Septiembre, 1941. La tormenta de fuego y acero que Adolf Hitler ha desencadenado sobre la Unión Soviética amenaza la misma existencia del único Estado socialista del mundo. Ingentes cantidades de hombres han muerto o caído prisioneros de la Wehrmacht y se han perdido montañas de equipo militar. El panorama es desolador mientras la URSS se aferra a su determinación y voluntad de resistencia para librar su batalla más decisiva. En estas críticas circunstancias, la mayor Marina Raskova se reúne con el omnipotente camarada Stalin para trasladarle una petición insólita: autorización para crear la primera unidad militar exclusivamente femenina de la historia, un grupo de aviadoras de combate. Por impactante que pudiera parecer el plan de Raskova, no se trataba de un arrebato patriótico improvisado o de una medida desesperada de carácter propagandístico: existían razones de mucho peso detrás de tal solicitud.
La primera era de carácter pragmático, dado que una gran parte de la Fuerza Aérea Soviética (VVS) había sido destruida por los alemanes y era necesario reconstruirla a toda prisa, entrenando pilotos competentes que reemplazaran a los perdidos. La segunda, de tipo ideológico, estaba relacionada con la perspectiva de género. El marxismo no establecía diferencias entre hombres y mujeres, por lo que no había ningún impedimento sociológico para el proyecto. Al igual que la francesa, la Revolución rusa se había caracterizado por el importante papel femenino: comienza en marzo de 1917 con una huelga de trabajadoras, encabezando las mujeres muchas de las manifestaciones. La revolucionaria bolchevique Aleksandra Kolontái no solo fue la primera mujer que ocupó un puesto de gobierno de una nación, sino que fue una destacada activista por la emancipación femenina, consiguiendo el derecho a voto, divorcio o aborto y la conciliación familiar para la mujer soviética. La dictadura de Stalin había supuesto un enfriamiento de esta cuestión, pero la ortodoxia socialista era bien clara en este punto.
Por último, una razón puramente logística derivada de las anteriores. Durante los años treinta por toda la URSS habían proliferado los aeroclubs, sociedades donde se impartían clases de pilotaje para civiles. Muchas chicas jóvenes, sobre todo estudiantes universitarias, se habían apuntado a través del Komsomol —la organización juvenil comunista— a este tipo de actividades que podían incluso suponer una cierta promoción social. Al estallar la guerra, estaban deseosas de ayudar al país en su lucha contra los nazis aportando sus habilidades como aviadoras.
A pesar de todos estos contundentes motivos, el factor decisivo debió de ser sin duda la propia figura de Marina Raskova, que los sintetizaba de manera espectacular. No solo era oficial del Ejército Rojo y el NKVD, sino que además era una experimentada instructora de vuelo en posesión de varias marcas mundiales. En 1938 voló en el Rodina —‘Madre Patria’— desde Moscú a Komsomolsk en línea recta en veintiséis horas y media, casi seis mil kilómetros. Lo consiguió a la rusa manera, lanzándose en paracaídas en el último tramo para aligerar el peso del aparato, sobreviviendo durante diez días en la taiga siberiana con dos barras de chuches y frutos silvestres hasta ser rescatada. Tal hazaña le valió el merecido título de Heroína de la Unión Soviética, convirtiéndola en un ídolo popular femenino y dándole acceso a las más altas esferas del PCUS. Con estas credenciales, en octubre de 1941 se formó el Grupo de Aviación 122.º, donde las jóvenes de entre diecisiete y veinticinco años recibieron entrenamiento militar durante unos escasos seis meses antes de desplegarse en tres regimientos diferentes.
Lídiya Litviak y el 586.º Regimiento de Defensa Aérea
El primer regimiento en ponerse en acción estaba destinado a defender instalaciones estratégicas de los ataques aéreos alemanes. Lo comandaba la controvertida Tamara Kazarinova, una mujer severa que aborrecía que sus pilotos dedicaran tiempo a arreglarse o pintarse. Estas, por su parte, no soportaban las excesivas exigencias de una mujer que no dominaba el avión que pilotaba —de hecho, cojeaba debido a una herida, lo que le impedía volar—. Este conflicto fue zanjado enviando a ocho de las «disidentes» a regimientos masculinos en el frente de Stalingrado.
Los traslados en la aviación soviética se hacían a la brava —piloto y aparato—, sin identificaciones a priori, por lo que la sorpresa de sus camaradas masculinos al ver bajarse de la cabina a aquellas chicas no fue menor que el escepticismo y condescendencia que ellas recibieron en un primer momento. No solo eran novatas, sino que además eran mujeres. Sin embargo, algunas como Katia Budánova y especialmente Lídiya Litviak se contaban entre las mejores luchadoras del 586.º y pronto demostraron su valía en condiciones muy difíciles. En pocos meses recibieron autorización para volar como «lobos solitarios», escogiendo sus propios objetivos, una táctica reservada para auténticos ases —categoría que se alcanzaba tras cinco victorias—.
A la menuda Litviak se le contabilizan doce victorias en solitario y tres compartidas, y fue la primera mujer de la historia en derribar un avión enemigo. Su víctima fue el Experte —once victorias— Erwin Maier, capturado en tierra por los soviéticos. El alemán pidió conocer al piloto que le había tumbado y cuando vio a aquella veinteañera pequeña y rubia pensó que los rusos le gastaban una retorcida broma. Lídiya, un espíritu libre y muy agresiva en combate, cayó en la batalla de Kursk en territorio enemigo, por lo que se la dio oficialmente por desaparecida. Ello impidió su nombramiento como Heroína de la Unión Soviética hasta que treinta años después se encontraron sus restos, en 1979, siendo finalmente Mijaíl Gorbachov quien tuvo el honor de condecorarla. Sin embargo, hay autores que sostienen que es posible que Lídiya sobreviviera e hiciera su vida de forma anónima en Occidente.
En cuanto al 586.º, las tensiones crecieron tanto que Kazarinova fue retirada alegando problemas de salud. Su relevo fue un hombre, el mayor Aleksandr Gridnev, lo que marcó la conversión del regimiento a mixto con la adición de un escuadrón masculino. Así permaneció hasta el final de la guerra; en las memorias de las aviadoras el recuerdo de Gridnev es positivo, mientras que del escuadrón masculino no se hace ninguna mención. Fue el único de los tres que no consiguió la categoría de «Guardias» —una distinción de élite— aunque se sospecha que Kazarinova urdió alguna artimaña para impedirlo.
El Regimiento 125.º Borísov de la Guardia
Originalmente llamado 587.º Regimiento, estaba destinado al bombardeo diurno y lo comandaba Raskova in pectore. Se planteó como una unidad femenina, pero durante el periodo de entrenamiento se decidió sustituir el obsoleto Su-2 por el moderno bombardero bimotor en picado Petliakov Pe-2, que incluía un anclaje de ametralladora trasera. Dado que pesaba unos sesenta kilos y se requería estatura elevada y mucha fuerza para accionarlo, se incorporaron artilleros y personal de tierra masculino.
La enorme dificultad que requería volar el rapidísimo Pe-2, con su espantoso diseño de cabina y su pesada palanca de vuelo, hizo que se dudara de la capacidad de las mujeres para hacerse con un aparato con el que los hombres tenían muchos problemas. Una vez más cundió el escepticismo, al que por si fuera poco se unió la desmoralización cuando Raskova se estrelló con su Pe-2 en medio de condiciones climáticas muy difíciles en enero de 1943.
Se comprende la lógica preocupación de las pilotos cuando la inspiradora del proyecto falleció sin haberlas podido guiar al combate, a la que pronto se agregó la indignación por el nombramiento del mayor Valentin Markov para sustituirla. Los peores temores de las chicas parecían cumplirse, aunque la desconfianza era mutua: cuando a Markov le comunicaron su nuevo destino, se lo tomó como el final de su carrera militar, algo en lo que sus compañeros estuvieron de acuerdo.
Sin embargo, y a pesar de sus intenciones iniciales de no hacer distinciones, Markov se interesó por conocer la idiosincrasia de su tropa femenina, se dejó aconsejar por las oficiales bajo su mando y obtuvo reconocimiento y respeto de las aviadoras, a las que lideró el resto de la guerra. El regimiento obtuvo el estatus de élite por sus acciones en Borísov y las chicas se convirtieron en un ejemplo de cómo manejar el temible Pe-2; en uno de sus días más gloriosos, un escuadrón de nueve aparatos fue atacado por ocho cazas enemigos, de los cuales consiguieron derribar cuatro y volver todas a casa habiendo bombardeado sus objetivos, operación que se estudió posteriormente en las academias de vuelo soviéticas. El 125.º combatió codo con codo con otra unidad «exótica» del frente oriental, el escuadrón de caza francés Normandie-Niemen, que dejó constancia de su admiración por las rusas entre un buen montón de galanterías cursis y tópicos al uso.
El 46.º Tamán de la Guardia: las «Brujas de la Noche»
Pero las que forjaron la leyenda fueron sin duda las componentes del 588.º de Bombardeo Nocturno, leyenda basada en tres pilares principales: por ser el único que permaneció totalmente femenino durante toda la guerra, por estar comandadas por la brillante Yevdokia Bershanskaya y por las dramáticas limitaciones del avión que les tocó pilotar, el Polikarpov Po-2, una auténtica reliquia de los años veinte.
Fabricado en madera y tela, el Po-2 era un pequeño biplano de entrenamiento de dos plazas. Su velocidad máxima era aproximadamente la mitad que la de los cazas alemanes. Cualquier antiaéreo o bala trazadora podía incendiarlo con facilidad, por lo que la única protección se la ofrecía la falta de visibilidad nocturna. Solo podía transportar un par de bombas sin comprometer su estabilidad, así que las chicas realizaban una media de entre diez y quince misiones de bombardeo por noche, debiendo estacionar cerca de las líneas del frente dada su escasa autonomía. Por supuesto, sin llevar paracaídas para no añadir aún más peso. Tampoco disponía de sistemas de puntería, así que las bombas se arrojaban accionando una palanca o directamente a mano, a altura no inferior a cuatrocientos metros para evitar el riesgo de resultar destruido por la explosión.
A pesar de todos estos inconvenientes, la buena maniobrabilidad del Po-2 y su facilidad de pilotaje fue muy apreciada por las chicas del 588.º, que lo apodaron lastochka —‘golondrina’—. Su vulnerabilidad exigió desplegar una enorme astucia táctica: los aviones despegaban en intervalos de tres minutos y al acercarse al objetivo apagaban el motor para evitar ser detectados por los alemanes, dejando caer su carga en completo silencio sobre instalaciones, aeródromos o tropas enemigas. Estos ataques silenciosos no solo provocaban la destrucción de los objetivos, sino que afectaban psicológicamente a los soldados alemanes impidiéndoles el descanso. A medida que transcurría el conflicto, estas tácticas evolucionaron y se sofisticaron, introduciendo Bershanskaya los vuelos por parejas: uno de los Po-2 se aproximaba al destino atrayendo la atención de reflectores y fuego enemigo mientras el segundo irrumpía sobre el blanco por sorpresa. De aquí nació el apodo que las hizo famosas, las «Brujas de la Noche» —Nochnye Vedmy—, y que según la tradición les pusieron los nazis, aunque es bastante probable que se lo adjudicaran ellas mismas dado que, hasta que no encontraron los cuerpos de la primera tripulación derribada, los alemanes no supieron que eran mujeres quienes los martirizaban.
Yevdokia se convirtió muy pronto en una de las comandantes más eficientes de toda la Fuerza Aérea Soviética. Era una firme partidaria de la segregación militar por sexos, pues creía que la cohesión —aspecto esencial en formaciones de combate— era mayor así, como la experiencia de las pilotos en unidades masculinas parecía indicar. Mantener el carácter totalmente femenino de las Vedmy y aumentar el ritmo de misiones nocturnas la llevó a adoptar un original sistema de organización. Como el biplano tenía dos plazas, piloto y navegadora, Yevdokia organizó una «carrera» por la cual las nuevas reclutas empezaban como personal de tierra, las mecánicas aprendían a ser navegadoras y estas entrenaban para convertirse en pilotos: que el Po-2 fuera un excelente avión de entrenamiento le facilitó mucho esta labor. Además de este programa de promoción interna, estableció un servicio en pista de corte «taylorista», por turnos horarios y con funciones específicas para cada miembro del personal, lo que le permitió aumentar la frecuencia de salidas de bombardeo a unas quince por aparato y noche, mayor que cualquier otra unidad similar.
Las Brujas de la Noche obtuvieron el rango de Regimiento de la Guardia Tamán, por sus acciones en el mar Negro durante 1943. Terminaron la guerra habiendo realizado veinticinco mil misiones y arrojado veintitrés mil toneladas de bombas. Algunas de las pilotos completaron más de mil salidas; para hacerse una idea de lo que supone física y psicológicamente hay que tener en cuenta que la US Air Force establecía para sus tripulaciones un programa de veinticinco misiones como máximo para evitar el desgaste por estrés. El extremo riesgo que padecieron en combate lo ejemplifica dramáticamente la misión del 31 de julio de 1943, donde la aparición de un solitario caza nocturno alemán supuso la pérdida de cuatro biplanos en unos pocos minutos en el día más negro de la historia de las Brujas; las bajas totales en la guerra ascendieron a una de cada cuatro muchachas.
Al acabar la Gran Guerra Patriótica los tres regimientos fueron disueltos y la mayoría de las chicas supervivientes volvieron a sus estudios universitarios, la vida laboral o fundaron familias. Algunas de ellas pasaron a la aviación civil y muy pocas pudieron continuar su carrera militar. Este lógico deseo de reincorporarse a la normalidad después del conflicto se interpretó tradicionalmente como un síntoma de que no combatían demasiado bien, razonamiento absurdo aplicable a cualquier unidad masculina desmovilizada. Nada más lejos de la realidad: casi un millón de mujeres soviéticas luchó en la guerra contra los nazis —solo la URSS incorporó féminas en roles de combate—, totalizando unos noventa nombramientos como Heroínas de la Unión Soviética. De los treinta y tres concedidos a las aviadoras, nada menos que veinticuatro pertenecen a las Brujas de la Noche.
Es interesante destacar algunos aspectos relacionados con el género: en primer lugar, la evolución observada en sus camaradas varones, que pasaron del escepticismo inicial a la completa aceptación y reconocimiento de sus habilidades en todos los casos. Markov es muy explícito en sus apreciaciones, no solo sobre la elevada capacidad técnica de las mujeres que manejaban el Pe-2 —orgullo de la ingeniería soviética—, sino de su alto grado de cohesión y espíritu de combate. El 46.º Tamán también cuestiona el mito machista del mal funcionamiento femenino como equipo; la teoría de Bershanskaya se mostró correcta, y uno de los fundamentos del éxito de su unidad estriba en los fuertes lazos de compañerismo entre las chicas. En las memorias de todas ellas los hombres pasan prácticamente desapercibidos, lo que apunta en este sentido más allá de las diferencias de sexo.
Aunque la guerra constituyó una excepción en la incorporación de mujeres en las Fuerzas Armadas Soviéticas sin demasiada continuidad posterior, su servicio en el Ejército Rojo demostró que podían combatir satisfactoriamente al mismo nivel —o superior— que los hombres. Sus historias personales de valor y sacrificio sobrepasan con mucho el reducido espacio de un único artículo.
«Sus historias personales de valor y sacrificio sobrepasan con mucho el reducido espacio de un único artículo.» Cierto es. Para eso está ya el excelente trabajo de investigación de Lyuba Vinogradova «Las brujas de la noche: en defensa de la Madre Rusia.» Ed. Pasado y Presente, y del que este artículo no es sino un resumen. Debería haberlo señalado el autor de este artículo. Supongo que otro día nos obsequiará con un resumen de «Ángeles vengadores: las francotiradoras soviéticas en la Segunda Guerra Mundial.», también, de Lyuba Vinogradova en la Editorial Pasado y Presente. Y sí, las francotiradoras, en verdad, disparaban de día, y acertaban las más de las veces.
Soy el autor del artículo. Aunque conozco la existencia del libro y la autora, no he tenido aún el placer de leerlo, así que estoy encantado de que pueda llegar a parecer un resumen de la obra de Vinogradova. Quizá se deba a que contamos la misma historia en formatos bastante diferentes. Para el artículo me he basado en diversas fuentes en español y en inglés, que si está interesado le puedo indicar.
Gloria a estas heroínas del socialismo que no pudo ser. Y estoy seguro de que, con sus iniciativas tan poco «femeninas», ya vislumbraban los tiempos actuales en donde ya no hay ámbitos en los cuales podamos ser mayoría. Talvez en la minería. No se me ocurre otra. Gracias por la apasionante lectura.
Siempre me han emocionado estas brujas…
¡Gloria a ellas y a todo el Ejército Rojo!
Entiendo el que se quiera subrayar la femeneidad en el artículo, dada su temática, pero el nombre correcto de la medalla es «Héroe de la Unión Soviética». No se adapta a pesar de existir también la palabra heroína en ruso.
“Night Witches” escrito por Bruce Myles repasa la vida de estas pilotos, sus motivaciones, sus incertidumbres y las mujeres detrás de las heroinas de guerra. Muy recomendable.
Además de estas luchadoras, colaboró el general invierno.
Ha estado SIEMPRE de parte de Rusia lo que fue el invierno más crudo de cada siglo., En la Gran Guerra del Norte, Carlos XII de Suecia invadió la Rusia de Pedro el Grande. Los rusos se retiraron, quemando todo en su huida y eliminando cualquier rastro de sus provisiones. Este invierno en particular terminó siendo el más crudo del s. XVIII, luego lo mismo con Napoleon en el siglo XIX y con Hitler en 1943, culminación en la derrota completa nazi en Stalingrado. Qué ocurrirá en el siglo XXI?
Fuera del ansia revolucionaria, eso de hablar de las revoluciones francesa y rusa como atisbos del moderno feminismo es algo para coger con pinzas, a no ser que queramos llamar feministas a los revolucionarios que guillotinaron a la autora de los derechos de la mujer. Por no hablar de la revolución rusa y el feminismo de sus violaciones y asesinatos. Además, también existieron mujeres piloto en las sociedades capitalistas y también se incorporaron al ejército. En el Reino Unido eran las “glamour girls” y participaban en combate. En EEUU, las pilotas del Wasp se incorporaron al ejército en la II guerra mundial. Casi todas eran mujeres blancas, pero también hubo asiáticas, “native American” y mexicanas. La auténtica exclusión del ejército del aire era la de las personas negras. Por eso, la vida de Bessie Coleman – primera mujer y persona afroamericana en pilotar – tiene más mérito aún.
Efectivamente, el feminismo deriva de los integrismos religiosos y de las ideologías políticas reaccionarias y tradicionalistas, no de los movimientos liberales, democráticos y socialistas.
Bueno, fuera de guasa, recomiendo:
http://www.elviejotopo.com/libro/mujeres-octubre/
Mujeres de octubre. Marina Pibernat.
En septiembre de 1918 entraba en vigor el Código de Leyes de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia sobre el Estado Civil, las Relaciones Domésticas, el Matrimonio, la Familia y la Tutela. Un año antes, en octubre de 1917, la Gran Revolución Socialista de Octubre había culminado con la toma del poder por parte del partido bolchevique. Basándose en las tesis marxistas, éste tenía la firme voluntad de establecer la igualdad social en su país, que hasta entonces había languidecido bajo el yugo del Estado autocrático del Zar. Esta igualdad social pasaba necesariamente por barrer las desigualdades entre mujeres y hombres, especialmente en el ámbito doméstico y familiar, donde las mujeres habían sufrido durante siglos la más cruel de las discriminaciones. Distintos decretos fueron aprobados en este sentido pocas semanas después. Pero sería con el presente Código de la familia con el que –por primera vez en la historia– las mujeres de un país gozarían de un cuerpo de leyes destinado a asegurar su completa igualdad ante el padre y el marido. Además, su descendencia nacida fuera del matrimonio dejaría de sufrir la pobreza y el estigma de la ilegitimidad. La igualdad de las mujeres y la protección a la infancia fueron sus dos principales características. Cien años después, el revolucionario Código de 1918 merece ser recuperado, estudiado y reivindicado.
Eso es. Y fueron tan exitosos que mis queridos товарищи rusos forman una de las sociedades más igualitarias y feministas del mundo. ¿O no?
Hay un libro sobre esto.
LAS BRUJAS DE LA NOCHE.
https://www.casadellibro.com/libro-las-brujas-de-la-noche-el-46-regimiento-taman-de-aviadoras-sovieticas-en-la-ii-guerra-mundial/9788461662296/2947560
Solo apuntar que no solo combatieron mujeres en Ejército rojo, también tuvieron enorme presencia en el ejército partisano yugoslavo (el Ejército Popular de Liberación llegó a contar con 800.000 soldados). Y también, aunque en unidades irregulares tuvieron presencia en la resistencia francesa (muchas eran judías o inmigrantes alistadas en las unidades comunistas) y en la resistencia judía que participó en el levantamiento del gueto de Varsovia
Sobre la tensión psicológica, una de las «brujas» cuenta en «La guerra no tiene rostro de mujer» de Svetlana Alexeyeva que muchos años después la examinó un cardiólogo y su corazón estaba lleno de cicatrices, que ella atribuye a microinfartos durante los vuelos.
Los que sufrieron los civiles y militares soviéticos durante la guerra, en parte por el régimen estalinista, no se creerían si alguien los inventara en una obra de ficción. La victoria sobre los nazis está cimentada en gran medida en sacrificios inmensos en el frente oriental y creo que no les hace suficiente justicia. Gracias por el artículo.
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