Debe de ser extraño ser Matt Groening. Pocos creadores audiovisuales han generado unas expectativas tan altas en un determinados momentos de su carrera y a veces me pregunto cómo convive con ello. Es el Shakespeare de las series de animación; el mero hecho de haber concebido Los Simpson y Futurama lo coloca en un pedestal del que, por muchos errores que pudiere cometer, va a ser difícil apearlo. Sí, sé que hay todo un universo de series animadas ahí fuera y que muchas de ellas no las he visto. Sobre todo las que vienen desde Japón —donde parecen tener a medio país encadenado a escritorios para cumplir cuotas de producción propias de una factoría estalinista— las conozco solo de nombre o ni siquiera me suenan hasta que algún aficionado al anime me habla de ellas con un entusiasmo que me resulta completamente marciano. La última serie anime que recuerdo haber visto es Dr. Slump (maravillosa, por supuesto) así que difícilmente me considero un entendido en la materia.
Todos estamos muy familiarizados con el trabajo de Groening, sin embargo. Conozco gente que se sabe de memoria decenas de secuencias de Los Simpson o hace imitaciones perfectas del doctor Zoidberg. Las dos grandes creaciones de Matt Groening son hitos en la historia de la televisión. Las mejores temporadas de Los Simpsons podían competir con cualquier serie convencional rodada con actores reales, afirmación que no es un embellecimiento nostálgico sino un hecho que la crítica reconocía ya cuando estaban emitiendo sus temporadas clásicas. Los Simpson era lo más brillante en animación televisiva estadounidense desde los tiempos dorados de Looney Tunes y se convirtió en un fenómeno cultural que no se ha desvanecido aunque que lleve muchos años produciendo episodios olvidables. En cuanto a Futurama, consiguió el dificilísimo objetivo de ganarse el corazoncito de los fans. No lo hizo, recordemos, sin la correspondiente cuota de escepticismo por parte de quienes esperaban una nueva Los Simpson. Pero lo hizo.
Groening lo tenía difícil para sacarse de la manga una nueva serie que pudiera, ya de entrada, sobreponerse a la inevitable comparación con sus dos grandes obras. ¿Una comparación injusta? No lo sé, pero sí inevitable. Es verdad que, cuando el público y la crítica piensan en Los Simpson y Futurama, rememoran los mejores episodios y los momentos más conseguidos, no los episodios de relleno o las temporadas en que todo tendía a transformarse en morralla. Alcanzar ese nivel idealizado en una primera temporada era imposible. Los Simpson tardó unas cuatro temporadas en alcanzar la perfección como serie independiente, sin contar la etapa en que había sido un sketch recurrente dentro de otro programa. Además, parte de su impacto se debió al entonces novedoso enfoque de parodiar con sorna la vida del estadounidense medio y la sociedad moderna en su conjunto (como hizo en la misma época la también deliciosa, aunque de humor menos elaborado, Matrimonio con hijos). Ese impacto es difícil de repetir hoy. Cuando se estrenó Futurama no tuvo que luchar contra la nostalgia, sino contra el presente. Los Simpsons quizá ya no estaba en su momento álgido y el público había podido ver episodios flojos, pero se perdonaba porque todavía era una buena serie y, sobre todo, porque el enamoramiento colectivo hacía que nadie quisiera ver sus defectos. La imaginería de Los Simpsons dominaba la cultura popular como ninguna otra cosa excepto Star Wars. Así pues, Futurama nació bajo una alargada sombra y pudo sobreponerse a las dudas a base de calidad: empezó muy bien y continuó todavía mejor.
Desencanto ha aparecido en un momento muy diferente. Los Simpsons sigue existiendo, pero no consigo hacerme una idea de qué tipo de público la sostiene. Mi hipótesis es que ninguna serie consigue tener más de cuatro o cinco temporadas muy buenas, en casos excepcionales. Los Simpson lleva veintinueve temporadas y lleva muchos años clínicamente muerta en cuanto a su valor artístico. Futurama desapareció. Los grandes episodios de ambas series están quedando en un pasado más lejano de lo que nos gustaría pensar y Desencanto ha nacido peleando contra ese enemigo feroz que es la nostalgia. De Matt Groening se esperaba —quizá con poco realismo— que llenase el vacío con algo memorable. Era una misión difícil. De momento, no la ha cumplido. Puede parecer injusto, y acaso lo es, juzgar esta nueva serie en contraste con lo mejor de aquellas dos, pero es difícil no sucumbir a la tentación de hacerlo. Esto explica la extrema tibieza, valga el oxímoron, de las críticas que ha cosechado. Entiendo a quienes no encuentran en ella lo que buscaban. Para algunos, supongo, puede parecer una versión mucho menos inspirada de Futurama. Para otros, una serie entretenida con su propia personalidad. He leído y escuchado opiniones para todos los gustos, pero las negativas son las que predominan.
Intentando ver Desencanto como un producto independiente y no como una obra que se retuerce bajo el peso de sus predecesoras, resumiría mis impresiones así: no es lo buena que queríamos que fuese, pero hay margen para la mejora en siguientes temporadas. Desencanto hubiera sido algo mejor recibida de no estar asociada al nombre de Groening, esto es verdad, pero esto no sirve como argumento para ocultar que la serie tiene sus defectos y que necesita correcciones, algunas de las cuales no son nada pequeñas.
Supongo que ya saben de qué va: es una parodia de la época medieval y las historias de fantasía épica. Su protagonista es una princesa adolescente llamada Bean. Insurrecta, bebedora y promiscua, intenta por todos los medios zafarse de las obligaciones de su posición. Se hace amiga de un elfo que viene de un país de caramelo donde todo es bonito e inofensivo, y de un demonio que intenta animarla a causar el caos a su alrededor. La estética visual es tan buena como lo habitual en Groening. Los problemas vienen con la narración, el desarrollo de los personajes y la naturaleza de buena parte de su humor.
La evolución de la primera temporada es muy desigual. Empieza con el único de los diez episodios que ha sido escrito por Groening y el único que contiene toques característicos de su estilo, como el preparar un chiste para terminar de resolverlo unos minutos después, mecanismo que siempre ha manejado con suma habilidad. Pero ya en el piloto se empiezan a echar de menos las sutilezas que también eran propias de su humor. En los episodios siguientes el jocoso comentario de la vida medieval carece de ese esquema preparación-resolución y el humor se vuelve incluso más obvio. Aquí tenemos dos problemas: los guionistas no están siempre inspirados y la serie se debate entre dos tipos de narración sin decidirse por ninguno. Me explico: Los Simpson era una serie de vocación episódica. Un episodio, una historia. Lo mismo con Futurama. Las líneas argumentales superpuestas aparecían con el tiempo, cuando los personajes ya habían sido bien definidos y empezaban a evolucionar de acuerdo a esas definiciones. Algunos adquirían un arco dramático y empezaban a cambiar, pero con la serie ya bien avanzada.
Desencanto, por el contrario, opta desde el principio por líneas argumentales que cubren toda la temporada y que, de hecho, buscan continuar en la siguiente. Eso hace que se note mucho la desigualdad entre unos capítulos y otros, pero es que tampoco termina de adoptar un formato lineal dominante, como si quisiera conservar parte del formato episódico. Ambas cosas pueden coexistir y muchas comedias han aplicado con éxito ese esquema dual. Sin embargo, al principio suelen poner mayor peso en los argumentos episódicos para crear contexto y para que el espectador se familiarice con los personajes. Una vez conseguidos esos dos objetivos, se adentran en tramas más elaboradas. Un drama puede permitirse empezar desde cero con las complicaciones argumentales, pero en la comedia se necesita más preparación. Si los argumentos continuos empiezan demasiado pronto en una serie cómica, corren el riesgo de quedar diluidos entre el humor circunstancial de las subtramas que sí son episódicas. El principal objetivo de la comedia no es conmover, sino divertir. El público de la comedia solo se conmoverá cuando los personajes hayan llegado a importarle.
En Desencanto la historia principal va dando bandazos; solamente al final parece empezar a recomponerse, pero produciendo la sensación de que no se estaba apuntando con claridad hacia un lugar concreto. La historia es sencilla y fácil de entender, pero no hay un tono predominante. Groening y Josh Weinstein, como showrunners, están todavía colocando piezas y no han terminado de componer el cuadro que buscaban.
Por un lado, como decía, puedo entender a quien vea la serie y se entretenga; yo no me he aburrido, aunque tampoco he quedado entusiasmado. Pero también puedo entender los motivos por los que Fox no quiso adquirirla. Cuando se estrenó Los Simpson no tenía competencia. La principal competencia de Futurama fue la propia Los Simpson. Una idea de Groening competía con otra idea de Groening porque el tipo, básicamente, era el rey en lo suyo. Pero Groening, como todo maestro, creó escuela. Hoy la competencia es mucho mayor. Desencanto no es una mala serie, pero carece de ese filo y ese punto extra de inspiración que la convierta en algo distintivo. Tiene buenos momentos, crea un mundo entretenido de contemplar (si en algo destaca Groening es en la concepción de universos propios), pero los personajes se quedan a medias, las situaciones no encuentran su tono y, sobre todo, el humor es, con frecuencia, demasiado evidente.
Me fastidia decir todo esto porque me hubiese gustado mucho más llevar la contraria a la crítica y decir que Desencanto es una serie redonda, pero no lo es. En la parte positiva, eso sí, creo que hay sitio para la mejora. Es posible que se beneficiase de abandonar las tramas a largo plazo y centrarse en el humor episódico, que es, a fin de cuentas, lo que mejor funciona en los universos de Groening. Estos mismos personajes (y la, creo yo, muy necesaria adición de otros nuevos) podrían llegar a sugerir los argumentos lineales por sí mismos, una vez hayan sido mejor desarrollados. Lo que hacía funcionar a Los Simpson o Futurama no eran los romances ni las intrigas, sino el mundo que describían y, sobre todo, la enorme variedad de personajes. También está la opción contraria: si lo que Groening quiere de verdad son tramas lineales, que se lance de cabeza a por ellas. Pero claro, eso dejaría la serie convertida en un drama. Y el momento en que empieza a abundar el melodrama suele ser el momento en que la calidad de las series cómicas se viene abajo (un buen ejemplo reciente es The Bing Bang Theory). Hay excepciones, claro (Baskets, sin ir más lejos), pero pretender convertirse en una excepción conlleva muchas mayores probabilidades de errar el tiro que si apuntas a lo seguro. Apuntar a lo seguro no siempre es malo. A veces, de hecho, es lo que conviene. Hay gente a la que le ha gustado la serie y gente a la que no le ha gustado nada. A su manera, todos tienen parte de razón, dependiendo de en qué elementos se fijen. Pero, para una comedia que pretende triunfar y establecerse, dividir a la audiencia no es un buen principio. Yo mismo me he visto entretenido en algunos episodios y casi completamente indiferente en otros. Y créanme cuando les digo que no la he visto comparándola con Futurama. En absoluto.
Con todo, estaré ahí al principio de la segunda temporada porque tengo esperanzas de que la serie se asiente. Hay material con el que trabajar. Lo que vendría bien es un cambio de enfoque. O, mejor dicho, decidirse del todo por un enfoque concreto, el de las subtramas episódicas. Diría también que necesita conseguir un mayor promedio de inspiración, pero sé que en la comedia esto es más fácil de decir que de hacer. Y desde luego la serie necesita como el agua expandir sus horizontes y dejar de centrarse en una pequeña trama que no puede competir con las tramas que estamos acostumbrados a ver en otras series, y que no son lo que hizo grande a Groening. Si todo esto no sucede, los números no acompañarán y Netflix ya no es ajena a la guillotina de la cancelación. No se puede acertar siempre a la primera. Veremos si aciertan a la segunda.
Yo empecé a verla por ser de Groening pero luego en ningún momento recordé que era de Groening. No sé si es bueno o malo, pero es así. En general me resultó bastante indiferente, aunque no aburrida. También es cierto que la vi justo después de Master of none, con lo que el contraste personajes/trama fue mucho más acusado. En Master of none los primeros capítulos son casi stand-ups actuados, y hasta el final de la primera temporada no aparece la trama (literalmente el final, la última frase casi). Sin embargo, no veo cómo Desencanto puede evolucionar hacia las subtramas episódicas sin convertirse en una copia de Futurama.
Me gusta el estilo de esta pagina, y como escriben de bien sus artículos, pero por Dios que letra tan diminuta usan. Tengo buena vista y es fácil perderse entre lineas de texto muy largas y letras muy pequeñas. Por favor seria bueno si al menos incluyeran una opción para cambiar el tamaño de las letras.
Ya sé que los navegadores incluyen opción de Zoom, pero no es lo mismo.
Aún así es una pagina muy buen
Gracias.
A mí me gustó. Cuando se estrenó Futurama hace 20 años pasó lo mismo: «bah, no es Los Simpson»; hoy todo el mundo la adora. Da la sensación de que va a existir una trama más continuista, con menos episodios autoconclusivos, que en Los Simpson o Futurama, y eso es un cambio interesante. Veré la segunda temporada con ganas.
Opino como Ramón, cuando se estrenó Futurama poca gente daba un duro por ella. Yo mismo la seguí con frialdad hasta que terminó de despegar. Creo que con esta pasará lo mismo, porque el humor de las series de Groening es mucho más amable y universal que el de la mayoría de las series de animación de éxito de hoy en día, y cuando den con la tecla buena se ganarán a los de siempre.
Para mi, lo más negativo de esta primera temporada es la longitud de los capítulos. Me sobran mucho esos minutos de más respecto al estándar de la industria.
Decepción enorme,tanta que he dejado de verla.¿Donde esta ese delicioso humor inteligente,cinico e incluso negro que destilaban Los Simpson y Futurama?.Del artículo estoy totalmente de acuerdo en que uno de los grandes fallos es el de no usar el formato episodico y la necesidad imperiosa de nuevos personajes.¿Le terminare dando una segunda oportunidad?.Seguramente lo haga,pero solo porque se que hay talento de sobra en Groening para que resucite este desaguisado.
Verla sin compararla con Futurama es imposible dado que se han empeñado en copiar su espíritu y sus personajes (los 3 protagonistas tienen mucho de Fry, Leela y Bender) y para mí ahí es donde la serie empieza a fallar. De todos modos va de menos a más y creo que tiene potencial para crecer. Le daré otra oportunidad en la segunda temporada.
Yo quiero Futurama. Es la única serie por la que pagaría.