Víctor Amat (Barcelona, 1963) es psicólogo y es también uno de los exponentes más relevantes de la psicoterapia breve. Dirige el Centre de Terapia Breu de Barcelona. También es creador y director del Máster de Terapia Breve de la Universidad de Barcelona y presidente de la Asociación Española de Terapia Breve. Además de ser un psicoterapeuta experimentado, tiene un gran bagaje deportivo, fue campeón de Europa de kick-boxing, faceta que incorpora con elegancia a su trabajo, con valores como el rigor, el esfuerzo, el mantenimiento de la salud y el juego.
Durante la entrevista conversamos con él acerca del miedo, la enfermedad de ser otro o los perjuicios que produce el mindfulness. También nos explica qué es la terapia breve y en qué se diferencia de otras escuelas psicoterapeúticas. Víctor esta lleno de energía y responde a nuestras preguntas de una forma tan cercana y clara que va dejando luz en todos los recovecos de la conducta humana que vamos explorando con él a lo largo de la entrevista.
En 1647 Baltasar Gracián escribió que «lo bueno, si breve, dos veces bueno». ¿Eso es siempre así?
Mi mujer suele decir que «lo bueno, si breve, dos veces breve», entonces no siempre podemos estar de acuerdo con esa afirmación, pero sí es verdad que cuando hablamos de terapia o de psicoterapia, o de ayuda a las personas, debemos ser muy prácticos. Cuanto menos tenga que ayudarte, cuanto antes puedas hacerte cargo de ti mismo, pues mucho mejor. De ahí viene la idea de «breve». En ocasiones la gente piensa que en terapia breve se pueden resolver los problemas en un cuarto de hora, cuando la media de sesiones oscila entre cinco y seis.
Comparado con el psicoanálisis, ¿cualquier terapia es breve?
La versión breve del psicoanálisis dura como mínimo cincuenta sesiones. Los estudios indican que, si no hay cambio en las seis primeras sesiones, muy probablemente este no sucederá. Las investigaciones sobre la eficiencia y la eficacia de la psicoterapia muestran que los cambios suceden en las seis o siete primeras visitas, y si no los hay, alargar la terapia no garantiza que haya mejora.
¿La terapia breve puede resolver un problema y a la vez generar otro? Por ejemplo, en adicciones.
Ese es un tema controvertido. Está claro que los trastornos tienen una base, un sustrato psicológico, sin embargo, no se ha mostrado que trabajar esa base en lugar del propio trastorno resuelva los problemas. En la terapia hay una fase educativa donde ponemos el foco en el aprendizaje para que en el futuro no se vuelva a recaer en ese problema o en uno similar.
Empezaste tu vida profesional como deportista, ¿qué te llevó a estudiar Psicología y a dedicarte a la terapia?
Fui deportista de élite muchos años, decidí acabar mi carrera como deportista porque tenía artrosis en la cadera. Eso derivó en una fase de crisis personal porque no sabía qué hacer. Mis proyectos giraban en torno a rentabilizar mi experiencia deportiva convirtiéndome en entrenador y profesor de deporte, pero todo eso no acababa de satisfacerme. En un momento determinado, lo conecté todo y pensé que la psicología era una disciplina que siempre me había gustado. Mente y cuerpo me parecía que tenían que unirse, así que decidí estudiar la carrera de Psicología para entrenar a deportistas. Mi primera idea fue esa, ser un psicólogo deportivo. Pero ¿qué pasó? Pues me di cuenta de que los motivos por los que un deportista tiene miedo pueden ser los mismos por los que un no deportista puede tenerlo igualmente, y al final me fui enamorando de la clínica: me atraían las dificultades de las personas, los problemas que sufren los seres humanos en general, y fui dejando poco a poco de lado la idea de ser un psicólogo deportivo y me centré en ser un deportista psicólogo. He acabado usando el deporte en la psicoterapia como parte de mis estrategias.
¿Cómo se construye el miedo?
El miedo es multifactorial, tiene muchas variables. En el fondo, mi trabajo no es tanto saber cómo se construye el miedo sino cómo la persona se relaciona con el miedo, y eso es lo que hace breve la terapia. Imagina que, por ejemplo, tienes miedo, y ¿qué haces con él? Es bastante fácil cambiar lo que uno hace cuando siente el miedo, pero es muy difícil cambiar el origen del miedo o la comprensión de qué es lo que te causa este miedo y eso te lleva a un tipo de trabajo más lento. Por otro lado, la experiencia nos dice que saber de dónde viene un miedo no nos lo quita. ¿Verdad? Cómo tú interaccionas con el miedo y qué haces para resolver los problemas que genera es mucho más eficiente que entender el origen del mismo para sortearlo. Por ejemplo, las personas que tienen dificultades para hablar en público, si se centran en dejar de estar nerviosos normalmente no consiguen una buena prestación. Sin embargo, si ya cuentan con que van a estar nerviosos y piensan más en manejar ese estado que en dejar de tenerlo posiblemente mejorarán la exposición.
He leído en tu blog que pánico y miedo no son causas sino soluciones al problema.
Hay situaciones donde el miedo es funcional y donde lo correcto es tener miedo. Me acuerdo cuando conocí a mi suegro por primera vez. Tenía miedo a cómo iba a ser evaluado, a cómo iba a ser aceptado en la familia y lo acepté como normal. Si hubiera estado delante de mi suegro intentando disimular el miedo o intentando fingir que estaba tranquilo, me hubiera complicado la vida. En contra de otra gente que dice: «No pienses en el miedo, que nada es tan terrible», «el miedo no existe»… es absurdo, el miedo existe y cada día te acompaña.
¿El miedo es consecuencia de nuestro camino evolutivo?
Obviamente, nos ayuda a mejorar.
Háblanos de la enfermedad de ser otro.
Es la enfermedad de esta época. Pretender estar tranquilo en una situación donde me siento incómodo es pretender ser otro. Esto lo veo en mi consulta a diario, la gente viene y me dice: «Quiero ser más organizada», «Quiero ser más simpático», «Quisiera ser más amoroso», y les digo: «¿Tú quieres ser otro?». O incluso la enfermedad de que quiero que los otros sean otros. Cuánta gente viene y dice: «Quisiera que mi padre fuera otro», o «Que mi madre sea cariñosa», o «Que mi madre me abrace», y tú le dices: «A ver, ¿tu madre te ha abrazado alguna vez?», y dice: «Nunca»; entonces preocúpate si viene y te abraza. Si mañana viene tu madre y te abraza, está teniendo un ictus, tienes que correr al hospital. Esta es la enfermedad de querer ser el que no se es. Cuanta terapia nos ahorraríamos, y tiro la piedra contra nuestro tejado, si no quisiéramos ser el que no somos.
Quizás hay un problema en la base de aceptación de uno mismo.
Claro. Incluso puede resultar un poco paradójico en la aceptación de no aceptarte. Hay gente que te dice: «Es que debería aceptarme a mí mismo y me obligo a aceptarme a mí mismo», pero si realmente te aceptas a ti mismo, te aceptas sin aceptarte, o sea, te odias a ti mismo.
Estás muy centrado en el manejo del lenguaje. ¿Hasta qué punto el lenguaje funciona para solucionar estos trastornos?
La gente te cuenta un problema y el relato de cómo te lo cuenta esconde el problema o hace que el problema sea irresoluble. El otro día viene una chica y me cuenta que son seis hermanos y que ella es la sexta, y que los cinco primeros hermanos se llevaban un año, o sea, el mayor cincuenta, el segundo cuarenta y nueve, cuarenta y ocho, cuarenta y siete y cuarenta y seis, y luego ocho o nueve años después nace ella. Su relato era que no era una hija buscada y eso le causaba un gran sufrimiento. La terapia se basó en reinterpretar ese hecho: «Tus padres cumplieron el trabajo de padres con los cinco primeros y tú eres hija de la follada, o sea, ahí tu padre y tu madre follaron por gusto y tú eres hija de la pasión», y entonces la chica dijo: «¡Coño!, pues no lo había visto así». Mucho de nuestro trabajo es reenfocar la historia que nos cuentan para convertir a narración en un problema resoluble.
Las paradojas de las que hablas conectan mucho con Nardone.
Nardone es un zorro, y ¿qué significa? Pues significa que es un tío que ha cogido unas ideas de otros, muy buenas ideas de otros, y él las ha vestido, les ha puesto un traje y ha tenido la habilidad de vender ese traje muy bien. Los que hemos hecho formación con el Nardone de los noventa hemos aprendido un montón. Fíjate cuánto he aprendido de él, que ahora soy su competencia [risas].
¿Hay muchos centros de terapia breve en Barcelona?
Además de Nardone y yo, también está Karin Schlanger, que era la directora del Centro de Palo Alto, y vive en Barcelona ahora. Era la assistant de Watzlawick. Nosotros somos un poco las guerrillas, luchamos, somos como los maquis ganando nuestro terreno entre esos dos grandes de la terapia breve.
¿Qué es El arte de no amargarse la vida?
El arte de no amargarse la vida es un libro muy vendido en nuestro país. Creo que su autor parafrasea otro libro, en mi opinión muy superior, que se titulaba El arte de amargarse la vida. En cualquier caso, ambos libros son diferentes. Prefiero este último, me encanta el humor de Watzlawick y la socarronería de Haley, que eran como filósofos operativos, como yo los llamo. En sus textos pueden filosofar, pero lo hacen de forma creativa y de tal manera que te hacen reflexionar de verdad. Sobre todo, adoro la manera en la que te animan a hacer cosas diferentes sin decírtelo. Debo confesar que intento imitarlos en mis escritos, son mi inspiración. Cuando escribo un artículo, por ejemplo, «Partido a partido», un escrito de autoayuda para chicos, utilicé los topicazos del fútbol, y me inspiré en el maravilloso libro de Jay Haley de las Tácticas de poder de Jesucristo y otros ensayos, libro en el que el tío coge la Biblia y explica cómo Jesucristo hizo un excelente trabajo de marketing para venderse a sí mismo.
¿Sirve la autoayuda para algo?
Suelo decir medio en broma que si alguien escribe un libro de autoayuda y me ayuda ya no es autoayuda, es una ayuda externa; es una paradoja, ¿no crees? Pienso que los libros que podemos escribir son de ayuda, «Yo escribo esto y, si te ayuda, va bien». Realmente la autoayuda me recuerda mucho, y citaré a Watzlawick, al Barón de Münchhausen, donde el famoso personaje mítico, el barón, intenta salir de una ciénaga en la que está atrapado con su caballo tirándose de su propia coleta.
Hay un artículo en Jot Down de mucho éxito que es «Deje de ayudarme, coño» y habla desde el humor de la necesidad de acabar con la psicología positiva. ¿Estamos en una época de epidemia de la psicología positiva de Martin Seligman?
Martin Seligman empezó achicharrando perros en sus experimentos científicos, debo admirarlo por el cambio que ha hecho. Seligman es el que diseña la idea de la indefensión aprendida. Él daba descargas eléctricas a perros, hasta que los perros aprendían que no podían hacer nada y que al final acababan electrocutados, y entonces el Dr. Seligman, define la depresión como una indefensión aprendida. Tras años de estudio sobre las causas de por qué la gente está mal, giró en sus ideas para estudiar las cosas que nos hacen felices. No es mala idea, si algo nos va guay, pues hacemos más de eso. Pero no todo en la vida es hacer cosas que nos hacen felices. Creo que la psicología positiva se ha malinterpretado. Es una orientación demasiado naíf y muy estadounidense.
Parece que nos quieren convencer con la reducción del bienestar de que tenemos que estar contentos.
Claro, el mindfulness ha hecho mucho daño, y si te sientas a no pensar y a meditar, dices: «¿No te das cuenta que eso está matando la revolución?». ¿Le damos a la gente herramientas para adocenarlos? Yo no digo que una persona no pueda ser positiva, pero debe de ser de forma espontánea. Hace tiempo salió en La Vanguardia la historia de Mo Gawdat. Se trata un ingeniero egipcio que ha escrito un libro que se llama El algoritmo de la felicidad. El tío explica que, a consecuencia de la muerte de su hijo, decide prohibirse los pensamientos negativos y en el libro que ha escrito recomienda eso a la gente. Pienso que este tío es un enfermo, porque que a él le haya funcionado algo que va en contra de toda sugerencia y en contra de toda experiencia humana —prohibirte los pensamientos negativos a lo mínimo que va a llevarte es a tener contracturas en la espalda— no significa que funcione con el resto del mundo. Por vivir una experiencia que te ha ido bien, ¿ya puedes escribir un libro de autoayuda diciendo que tienes el algoritmo de la felicidad? Me parece bochornoso que la gente compre eso. Es un libro que puede causar mucho dolor al que realmente haya perdido un hijo y no puede dejar de pensar en negativo. La persona se encuentra con dos problemas: la muerte de su hijo más la imposibilidad de dejar de pensar en negativo. Hemos conseguido un efecto iatrogénico y a ese ser humano lo jodemos del todo.
La terapia breve vuestra también recibe influencias de la hipnosis ericksoniana. Cuéntanos un poco de qué se trata. ¿Cómo ha influido?
El otro día escuchaba a un periodista en una tertulia de esas nocturnas y hablaban de Messi. El tipo, que era un señor setentón, de estos comentaristas deportivos de toda la vida, decía: «Yo he visto tíos tan técnicos como Messi, he visto jugadores tan rápidos como Messi, he visto tíos con cualidades técnicas y definidoras como Messi, pero nunca he visto uno que haga todo como Messi». Yo creo que Erickson es el Messi de la psicoterapia. Su trabajo era tan intuitivo que es difícil de parametrizar. Sería como pedirle a Messi que te explique cómo hace lo que hace. A veces él creaba una teoría, se la inventaba, para poder explicar lo que hacía. ¿Qué ha pasado entonces? Que han aparecido diferentes escuelas a la sombra de este hombre y una de ellas es en la que yo me apoyo, que es la Escuela de Palo Alto y Watzlawick. No deja de ser una escuela setentera heredera del trabajo de Erickson que tiene muchas cosas de la hipnosis ericksoniana, que es una especie de hipnoterapia sin trance.
¿Trabajas con psicogenealogía?
He estudiado genealogía, las lealtades transgeneracionales y, por supuesto, psicogenealogía. Sin embargo, acabo aplicando terapias que conectan con mi esencia de deportista, de cuando yo hacía kick boxing. El kick boxing son cuatro puñetazos y cuatro patadas, ¿y quién gana? Pues el que las hace bien, el que las hace cuando toca, el que las combina bien, no se trata de saber cien puñetazos ni de quién los da primero [risas]. Quiero decir, que la buena psicoterapia no consiste en hacer muchísimas cosas, sino en hacer algunas cosas pero muy bien.
Diego Redolar, neurocientífico en la UOC, nos decía que hay entrenamientos cognitivos que provocan los mismos cambios a nivel cerebral y funcional que los medicamentos. En ese sentido, ¿el lenguaje puede afectar fisiológicamente? Nardone dice que no, que el lenguaje no cambia el cerebro, que la terapia no cambia el cerebro.
Tendríamos que especificar qué queremos decir cuando hablamos de cambios en el cerebro. Yo no sé hasta qué punto eso se ha podido demostrar. Seguramente hay modelos informáticos que con los datos obtenidos por los PET nos permiten indicar que hay diferentes zonas del cerebro que se activan, pero no es algo muy preciso aún. A nosotros como terapeutas nos da un poco igual, porque al final el cambio se evalúa en el cambio comportamental. Habla con cualquier psicólogo, con cualquier profesional, cuando tú le preguntes: «¿Cómo sabremos si esta persona ha cambiado?», no te dirá: «Porque piensa diferente», te dirá: «Porque hace otra cosa».
¿La terapia breve soluciona traumas profundos?
Esa es la crítica que nos hacen otras escuelas terapéuticas. La competencia dice: «Bueno, ya no se muerde las uñas, pero ya se morderá otra cosa», es como decir que no has resuelto lo profundo, pero hay casos donde eso no va a pasar. Sobre el mito de la profundidad, no hay mucho que decir. El hecho de que pensemos que una terapia es más profunda que otra se basa en la aceptación de esa hipótesis. Es decir, que hay algo más o menos profundo que resolver. En nuestra práctica clínica vemos cambios que nos hacen pensar que las personas han hecho un buen trabajo con las sesiones que han dedicado a mejorar sus vidas. Pretendo decir que no hay terapia profunda, sino que hay buena o mala terapia. Esa es la cuestión. Si la terapia es buena, habrá cambios. Nosotros, además, intentamos que la terapia sea buena y no ocupe demasiado tiempo. El principio de economía, tanto de tiempo como de dinero o energía, rige nuestro quehacer cotidiano.
James Hillman, director del Instituto Jung en Zúrich, escribió un artículo que recomiendo a todos los lectores, que se llama «Cien años de psicoterapia y el mundo está peor», y es un artículo excelente en el que dice que a le terapia muchas veces le falta la dimensión política, devolver a la sociedad lo aprendido en terapia. Si yo quedo terapeutizado o hiperterapeutizado, pero quedo inactivo porque tengo miedo a retraumatizarme, James Hillman dice que la curación no se ha dado. Cuando yo someto mi acción a la vida es cuando yo puedo demostrar si estoy curado o no estoy curado.
¿Cuál es la mejor manera de ayudar? Haces un curso para curar el trastorno de la ayuda compulsiva, ¿qué es eso?
¡Ja ja! Desde hace un tiempo pienso en que, en muchos escenarios terapéuticos, en las ciencias de la salud, por ejemplo, se corre tanto a ayudar que la gente no puede seguirnos. Me refiero a que las personas necesitan ver respetado su proceso subjetivo para cambiar. La gente se queja y los profesionales saltamos como resortes para ofrecer nuestra ayuda. Paradójicamente, cuanto más pretendemos correr a aliviar la situación, más se bloquean las posibilidades de cambio. A ver cómo lo explico; el otro día se quejaba una profesional de servicios sociales de que un usuario de su servicio había acudido diez veces y no había hecho nada de lo que ella le decía. La mujer estaba harta y frustrada. Al revisar sus entrevistas nos dimos cuenta de que cada vez que el usuario se quejaba ella le decía lo que tenía que hacer. Así una y otra vez. No tuvo una visión a medio plazo y repitió las sesiones. Es decir, proponer el cambio tras algunas visitas, posponer la intervención hasta que la persona nos indica que va a seguirnos en nuestra propuesta. Los médicos conocen bien el paño. Cambiar hábitos es cuestión de varias sesiones hasta que la persona visualiza que el cambio es factible, es entonces cuando el profesional debe dar su indicación terapéutica. Si no se hace así, es como el día de la marmota. A veces, hay que esperar un poco antes de ayudar, procurar que la persona esté permeable a nuestras sugerencias es la base del éxito en terapia breve.
Y si no desean cambiar, ¿por qué acuden a la consulta? ¿De qué modo la persona indica que va a seguirnos en la propuesta que le hacemos?
Toda persona que acude a terapia quiere cambiar algo de su vida y eso es justamente el problema. El intento de querer cambiar o ser otro, además, de desearlo de un modo drástico es el problema. El principio de todo es aceptar cómo soy y modular aquellas partes de mí que me generan dificultad.
Hay un libro de Josep Darnés en el que cuenta que ha pasado por todas las escuelas…
Fue nuestro paciente y le dimos de alta porque él sabía más que nosotros de lo que le pasaba, porque es un tío inteligente. Él era uno de los que quieren ser otro. Venía diciendo que sus padres le habían pagado una carrera de Ingeniería, y ya sabes que eso no lo aprueba cualquiera, había estudiado en Estados Unidos, tenía máster en no sé qué, es director de cine, un máster en ESADE, pero ni ha hecho una película, ni trabaja en una multinacional, ni se ve trabajando. Entonces decía: «¿Qué voy a hacer? ¿Cómo voy a casa de mis padres? Soy un fracaso». Josep podría ser el terapeuta más formado que existe. Pero solo cuando se dio cuenta de que no está tan mal ser como es, empezó a pensar que tenía que escribir ese libro.
En realidad, ¿las personas se quieren curar o no? ¿O solo en parte? ¿Cómo podemos saberlo?
No suelo hablar en términos de cura, y por eso me presento siempre como un fontanero psicológico. Yo creo que en la psicología hay arquitectos, gente que piensa en la arquitectura psicológica. Yo me pongo en una posición más de fontanero, y digo: «Cuando tenemos un escape, un buen fontanero te lo arregla», y a lo mejor tú tienes buena vida y dices: «Oye, que aquí tenía una humedad». Entonces, cuando hablamos del concepto curación, quizás yo no sea la persona más adecuada a la que acudir. Igual ya ha llegado un momento, después de tantos años, en que la gente que viene ya sabe lo que va a encontrar. La gente entra en un problema e intentamos manejar ese problema, incluso mediante el lenguaje descategorizándolo como trastorno de la personalidad. A lo mejor te dicen: «Es que tengo un trastorno depresivo», y les dices: «¿Desde cuándo estas triste?», «¿Lo ha traído? ¿Dónde lo tiene? ¿Cuánto pesa?» [risas].
Para querer curarse, primero se debería estar enfermo. Los problemas humanos no siempre son enfermedades, sobre todo en lo psicológico. Hay ocasiones en que ni siquiera estamos del todo de acuerdo con nosotros mismos en hacer cosas. Las ambivalencias sobre las cosas que queremos son el gran problema de los terapeutas. Si alguien viene a terapia porque desea ser más organizado, pero se siente un desastre, y el terapeuta pretende ayudarle, probablemente ambos van a fracasar. Si el terapeuta fracasa en aquello en que su paciente falla recurrentemente, dirá que el paciente se resiste a la curación. No es exacto. La elección del terapeuta de posicionarse en el lado «organizado» ha sido el inicio de una mala terapia. Los terapeutas deberíamos esforzarnos en entender la estrategia del cambio, ahí suele haber lagunas formativas, a mi entender.
Parece ser que para el ser humano estar en contradicción es más una regla que una excepción, ¿no? Como dice nuestro amigo Pau Oller: «Mi vida es una pura contradicción, afortunadamente». Hay gente que, si le planteas que está en contradicción, se enfada contigo.
¿Qué ha pasado con el bueno de Pablo Iglesias? Es un caso paradigmático, es una contradicción. El hombre se compra una casa de seiscientos mil euros con su mujer, pero, bueno, ¿lo puede pagar? Sí. ¿Lo paga de una manera transparente? Sí. A mí me sale un poco hacerle de padre y decirle: «¿Tú cuentas que vas a vivir de la política y vas a cobrar esta pasta? ¿O es que tú tienes una plaza en la universidad o algo con lo que tú sabes que vas a poder pagar esta hipoteca?», si es así, pues adelante, pero no deja de ser un poco contradictorio, porque debería ser que, por ser un hombre de izquierdas y de profunda convicción, tendría que vivir en una chabola y lo que le sobra dárselo a los pobres. Él debería trabajar para que todos tuviéramos una casa de seiscientos mil euros [risas], es el socialismo de élite.
Hay un artículo en tu blog que me ha encantado. ¿Qué son los «monguer emocionales» que nos rodean?
Cuando tú vives con alguien, por ejemplo, o trabajas con alguien, pretendes que sea otro y nos enfadamos con esa persona. Sufrimos mogollón en la vida en ese deseo de querer cambiar al otro y acabamos viéndolo como un monguer. Al final dices: «Tío, tampoco te cuesta tanto cambiar eso». A mí, mi mujer me dice: «Guarda la chaqueta en tal sitio», y yo siempre la dejo en otro sitio; son ya diecisiete años los que llevamos juntos, y me dice: «Tío, parece que lo haces para joderme, si sabes que está ahí la percha». Sin duda alguna soy su monguer, porque ella debe hablar con amigas suyas, otras «perchadoras», y deben sentarse a tomar un café y empezarán: «Pues mi marido no coloca la chaqueta», y otra dirá: «Pues el mío tampoco», y deben decir: «¿Cómo pueden ser tan burros?». Así pues, el monguer emocional está en cualquier esquina, es aquel que yo quisiera que fuera diferente. Te das cuenta, obviamente, de que al final lo que propone el artículo es decir: «Oye, que tú eres el monguer de alguien». ¡Después de quejarte todo el día de los monguer, tú eres el monguer de alguien! [Risas] ¡Todos somos monguers!
Cuando haces psicología en España, lo normal es especializarse en cognitivo-conductual o psicoanálisis. ¿Por qué te decidiste por terapia breve?
Cuando acabé mi historia deportiva decidí hacer neurolingüística. ¿Y por qué decidí ser psicólogo? Porque pensé: «Bueno, es lo que más se parece a la neurolingüística en términos de ejercer. Si yo quiero hacer neurolingüística, ¿qué debería estudiar que me sirva para eso?», entonces decidí estudiar Psicología. La terapia breve me convenía al ser prima hermana de la neurolingüística y de la hipnosis. Soy un friki de esas cosas.
¿Se necesita ser psicólogo para ser terapeuta?
No, de hecho, quizás muchos de los mejores terapeutas no hayan sido psicólogos. Ahora bien, mi padre decía: «Si hay que ser gilipollas, sé gilipollas con carnet», por lo tanto, siempre recomiendo a la gente que se dedica a la terapia, y que es buena y que lo hace bien, que estudie la carrera. Mi esposa, por ejemplo, es una gran terapeuta, es antropóloga, estudió un máster en Terapia Familiar Sistémica y yo la considero una terapeuta excelente. Ella a veces me dice: «A veces eres muy corporativista con los psicólogos», y yo le digo: «Soy psicólogo y tengo, de alguna manera, que hacer equipo con los míos».
Hay personas que hacen un máster y a lo mejor no se enteran de nada, y mañana pueden impartir clases, incluso hacer terapia. ¿No hay control en ese sentido?
El hecho de que seas psicólogo no es garantía de nada. Tengo un vídeo, que dura un minuto, y digo que lo que hay es mucho psicólogo de mierda. Está en YouTube, por si os queréis descojonar.
¿Qué relación tenéis con los psiquiatras? ¿Recibís pacientes con trastornos muy graves?
En nuestro ámbito de trabajo no vemos muchos pacientes con trastornos mentales severos. Hay casos donde he sugerido a la persona ir al psiquiatra y ha habido casos donde le he sugerido a la persona que abandone el psiquiatra. Siempre es una sugerencia y es la persona la que tiene que acabar de decidir. Con respecto a la farmacoterapia, no tengo nada en contra de los fármacos, pero estoy bastante en contra de cómo se prescriben.
Según el DSM5, el 50% de la población tenemos trastornos mentales…
Yo estuve no hace mucho en un congreso viendo una conferencia sobre el trastorno disfórico premenstrual. El trastorno disfórico premenstrual tiene como target a tres mil millones de mujeres en todo el mundo y hay tratamientos con antidepresivos y con terapias. Si tres días antes de que te venga la regla te viene la llorera y te viene la tristeza, te tomas un antidepresivo. Tú dices: «¿Será que esto es la solución?», porque la medicación les ha ayudado profundamente.
Un paciente me dijo: «Tomo una medicación desde hace diez años y mi mujer no quiere que la tome porque es naturista. Sin embargo, a mí me ha ido bien, ¿qué hago?», entonces a veces hemos tenido que entrenar al tío para pelear con la mujer en lugar de dejar la medicación, porque, si esa persona se ha mantenido estable y con una buena salud, ¿por qué tiene que dejarlo? ¿Porque tu mujer sea naturista y a ella le molesta? Pues que no se lo tome ella.
O al revés, ha venido gente con una ansiedad brutal y les hemos tenido que decir: «Tómate algo y duerme una semana». Creo que en la epistemología de la terapia breve eso entra, es decir, no sigas cometiendo el mismo error que comete el paciente, aunque vaya en contra de mi pensamiento. A mí no me gusta que por norma se tome medicación, pero, si estás evitándola, estás cometiendo un error.
¿Crees que está la sociedad occidental sobremedicalizada?
Absolutamente, pero quiero pensar que no es malintencionado. Hoy, hablando de la supervisión de los servicios sociales, me comentaban que había un caso de un niño de once años al que desde los cinco o seis años se le diagnostica un trastorno de hiperactividad, porque es un niño que monta pollos en clase. Se le da un tratamiento farmacológico; como no va bien y el niño continúa montando pollos en clase, le aumentan la dosis; como no va bien, le aumentan la dosis y le añaden un antipsicótico, y resulta que este niño tiene once años, sigue montando los espectáculos, toma medicación antipsicótica, toma medicación anfetamínica, y no han resuelto los síntomas que justificarían este tratamiento. Entonces pienso: «¿Cómo no hay un profesional médico que se dé cuenta de que después de diez años de tratamiento no tenemos cambio?». Y que no haya alguien que diga: «Mira, follón por follón, quitémosle esto, vamos a hacer otra cosa, o vamos a pensar, o vamos a atarlo a este tío, pero vamos a ahorrarle unos efectos secundarios terribles». Y, como este, hay veinte mil casos.
Otros te vienen y te dicen: «Yo me tomo una pastilla para dormir por si no duermo», y tú dices: «Bueno, pero es que llevas tomando quince años pastillas para dormir por si no duermes una noche». Es lo que llamamos en terapia breve la ayuda nociva, una demanda de ayuda que te perjudica, esa ayuda te hace cada vez más débil. Cuanto más solicitas esa ayuda, más débil eres, no menos.
¿Y como solución breve no es mejor tomar píldoras?
Hay un caso para cada cosa. Las píldoras pueden resultar útiles a algunos pacientes, y son interesantes en ocasiones. La terapia breve es psicoterapia, conlleva aprendizajes por parte de la persona que es atendida por el terapeuta y facilita un proceso de autoconocimiento que puede ser muy útil para el paciente en el futuro. Aprender a manejar cosas como el miedo, la rabia, la tristeza, la ira, el dolor, el desamor, etc., siempre es un tesoro que una píldora no podrá brindar. A la píldora lo que es de la píldora [risas], hay que recordar que la terapia breve no es correr, ni andar sobre los problemas con superficialidad restándoles su verdadera importancia. La terapia breve trata de cuidar al ser humano en toda su extensión, teniendo en cuenta lo que le afecta a él y a su entorno.
¿Hasta qué punto el síntoma es simplemente una peculiaridad o rareza de la persona? ¿Cuándo es un desorden o solo una peculiaridad?
Las personas somos raras, peculiares. Un buen amigo solía decir que si pasaras tres minutos en el cerebro de otro, sería un viaje muy psicodélico. Una peculiaridad que nos hace sufrir o percibimos que daña a nuestro entorno, a la que le añadimos intentos infructuosos de solución que empeoran la situación, nos coloca en el trastorno. Quiero decir, que un problema al que nuestras soluciones están alimentando se convierte en un trastorno, un problema diabólico. Si nos apercibimos de ello, tal vez es el momento ideal para buscar ayuda.
Has dicho que no quitas síntomas, entonces, ¿qué haces?
Tratamos los síntomas, no los tememos. Ayudamos a nuestros pacientes o las personas que nos consultan a hacerlos desaparecer o a vivir muy adecuadamente con algunos de ellos. Para nosotros, aliviar al paciente de sus síntomas es parte vital de nuestro trabajo. Si realizamos bien nuestra tarea, la persona aprende a eliminar sus síntomas o dificultades por su cuenta y aprende a qué hacer con ellos.
¿Para qué puede servir un síntoma?
No sé si todos los síntomas sirven para algo. Desde luego, a la persona que los sufre, al parecer, no le sirven. En ocasiones, parece que detrás de los síntomas hay cosas que luchan por ser ocultadas, o bien por salir a flote. Los síntomas atraen nuestra atención, en ocasiones de manera brutal. Eso impide que las personas que los padecen puedan atender a otras cosas, pero hay momentos en que el síntoma solo es eso, un error de gestión. Desvelar ambas cosas es un reto para nosotros como terapeutas, saber cuándo es un error de gestión, de relación con lo que pasa, ahorra algunos sinsabores a nuestros clientes.
¿Hasta qué punto es fácil quedar traumatizado?
Quedar traumatizado es un éxito neurológico. No es fácil. Tal vez estaría el mundo aún peor de lo que está si traumatizar a la gente fuera tan fácil. Es cierto que hay historias muy duras, de personas que han padecido situaciones muy difíciles, horrorosas, y se han traumatizado. Es cierto también que hay personas muy sensibles, a las que algunas situaciones de la vida las llevan al trauma. Sin embargo, mi interés se centra en cómo las personas nos relacionamos con nuestros traumas y las emociones que ello conlleva. Cómo nos relacionamos con el miedo, con el dolor, con la rabia, etc. Eso es lo que me llama poderosamente la atención.
¿Cuándo crees que no es conveniente ir a terapia?
Creo que cuando uno ha hecho muchas terapias y no han resultado demasiado eficientes, sería conveniente no hacer terapia. En cualquier caso, la inconveniencia de la terapia no es asunto fácil para los que tenemos como profesión prestar atención a los problemas de las personas. Para el ojo entrenado, clínico, nadie parece estar bien del todo, y probablemente hasta el más ecuánime de los seres necesitaría de una buena revisión. Esto nos lleva a que el buen profesional de la terapia pueda seguir algunos algoritmos que le permitan no inmiscuirse demasiado en la vida de los demás. Destacaría tres puntos:
- La terapia ha de ser demandada: la base del éxito es que la gente la pida. Las personas forzadas a ser atendidas en procesos terapéuticos suelen sentir que ello es una pérdida de tiempo.
- Si no está roto, no lo arregles: si la persona o personas que acuden a terapia no se han quejado de algo, quizá lo mejor sea no hacer terapia ahí.
- Si sientes que aún puedes resolver tus dificultades por tus propios medios, en principio hay que confiar. Si no resuelves tus cuitas, tal vez empeores y entonces sea un buen momento para la terapia.
¿Y cuándo es conveniente?
Es conveniente cuando nos damos cuenta de que nuestra manera de abordar una situación nos desborda, o la empeora. También es conveniente cuando uno/a siente que las cosas se van al carajo. En fin, está mal que lo diga yo, pero hay un sinfín de motivos para los que las personas podrían ir a practicar una buena terapia. De hecho, estaría bien ir a terapia para aprender cuándo NO ir a terapia [risas].
¿Cómo sabemos que se ha acabado la terapia?
Parece que la gente se da cuenta. En nuestro enfoque, cuando la queja ha desaparecido o cuando el paciente siente que el trabajo se ha realizado. En ocasiones, tras haber resuelto alguna cosa, se plantean nuevas demandas y se evalúa en equipo, entre paciente y terapeuta, si se justifica una nueva terapia.
Hay personas que tienen un concepto muy alto de sí mismas y no son conscientes de tener un trastorno. ¿Deben ir a consulta?
Tienen que ir los que están a su alrededor [risas], es así. Imagínate que toda la familia vaya detrás del cuñado para que vaya al psicólogo, el cuñado dirá que los que tenemos que ir al psicólogo somos nosotros. El cerebro es polar y no hay nada más aburrido que una película en la que todos se amen de principio a fin, tiene que haber siempre un contrapunto, una oveja negra, un malo, una madrastrona que machaca a una hijastra… Una señora me dijo a mí en consulta: «¿Se imagina que todo el mundo se ayudara, que fuéramos felices, que los arboles crecieran, la salud de la Tierra…?», y le digo: «Sí, señora, eso se llama brote psicótico» [risas]. Nosotros conocemos la felicidad porque conocemos la infelicidad. La filosofía zen, la filosofía oriental, está harta de decirnos que lo que hay que hacer es sostener las polaridades, pero intentar ser feliz o querer ser feliz es forzar una cosa que debe de ser espontánea y que te aleja de la felicidad. Querer ser feliz te aleja de la felicidad, otra cosa es ser capaz de darte cuenta de «qué feliz soy», o por ejemplo «mira, qué guapo voy», o «qué orgasmo he tenido»… De la misma manera que algunos programas nos ayudan a racionalizar la infelicidad, nadie nos enseña a dosificar los orgasmos.
A mí me da mucha risa, porque me mandan un e-mail y me ponen: «Te llamamos del Centro de Atención Primaria de Manresa y nos gustaría que vengas a darnos un taller sobre la gestión de las emociones», y yo digo: «Pero si las emociones no hay que gestionarlas». Lo peor que puedes hacer con una emoción es gestionarla, porque entonces no la sueltas. Cuando tienes un orgasmo, ¿tú gestionas el orgasmo? ¿Tú dices: «Me voy a guardar un poco para luego» o «Grita un poco menos»? No, tú tienes un orgasmo y dura lo que dura.
A lo mejor la ira sí hay que gestionarla para no acabar en la cárcel…
Si acabas en la cárcel, es porque el exceso de control te hace perder el control de la ira. A veces hay que ir soltando. La gente salta por un exceso de control. La ira es también evolutiva para defender la vida, el tema es la dosis. Muchas veces viene aquí la gente y me dice: «Yo lo pago en mi casa, tengo ira en casa», y le preguntas por su día y resulta que es un tipo que está aguantando todo, está aguantando al jefe, está aguantando no sé qué… y es verdad que explota en casa y lo pagan los que no deben, pero a ese tío hay que enseñarlo a explotar durante el día, no a controlar también la noche porque entonces le saldrá una úlcera. Es decirle: «Tío, tú tienes un jefe, ¿no?, ¿y tú te has cagado alguna vez en su cara?». Y te dice: «No, porque es mi jefe»; «Pues de vez en cuando le puedes decir: «Mira, no es nada personal, pero me cago en tus muelas»». Es enseñar a la gente esa cosa de ser asertivo.
En terapia breve normalmente se encargan tareas al cliente, ¿este debe comprender las tareas que se le prescriben antes de hacerlas?
En terapia breve damos a las personas tareas a realizar para ayudarles a cambiar lo que les pasa. Hay diferentes fases en el proceso de la terapia, de manera que, según en la fase en que nos hallemos y dependiendo del caso, podemos ser más explícitos o no con las tareas. En algunos casos, mantener el misterio de la tarea forma parte del principio terapéutico, en otros, en cambio, la gracia radica en una explicación más pedagógica.
En alguna ocasión te he oído decir que es necesario hacer un contexto factible para el síntoma. ¿A qué te refieres con eso?
La terapia basa su juego en crear un contexto factible para la resolución del mismo. El estudio de cada caso nos permite rediseñar lo que está ocurriendo para que la persona pueda actuar de manera diferente. Creo que hay que promover la posibilidad de que el paciente cambie proporcionándole un contexto adecuado para que eso suceda. La terapia es en no pocas ocasiones un juego contextual.
¿Cuál es el procedimiento que empleas?
El procedimiento de la terapia breve es estructuralmente sencillo. La terapia consta de tres fases, la primera de ellas tiene que ver con calibrar y entender cuál es el problema presentado por el paciente y cómo este ha intentado resolverlo hasta el momento. Es crucial darle a entender al paciente que ha sido comprendido. Son sesiones vitales, donde el terapeuta hace mucho del trabajo necesario para la solución. En muchas ocasiones veo ofertas de centros de psicología que ofrecen una primera sesión gratuita, es una pena. La primera sesión es tan importante que el éxito de la terapia se basa en un 80% en el trabajo realizado en ella. La segunda fase de la terapia se orienta hacia el desbloqueo de los síntomas y a que los pacientes recuperen el control sobre lo que les está pasando. Si estas dos fases son exitosas, la tercera fase es la del camino hacia que la persona sea más autónoma y de la consolidación de sus recursos personales.
¿Y todo esto de dónde viene? ¿Te lo inventaste tú? Los terapeutas breves ¿son lingüistas, psicólogos, educadores, antropólogos…?
No lo he inventado yo [risas], la terapia breve es un modelo de resolución de problemas basado en la parte práctica del pensamiento filosófico. De ahí que psicólogos, filósofos y otros profesionales puedan beneficiarse de esta manera de entender los problemas. Como punto de vista pragmático, bebe de muchas fuentes, de la antropología, de la medicina y la psicología, de la lingüística, la semántica general, y de la cibernética o la teoría de los sistemas. Sin embargo, siento que eso no es lo importante para mí, lo que lo hace beneficioso es el impacto que tiene en la vida de las personas. Quiero decir, que si una terapia no es práctica no me sirve para nada.
¿Cuál es tu relación con las redes sociales?
Tengo buena relación con las redes sociales, me interesan. A veces me cansa la polémica acerca de la cientificidad de la psicoterapia y su supuesto pseudocientifismo. Creo que la psicoterapia nunca va a poder pasar por la ciencia formal, podíamos hablar de un continuum y estaríamos en el lado bajo de la parte científica, quizás los psicoterapeutas estamos en el lado bajo porque tampoco hacemos demasiados estudios y creo que tampoco estamos demasiado interesados en validar nuestra propia eficiencia.
Quitando lo anterior, a mí las redes sociales me sirven para estar en contacto con la gente, y para mí son una fuente de clientes. Aunque les dedico cierto tiempo, me compensa. Mi amigo, el experto en marketing y comunicación Chema Carrasco, suele decir que lo que no se cuenta no existe. Eso es parecido al aforismo del obispo de Berkeley, ¿no?
¿Qué recomendarías para vivir una vida digna de ser vivida?
Has dicho una cosa que es importante, que es la dignidad. Una amiga, Marina, me decía, desde una perspectiva muy estoica: «Todo el mundo lleva una cruz y la gente la va llevando más o menos como puede», y hay gente que parece que no puede con su cruz, y muchas veces le cogemos la cruz al otro, igual como terapeuta, como amigo o como ser querido, como diciendo: «Tú no puedes, dame la cruz»; y cuando le quitamos la cruz al otro, le quitamos la dignidad muchas veces, es como decirle al otro: «Tú no puedes con tu cruz», y eso es una mierda, porque cada vez esa persona es más floja y se va incapacitando. Marina decía, de una manera muy poética: «La verdadera madurez se alcanza cuando uno es capaz de admirar la cruz del otro sin cogerla», es como decir «Qué cruz más bonita llevas». Y parte de la terapia es enseñar a la gente su propia cruz, ver que es bonita y que no tienes que estar contento de llevar esta cruz. No has de estar feliz de llevar esa cruz, pero la llevas con dignidad y, lo más importante, todos tenemos una. Todos tenemos un problema, un hijo con un problema o una madre con un problema o un padre con un problema, todos tenemos cerca a alguien. Nosotros cargamos con un problema y, entonces, ¿cómo se lleva una vida con dignidad? Quizás aprendiendo a devolverles la dignidad a los otros cuando los vemos con un problema, y en lugar de decirles «Lo que tienes que hacer es esto» o «Lee el libro de tal»… porque si el día de Sant Jordi te compras un libro de autoayuda, que tiene un título del tipo Sé feliz, y se lo regalas a un amigo, ¿qué le estás diciendo? Le estás diciendo: «No me rayes, cabrón, que eres una mierda, léete este puto libro y deja de rayarme a mí». Entonces, ¿cómo devolvemos la dignidad a alguien que nos cuenta un problema? Hay que decirle: «Tío, me sabe mal que tengas este problema», y punto, no tiene arreglo, «Me duele mucho que tengas este problema, pero confío que vas a encontrar alguna manera de sobrellevarlo».
¿Tú das consejos?
Sin cobrar, no [risas]. Mi barrio era un barrio de hostias, y un día se lio en el bar la de los pájaros: botellas volando, yo salté, estábamos todos los karatecas y saltamos a pegarle a uno que le había dado un botellazo a un abuelo que estaba allí, y cuando iba a darle, me coge la mano mi amigo Antonio Guinaldo, campeón de Europa de boxeo, y me saca del bar a rastras, me lleva fuera y le digo: «Tío, ¿qué haces? Si estás tú», como diciendo: «Es el día, yo le pego y tú me defiendes», y me dice Antonio Guinaldo: «Yo soy un profesional, yo solo me pego cobrando», y esta frase se me grabó.
Yo me voy a una boda, tú me cuentas tu vida, y yo pienso: «Pues muy bien, esto tiene arreglo cobrando», es decir, consejo sin cobrar, no. En algunos ámbitos pasa mucho, la gente que estudia alguna cosa y se ponen compulsivamente a cambiar los hábitos de vida de los demás, y yo les digo a estas personas: «El tío ha venido aquí a decirte que anda mal y tú le estás cambiando la vida, espérate un rato, colega» [risas]. Entonces piensas y le dices: «¿Te lo están pagando? Pues, si no te lo pagan, no le cambies la vida, déjale que digiera la vida como quiera. Ya vendrá a decirte «Dame hora en tu consulta»».
Madre del amor hermoso, interesante las respuestas del entrevistado, pero ¿de dónde habéis sacado al entrevistador?
¿En España lo normal es especializarse en psicoanálisis o cognitivo-conductual tras la carrera? ¡Pero si tenemos el menor número de psicoanalistas en todo nuestro lado de Europa! No conocí compañeros psicoanalistas hasta que salí de España, y principalmente en Inglaterra.
¿Según el DSM-5 el 50% de las personas sufren un trastorno mental?
En fin. Por lo demás, interesantes reflexiones sobre la terapia breve, y me alegro de ver que otras orientaciones (no cognitivo-conductuales) arraigan con fuerza no sólo en centros privados, pero también en universidades como la de Barcelona: buena noticia lo de ese máster.
Me ha llamado la atención lo de que su mujer ejerce como terapeuta sin ser psicóloga o psiquiatra. Me parece bien, que conste, la antropología es una buena base si le sigue una formación completa en psicoterapia, terapia personal y supervisión. Aquí en Inglaterra no es infrecuente, y el título de psicoterapeuta (no psicólogo) está regulado. Pero tenía entendido que ejercer la psicoterapia en España, sin ser psicólogo sanitario o clínico o médico psicoterapeuta, era ilegal. ¿Alguien me lo podría aclarar? Llevo varios años fuera y estos cambios de 180º que pegan con la legislación me han dejado bastante confundido.
Todo el articulo rezuma un poco de aquí y un poco de allá.
Con todos los respetos este señor se ha buscado la vida a salto de mata.
Filosofando.
Hola Víctor, me encanta la entrevista, define mucho tu manera de ser y de tratar al personal. Como ex-paciente/cliente tuya y después de una brevísima terapia ante un lío que tenía y que no sabía como digerir, te doy las gracias y te recomiendo encarecidamente a mis amigos. El lío continua, por cierto, porque no puedo cambiar la vida de los demás, pero «y qué»? El almax va muy bien. Hay que aceptar lo que los otros quieren ser/creen ser y, si es posible, que no estorben nuestro camino si nosotros queremos hacer otra cosa. Un saludo de una que vino a verte hace un par de años.
La última parrafada de la entrevista es la madre del cordero. Todas las personas en el mundo, como no puede ser de otra manera, tenemos graves problemas mentales. Incluyendo a todos los psicólogos, psiquiatras y terapeutas varios que pretenden poder curar o al menos paliar el sufrimiento mientras cobran por ello. Es que ni loco voy a ir a pagar ni cinco, a espabilados que son solo pobres seres humanos como yo, vamos que no tienen ni idea de nada al igual que el resto de la humanidad.
Antes que nada declaro mi poco conocimiento de la tecnica de estas disciplinas asociadas a la psiquis, pero, cómo se llega a establecer que el 50% de la población sufre algún transtorno mental? No creo que las encuestas consten in situ de una terapia breve para individualizar un trastorno. Y que pautas de comportamiento manifiestan los sanos? Para mi que el cien por ciento sufre, en mayor o menor medida, porque nacer, existir y morir es un drama que solo el instinto, la cultura y el buen humor lograr poner en segundo plano. Al igual que a otros amigos como yo, medios burgueses, más o menos satisfechos y por lo general cultos, tuve la necesidad de recurrir a un psicologo, y resultó que, al final, habíamos descubierto a un sincero amigo, que nos dejaba hablar sin interrumpirnos, que se emocionaba con lo nuestro, no nos obligaba a nada. Un enamoramiento a prima vista. Amore, caro mío, Amore. Muy buena entrevista. PD: Siempre asocié las figuras de estos profesionales del alma a una conducta introvertida, solemnes, siempre en observación, nunca a un muchacho iperactivo, musculoso, recio que no escatimaba andar a los botellazos en bares de mala fama. Gracias por la lectura.
No te preocupes, Eduardo, más que un “hecho psicológico” lo del 50% es algo que el entrevistador se ha sacado del bolsillo.
La prevalencia de trastornos mentales se estima en torno a un 10%, pero comprendiendo que es un continuum (pues, como bien dices, todos llevamos sufrimiento existencial y síntomas menores) donde establecemos un “punto de corte” por conveniencia clínica.
Ese porcentaje exagerado viene (descontextualizado y exagerado) del manual de trastornos mentales de la psiquiatría americana, el DSM. La mayoría de psicólogos, y varios psiquiatras, son muy críticos en cómo se ha ido haciendo más amplio cada vez, creando falsos positivos (diagnosticando a quien está sano) y, según algunos, creando una sobre-medicalización que interesa a las farmacéuticas.
Asi que la prevalencia es nada cercano al 50%: por lógica, eso significaría que es normalidad (si todos los hombres son unos mentirosos…).
Un saludo.
Hola, lo del 50% es sarcástico y está relacionado con la obsesión por clasificar problemas de la vida cotidiana como trastornos mentales. El Dr. Allen Frances que dirigió durante años el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM) ha criticado en ese sentido duramente la última versión del manual.
Aquí se puede leer la entrevista que le hicimos en Jot Down:
https://www.jotdown.es/2016/03/allen-frances/
O también más cortita en El País
https://elpais.com/sociedad/2014/09/26/actualidad/1411730295_336861.html
En cualquier caso esta hiperinflacción de los trastornos mentales como le llama el Dr. Allen Frances es una visión que comparten muchos psquiatras y psicólogos.
Siento no haber sabido trasladar el tono irónico de la pregunta al enunciado de la misma.
Muy interesante la lectura, la frescura de Amar. La ligereza del enfoque breve estratégico, lo práctico que resulta … nos enseña, más que a disolver el dolor, a mirar a la vida con espontaneidad, a pensarla más y a rayarnos menos.
Solo un pero: el comentario sobre Iglesias es un fuera de curva total. Recomiendo seguirle en facebook.
Pues no entiendo yo eso de que «el mindfulness ha hecho mucho daño», o de que lo asocie, o más bien confunda, con pensamiento positivo, cuando en realidad significa precisamente vivir el momento presente. Nada que ver con un pensamiento positivo artificial. Quizás haya quien le esté dando un significado diferente, no sé, pero no es ninguna novedad, es algo que siempre ha estado presente en la filosofía oriental, o incluso el estoicismo. Tampoco la meditación se trata de sentarse a no pensar, sino de que los pensamientos no te dominen, sino tu dominar a tus pensamientos; ni de que te tengan controlado, sino de tú estar en control. Si ha hecho algún daño será una distorsión de la idea, no sé que es lo que se «vende» en España como mindfulness, o lo que tanto entrevistador como entrevistado entienden que es.
Por cierto, que menudo h.d.p. debía ser ese tal Martin Seligman, desde luego nada que admirar por mi parte. Dudo que alguien con ese nivel de «empatía» pudiera ayudar a nadie, si hace falta llegar a ese nivel de abstracción o separación de la realidad, o humanidad, para darse cuenta de algo, no se es muy observador que digamos.
A mi también me ha llamado la atención el concepto que tiene sobre el mindfulness. Los practicantes no son personas que meten la cabeza en un agujero cuando hay un problema. Lo único que hacen es no dejarse abrumar por las emociones, y con ello, no distanciarse del momento presente. Eso si, en vez de cagarse en las muelas del jefe, se inmolaban para que el mundo prestara atención al acoso del Vietnam del sur al budismo.
Madre mía! Estas disciplinas jamás me ha convencido del todo, pero el objeto investigado es apasionante si no fuera tan dificil seguir los razonamientos que, para colmo, son manifestaciones del mismo objeto. Y encima con tantos términos incomprensibles. Me quedo con la poesia, primer síntoma de buena insanía y remedio pasajero..
Que las aves vuelen
no sería un problema,
porque, después de todo,
sería fantástico volar,
así libres y leves,
escasos de carne,
y con poco esfuerzo no llegar
a ninguna parte,
lejos de esta tierra
y de su gravedad.
El problema es que existan
las aves.
Gracias de nuevo.
Excelente entrevista.
Me llama la atención que este señor se meta con un compañero de profesión (no explícitamente, pero lo está menospreciando claramente) por haber «parafraseado» a otro autor y él mismo reconozca que ha copiado a todo kiski.
Siempre resulta interesante conocer el pensamiento de cualquier psicoterapeuta, sea para aprender o desaprender, para coincidir o discrepar, para asombrarse o ensombrecerse.
La mayor coincidencia en mi caso es el argumento de Amat del supuesto cientificismo de las psicoterapias. Debate absurdo donde los haya. La Ciencia es matemáticas, Física y Química. La psicología jamás será predictiva.
Justamente hace pocos días leo una entrevista con un tal Ramón Nogueras. https://blogs.publico.es/strambotic/2018/09/entrevista-ramon-nogueras/
Me abstendré de valorar a dicho señor, salvo por el hecho de que aparte de las descalificaciones e insultos con las que nos obsequia para referirse a aquello con lo que discrepa, algo impropio de un profesional, pero sí a ese supuesto valor científico de su práctica psicoterapeútica y, cómo no, definirse a sí mismo como científico. Arrogancia e insultos, gran combinación para el ejercicio de su profesión.
Celebro leer en Amat, aunque cordialmente discrepe de algunos argumentos o manifestaciones, a un psicólogo/psicoterapeuta que no suelte barbaridades ni se crea el ombligo del mundo.
Saludos
Interesante entrevista, no conocía eso de la terapia breve, en principio parece una buena idea.
Siempre me ha parecido que esas terapias larguísimas a 80 € sesión no eran mas que un sacacuartos disimulado; al contrario que el psicoanálisis, que es un sacacuartos sin disimular.
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Me ha encantado lo de llevar tu cruz con dignidad.Asi lo hago y además me permito decir lo feliciana que soy aún estando bajo continuas tormentas …
Lo que hago es evitar entrar en el juego de lo tóxico,sea de la índole que sea y aunque aveces parezca imposible,evitandolo muchas veces es mejor,ya que mientras,tienes menos «caca» en la cabeza.
Me gusta como piensa y su forma de explicar los diferentes temas.
En todo es imposible estar de acuerdo 😜😂💦💦💦.