Este artículo es una continuación de Matar al crítico (I)
Ebert in da house
El legendario crítico cinematográfico Roger Ebert (1942-2013) reseñó Transformers: la venganza de los caídos de manera contundente: «Si quieres ahorrarte la entrada del cine, métete en la cocina junto a un coro masculino que entone la música del infierno y un niño que se dedique a golpear ollas y sartenes. Y luego cierra los ojos y usa tu imaginación».
Ebert dedicó prácticamente toda su vida al mundo del periodismo. Sobrellevó la edad del pavo trabajando en el periódico de su instituto, colaborando con fanzines de ciencia ficción y ejerciendo de reportero deportivo para una publicación local. Durante la época universitaria continuó aporreando teclas al servicio de las revistas del campus, vendió sus letras a gacetas con renombre y acabó llamando la atención del Chicago Sun-Times, un periódico que lo acogería a finales de los sesenta y con el que colaboraría hasta el día de su muerte en 2013. Entre medias conocería a su admirada Pauline Kael, escribiría el guion de la tetaxplotation de culto Más allá del valle de las muñecas de Russ Meyer, sería el culpable junto a Gene Siskel de idear un programa televisivo (que se reencarnó con diferentes nombres durante más de tres décadas) centrado exclusivamente en el análisis de películas, y se convirtió en el crítico de cine más reputado del planeta, tanto como para que en un momento dado sus reseñas se publicasen en más de doscientos periódicos estadounidenses al mismo tiempo. Llegó hasta donde ningún otro crítico cinematográfico había llegado jamás: en el 75 se llevó el Premio Pulitzer en la categoría de crítica (convirtiéndose en la primera persona en lograrlo en los terrenos de la crítica de cine) y treinta años después una estrella con su nombre se instaló en el paseo de la fama de Hollywood Boulevard.
Curiosamente, el propio Ebert aseguraba que las bases para su educación como crítico de cine las encontró en un lugar inesperado y muy poco académico: entre las páginas de la revista humorística Mad. Porque las parodias exageradas de películas que se realizaban en aquel magacín le ayudaron a reconocer los abundantes clichés y fórmulas que utilizaban (y reciclaban) continuamente los films. De aquellas viñetas también tomó prestada cierta sorna que le brotaba de tanto en tanto durante sus apuntes cinematográficos más creativos: Ebert matizó que «Haber visto Godzilla (1998) en el Palais de Cannes fue como presenciar un ritual satánico en la Basílica de San Pedro», definió Pearl Harbor como «una película de dos horas convertidas en tres horas sobre cómo el 7 de diciembre de 1947 los japoneses lanzaron un ataque sorpresa sobre un triángulo amoroso americano», reseñó Encantado de matarte con un «es la primera película que he visto que no mejora la experiencia de ver la pantalla de cine completamente en blanco durante el mismo periodo de tiempo», aseguró que se comería una pelota de golf antes que volver a ver Seven Days in Utopia, resumió la sinopsis de Serendipity del siguiente modo: «Jon y Sara tienen mucho en común: a ambos les falta una “h” en el nombre. Y el destino no está llamando a sus puertas, sino que ha entrado con un equipo de SWATs y ahora se dedica a golpear la cabeza de uno contra la del otro sin parar», explicó que Spice World «obviamente es un plagio de ¡Qué noche la de aquel día! con la diferencia de que los Beatles tenían talento y en cambio las Spice Girls podrían ser sustituidas por cualquier mujer de menos de treinta años que esté haciendo cola en un Dunkin’ Donuts», resumió Cocodrilo Dundee con un «he visto auditorias más emocionantes», enterró Airbender: el último guerrero de M. Night Shyamalan al sentenciar que la película «agoniza a todos los niveles posibles e incluso en aquellos que no se han inventado aún. Aunque por pura probabilidad en algún momento algo tendría que salir bien, eso no pasa nunca aquí», explicó que en Trece fantasmas «el guion es desastroso y el volumen es una tortura. Espero que se proyecte en cines multisalas porque es el tipo de película que prefieres ver desde la habitación de al lado», escribió sobre la horrible The Spirit que «no hay rastro de emoción humana en ella, llamar a sus personajes figuras de cartón sería un insulto para el material de embalaje útil» y remató El bosque con un «etiquetarla como anti-clímax sería un insulto, pero no para los clímax sino para los prefijos».
El crítico también apuntó al hablar de The Brown Bunny que «una vez me hicieron una colonoscopia y me dejaron verla en la pantalla. Era más interesante que esta película».
Cuando Vincent Gallo, director de The Brown Bunny, se enteró de aquello decidió contestarle muy amablemente llamando a Ebert «cerdo gordo con el físico de un traficante de esclavos» y deseándole un cáncer de colon. El crítico respondió: «Es cierto que soy gordo. Pero yo puede que algún día esté delgado, y en cambio Vincent Gallo seguirá siendo siempre el director de The Brown Bunny».
Entre los logros más notables del escritor durante su carrera destaca especialmente el haber sido capaz de contestar a la carta de un lector, sobre la infame Disaster Movie, asimilando el fabuloso lenguaje nativo del contertulio. Una respuesta intraducible que tenía esta pinta:
Campo de batalla
Ebert también fue aquella persona que afirmó que «Campo de batalla: la Tierra es como hacer un viaje en bus junto a alguien que lleva tiempo necesitando darse una ducha. No es solamente mala, es desagradable de manera hostil». Y Campo de batalla: la Tierra fue aquella película, basada en una novela ideada por el fundador de la cienciología (L. Ron Hubbard) y protagonizada por John Travolta, tan infumable como para cultivar una riada de críticas descacharrantes: Mark Bourne se atrevió a sentenciar que «Campo de batalla es a la experiencia de ver una película lo que una infección de hongos es al sexo», Dennis Harvey dijo que era «la Showgirls de los shoot ‘em up de ciencia ficción», Steve Ryfle escribió: «Aquí no hay nada que no hayas visto antes, exceptuando esa imagen de John Travolta caminando por ahí con tubos metidos en la nariz», Nathan Rabin señaló que «hace que la audiencia sienta vergüenza de pertenecer a la misma especie que las personas que la crearon», Rita Kempley comentó en The Washington Post: «Un millón de monos con un millón de lápices de colores tendrían que ser presionados durante un millón de años para escribir algo tan cretino como Campo de batalla», James DiGiovanna aprovechó para dar palos a terceros con su crítica: «Campo de batalla hace que Independence Day parezca sutil e inteligente. Pauly Shore podría ver esta película y, basándose exclusivamente en el hecho de que él no participa en ella, dejar de sentir esa inmensa vergüenza que le abruma todos los días», Desson Howe aseguró en The Washington Post que «la película se reserva su momento más aterrador para el final, cuando insinúa una secuela» y Jon Stewart en su programa The Daily Show definió la cinta con un pareado «A cross between Star Wars and the smell of ass» («Un cruce entre Star Wars y el hedor de un culo»). En la revista Entertainment Weekly llegaron a publicar un póster de coña de la película recopilando un montón de aquellas críticas horribles. La reseña más salvaje y pasada de vueltas fue la de Harry Knowles para su portal Ainˈt Cool News: «Campo de batalla: la Tierra es ese zurullo en la taza de tu váter. Ese tronco de mierda con colores que no alcanzas a comprender por qué están ahí, con una forma rara que te resulta vagamente familiar. Algo a lo que querrás sacar una foto para enseñársela a los amigos a altas horas de la madrugada y preguntar “¿Alguna vez has visto algo como esto?” Tus amigos inevitablemente le echarán un vistazo y dirán: “Guau, menudo pedazo de mierda, pero ¿para qué le has hecho una foto?”».
En Amazon, entre las críticas de los propios usuarios, un caballero se atrevía a cascarle cinco estrellas sobre cinco a Campo de batalla: la Tierra y lo justificaba con un «Es la mayor montaña de basura en llamas que alguien se ha atrevido a meter en una película».
El síndrome FilmAffinity
La llegada de internet, los blogs personales y las páginas con capacidad para apilar reseñas de usuarios afectó profundamente a la audiencia estándar hasta mutarla y transformarla en un tipo de criatura nueva: las víctimas del síndrome FilmAffinity. Gente en la que se ha enquistado un espíritu de severo profesor de matemáticas a la hora de enfrentarse al cine, espectadores empeñados en calificar y acotar las películas en tablas del uno al diez concediendo su aprobación basándose en una escala numérica. Un público que, al enfrentarse a las películas con el termómetro en la mano, se olvida por completo de disfrutar del cine y se concentra demasiado en convertir sus impresiones ante una obra en un número, en lugar de desarrollarlas o sentir vergüenza por ellas. Actitudes que han construido un escenario de lo más soporífero: gente que discute airadamente (y con gesto muy serio) si dos películas de distinto género calificadas con un seis sobre diez son equiparables o deberían de militar en baremos distintos, trastornos obsesivos compulsivos materializados en listas anuales ordenadas a base de puntuaciones y con criterios muy férreos sobre lo que es o no es cine, o individuos que inexplicablemente no consideran que sea de muy mala persona evaluar algo utilizando decimales. La gente parece salir del cine efectuando ecuaciones matemáticas para calcular qué nota le pondrá a la cinta cuando se conecte a FilmAffinity, y la impresión general es que se sustituye el ritual de sentarse ante una película y dejarse llevar por el tragar películas con la libreta en la mano para evaluar si aprueban o suspenden en una puta escala imaginaria.
Pero más allá de la vacuidad de tanta nota gratuita, todas estas bases de datos plagadas de reseñas de usuarios y todas las webs de venta online también tienen una cualidad fantástica: el ser una mina de reseñas descacharrantes. En Amazon, un valiente usuario llamado Joe Watson calificaba El lobo de Wall Street con la puntuación mínima y resumía su decepción con una única frase: «No hay lobos en la película».
Otro usuario de la misma web de compras online, un hombre llamado Steve, legó a nuestra civilización una pieza literaria excepcional tras contemplar la galardonada La forma del agua de Guillermo del Toro: «Desearía puntuarla con cero estrellas. Nunca se le ve el pene al pez. Ni una sola vez. ¿Cómo puede ser eso posible? Es como hacer Parque jurásico pero no mostrar los dinosaurios, rodar Aliens sin xenomorfos, Titanic sin barco. Es una película sobre una mujer que tiene sexo con un pez (que posee un pene de pez) y el hecho de que nunca puedas posar los ojos sobre su miembro acuático debería de ser una vergüenza para todas las personas implicadas en ella […] Óscar a la mejor película. Y una mierda. Cualquier persona que diga que le ha gustado esta basura debería mirarse al espejo y preguntarse si no se merece algo mejor que una película sobre una mujer que se acuesta con un pez donde nunca se le ve el pene al pez. Ni una sola vez». Jeffrey S. Saldana escribió sobre Las aventuras de Chatrán: «Pensé que a mi hija le encantaría. Pero en cuanto le dije que todos los animales que salían en la película probablemente ahora estaban muertos, me hizo apagarla». Alguien apodado Torrzilla escribió una fabulosa reseña de Enemigo público que se leía al ritmo de la música de El príncipe de Bel-Air. En IMDB una de las críticas de El sacrificio de un ciervo sagrado reza: «No entiendo nada en esta película. O soy la persona más tonta del mundo o soy el guionista». Ryan Galaska puntuó con una estrella Los juegos del hambre y lo justificó con un muy solemne «El hambre no es juego». En las redes sociales, un caballero llamado Sam Richardson analizó con precisión Los miserables (2012): «La película arranca con Lobezno cantando a tope, y después Catwoman comienza a cantar y a llorar y es todo muy emotivo. El único problema es que la chica que tenía sentada a mi lado, que se habría leído el libro o algo, comenzó a cantar con ellos y eso me distrajo bastante. A lo que vamos: Lobezno está huyendo de Gladiator porque Catwoman ha tenido un hijo en casa de Borat pero quiere que se haga cargo Lobezno. Pasa el tiempo, disparan a unos niños y todo el mundo muere. Cuatro estrellas».
El usuario JC advirtió en las críticas de La fiesta de las salchichas: «¡NO ES PARA NIÑOS! Es PORNO entre artículos de un supermercado». Marcel Lee comentó sobre Eduardo Manostijeras que «Eduardo tiene tijeras por manos, pero nadie le pregunta por qué». Stalag17 opinó que Star Wars: el despertar de la fuerza «era muy interesante pero las cabezas de Harrisond Ford y Mark Hamill le parecían muy grandes». Left of heaven97 reseñó Boyhood con «un chaval hace fotos, va a la universidad y le crece un bigote. Te acabo de ahorrar tres horas». Felipe Jiménez le dio cinco estrellas a Click de Adam Sandler porque fue «La película que salvó mi matrimonio» y Matt Innis le otrogó otras cinco estrellas a Independence Day porque «perdí mi copia original durante el divorcio». Sobre el documental de pingüinos El viaje del emperador, un anónimo preguntó: «¿Cuál de los pingüinos era Morgan Freeman? Ninguno sonaba como él». Y bajo el nick Wu Kang un padre narraba su desastrosa experiencia viendo Deadpool: «He llevado a mis hijos de seis y ocho años a ver esto al cine. Ahora tienen miedo de que Ironman los apuñale con una espada mientras duermen». Una de las más encantadora reseñas corresponde a una persona llamada Carrie McGimsey que puntuó con la nota mínima a Los minions porque «Está en español pero no lo avisaba en ningún lado. Solo los minions hablan en español y el resto de los personajes lo hacen en inglés». A otro ser maravilloso llamado Leslie Clark le ocurrió algo parecido, se encabronó mucho ante La pasión de Cristo porque «no sabía que estaba en español».
Aunque lo mejor y lo más tierno de todo son aquellos que se toman (o quieren hacernos creer que lo hacen) las cosas demasiado en serio. Jim Aitken escribió sobre Jurassic World: «Es poco realista porque la existencia de los dinosaurios nunca ha sido probada. Puede que hayan descubierto algunos huesos pero pueden ser fake». Un comprador del Blu-ray de Big hero 6 preguntó muy serio dónde estaban las entregas del 1 al 5. Alguien apodado Hogbyte explicó en su reseña de Interstellar que «Tras descubrir que la NASA nunca llegó a la Luna, las pelis espaciales ya no son tan interesantes». Una desorientada mujer llamada Maggie comentó tras ver Los juegos del hambre: Sinsajo parte 1: «Esto es horrible, no se parece en nada a lo que se cuenta en la Biblia». Jeff W apuntaba sobre Happy Feet que «los pingüinos no hablan». Asa Walker mostró su descontento con Misión imposible: protocolo fantasma porque «la misión no era imposible». Y Wayne Hughes señaló un agujero del guion del tamaño de un butrón en su crítica de El resplandor: «Es difícil de creer que un hotel de ese tamaño en Colorado cierre en invierno durante la temporada de esquí». James P reconoció públicamente que Frozen había arruinado la vida escolar de sus hija: «Era una estudiante de sobresalientes pero ahora el último trabajo que ha entregado se titula “Por qué me gusta Olaf”».
Alguien también descubrió mientras charlaba con Siri que la asistente del iPad tenía una curiosa respuesta si le preguntabas por 2001: Una odisea del espacio, una que apuntaba sus críticas hacia la especie humana: «Se trata de una película sobre un asistente llamado HAL que trata de establecer contacto con una inteligencia superior. Hasta que dos tíos se meten en medio y la lían».
La reseña más corta de la historia
El neoyorquino Leonard Maltin comenzó a escribir sobre cine durante la adolescencia al montarse su propio fanzine y colaborar gratuitamente con la publicación Classic Images. Lo sorprendente es que en 1969, cuando Maltin sumaba tan solo dieciocho años, logró convencer a una editorial para organizar y publicar un colosal libro de reviews peliculeras llamado TV Movies. Un compendio de ocho mil críticas cinematográficas, de las cuales Maltin había escrito la mitad, que puntuaba las películas en una escala de cuatro estrellas y resultó ser tan exitoso como para actualizarse y publicarse ininterrumpidamente (bajo el nuevo título Leonard Maltin’s Movie and Video Guide) durante cuarenta y seis años. En 2015 se lanzó su última entrega porque hoy en día la gente prefiere googlear en busca de críticas a pasar las páginas físicas de un libro. Maltin es el analista que escribió: «¿Qué puedo decir de una secuela de la que ni siquiera quiere formar parte Steve Guttenberg?» al hablar de Loca academia de policía 5: operación Miami Beach, y el que recomendó Loca academia de policía 6: ciudad sitiada a «únicamente —y solo únicamente— esa gente del público que cree que Loca academia de policía 5 merecía algún Óscar».
Maltin también es una cara conocida más allá de las fronteras de los States: En South Park se alió con Sidney Poitier y Robert Smith para derrotar a una Barbra Streisand convertida en un mecha gigante. Y Joe Dante logró ficharlo para aparecer en Gremlins 2 (la mejor secuela de la historia) a modo de coña metarreferencial: presentando un programa de críticas cinematográficas y siendo asesinado por los gremlins tras poner a parir la primera parte de la película. La gracia del guiño es que Maltin realmente puso a caldo la entrega original de Gremlins. En su momento le otorgó dos estrellas sobre cuatro y la calificó de «asquerosa, violenta y caótica». Para sorpresa de nadie, la secuela salió mejor parada cuando el caballero le concedió tres estrellas.
Pero si de algo puede fardar Leonard Maltin es de ser el autor (reconocido por el libro Guinness) de la crítica cinematográfica más corta de la historia, aquella reseña del film Isn’t It Romantic? (¿No te parece romántico?) compuesta por una única palabra: «No».
Crítica leída hace un montón de años en La Guía del Ocio sobre la película «Doctor, me gustan las mujeres. ¿Es grave?» (de Ramón Fernández, 1974):
Doctor, me gusta «Doctor, me gustan las mujeres. ¿Es grave?». ¿Es grave?
Gravísimo.
Genial
Usted hoy, en esta mañana de domingo nublosa y pesada, me ha hecho reír bien. Queda en su debe, que lo sepa.
Dos artículos muy divertidos. Gracias. Aprovecho para recomendar las (dos) críticas de este usuario de FA. https://www.filmaffinity.com/es/userreviews/1/383615.html
Siempre me alegran el día.
Estoy leyendo esto en mi trabajo mientras pretendo hacer como que leo algo que me servirá y me reí tanto que creo que me descubrieron.