Apenas siete kilómetros en total separan las pequeñas aldeas de Rubiás, Meaus y Santiago al sur de la provincia de Ourense, en el tranquilo valle del río Salas. Sobre el mapa, junto a la ladera de la Serra do Larouco, las tres poblaciones forman un triángulo alrededor del cual existió durante siete siglos un pequeño territorio autónomo, independiente de los reinos de España y Portugal, conocido como el Couto Mixto.
Todavía hoy, al recorrer sus caminos y callejuelas, uno tiene la sensación de estar adentrándose en una tierra enigmática y singular que observa en secreto al forastero, examinándolo a distancia, con recelo. «Es natural —me explica el senador y escritor Luis García Mañá—. Vas paseando por uno de sus pueblos creyendo que no hay nadie y, en cambio, miras atrás y notas cómo se mueve una contraventana. Sin embargo, se trata de una costumbre típica de las gentes de la frontera que no es distinta en pueblos vecinos, ya que parte de la cultura antropológica de los pueblos de A Raia, sobre todo los doscientos veinticinco kilómetros de la frontera ourensana, tiene que ver con el contrabando. Es un modo de ser que se hereda y genera esa extraña sensación de secretismo».
Luis García Mañá, autor de los ensayos La frontera hispano-lusa en la provincia de Ourense y Couto Mixto: unha república esquecida, entre otros títulos, es el principal responsable de la recuperación y divulgación de la historia del Couto Mixto, así como uno de los mayores expertos en el tema. Por supuesto, conoce la leyenda de la princesa que huía de sus enemigos a través de los bosques y las montañas y fue ocultada y auxiliada por los habitantes del valle, lugar al que concedió su especial estatus cuando llegó a ser reina, en señal de agradecimiento. No obstante, no le otorga ningún valor: «La tradición oral siempre tiene algún fundamento histórico, pero en este caso se han mezclado demasiadas cosas. La base de esa leyenda está en la historia de una dama noble gallega, Inés de Castro, de la que se dice que reinó después de muerta, y que ha dado en provocar una nueva fábula que, además, estos últimos años alguien se ha encargado de difundir, pero no tiene fundamentos reales. Yo no la suscribo».
En efecto, la leyenda sitúa el origen del Couto Mixto en la concesión de una serie de privilegios a aquellas tierras por parte de doña Inés, hija de Pedro Fernández de Castro «el de la Guerra», quien a su vez era bisnieto de Alfonso X el Sabio. La joven, nacida en A Limia, Ourense, y perteneciente a la gran Casa de Castro, era amante de don Pedro, futuro rey de Portugal, y madre de sus hijos, motivos por los que fue intensamente perseguida por la nobleza portuguesa. La tradición cuenta que se ocultó en el valle del río Salas y que, años más tarde, una vez hubo llegado al trono, concedió al Couto Mixto sus privilegios, desligándolo de las coronas de España y Portugal. Sin embargo, la realidad es que Inés de Castro fue asesinada antes de que don Pedro fuese proclamado rey, de tal forma que, aunque fue reconocida como su esposa de forma póstuma y, por tanto, reina de Portugal después de muerta, no pudo conceder jamás su peculiar estatus al Couto.
En realidad, el origen del Couto Mixto es desconocido, aunque se cree que su condición de «tierra de nadie» pudo deberse, en un principio, a una descripción imprecisa de las fronteras en el Tratado de Zamora, documento resultante de la conferencia de paz por la que Portugal alcanzó su independencia en el año 1143. Bajo la protección del Castelo da Picoña, una fortificación situada en la orilla izquierda del río Salas y destinada a la defensa de las poblaciones fronterizas conocidas como Terras da Picoña, el Couto fue poco a poco adquiriendo una serie de privilegios relacionados con su naturaleza sui generis que se mantuvieron a lo largo de los siglos. Y ello a pesar de que la portuguesa Casa de Bragança reclamaba su titularidad, de que su amparo correspondía al conde de Monterrei desde 1518 y de que, en lo religioso, dependía de la diócesis de Ourense. O, tal vez, precisamente por todo ello.
La Asociación de Vecinos del Couto Mixto pone a disposición de cualquiera que esté interesado en conocer su historia toda la información sobre los privilegios de que gozó el Couto hasta su extinción en el año 1864 en virtud del Tratado de Lindes —o Tratado de Lisboa—. Luis García Mañá, no obstante, puntualiza: «El cambio en el estatus del Couto Mixto no se materializó hasta junio de 1868, cuando se formalizó el Tratado de Lindes mediante la entrega documental en el atrio de la iglesia de Santiago y en los Pueblos Promiscuos, que nada tienen que ver con el Couto Mixto y que, aunque hoy en día se hallan en Portugal, en aquella época eran mitad portugueses y mitad españoles porque los atravesaba la frontera».
Entre esos privilegios se hallaban algunos especialmente llamativos y, en su mayoría, derivaban todos del hecho de que sus habitantes no estuviesen obligados a adquirir la nacionalidad portuguesa o española. Figuraban, sin más, como «ciudadanos del Couto», no siendo, por tanto, ni españoles ni portugueses; no estaban obligados a pagar impuestos a España ni a Portugal, ni a usar papel sellado ni a pagar derechos al Registro de la Propiedad. No podían ser apresados dentro del Couto ni en una legua a la redonda. No tenían por qué aportar hombres a los ejércitos español y portugués. En sus tierras no podían entrar las autoridades españolas y portuguesas —salvo en caso de delitos graves— y se podía negar alojamiento a las fuerzas militares de ambos países. A pesar del estanco sobre el comercio de determinados productos como el tabaco, su cultivo y mercado en el Couto eran libres. Y gozaban de una capacidad de autogobierno casi absoluta. De hecho, el poder normativo, ejecutivo y judicial recaía sobre un solo hombre, conocido como o xuíz —el juez—, que era elegido democráticamente cada tres años y contaba con la asistencia de los tres homes de acordo —hombres de acuerdo—, que representaban a cada una de las tres aldeas.
Paco Sarria, periodista y decano del Colexio de Xornalistas de Galicia, propone una interesante reflexión a propósito de la especial situación del Couto: «¿Qué hubiera sucedido si, al igual que en Andorra, en ese territorio hubiese existido una determinada fuente de riqueza en torno al comercio y alguien hubiese querido que fuese gobernado por un señor feudal en un castillo y no por un vecino, un sencillo comerciante o campesino elegido por sus vecinos? Que, probablemente, hoy todavía mantendría sus privilegios». Como apunta Mañá, Andorra, que firmó un tratado muy similar en años muy parecidos, era una realidad mayor y en ella se daba la circunstancia de que, lejos de estar entre dos países pobres, estaba entre dos países ricos: «El valle del río Salas en el siglo XIX era una zona realmente penosa. No había comunicaciones, apenas se producía nada. Andorra tenía mucho más interés desde el punto de vista estratégico. Y tenía quien la defendiese. Principalmente, el obispo de Seo de Urgel y el conde de Foix, cuyos derechos terminaron recayendo finalmente en el presidente de la República Francesa. El Couto Mixto era un lugar pobre de tres aldeas miserables sin defensor de ningún tipo».
Llama la atención que, a pesar de todo, el Couto no disfrutase de una economía más sólida, habida cuenta del provecho que podría haberse obtenido de la más relevante de sus prerrogativas: o camiño privilexiado. Como explica Luis García Mañá, el camino privilegiado «era una senda que iba desde Santiago, en el Couto Mixto, hasta Tourém, que es el pueblo portugués inmediato. En esa senda no podían actuar los servicios fiscales ni de protección de la frontera portugueses ni españoles, pero solo sobre los habitantes del Couto Mixto. Ellos, por tanto, se permitían el lujo de transportar de un lado a otro todo tipo de productos, incluso aquellos estancos como la sal, que era valiosísima y hasta la revolución de septiembre de 1868 no se liberalizó su comercio. Ellos, sobre todo los vecinos de Meaus, traían sal de Aveiro, unas salinas portuguesas muy importantes, y la colocaban en buena parte de la provincia de Ourense. Otros productos, como los paños catalanes, que eran los más apreciados después de los ingleses, se transportaban desde el Couto Mixto hasta Portugal».
Bajo esas condiciones, la tesis de Sarria cobra aún más fuerza. Tal vez, de haber existido una fuente de riqueza más allá del contrabando, hoy el Couto no solo mantendría sus privilegios, sino que habría alcanzado, como Andorra, el estatus de entidad soberana. La reivindicación de su titularidad por parte de las casas de Bragança en Portugal y Monterrei en España fue, quizá, clave para que las monarquías correspondientes nunca se aviniesen a reconocer la independencia del Couto. Sin embargo, como explica Mañá en sus ensayos, esa independencia sí fue reconocida de facto desde el instante en que, mediante conciertos, se le concedió al Couto Mixto el derecho de asilo, una facultad que solo corresponde a países soberanos y nunca a territorios dependientes. «Al reconocer el derecho de asilo del Couto —me explica el senador—, se le está reconociendo, indirectamente, cierta autonomía. Sin embargo, nunca llegó a consolidarse como nación ante los estados limítrofes porque nunca llegó a alcanzar la madurez como para defender su posición frente a España o Portugal».
Para poder determinar con exactitud cuál era exactamente el estatus del Couto habría que revisar los documentos que dieron lugar a su origen y regulación, pero, por desgracia, estos fueron destruidos por las tropas francesas de Soult durante la guerra de la Independencia española, en el año 1808, cuando el mariscal y su ejército atravesaron el Couto en su huida tras ser derrotados por Wellington en la campaña de Portugal. Los archivos se hallaban en el arca das tres chaves —arca de las tres llaves—, custodiada en la iglesia de Santiago, que solamente se abría mediante la celebración de una ceremonia en la que participaban doce hombres, cuatro por cada pueblo, más los guardianes de las tres llaves, los homes de acordo, que las introducían a la vez en las cerraduras del arca en presencia del xuíz. Ante la negativa de los vecinos a abrir el cofre, los franceses lo destruyeron con todo lo que contenía, privándonos de la posibilidad de acceder a cualquier información que hoy fuese útil en la determinación de alguna suerte de régimen jurídico singular para el Couto Mixto.
Sesenta años después, el 23 de junio de 1868, se produjo la ratificación del Tratado de Lindes en Santiago, precedida por la renuncia de Delfín Modesto Brandón, el último xuíz del Couto Mixto. Desde entonces, como recuerda Paco Sarria, han sido muchos los que han peleado por la concesión de un carácter diferenciado para ese lugar, como el diputado Alberto Fidalgo o la docente Carmen Penín: «Ella y el pianista italiano Maurizio Polsinelli han hecho mucho por la investigación y recuperación de la música y las tradiciones del Couto. Sin embargo, las fronteras ya están hechas. Desde un punto de vista legal, lo más que se podría conseguir hoy, me temo, es un reconocimiento a la singularidad cultural. Sin olvidar que parte del Couto Mixto está hoy del lado de Portugal, y no sé cómo lo ven ellos ni qué distinción le dan».
Luis García Mañá ha venido solicitando desde hace tiempo la doble nacionalidad para los habitantes del Couto: «Aunque sus vecinos no estuvieron del todo orgullosos de su pasado hasta que empezamos a destacar su verdadera historia y se dieron cuenta de la importancia que tuvieron y las posibilidades que no llegaron a aprovechar, me parece justo que se les conceda la nacionalidad portuguesa y española, como en su día se les concedió a los ciudadanos de Olivenza, en Badajoz». Como contrapunto, Sarria apunta: «La diferencia es que Olivenza es una villa con una población importante y el Couto son tres aldeas con una población muy pequeña. Olivenza tiene calles nombradas en portugués y muchos de sus habitantes se expresan perfectamente en portugués. El Couto Mixto hoy está mucho más desligado de Portugal de lo que está Olivenza y no tiene ni la dimensión geográfica ni la población suficiente como para albergar una masa crítica que pueda reivindicar nada. Mientras no se realice allí una inversión seria en ocio, en turismo o en repoblación, lo del Couto Mixto es puro romanticismo. Maravilloso, pero romanticismo al fin y al cabo».
El antropólogo del CSIC y exdirector del Instituto de Estudios Sociales Avanzados de Barcelona Manuel Mandianes es natural de Loureses, una aldea muy próxima al Couto Mixto. Charlando con él sobre las razones por las que nuestra historiografía no le ha dedicado más atención a una realidad tan singular, que poco a poco ha ido cayendo en el olvido, me comenta que «es difícil que los demás nos fijemos en un lugar al que ni siquiera sus propios habitantes le otorgan importancia. La gente del Couto lo que quiere es vivir tranquila. Con el otro lado de la frontera se siguen manteniendo relaciones comerciales y personales, de hecho, hay matrimonios formados por españoles y portugueses, pero a nadie le preocupa que la historia del Couto Mixto conste en los archivos históricos. Porque en el fondo, en esa zona, durante la época en que se extinguió su estatus diferenciado, la mentalidad seguía siendo un poco feudal. Lo único que querían era vivir en paz. Y aún hoy es una historia que sus descendientes conocen, sí, pero no en profundidad. La gente conmemora el Couto Mixto, se reúnen, hacen fiestas, pero solo porque unos cuantos intelectuales que no tenemos otra cosa que hacer nos hemos propuesto rescatar su historia».
En términos similares, Paco Sarria opina que, en general, no le damos valor a nuestro propio pasado hasta que alguien empieza a otorgarle relevancia, como ha ocurrido con la Asociación de Amigos del Couto Mixto, pero añade que «en el caso de esa zona, además, siempre se ha producido muchísima emigración, de modo que la gente que podía contar o sostener su propia historia se ha ido a trabajar fuera. Aunque al final la mayoría suelen regresar, si los propios vecinos no están allí, nadie se va a preocupar de contar su historia, por mucho que se mantenga en la tradición oral».
Hoy el Couto Mixto está integrado en territorio español en su casi totalidad. En el año 1864, en la Comisión Mixta de Demarcación y Límites, el secretario portugués propuso hacer coincidir la frontera con el cauce del río Salas, por lo que Meaus quedaría en el lado español y Santiago y Rubiás en el portugués. Los representantes españoles alegaron que, según el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar de Pascual Madoz, los tres pueblos pertenecían a los distritos de Xinzo de Limia y Baltar, por lo que debían seguir permaneciendo en España. Finalmente, se llegó a un acuerdo en virtud del cual los Pueblos Promiscuos pasaban a ser enteramente portugueses y el Couto Mixto español, salvo por una pequeña franja de terreno en su parte sur.
Sin embargo, a pesar de su adjudicación a España, todavía hoy se experimenta una sensación extraña cuando uno se adentra en el Couto Mixto y recorre el camiño privilexiado desde Santiago hasta Tourém. Como si dos realidades distintas pero inescindibles como la española y la portuguesa se solapasen en algún punto del trayecto y la frontera que lo atraviesa tuviese, en cierta forma, algo de inexplicable y trascendental. Tal vez, como se ha dicho, esa atmósfera enigmática sea solo la herencia de los años del contrabando, adherida para siempre a antiguas sombras tras las ventanas. O tal vez se trate, sencillamente, de los ecos de viejas magias gallegas perdidas para siempre con el arca de las tres llaves.
Fascinante desde cualquier punto de vista.
Me gustaria saber si hai algún libro sobre estas historias