Una de las hipótesis más interesantes sobre por qué fallaron las encuestas en las elecciones del 26 de junio de 2016 tiene que ver con la brecha generacional en el voto. Como se ha dicho ya hasta el aburrimiento, en España la distribución del electorado se parece cada vez más a una escalera de color; los menores de treinta y cinco son morados, los de treinta y cinco a cincuenta son naranjas, los de cincuenta a sesenta y cinco son más rojos, y los mayores de sesenta y cinco inequívocamente azules. Sin embargo, la propensión a votar de cada uno de los segmentos de edad no es la misma. Si los jóvenes tenían mayor tasa de no respuesta en las encuestas, es posible que los votos que se imputaban a algún partido estuvieran inflados simplemente porque el día de la elección no fueron a votar. Porque los jóvenes, de media, se abstienen mucho más que sus mayores.
Este hecho ha sido contrastado en una gran cantidad de países como algo normal; se ha dado por descontado que los jóvenes prefieren hacer cualquier otra cosa que acercarse a las urnas el día de una elección. La razón principal para ello es el conocido como efecto ciclo vital. Cuando uno es joven suele tener menos ataduras, un puesto de trabajo menos estable (o ser estudiante), menos ingresos, suele vivir con sus padres o no tener vida en pareja. Todo esto hace que esté menos conectado, hasta cierto punto, con la sociedad que le rodea. Sin embargo, a medida que el joven se va volviendo adulto y debe pagar impuestos, vivir solo o con alguien, tener un círculo de relaciones estable, asentarse en una comunidad… se va volviendo más consciente de la importancia que tiene la política en su vida. Por lo tanto, a medida que va creciendo, se vuelve un ciudadano más concienciado y más proclive a votar.
Este hecho estaría detrás de muchos de los sesgos que vemos en nuestra política diaria. La razón por la que los jóvenes son una prioridad poco preferente para cualquier Gobierno conecta con que son el colectivo más abstencionista y, por lo tanto, menos interesante como caladero de votos para cualquier partido. Por lo tanto, las políticas públicas de juventud suelen ser menos importantes; un Gobierno empieza sus recortes siempre por becas y deja pensiones para el final. De hecho, en esa línea, diferentes economistas y sociólogos han demostrado que todos los Estados del bienestar en Europa tienen una inversión en términos relativos muy superior en las generaciones de mayor edad que en las de jóvenes. Aunque no sea el único factor, el que las personas jubiladas sean una bolsa de votos fundamental tiene algo que ver.
En todo caso, este ciclo vital que señala que los jóvenes no participan por razones casi vegetativas ha sido puesto en cuestión recientemente. Si se trata de una explicación tan estructural, sería de esperar que se hubiera producido siempre, pero cada vez hay más evidencia que señala que la abstención de la gente joven es un fenómeno relativamente nuevo. Es decir, que los jóvenes de hoy en día se abstienen más, pero los jóvenes de los años sesenta sí que iban a votar. Ahora bien, este patrón se da en prácticamente todas las democracias occidentales, lo que señala que debe haber algún tipo de motor común más allá de factores específicos de cada país. No podemos decir que haya sido algún evento nacional (pongamos, «el desencanto» tras la Transición en España) el que haya desilusionado a los jóvenes a participar si al final vemos que esta desmovilización se da en todas partes.
La explicación está en los factores concretos con los que las generaciones actuales de jóvenes socializan y ahí es donde el consumo de medios de comunicación es clave. Un consenso relativamente establecido es que el consumo de periódicos es el principal mecanismo de aprendizaje político. No solo por tratar más política, sino también por hacerlo de manera más exhaustiva. Sin embargo, los jóvenes no leen el periódico ni de lejos como lo hacían sus padres con su edad. Este papel ha venido a ser suplantado por la televisión, un medio que profundiza en política muchísimo menos. Pero además, al mismo tiempo, las noticias de televisión han tendido a volcarse más en el público mayor. Cuando solo había unas pocas grandes cadenas era inevitable que todas las generaciones en el salón vieran juntas la tele. Las noticias eran compartidas. Sin embargo, habiendo cientos de cadenas de todo tipo es fácil segmentar, es fácil que un joven pueda ver la tele sin siquiera rozar un canal con una noticia política.
Esta diferente pauta de socialización a través de los medios de comunicación ha tenido un impacto dramático sobre las generaciones jóvenes actuales en términos de conocimiento político. Aunque pueda sonar exagerado, hay autores que afirman que hoy día tenemos a los jóvenes más desinformados políticamente de la historia. Dada su capacidad para seleccionar su propia exposición mediática, la política habría pasado a un plano insignificante en comparación con otras formas de ocio. La ganancia en poder de elección habría hecho perder focos de exposición política que había con otra estructura de medios de comunicación. Este sería por lo tanto el factor que estaría generando una importante brecha de participación electoral en todo el mundo. Es más, dado que votar es un hábito que se genera de manera temprana en la vida, muchos de estos votantes se habrían perdido para siempre, se habrían convertido en abstencionistas crónicos.
Ello, de nuevo, retroalimenta el problema de la traslación de preferencias en política. Si jóvenes y mayores tuvieran las mismas orientaciones hacia izquierda y derecha, las mismas prioridades de gasto público o de inversión, este sesgo sería irrelevante. Pero como podéis imaginaros, este no es el caso. Quizá el ejemplo más cercano podamos tenerlo en el caso del brexit; los jóvenes eran de lejos los más partidarios de continuar dentro de la Unión Europea, y así se señalaba en todas las encuestas. Sin embargo, este hecho fue irrelevante; el día del referéndum los jóvenes no fueron a votar.
El resumen, por tanto, es que la abstención crónica de los jóvenes no se daría tanto por una razón biológica como por una razón generacional. Sin embargo, hay aproximaciones más optimistas a este hecho. Ha habido algunos sociólogos y politólogos que han hablado del efecto sustitución. Esta idea es relativamente sencilla: que los jóvenes de hoy en día estén votando menos no es un problema, porque están participando en política de otra manera. Es decir, que, aunque se abstengan más, lo que hacen es participar en más manifestaciones, asambleas, organizaciones, boicots a productos… Y por lo tanto influyen en política de otra manera. Hacen política por otros medios que van más allá de meter un papel en la urna.
Por desgracia, la información más reciente que tenemos parece ir en contra de esta idea. Los que más participan por medios alternativos son, justamente, los que también lo hacen votando. Es decir, que la participación política de los jóvenes implicados se ha vuelto más plural, lo hacen por tierra, mar y aire. Por el contrario, lo que sigue existiendo es una masa apática de jóvenes que no se acerca a la política en ninguna de sus formas y que es muy superior a la del pasado. De hecho, esta participación no convencional hasta genera sesgos en las demandas de los jóvenes pues, al fin y al cabo, los que emergen son solo la parte visible y privilegiada de ellos. Los que tienen tiempo y dinero para permitirse estar en una asamblea.
La situación, por lo tanto, no invita demasiado al optimismo. El voto sigue siendo uno de los instrumentos más poderosos e igualitarios que tenemos en democracia, por más que no sea el único. Sin embargo, parece que hay toda una generación que nos vemos abocados a dejar que sean nuestros mayores los que elijan por nosotros. Y lo digo sin caer en la falacia de que los jóvenes tienen más razón o que se es mejor que nadie por tener tal o cual edad. Todas las generaciones tienen el derecho de ser escuchadas. Lo que me preocupa es que haya una que ha renunciado a hablar porque piense que votar es cosa de viejos.
Interesante artículo. Mi entorno tiene aproximadamente mi misma edad (26 años) y conozco a varios que no ejercen su derecho a voto: han renunciado a él por no creer en la democracia parlamentaria.
Consideran que ningún partido político cumple sus expectativas a nivel económico, social, etc. Desde un punto de vista de clase. Con su abstencionismo no demuestran apatía, demuestran ser ideológicamente íntegros. Quizá eso va en detrimento de la propia izquierda puede ser un debate o caso a estudiar.
Por poner un ejemplo: conozco a un par que como no pueden votar directamente a IU si no que deben hacerlo al bloque Unidos Podemos, deciden abstenerse o directamente votar nulo.
Un saludo.
Bueno, no hace falta tener veintitantos años.
No es que no crea en la democracia parlamentaria (al menos en parte), lo que ocurre es que hay fragmentos del electorado que no tenemos ofertas. Como yo, y creo que no yerro, hay varios cientos de miles de votantes huérfanos.
Tengo 51 años y el 26-J de 2016, tras el pacto de los botellines de Pdms/IU, dejé de votar a mi opción subsidiaria y tradicional, IU, que no es que fuera para tirar cohetes, pero aún podía votarla sin que se me cayera la cara de vergüenza, a falta del PCE clásico y autónomo.
No me ajunto con el populismo troskoide y antiespañol, ni con el sedicente izquierdismo de los socioliberales del PS, ni con la(s) derecha(s).
Así que en las autonómicas de 2-D de 2018 en Andalucía también fui uno de esos que dejó de votar a la izquierda (voté en blanco) y así estamos como estamos.
….y así estamos como estamos.
Esa es la clave. Para dejar de estar como estamos, de momento, lo más útil es ir a votar. Y tener muy claro que hay que hacerlo, aunque sea por el menos malo. Repito: aunque sea por el menos malo. Pese a que hay muy buenos argumentos para no votar, como los de adsfg abajo, con los que estoy en gran medida de acuerdo, lo de no votar porque nadie (o nada) se ajusta perfectamente a lo que te gustaría es tirar piedras contra tu tejado, porque sabemos bien que los otros siempre votan, nunca fallan…. y así estamos como estamos.
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Por favor, intentemos ser un poco pragmáticos. No hacerlo nos perjudica mucho a todos, a la vista está.
Es que llevo siendo pragmático desde que tenía 18 años y ya se cansa uno.
Oiga, la culpa no es mía, ni de los miles que son como yo.
Si no tenemos a quien votar, no nos pasen la pelota.
Que se ponga las pilas el personal.
Eso que propone es ser «cornudo y apaleado».
«Para dejar de estar como estamos, de momento, lo más útil es ir a votar.»
A los rompepatrias Iglesias o Sánchez o a los vendepatrias Casado, Rivera o Abascal.
Unos se cargan al país cuarteándolo y otros lo adelgazan para que lo dominen los monopolios y las multinacionales.
Y yo tengo que decidir entre muerte o mongo.
Que no, que no….
Lo voy a plantear de otra manera, usando los nombres en vez de los partidos, como haces tú: ¿a quién prefieres en el Gobierno, a Casado o Rivera con el apoyo del otro y de Abascal, o a Sánchez con el apoyo de Iglesias?
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¿Te da igual? ¿Seguro? Lo pregunto porque dices que históricamente has votado a IU….
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Si de verdad te da igual, perfecto. Si no, te digo algo, aunque seguramente ya lo sepas: los votantes de Casado, Rivera y Abascal NUNCA fallan, como mucho cambian de uno a otro.
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¿Seguro que te sigue dando igual? Tú mismo entonces. Pero no escurras el bulto diciendo que no te echemos la culpa, porque no votar no significa dimitir de la responsabilidad, sino muy al contrario: no votar, sobre todo si eres de izquierdas, es una decisión con consecuencias claras, de las que eres corresponsable (al igual que los que votan, por supuesto).
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Un saludo.
Yo le trato de usted, no me tutee, se lo ruego.
Ya le vale…
Que escurro el bulto…
Es decir, que no votar a Sánchez un señor que donde dije digo Diego, SG y presidente de gobierno por un partido socio-liberal, que a la hora de la verdad (la hora de la verdad es la economía y el sistema socio-económico), vota con el PP (otro partido socio-liberal) la reforma de la CE en su artículo 135 o baja los impuestos más que ningún otro partido en democracia o da más dinero que nunca a la Iglesia Catolica (ZP, ambos) o tiene una red clientelar en mi región es ser un irresponsable.
Igual que no votar a Pablo Iglesias, un estafador que vende mercancía averiada, un falso asambleario, un fiasco populista que habla del pueblo, de la casta y se va a Galapagar contradiciendo todos sus discursos anteriores, y sobre todo, sobre todo, sobre todo, que se cargó las movilizaciones de las Marchas de la Dignidad («Pan, trabajo, derecho y dignidad»), en un momento único de movilización de la izquierda, y que ha jugado y juega un papel fundamental en el blanqueamiento del separatismo catalán, un movimiento, por esencia, reaccionario, en la medida en que rompe el Estado-nación.
Le prometo que no soy anti-político, ni hay en mí sombra de libertarismo, pero lo que no puede ser no puede ser y caben muchas cosas, pero no la de dejar de ser uno coherente consigo mismo.
Salud.
Va a tener razón Gustavo Bueno, como tantas veces:
«En España ser izquierdas es no ser de derechas.»
Con tal de ir contra el PP o lo que haya ya en cada momento, todo arreglado, ya es uno de izquierdas. Concepción folclórica. Esto lo digo yo.
La eterna pureza ideológica de la izquierda: buscando y exigiendo la perfección suprema y escudándose en una supuesta coherencia de hierro, que en realidad no es sino inmovilismo cerril, facilitamos el mal ordinario.
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No es un invento nuevo, por desgracia llevamos padeciéndolo décadas y sus consecuencias están bien a la vista: sucesivas pérdidas de derechos suscitadas por sucesivos gobiernos de derecha, que bien se muestra de cara (PP), bien camuflada (casi todos los gobiernos del PSOE).
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Ellos, para su suerte y nuestra desgracia, son mucho más pragmáticos, y a la hora de la verdad van todos a una. Así, con su unidad y nuestra connivencia -alimentada muchas veces de manera artificial también por ellos-, se perpetúan en el robo, el saqueo y el secuestro de lo que es de todos. Eso sí, nosotros seguiremos estando muy orgullosos de nuestros inquebrantables principios… aunque jamás seamos capaces de ponerlos en práctica. Qué calentito se está en la crítica de Pepito Grillo, pero qué frío hace a la hora de asumir responsabilidades.
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En fin, es un debate agotado. Y con consecuencias, como decimos, claras. Así que lo dejo aquí, porque seguir alimentándolo es seguir haciéndole el caldo gordo a la derecha. Algunos no saldrán de su pureza y los demás pagaremos esas consecuencias, porque nunca se darán cuenta de que la realidad se cambia desde el poder, no desde la oposición.
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Disculpas por tutearle, no pretendía ser un menosprecio. Saludos.
Aceptadas.
Le aseguro que soy impuro y mestizo, y yo veo que el juego se lo hacemos a la derecha aceptando ciertas derivas de la izquierda que son inaceptables.
Y bueno, sólo dije que voté en blanco el 2D.
Para el futuro siempre queda votar a extraparlamentarios.
Nos vemos en las calles.
Salud.
Bueno, el que no se consuela es porque no quiere.
Cuando está jóvenes que no votan sean viejos, entonces votarán y decidirán por los nuevos jóvenes que no votarán.
Y la vida sigue igual.
En España ni hay elecciones presidenciales ni legislativas. Luego los votantes ni eligen presidente del gobierno ni representante (diputado). Votar no no es elegir sino refrendar una lista de personas que ni conoces, confeccionada por el jefe del partido. No se vota un programa electoral. Jamás los cumple ningún partido y eso no tiene consecuencias porque el poder revocatorio de la sociedad civil es nulo.
El voto sólo sirve como ritual en el que uno se identifica sentimentalmente con la supuesta ideología que tiene un partido. Y ni eso. Porque los que durante el periodo previo a las votaciones desprecian a los demás partidos y pretenden ellos mismos ser lo más puros, se avienen rápidamente a negociar con sus supuestos adversarios. Sirve, pues, para ratificar a un pequeño grupo que monopoliza el poder del Estado. En las dictaduras hay sólo un partido; en las oligarquías hay varios.
La pregunta es: ¿por qué deberíamos votar si no elegimos nada?
Deberíamos votar porque, salvo lo que dices de presidenciales, el resto de lo que expones es falso.
Todo lo que he dicho es verdad. Además resulta evidente. Decir lo contrario no es más que negar la mayor. No votamos representantes sino que son elegidos por el jefe de partido, que será a quien de verdad representen. No podemos revocar el poder a nadie. Además ni siquiera tiene sentido esa revocación en España porque los diputados obedecen a su jefe de partido, no a los votantes. Los diputados por nefastos que sean sólo salen de listas para entrar en otras o para incorporarse a puestos hachos a medida en consejos de administración. Cosa que tiene gracia porque uno puede ser un analfabeto y acabar en uno de esos consejos, y no me imagino qué tipo de consejos y asesoramiento dará a cambio de un sueldo enorme. Pero un diputado, como digo sólo obedece a su jefe y es éste quien le premia o le castiga. El Parlamento y el Senado en España sobran. Podrían cerrarse. Todo lo decidirían los jefes de partido usando su porcentaje de votos. Al menos sería más barato para el bolsillo de los súbditos productivos. Pero en España nos gustan las ficciones y hacer como que son verdad y si son copiadas del extranjero, ¡mucho mejor!
Votar es inútil si no existe una libertad política previa. El voto no es sinónimo de democracia. Con Franco se votaba. En los países europeos al este del Telón de Acero se votaba. En Afganistán se vota. En todas partes se hace. Y no tiene ninguna utilidad más que para refrendar unas listas con nombres de personas desconocidas que ni siquiera tienen que vivir en la circunscripción electoral en la que se presentan por el partido.
Claro que niego la mayor porque conceptualmente es falso. Eso solo lo pueden afirmar los defensores de la antipolítica, los nihilistas que sirven de parapeto al fascismo.
No votéis, no os necesitamos; pero sed honestos y no intentéis tergiversar la realidad o convencer a incautos.
Explica por qué es mentira lo que digo. Si eres capaz. Te resultará imposible; de hecho en tu respuesta te limitas a negar la mayor, tal como predije. Para empezar que la existencia de las Cortes en España no es más que un lujo puesto que tanto los diputados como los senadores obedecen al jefe de su partido. No puedes negarlo con argumentos.
Pareces desconocer qué significa la política porque me dices que defiendo la antipolítica cuando es todo lo contrario. La antipolítica es el consenso entre partidos. La política no es el acuerdo si no la lucha por el poder. En España no existe esa lucha; en cambio lo que hay es la pasión por el acuerdo entre partidos, el consenso que lleva a la corrupción moral. La virtud suprema, para los politicastros, es el diálogo por sí mismo. No importa lo que se dialoga mientras sea posible. Se dialoga la misma existencia de España, no hace falta decir más.
Si todos estuviéramos de acuerdo la política no sería necesaria. Los partidos pretenden que todos podemos estar de acuerdo en todo en todo momento para que ellos saqueen el dinero público tranquilamente.
Ve tú a votar. Y me dices qué es lo que votas y si eliges algo. Qué es lo que obtienes más allá de la sublime emoción de la unión gregaria.
Como menor de 30 que se niega a votar, no puedo estar más de acuerdo.
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Usar la palabra democracia en este artículo lo invalida por completo.
El sitema político español actual es la continuación del anterior, del franquista.
El primer parlamento fue votado bajo la leyes y el gobierno franquista. Una vez vistos sus resultados, decidieron hacer una constitución, luego plebiscitada.
El jefe del estado de entonces fue designado por Franco. Ahora tenemos a su sucesor por razón de parentesco y género.
El presente sistema político no me permite elegir a mi diputado, que represente mis intereses. Ni al presidente del poder ejecutivo, que represente los intereses colectivos. Ni a los integrantes del órgano de control judicial.
Entonces, no es que no quiera votar, sino que no está permitido hacerlo.
Lo que sí está permitido es elegir una lista confeccionada por el jefe del partido, y luego ellos se lo cocinan todo. Pero eso NO es democracia.
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