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Instrucciones para ordenar su biblioteca

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Foto: DP.

Es un hecho que el libro físico, ese ser mitológico al que algunos rinden culto, no puede hacer uso de su descanso de cualquier forma. Adquiere otra dimensión al ser mezclado con otros, al verse apoyado en otros, al compartir lomo con otros. Un libro deja de ser simplemente eso cuando recurre al plural. Los bibliófilos de nuevo o de viejo cuño lo saben, y se afanan en recopilar diversos títulos en pos de una biblioteca que satisfaga sus egocentrismos. Es cierto que, con la llegada de los soportes electrónicos, el consumismo de masas amenazó ligeramente a la industria librera. Pero no es menos cierto que, aunque un meteorito capitalista cayese sobre la Tierra, arrasando con su llegada toda edición en papel, aún reptaría por cualquier rincón perdido un coleccionista con su primera edición de Los pazos de Ulloa bien amarrada bajo el brazo. Insisto, estos pequeños seres, inasequibles a la muerte del soporte papel, no tendrían razón de ser si no fuese por la cara colectiva del libro.

Si usted es uno de estos seres, de los que gustan de almacenar libros de tal o cual pelaje, de los que amontonan ejemplares sin leer sobre la mesilla, de los que menean las páginas aspirando el olor que desprenden, de los que valoran una cubierta, una faja o el grosor del papel: bienvenido, este es su texto. Ahora bien, hechas las engorrosas presentaciones, una pregunta se desliza por el párrafo: ¿Cómo ordenar semejante cantidad de libros sin perecer en el intento? Obviamente, para gustos hay ordenaciones, pero estos párrafos se encargan de enumerar algunas opciones que suelen ser las preferidas entre los bibliófilos que pueblan el mundo. Seguramente haya más. Tantas como combinaciones de ejemplares existan. Así que cojan los renglones con pinzas: solo utilizan ordenaciones estándar, perfectas para ser desechadas. Avisados todos, comenzamos.

Clasificación por orden de lectura

Este método es el más romántico de todos, amén del único intransferible. Uno va rellenando su estantería con mimo, ejemplar a ejemplar, día a día, y al volver a un libro está, de algún modo, reconstruyendo lo más oscuro de su pasado. Plegarse al tiempo es plegarse al recuerdo, con la ternura que esto conlleva. Digamos que la búsqueda dentro de esa biblioteca se va convirtiendo en una mirada interior: ¿Qué hice? ¿Adónde me dirijo? Este recorrido pierde el sentido en el momento en que un título pierde peso en tu memoria. ¿Cuándo leí El código Da Vinci? ¿Fue en esta vida o en otra? Y a ver quién lo encuentra entre el polvo que abarrota la memoria, claro.

Ordenación alrededor de Galdós

He seleccionado el nombre de Galdós por tratarse, en mi caso, del autor con más títulos dentro de mi librería, pero cada uno puede seleccionar al autor de cabecera que sea menester. Esta ordenación esconde una oscura obsesión: hay un autor al que siempre vuelves más que al resto, eso es evidente. Ese resto se desperdiga a su alrededor, coincidiendo unos con Misericordia y otros con Miau; unos acarician el lomo de Juan Martín, el Empecinado y otros hacen lo propio con algún guion de teatro del Garbancero. De hecho, a menudo fantaseo con juntar a don Benito y a Valle-Inclán, que se odiaban mutuamente, en la misma balda, y dejar que se aticen sin clemencia. Lo único bueno de este método es que no tiene nada bueno, pero te permite escribir un párrafo hablando de él.

Ordenación alfabética

Un clásico, sobre todo entre grandes almacenes y librerías al por mayor. ¿Por qué? Simple practicidad. Utilizando este método, la aparición de tal o cual ejemplar es rápida y fácil. En este tipo de ordenaciones, esta rapidez suele primar sobre, por ejemplo, la estética. En ella se mezclan colores, tamaños, géneros, temáticas… Todo un batiburrillo que ofrece poca elegancia pero mucha rapidez. En un mundo donde se premia lo efímero, el trago corto, puede parecer una ventaja. El problema llega cuando esta practicidad roza el sacrilegio, y el último libro de Ken Follett se ve obligado a tocarse con el poemario de José María Fonollosa. Creo yo que ser poeta maldito debería de acarrear otro premio más honroso, pero los designios del alfabeto son inescrutables.

Ordenación por colores

Este tipo de ordenación suele ser elegida por aquellos que priman el primer golpe de vista por encima del bien mental. Es cierto que suele estar relacionada con la ordenación por editorial que veremos más adelante, pero esta tiene algo de ruleta rusa, de perder el tiempo inevitablemente buscando aquel ejemplar crítico de la Celestina que ahora necesitas para no sé qué, y de cuyas formas, después de tantas noches, no consigues acordarte. Eso sí, vivimos en un mundo que premia la estética, donde la imagen lo es casi todo. En ese plano, este tipo de golpe cromático tiene una belleza especial. Y además deja en el subconsciente una bonita sensación de mundo artificialmente feliz alrededor del estante.

Ordenación por editoriales

Debo reconocer que esta es una de mis ordenaciones favoritas. Combina los dos criterios hasta ahora expuestos: un cierto orden a la hora de acceder a los títulos y una cierta dignidad estética para las colecciones. Ahora bien, no todo el monte es orégano y hay algún que otro hándicap que no debemos pasar por alto. El primero: ¿Qué hay de ese tesoro que publica una editorial independiente, de esas que solo sacan a la luz dos o tres títulos anuales, y que gracias a tu librero compraste en plena crisis de los cuarenta? ¿Debe perderse entre la monotonía de las grandes colecciones que todo el mundo conoce? El segundo: Este tipo de ordenación exige un determinado conocimiento editorial que no siempre se tiene o se quiere tener. Todo puesto en una coctelera lo hace atractivo, pero no apto para todos los públicos.

Ordenación por género literario

Un clásico entre los clásicos. La novela con la novela, la poesía con la poesía, el teatro con el teatro. Es probablemente el orden natural, el que los dioses eligieron para ordenar sus estantes. Es tan perfecto que me niego a elegirlo. Además, nos encontramos a menudo con esas obras que nadie pudo nunca catalogar: ¿Es la Ilíada simple poesía? ¿La Celestina es novela o teatro? En ese tipo de ambigüedades uno pierde el control. Por otro lado, este suele ser más una especie de primer criterio al que le sigue un segundo, puesto que es tan genérico que prácticamente no ordena. Por si fuera poco, no te permite ocultar los géneros que te avergüenzan. No es lo mismo salpicar tu librería de libros de autoayuda, por ejemplo, que dedicar una balda completa a su exhibición.

Ordenación idiomática

Hay espacio en este texto para políglotas. En un mundo cada día más globalizado, esta opción parece imprescindible. Aunque quizás, con el inglés avanzando sin dejar que crezca la hierba a su paso y con los rasgos culturales norteamericanos poseyendo a nuestros jóvenes cada día con más fuerza, puede acabar engullida por su propio monstruo.

Ordenación por nacionalidad del autor

Similar a la ordenación idiomática, pero con un tufillo nacionalista muy rancio.

Clasificación decimal universal

La CDU es un estándar de ordenación universal que nació a fines del xix ideado por quién sabe quién. Esta clasificación se basa en una tabla donde supuestamente tienen cabida todas las áreas de conocimiento posibles, y en función de ella se van colocando los distintos títulos en las librerías de medio mundo. Este es el principal problema: la despersonalización. Saber que, de contar ambos con los mismos gustos, tu librería hubiera estado colocada exactamente en el mismo orden que la de tu vecino nos convierte en meros autómatas, incapaces de amar, de sentir. Si quieren una opinión personal: yo digo no a la CDU.

A merced de un documento

Hay quien, en un arrebato terrible de mecanicismo, escribe un inventario de los libros que guarda para acceder a ellos con más orden. Como una máquina sin capacidad para sentir, saca su inventario cada vez que te presta un libro sin sentir aquello que siempre marca a un buen amante de los libros: el miedo a que no te lo devuelvan. Alguien debería hacer algo con estos seres, cuadriculados y grises como un lunes de febrero.

El más absoluto caos

Este método de ordenación cuenta con el encanto del desaliño. Además, demuestra pasión por la lectura. Cuando uno se encuentra con una casa en la que los libros se amontonan unos sobre otros, con filas desperdigadas por toda la profundidad de la estantería, no puede evitar pensar: si fuera postureo, no permitiría este desorden. Hay pasión en el caos, eso por supuesto. Y, por si fuera poco, guarda otro encanto. Dada la dificultad que impone a la hora de buscar, este método implica que durante esa búsqueda uno se encuentre con joyas olvidadas, como una especie de segunda oportunidad con el amor que perdiste cuando no estabas preparado. La mayoría de caminos bibliófilos desembocan en este hábito organizativo.

Que decida el instinto

Es un poco como el caos, pero con un matiz: el lector cree recordar dónde se almacena cada ejemplar. Digamos que se da cita con este método una especie de instinto que guía al coleccionista y lo conduce a través de las distintas ediciones sin que haya una explicación racional para ello. Este tipo de ordenación suele acabar en ejemplares perdidos, desconfianza en nuestro impulso y, más allá, el desastre total.

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15 Comentarios

  1. Paul Spector

    Hace ya bastantes años que no leo libros, pero aún me dan alguna alegría que otra los que tengo olvidados en las estanterías, en espera de desalojarlos para rellenar sus huecos con películas. El otro día y buscando otra cosa, encontré casi doscientos euros en billetes de 20 y de 10 entre las páginas de «1280 almas» de Jim Thompson. ¿Quién dice que los libros no sirven para nada?

  2. Tergiversador de Enredos

    Mejor que todo eso, el método de ordenación más maravilloso que existe es la Ordenación Intransferible.
    Es el que utilizo en mis estanterías. Consiste en una amalgama personalísima de criterios, a veces por editoriales, a veces por colecciones, a veces por autores, a veces por géneros, y siempre, siempre, tomando en muy seria consideración el tamaño cúbico del libro, con el fin de maximizar el uso eficiente del limitado espacio.
    El resultado es una maraña de líneas imaginarias que conectan ejemplares separados por estantes y metros, pero conectan al fin y al cabo, y con ellas todo cobra sentido. Esas líneas imaginarias son como las cuerdas de un instrumento que toca música celestial sólo para el oído del bibliófilo.
    Sólo con este sistema puede uno considerar legítimamente que, más que juntar una biblioteca, la está cultivando. Que está llevando a cabo un acto de verdadera creación.

    • No lo sabía, pero creo que ese es el que yo uso también y la verdad que siempre que intento otro diferente acabo volviendo al mismo, como que me atrae, tiene una especie de fuerza sobre mí.

  3. Genial lo de mi vecino de arriba. Es lo que se dice una buena inversión en letras al portador. Las peli basadas en libros son buenas sostituciones, pero no se pueden llevar para verlas en las plazas, en una escalinata o en un café, además permiten reflexionar sobre algún párrafo, particular que en los dvd es imposible: la acción fluye y hay que estarle detrás, y es una lata detener la escena, volver, buscar, etc. etc. Yo adopté el sistema caos porque no tengo tiempo para ordenar los leídos. Hay tanta oferta de lectura, como por ejemplo JD, que me es imposible. Trato de no mirar el montón de libros desordenados, por vergüenza, pero a veces me animo y agarro uno, como ahora, de Wyslawa Szymborska… Algo sobre el alma. «Alma se tiene a veces. Nadie la posee sin pausa y para siempre (…..) Rara vez nos asiste en las tareas pesadas, como mover los muebles, cargar las maletas o recorrer caminos con zapatos apretados (….) Cuando hay que cortar carne o llenar solicitudes, generalmente está de asueto. De mil conversaciones toma parte sólo en una, y no necesariamente, pues prefiere el silencio (… )De los objetos materiales le gustan los relojes con péndulo y los espejos que trabajan afanosos aunque no mire nadie (… )Según parece, asi como ella a nosotros, nosotros a ella también le servimos de algo.

  4. Yo suelo seguir el de «donde haya hueco bastante», que también es intransferible.

    • Lareon Falken

      Un escalofrío acaba de recorrerme la columna. No solo es mi método (exprime el espacio, exprimelo un poco más), sino que hasta mis amigos me llaman así. Acabo de encontrar a mi sosias

  5. Carlos Chirivella

    Género, caos e instinto.

  6. Domingo Souto de Sousa

    Me sorprende que no hayas incluído el que para mí es el más natural y casi obligatorio (cada uno tiene sus síndromes, el mío es de orden…): El de tamaño vertical! Los libros tienen que quedar agrupados de modo que la «skyline» de cada balda sea creciente o decreciente. Lo contrario es un sindiós…

  7. Pingback: Red Corsaria #20: Frankenstein y La Cotufa

  8. Gracias. Me ha hecho gracia. Yo hago lo que puedo, que es un poco de todas las maneras citadas menos una tabla Excel catalogando el orden. A Elvira Lindo y a Muñoz Molina los tengo juntos, claro, a ver quién es el guapo que los separa. Desde hace años vivo en una casa muy grande y tengo los mismos problemas de siempre para organizarme con mis libros. Al final siempre hay algunos en horizontal encima de los demás en vertical por no separarlos de su sitio natural.

  9. Yo soy de los de la ordenación alfabética por autores, pero es que a mí me encanta el caos visual de libros grandes y pequeños en secuencia de colores variopintos, inundando mis muchas estanterías Billy.

    Eso sí, me pasa con los libros de ensayo que a menudo no recuerdo el nombre del autor («tenía un libro sobre las cruzadas, ¿de quién era?») y me toca irme a internet para hallar el nombre del escritor y así encontrar el libro en mi propia librería…

  10. ¿Nadie más lo ordena por temas?

  11. Creo que mi método es una suerte de combinación de algunos de los expuestos en el artículo.

    Prevalece la clasificación por género, siempre socorrida y que es manera sencilla para localizar un título cualquiera. Pero siempre hay excepciones, así que también podríamos ordenar por el nombre del autor, aunque no de manera alfabética obligatoriamente ya que suelen aparecer en primer lugar aquellos escritores cuya obra creímos en su día imprescindible, cuya voz nos resultó deslumbrante y singular. Por último se debe intentar respetar el orden cronológico de publicación del libro que nos permite de un vistazo tener una idea global de la evolución temática y global del autor.

    Y ahora que lo pienso, hay que ver lo profundamente maniático que puedo llegar a resultar para algunos menesteres…

  12. Uno muy práctico: por nacionalidad y después alfabéticamente, Aunque para eso hay que tener buena memoria y localizar a los autores por sus orígenes (cosa que no siempre es fácil).

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