Carmela Greciet es autora de un único y maravilloso libro, Des-cuentos y otros cuentos, publicado en Oviedo por la editorial Trabe en 1995. No obstante, durante los últimos veinte años ha publicado bellos y muy contados cuentos y microrrelatos en ciertas webs, en revistas como la ovetense Clarín o en antologías como Pequeñas Resistencias: Antología del nuevo cuento español (Páginas de Espuma, 2002), Velas al viento. Los microrrelatos de La nave de los locos (Cuadernos del Vigía, 2010) y Mar de pirañas. Nuevas voces del microrrelato español (Menoscuarto, 2012). El caso es que Carmela Greciet es una espléndida escritora que apenas se prodiga para publicar y que sin duda debe tener una obra inédita extraordinaria .
Como todo el mundo sabe, siempre han existido brevísimas narraciones sin nombre que fueron el sello personal de autores memorables como Jorge Luis Borges, Augusto Monterroso, Julio Cortázar, Marco Denevi, Ana María Shua, Julio Torri o Juan José Arreola. Sin embargo, a partir del siglo XXI aquellas minificciones pasaron a denominarse microrrelatos y desde entonces el nombrecito adquirió carta de ciudad en la república de los filólogos. ¿A qué viene esta digresión? Viene al pelo porque Carmela Greciet agavilló un manojito de aquella especie narrativa en 1995 —antes de que se entronizara el nombre de microrrelato— y lo denominó «des-cuento»:
Un «des-cuento» es un relato brevísimo, con frecuencia urbano […] Pero puesto que no suele ser el autor quien decide la longitud (ni siquiera el paisaje) de un relato, sino que es la propia narración quien la exige, podría decirse que la denominación «des-cuentos», es, en todo caso, no una cuestión de principios, sino de resultados […] propongo aquí que «des-cuentos» sean aquellas narraciones que se bastan a sí mismas en, como mucho, dos folios (por poner un límite que las aleje de la narración normalmente denominada cuento, que, al menos en las bases de los concursos literarios, nunca es menor de cuatro). Pido entonces tu complicidad, lector, lectora, para jugar con el lenguaje y definir, así, los «des-cuentos» como «relatos brevísimos», casi siempre urbanos y que no se pueden presentar a un concurso literario.
Por otro lado, en los relatos de Carmela Greciet crepita un humor agridulce que sofríe de forma singular las ficciones familiares, conyugales y amorosas. Me gusta la metáfora culinaria porque sobre aquel sofrito Carmela Greciet guisa un novio, deja a una pareja poco hecha o recalienta a un matrimonio al que se le ha pasado el arroz. Examinemos, por ejemplo, las primeras líneas de algunos de sus cuentos. A saber, «Uno de sus antiguos amantes le había enviado para su cumpleaños una carta y una flor. Ella rompió el mensaje en trocitos, puso en agua la flor y se olvidó» («La Flor»); «Fui a visitar la tumba de mi esposo —muerto hacía solo tres días—, y me encontré ante su lápida a otra mujer llorando» («Ojos de azul de fuego»); «Consiguió huir por la ventana que daba al patio, cinco años después de haber sido raptada por aquel hombre extraño y refinado que la abordó a la salida del cine» («El patio»); «Emeterio, portero, hijo de porteros, nieto de porteros, harto de aquel infiernillo que le dejaba los pies como botillos y la nariz congelada, decidió un buen día abandonar su garita en Héroes de Teruel, 7 —señorial edificio de pisos de alquiler—, y marcharse a América a buscar fortuna» («Emeterio, portero»), y así sucesivamente. Como se puede apreciar, los arranques de los cuentos de Carmela Greciet abren el apetito y seducen a los lectores desde las primeras líneas.
Carmela Greciet sabe narrar, urde personajes sólidos, sus tramas son originalísimas y siempre coloca una carga de profundidad en las historias que construye, de modo que la onda expansiva siempre nos afecte de alguna manera. Es el caso de «Viajes paralelos», un relato constelado de deseo y anhelos de trasgresión, pero con un desenlace resignado y melancólico. Sin embargo, de todas las virtudes que atesora Carmela Greciet me quedo con su desopilante sentido del humor, pues sus narraciones tienen la frescura propia del humor blanco, ese humor que no precisa de otras cualidades que su propia lozanía.
Con un único libro de cuentos y publicado además en una periferia literaria, Carmela Greciet dispone de una gran consideración en la narrativa breve española, pues figura en las mejores antologías del género. Por eso mismo no pierdo las esperanzas de que alguna de las estupendas editoriales especializadas en relato —Thulé, Menoscuarto o Páginas de Espuma— le proponga publicar sus cuentos desperdigados por los mundos digitales y analógicos. Sería una apuesta segura.
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Algunos libros nunca disfrutaron de la atención que merecían y ciertos autores fallecidos en su plenitud corren el riego de ser olvidados. En Zona de Rescate compartiré mis lecturas de ambas regiones —la Zona Fantasma y la Zona Negativa— porque la memoria literaria es tan importante como la otra. Distancia de rescate (¡gracias, Samanta!): 1985, año de mi venida a España.
Muy bien!
Gracias.