2000); el libro de crónicas futbolísticas Los domadores del balón (2010) y las entrevistas literarias a escritores de Veneno en la boca (1994), entre otros títulos donde no incluyo ni biografías ni guías de viajes ni catálogos de exposiciones artísticas, pero que en conjunto definen a Antón Castro como un escritor que vive del periodismo cultural y en ningún caso al revés.
Acostumbrados a las aventuras editoriales de periodistas populares y mediáticos, alguien podría preguntarse por qué la obra de Antón Castro no es mejor conocida por toda España y la pregunta no tendría respuesta porque habría sido mal formulada. A saber, porque Antón Castro es escritor y la mayoría de los escritores ni son populares ni son mediáticos. Para eso habría que ser chef, cantante, modelo, deportista o presentador de noticias con miles de seguidores en las redes sociales, pero jamás poeta o novelista.
De todos los libros de Antón Castro he elegido Los seres imposibles (Destino), un bellísimo volumen constelado de fábulas, leyendas y criaturas fantásticas fraguadas por un exquisito lector de Juan Perucho, Ana María Matute, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Juan José Arreola y especialmente Álvaro Cunqueiro, porque Los seres imposibles comparte toda la magia de Flores del año mil y pico de ave, La otra gente y Tertulia de boticas y escuela de curanderos, tres de los más hermosos libros de aquel gallego genial cuyo último discípulo no es otro que Antón Castro.
Los seres imposibles contiene historias que transcurren en territorios fronterizos. A veces entre el campo y las aldeas rurales («Las ciudades sumergidas»), otras entre el sueño y la vigilia («La dama del lago»), también entre la Edad Media y nuestros días («Los ojos del monstruo»), y sobre todo entre la realidad de la ficción y el trasfondo real de las leyendas urbanas y populares («El fantasma y la nieve»). A fines de los noventa los microrrelatos carecían de la popularidad del presente, pero Antón Castro también trabajó esas miniaturas narrativas con la delicadeza de un orfebre en piezas como «La dama invisible» y «La metamorfosis», una suerte de bestiario primoroso.
Mención aparte merecen la historias que forman parte del universo creado por Cunqueiro y que en Los seres imposibles están representadas por «La sortija del cíclope», «La niña de las nieves», «El sacerdote espectral», «La sirena», «Los duendes» y en particular «La bruja de Trasmoz», para mí una portentosa joya narrativa. Uno de los mejores cuentos de la narrativa breve española de todos los tiempos. Me complace ser así de rotundo, porque Los seres imposibles es un libro extraordinario que merece un desagravio.
Autor de una veintena de títulos de todos los géneros —incluidos el teatro y la traducción—, Antón Castro es mejor conocido todavía por su actividad periodística en prensa, radio y televisión, pero su valía más grande y lo mejor de su talento está en sus relatos, poemas y novelas. Al curioso lector lo insto a comenzar con Los seres imposibles y le aseguro que no podrá dejar de leer los demás libros de Antón Castro.
Algunos libros nunca disfrutaron de la atención que merecían y ciertos autores fallecidos en su plenitud corren el riego de ser olvidados. En Zona de Rescate compartiré mis lecturas de ambas regiones —la Zona Fantasma y la Zona Negativa— porque la memoria literaria es tan importante como la otra. Distancia de rescate (¡gracias, Samanta!): 1985, año de mi venida a España.