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La demoledora historia del actor y exjugador de baloncesto Charles Maina

Una tribu en la cancha (1994). Imagen: Buena Vista Pictures.

Desde hace décadas, las universidades e institutos de los Estados Unidos peinan África en busca de talentos para sus equipos de baloncesto. Quien dice talento, dice físico y centímetros. Casi cualquier chivatazo puede justificar la inversión de un largo viaje por explotar, un poquito más, el tan exótico continente. Podemos tomar como principal referencia, por aquel 1980, el caso real del ya fallecido Manute Bol. Un cazador de leones que provenía de una tribu del Sudán, la Dinka. Bol acabó siendo jugador de baloncesto profesional, su hijo va de camino. Cuando Bol fue divisado medía 2,31 m, pero pesaba menos de 90 kilos. Dicen sus descubridores que su abuelo andaba por allí y que era más alto pero, claro, el hombre ya no estaba para muchos trotes. Bol jugó durante diez años en la NBA y causó furor por sus dimensiones, valentía y carisma. También por sus triples y tapones. Sobre todo por estos últimos, y es que el sudanés tiene el mejor promedio de tapones por minuto de la historia de la mejor liga del mundo. Entiendo que esa fue la historia que quiso trasladar el escritor y novelista Max Apple en el guion de la noventera producción hollywoodense Una tribu en la cancha (Air up there). Allí, como actor principal, habían conseguido la firma de Kevin Bacon, que venía de secundar a superestrellas en la cinta —¿me dejan decirlo así?— Algunos hombre buenos. Bacon encarnaba a Jimmy Dolan, en el papel de la típica vieja gloria del baloncesto universitario que por prematuras lesiones no probó las mieles del profesionalismo. Para seguir en el mundo de la canasta, intenta adaptarse a las esclavizadas tareas que deben asumir los entrenadores asistentes. Aquellas que poco tienen que ver con la destreza del que ha despertado pasiones encestando canastas. Dolan es un soñador con instinto, que se empeña en convencer a su universidad de que ha encontrado a un nuevo gran fenómeno baloncestístico africano. A partir de aquí, la pelota en el tejado de los productores. La piedra angular del proyecto era el personaje ‘Saleh’. El diamante en bruto a descubrir en el largometraje y en la historia que habían creado. Debían hacerse con algún chaval africano que fuera muy alto, jugara bien al baloncesto, hiciera mates espectaculares, tuviera buena planta y que fuera capaz de coprotagonizar con solvencia la película junto a todo un TOP como Bacon. Una locura.

Y entonces apareció Charlie. Al puro estilo de cualquier gran producción yanqui, se hizo una minuciosa y completa selección. Alrededor de cincuenta personas pasaron por el casting en cuestión hasta que dieron con Charles Gitonga Maina. Un keniata de diecisiete añitos que rozaba los dos metros. Por supuesto, en la película no escatimarían en hacer los trucos necesarios para que pareciera mucho más alto. Maina había ganado el concurso de mates de Nairobi, tenía una sonrisa deslumbrante, era de constitución atlética y… tenía un morro que se lo pisaba. Natural y fresco. Charlie era Saleh como Saleh era Charlie. Posible preludio del éxito y fracaso de su efímera carrera como actor.

The air up there se estrenó en 1994. Tenía poca ‘chicha’ y los críticos fueron duros con ella, pero a los basketmaniáticos nos llegó al corazón. Dicen que es una de las ‘pelis’ favoritas de Shaquille O’Neal, un tipo con especial olfato para el business. Para el film se contrató a Bob McAdoo, una leyenda NBA retiraba de la práctica del baloncesto que ejercía de entrenador asistente en los Miami Heat. Él se encargaba de la supervisión de las escenas en las que se jugaba al baloncesto y, obviamente, también entrenó a Maina durante meses para pulir su técnica individual. «Vi algo de talento pero estaba muy verde, aunque realmente podía machacar de forma contundente. Pensé que tendría una buena oportunidad jugando en América. Aprendía rápido y yo tenía la esperanza de que pudiera convertirse en otra historia como la de Hakeem Olajuwon o Dikembe Mutombo​». Por cierto, un hercúleo hermano de Mutombo llamado Ilo también aparece en la película como máximo rival de Saleh en la cancha.

Aquello era un sueño para Maina, además de conseguir la oportunidad de hacer un largometraje norteamericano, tenía la ocasión de mejorar entrenando al baloncesto junto a un maestro. Pasaban las horas, pero el chico no se cansaba. «Sé que a Charlie le encantaba actuar y jugar al baloncesto, aunque pienso, que si hubiera tenido que elegir una cosa, habría sido jugar a baloncesto​», me explicaba Nigel Miguel, un exjugador universitario de la prestigiosa UCLA que interpreta el papel del hermano de Saleh. En la vida real, Nigel llegó a ser considerado uno de los mejores jugadores de instituto de los Estados Unidos, llegando a ser seleccionado en 1981 para jugar el prestigioso McDonald’s All American, donde se reunía a los mejores jugadores de high school del país. Entre los muchachos elegidos para aquella edición en la que participó Nigel, también había un tal Michael Jordan. La trayectoria de NM es muy parecida a la de Nolan, el personaje interpretado por Bacon, con la diferencia de que el beliceño no siguió en el mundo del baloncesto y optó por el camino de la interpretación y producción.

Acabó la película y con ella se desvaneció el personaje de Saleh, pero le continuó uno de carne y hueso, Charlie. Y la realidad prometía más que la ficción, el premio podía ser por partida doble. McAdoo hizo de puente y se instaló en los Estados Unidos. Así podría estudiar y también practicar el baloncesto. Mientras no acababa de encajar en algún instituto de Kansas, por edad le hubiera tocado estar en la Universidad, Maina acabó creciendo un buen puñado de pulgadas más alcanzando los dos metros y siete centímetros. Como no podía ser de otra manera, la residencia de Maina acabó siendo Miami, lugar donde McAdoo entrenaba. Gracias a Bob, el africano solía acudir asiduamente a los entrenamientos de los Heat y a sus partidos. Curiosamente, Bol llegó a jugar una temporada en los Heat, la 1993-94, por tiempo estuvo a punto de coincidir con Maina en la exótica ciudad costera. Tal vez, McAdoo los puso alguna vez en contacto. Quién sabe. La pasión por el baloncesto crecía en Charlie día a día mientras veía jugar a los Tim Hardaway, Mourning, Mashburn… Las propias expectativas del chico, en ocasiones, estaban por la nubes. ¿Ser actor en Hollywood o jugador profesional de baloncesto? ¿Ambas cosas? Los papeles no llegaban tras su aparición en 1995 en un capítulo de la serie Seaquest, que protagonizaba el ya fallecido Roy Scheider y que seguía su andadura cinematográfica acuática tras la saga que nos traumatizó a muchos críos en su momento, Tiburón. Fue en el capítulo trece de la segunda temporada de la serie, llamado «La tierra perdida». Allí Maina daba vida a un poco convincente profesor Obatu. Les hago spoiler y les confieso que ese mismo título, tristemente, podría haber encajado para este artículo. Principio y, prácticamente, fin de su carrera como actor. Según Pearl Wexler, agente suyo entonces, la gran altura de CM fue lo que más limitó sus oportunidades. Pero Charlie estaba contento. Entre otras becas aceptó la de la Universidad de Lynn, un college internacional con prestigio en el mundo audiovisual que está ubicado en Boca Ratón, a menos de una hora en coche de Miami. Además de la posibilidad de jugar al lado de casa a su deporte favorito (NCAA II), también podía estudiar Comunicación e Interpretación y prepararse mejor en esa faceta. Jeff Price, entrenador del equipo de baloncesto de Lynn, explicó en Solobasket.com que, tras reclutarlo, fue un espectáculo contar con él en muchos sentidos: «Charles fue uno de los mejores taponadores de la historia de la Universidad de Lynn y nos ayudó a llevar a  nuestro equipo al éxito. Una vez que a la gente del campus se le pasó la novedad de verlo como una ​celebrity se dieron cuenta de que era una persona genuinamente agradable. Fue muy bien recibido en el campus desde el principio y será recordado como uno ​de los jugadores más impactantes que pusieron nuestra universidad en el mapa del baloncesto​». ¿Exagera? Las palabras de Price llegan desde el bajón, pues contacté con él hace seis años, cuando Charlie estaba en paradero desconocido. Cuando el coach lo reclutó en 1997, Price no dudó en reconocer con euforia en el Sun Sentinel, uno de los diarios más importante del estado de Florida, que estaba al corriente de que en los institutos donde había jugado había roto varios récords en tapones. También aseguraba que era un atleta tremendo pero que no sabía que «tuviera cualidades anotadoras. Era una gran tirador con gran toque​». Hasta donde yo sé, Maina sigue siendo el jugador que más tapones ha puesto en un partido en la historia de Lynn, once en total. También es el segundo jugador que más tapones ha sumado, tantos como ciento setenta y tres, en toda la historia del college, a pesar de disputar tan solo dos cursos. El keniata reunía otra cualidad muy preciada para un interior, acierto en los tiros libres. Lynn rehacía su propia historia y llegaba hasta las semifinales nacionales de la NCAA II.

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Imagen: Buena Vista Pictures.

Maina estaba cumpliendo el sueño americano y, en una escala más común, el de cualquier adolescente en los Estados Unidos, ser muy popular en la universidad. Price, incluso llegó a reconocer que, a priori, no sabía cómo debía gestionar haber reclutado a un famoso para su equipo. Como apuntaba su mentor, McAdoo, era un chico de «naturaleza despreocupada​». Muy divertido, singular y con la ingenuidad de un ‘jovenzuelo’ de clase media de Nairobi que aterriza bajo los focos de los Estados Unidos. Su madre era enfermera y su padre también tenía un buen trabajo. «Se abrió un nuevo mundo para mí. Mi vida dio un giro​», explicó Maina en aquellos momentos de gloria. En pocos años había dado un salto vertiginoso desde la fértil pero casi mundana experiencia de ir a la universidad de Nairobi a otra alucinante… ser un famosete en el vivaracho estado de Florida. En pocos años, esa magnética vivencia se convertiría en un salto sin red. Su concurso baloncestístico en el equipo de Lynn destacaba por su intimidación, mates bestiales y buena mano. Su mayor hándicap era que tenía poco peso para la posición que ocupaba, colocación y le costaba fajar a sus pares más voluminosos, asegurar el rebote y anotar consistentemente debajo del aro. Sin embargo, todos los entrenadores con los que hablé coincidieron en una hipótesis, Maina tenía facultades y potencial suficiente para ser un pívot interesante en Europa, en ligas menores de los Estados Unidos o Latinoamérica. Sus medias en Lynn se redondearon en ocho puntos, seis rebotes, tres tapones y un porcentaje de tiros libres que sobrepasaba el 70%. Solo llevaba un par de años jugando en serio. El chico tenía mucho margen de progresión. De hecho, parece que Charles no daba la espalda a su gran sueño, la NBA. Guarismos discretos para una ilusión colosal. En verano del 99, una vez finiquitada su relación con Lynn, acudió al campus de los Heat. Es evidente quién le extendió la mano. Tenía veintitrés años, tenía envergadura y había ganado musculatura. Quería ser profesional. Lo tenía todo, bueno… casi todo. Aquel mismo verano le expiró el visado como estudiante. Hablé con muchas personas pero ninguna me supo o me quiso explicar por qué no pudo conseguir otro con otra condición que le permitiera estar en los Estados Unidos en situación regular en el instante más importante de su vida. Si hubiera gobernado Trump, habríamos hecho un rápido encaje de bolillos. Bill Clinton era el homónimo de turno. Si salía de los Estados Unidos ya no tenía garantizado poder volver a entrar, si se quedaba, no podía optar a un trabajo legal, eso incluía la posibilidad de firmar un contrato con algún equipo de baloncesto. ¿Qué ocurrió? «Mejor le preguntas a él, si… lo encuentras​», me respondió Steve Tucker. Tucker intentó fichar para sus Texas Tycoons, por todos los medios, a Maina. Los Tycoons eran un equipo de la ABA, una liga menor norteamericana pero que remuneraba a sus jugadores y que podía ser un trampolín hacia un profesionalismo de más alto nivel. Pero, después de cinco años, el bloqueo con su visado continuaba y Maina ya residía en Nairobi. «En el 2004 nosotros contactamos varias veces con Charlie Maina para que se uniera a los Texas Tycoons y así ser miembro de la American Basketball Association. Nuestra organización estaba muy interesada en Charlie. Era un jugador con mucho talento para nosotros, que había tenido una excelente carrera en la universidad de Lynn. Sin embargo, cuando fuimos a reclutarlo y a hacerle un oferta, nos informaron de que Charlie no había podido conseguir una visa de trabajo en Estados Unidos aún y que le llevaría varios años más​». Cuando insistí a Tucker en si sabía los motivos por los que Maina no había podido resolver los problemas con el papeleo, me encontré de nuevo con un muro: «No estoy al corriente de todas las circunstancias que rodearon este suceso, pero entiendo que la razón principal fueron algunos problemas fuera de la pista durante aquella época, verano de 1999, mientras Charlie había estado intentando conseguir una oportunidad para jugar en la NBA con los Miami Heat justo después de acabar la universidad. Debo decir que las veces que contacté con él fue muy profesional y siempre tuvo mucha clase en todo el trato. Me pareció una persona muy agradable. Yo hubiera deseado traerlo a Texas para jugar con nosotros, porque yo sentía firmemente que él lo habría hecho muy bien gracias al deseo que tenía de triunfar en la élite​».

Nadie quiso decirme, ni probarme, de qué problemas se trataban. Charlie estaba desesperado. No podía aceptar la oferta de equipo de los Estados Unidos. Veía que el tiempo se le estaba echando encima, ya tenía veintiocho años. Iba a perder, de nuevo, su sueño. Pero… ¿Que qué hacía en África? Rebobinemos. En 1999, Charlie no aguantó más e intentó aprovechar una oportunidad para jugar en Europa, concretamente en Grecia. Nunca más podría volver a los Estados Unidos. Último cartucho baloncestístico, ‘All in’, debió pensar un confuso Charlie. Dicen que McAdoo le aconsejó que no se marchara. Bob, buen conocedor del baloncesto en Europa, pues tras su paso por la NBA se convirtió en una leyenda en Italia, sabía que allí se piden resultados inmediatos en los jugadores foráneos que se contratan. Si nos remontamos a aquel fatídico verano del 99, nos encontramos a un Maina sin experiencia, sin visado y con la efervescencia de un tío que sabía que podía jugar por encima del aro… ¿Salir de Estados Unidos era una oportunidad o un suicidio? En la moneda salió cruz. Maina estaba hundido, avergonzado, sin dinero… ¿cuál era el siguiente paso? Desaparecer. En el 2013 acabé una búsqueda de más de dos años tras no encontrar a nadie que supiera algo sobre su paradero. El e-mail que me facilitaron no funcionaba, no aparecía en las redes sociales y no había ninguna noticia suya ni medio reciente por Internet. A día de hoy, ni siquiera encontré una foto suya jugando en Lynn, pese a haber sido un hombre récord allí. ¿Había más gente que también prefería que desapareciera? Un día me llegó un rumor que no iba nada mal encaminado. Le habían visto por algún bar de Nairobi. No pude averiguar más y, agotado, el 21 de mayo del 2013 publiqué en Solobasket.com un artículo sobre él con todo el material que había recogido. «El misterio del exactor y jugador Charles Maina», lo titulé. Necesitaba poner punto y final a aquella pequeña obsesión. El chico necesitará paz. Para qué seguir, pensé. Maina había decidido desconectar del mundo cortando con todos sus amigos de los Estados Unidos… quise creer que podía servir como final medio feliz. Volver a tus orígenes. Apreciar lo que tenías, quién eres. Yo mismo, el escritor del artículo, hacía un claro ejercicio de autocomplacencia.

Seis meses después de mi publicación, una tal X —la llamaré así porque no estoy seguro de que quiera aparecer en este artículo— leyó mi publicación y se puso en contacto conmigo. X me explicaba que su ​pareja fue más que un buen amigo para Charlie. Pude asegurarme de que ambos habían jugado juntos. Decía que fueron como hermanos, en el periodo que él vivió allí en los Estados Unidos. Que eran compañeros de equipo en Lynn University y pasaban mucho tiempo juntos. Incluso, que llegó a vivir con ellos por un tiempo después de que dejara Lynn en 1999. Luego Charlie les dejó para ir, como les apuntaba, a Grecia para intentar fichar por un equipo de allí pero se encontró con problemas con su VISA. De hecho, les llamó para decirles que había sido detenido y que iba a ser deportado a Kenia. Los flashes que debieron pasar por la cabeza de Maina, durante todas aquellas horas de viaje en condición de ilegal, pulverizaron la autoestima de aquel gran tipo. ¿Qué había sido de su primer viaje a Los Ángeles para participar en la prueba definitiva? ¿Y los que ilustraban su participación en la película? ¿Qué había sido de la alfombra roja en el estreno junto a Bacon? ¿Qué había sido de haber conocido a grandes estrellas de la NBA en persona? ¿Qué había sido de todas aquellas chicas y chicos que enloquecían cada vez que se colgaba del aro o le jaleaban por cada rincón del campus universitario?

Según me siguió explicando X, desde entonces (1999) nunca volvió a oír hablar de él de nuevo. A pesar de que le estuvo buscando durante los diez años siguientes. Llamando a Kenia, colocando carteles allí o contactando de todas las formas con gente, pensando que podría encontrarle a él o a alguien de su familia. Habló con la embajada en Kenia así como con otros amigos de los Estados Unidos o de los Texas Tycoons. Temían que pudiera estar muerto o en la cárcel. Sin embargo, ahora, después de tanto tiempo, él les había llamado desde Kenia. ¡No se lo podían creer, por fin le habían encontrado! Parecía tan ilusionada como preocupada. Estaba decidida a llevar de nuevo a Charlie a los Estados Unidos.

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Imagen: Buena Vista Pictures.

No pude evitar preguntarle por la cuestión que vertebra este artículo: ¿Por qué tuvo problemas con el visado? ¿Por qué estaba tan desamparado después de su corta pero destacable trayectoria? Según me contó, tan solo fue un tema de papeleos, Charlie estaba con una visa de estudiante y cuando acabó su etapa en la universidad tuvo que afrontar su vuelta a Kenia. No tenía recursos ni dinero. Según parece, la familia de Charlie en Kenia se había quedado con la mayor parte de las ganancias que hizo en la película. Charlie había vivido con nuestra improvisada protagonista y su marido en el sur de Florida por un tiempo después de la universidad. No tenía adónde ir ni recurso económico alguno. La situación política y económica en Kenia y su ciudad, Nairobi, eran malas. Según ella, él no tenía ninguna razón para querer volver y quería permanecer en los Estados Unidos e intentar jugar al baloncesto aquí o, al menos, en algún lugar de Europa. Charlie intentó encontrar formas de reunir algún dinero para ver si podía afrontar las condiciones de su visa y alargar su estancia allí. Y ahora es cuando les describo el epicentro de parte del problema. Según X, él tenía una agente en Florida, a la cual conocieron y sabían que no era una persona de fiar. Esta le garantizó un equipo en Grecia donde jugar como profesional. ​Me asegura ​X que ella y su marido le aconsejaron que no debía confiar en ella. Pero su agente insistió prometiéndole que, además de jugar al baloncesto, podría reunir suficiente dinero como para luego solucionar los trámites de su visa y así luego se ocuparía de que volviera a entrar en el país. La agente en cuestión, aunque ella pone en duda hasta que lo fuera oficialmente, le proporcionó algún documento pero nada que ver con un contrato o algo que garantizara realmente que el equipo le ficharía. Charlie se agarró a la esperanza y dejó la casa de sus amigos. La siguiente vez que supieron de él fue cuando les llamó desde Grecia, ya bajo la custodia de la policía helena. Les dijo lo que temían, en las oficinas del club griego no se encontró con ningún contrato garantizado. Es más, el club había decidido hacer recortes en el presupuesto del equipo y no iban a fichar a nadie más. No había un hueco para Charlie. Cuando él intentó pedir ayuda a la agente, ella básicamente se desentendió. Game over. En Grecia no conocía a nadie y no tenía dinero ni visa para volver a los Estados Unidos. Justo lo que le habían dicho sus amigos. Era deportado a Kenia. Durante años, no oirían hablar de él, a pesar de que eran su única familia en los Estados Unidos. Después de tanto tiempo pensaron lo peor.

Tras aquellos e-mails, X y yo desconectamos durante tres años. Así de simple. La distancia, otras ocupaciones o, al menos en mi caso, el peso de aquella historia durante tanto tiempo, formaron parte de aquel distanciamiento. Un día, otro usuario que había leído mi artículo me hizo llegar un link del prestigioso Sports Illustrated. Era de 2016 y en él había un reportaje («Charles Gitonga Maina’s life is no Hollywood tale») escrito por Greg Groggel. Explicaba que había contactado con Charlie tras un viaje a Buruburu, el barrio residencial de Nairobi donde Maina se crió. Ya tenía cuarenta  años, su deteriorado aspecto le añadía, como poco, una década más. Con muy poco peso y con un gorro que ocultaba una importante cicatriz en la cabeza daba vida a la típica imagen de un sintecho. Según explica en el artículo del norteamericano, Maina vivía con su padres y pasaba los días bebiendo en bares de la zona. Según Groggel, lo localizó un par de veces bajo los efectos del alcohol. Su reportaje repasa de forma acertada y amplia la trayectoria de Maina, pero no consigue profundizar en algunos importantes detalles ni tampoco rescata aquellas respuestas sobre Charlie que podrían haber resuelto las dudas que arrojo en tantas líneas. Pero no lo debió tener fácil. Estaba ante un hombre que creyó tenerlo todo. Seguía exhibiendo aquella aduladora sonrisa, pero ahora era frágil y la acompañaba de una mirada esquiva. Pretendiendo ocultar lo que piensa, que era una persona sobre una montaña de sueños rotos. Sumido en la ambigüedad que abraza la vergüenza y el orgullo por haber vivido una gran experiencia. «En África, cuando alguien consigue una oportunidad de estudiar y trabajar en los Estados Unidos se da por hecho que te has hecho rico. Muchos no lo entienden de otra manera. Es posible que piensen que Maina aún tiene mucho dinero​», me explica el exjugador africano ACB Anicet Lavodrama, formado en la Universidad de Houston Baptist y con el que he hablado muchísimas veces sobre Charlie. Anicet, en su momento, me intentó ayudar a localizarlo preguntando a varias embajadas y contactos. En las declaraciones que recoge un curioso Groggel, Maina dice que tenía dinero y que dejó y dio mucho a los amigos porque no sabía decir que no. Que trabaja como freelance. Pero, según explica el propio entrevistador, llegó a la conclusión de que aquellas reflexiones eran contradictorias. Que seguía sin móvil, que no utilizaba de forma regular el e-mail. Maina, en sus declaraciones, se expresa de forma superficial y escueta. Tal vez intentaba hablar pero no podía. Tal vez intentaba mostrar algo de dignidad pero sentía que era incapaz de encontrarla.

Vuelvo a contactar con X y me cuenta que ahora ella y su pareja tienen un contacto más fluido con Charlie por la redes y que también se llaman por teléfono. No obstante, la situación sigue siendo la misma, sigue luchando por reunir dinero y sacar a Charlie de Kenia. «Él sigue luchando​». Según el reportaje en cuestión de Groggel, en el 2003 le acuchillaron y le golpearon con una piedra en la cabeza para intentar robarle. Si recuerdan, al año siguiente fue cuando los Texas Tycoons le hicieron una oferta para jugar al baloncesto profesional. Su corazón se fracturaría aún más. Desde aquella extradición desde Grecia su vida se resume en cómo no estar en el sitio  adecuado ni en el momento adecuado. Unos diez años después, Charlie se armó de valor y publicó una foto espeluznante. Aparecía con toda la cara y cabeza inflamada y varios cortes. Entre ellos una terrible brecha cosida en su cabeza y otra en una mejilla. Incluso, diría que le falta algún diente. Él mismo reconoce que todo apuntaba a que iba a morir. Explica que le acuchillaron cerca de casa y que, además, también le dieron una paliza. Charlie ha sido atacado y robado varias veces. Alguna gente de allí sigue pensando que es rico debido a la película que hizo.

Entre tanta locura, también hay noticias agradables: averiguó que tiene un hijo de diecinueve años en los Estados Unidos y que se parece mucho a Charlie. Más cosas buenas. Charlie, en momentos de lucidez, trabaja con adolescentes y chavales, de entre seis y dieciséis años, intentando enseñarles y difundir el baloncesto. X y su pareja le han proporcionado balones y zapatillas para que puedan jugar. Sin embargo, cuando todo parecía ir por buen rumbo, Charlie volvió a desconectar; tampoco X y otras personas cercanas a él contestan a mis mensajes.

En diciembre del 2017 Charles Gitonga Maina expuso la siguiente cita:

Acepta tu pasado sin lamentarte.
Maneja el presente con confianza.
Y afronta tu futuro sin miedo​.

En algunas fotos de hace un año le vi de nuevo con un balón de basket en sus manos. Rodeado de chavales. Intentando que los niños y chicos de su barrio se enganchen al deporte de la canasta y no se metan en problemas.

Probablemente, esa lucha podría ser la única que salvara su propia vida.

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5 Comments

  1. Walter nota

    Bravo. Gracias por el buen rato que he pasado leyendo el artículo. Recuerdo q fui a verla al cine ime gustó (i mira q era
    i es mala con saña).

    Que vueltas da la
    vida….

    El sueño americano golpeando de nuevo…

  2. Que historión! Gracias por la lectura.

  3. guxano

    La historia bien, pero sinceramente, creo que está muuuuy estirada. No da para tanto texto, sobra un poco de paja.

  4. Lenin Bayas

    Genial, gracias por escribir este interesante artículo. Gracias por permitirnos conocer esta historia

  5. Pingback: Falleció el jugador Bienvenu Letuni, pívot africano de 224 centímetros - Basketmanía

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