Nunca quise dedicarme a esto. Es que es lo único que sé hacer, escribir música. Hay que vivir de algo.
Si lo estoy pasando bien, si soy feliz y las cosas me van realmente bien, ¿por qué iba a dejar lo que estoy haciendo para ir y ponerme a escribir en el piano?
Llegará un día, cuando se convierta en una anciana o cuando ya no esté, en que Fiona Apple será universalmente reconocida como uno de los artistas con más talento de su generación. No es que la crítica no la reconozca, porque en la prensa musical todo son elogios hacia ella cada vez que se la menciona. En mi opinión personal Fiona Apple es uno de los últimos clásicos, uno de los últimos gigantes en ese difícil arte de escribir canciones y uno de mis compositores favoritos del siglo XXI. Pero han pasado dos décadas desde que inició su carrera y muchas veces da la impresión de que se ha desvanecido del planeta. En buena parte, cabe admitirlo, porque ella así lo quiere.
Los más viejos quizá recuerden el momento en que pareció que iba a convertirse en una de las mayores estrellas del negocio musical. Fiona era el sueño de cualquier discográfica, como si alguien la hubiese diseñado en un ordenador: tenía una voz hipnótica, un talento descollante como escritora de canciones —publicó un álbum de debut compuesto casi enteramente cuando era menor de edad—, un estilo propio, una voz reconocible, un toque original como pianista, una gran presencia escénica, una personalidad única y una belleza no menos única.
Y fue una gran estrella, al menos durante un tiempo. Pero había un inconveniente: nunca le interesó mantener ese estatus. Desdeñosa hacia los mecanismos comerciales que todo músico famoso debe asimilar si pretende mantenerse en primera línea, empezó a darle vueltas a la idea de retirarse ya con veintitrés años. No lo hizo, por fortuna, pero tampoco puede decirse que haya sido muy prolífica. Ha publicado solamente cuatro discos desde 1996, el mismo exasperante ritmo de tortuga por el que Boston son célebres (la banda de Tom Scholz lleva en activo desde 1976, con un recuentro total de ¡seis álbumes!).
Fiona Apple no es exactamente un personaje huraño. Sus problemas personales y sus traumas, de los que ahora hablaremos, son bien conocidos. Sin embargo, cuando aparece en alguna entrevista o acto promocional, lo cual sucede muy raras veces, se muestra como una persona abierta y muy natural. Un tanto peculiar también —de lo contrario no sería ella—, pero lejos de la imagen excéntrica que la prensa intentó construir al principio de su carrera. Lo que pasa es que la idea de quedar fuera de los focos nunca pareció inquietarle. Baste un ejemplo: durante la grabación de su tercer álbum, cuando su compañía discográfica quiso meter las narices en lo que ella estaba componiendo, Fiona se fue a casa, se tumbó en el sofá a ver la televisión y básicamente les dio a entender que, por lo que a ella respectaba, no era una tragedia si jamás volvía a aparecer un disco suyo en el mercado. Mantiene un público fiel (sus cuatro discos han ocupado puestos muy altos en las listas) pero su popularidad inicial entre el público general ha ido disminuyendo como efecto inevitable de su desinterés por las convenciones del negocio. Nunca ha hecho el más mínimo intento de recuperarla. Llevamos desde 2012 esperando a que se digne a publicar un quinto disco aunque, como de costumbre, sabemos que lo hará única y exclusivamente cuando le dé la gana.
La industria musical nunca ha sabido muy bien qué hacer con Fiona Apple. Incluso la prensa especializada tardó en empezar a entenderla, después de haberla martirizado con comentarios irónicos y condescendientes durante sus primeros años. Hoy, creo, ya no queda crítico musical que dude de que esta mujer, con independencia de su pereza y su carácter disperso, es un genio. Su música es algo especial, algo que solamente ella puede producir. Fiona solo se parece a sí misma. Sus discos son mágicos y nunca llegan a cansar, pero creo que pasarán años antes de que se la reconozca en toda su magnitud.
No es que a ella le importe, claro. Cualquiera que esté familiarizado con su figura sabe que durante toda su vida ha atravesado por profundos altibajos emocionales que se hacen bien visibles en sus drásticos, y a veces preocupantes, cambios de aspecto. Ha sufrido desórdenes alimenticios, episodios depresivos, trastornos obsesivo-compulsivos y ansiedad, de los que ha hablado alguna vez. Bastante es que hoy parezca tener una vida tranquila. La industria ha entendido que no hay manera de domesticarla y su público, aunque desearía tener más discos suyos, también ha entendido que Fiona tiene su propia manera de hacer las cosas y que eso implica esperar años, o lustros, entre una tanda de canciones y la siguiente. Mientras siga viva y bien, no hay mucho más que pedirle. Ella misma lo confiesa: «Solo trabajo cuando siento que es totalmente imprescindible». Que suele ser cuando se siente mal y tiene algo que canalizar en forma de canción.
Fiona Apple McAfee-Maggart nació en Nueva York en 1977, en el seno de una familia con inquietudes artísticas. Su madre había sido cantante y su padre era actor. Tiene cuatro hermanas y dos hermanos, varios de los cuales cantan o interpretan. Su hermana Maude Maggart, por ejemplo, se dedica a interpretar clásicos de primera mitad del siglo XX, aunque su voz y su manera de cantar son muy distintas. En cualquier caso, Fiona dio indicios de su vocación desde muy temprana edad. Aprendió a tocar el piano de manera inusual, mirando tablaturas de guitarra (en las que se describe gráficamente las posiciones de las manos para tocar una canción) y transcribiéndolas al formato de partitura para piano. Gracias a YouTube, podemos ver unas graciosísimas imágenes en las que una diminuta Fiona interpreta ante la cámara su primera composición, presentándola como «esta es una canción que he hecho».
Su infancia no fue feliz. Cuando tenía unos diez años empezó a sufrir acoso escolar debido a su aspecto físico. Sus compañeros de colegio la llamaban dog, «perra», burlándose de su característica nariz alargada. Angustiada, la pequeña Fiona empezó a hablar de suicidios y crímenes; la dirección de la escuela alertó a sus padres, que la llevaron a un terapeuta. Aquello tuvo resultados contraproducentes o, dicho en sus propias palabras, «la terapia me jodió viva». Fiona ya era de por sí una niña inestable y melancólica, pero lo peor estaba por llegar. A los doce años, en la víspera de Acción de Gracias —ya saben, esa festividad familiar estadounidense similar a nuestra Nochebuena—, un desconocido la violó en el portal de su edificio en Manhattan. Al terminar, le dijo: «Feliz Acción de Gracias. Así aprenderás a no dejar pasar a los extraños». Aquel horroroso suceso le produjo a Fiona un trauma que se manifestó, sobre todo, en una anorexia nerviosa que ha regresado de forma intermitente en varios momentos de su vida. Ella explicó este desorden como una manera de conseguir que su cuerpo dejase de ser «un anzuelo» para los depredadores.
La música se convirtió en un medio para expresar los sentimientos que nadie a su alrededor parecía entender. Salía del colegio pensando en sus cosas, entraba en su casa y se detenía ante el espejo del recibidor, poniéndose a cantar frases improvisadas. Después, se sentaba al piano y buscaba una estructura musical que les sirviera de base (esta, dice ella, ha sido siempre su manera de componer: primero las letras, después el acompañamiento). Sus familiares pronto aprendieron a saber cuándo Fiona estaba disgustada: se oía en la casa el sonido de un portazo, después el sonido del piano siendo, por emplear sus propios términos, «aporreado».
Creció para convertirse en una adolescente extraordinariamente inteligente que desconocía la magnitud de su talento. Su contacto con el mundillo musical era nulo. Después de mudarse a California, su intento de enrolarse en una escuela musical de Los Ángeles fracasó. La prueba consistió única y exclusivamente en cantar para un musical; una extrañada Fiona recordaría después que «era una escuela de música y en la prueba de acceso ni siquiera me pidieron que tocase el piano». La rechazaron por ser demasiado joven.
Entre los dieciséis y los dieciocho años, mientras cursaba estudios normales, compuso un puñado de canciones que grababa en cintas de casete que después repartía entre sus amigos. Aunque aquellas cintas despertaban fascinación en su entorno, ella no pensaba que fuesen a llegar a ninguna parte. Dio la casualidad, sin embargo, de que una de sus amigas se ganaba unos dólares cuidando a los hijos de Kathryn Schenker, que había trabajado como mánager de Sting y como publicista de Bob Dylan y Tina Turner. Cuando Schenker, ante la insistente presión de su canguro, escuchó la cinta, se quedó atónita. Lo que ahí sonaba era algo muy distinto de lo que, por lo general, cabía esperar de una adolescente que cantaba canciones en su casa. Impresionada, le pasó la cinta a su jefe en la división discográfica de Sony, Andy Slater, quien también quedó conmocionado. Al poco tiempo contactó con Fiona y le ofreció un contacto discográfico. Ella, después, lo explicó así: «La cinta fue pasando de mano en mano hacia quienes dirigían la industria. Tuve mucha suerte». Pero no, no era solamente suerte. Fiona era un diamante en bruto, el tipo de talento que se encuentra raras veces en el negocio.
Aquellas mismas canciones que había estado escribiendo durante dos años y que sus amigos tenían en una casete terminarían conformando su primer álbum, producido por el propio Andy Slater y titulado Tidal, fue publicado en 1996, cuando Fiona tenía dieciocho años. Como es lógico, sus composiciones aún carecían de los matices y giros que tendrían las del futuro y sus letras aún eran adolescentes. A su voz todavía le faltaba un punto de madurez. Pero Tidal está sorprendentemente bien si tenemos en cuenta el hecho de que lo escribió antes de cumplir los dieciocho, no es normal que una persona tan joven se saque de la manga un disco de ese nivel. El primer single del disco fue «Shadowboxer», cuyo videoclip empezó a aparecer con frecuencia en la MTV. No es una de mis canciones favoritas de Fiona, pero servía para presentarla al mundo y para que la crítica empezase elogiando su evidente potencial. Ya por entonces se la empezó a comparar con algunos grandes nombres, como una especie de Carole King en potencia.
El segundo single fue la bonita balada «Slow Like Honey». El tercero, «Sleep to Dream», anticipaba las líneas generales que seguiría el estilo de Fiona en su siguiente disco: melodías dramáticas sobre bases rítmicas muy marcadas, algunas armonías inusuales (que aquí solo se intuyen en los arreglitos de piano del final, pero se volverían más habituales en los discos posteriores) y un tono general de solemnidad. En el videoclip de «Sleep to Dream» resultaba evidente su delgadez, pero al principio nadie le concedió mucha importancia y los críticos estaban demasiado ocupados con la sorpresa que provocaba la precocidad de Fiona.
El revuelo se organizó a raíz del siguiente vídeo, el de la canción que se convirtió el principal éxito de su carrera, «Criminal». La historia de la canción habla por sí sola: durante la grabación del álbum, la discográfica pensó que faltaba un tema con vocación de éxito. Sin duda, desde el punto de vista estrictamente comercial y poniéndonos en la piel de los fríos ejecutivos, Fiona era un magnífico producto, pero para sonar en todas partes hay que tener un single que enganche al público. En estos casos de artistas tan jóvenes, por lo general, las discográficas recurren a compositores externos. Ya saben: «Tenemos a esta novata que necesita un éxito, así que contratemos a Fulano y Mengano, y que ellos se encarguen de escribirlo». Sin embargo, cuando le dijeron a Fiona que en el repertorio del disco no veían un hit single, ella se sentó al piano y, al cabo de cuarenta y cinco minutos, apareció con ese éxito escrito. La canción resultante no solo era en mi opinión la mejor del disco, sino la que de verdad hizo que se disparasen sus ventas.
El hecho de que una chiquilla de dieciocho años inmersa en la grabación de su debut para una multinacional hiciera en menos de una hora el trabajo que algún compositor a sueldo hubiese hecho, como poco, en varios días, debería haber centrado la atención de la prensa. Sin embargo, a raíz de este vídeo, a Fiona empezaron a lloverle comentarios despectivos. Era obvio que sufría un trastorno alimenticio, pero la prensa, lejos de apiadarse, se cebó con ella y algunos periodistas escribieron o dijeron cosas increíblemente crueles. Muchos, además, criticaban la imagen sexualizada que ofrecía de sí misma; ella se defendió diciendo que el mostrarse con poca ropa era como una terapia para las inseguridades que le provocaba su escuálido físico: «Si podía desnudarme ante el director del videoclip y el equipo de filmación, era un paso adelante para mí». Además tenía sentido porque la canción hablaba del remordimiento que sentía por haber usado su sexualidad para conseguir fácilmente cosas de algún chico. La actitud del vídeo encajaba con una canción que empezaba diciendo «He sido una chica muy mala», pero no muchos críticos parecieron entenderlo. Aunque «Criminal» ayudó a que Tidal sobrepasara los tres millones de copias vendidas solo en los Estados Unidos, marcó el inicio de una guerra psicológica entre Fiona y la prensa. En su inmadurez, como es lógico, ella no supo tomarse las cosas con humor y los periodistas comenzaron a exagerar cada una de sus reacciones (aunque, vistas desde hoy, se trataba de reacciones más bien inocentes). Fiona, que había sufrido bullying de pequeña, lo resumió así: «Si alguien se burla de ti en los medios, es básicamente lo mismo que cuando alguien se ríe de ti en el colegio. No penséis que estoy paranoica, pero creo que hay algo en mí que hace que los medios de verdad quieran joderme».
Y era verdad, no estaba paranoica. Basta con bucear un poco en la hemeroteca. Creo que parte de todo esto se debió a que Fiona Apple no encajaba en la escena de cantantes femeninas del momento, lo que entonces era llamado el «movimiento Lilith Fair», en referencia a un festival en el que solo actuaban mujeres y en el que ella también participó. La crítica suele percibir a los artistas dentro de categorías cerradas: no solo por su estilo, sino por el sexo, raza, país, etc. Las artistas femeninas de aquella oleada «Lilith Fair», cantautoras en su mayoría, escribían canciones con mensajes sobre la fortaleza e independencia de la mujer, algo que pegaba mucho en aquellos años inmediatamente posteriores al grunge. Se había pasado de los mensajes de descontento y melancolía de cantantes masculinos a los aires reivindicativos de las voces femeninas. Fiona, en cambio, apareció con un disco repleto de traumas y expresiones de vulnerabilidad (incluyendo «Sullen Girl», en la que hablaba de su violación), pero sin moralejas ni mensajes reivindicativos y atreviéndose, además, a no limitarse a sí misma en el papel de víctima. Su «relato», como se dice ahora, no encajaba con las expectativas.
Las cantantes de la escena Lilith Fair solían ser más acomodaticias con la industria, pero Fiona decidió rebelarse y eso empeoró la situación. Aunque Tidal le valió varios premios —entre ellos el Grammy a la mejor interpretación femenina—, ella parecía más centrada en defenderse de los ataques y terminó de ganarse la enemistad de la prensa en la ceremonia de entrega de los premios MTV. Acudir a recoger uno de las más notorias distinciones debía ser uno de los momentos claves de su consagración —la presentó el mismísimo Elton John, para que nos hagamos una idea—, pero Fiona dejó atónitos a todos con un peculiar discurso que, aunque fue aplaudido por el público del evento, enfureció a los organizadores y periodistas. Sí, hoy suena muy inocente, pero entonces supuso todo un revuelo:
Tío, tío… no he preparado un discurso y lo siento, pero me alegra no haberlo preparado. Porque no voy a hacer esto como lo hacen los demás. A toda la gente a la que debería darle las gracias, lo siento, pero debo usar esta oportunidad. Mirad, Maya Angelou dijo que nosotros, como seres humanos, debemos crear oportunidades. Y voy a usar esta oportunidad como quiero usarla. Lo que quiero decir es: a todos los que están mirándonos ahora mismo, todos los que están viendo este mundillo… este mundillo es una puta mentira. [Ante los aplausos de parte del público en el teatro] ¡Esperad un segundo! No deberíais modelar vuestra vida según lo que nosotros pensamos que es cool. Sed vosotros mismos. […] Es algo estúpido que yo me haya metido en este mundillo, pero [dirigiéndose al público] habéis sido buenos conmigo, así que gracias.
Como ven, fue algo bastante inocuo, pero se salía de lo que se esperaba de una artista de moda. Debería haber sido tomado como la expresión de una chica joven que un par de años antes había sido una completa desconocida y que ahora se veía juzgada en todas sus facetas, desde su actitud hasta su aspecto. La propia Fiona se tomaría con humor su intervención poco después, diciendo con tono jocoso «¡Era una intensa!». Pero los columnistas demostraron no poseer mucha más madurez emocional que ella, o estar sencillamente ansiosos de carnaza, y empezaron a dedicarle lindezas como «hipócrita», «gruñona sin sentido del humor», «idiota vanidosa» o «una desnutrida modelo de Calvin Klein». Esa imagen negativa permaneció en la prensa durante varios años. La exageración en torno a ella llegó a ser surrealista. La cómica Janeane Garofalo, a la que Fiona admiraba, parodió el discurso con una lamentable falta de sutileza. El alucinógeno y gratuito ataque de Garofalo imitando a Fiona (según la cantante, se echó a llorar cuando lo escuchó) supongo que hoy avergüenza a la cómica, pero es solo un ejemplo que demuestra el nivel de toxicidad que se generó en torno a la figura de una cantante de diecinueve años que, al menos, podía agradecer no haber debutado en los tiempos de Twitter.
Irónicamente, o quizá no tanto, todas las inseguridades de Fiona desaparecían en el momento de actuar. Es remarcable su soltura en el escenario, teniendo en cuenta que había pasado directamente de cantar en su habitación a hacerlo ante la audiencia de todo el país.
La fogosidad de sus directos es una de sus facetas más fascinantes. Propensa a la ansiedad, confiesa no haber sentido nunca pánico escénico (excepto cuando ve las caras del público muy cerca de ella). Su nula experiencia en directo no impidió que sus primeras apariciones en televisión estuviesen plagadas de teatralidad y de gestos extraños, como ponerse a hablar sola entre una estrofa y otra, que siempre han sido muy típicos de ella. Pues bien, esa intensidad iría a más en las siguientes giras. Aunque no es muy aficionada a grabar discos, asegura que sí le gusta ir de gira de vez en cuando y la verdad es que se nota. Si no fuese por la gente que grababa actuaciones con sus cámaras (una costumbre que no me parece mal, siempre que sea en las actuaciones y no cuando el artista de turno está tranquilamente comiendo una hamburguesa) no podríamos contemplar hoy algunas de sus más hipnóticas espirales de éxtasis escénico. Vean por ejemplo esta otra interpretación de «Criminal», muy distinta de la anterior. Aquí ya no hace gestos teatrales, sino que va metiéndose en la canción poco a poco hasta que, hacia la parte final, termina visiblemente fuera de sí. En los tres últimos minutos es como si se dejase deslizar hacia otro mundo y ni recordase que hay un público delante, algo verdaderamente digno de contemplar:
Fiona grabó su segundo disco cuando tenía veinte años; era aún muy joven, pero el nivel de sus composiciones había dado un salto considerable. El nombre del disco, por cierto, reflejaba su estado de conflicto con el mundo. Era un título de ¡noventa palabras!, en realidad un poema que había escrito después de ver los comentarios despectivos que algunos lectores habían escrito sobre ella en la sección de cartas de una revista. Cojan aire y vamos a por el título: When the Pawn Hits the Conflicts He Thinks like a King What He Knows Throws the Blows When He Goes to the Fight and He’ll Win the Whole Thing ‘fore He Enters the Ring There’s No Body to Batter When Your Mind Is Your Might so When You Go Solo, You Hold Your Own Hand and Remember That Depth Is the Greatest of Heights and If You Know Where You Stand, Then You Know Where to Land and If You Fall It Won’t Matter, Cuz You’ll Know That You’re Right.
El título ideal para incluir en cualquier catálogo, como verán. Una vez más, Fiona terminaría riéndose de su ocurrencia con el tiempo, diciendo con cierta sorna que, al menos, le había permitido entrar en El libro Guiness de los récords (y era cierto, entró como el álbum musical con el título más largo de todos los tiempos, hasta que una banda le quitó el récord años después). En cualquier caso, lo importante es que aquel segundo disco superaba con creces su debut. Escuchándolo es incluso más difícil recordar lo joven que era todavía, porque musicalmente es como si hubiesen transcurrido diez años. No solo cantaba mucho mejor y su bellísima voz emergía de manera mucho más fluida y natural, sino que las letras y, lo más importante, la música, demostraban una gran madurez artística.
El álbum también fue un éxito, pero además empezó cambiar la percepción que la prensa musical tenía sobre Fiona Apple. Estaba cada vez más claro que poseía un talento fuera de lo común. Se descolgaba con temas como «On The Bound» o la extraordinaria «Limp», con mención especial para el fantástico intermedio de percusión a cargo del batería Matt Chamberlain. Y cómo no, su mágica interpretación del «Across The Universe» de los Beatles, una versión cuyo estilo ha sido imitado una y mil veces (sobre todo, por algún motivo, en publicidad). Fiona nunca se ha prodigado con las versiones, lo cual es una pena porque cada vez que interpreta una canción ajena se la lleva completamente a su terreno. Ya lo había demostrado poco después de su debut, cuando apareció en el programa Unplugged de MTV realizando una fantástica interpretación de la canción «Angel» de Jimi Hendrix. Repitió la hazaña con la mencionada relectura del tema los Beatles, cuyo videoclip fue dirigido por el que entonces era su novio, el cineasta Paul Thomas Anderson (se nota, el tipo es tan bueno haciendo clips musicales como haciendo películas).
Con todo, para mí, la gran joya del disco es «Paper Bag», el tipo de composición que demostraba que esta chica estaba hecha de otra pasta. Se la inspiró una anécdota bastante tonta: un día en que acompañaba a su padre en el coche, vio una paloma trazando sinuosos vuelos y se quedó absorta contemplándola, hasta que descubrió que, en realidad, era una bolsa de plástico movida por el viento. Usó la metáfora para hablar de hombres que la habían deslumbrado y que después habían demostrado ser aún más inmaduros que ella («Cambié la bolsa de plástico por una de papel porque sonaba mejor»). Aparte de que el contenido de sus letras había mejorado mucho y que las referencias a sus propios problemas eran condensadas en expresiones más breves y poderosas, era la rítmica de esas letras la que había alcanzado un extraño tipo de perfección, dejando que los acentos cayesen en el lugar indicado. Incluso cuando rompía la rítmica a propósito para crear un efecto dramático le quedaba bien. En fin, un clásico moderno compuesto por una chica que tenía edad de estar en la universidad.
Aquel segundo disco le ganó, todavía más, el respeto de sus colegas de profesión. Por ejemplo, grabó junto a Johnny Cash una versión de «Bridge Over Troubled Water», que apareció en el último disco que Cash publicó antes de morir. Por descontado, escuchar esas dos voces juntas es toda una experiencia y es una lástima que no sucediese más veces. En fin, terminada la gira del disco y con dinero más que de sobra en su cuenta bancaria, Fiona empezó a contemplar una tempranísima retirada de los estudios discográficos. Solo tenía veintitrés años y ya estaba pensando en jubilarse. Esa retirada no se produjo como favor personal al productor de When The Pawn, Jon Brion, de quien se había hecho buena amiga. Él acababa de romper con su novia y le imploró a Fiona que grabasen otro disco para tener la cabeza ocupada con un nuevo trabajo. Así, Fiona se puso a componer un posible tercer álbum y grabó las versiones iniciales de una nueva tanda de temas.
Cuando en Sony escucharon lo que estaba haciendo, pensaron que sonaba muy poco comercial. Lo mismo le habían dicho en su primer disco y ella había respondido componiendo «Criminal» en tres cuartos de hora, pero ahora pretendían imponerle una opción mucho menos atractiva. Le dijeron que descartase los temas y que le darían dinero para grabar nuevos, pero de uno en uno. Es decir, que, le pagarían la grabación de la primera canción y, si les gustaba, le pagarían la segunda, y así sucesivamente. Querían entrometerse en el proceso de composición, algo que nunca antes le había sucedido, ni siquiera en el primer álbum («Supongo que hasta entonces había tenido suerte»). A ella no le hizo ninguna gracia. Dejó claro que, o publicaba la música que ella quería tal y como la había escrito, o no habría disco. Después, se limitó a irse a casa y pasarse una larga temporada «tumbada en el sofá» viendo su serie favorita, Columbo (Fiona es una apasionada fan de Peter Falk y se puso contenta como una niña cuando le enseñaron un autorretrato que el mítico actor, bastante buen dibujante, le había dedicado especialmente a ella). En resumen, se produjo la inusual situación de que la discográfica intentaba presionar a una artista y que ella respondía a la presión dando a entender que, si no había disco, le daba completamente igual. En Sony les había salido el tiro por la culata.
Algunos de los temas que ya había grabado fueron filtrados y salieron a la luz, sonando en algunas radios. Esto tampoco le hizo ninguna gracia a Fiona porque estaba descontenta con la dirección que había llevado la producción. Es muy perfeccionista y no le gustó que el público escuchase algo que a ella no la convencía. Sin embargo las filtraciones ayudaron a generar un curioso fenómeno: muchos fans de la cantante, haciendo referencia a la segunda parte de su nombre compuesto (Apple, «manzana»), empezaron a enviar todo tipo de manzanas a las oficinas de Sony: manzanas de cartón, de papel, de peluche, etc. Era una curiosa campaña para que Sony dejase que Fiona grabase su tercer disco con libertad. Algunos de ellos llegaron a protestar ante las puertas de la compañía. La prensa y la televisión se fijaron en este peculiar movimiento, que se hacía llamar «Free Fiona», y el asunto se convirtió en noticia. Fiona se enteró de todo ello cuando estaba, como de costumbre, tumbada viendo Columbo y su teléfono empezó a sonar pese a haber advertido a todo el mundo que no quería recibir llamadas relacionadas con el negocio. Sony, ante la nefasta campaña de imagen pública que suponía el que se aireasen las presiones con las que había cercenado la carrera de la joven artista, terminó cediendo. En 2005, Fiona regresó al estudio con otro productor y volvió a grabarlo todo de nuevo. El disco resultante, titulado Extraordinary Machine, apareció en octubre de aquel mismo año. Habían transcurrido nada menos que seis años desde el segundo. Era su disco menos comercial hasta la fecha, pero también era el mejor, así que se convirtió en su tercer éxito. Volvió a aparecer en la televisión, interpretando sus nuevos temas. Era una buena noticia por varios motivos. Acercándose a la treintena, tenía mejor aspecto que nunca, lo cual indicaba que estaba en una buena época de su vida. Y su voz era todavía más envolvente e hipnótica que antes.
Durante aquellos años de ausencia, Fiona había estado alejada de los focos, pero siempre se relacionaba con artistas y gente creativa. Su anterior noviazgo con Paul Thomas Anderson no era casualidad; Fiona solo parece sentirse cómoda entre gente que le sirva de estímulo. En las entrevistas y apariciones públicas habla con mucha sencillez y no es nada pretenciosa, pero quienes la conocen de cerca afirman que es extremadamente inteligente. El cómico Bryan Callen, que salió con Fiona una temporada, dice: «Nunca había conocido a un genio en persona hasta que la conocí a ella».
Fiona es bastante dispersa en las entrevistas, pero se acaba notando que es cualquier cosa excepto una persona convencional y simple. Eso sí, es más gracioso verla cuando intenta componer —sin éxito— una respuesta medianamente inteligible a preguntas fáciles que otros artistas responderían sin pensar con un automatismo de cortesía. Una vez apareció como invitada en el talk show de Craig Ferguson y cuando empezó a dar una respuesta ininteligible a una pregunta más bien sencilla, Ferguson bromeó a medias diciendo: «Fiona, ¡eres una mujer complicada!». En otra ocasión, cuando le preguntaron por qué, teniendo su evidente tendencia a refugiarse en la intimidad de su hogar, se prestaba a participar en los eventos promocionales de Extraordinary Machine, se descolgó con otro monólogo cien por cien made in Fiona: «No tengo ni idea de por qué lo estoy haciendo. Porque, ya sabes, sé cuál es mi parte del trabajo; se supone que escribo canciones y luego las canto, ¿sabes? Hay otra gente que sí sabe lo que está haciendo y me dicen que lo haga, así que lo hago. Supongo que es, ya sabes, si tengo algún motivo propio… quiero decir…¿Sabes qué? No tengo ni idea».
Hubiese bastado con decir «quiero estar en contacto con mi público» o «creo que es un buen disco y quiero que la gente lo escuche». Pero no, lo de contestar con automatismos o frases hechas no es lo suyo.
También termina haciéndose obvio que es una persona hipersensible. Tras Extraordinary Machine canceló toda una gira por Sudamérica al enterarse de que su perra tenía un tumor. La carta que escribió para explicárselo a los fans era tan conmovedora que nadie pareció molestarse por la cancelación. La característica seguridad que demuestra en los escenarios desaparece cuando tiene al público a dos metros de su cara. Durante un concierto acústico en la famosa tienda de discos Tower Records se sentía tan intimidada por tener a los espectadores tan cerca y a plena luz que se puso a divagar sobre sus crisis de ansiedad, aunque con bastante sentido del humor. La actuación completa es fantástica, aunque se la vea mucho más nerviosa que de costumbre (entre canción y canción parece estar pasándolo regular, la verdad). Pero merece la pena solo por verla cantar «Paper Bag» con el único acompañamiento de una guitarra. No hace muchas actuaciones acústicas, pero suelen ser estupendas, incluso cuando se equivoca y tiene que volver a empezar con el tema («no he escrito esto hoy, así que dejad que piense un momento»).
Volviendo a sus amistades en el mundillo, un programa interesante es el que grabó a medias con Quentin Tarantino, a quien conoce desde hace bastantes años, cuando ella salía con Paul Thomas Anderson. Como era de esperar, Tarantino acaparaba casi todo el metraje hablando sobre su tema favorito, él mismo. De todos modos, no es muy habitual ver a Fiona hablando sobre sí misma porque en estos veinte años sus apariciones televisivas han sido contadas. Aún más curiosa es su colaboración con uno de los amigos que hizo en la época del Extraordinary Machine, el actor Zach Galifianakis (el de Resacón en Las Vegas y Baskets), que también toca el piano y con quien parece compartir el mismo sentido del humor chorra. Fiona había visto una filmación donde Galifianakis hacía el payaso fingiendo cantar una canción de Anita Baker y le pidió que hiciese lo mismo para el vídeo promocional de una de las canciones del disco, la extraordinaria «Not About Love», uno de sus mejores temas (¡esos intempestivos arrebatos de piano!). Filmaron el clip sin complicaciones, en la propia casa del actor. Fiona nunca ha ejercido como actriz, supongo que porque debe de pensar que sería tomarse un trabajo innecesario que la haría tener que levantarse del sofá, pero da la impresión de que podría hacerlo bien. Y Galifianakis, bueno, ya sabemos que a este tipo le pones una cámara delante y no necesita ni guion.
Volviendo al disco Extraordinary Machine, era el pináculo de la indefinible mezcla de estilos de Fiona, empezando por el tono de cabaret de la propia «Extraordinary Machine», el dramatismo y la poderosa letra de «Oh Well» (el productor Jon Brion cuenta que le saltaron las lágrimas cuando se la escuchó tocar por primera vez), los aires vieneses de «Waltz (Better Than Fine)», que casi parece compuesta por Freddie Mercury, o la saltarina intensidad setentera de «Please Please Please» y «Better Version of Me». Era el mejor con diferencia de los tres discos que había publicado, lo cual es mucho decir, porque el segundo ya había sido de muchísimo nivel.
En aquella época su actividad fue bastante intensa, desde duetos con Elvis Costello («I Want You») hasta grabar una canción que habían escrito unos niños, alumnos de una asociación benéfica. Después de los seis años de parón, Fiona Apple parecía estar de vuelta en la vorágine y se suponía que iba a grabar su cuarto álbum casi de inmediato, pero el asunto empezó a retrasarse. Según Fiona, porque había cambios en la cúpula de la discográfica y no quería que eso afectase a la grabación. Pero eso fue solo la excusa inicial. Pasaron los meses, luego pasó un año, luego pasaron dos. Al final, transcurrieron siete años hasta que llegó el cuarto disco, The Idler Wheel Is Wiser Than the Driver of the Screw and Whipping Cords Will Serve You More Than Ropes Will Ever Do. Resultó ser tan bueno o mejor que Extraordinary Machine. El primer sencillo, «Every Single Night», era buenísimo y su voz era tan mágica como de costumbre. Los críticos, que ya habían olvidado su antigua antipatía hacia ella, recibieron el tema con entusiasmo. Pero el videoclip la mostraba claramente desmejorada. Parecía que sus antiguos trastornos alimenticios, que la había respetado durante bastantes años, estaban de vuelta. Su escuálido aspecto dio que hablar como al principio de su carrera, pero esta vez porque no parecía una persona sana (en la posterior gira seguía estando delgadísima, aunque parecía disfrutar, su voz y su sus actuaciones no se resintieron lo más mínimo, de hecho, cantaba como nunca y parecía completamente en forma como pianista).
En The Idler Wheel, la música de Fiona era más retorcida que nunca, sobre todo en temas como «Daredevil», «Jonathan», la desgarradora «Regret» o la fascinante «Hot Knife», una de las pocas ocasiones en que podemos escucharla grabando varias voces (el vídeo, por cierto, volvía a estar dirigido por su antiguo novio y ahora amigo Paul Thomas Anderson). Aunque también hay canciones más en consonancia con su estilo anterior, como «Valentine» o «Werewolf», The Idler Wheel es un álbum menos asequible cuyos matices ya no entran con tanta facilidad a la primera escucha. Aun así, llegó al número 3 en las listas estadounidenses, su mejor posición hasta la fecha.
Desde el 2012 no ha habido otro disco de Fiona Apple. Nos hemos tenido que conformar con cosas sueltas. Por ejemplo, compuso y cantó el tema principal de la serie The Affair. También escribió una canción para la película This is 40, la magnífica «Dull Tool». Ha hecho colaboraciones aquí y allá; cantó varias veces con el grupo Watkins Family, haciendo versiones de canciones folk de Bob Dylan o Leadbelly (¡fantástica!). Pero es difícil saber qué pasará con el quinto disco porque no hay indicios de que haya empezado a componerlo, ni de que haya empezado a pensar en él siquiera. Y Fiona, claro, tampoco lo va a aclarar porque es posible que ni ella misma lo sepa: «Podría escribir otro álbum en los próximos dos meses, o podría no componer nunca más. Las canciones que escribí en el pasado tenían un propósito, eran mi manera de lidiar con mi vida. Si deja de hacerme falta componer, está bien, ya encontraré en qué otra cosa trabajar».
De momento, parece que las cosas le van bien. Fiona ha publicado algunos vídeos en la red social Tumblr, donde responde a preguntas de sus fans. En esos vídeos, a sus cuarenta años, está completamente rejuvenecida —nada que ver con la preocupante delgadez de hace cinco años, en los tiempos de The Idler Wheel— y se la ve de buen humor, así que es posible que no tenga ganas de componer ni de grabar. Solo los genios saben cómo funcionan sus cabezas; si el que esté contenta significa que no va a haber disco, nos quedaremos sin disco todo el tiempo que haga falta. Une persona feliz, estaremos todos de acuerdo, vale más que cualquier canción.
Yo tengo su edad. Tocabamos, y mal, el piano en un piso compartido en el centro de mi ciudad. Teniamos sueños, tristeza, inexperiencia. Escuchabamos Fiona Apple y alguna voz feminina mas.
Fiona sí está trabajando en un nuevo disco. Lo confirmó en los vídeos de preguntas de los fans. Ahora bien, la fecha de lanzamiento ya es otra cosa. Puede ser pronto o puede que pasen un par de años más. Con Fiona nunca se sabe. Magnífico artículo, por cierto.
¿Un genio? ¿Por qué? Esta mujer es una cantante que gustará a unos y a otros no. Ya está. Si es un genio, ¿qué adjetivo le adjudicamos a Janis Joplin, Ella Fitzgerald o Jessye Norman? Vamos, por poner a boleo 3 grandes, las 3 mujeres y norteamericanas.
¿No podemos adjetivarlas de la misma manera? ¿Existe un número limitado?. De los tres ejemplos que citas, hay una de ellas que me satura sobremanera; lo cual no me evita afirmar que tenía un talento enorme.
Excelente artículo. Han pasado los años y Fiona Apple sigue dentro de la música que escucho regularmente.
Tori Amos es un genio. Fiona Apple es simplemente buena.
Completamente de acuerdo con los dos calificativos. Quizás te sobre ese «simplemente», e incluso podrías sustituirlo por «muy». Pero un genio (¿una genio?) es otra cosa.
Tori Amos es una Kate Bush de segunda.
La señorita Apple es infinitamente más tolerable.
¿Tolerable? ¿De verdad has escrito «tolerable», o es cosa del corrector?
No te ofusques, aquí está todo el mundo subido en las puntas de su vello púbico.
Es deplorable el abuso de las tajantes afirmaciones dogmáticas entre el periodismo actual. ¿Un genio Fiona Apple? Para mí, esta mujer es una intérprete y compositora absolutamente anodina, cantante sin voz que componiendo (?) no pasa de abusar pedestremente de tres acordes tomados del blues, una más entre tanto geniecillo que lo es sólo gracias a manías personales y tics de manual elemental de marketing… ¿Exagero? Bueno, es lo mismo que hace le autor de este ditirambo.
Me parece que no has entendido el enfoque del artículo. Es un texto de opinión en el que se intercalan hechos objetivos de la vida de la artista, pero, al fin y al cabo, es una opinión. En este tipo de periodismo uno tiene licencia para «exagerar» porque es subjetivo. A ti te puede parecer que exagera porque no opinas como él. Dicho esto, no viene a cuento eso de que el periodismo actual está lleno de afirmaciones dogmáticas. Te compro el argumento en otros géneros periodísticos, pero no en éste.
No solo exageras, sino que tu comentario es perfectamente prescindible. La palabra genio se usa con demasiada generosidad, es cierto, pero esta mujer ciertamente se sale de lo común. Desde luego tiene más talento que yo (tengo que reconocer que apenas la conocía, aparte de la versión de la canción de Beatles y la banda sonora de The Affair) y me atrevería a decir que con toda seguridad más que tú. ¿Tres acordes tomados del blues? Solo esta frase demuestra que no sabes de lo que hablas y has perdido una estupenda ocasión de haberte quedado callado.
La música de Tori Amos es tan sublime que a veces no puedes mas que ponerte a llorar. Es cierto que hace años que dejó de estremecerme pero he visto en directo a las dos y Fiona no se puede comparar a Tori. Por cierto, las dos sufrieron una violación.
Coincido totalmente, Fiona es una de las grandes compositoras e intérpretes contemporáneas. Relevante, vulnerable y auténtica, y con lo que en el flamenco se llama duende, más allá de su amplísimo registro vocal. Como D’Angelo, saca disco cuando tiene cosas que decir, y deja huella. He tenido el privilegio de verla en directo en dos ocasiones (2005 y 2012) y es algo excepcional, un animal desatado que canta desde las vísceras. Mi sobrina se llama Fiona por ella, no tengo nadas más que añadir.
Si no me equivoco, volvió a colaborar con Johnny Cash en la canción Father and Son, del disco Unearthed.
Magnifico articulo, solo una corrección, cuando cancelo la gira sudamericana fue en la promoción del disco ‘The idler…. » a finales del 2012
Lei todos los comentarios, al parecer todo un coctel de frases y palabras, la musica es universal, es sencillo saberlo, si la musica que escuchas te mueve el corazon y el alma, es bueno, eso hace fiona apple…
He escuchado toda mi vida pop-rock alternativo, electronica, folk, vanguardia, blues, salsa, progresivo, jazz fusion y no se que generos más. Y afirmo que Fiona Apple es para mí una artista especial, cuando deseo escuchar su musica jamas me limito a un par de canciones, me repaso sus cuatro albumes de cabo a rabo. La cantante norteamericana que más me ha llegado, junto a la Laura Nyro y Rickie Lee James
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He visto todos los comentarios y sorprende lo dividida que están las opiniones de los escritos, y aunque sólo son opiniones que se tienen que respetar, son un tanto deplorables las malas críticas que se le da a este talento humano. Yo no la conocía hasta el día de hoy, que mientras trabajaba miré a la televisión y me llamó la atención la belleza de su juventud en aquél vídeo «Criminal» el audio no era el del vídeo, así que sólo esperé a ver cómo se llamaba ella para buscarla después y escuchar su trabajo ya que me pareció ver algo más que una «simple» artista más, y no podía estar más en lo correcto, principalmente escuché Criminal y me pareció una joya que sorprendentemente nunca había escuchado, una maravilla de voz y de composición, ví un par de vídeos más y me sorprendí al ver que además de ser más conocida de lo que me imaginé había tenido problemas muy grandes en su vida, notando lo delgada que se veía, y, ya con morbo de cuál transtorno y problemas tuvo en su vida me encontré con este artículo que mientras leía no paraba de interesarme más y más por su trabajo y la vida de la artista, además de empatizar ante sus altibajos y fascinarme e inspirarme de sus logros, de su sentido, talento y sencillez humana.
Sin duda alguna es algo de lo que más necesitamos en estos tiempos, pues aunque no sea un genio y tal vez no es la mejor de las mejores, tiene un gran talento y una autenticidad que a muchos les falta por montones, es grande y hasta la fecha no ha caído ni un poco en sus composiciones porque no son forzadas ni simplonas, son presisas y hechas desde y con una profundidad que llega a las estrellas.
Triste tacharla de aburrida o de una simple compositora cuando hay «artistas» como Billie Eilish en estos días.
Gracias Joey Anton por tu justo comentario, yo también ya me leí todas las respuestas.
Me leí todo éste artículo escuchando «Fetch The Bolt Cutters» la obra maestra identificada como el 5to disco de Fiona, en plena cuarentena por Covid-19.
Las canciones que componen éste álbum han logrado tocar partes tan profundas en mis ser… Y las colaboraciones que tiene, los sonidos, voces, ritmos, todo! He podido sentir parte de mi propia infancia y he podido entenderla a ella, escuchándola mientras leo éste artículo.
No se trata de comparar genios, de menospreciar talentos solo porque todos tenemos una opinión… Y es parte de lo que ella hablaba en su discurso en los MTV Awards.
Algún día nos daremos cuenta de que no estamos aquí para juzgar, porque claro, todos tenemos la razón verdad?
Gracias por el artículo y gracias al genio tras ésta música